Un punto de encuentro para las alternativas sociales

Intervención de Antonio Gramsci en la Cámara de diputados.

Antonio Gramsci

Intervención de Antonio Gramsci en la Cámara de diputados el 16 de mayo de 1.925 [68]

68 Desde el 26 de noviembre los diputados comunistas, tras haber rechazado la oposición burguesa su propuesta de transformar el grupo del Aventino en un «Antiparlamento», habían vuelto a la cámara para utilizarla como foro de propaganda. Les había precedido el 12 de noviembre el diputado comunista Repossi, que, en representación del P.C.d’I., leyó una declaración sobre el asesinato de Matteotti (la cámara fascista celebraba aquel día una sesión necrológica por el asesinado) que era del siguiente tenor: «Desde que el mundo es mundo, no se había visto nunca a los asesinos conmemorar a su víctima».

[U; 28-V-1925; 2000 I; 748-761]

Presidente: Tiene la palabra Su Señoría Gramsci.

Gramsci: El proyecto de ley contra las sociedades secretas se ha presentado a la Cámara como proyecto contra la masonería; es el primer acto real del fascismo para afirmar lo que el Partido Fascista llama su revolución. Nosotros, como Partido Comunista, queremos precisar no sólo el porqué de la presentación de este proyecto de ley contra las organizaciones en general, sino también lo que significa el que el Partido Fascista presente la ley como predominantemente orientada contra la masonería.

Nosotros nos contamos entre los pocos que se tomaron en serio el fascismo, ya cuando éste no parecía ser más que una farsa sangrienta, cuando a propósito del fascismo solían repetirse simplemente los tópicos sobre la «psicosis de guerra», cuando todos los partidos intentaban adormecer a la población trabajadora presentando el fascismo como un fenómeno superficial de breve duración.

En noviembre de 1920 previmos que el fascismo llegaría al poder –cosa entonces inconcebible para los mismos fascistas– si la clase obrera no conseguía frenar a tiempo, con las armas, su avance sangriento [69].

69 Cfr., entre los textos recogidos en esta antología, Por una renovación del P.S.I. (8 de mayo de 1920) y El Partido Comunista (4 de noviembre de 1920).

El fascismo, pues, afirma hoy prácticamente que quiere «conquistar el Estado». ¿Qué significa esa expresión, convertida hoy en lugar común? ¿Y qué significado tiene en ese sentido la lucha contra la masonería?

Como pensamos que esta fase de la «conquista fascista» es una de las más importantes que ha atravesado el Estado italiano, creemos necesario –por lo que hace a nosotros, que sabemos que representamos los intereses de la gran mayoría del pueblo italiano, los obreros y los campesinos– un análisis de la cuestión, aunque sea rápido.

¿Qué es la masonería? Habéis charlado mucho sobre el significado espiritual de la masonería, sobre las corrientes ideológicas que representa, etc.; pero todo eso son formas de expresión de las que os servís simplemente para engañaros los unos a los otros sabiendo perfectamente que os engañáis.

La masonería, dado el modo como se ha constituido en Italia y dada la debilidad inicial de la burguesía capitalista italiana, ha sido el único partido real y eficaz que ha tenido la clase burguesa durante mucho tiempo. No hay que olvidar que poco menos de veinte años después de la entrada de los piamonteses en Roma se disolvió el Parlamento, y que el cuerpo electoral se redujo de casi tres millones de electores a ochocientos mil.

Esa fue la confesión explícita, por parte de la burguesía, de que era una ínfima minoría de la población, puesto que al cabo de veinte años de unidad se veía obligada a recurrir a los medios de dictadura más extremos para mantenerse en el poder, para aplastar a sus enemigos de clase, que eran los enemigos del Estado unitario.

¿Quiénes eran esos enemigos? Lo era, ante todo, el Vaticano, lo eran los jesuitas, y habrá que recordar a S.S. el diputado Martire que junto a los jesuitas que visten sotana están los jesuitas laicos, los cuales no llevan insignia especial alguna que indique su orden religiosa.

En los primeros años posteriores a la fundación del Reino, los jesuitas declararon explícitamente, en toda una serie de artículos publicados por la Civiltà Cattolica, cuál era el programa político del Vaticano y de las clases que entonces estaban representadas por el Vaticano, o sea, las viejas clases semifeudales tendencialmente borbónicas en el sur y tendencialmente austriacas en Lombardía y en el Véneto, fuerzas sociales numerosísimas que la burguesía capitalista no ha conseguido contener nunca, aunque en el período del Risorgimento la burguesía representara un progreso y un principio revolucionario. Los jesuitas de la Civiltà Cattolica –o sea, el Vaticano– se proponían como primer objetivo de su política el sabotaje del Estado Unitario por medio del abstencionismo parlamentario, el frenar el Estado liberal en todas las actividades que pudieran corromper y destruir el viejo orden; como segundo objetivo, se proponían la creación de un ejército rural de reserva que oponer al avance del proletariado, puesto que desde el 71 los jesuitas preveían que, dado el terreno de la democracia liberal, nacería un movimiento proletario que luego se desarrollaría en movimiento revolucionario.

Su Señoría Martire ha declarado hoy que finalmente se ha conseguido la unidad espiritual de la nación italiana a costa de la masonería.

Pero como en Italia la masonería ha representado la ideología y la organización real de la clase burguesa capitalista, el que está contra la masonería está contra el liberalismo y contra la tradición política de la burguesía italiana. Las clases rurales que en el pasado estaban representadas por el Vaticano están representadas hoy sobre todo por el fascismo; por tanto, es lógico que el fascismo sustituya al Vaticano y a los jesuitas en la tarea histórica para cuyo cumplimiento las clases más atrasadas de la población someten a su control la clase que ha sido progresiva en el desarrollo de la civilización; eso es lo que significa la conseguida unidad espiritual de la nación italiana, la cual habría sido un progreso hace cincuenta años, pero hoy es, en cambio, el más grande fenómeno de regresión… [Interrupciones].

La burguesía industrial no ha sido capaz de frenar el movimiento obrero, no ha sido capaz de controlar ni el movimiento obrero ni el movimiento rural revolucionario. La primera consigna, instintiva y espontánea, del fascismo tras la ocupación de las fábricas fue, por eso mismo, la siguiente: «Los rurales controlarán a la burguesía urbana, que no sabe ser fuerte contra los obreros».

Si no me engaño, ésa no era entonces la tesis de Su Señoría Mussolini, que entre el fascismo rural y el fascismo urbano decía preferir el urbano…

Mussolini, presidente del Consejo de ministros: Necesito interrumpir para recordar un artículo mío de encendido elogio del fascismo rural, en los años 1921-22.

Gramsci: Pero éste no es un fenómeno puramente italiano, aunque en Italia, por la mayor debilidad del capitalismo, ha tenido su desarrollo máximo; es un fenómeno europeo y mundial, de extrema importancia para comprender la crisis general de la posguerra, tanto en el terreno de la actividad práctica cuanto en el dominio de las ideas y de la cultura. La elección de Hindenburg en Alemania, la victoria de los conservadores en Inglaterra, con la liquidación de los respectivos partidos liberales democráticos, son lo que corresponde al movimiento fascista italiano; las viejas fuerzas sociales, originariamente anticapitalistas, coordinadas con el capitalismo, pero no completamente absorbidas por éste, han conseguido imponerse en la organización de los Estados, introduciendo en la actividad reaccionaria todo el fondo de ferocidad y de decisión despiadada que ha sido siempre su característica; pero en sustancia se trata de un fenómeno de regresión histórica que no deja ni dejará de tener consecuencias para el desarrollo de la revolución proletaria.

Examinada desde este punto de vista la presente ley contra las asociaciones, ¿será una fuerza, o bien estará destinada a ser vano objeto de burla? ¿Corresponderá a la realidad, podrá ser el instrumento de una estabilización del régimen capitalista, o será sólo un nuevo y perfeccionado instrumento confiado a la policía para facilitar la detención de fulano o mengano?… El problema, por tanto, es el siguiente: la situación del capitalismo en Italia, ¿se refuerza o se debilita, después de la guerra, con el fascismo? ¿Cuáles eran las debilidades de la burguesía capitalista italiana antes de la guerra, debilidades que han llevado a la creación de aquel determinado sistema político masónico que existía en Italia y ha tenido su desarrollo mayor en el giolittismo? [70]. Las debilidades máximas de la vida nacional italiana eran ante todo la falta de materias primas, o sea, la imposibilidad en que estaba la burguesía de crear en Italia una industria que tuviera raíces profundas en el país y que pudiera desarrollarse progresivamente, absorbiendo la mano de obra excesiva. En segundo lugar, la falta de colonias vinculadas a la metrópoli, y, por tanto, la imposibilidad para la burguesía de crear una aristocracia obrera que pudiera ser aliada permanente de la burguesía misma. Tercero, la cuestión meridional, o sea, la cuestión de los campesinos, íntimamente relacionada con el problema de la emigración, que es la prueba de la incapacidad de la burguesía italiana para mantener… [Interrupciones].

70 Giovanni Giolitti, 1842-1928, varias veces jefe del gobierno y/o ministro, una de las principales figuras de la política italiana de la época. Gramsci lo suele ver como última encarnación del «transformismo», esto es, del paso de políticos de origen izquierdista a la política conservadora. Giolitti, que amplió considerablemente el voto en Italia, influyó también en la vuelta del Vaticano a la política italiana y en la evolución reformista de la socialdemocracia del país. Durante su última estancia en el poder ocurrieron los hechos de Turín de 1920. Y con la creación del «bloque de: orden» facilitó el acceso de los fascistas al poder.

Mussolini: También han emigrado los alemanes por millones.

Gramsci: El significado de la emigración en masa de los trabajadores es éste: el sistema capitalista, que es el sistema predominante, no es capaz de dar alimento, vivienda y vestido a la población, y una parte no pequeña de ésta se ve obligada a emigrar…

Rossoni: Por tanto, la nación tiene que expansionarse en interés del proletariado.

Gramsci: Nosotros tenemos nuestra concepción del imperialismo y del fenómeno colonial: según ella, esos fenómenos son ante todo una exportación de capital financiero. Hasta ahora, el «imperialismo» italiano no ha consistido más que en lo siguiente: el obrero emigrado italiano trabaja en beneficio de los capitalistas de otros países, o sea, Italia no ha sido hasta ahora más que un medio para la expansión del capital financiero no italiano. Vosotros estáis constantemente regurgitando las más pueriles afirmaciones acerca de una pretendida superioridad demográfica de Italia sobre los demás países; constantemente decís, por ejemplo, que Italia es demográficamente superior a Francia. Esta es una cuestión que no pueden resolver concluyentemente más que las estadísticas, y a veces me ocupo de estadísticas; ahora bien, una estadística publicada en la posguerra y nunca desmentida, porque no puede serlo, muestra que antes de la guerra Italia se encontraba desde el punto de vista demográfico en la misma situación en que ha caído Francia ahora después de la guerra; esto se debe al hecho de que la emigración se lleva del territorio nacional una masa tal de población masculina productivamente activa que las relaciones demográficas llegan a ser catastróficas.

En el territorio nacional se quedan los viejos, las mujeres, los niños y los inválidos, o sea, la parte de población pasiva que grava sobre la población trabajadora, y ello en medida superior a la de cualquier otro país, incluida Francia. Esta es la debilidad fundamental del sistema capitalista italiano, y por ella el capitalismo italiano está destinado a desaparecer tanto más rápidamente cuanto menos funcione el sistema capitalista mundial en la absorción de la emigración italiana, en la explotación del trabajo italiano que nuestro propio capitalismo es incapaz de encuadrar.

¿Cómo han intentado resolver esos problemas los partidos burgueses, la masonería?

Conocemos en la historia italiana de los últimos tiempos dos planes políticos de la burguesía para resolver la cuestión del gobierno del pueblo italiano. Hemos visto la práctica giolittiana, el colaboracionismo del socialismo italiano con el giolittismo, o sea, el intento de fundar una alianza de la burguesía industrial con una cierta aristocracia obrera del norte para oprimir y someter a esa formación burguesa-industrial las masas de los campesinos italianos, especialmente del sur. El programa no tuvo éxito. Efectivamente, en la Italia del norte se empieza por constituir una coalición burguesa-proletaria a través de la colaboración parlamentaria y de la política de obras públicas en relación con las cooperativas, y en la Italia del sur se corrompe la capa dirigente y se domina la masa con los maceros… [Interrupciones del diputado Greco]. Vosotros, fascistas, habéis sido los artífices mayores del fracaso de ese plan político, porque habéis llevado al nivel de una misma miseria a la aristocracia obrera y a los campesinos pobres de toda Italia.

Y hemos visto también el programa que podemos llamar del Corriere della Sera, periódico que representa una fuerza nada despreciable de la política nacional; 800.000 lectores son ya un partido.

Voces: Menos…

Mussolini: ¡La mitad! Y, además, los lectores de periódicos no cuentan. No han hecho nunca una revolución. Los lectores de periódicos se equivocan siempre.

Gramsci: El Corriere della Sera no quiere hacer la revolución.

Farinacci: ¡Ni L’Unità tampoco!

Gramsci: El Corriere della Sera ha sostenido sistemáticamente a todos los hombres políticos del sur, desde Salandra hasta Orlando, Nitti y Amendola; frente a la solución giolittiana, de opresión no sólo de clase, sino hasta de territorios enteros, como el sur y las islas, y no menos peligrosa que el actual fascismo para la misma unidad material del Estado italiano, el Corriere della Sera ha propugnado siempre una alianza de los industriales del norte con una cierta y vaga democracia rural predominantemente meridional y en el terreno del librecambismo. Ambas soluciones tendían esencialmente a dar al Estado italiano una base más amplia que la inicial, tendían a desarrollar las «conquistas» del Risorgimento.

¿Qué oponen los fascistas a esas soluciones? Oponen hoy eso que llaman ley contra la masonería; dicen que con eso quieren conquistar el Estado. En realidad, el fascismo lucha contra la única fuerza organizada eficazmente que ha tenido la burguesía en Italia, para suplantarla en la ocupación de los puestos que el Estado da a sus funcionarios. La revolución fascista no es más que la sustitución de un personal administrativo por otro.

Mussolini: De una clase por otra, como ha ocurrido en Rusia, como ocurre normalmente en todas las revoluciones, como haremos nosotros metódicamente [Aplausos].

Gramsci: Sólo es una revolución la que se basa en una nueva clase. El fascismo no se basa en ninguna clase que no estuviera ya previamente en el poder…

Mussolini: ¡Pero si gran parte de los capitalistas está en contra de nosotros, si le puedo citar grandísimos capitalistas que votan contra nosotros, que están en la oposición: los Motta, los Conti…!

Farinacci: ¡Y que dan subsidios a los periódicos subversivos!

Mussolini: La gran banca no es fascista, y usted lo sabe [Rumores].

Gramsci: La realidad es, pues, que la ley contra la masonería no es una ley principalmente dirigida contra la masonería: el fascismo llegará fácilmente a un compromiso con los masones.

Mussolini: ¡Los fascistas han quemado las logias de los masones antes de redactar esta ley! Por tanto, no hace falta ningún compromiso.

Gramsci: El fascismo aplica a la masonería, intensificándola, la misma táctica que ha aplicado a todos los partidos burgueses no fascistas: en una primera fase crea un núcleo fascista en esos partidos; en un segundo período intenta tomar de los demás partidos las mejores energías que le convenían, cuando no consigue obtener el monopolio que buscaba.

Farinacci: ¿Y nos llamáis tontos?

Gramsci: Para demostrar no serlo tendríais que ser capaces de resolver los problemas de la situación italiana…

Mussolini: Los resolveremos. Ya hemos resuelto bastantes.

Gramsci: El fascismo no ha conseguido siquiera realizar la absorción de todos los partidos en su organización. Con la masonería ha utilizado la táctica política del noyautage, luego el sistema terrorista del incendio de las logias, y ahora utiliza la acción legislativa, con la cual determinadas personalidades de la gran banca y de la alta burocracia acabarán por ponerse en fila con los dominadores para no perder sus puestos; pero, con la masonería, el gobierno fascista tendrá que llegar a un compromiso. ¿Qué se hace cuando un enemigo es fuerte? Primero se le quiebran las piernas, y luego se llega al compromiso en condiciones de superioridad evidente.

Mussolini: Primero se le parten los huesos, luego se le hace prisionero, como habéis hecho en Rusia. Habéis hecho vuestros prisioneros, los conserváis y os son útiles [Rumores].

Gramsci: Hacer prisioneros significa precisamente llegar al compromiso: por eso decimos que en realidad la ley está pensada especialmente contra las organizaciones obreras. Preguntamos por qué desde hace varios meses, y sin que el Partido Comunista haya sido declarado asociación delictiva, los guardias detienen a nuestros camaradas cada vez que los encuentran reunidos en número al menos de tres…

Mussolini: Hacemos lo que vosotros hacéis en Rusia…

Gramsci: En Rusia hay leyes que se cumplen: vosotros tenéis vuestras leyes…

Mussolini: Vosotros hacéis redadas formidables. Hacéis muy bien [Risas].

Gramsci: En realidad, el aparato policíaco del Estado está ya tratando al Partido Comunista como una organización secreta.

Mussolini: ¡No es verdad!

Gramsci: Se detiene sin imputación especifica alguna a todo el que se encuentra en una reunión de tres personas, por el mero hecho de ser comunista, y se le mete en la cárcel.

Mussolini: Pero se les libera pronto. ¿Cuántos hay en la cárcel? No los pescamos más que para conocerlos.

Gramsci: Es una forma de persecución sistemática, que anticipa y justificará la aplicación de la nueva ley. El fascismo adopta los mismos sistemas del gobierno Giolitti. Hacéis como hacían en el sur los maceros giolittianos, que detenían a los electores de la oposición… para conocerlos.

Una voz: No ha habido más que un caso. Usted no conoce el sur.

Gramsci: ¡Yo soy del sur!

Mussolini: A propósito de violencias electorales, le recuerdo un artículo de Bordiga que las justifica plenamente.

Paolo Greco: Su Señoría Gramsci no ha leído ese articulo.

Gramsci: Ahí no se trata de las violencias fascistas, sino de las nuestras [Rumores e interrupciones]. Nosotros estamos seguros de que representamos a la mayoría de la población, de que representamos los intereses esenciales de la mayoría del pueblo italiano; por eso la violencia proletaria es progresiva y no puede ser sistemática. Vuestra violencia es sistemática y sistemáticamente arbitraria, porque vosotros representáis una minoría destinada a desaparecer [Interrupciones]. Nosotros hemos de decir a la población trabajadora qué es vuestro gobierno, cómo se comporta vuestro gobierno, para organizarla contra vosotros, para ponerla en condiciones de venceros. Es muy probable que también nosotros nos veamos obligados a usar vuestros mismos sistemas, pero como transición y ocasional [Rumores, interrupciones]. Seguro: a adoptar vuestros mismos medios, con la diferencia de que vosotros representáis a la minoría de la población, mientras que nosotros representamos a la mayoría [Interrupciones, rumores].

Farinacci: Pero entonces, ¿por qué no hacéis la revolución? Usted está destinado a terminar como Bombacci [71]. Le echarán del partido.

71 Miembro primero de la extrema izquierda, luego de la derecha del P.C.d’I., expulsado de éste por unas declaraciones conciliadoras con el Partito Nazionale Fascista.

Gramsci: Cuando consiguió la unidad nacional, la burguesía italiana era una minoría de la población, pero como representaba los intereses de la mayoría, aunque ésta no la siguiera, pudo mantenerse en el poder. Vosotros venceréis con las armas, pero no tenéis ningún programa, no representáis nada nuevo ni progresivo. Lo único que habéis hecho ha sido enseñar a la vanguardia revolucionaria que sólo las armas deciden en última instancia del éxito de los programas y de la falta de programas… [Interrupciones, comentarios].

Presidente: ¡No interrumpáis!

Gramsci: Esta ley no conseguirá en absoluto frenar el movimiento que vosotros mismos estáis preparando en el país. Como la masonería pasará en masa al partido fascista y constituirá una tendencia dentro de él, está claro que con esta ley lo que esperáis es impedir el desarrollo de grandes organizaciones obreras y campesinas. Este es el valor real de la ley, su significación verdadera. Algún fascista [72 Mussolini.] recuerda aún nebulosamente las enseñanzas de sus viejos maestros, de cuando era revolucionario y socialista, y cree que una clase no puede mantenerse permanentemente como tal ni desarrollarse hasta la conquista del poder sin tener un partido y una organización que recoja su parte mejor y más consciente. Algo hay de verdad en esa oscura perversión reaccionaria de las enseñanzas de los marxistas. Es sin duda muy difícil que una clase pueda llegar a la solución de sus problemas y a la consecución de las finalidades inscritas en su existencia y en la fuerza general de la sociedad sin que se constituya una vanguardia que conduzca a esa clase a la consecución de aquellos fines. Pero no está dicho que ese enunciado sea siempre verdadero en su mecanicidad exterior para uso de la reacción. La presente ley es una ley que sirve para Italia, que tendrá que aplicarse en Italia, donde la burguesía no ha conseguido de ninguna manera, ni conseguirá nunca, resolver, por de pronto, la cuestión de los campesinos italianos, resolver la cuestión de la Italia meridional. No en vano se presenta esta ley al Parlamento al mismo tiempo que algunos proyectos relativos a la regeneración del sur.

Una voz: Hable de la masonería.

Gramsci: Quieren que hable de la masonería. Pero en el título de la ley no se alude siquiera a la masonería, se habla sólo de organizaciones en general. En Italia el capitalismo se ha podido desarrollar en la medida en que el Estado ha apretado a las poblaciones campesinas, especialmente en el sur. Vosotros notáis hoy la urgencia de esos problemas, y por eso prometéis mil millones a Cerdeña, y obras públicas y centenares de millones a todo el sur; pero para hacer la cosa en serio y concretamente tendríais que empezar por devolver a Cerdeña los cien o ciento cincuenta millones de impuestos que arrancáis cada año a la población sarda. Tendríais que devolver al sur los centenares de millones de impuestos que arrancáis cada año a la población meridional.

Mussolini: ¡Como si en Rusia no hicierais pagar los impuestos…!

Una voz: ¡En Rusia roban, no pagan los impuestos!

Gramsci: Esa no es la cuestión, egregio colega que debería conocer al menos los informes parlamentarios que sobre esas cuestiones existen en las bibliotecas. No se trata del normal mecanismo burgués de los impuestos; se trata de que cada año el Estado extorsiona a las regiones meridionales una suma de impuestos que no devuelve de ninguna manera, ni con servicios de ningún género…

Mussolini: No es verdad.

Gramsci: … sumas que el Estado arranca a las poblaciones campesinas meridionales para dar una base al capitalismo de la Italia septentrional [Interrupciones, comentarios]. En este terreno de las contradicciones del sistema capitalista italiano se formará necesariamente, pese a todas las leyes represivas, a pesar de las dificultades para constituir grandes organizaciones, la unión de los obreros y de los campesinos contra el enemigo común. Vosotros, fascistas, vosotros, gobierno fascista, a pesar de toda la demagogia de vuestros discursos, no habéis superado esa contradicción que era ya radical, sino que hasta la habéis hecho sentir más duramente a las clases y a las masas populares. Habéis actuado en esta situación y por la necesidad de esta situación. Habéis añadido más pólvora a la acumulada ya por el desarrollo de la sociedad capitalista, y creéis que con una ley contra las organizaciones vais a suprimir los efectos más modernos de vuestra misma actividad [Interrupciones]. Esta es la cuestión más importante de la discusión de la presente ley: vosotros podéis «conquistar el estado», podéis modificar los códigos, podéis intentar impedir que las organizaciones existan en la forma en que han existido hasta hoy; pero no podéis prevalecer por encima de las condiciones objetivas en las que no tenéis más remedio que moveros. No haréis más que obligar al proletariado a buscar una orientación distinta de la que hasta ahora era la más común en el terreno de la organización de masas. Esto queremos decir al proletariado y a las masas campesinas italianas desde esta tribuna: que las fuerzas revolucionarias italianas no se dejarán aplastar, que vuestro sueño siniestro no conseguirá realizarse [Interrupciones]. Es muy difícil aplicar a una población de 40 millones de habitantes los sistemas de gobierno de Zankov. En Bulgaria hay pocos millones de habitantes, y a pesar de ello y de la ayuda extranjera el Gobierno no consigue dominar a la coalición del Partido Comunista con las fuerzas campesinas revolucionarias. Y en Italia hay 40 millones de habitantes.

Mussolini: ¡El Partido Comunista tiene menos inscritos que el Partido Fascista italiano!

Gramsci: Pero representa a la clase obrera.

Mussolini: ¡No la representa!

Farinacci: La traiciona, no la representa.

Gramsci: Vosotros no contáis con más consenso que el obtenido a palos.

Farinacci: ¡Está hablando de Miglioli! [73].

Gramsci: Exactamente. El caso Miglioli tiene gran importancia precisamente en el sentido que he indicado antes: que las masas campesinas, incluso las católicas, se orientan hacia la lucha revolucionaria. Ni siquiera los periódicos fascistas habrían protestado contra Miglioli si el fenómeno Miglioli no tuviera esa gran importancia, no indicara una nueva orientación de las fuerzas revolucionarias a causa de vuestra presión sobre las clases trabajadoras. En conclusión: la masonería es la pequeña bandera negra que sirve para que pase la mercancía reaccionaria antiproletaria. No es la masonería lo que os importa. La masonería se convertirá en un ala del fascismo. La ley os sirve para los obreros y los campesinos, los cuales lo comprenderán muy bien por el modo como se aplicará la ley. Decimos a esas masas que no conseguiréis sofocar las manifestaciones organizativas de su vida de clase, porque está contra vosotros todo el desarrollo de la sociedad italiana.

[Interrupciones.]

73 Dirigente campesino, de la izquierda del Partito Popolare italiano; atraído por la política campesina del P.C.d’I. bajo la inspiración de Gramsci llegó a estar en contacto con la I.C. Es uno de los ejemplos más significativos para interpretar la política de Gramsci con los católicos de izquierda.

Presidente: Repito que no interrumpan. Dejen hablar. Pero usted, diputado Gramsci, no ha hablado de la ley.

Rossoni: La ley no es contra las organizaciones.

Gramsci: Diputado Rossoni: Su Señoría misma es un párrafo de la ley contra las organizaciones. Los obreros y los ciudadanos deben saber que no conseguiréis impedir que el movimiento revolucionario se refuerce y se radicalice [Interrupciones, rumores]. Porque sólo él representa hoy la situación de nuestro país… [Interrupciones].

Presidente: Su Señoría ha repetido ya este concepto tres o cuatro veces. Tenga la bondad. No somos jurados a los que haya que repetir muchas veces las mismas cosas.

Gramsci: Pues hay que repetirlo; tenéis que oírlo hasta la náusea [Interrupciones, rumores] … [74] vencerá al fascismo [Comentarios].

74 En el lugar de los puntos suspensivos Gramsci hizo intercalar (en el texto publicado por L’Unitá) la frase «el movimiento revolucionario».

Publicado en: http://www.gramsci.org.ar

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