No es sólo “un noruego que odia el Islam en el país del bien”
Guillermo Fernández Ampié
La tragedia que ha conmovido a buena parte del mundo desde Noruega ha facilitado otro buen ejemplo de la labor realizada por los medios “democráticos” para sostener y reforzar una percepción del mundo que pretende ocultar verdades nada agradables. Digo buena parte del mundo porque supongo que es muy probable que los casi diez millones de personas que están a punto de morir de hambre en el Cuerno de Africa y los libios, afganos y paquistaníes atemorizados porque en cualquier momento puede caerles un misil en la cabeza, estén más conmovidos por sus propias tragedias.
Así que tampoco es probable que hayan visto los malabares de esos medios de desinformación internacional por presentar esos repudiables hechos como algo inexplicable; como si se tratara nada más de la acción de un solo individuo más bien desquiciado en una sociedad que es lo más cercano al paraíso que uno podría imaginar en la tierra.
Si revisamos los titulares de algunos de dichos medios, desde México hasta la propia Noruega, pasando por Estados Unidos, España, Italia, Francia, Londres, encontraremos una nada asombrosa similitud con la versión que, al parecer, se impuso desde un diario publicado en Madrid, cuyos titulares me han servido para crear el de este comentario.
La versión es la siguiente: el acto de terror fue cometido por un individuo que odia al islam y a los marxistas, que actuó en solitario en una sociedad que no le hace mal a nadie y que puede competir, sin rivales, por el título de la más perfecta del planeta.
“¿Cómo en una sociedad tan tranquila como esta puede producirse una carnicería como esta?”, se pregunta un corresponsal de la BBC. “Una tragedia de este tipo –disparos masivos y explosivos hechos en casa- ocurre en cualquier parte, no aquí”, escribe otro. “Noruega era ese país en el que las noticias sobre guerras, atentados y crisis económicas pasaban de largo, haciendo algo de ruido, pero sin llegar realmente más allá de la superficie”, allí nunca pasaba nada malo, agrega el de El País. Los insufribles periodistas y comentaristas de CNN en español se hacían y daban respuestas a preguntas similares a las que ellos mismos se hicieron después de los atentados de septiembre de 2001: “¿Por qué Noruega?” Uno de los “especialistas”, insinuando la responsabilidad de algún grupo islamista, se preguntaba si acaso se debía a la participación Noruega en la guerra en Afganistán y en los bombardeos contra el pueblo libio. Luego enfatizaba que la participación de Noruega en Afganistán y Libia era mínima, no esencial o indispensable.
El otro elemento que han insistido en resaltar es que Oslo “es la ciudad donde se entrega el Nobel de la paz” y, como afirmó otro “analista”, “Noruega es un país que no le hace mal a nadie”. Estos medios, sus periodistas estrellas y los especialistas invitados se olvidan –o hacen como que no supieran– dos cuestiones básicas que también ayudarían a comprender mejor la tragedia:
Una es que todo individuo, por muy aislado que pudiera parecer, siempre actúa en relación al contexto social que le rodea, y Anders Behring Breivik no era precisamente un hombre aislado. Es más, se sabe ya que perteneció al xenófobo Partido del Progreso, la segunda fuerza política del país –con 41 representantes en el congreso– y que hasta llegó a ser el responsable de las juventudes de ese partido en una sección de Oslo. Por tanto, el atentado terrorista no puede reducirse a una mera acción de un loco suelto por ahí. Es de alguna manera expresión de los principios que animan a ese partido y a otros similares como a organizaciones que han proliferado desde siempre en Europa y Estados Unidos. Recordemos a Hitler y el Ku Klux Klan. También está relacionado, no debemos dudarlo, con la permanente campaña que podemos ver y escuchar a nivel global, disfrazada como información y noticias “imparciales” y “objetivas” y a veces no tanto, contra los migrantes –especialmente si son del tercer mundo– y contra los países árabes y el islam. Lo que debe asombrar es que no haya ocurrido antes.
El terrorista noruego, según dejó escrito, pretendía iniciar una nueva cruzada contra el Islam. De alguna manera su propósito resulta similar a las acciones realizadas por Estados Unidos y la OTAN en los balkanes, según ha denunciado el general británico Michael Rose (http://english.pravda.ru/world/europe/20-07-2011/118540-balkans_massacre-0/) Después de todo y para los resultados, como podemos comprobar en las imágenes que llegan desde Oslo y Utoya, no hay mucha diferencia entre bombardear una ciudad con los misiles más sofisticados y hacerlo con explosivos hechos en casa, y masacrar jóvenes indefensos.
La otra cuestión que ha querido ser pasada muy, pero muy por alto, o dejada a un lado, es que Noruega tampoco es tan inocente de esas tragedias de disparos masivos y explosiones que ocurren “en cualquier parte” menos en las ciudades nórdicas. Resulta que muy cerca de Oslo, “la ciudad donde se entrega el Nobel”, tienen sus sede dos de las principales industrias armamentista a nivel global: Nammo (Nordic Ammunition Group- Grupo Nórdico de Municiones) y Kongsberg Defence Systems.
La primera, como puede leerse en su página web (http://www.nammo.com/), es una de los principales proveedores a nivel mundial de armas y municiones de pequeño calibre. “Nuestra amplia gama de productos incluye proyectiles de combate y de alta calidad, la tecnología de cartuchos y marcas comerciales que van desde 5,56 a las municiones de 9 mm”. Pero no hace sólo eso. También tiene una división para municiones de mediano y gran calibre, especializada en municiones “en el rango de calibre de 12,7 mm a 57 mm, así como para aplicaciones de mortero, artillería y tanques” y granadas de mano. “Asegurando el futuro”, es su lema. ¿Qué o cuál futuro?, podríamos preguntarnos.
La segunda, Kongsberg, es el proveedor líder mundial de estaciones y sistemas de vigilancia y comando para armas a control remoto. Su otra especialidad es la fabricación de sistemas para misiles, armamento guiados o teledirigido y compuestos avanzados para helicópteros y aviones que no son precisamente de uso civil. Esta información también puede comprobarse en su sitio en internet: http://www.kongsberg.com/en/KDS/AboutUs.
Seguramente los lectores ya habrán adivinado quienes son los principales clientes de estas empresas. Si alguien pensó en Estados Unidos y los países de la OTAN, no está equivocado. No es pues por casualidad que los ingresos de estas empresas se incrementaron aceleradamente en los últimos diez años, desde que Estados Unidos, la OTAN y sus aliados se lanzaron en guerra contra Afganistan e Iraq, aumentando de 7.3 mil millones a 17.2 mil millones de koronas (de 938 millones a 1.35 mil millones euros; o bien, de 2.2 mil millones a 3.17 mil millones de dólares estadounidenses). Así lo informa Changemaker, un ONG noruego integrado por jóvenes pacifistas.
Las reglas y disposiciones legales noruegas para la exportación de armas al parecer son muy estrictas. Pero un informe elaborado por Changemaker, denuncia dos de las principales maneras en las que las armas fabricadas por Nammo y Kongsberg llegan a “manos equivocadas”. Una es el establecimiento de filiales en territorio estadounidense, desde donde son exportadas sin mayores restricciones a cualquier país. Otra es a través de la venta a países miembros de la OTAN, desde donde transitan sin pudor hasta algunas naciones amigas o aliadas de esta organización militar. Así, Israel, uno de los países a quienes Noruega no vende armamento libremente, puede por estas vías contar con un gran abastecimiento de armas y municiones noruegas
¿Cuál es mi punto? Que esta tragedia, que lamento y repudio con todas mis energías, no debe ser utilizada para que estos medios quieran hacernos creer historias de naciones y sociedades santas y puras; y menos para tratar de convencernos de que las sociedades de los países industrializados nada tienen que ver en las masacres, muertes, bombazos y ametrallamientos tan cotidianos en los países del tercer mundo, a los que contemplan en sus modernos televisores como si tratara de una película o algún juego de video.
Los periodistas de estos medios, sus especialistas invitados y sus sociedades tan perfectas deben aprender que cuando se siembra misiles y xenofobia, lo más probable es que se coseche terrorismo, y no importa si es de derecha o izquierda. Para el caso da lo mismo, y a veces este puede estallarles en sus propias casas.