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Los dilemas de la posguerra rusa en Ucrania

M. K. Bhadrakumar

En lo que respecta a la guerra de Ucrania, el principal reto de Rusia de cara al futuro es encontrar el equilibrio entre la sobreestimación y la subestimación estratégicas. «Siempre sobreestimamos el cambio que se producirá en los próximos dos años y subestimamos el cambio que se producirá en los próximos diez», como dijo Bill Gates.

El tono triunfalista es inconfundible en el discurso que el Presidente Vladimir Putin pronunció el viernes en Moscú ante una reunión especial de altos funcionarios del Ministerio de Asuntos Exteriores en la que presentó las líneas maestras de las negociaciones con Ucrania. Rusia es un país con una cultura muy contextualizada, que se comunica de forma implícita y se basa en gran medida en el contexto.

Putin subrayó ciertas condiciones previas. Rusia está dispuesta a cesar inmediatamente las hostilidades si Ucrania comienza a retirar sus unidades militares más allá de los límites administrativos de las regiones de Donbass, Zaporizhia y Kherson. Se trata de una curiosa repetición de la precondición que Moscú cumplió en marzo de 2022 cuando, tras las conversaciones de Estambul, Ucrania esperaba una reducción de los despliegues rusos en torno a Kiev.

El gato escaldado, del agua fría huye: la condición previa de Putin implica que las nuevas realidades territoriales deben fijarse mediante tratados internacionales. Moscú sólo está dispuesto a negociar después de que Kiev notifique formalmente a la OTAN que abandona su intención de solicitar la adhesión. Rusia espera un levantamiento completo de las sanciones.

Evidentemente, las condiciones de paz de Rusia se basan, al menos en parte, en ciertos requisitos previos que es concebible que Ucrania y sus mentores no puedan cumplir. Así que, presumiblemente, cabe esperar un mayor endurecimiento de las condiciones de paz si las tropas rusas consiguen más avances en el campo de batalla. Mientras tanto, Moscú está señalando a sus adversarios occidentales la inevitabilidad de un rediseño masivo de la frontera ruso-ucraniana como base para la paz .

Como era de esperar, las potencias occidentales consideran las condiciones de paz de Putin como un ultimátum, aunque la diplomacia rusa las difunde como una importante iniciativa de paz. Se ha programado cuidadosamente, justo cuando finalizaba la cumbre del G7 en Borgo Egnazia (Italia) y en vísperas de la «reunión de paz» patrocinada por Occidente en Bürgenstock.

El pronóstico del influyente político vicepresidente de la Duma desde 2016 y vástago de una ilustre familia rusa, Piotr Tolstói (tataranieto de León Tolstói) es que Moscú solo pedirá a continuación la rendición de las fuerzas ucranianas.

El ambiente en Moscú se ha vuelto beligerante, ya que la UE, bajo el constante empuje de Washington, avanza inexorablemente hacia la confiscación de los activos congelados de Rusia en bancos occidentales, aparentemente para satisfacer las necesidades de Ucrania, pero en realidad para sufragar los enormes gastos en que incurre Washington por su guerra por delegación.

El comunicado de la cumbre del G7 destaca que «En presencia del Presidente Zelenskyy, decidimos poner a disposición aproximadamente 50.000 millones de dólares aprovechando los extraordinarios ingresos de los activos soberanos rusos inmovilizados, enviando una señal inequívoca al Presidente Putin. Estamos intensificando nuestros esfuerzos colectivos para desarmar y desfinanciar el complejo militar industrial ruso» .

La formulación del G7 es una mentira piadosa. Lo que se está desarrollando es una estafa financiera del siglo y el mayor robo de dinero de la historia. Un grupo de bandidos modernos está literalmente apoderándose de unos 260.000 millones de dólares de los activos soberanos de Rusia y dándole el color de una traducción legal al atribuirle el estatus de garantía financiera para un préstamo estadounidense a Ucrania, en flagrante violación del derecho financiero internacional que, en última instancia, llenaría los bolsillos del complejo militar-industrial estadounidense y de los políticos.

Baste decir que Washington está haciendo de su guerra por poderes en Ucrania una empresa autofinanciada y contable, con los europeos como garantes. Washington está infligiendo un duro golpe al honor y al orgullo nacional de Rusia. La gran pregunta es ¿hacia dónde se dirige Rusia a partir de ahora, dada su «cultura de alto contexto»?

Una elipsis apenas percibida en el discurso de Putin del viernes fue que dejó en el aire su larga recapitulación de las traiciones occidentales sin una nota al pie sobre cómo Rusia llegó a una situación histórica tan lamentable.

Si la sumisión voluntaria a la avalancha de humillaciones nacionales se debió simplemente a la debilidad de Rusia, sin duda, eso es cosa del pasado. En la actualidad, Rusia es la cuarta economía mundial, una gran potencia militar y la única potencia del planeta con capacidad estratégica para reducir a Estados Unidos a cenizas termonucleares. Sin embargo, adláteres como el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, amenazan a Rusia con dirigir una «alianza nuclear» .

Ahí es donde hay que entender bien la aclaración sobre el discurso de Putin del presidente del Consejo de Seguridad, Dmitri Medvédev: «sobre lo que él [Putin] insinuó cuidadosamente en su discurso».

Medvédev planteó cuatro puntos clave :

  • Los nuevos territorios que pasaron a formar parte de Rusia a partir de 2022 «seguirán siéndolo para siempre».
  • Se está desarrollando un «escenario catastrófico» para el régimen de Kiev.
  • La zona sanitaria que Rusia creará en sus fronteras occidentales para evitar atentados terroristas puede extenderse hasta la frontera de Ucrania con Polonia, punto de escala de las amenazas de la OTAN contra Rusia.
  • «El Presidente no dijo esto [el destino de Ucrania occidental] directamente, pero es obvio que esos territorios, si así lo desean sus habitantes, pueden pasar a formar parte de Rusia».

Sin duda, no es una coincidencia que Putin aterrizara en Pyongyang hoy por la mañana, o que la Flota rusa del Pacífico iniciara un ejercicio naval a gran escala desde hoy hasta el 28 de junio en el Océano Pacífico, en los mares de Japón y Okhotsk .

En el contexto de su visita de Estado a Corea del Norte, Putin escribió en un artículo para el diario norcoreano Rodong Sinmun: «Apreciamos mucho el apoyo inquebrantable de la RPDC a la operación militar especial de Rusia en Ucrania… Nos opondremos… conjuntamente a las restricciones unilaterales ilegítimas [léase sanciones], y daremos forma a la arquitectura de seguridad igualitaria e indivisible en Eurasia».

Por cierto, si Corea del Norte, que es una potencia nuclear, figura en el primer círculo del cálculo estratégico de Rusia como aliado, ¿puede Irán, que es un país en el umbral nuclear, estar muy por detrás? y, lo que es más importante, ¿cuál podría ser su alquimia? De hecho, Rusia ha advertido de que dará una respuesta asimétrica al ataque contra su territorio con armas occidentales supuestamente ayudado por personal de la OTAN –algo sin precedentes incluso en los momentos álgidos de la Guerra Fría– y el apoyo abierto y vociferante del secretario general de la OTAN.

En el libro de Strobe Talbott The Russia Hand (2002), narra un aparte con Bill Clinton durante una visita presidencial estadounidense a Moscú en 1995. Clinton le dijo a Talbott, utilizando su metáfora favorita, que su instinto le decía que las élites rusas estaban enfurruñadas y no podían soportar más la «mierda» que les estaban haciendo tragar. De hecho, la expansión de la OTAN hacia el Este ya estaba en la mesa de dibujo de la Casa Blanca por aquel entonces.

Sin embargo, Rusia tardó otro cuarto de siglo, hasta febrero de 2022, en resistirse a la intimidación estadounidense. Sin duda, la franca «anotación» de Medvédev no pudo haberse producido sin la aprobación de Putin.

El reto para los próximos dos años es que Rusia podría sobrestimar la voluntad de EE.UU. y la UE de conceder su legítima demanda de seguridad igual e indivisible.

Por otro lado, en una perspectiva a más largo plazo, Moscú no debería subestimar la obstinada negativa de las potencias europeas en declive –Reino Unido, Francia y Alemania– a aceptar el ascenso de Rusia como una realidad geopolítica imperiosa con la que deben reconciliarse.

El primer ministro húngaro , Viktor Orhan, da en el clavo al estimar que será pura ingenuidad suponer que los nuevos dirigentes de la UE moderarán las políticas hacia Ucrania y Rusia, a pesar del ascenso de los partidos de derechas en las recientes elecciones al Parlamento Europeo.

Fuente: Indian punchline, 18 de junio de 2024 (https://www.indianpunchline.com/russias-post-war-dilemmas-in-ukraine/)

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