Un punto de encuentro para las alternativas sociales

Cuando los partidos de la clase dominante se endurecen: Indonesia y la política de las grandes potencias en el Indo-Pacífico

Iqra Anugrah

Conocida popularmente como una región de gran crecimiento y multilateralismo emergente, el Indo-Pacífico se ha convertido en un nuevo foco de tensiones geopolíticas entre Estados Unidos, con sus ambiciones imperiales, y China como potencia mundial emergente1. Tal vez la ilustración más reciente y vívida de esta tensión se encuentre en el discurso del primer ministro japonés, Fumio Kishida, ante el Congreso de Estados Unidos en abril de este año, en el que proclamó la necesidad del liderazgo de Estados Unidos en la defensa de «la libertad y la democracia» y advirtió contra el ascenso de China como «el mayor desafío estratégico… para la paz y la estabilidad de la comunidad internacional en general».2 Esta afirmación, irónicamente, se produjo en un momento en el que Estados Unidos y el bloque occidental continúan su apoyo militar a la embestida de Israel contra Gaza, una hipocresía imperialista que ha manchado la reputación de Occidente, especialmente en el Sur Global.

Al mismo tiempo, el ascenso global de China y su experimentación con la construcción socialista no están exentos de problemas. Su diplomacia económica y sus estrategias comerciales, que se basan en su propio estilo de no injerencia, a veces se cruzan con los intereses depredadores de las élites nacionales en sus países homólogos, lo que provoca casos de agitación laboral y tensiones sociales en los lugares de inversión chinos.

Dado el papel estratégico de Indonesia en el Indo-Pacífico, es necesario examinar más de cerca la intersección entre esta próxima Nueva Guerra Fría y las condiciones político-económicas internas de Indonesia. Sostengo que el Estado y la clase dirigente indonesios, a pesar de su retórica pública de una política exterior independiente, han servido eficaz y eficientemente a los intereses del capital multinacional y, por extensión, se han visto implicados en la expansión imperial occidental. La reciente posición de Indonesia respecto a China no debe verse como un compromiso con un mundo multipolar, sino más bien como un movimiento pragmático de la élite de relativo no alineamiento y una forma de perpetuar el dominio de clase nacional existente. Este argumento se presenta a través de un análisis en tres capas del imperialismo a nivel regional, las respuestas del Estado y la clase capitalista a nivel nacional y las tendencias recientes de las luchas antiimperialistas.

El imperialismo en el mundo actual

Un análisis marxista del capitalismo global y del imperialismo sigue siendo indispensable para comprender la última fase de tensiones geopolíticas en el Indo-Pacífico. Karl Marx y Frederick Engels mostraron, sobre todo en El Manifiesto Comunista, la naturaleza global del modo de producción capitalista y de las relaciones sociales desde sus inicios. Escribieron que

El descubrimiento de América, la dobladura del Cabo, abrieron nuevas perspectivas a la burguesía naciente. Los mercados de las Indias Orientales y de China, la colonización de América, el comercio con las colonias, el aumento de los medios de cambio y de las mercancías en general, dieron al comercio, a la navegación, a la industria, un impulso nunca antes conocido…. La industria moderna ha establecido el mercado mundial, para el que el descubrimiento de América allanó el camino.3

La transformación del modo de producción y la apertura del mercado mundial (y su expansión) fueron las características clave del capitalismo emergente en Occidente, así como en otras regiones.

La comprensión de Marx de las sociedades no occidentales evolucionó con el tiempo, pero, en esencia, su pensamiento sobre estas sociedades reconocía las duras realidades de la subyugación y el saqueo bajo el colonialismo occidental y las múltiples vías del desarrollo capitalista y la revolución4. En sus escritos periodísticos, Marx expresó su entusiasmo por la Rebelión Taiping en China, que sufrió los impactos de la Guerra del Opio y los tratados desiguales con el Imperio Británico, y criticó el dominio británico en la India, que destruyó las fuerzas productivas de la colonia.5 Además, identificó múltiples formas de control político y económico occidental, así como su dominación militar en la era del colonialismo.

Más tarde, en el primer volumen de El Capital, Marx profundizó en la dinámica de la acumulación de capital y sus dimensiones globales. La acumulación de capital depende del ciclo de intercambio de mercancías por plusvalía, que a su vez necesita la reproducción de la fuerza de trabajo. Como dijo Marx: «Desde el punto de vista de la sociedad, la clase obrera, incluso cuando se encuentra fuera del proceso de trabajo directo, es tanto un apéndice del capital como lo son los instrumentos sin vida del trabajo».6 Además, en su discusión sobre la «llamada acumulación primitiva» como punto de partida del modo capitalista de producción y acumulación, Marx hizo varias referencias a múltiples países y regiones, incluidas las colonias, aunque Inglaterra siguió siendo su principal punto de referencia.7 El marco internacional y el ámbito de análisis de la exposición teórica de Marx en El Capital, y en sus estudios sobre las sociedades no occidentales, se confirman en las últimas investigaciones.8 Cuando Marx teorizó sobre la génesis del capitalismo y los procesos de acumulación de capital, analizó la economía política en un sentido global, en lugar de en los confines de una economía nacional cerrada.

Fueron marxistas posteriores los que desarrollaron más las teorías del imperialismo y su conexión con el capitalismo global. Para comprender sus aportaciones a este corpus de estudios, debemos situarlas en sus contextos históricos y materiales más amplios. El primer debate histórico sobre el imperialismo tuvo lugar entre 1900 y el final de la Primera Guerra Mundial, cuando la carrera por la expansión colonial provocó acalorados conflictos entre los países capitalistas avanzados de la metrópoli.9 Políticamente, estos teóricos estaban preocupados por la posibilidad de una transición socialista en medio de la intensificación de las crisis capitalistas. Situaciones similares resurgieron de diferentes formas durante el período comprendido entre el final de la Segunda Guerra Mundial y la consolidación del neoliberalismo, cuando continuó el subdesarrollo del Sur Global y sus relaciones de dependencia de las antiguas potencias coloniales, y se produjeron múltiples intentos, con distintos grados de éxito y fracaso, de promover la construcción socialista sobre las ruinas del capitalismo colonial.

Los teóricos marxistas clásicos del imperialismo -Rudolf Hilferding, Nikolai Bujarin y V. I. Lenin- realizaron importantes intervenciones en el debate sobre el tema. Como señala Anthony Brewer, para estos teóricos el imperialismo «significaba, principalmente, la rivalidad entre los principales países capitalistas, rivalidad expresada en el conflicto por el territorio, que adopta formas políticas y militares, así como económicas, y que tiende, en última instancia, a la guerra interimperialista».10 Aunque este enfoque teórico tiene algunas limitaciones, sus obras proporcionan ideas cruciales para el desarrollo ulterior de las teorías marxistas del imperialismo. Esto incluye, por ejemplo, la discusión de Hilferding sobre el papel de las corporaciones modernas -las sociedades anónimas- en la acumulación y concentración de capital, el papel del capital financiero en la unión de diferentes fracciones de capital y las implicaciones potencialmente expansionistas de estadinámica11.

Ampliando los argumentos planteados por Hilferding y el teórico liberal J. A. Hobson, Lenin advirtió el auge de los monopolios debido a la concentración de las actividades de producción por parte de empresas a gran escala en su famoso texto El imperialismo, fase superior del capitalismo. De particular interés es la observación de Lenin sobre la exportación de capital para la acumulación de beneficios de los países ricos a las regiones subdesarrolladas. Lenin vio la expansión del circuito capitalista en los países periféricos en beneficio de los capitalistas a expensas de las masas trabajadoras.12 Resumió este proceso de la siguiente manera: «Mientras el capitalismo siga siendo lo que es, el capital excedente no se utilizará para elevar el nivel de vida de las masas… sino para aumentar los beneficios mediante la exportación de capital a los países atrasados»13. Aunque Lenin estaba preocupado principalmente por el posible estallido de una guerra entre potencias imperialistas, también era consciente de las repercusiones negativas del imperialismo monopolista en las colonias y otros paísesdependientes14. Señaló que «los intereses perseguidos en la exportación de capital también dan un impulso a la conquista de colonias…. La superestructura no económica que crece sobre la base del capital financiero, su política y su ideología, estimula la lucha por la conquista colonial».15 Igualmente importante, también destacó las condiciones de dependencia financiera y diplomática bajo la independencia política formal y la explotación de las naciones más débiles por parte de los países capitalistas ricos. Hacia el final de su texto, Lenin concluyó: «Los monopolios, la oligarquía, la lucha por la dominación en lugar de la lucha por la libertad, la explotación de un número creciente de naciones pequeñas o débiles por un puñado de las naciones más ricas o poderosas, todo esto ha dado origen a esas características distintivas del imperialismo».16

Escritores marxistas más recientes aplican estas ideas en análisis de la época contemporánea. Los primeros autores del Monthly Review, como Paul M. Sweezy, Paul Baran y Harry Magdoff, señalaron las características clave del imperialismo dirigido por Estados Unidos después de 1945, como el creciente militarismo al servicio de la expansión del capital en el Sur Global, la estrategia estadounidense de construcción de alianzas con viejas potencias imperialistas, las políticas exteriores anticomunistas en defensa de un control monopolístico del mercado mundial y la dependencia imperial sin colonialismo formal17. Con la disolución de la Unión Soviética, el declive de la hegemonía estadounidense y el compromiso estratégico de China con el capitalismo global, entramos ahora en el periodo de lo que John Bellamy Foster describió como «imperialismo tardío», es decir, «el periodo actual del capital monopolista-financiero y el estancamiento, el declive de la hegemonía estadounidense y el aumento de los conflictos mundiales, acompañados de crecientes amenazas a las bases ecológicas de la civilización y la vida misma».18

La evolución reciente de la economía política mundial, como el aparente declive de la influencia de Estados Unidos y el crecimiento de las economías del Sur Global, oscurece las realidades del imperialismo tardío para muchos en la izquierda, especialmente los que viven en países capitalistas avanzados. Pero estudios recientes han demostrado la continua relevancia del imperialismo como marco analítico para estudiar la fase actual del sistema mundial capitalista. Samir Amin, por ejemplo, destacó las continuas tensiones geopolíticas entre el imperialismo colectivo de los Estados-nación históricamente imperialistas (a saber, Estados Unidos, Gran Bretaña, Japón y las naciones de Europa, entre otros) y las nuevas agrupaciones geopolíticas en las que participan países del Sur Global, como el grupo BRICS+, que abrazaron el neoliberalismo en diversos grados pero rechazaron el neoimperialismo19.

Además de las continuas tensiones geopolíticas, el imperialismo tardío también puede rastrearse en el ámbito económico global, donde las corporaciones multinacionales, respaldadas por los Estados capitalistas del centro imperial, se han convertido en actores principales de «la explotación del Sur global» y de la expansión del «ejército global de reserva de mano de obra que requiere la acumulación de capital global».20 El análisis en profundidad de Intan Suwandi de las empresas proveedoras de Indonesia, una importante economía emergente, muestra el funcionamiento continuo del imperialismo económico a través de la explotación global de la mano de obra en la producción capitalista, en la que las multinacionales se benefician del arbitraje laboral global de las actividades de producción en las economías emergentes.21 En este sentido, Indonesia sigue la tendencia económica más amplia del Sur Global, donde los capitalistas del Norte siguen beneficiándose de la transferencia de actividades de producción a países con salarios más bajos, de las diferencias salariales globales y de la liberalización del mercado y de los regímenes laborales22.

La expansión y continuación de la presencia económica y de seguridad de Occidente en el Indo-Pacífico debe verse a través de la lente de estas dinámicas imperialistas. Sin embargo, es necesario tener en cuenta algunos nuevos desarrollos. Basándome en las obras mencionadas y yendo más allá de ellas, me fijo no sólo en los aspectos geopolíticos y económicos del imperialismo en el Indo-Pacífico, sino también en las luchas políticas locales/nacionales y en el papel de China en este panorama regional. De este modo, mi análisis complementa y va más allá de un reciente análisis de Faris Al-Fadhat sobre la internacionalización del capital en el Sudeste Asiático, que hace hincapié en la expansión regional y global de fracciones de capital de orientación internacional en la región, facilitada por los gobiernos nacionales, pero pasa por alto su interacción con la dinámica imperialista23.

La ofensiva imperial occidental y el ascenso de China en el Indo-Pacífico

El Indo-Pacífico siempre ha sido un importante semillero de imperialismo, globalización neoliberal y resistencia popular. Antes de la consolidación de la estructura imperial de posguerra dirigida por Estados Unidos, fueron las potencias europeas occidentales las que colonizaron los países de la región: los británicos en el subcontinente indio y en Malaya y Birmania; los franceses en Indochina; los españoles en el archipiélago filipino; y los holandeses en las Indias Orientales. China también sufrió la invasión imperial occidental y la agitación interna; mientras tanto, Japón decidió resistirse al imperialismo occidental lanzando su propio tipo de imperialismo asiático24.

La integración de esta región en el circuito capitalista mundial condujo a la profundización del capitalismo colonial. Este proceso implicó diversas modalidades de acumulación primitiva entre los campesinos de todo el sudeste asiático y la destrucción de la economía local india.25 Utsa Patnaik y Prabhat Patnaik estiman que la fuga de la India al Reino Unido «desde 1765 hasta 1900, acumulada hasta 1947, nos da 397.800 millones de libras, casi treinta y ocho veces el PIB del Reino Unido de 1947…. Acumulada hasta 2020, la fuga asciende a 3,39 billones de libras, más de cuatro veces el PIB estimado del Reino Unido para ese año». La mayor parte procedía de los fuertes impuestos sobre el campesinado indio.26 Como era de esperar, esto provocó la resistencia de las masas trabajadoras, desde protestas y rebeliones locales hasta luchas por la liberación nacional y luchas más conscientes de clase.

La reorganización del orden político y económico mundial tras la Segunda Guerra Mundial desencadenó dos fuerzas históricas opuestas en respuesta a las contradicciones del capitalismo colonial. Por un lado, la decadencia de la economía capitalista colonial y del orden político provocó un vacío de autoridad en muchas naciones colonizadas. Esto brindó amplias oportunidades a los movimientos de liberación nacional para conseguir la independencia formal. Bajo una coacción extrema, estas situaciones condujeron al estallido de guerras de liberación nacional contra los antiguos colonizadores. Esto incluye la Revolución Nacional Indonesia contra el regreso de las fuerzas holandesas y aliadas y la rebelión antijaponesa de Hukbalahap en Filipinas.27 Por otra parte, en consonancia con la perspectiva leninista, Estados Unidos, como hegemón dominante emergente, necesitaba asegurar sus intereses imperialistas. La remodelación de Japón, una antigua potencia imperialista fascista, en un puesto de avanzada de Asia Oriental del llamado mundo libre, con accesorios democráticos liberales, incluida la abundante financiación de la Agencia Central de Inteligencia y el Pentágono para el futuro partido gobernante de Japón -el conservador y anticomunista Partido Liberal Democrático- fue un ejemplo importante de la creación de un pilar político regional para el imperialismo estadounidense28. En el ámbito económico, la política de apaciguamiento limitado, como la reforma agraria, se promulgó en países aliados de Estados Unidos como Japón, Taiwán, Filipinas y Vietnam del Sur como baluarte contra el comunismo29.

Como han explicado ampliamente Sweezy, Baran y Magdoff, desde el punto de vista económico, Estados Unidos, que ahora actuaba como garante de los intereses imperialistas occidentales, tenía un fuerte incentivo para garantizar el funcionamiento estable de las empresas capitalistas occidentales y de las corporaciones multinacionales emergentes. Esto también estaba en consonancia con los intereses de las élites nacionales de los aliados de Estados Unidos. En el plano nacional, esta alineación podía manifestarse en trayectorias económicas divergentes en la posguerra: la economía de alto crecimiento y orientada a la tecnología de Japón y el capitalismo de rentas elevadas y basado en la explotación laboral de Tailandia30. Estas variedades nacionales de capitalismo y formas de Estado son dos caras de la misma moneda, que sirven como mediadoras de los intereses imperialistas con las realidades locales. Estas dinámicas imperialistas regionales a veces se pasan por alto en los principales análisis de economía política, que ven la interacción del Indo-Pacífico con el sistema capitalista mundial a través de categorías orientadas a la seguridad, como las «amenazas externas» o la «vulnerabilidad sistémica»31.

La victoria de los revolucionarios chinos, vietnamitas y laosianos y la «larga marcha» de los izquierdistas indonesios hacia el poder institucional supusieron un gran desafío para el imperialismo estadounidense. Por la misma época, India cultivó estrechas relaciones diplomáticas con la Unión Soviética para contrarrestar la alianza de Pakistán con Estados Unidos. La primera oleada de tensiones geopolíticas posteriores a 1945 en el Indo-Pacífico debe contemplarse desde esta perspectiva.

En el otro lado de la ecuación, China entró en un tumultuoso periodo de construcción socialista tras la victoria de la revolución comunista en 1949. Una de las principales políticas exteriores de la China socialista fue el apoyo a los movimientos populares en otras partes del mundo. Esto se tradujo en apoyo militar, político y financiero a los movimientos comunistas locales que llevaron a cabo la lucha armada en Tailandia y Vietnam hasta la década de 1970 y en cordiales relaciones diplomáticas y fraternales con el gobierno izquierdista de Sukarno y los comunistas indonesios en la década de 1960.32 Sin embargo, este enfoque no siempre condujo a resultados favorables para la política socialista o emancipadora. China se convirtió en cómplice del gobierno asesino de los Jemeres Rojos en Camboya (1975-1979), a donde envió miles de asesores técnicos, pero tuvo poca influencia en las políticas de los Jemeres Rojos debido a las convulsiones políticas internas previas y a la desorganización burocrática durante la Revolución Cultural.33

Tras un prolongado periodo de guerras por delegación y de intromisión política imperialista, la caliente Guerra «Fría» en el Indo-Pacífico entró en un periodo de enfriamiento. La ruptura chino-soviética facilitó el acercamiento de China a Occidente (1972-1979), Vietnam se reunificó tras el final de la guerra (1975) y las dictaduras capitalistas respaldadas por Estados Unidos surgieron en todo el este y el sudeste asiático a partir de la década de 1960. La Organización del Tratado del Sudeste Asiático (SEATO, por sus siglas en inglés), una organización asiática de defensa colectiva que seguía el modelo de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), se disolvió en 197734. Esto dio paso a un periodo de gran crecimiento capitalista en la región, marcado por el auge de las economías asiáticas del tigre y el cachorro de tigre (desde los años 50 hasta los 90) y la India neoliberal (a partir de 1991)35.

Paralelamente a este desarrollo, China experimentó una transformación en el periodo posterior a Mao.36 Entre la izquierda, existen importantes desacuerdos sobre las características del socialismo chino tras la política de «reforma y apertura» de Deng Xiaoping. Pero en la política exterior china se aplicó un principio general de no injerencia en los asuntos internos, hasta el punto de que China dejó de apoyar a las guerrillas izquierdistas de ultramar a cambio de mantener amplias relaciones diplomáticas y comerciales con el resto del mundo. En el plano interno, China ha experimentado tanto los excesos de su integración en el mercado capitalista mundial como los intentos de formular su propia marca de socialismo post-Mao. Esto incluye la intensificación de las luchas obreras contra el partido-estado represivo y el modelo de Chongqing propagado por el destituido miembro del politburó Bo Xilai. China también ha buscado formas no imperialistas de comercio y ayuda, incluida la cooperación económica con los gobiernos de izquierdas de América Latina.37

En la era posterior a la Guerra Fría, la mayoría de los países de la región Indo-Pacífica mantienen relaciones cordiales tanto con Estados Unidos como con China. Esta relativa no alineación es la estrategia de política exterior preferida de estos países, incluso de aquellos con estrechos vínculos con Estados Unidos.38 Incluso la inicialmente anticomunista Asociación de Naciones del Sudeste Asiático mantiene ahora estrechas relaciones económicas con China, que es ahora su mayor socio comercial desde 2009.39 Al mismo tiempo, las empresas occidentales y chinas han estado compitiendo por el floreciente mercado regional del Indo-Pacífico. Pero ver esto meramente como una competencia económica deja de lado la ansiedad de Occidente respecto a su papel en el mundo. Las desventuras de Estados Unidos en Irak y Afganistán tras el 11-S resultaron desastrosas para su reputación internacional, y aún más desastrosas para iraquíes y afganos. La «guerra global contra el terrorismo» estadounidense dejó un regusto amargo en los países asiáticos e intensificó las políticas antidemocráticas en estos países en nombre de la lucha contra el terrorismo.40 Mientras tanto, Estados Unidos necesita acceder a los mercados del Sur Global para mantener su crecimiento económico impulsado por la deuda tras la crisis financiera de 2008.41 Estas nuevas realidades geopolíticas y económicas de una pax americana en declive, unidas a la creciente influencia china en el Indo-Pacífico y en el mundo, especialmente con el lanzamiento de su Iniciativa Belt and Road patrocinada por el Estado, llevaron a Estados Unidos a un punto de inflexión en su política exterior.

Esto nos condujo a una nueva Guerra Fría con China. En diciembre de 2017, la administración de Donald Trump publicó su Estrategia de Seguridad Nacional, que enmarcaba a China como un gran desafío a la hegemonía estadounidense, una amenaza para la estabilidad del orden mundial y un competidor económico desleal.42 La presidencia de Joe Biden repitió esta línea y dio su primer paso al instituir una estricta restricción a la exportación de algunos tipos de tecnología de chips semiconductores, especialmente para supercomputación e inteligencia artificial, a China.43 Pero Washington fue varios pasos más allá. A principios de agosto de 2022, la presidenta de la Cámara de Representantes estadounidense, Nancy Pelosi, visitó Taiwán, lo que se consideró una provocación contra China.44 En octubre de 2023, Estados Unidos realizó su primer simulacro aéreo conjunto con Japón y Corea del Sur, el último paso en la remilitarización furtiva de Japón.45 Por último, la reunión en la cumbre entre Biden, Kishida y el presidente filipino Bongbong Marcos el pasado abril, en la que se discutió la posibilidad de realizar ejercicios militares trilaterales entre otros puntos de debate, se celebró a raíz de un ejercicio de «libertad de navegación» de la Marina estadounidense en el Mar de China Meridional.46

No se trata de absolver a China de sus propios errores en política exterior y comercio, o de la represión interna de la disidencia y las minorías, por lo demás, pero hay que tener en cuenta las contradicciones del ascenso global de China proporcionalmente. Vietnam y Filipinas, por ejemplo, tienen preocupaciones válidas respecto al aumento de las actividades chinas en el Mar de China Meridional. Pero el panorama general de la creciente presencia china en el Indo-Pacífico parece ser más complejo que las narrativas alarmista alimentadas por Estados Unidos. Señalo un ejemplo importante: En el mercado mundial de tierras, la rápida adquisición de tierras por parte de China y su ansia de inversiones en tierras del sudeste asiático en los últimos años no se ven como una empresa neocolonial o un proyecto de solidaridad económica, sino más bien como un proceso de externalización del desarrollo impulsado por el Estado y en el que participan diversos actores estatales, semiestatales y privados47.

Además, como observa Walden Bello, «la postura defensiva de China sigue siendo defensiva estratégica, como admite el Pentágono…. Pekín no participa en una carrera armamentística con Estados Unidos…. El arsenal nuclear estratégico de China sigue siendo insignificante en comparación con el de Estados Unidos…. China sólo tiene una base en el extranjero, en Yibuti, en comparación con las decenas de bases e instalaciones militares estadounidenses» y, por último, «la capacidad ofensiva de China es limitada».48

Desarrollo capitalista indonesio y dinámica regional en el Indo-Pacífico

¿Cómo debemos situar a Indonesia en esta constelación geopolítica y económica? Para responder a esta pregunta, debemos analizar el desarrollo capitalista interno y la lucha de clases en conexión con una dinámica imperialista más amplia.

Tras una serie de relaciones comerciales desiguales y conquistas violentas en la Indonesia precolonial, el colonialismo holandés facilitó el crecimiento y la profundización de las relaciones sociales capitalistas, especialmente en Java. En 1830, el gobierno colonial neerlandés introdujo el Sistema de Cultivo en Java, una política económica que obligaba a los campesinos locales a renunciar a una parte de sus tierras o a trabajar, a veces como peones, en plantaciones orientadas a la exportación, a cambio de un impuesto sobre la tierra, con el fin de aumentar los ingresos coloniales.49 Las repercusiones estructurales de esta política sobre los campesinos javaneses fueron devastadoras.50 Más tarde, este sistema fue desmantelado debido al auge de la política liberal en los Países Bajos. Sin embargo, en general, esta transformación agraria «a mediados del siglo XIX, antes y durante la era del Sistema de Cultivo» en Java «reveló un crecimiento generalizado de las relaciones y propósitos capitalistas».51 El capitalismo colonial también se expandió a las zonas urbanas con el crecimiento del sector público, las fábricas y el sistema de transporte. Esto estimuló la proliferación de movimientos populares, como los movimientos campesinos, los sindicatos y el activismo anticolonial de diversa índole.

Las dos primeras décadas de la lucha por la independencia y la construcción de la nación y el Estado (1945-1965) representaron la cúspide de la política antiimperialista y el desarrollo. En sectores clave, como la economía de las plantaciones de Sumatra, los intereses de las corporaciones holandesas y occidentales seguían reinando con supremacía52. En respuesta a esto y a la continua actitud colonialista de los capitalistas extranjeros y de los estratos directivos, los trabajadores de diferentes sectores -como los de las plantaciones, las fábricas, el transporte marítimo y la industria del transporte urbano, junto con los campesinos y los jornaleros agrícolas- lucharon por mejores salarios, democracia en el lugar de trabajo, control de la gestión por parte de los trabajadores y derechos sobre la tierra53. En colaboración con estos movimientos obreros, el Partido Comunista de Indonesia (PKI) estuvo al frente de esta lucha de clases tanto a través de la política parlamentaria como de la movilización de masas extraparlamentaria.54 Desde sus comienzos, esta política de clase supuso una amenaza no sólo para el capital extranjero, sino también para la burguesía local y para sectores de las élites estatales que se oponían al colonialismo formal pero adoptaban una postura más conciliadora con el capitalismo.

Esta política antiimperialista fue interrumpida violentamente por el régimen de Nuevo Orden (1966-1998), una coalición anticomunista de activistas estudiantiles contrarios a Sukarno, intelectuales burgueses y pequeñoburgueses, y el ejército, que condujo a la diezma del PKI. El Estado del Nuevo Orden supervisó eficazmente la reintegración de Indonesia en el capitalismo mundial y actuó como socio estratégico de los intereses imperialistas estadounidenses. En particular, el Estado cortejó a los tipos de capital más móviles, ya fueran nacionales o extranjeros, como forma de mantener los niveles de inversión y apaciguar a la población en general.55 También facilitó el crecimiento de la burguesía nacional indonesia.56 La estabilidad de esta dictadura capitalista también se vio apuntalada por la reorientación de su política exterior, que mantuvo la no alineación nominal, pero en realidad acercó mucho más a Indonesia a Occidente para atraer inversiones y mantener la «estabilidad regional».57 En ocasiones, este cambio de política exterior tuvo consecuencias desastrosas, como la invasión indonesia y la posterior colonización de Timor Oriental en nombre de la «contención del comunismo».

Sin embargo, este desarrollo capitalista autoritario llegó a un punto muerto. El alto nivel de crecimiento capitalista se vio contrarrestado por una explotación cada vez más flagrante, corrupta y violenta de la población trabajadora en general. La corriente dominante y los comentarios liberales consideraban que se trataba de un problema de corrupción estatal y riesgo moral en la comunidad empresarial, con el presidente Suharto como principal corruptor y sus familiares y compinches como villanos adicionales. Estas evaluaciones ingenuas no tenían en cuenta los procesos interrelacionados de expansión imperialista dirigida por las empresas y de acumulación de capital nacional. Un buen ejemplo de ello es el crecimiento masivo de las inversiones impulsadas por las empresas en los sectores de los recursos naturales y forestales de Indonesia en zonas fronterizas y la construcción de proyectos de desarrollo de elefantes blancos financiados por inversores estatales, locales y extranjeros, así como por instituciones financieras internacionales como el Banco Mundial. Estos proyectos beneficiaron a la clase capitalista, a los intereses imperialistas y a una mezcolanza de funcionarios e intermediarios corruptos, pero antagonizaron a una población amargada58.

Esta continua crisis de legitimidad, unida a la crisis financiera asiática, condujo al colapso del régimen del Nuevo Orden. Sin embargo, la reintroducción de la democracia burguesa en Indonesia no significa el fin del imperialismo económico. Las relaciones económicas imperialistas siguen prevaleciendo en el sector agrario, las empresas proveedoras dependientes de las exportaciones y la minería.59 Además, aunque las Fuerzas Armadas se retiraron formalmente de la política y las elecciones competitivas se convirtieron en el principal juego político, la supervisión social de las actividades de inversión en zonas remotas sigue siendo difícil, y la represión de la disidencia por parte de las comunidades afectadas sigue siendo rampante. Desde el punto de vista geopolítico, los gobiernos indonesios posteriores a 1998 han seguido una estrategia de mantenimiento de buenas relaciones con Estados Unidos y la China económicamente emergente. La «guerra contra el terrorismo» puso en su día a Indonesia en una posición incómoda, ya que el país tenía que mostrar a Estados Unidos su compromiso con el «antiterrorismo» antiliberal sin alienar a los grupos políticos musulmanes.60 Pero, en general, el Estado indonesio posterior al Nuevo Orden ha seguido la política de navegar entre las grandes potencias.

Evolución reciente de la economía política indonesia, 2004-2024

Para comprender la respuesta de Indonesia a las recientes dinámicas imperialistas en el Indo-Pacífico, debemos profundizar en la evolución reciente del Estado indonesio en relación con la economía política nacional y el capitalismo global. El año 2004 puede utilizarse como punto de partida de nuestro análisis, ya que marcó el final de la transición del Nuevo Orden a la democracia burguesa.

En general, Indonesia ha mantenido estrechas relaciones políticas, económicas y militares con Estados Unidos y, al mismo tiempo, ha entablado relaciones amistosas con China, sobre todo en términos económicos.61 Deseosa de mejorar la imagen internacional de Indonesia y de ejercer el poder blando, la presidencia de Susilo Bambang Yudhoyono (2004-2014), un ex general formado en Estados Unidos reconvertido en político, acercó a Indonesia a Estados Unidos a través de agendas conjuntas como iniciativas antiterroristas, la promoción de la democracia y la reanudación en 2005 del programa de Educación y Entrenamiento Militar Internacional, que proporciona educación sobre las doctrinas y estrategias del ejército estadounidense a miebros de las fuerzas armadas de Indonesia.62 Este período coincidió con la presidencia de Barack Obama (2009-2017), que gozaba de una reputación positiva entre el público indonesio, sobre todo después de la imagen islamófoba y de política arriesgada de George W. Bush.

Bajo el mandato del presidente saliente Joko Widodo (Jokowi) (2014-2024), las cálidas relaciones de Indonesia con Estados Unidos se vieron salpicadas por la presidencia de Trump, que adoptó una postura más agresiva hacia China. Esto creó una situación bastante incómoda para Jokowi, que quería aprovechar las oportunidades económicas de las relaciones entre Estados Unidos e Indonesia para aumentar las exportaciones de aceite de palma y la producción de níquel de Indonesia y atraer inversiones extranjeras. Pero bajo el gobierno de Biden, se ha reanudado la cooperación económica orientada al comercio y la inversión.63 Durante el mandato de Biden, Yakarta ha continuado su cooperación militar con Washington -a pesar de las críticas del primero al Diálogo Cuadrilateral de Seguridad (el Quad) y al pacto de seguridad AUKUS entre Estados Unidos, Australia y el Reino Unido- con un plan para la compra de veinticuatro cazas F-15 y un ejercicio militar conjunto con el ejército estadounidense en 2022.64

Mientras tanto, la relación de Indonesia con China sigue centrándose en la economía. En 2004, Yudhoyono firmó una asociación estratégica con China, y en 2014 «China sustituyó a Japón como principal socio comercial de Indonesia», con un comercio bilateral total de 48.200 millones de dólares.65 Durante la presidencia de Jokowi, Indonesia se unió a la Iniciativa Belt and Road de Pekín, apoyó la Iniciativa de Desarrollo Global (una plataforma de financiación alternativa china para los países del Sur Global), aumentó el comercio bilateral hasta 133.600 millones de dólares en 2022 y acogió la inversión china para su proyecto de ferrocarril de alta velocidad.66

Es evidente que los gobiernos indonesios posteriores al Nuevo Orden tienen más libertad para definir su política exterior y su orientación comercial. Del mismo modo, los controladores del capital indonesio tienen ahora más opciones para sus socios inversores. Esta relativa flexibilidad del Estado y de la clase capitalista indonesios se ve respaldada por su crecimiento impulsado por el consumo interno y por la continua rentabilidad de materias primas preciadas como la tierra y los recursos forestales, el aceite de palma y la minería de carbón y níquel.67 A su vez, este modelo de economía política extractiva, incluido su mecanismo de extracción de plusvalía, se ve facilitado por la naturaleza oligárquica de la democracia burguesa de Indonesia y las relaciones colusorias entre la política y los negocios.68

En otras palabras, existe un claro motor político-económico interno de las maniobras de Indonesia en las relaciones internacionales y el capitalismo global desde 2004. Por lo tanto, al Estado y a la clase capitalista indonesios les interesa situarse entre Estados Unidos y China. Esto difiere del período entre 1998-2004, cuando tanto Indonesia como el mundo atravesaron fases de transición: una transición política para el primero y una transición hacia una geopolítica centrada en Estados Unidos tras el 11-S para el segundo. Además, esta evolución posterior a 2004 es algo más que una historia de internacionalización del capital nacional, ya que hay una clara variable de imperialismo económico en juego.

Existe una interacción bidireccional entre este nuevo imperialismo y la economía política interna de Indonesia. La demanda global, dominada por Occidente, de materias primas rurales y minerales, desde la tierra hasta el níquel, significa más oportunidades para la extracción de plusvalía y la acumulación de beneficios para el centro imperialista. El hecho de que estos sectores de materias primas se hayan financiarizado y atraigan a inversores internacionales y a Estados capitalistas avanzados sugiere que el argumento leninista del capital financiero como motor del imperialismo se reivindica una vez más.69 En el plano interno, tanto el Estado indonesio como la clase capitalista ven este auge de las materias primas como una oportunidad de oro. Esto significa seguir la estrategia del extractivismo capitalista y ecológicamente destructivo y «ascender en la cadena de valor», sin industrialización endógena ni control obrero en los lucrativos sectores de las materias primas.70 Concretamente, este feliz abrazo al imperialismo global se manifiesta en diferentes iteraciones de la política gubernamental indonesia desde 2011. Esto incluye el neoliberal Plan Maestro para la Aceleración y Expansión del Desarrollo Económico de Indonesia 2011-2025 (MP3EI), que impulsó las inversiones capitalistas a gran escala en los sectores de la agricultura, las plantaciones, la pesca, los minerales y la energía mediante la creación de corredores económicos especiales e incentivos de exención de impuestos; el Merauke Integrated Food and Energy Estate, una inversión empresarial a gran escala patrocinada por el Estado en cultivos alimentarios y biocombustibles que ha provocado el acaparamiento de tierras e impactos socioecológicos; y el polémico Proyecto de Ley Ómnibus de Creación de Empleo, que eliminó las protecciones laborales y medioambientales en nombre de la promoción de la inversión.71

Acompañando a esta extracción imperialista de plusvalía está el control político cada vez más represivo sobre el pueblo trabajador en Indonesia. Recordemos la advertencia de Lenin sobre las superestructuras políticas coercitivas del imperialismo. Sweezy, Baran y Magdoff se hicieron eco de este mensaje en su análisis del creciente militarismo como consecuencia de la expansión imperial estadounidense. En Indonesia, no ha habido ninguna base militar estadounidense para domar los movimientos populares porque no hay necesidad de construir una. Las Fuerzas Armadas han estado más que encantadas de hacer el trabajo sucio necesario, como demuestra la aplicación de tácticas militares represivas durante el Nuevo Orden. No obstante, el fin de este militarismo descarado en la actual era democrático-burguesa (con la excepción de los territorios ocupados de Papúa Occidental) no significa el fin del disciplinamiento represivo del pueblo trabajador, ya que la represión episódica por parte de la policía local y las fuerzas militares o matones a sueldo contra las comunidades afectadas y los activistas agrarios es un hecho frecuente, aunque poco denunciado72.

Conviene hacer una observación especial sobre el papel de las inversiones chinas en Indonesia. Existe el peligro -y una forma de pereza intelectual- de describir la competencia geopolítica y económica entre Estados Unidos y China como una forma de rivalidad interimperial, por las razones que he descrito anteriormente. Sin embargo, no debemos negar el hecho de que existe un proceso de captura de valor en los casos de inversión china, especialmente en la industria contemporánea de extracción de níquel, que ha suscitado la oposición de las comunidades y los activistas locales73.

¿Qué sentido tiene esto? En primer lugar, es importante recordar que los principales actores de estas inversiones chinas son empresas que operan como empresas capitalistas, y no como empresas socialistas o cooperativas. Esto incluye una proporción significativa de empresas privadas. Por lo tanto, existe una tensión entre el aumento de las fuerzas productivas bajo la égida del Estado chino, pero con la participación de diversos actores estatales y semi/no estatales -un proceso que los especialistas en estudios agrarios Irna Hofman y Peter Ho describen como «externalización del desarrollo»- y la garantía del control de los trabajadores sobre las actividades de las empresas.74 En segundo lugar, parte de los numerosos problemas que plantea el aumento de las inversiones chinas están causados por las condiciones político-económicas y las élites locales existentes, incluidas las acciones oportunistas de las élites y el sentimiento antichino patrocinado por las élites en la sociedad indonesia. Por último, pero no por ello menos importante, la relativa ausencia de una fuerza política de izquierdas viable con control sobre las instituciones estatales, al menos a nivel local, significa que los movimientos populares de Indonesia pierden actualmente la oportunidad de aprovechar las fuerzas productivas resultantes de la inversión china para el desarrollo socialista y los objetivos políticos.

Observaciones finales: Posibilidades de la resistencia antiimperialista

Los recientes refuerzos militares de Estados Unidos, Occidente y Asia Oriental en el Indo-Pacífico, la guerra comercial con China y el continuo apoyo de Occidente al ataque genocida de Israel contra Gaza son signos indicativos de que el imperialismo está vivo y resurge. Es, pues, imperativo que los movimientos sociales progresistas y de izquierda indonesios formulen una postura clara contra esta catástrofe que se avecina, especialmente cuando el reflejo anticolonial y antiimperialista de estos movimientos ha ido en declive en los últimos años. Pero para ello, tenemos que revisar las diferentes articulaciones de la política antiimperialista desde 1998.

A principios de la década de 2000, cuando los recuerdos de las dificultades económicas debidas a la crisis financiera asiática y al gobierno corrupto del Nuevo Orden aún estaban frescos en la mente de la opinión pública, hubo un gran entusiasmo por una crítica profunda de las políticas de libre comercio que emanaba de los movimientos antiimperialistas/antiglobalización. Organizaciones como el Instituto para la Justicia Global (entonces rebautizado como Indonesia para la Justicia Global, IGJ) se mostraron activas a la hora de abordar los problemas de la liberalización del comercio. Otros movimientos y discursos antiglobalización/altermundistas también ganaron visibilidad entre sus electores y el público activista en general.75 Sin embargo, a medida que la economía indonesia mejoraba gradualmente y los movimientos sociales se centraban en cuestiones internas más apremiantes, el antiimperialismo pasó a un segundo plano. En la actualidad, la política antiimperialista es un componente muy ausente en muchos movimientos sociales indonesios76.

Una base constante, aunque inestable, para la política antiimperialista es el perdurable sentimiento islámico -y a veces islamista- entre las principales organizaciones musulmanas, los activistas políticos del Islam y el público en general. Esto demostró ser eficaz para la movilización de masas contra la política exterior imperialista estadounidense en Irak, Afganistán y Palestina, por citar algunos ejemplos. Pero la ausencia de una perspectiva histórico-materialista coherente en esta política y su sectarismo religioso y política reaccionaria ocasionales limitan significativamente su capacidad para recabar el apoyo de los movimientos sociales más «laicos» y del público en general, por no mencionar su tendencia a ser fácilmente manipulado por los principales políticos y donantes oligárquicos77.

Dos grandes reservas de política antiimperialista siguen siendo los movimientos obrero y campesino, ya que estas clases han soportado el peso del imperialismo y la globalización neoliberal. Sin embargo, pasar de los problemas cotidianos y las preocupaciones locales inmediatas a una sensibilidad antiimperialista más amplia no es fácil, y requiere una educación política intensiva y una capa avanzada activa de cuadros. Pero hay dos posibles actores que pueden romper este estancamiento. El primero es la nueva cohorte de activistas estudiantiles, que experimentan la precariedad neoliberal como un ejército de reserva de mano de obra con un futuro sombrío y están más expuestos a la literatura de izquierdas y a los asuntos mundiales78.

Aunque se consiga rejuvenecer la política antiimperialista, los movimientos sociales indonesios aún tienen que abordar dos grandes cuestiones. En primer lugar, ¿cómo debe responder el pueblo trabajador a la posibilidad de un conflicto geopolítico abierto y de escaramuzas militares regionales en el contexto de una nueva Guerra Fría? En segundo lugar, reflexionando sobre la experiencia de los gobiernos de izquierdas elegidos democráticamente en América Latina bajo la Marea Rosa, ¿pueden los movimientos sociales indonesios, especialmente los de izquierdas, reproducir contextualmente la experiencia latinoamericana de utilizar las inversiones chinas para financiar programas sociales y amortiguar la defensa de Indonesia frente a la presión del imperialismo económico? Estas preguntas, que rara vez se plantean y discuten en estos movimientos, deberían ser objeto de una profunda reflexión.

La tarea de analizar las realidades del imperialismo en el Indo-Pacífico y formular una respuesta socialista viable a este desafío es hercúlea, pero es algo que debemos hacer para evitar catástrofes regionales y mundiales.

Notas

  1. Sobre el crecimiento económico y el regionalismo emergente en el Indo-Pacífico, especialmente en el Sudeste Asiático, véase Fondo Monetario Internacional (FMI), Regional Economic Outlook Asia and Pacific: Challenges to Sustaining Growth and Disinflation (Washington DC: FMI, octubre de 2023); Amitav Acharya, The Making of Southeast Asia: International Relations of a Region (Ithaca y Singapur: Cornell University Press e ISEAS Publishing, 2013).
  2. Fumio Kishida, «Full Text of Japanese Prime Minister Kishida’s Speech to U.S. Congress», 12 de abril de 2024, asia.nikkei.com.
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  24. Para debates detallados sobre la especificidad del imperialismo y el fascismo japoneses, véase Ethan Mark, «Japan’s 1930s: Crisis, Fascism, and Social Imperialism», en Routledge Handbook of Modern Japanese History, Sven Saaler y Christopher W. A. Szpilman, eds. (Londres: Routledge, 2018), 237-50; Germaine A. Hoston, «Marxism and Japanese Expansionism: Takahashi Kamekichi and the Theory of ‘Petty Imperialism’», Journal of Japanese Studies 10, nº 1 (1984): 1-30.
  25. Sobre la denominada acumulación primitiva en la fase inicial del capitalismo colonial en el Sudeste Asiático, véase John T. Sidel, «Primitive Accumulation and ‘Progress’ in Southeast Asia: The Diverse Legacies of a Common(s) Tragedy», Trans-Regional and -National Studies of Southeast Asia 3, no. 1 (2015): 5-23. Sobre la destrucción de la economía india bajo el colonialismo británico, véase Jason Hickel, «How Britain Stole $45 Trillion from India», Al-Jazeera, 19 de diciembre de 2018.
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  28. Koichiro Osaka, «The Imperial Ghost in the Neoliberal Machine (Figuring the CIA)», e-Flux Journal 100 (8 de junio de 2019), e-flux.com.
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  31. Por ejemplo, véase Richard F. Doner, Bryan K. Ritchie y Dan Slater, «Systemic Vulnerability and the Origins of Developmental States: Northeast and Southeast Asia in Comparative Perspective», International Organization 59, nº 2 (2005): 327-61.
  32. Ian Baird, «The Hmong and the Communist Party of Thailand: A Transnational, Transcultural and Gender-Relations-Transforming Experience», Trans-Regional and -National Studies of Southeast Asia 9, nº 2 (2021): 167-84; John T. Sidel, Republicanism, Communism, Islam: Cosmopolitan Origins of Revolution in Southeast Asia (Ithaca: Cornell University Press, 2021), 203-87; Taomo Zhou, «Ambivalent Alliance: Chinese Policy towards Indonesia, 1960-1965», The China Quarterly 221 (2015): 208-28.
  33. Andrew Mertha, Brothers in Arms: Chinese Aid to the Khmer Rouge, 1975-1979 (Ithaca: Cornell University Press, 2014).
  34. Los miembros de la SEATO eran Australia, Estados Unidos, Filipinas, Francia, Nueva Zelanda, Pakistán, Reino Unido y Tailandia. Sobre la SEATO, véase John K. Franklin, «The Hollow Pact: Pacific Security and the Southeast Asia Treaty Organization», tesis doctoral, Texas Christian University, 2006.
  35. Los cuatro «tigres asiáticos» iniciales fueron Hong Kong, Singapur, Corea del Sur y Taiwán. Los seguidores de sus modelos económicos, las economías de los «cachorros de tigre», son Indonesia, Malasia, Filipinas, Tailandia y Vietnam.
  36. Para una evaluación matizada de la violencia de masas, las luchas políticas y las facciones enfrentadas durante la Revolución Cultural desde una perspectiva de izquierdas, véase Mobo Gao, «Debating the Cultural Revolution: Do We Only Know What We Believe?», Critical Asian Studies 34, no. 3 (2002): 419-34; Mobo Gao, The Battle for China’s Past: Mao and the Cultural Revolution (Londres: Pluto Press, 2008).
  37. Sobre las luchas de los trabajadores frente al partido-Estado, véase Chris King-Chi Chan, «The World’s Factory in Transition: Diversifying Industrial Relations and Intensifying Workers’ Struggles in China», China Review 20, nº 1 (2020): 1-17. Sobre el modelo de Chongqing, véase Yuezhi Zhao, «The Struggle for Socialism in China: La saga de Bo Xilai y más allá», Monthly Review 64, no. 5 (octubre de 2012): 1-17. Sobre el modelo comercial y de ayuda no imperialista de China, véase Harry Clynch, «Why China Does Not Have ‘Imperialistic Intentions’ in Africa», Disruption Banking, 14 de febrero de 2024. Por último, sobre las relaciones económicas de China con los gobiernos de izquierda latinoamericanos, véase Ivo Ganchev, «China Pushed the Pink Tide and the Pink Tide Pulled China: Intertwining Economic Interests and Ideology of Ecuador and Bolivia (2005-2014)», World Affairs 183, no. 4 (2020): 359-88.
  38. Patrick Wintour, «US v. China: Is This the Start of a New Cold War?», Guardian, 22 de junio de 2020; Terence Lee, «The Domestic Determinants of Hedging in Singapore’s Foreign Policy», Contemporary Southeast Asia 46, nº 1 (2024): 77-102.
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  61. Adhi Priamarizki, «Understanding the Domestic Determinants of Indonesia’s Hedging Policy towards the United States and China», Contemporary Southeast Asia 46, no. 1 (2024): 19-42.
  62. Priamarizki, «Understanding the Domestic Determinants of Indonesia’s Hedging Policy», 27.
  63. Priamarizki, «Understanding the Domestic Determinants of Indonesia’s Hedging Policy», 27-29.
  64. Priamarizki, «Understanding the Domestic Determinants of Indonesia’s Hedging Policy», 29-30.
  65. Priamarizki, «Understanding the Domestic Determinants of Indonesia’s Hedging Policy», 32.
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  67. Sobre el consumo interno como motor del crecimiento económico en Indonesia, véase Steven R. Tabor, «Constraints to Indonesia’s Economic Growth», ADB Papers on Indonesia, no. 10 (diciembre de 2015): 5.
  68. Iqra Anugrah, «Land Control, Coal Resource Exploitation, and Democratic Decline in Indonesia», Trans-Regional and -National Studies of Southeast Asia 11, no. 2 (2023): 195-213; Ward Berenschot y Ahmad Dhiaulhaq, «The Production of Rightlessness: Palm Oil Companies and Land Dispossession in Indonesia», Globalizations (septiembre de 2023): 1-19.
  69. Sobre la financiarización de los productos rurales y minerales, véase, por ejemplo, Madeleine Fairbairn, «’Like Gold with Yield’: Evolving Intersections between Farmland and Finance», Journal of Peasant Studies 41, no. 5 (2014): 777-95.
  70. Huelga decir que no todas las formas de apropiación de la naturaleza son extractivistas en el sentido colonialista o imperialista. Para una visión histórico-materialista del extractivismo, véase John Bellamy Foster, «Extractivism in the Anthropocene», Monthly Review 75, nº 11 (abril de 2024): 1-12.
  71. Sobre el Plan Maestro, véase Hilma Safitri, Debottlenecking dalam Masterplan Percepatan dan Perluasan Pembangunan Ekonomi Indonesia (MP3EI) (Bandung: ARC Books, 2014). Sobre el Merauke Integrated Food and Energy Estate, véase Takeshi Ito, Noer Fauzi Rachman y Laksmi A. Savitri, «Power to Make Land Dispossession Acceptable: A Policy Discourse Analysis of the Merauke Integrated Food and Energy Estate (MIFEE), Papua, Indonesia», Journal of Peasant Studies 41, no. 1 (2014): 29-50. Sobre el proyecto de leyómnibus, véase Rafiqa Qurrata A’yun y Abdil Mughis Mudhoffir, «Omnibus Law Shows How Democratic Process Has Been Corrupted», Indonesia at Melbourne (Universidad de Melbourne), 12 de octubre de 2020, unimelb.edu.au.
  72. Iqra Anugrah, «Land Control», 199-203.
  73. Trissia Wijaya y Lian Sinclair, «An EV-Fix for Indonesia: The Green Development-Resource Nationalist Nexus», Environmental Politics (abril de 2024): 1-23.
  74. Sobre la externalización del desarrollo, véase Hofman y Ho, «China’s ‘Developmental Outsourcing’».
  75. Para un breve estudio de los movimientos antiglobalización en Indonesia, véase Agus R. Rahman, ed., Globalisasi dan Gerakan Anti Globalisasi di Indonesia (Yakarta: Pusat Penelitian Politik LIPI, 2007). Para consultar una de las primeras obras de referencia de los activistas antiimperialistas de Indonesia, véase Coen Husain Pontoh, Gerakan Massa Menghadang Imperialisme Global (Yogyakarta: Resist Book, 2005).
  76. Rachmi Hertanti, comunicación personal, 22 de diciembre de 2023. Hertanti es una activista altermundialista y sindical desde hace mucho tiempo.
  77. Sobre el secuestro oligárquico de la política islamista en Indonesia, véase Vedi R. Hadiz, «The Indonesian Oligarchy’s Islamic Turn?», Australian Institute of International Affairs, 23 de mayo de 2017, internationalaffairs.org.au.
  78. Muhammad Ridha, «What Is New in the Old Pattern of Indonesia’s Student Movement?», New Mandala, 13 de noviembre de 2020, newmandala.org.
  79. Azhar Irfansyah, «Apakah Kaudengar Nyanyian Kaum Buruh?», Islam Bergerak, 2 de junio de 2023, islambergerak.com.

Fuente: Monthly Review, 2024, Volume 76, Number 03 (July-August 2024)(https://monthlyreview.org/2024/07/01/when-the-ruling-class-parties-harden-indonesia-and-great-power-politics-in-the-indo-pacific/)

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