Miles han vivido sin amor, pero nadie sin agua
Vijay Prashad
Queridos amigos y amigas,
Saludos desde las oficinas del Instituto Tricontinental de Investigación Social.
En noviembre de 2023, ya estaba claro que el gobierno israelí había empezado a negar el acceso al agua a la población palestina de Gaza. «Cada hora que pasa mientras Israel impide el suministro de agua potable segura en la franja de Gaza, incumpliendo descaradamente el derecho internacional, pone a las y los gazatíes en peligro de morir de sed y de enfermedades relacionadas con la falta de agua potable segura», afirmó Pedro Arrojo-Agudo, relator especial de la ONU sobre los derechos humanos al agua potable y al saneamiento. «Israel debe dejar de utilizar el agua como arma de guerra», señaló. Antes del último ataque israelí contra Gaza, el 97% del agua del único acuífero costero de Gaza no era apta para el consumo humano según las normas de la Organización Mundial de la Salud. A lo largo de sus numerosos ataques, Israel prácticamente ha destruido el sistema de depuración de agua de Gaza y ha impedido la entrada de los materiales y productos químicos necesarios para su reparación.
A principios de octubre de 2023, funcionarios israelíes indicaron que utilizarían su control sobre los sistemas de agua de Gaza como medio para perpetrar un genocidio. Como declaró el 10 de octubre el general de división israelí Ghassan Alian, jefe de la Coordinación de Actividades Gubernamentales en los Territorios (COGAT por su sigla en inglés): «A las bestias humanas se las trata como corresponde. Israel ha impuesto un bloqueo total a Gaza. No hay electricidad ni agua, solo daños. Querían el infierno, tendrán el infierno». El 19 de marzo, el Coordinador Humanitario de la ONU para Palestina, Jamie McGoldrick, señaló que Gaza necesitaba «piezas de repuesto para los sistemas de agua y saneamiento», así como «productos químicos para tratar el agua», ya que la «falta de estos artículos críticos es uno de los factores clave de la crisis de malnutrición». «Crisis de malnutrición» es una forma de hablar de hambruna.
El asalto a Gaza —cuya población entera «enfrenta actualmente altos niveles de inseguridad alimentaria aguda», según Oxfam y la Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria en Fases— ha agudizado las contradicciones que golpean con fuerza a la población mundial. Un informe de la ONU publicado con motivo del Día Mundial del Agua (22 de marzo) muestra que, en 2022, 2.200 millones de personas no tenían acceso a agua potable gestionada de forma segura, que cuatro de cada cinco habitantes de zonas rurales carecían de agua potable básica y que 3.500 millones de personas no disponían de sistemas de saneamiento. Como consecuencia, cada día mueren más de mil niñas y niños menores de cinco años por enfermedades relacionadas con la falta de agua, saneamiento e higiene. Estos niños forman parte de los 1,4 millones de personas que mueren cada año debido a estas deficiencias. El informe de la ONU señala que, dado que las mujeres y las niñas son las principales recolectoras de agua, pasan más tiempo buscando agua cuando los sistemas hídricos se deterioran debido a infraestructuras inadecuadas o inexistentes o a sequías exacerbadas por el cambio climático. Esto se ha traducido en mayores tasas de abandono escolar de las niñas.
Un estudio de 2023 de ONU Mujeres describe los peligros de la crisis del agua para las mujeres y niñas:
Las desigualdades en el acceso al agua potable y al saneamiento no afectan a todas las personas por igual. La mayor necesidad de privacidad durante la menstruación, por ejemplo, significa que las mujeres, niñas y personas menstruantes pueden acceder a instalaciones sanitarias compartidas con menos frecuencia que las personas que no menstrúan, lo que aumenta la probabilidad de infecciones del tracto urinario y reproductivo. Cuando no se dispone de instalaciones seguras y protegidas, las opciones de uso de las instalaciones suelen limitarse al amanecer y al anochecer, lo que expone a los grupos de riesgo a la violencia.
La falta de acceso a baños públicos constituye por sí misma un grave peligro para las mujeres en ciudades de todo el mundo, como Dhaka (Bangladesh), donde hay un baño público por cada 200.000 habitantes.
La catástrofe climática restringe aún más el acceso al agua potable. Por ejemplo, el calentamiento de los océanos provoca el deshielo de los glaciares, lo que eleva el nivel del mar y permite que el agua salada contamine más fácilmente los acuíferos subterráneos. Mientras tanto, con menos nevadas, hay menos agua en los embalses, lo que significa menos agua para beber y utilizar en la agricultura. Como muestra el informe de la ONU sobre el agua, ya estamos asistiendo a un aumento de las sequías, que afectan directamente al menos a 1.400 millones de personas.
Según la ONU, la mitad de la población mundial sufre una grave escasez de agua durante al menos una parte del año, mientras que una cuarta parte se enfrenta a niveles «extremadamente altos» de estrés hídrico. «Se prevé que el cambio climático aumente la frecuencia y gravedad de estos fenómenos, con graves riesgos para la estabilidad social», señala la ONU. La cuestión de la estabilidad social es clave, ya que las sequías han forzado a decenas de millones de personas a escapar y pasar hambre.
Sin duda, el cambio climático es una de las principales causas de la crisis del agua, pero también lo es el orden internacional basado en reglas. No se debe permitir que los gobiernos capitalistas apunten a una noción ahistórica del cambio climático como excusa para eludir su responsabilidad en la génesis de la crisis del agua. Por ejemplo, en las últimas décadas, los gobiernos de todo el mundo han descuidado la mejora de las instalaciones de tratamiento de aguas residuales. En consecuencia, el 42% de las aguas residuales domésticas no se trata adecuadamente, lo que daña los ecosistemas y los acuíferos. Aún más grave es el hecho de que sólo se reutiliza el 11% de las aguas residuales domésticas e industriales.
Una mayor inversión en el tratamiento de aguas residuales reduciría la cantidad de contaminación que entra en las fuentes de agua y permitiría aprovechar mejor el agua dulce de que disponemos en el planeta. Hay varias políticas sensatas que podrían adoptarse para hacer frente de inmediato a la crisis del agua, como las propuestas de ONU-Agua para proteger los manglares y humedales costeros, recoger el agua de lluvia, reutilizar las aguas residuales y proteger las aguas subterráneas. Pero estas son precisamente el tipo de políticas a las que se oponen las empresas capitalistas, cuya línea de ganancias mejora con la destrucción de la naturaleza.
En marzo de 2018 lanzamos nuestro segundo dossier, Ciudades sin agua. Vale la pena reflexionar sobre lo que señalábamos entonces, hace seis años:
El documento técnico VI del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC, June 2008) trata sobre el cambio climático y el agua. El consenso científico en este documento es que los cambios en los patrones climáticos -inducidos por el capitalismo intensivo en carbono- tienen un efecto negativo en el ciclo del agua. Las áreas donde habrá una mayor precipitación podrían no tener luego más agua subterránea debido a la velocidad de la lluvia, que hará que el agua se mueva rápidamente hacia los océanos. Esa precipitación de alta velocidad no llena los acuíferos (fuentes de agua naturales) ni permite que el agua sea almacenada por los seres humanos. Los científicos también predicen tasas más altas de sequía en regiones como el Mediterráneo y el sur de África. Es este informe técnico el que presenta la cifra de más de mil millones de personas que sufrirán escasez de agua.
Durante la década pasada, el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente ha advertido sobre el crecimiento de estilos de vida intensivos en uso de agua y sobre la contaminación del agua (UNEP, 2010). Ambas cosas, el estilo de vida y la contaminación, son consecuencias de la propagación de las relaciones sociales capitalistas y de los mecanismos productivos capitalistas operando en todo el planeta. En términos de tipo de uso, el habitante promedio de Estados Unidos consume entre 300 y 600 litros de agua al día. Esta cifra es engañosa. No significa que los individuos consuman cantidades tan altas de agua. Gran parte de esta agua es empleada por la agricultura de uso intensivo de agua y por la producción industrial intensiva en agua, incluida la producción de energía. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda un uso de 20 litros de agua diarios por persona para higiene básica y preparación de alimentos. La brecha entre los dos números no es accidental. Tiene que ver con un estilo de vida con uso intensivo del agua: el uso de lavadoras y lavavajillas, el lavado de automóviles y el riego de jardines, así como el uso de agua en fábricas y agroindustrias.
La contaminación del agua es un problema grave. En Esquel, Argentina, la gente vio que agentes contaminantes provenientes de la minería corporativa de oro estaban arruinando su agua potable. «El agua vale más que el oro», dijeron. Las técnicas brutales de extracción de las empresas mineras (mediante el uso de cianuro) y de cultivo por parte de los agronegocios (con uso de fertilizantes y pesticidas) han arruinado las reservas de agua limpia. Nuestro oro azul, dice la gente de Esquel, es más importante que el oro de verdad. Celebraron una asamblea pública en 2003 que afirmó su derecho al agua contra los intereses de las empresas privadas.
Vale la pena señalar que la cantidad de agua que se requeriría para sostener a 4.700 millones de personas en el mínimo diario de la OMS sería de 9.500 millones de litros, exactamente la cantidad de agua utilizada diariamente para regar campos de golf en el mundo. El agua utilizada por 60.000 aldeas en Tailandia, por ejemplo, se usa para regar un solo campo de golf en ese país. Estas son las prioridades de nuestro sistema actual.
En otras palabras, regar los campos de golf es más importante que suministrar agua potable a los mil niños y niñas menores de cinco años que mueren cada día por falta de agua. Esos son los valores del sistema capitalista.
Cordialmente,
Vijay
Fuente: Boletín del Instituto Tricontinental de Investigación Social, Boletín 14, 4-4-2024 (https://thetricontinental.org/es/newsletterissue/crisis-del-agua/)
Imagen de portada: Diego Rivera (México), El agua, origen de la vida, 1951.