Sin Hamás, Gaza seguiría sin ser libre
Jonathan Cook
Como clásico Estado colono-colonial, Israel está haciendo lo único que sabe hacer, escribe Jonathan Cook. Mientras Occidente siga animándolo, eso incluye el genocidio.
Me choca que en mis hilos me siga encontrando con variaciones del siguiente tuit:
«Los palestinos tienen en su mano alzarse contra Hamás para liberarse. O Hamás puede rendirse voluntariamente. Hay dos opciones reales».
Esta opinión no sólo la promueven de mala fe los apologistas israelíes. Parece resonar entre la gente corriente que presumiblemente sabe muy poco sobre las historias de Palestina o de los movimientos coloniales de colonos como el movimiento sionista que fundó Israel.
Así que profundicemos brevemente en ambas.
En primer lugar, los movimientos coloniales de colonos se distinguen del colonialismo estándar –como el dominio británico en la India– por el hecho de que la población colona no sólo desea robar los recursos de la población nativa, sino sustituir a la propia población nativa.
Hay muchos ejemplos de ello: Los colonos europeos despojaron a los pueblos nativos de lo que hoy llamamos Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda, por ejemplo.
La definición de genocidio en el derecho internacional describe exactamente lo que esos europeos hicieron a la población local: asesinatos en masa; imposición de condiciones calculadas para provocar la destrucción física de toda o parte de la comunidad nativa; impedir los nacimientos dentro de la población local; y transferir por la fuerza a los niños nativos a la población de colonos.
Los colonos europeos que hoy se hacen llamar estadounidenses, canadienses, australianos y neozelandeses nunca tuvieron que rendir cuentas por sus crímenes contra esos pueblos nativos. Lo que posiblemente explica por qué el tweet de arriba es tan común –y por qué los países europeos y sus excrecencias coloniales de colonos se alinean hoy contra el resto del mundo para apoyar a Israel mientras intensifica el genocidio industrial en Gaza–.
La verdad es que el orden mundial «occidental» se construyó sobre el genocidio. Israel sólo está siguiendo una larga tradición.
Apartheid en Sudáfrica
Los movimientos coloniales no siempre acaban cometiendo genocidio. En Sudáfrica, una población colonial de colonos muy superada en número llegó a un «acuerdo» con la población nativa: el sistema se conoció como apartheid. El grupo blanco se quedó con todos los recursos y privilegios. Al grupo negro se le permitió vivir, pero sólo en guetos y en la miseria.
En tales circunstancias, la paz sólo es posible cuando se abandona el proyecto colonial de los colonos, se comparte el poder y se distribuyen los recursos de forma más equitativa. Esto sucedió, imperfectamente, con la caída del apartheid.
El último modelo para una población colonial de colonos es expulsar a la población nativa por la frontera, en un acto de limpieza étnica. Esta fue la opción preferida de Israel en 1948 y de nuevo en 1967, cuando decidió ampliar sus fronteras ocupando las tierras palestinas que quedaban en Cisjordania, Jerusalén Este y Gaza.
Los palestinos de Gaza son una lección objetiva de las diversas formas en que una población nativa puede ser maltratada por un movimiento colonial de colonos.
La mayoría son refugiados o descendientes de refugiados de las operaciones de limpieza étnica de Israel de 1948. En otras palabras, sus hogares familiares se encuentran en lo que hoy llamamos Israel. Fueron expulsados de sus tierras a un enclave minúsculo, para ser gobernados durante los siguientes 19 años por Egipto.
Cuando Israel se apoderó de Gaza durante la guerra de 1967, tuvo que recurrir a la segunda opción colonizadora: el apartheid. Así que convirtió el enclave en una prisión al aire libre, o –si queremos ser más honestos– en un campo de concentración de larga duración.
Gaza era una versión en gran escala –y, con el asedio israelí de 16 años, cada vez mucho más dura– de los municipios que albergaban a las poblaciones nativas negras en la Sudáfrica del apartheid.
Lo que estamos viendo ahora es que Israel reconoce por fin que el modelo de apartheid no ha logrado doblegar el deseo de libertad y dignidad de los palestinos.
A diferencia de la Sudáfrica blanca, Israel no busca la paz y la reconciliación. Está revisando otras opciones coloniales.
En el actual ataque a Gaza, está aplicando un modelo mixto: genocidio para los que permanecen en Gaza, limpieza étnica para los que pueden salir (suponiendo que Egipto finalmente ceda y abra sus fronteras).
Nada de eso tiene que ver con Hamás. Lo más que se puede decir es que la resistencia de Hamás ha forzado la mano de Israel. Ha tenido que abandonar su modelo de asedio y apartheid: el encarcelamiento a largo plazo de una población sin recursos, sin libertad de movimiento, sin agua potable, sin empleo.
En su lugar, ha vuelto a las fórmulas probadas del genocidio y la limpieza étnica.
Hamás es un síntoma de las décadas de trauma que han sufrido los palestinos de Gaza, no la causa de ese trauma.
Que los palestinos derroquen a Hamás, o que Hamás se rinda, no convertiría a Gaza en una Dubai en el Mediterráneo. Los palestinos seguirían siendo prisioneros, aunque posiblemente en condiciones ligeramente mejores.
Si lo dudan, miren a Cisjordania, que no está gobernada por Hamás sino por la dócil Autoridad Palestina de Mahmud Abbas. Abbas considera que la cooperación con Israel en materia de seguridad –suprimir en nombre de Israel las ansias de libertad de los palestinos– es un deber «sagrado». Su mayor aspiración es una solución diplomática que cree un miniestado palestino severamente circunscrito.
Si Israel no puede permitir la libertad en Cisjordania con Abbas, ¿cómo va a permitir la libertad en la pequeña Gaza, incluso sin Hamás, especialmente después de que Naciones Unidas declarara el enclave como fundamentalmente «inhabitable» en 2020?
Israel nunca podría permitir a los palestinos salir de su prisión de Gaza porque su rápido crecimiento en número se considera una amenaza para la mayoría judía de Israel.
Recuerde: las poblaciones coloniales de colonos están ahí para reemplazar a la población nativa, no para hacer la paz con ellos, no para compartir recursos, no para darles su libertad.
Israel está haciendo lo único que sabe hacer. Y mientras Occidente lo apoye, eso incluye el genocidio.
Jonathan Cook es un periodista británico galardonado. Trabajó en Nazaret, Israel, durante 20 años. Es autor de tres libros sobre el conflicto palestino-israelí: Blood and Religion: The Unmasking of the Jewish State (2006), Israel and the Clash of Civilisations: Iraq, Iran and the Plan to Remake the Middle East (2008) y Disappearing Palestine: Israel’s Experiments in Human Despair (2008). Si aprecia sus artículos, considere la posibilidad de suscribirse a su página de Substack u ofrecer su apoyo financiero.
Fuente: blog del autor Jonathan Cook.net (https://www.jonathan-cook.net/blog/2023-10-28/hamas-gaza-free/)