La nueva negación del imperialismo en la izquierda
John Bellamy Foster
Es un signo de la profundidad de la crisis estructural del capital en nuestro tiempo que desde el inicio de la Primera Guerra Mundial y la disolución de la Segunda Internacional –durante la cual casi todos los partidos socialdemócratas europeos se unieron a la guerra interimperialista en el bando de sus respectivos Estados-nación– la división sobre el imperialismo en la izquierda no haya adquirido dimensiones tan serias.1 Aunque los sectores más eurocéntricos del marxismo occidental han tratado durante mucho tiempo de atenuar la teoría del imperialismo de diversas maneras, la obra clásica de V. I. Lenin El imperialismo: La fase superior del capitalismo (escrita en enero-junio de 1916) ha conservado, no obstante, su posición central dentro de todos los debates sobre el imperialismo durante más de un siglo, debido no sólo a su precisión a la hora de explicar la Primera y la Segunda Guerras Mundiales, sino también a su utilidad para explicar el orden imperial posterior a la Segunda Guerra Mundial.2 Sin embargo, lejos de mantenerse por sí solo, el análisis general de Lenin ha sido complementado y actualizado en diversas ocasiones por la teoría de la dependencia, la teoría del intercambio desigual, la teoría de los sistemas mundiales y el análisis de la cadena de valor global, teniendo en cuenta los nuevos desarrollos históricos. A través de todo esto, ha habido una unidad básica en la teoría marxista del imperialismo, que ha informado las luchas revolucionarias globales.
Sin embargo, hoy en día esta teoría marxista del imperialismo suele ser rechazada en gran parte, si no en su totalidad, por los autoproclamados socialistas de Occidente con un sesgo eurocéntrico. De ahí que la brecha entre los puntos de vista sobre el imperialismo mantenidos por la izquierda occidental y los de los movimientos revolucionarios del Sur Global sea mayor que en cualquier otro momento del siglo pasado. Los fundamentos históricos de esta división residen en el declive de la hegemonía estadounidense y en el debilitamiento relativo de todo el orden imperialista mundial centrado en la tríada de Estados Unidos, Europa y Japón, frente al ascenso económico de las antiguas colonias y semicolonias del Sur Global. El declive de la hegemonía estadounidense se ha unido al intento de Estados Unidos/OTAN desde la desaparición de la Unión Soviética en 1991 de crear un orden mundial unipolar dominado por Washington. En este contexto de polarización extrema, muchos en la izquierda niegan ahora la explotación económica de la periferia por parte de los países imperialistas centrales. Además, esto ha ido acompañado más recientemente de fuertes ataques a la izquierda antiimperialista.
Así, ahora nos enfrentamos comúnmente a proposiciones tan contradictorias, que emanan de la izquierda occidental, como: (1) una nación no puede explotar a otra; (2) no existe el capitalismo monopolista como base económica del imperialismo; (3) la rivalidad imperialista y la explotación entre naciones ha sido desplazada por las luchas de clases globales dentro de un capitalismo transnacional plenamente globalizado; (4) todas las grandes potencias actuales son naciones capitalistas enzarzadas en una lucha interimperialista; (5) las naciones imperialistas pueden juzgarse principalmente en función de un espectro democrático-autoritario, por lo que no todos los imperialismos son iguales; (6) el imperialismo es simplemente una política de agresión de un Estado contra otro; (7) el imperialismo humanitario destinado a proteger los derechos humanos está justificado; (8) las clases dominantes en el Sur Global ya no son antiimperialistas y tienen una orientación transnacionalista o subimperialista; (9) la «izquierda antiimperialista» es «maniquea» en su apoyo al Sur Global moralmente «bueno» frente al Norte Global moralmente «malo»; (10) el imperialismo económico se ha «invertido» ahora con el Este/Sur Global explotando al Oeste/Norte Global; (11) China y Estados Unidos encabezan bloques imperialistas rivales; y (12) Lenin fue principalmente un teórico del interimperialismo, no del imperialismo del centro y la periferia. 3
Para comprender las complejas cuestiones teóricas e históricas que aquí se plantean, es importante remontarse al análisis de Lenin sobre el imperialismo, concibiéndolo no simplemente en términos de Imperialismo: La fase superior del capitalismo, sino en relación con todo su conjunto de escritos sobre el imperialismo de 1916-1920. Entonces será posible percibir cómo se desarrolló la teoría del sistema imperialista mundial a lo largo del siglo pasado sobre la base del análisis de Lenin y de la primitiva Internacional Comunista (Comintern), seguida de nuevos refinamientos teóricos después de la Segunda Guerra Mundial en la obra de los principales teóricos de la dependencia, el intercambio desigual, el sistema-mundo capitalista y las cadenas globales de valor. Esta historia sentará las bases para criticar la actual negación del imperialismo en gran parte de la izquierda.
La teoría general del imperialismo de Lenin
Es una indicación del enorme poder del análisis de Lenin en El imperialismo: La fase superior del capitalismo que aquellos pensadores de izquierda que sostienen que el imperialismo ha sido superado se remitan, no obstante, a la obra clásica de Lenin. De ahí que la izquierda eurocéntrica argumente hoy comúnmente que Lenin no se centró en cuestiones de desigualdad entre países colonizadores y colonizados o entre centro y periferia. Más bien, se nos dice que consideraba que su obra se ocupaba principalmente del conflicto horizontal entre las grandes potencias capitalistas.4 Así, William I. Robinson, distinguido profesor de sociología de la Universidad de California, Santa Bárbara, y miembro de la junta ejecutiva de la Asociación de Estudios Globales de Norteamérica (GSA), llega a insistir en que la teoría del imperialismo de Lenin no tenía nada que ver con la explotación de una nación por otra.
La idea predominante entre los izquierdistas es que Lenin avanzó una teoría del imperialismo basada en el Estado-nación o en el territorio. Esto es fundamentalmente erróneo. Él avanzó una teoría basada en las clases. Una nación no puede explotar a otra nación: eso no es más que una cosificación absurda. El imperialismo siempre ha sido una violenta relación de clase, no entre países sino entre el capital global y el trabajo global…. La mayoría de la izquierda ve al explotador como una «nación imperialista». Se trata de una cosificación en la medida en que las naciones no son ni han sido nunca macroagentes. Una nación no puede explotar ni ser explotada.5
Sin embargo, lejos de que la explotación de una nación por otra se oponga fundamentalmente al marxismo, Karl Marx no mostró más que desprecio por aquellos que, según él, no podían ver «cómo una nación puede enriquecerse a expensas de otra».6 Del mismo modo, Lenin sostuvo explícitamente en El imperialismo: La fase superior del capitalismo que la tendencia dominante del imperialismo era «la explotación de un número creciente de naciones pequeñas o débiles por un grupo extremadamente pequeño de las naciones más ricas y poderosas». Más tarde, afirmó que «la explotación de las naciones oprimidas… y especialmente la explotación de las colonias por un puñado de Grandes Potencias» era la raíz económica del imperialismo. Lenin dejó absolutamente claro que referirse a la explotación en este contexto significaba que una nación imperialista en el centro del sistema mundial capitalista «obtiene beneficios excedentes de» una nación oprimida en el mundo colonial/semicolonial/dependiente.7
Aún así, según Vivek Chibber, profesor de sociología en la Universidad de Nueva York y editor de Catalyst, toda la concepción de Lenin del imperialismo económico como capitalismo monopolista era «errónea», al igual que las nociones de Lenin de que el imperialismo era económico (y no simplemente político) y de que existía un estrato superior de la clase obrera (la aristocracia obrera) en los países capitalistas ricos que se beneficiaba del imperialismo. En todos estos aspectos, ha sugerido Chibber, el análisis de Lenin estaba equivocado, mientras que la importancia de su teoría se limitaba principalmente al ámbito de la competencia intercapitalista.8
Estos graves conceptos erróneos con respecto a la teoría de Lenin y su relevancia contemporánea se deben en parte a una tendencia de los académicos radicales de Occidente a estudiar su Imperialismo: la fase superior del capitalismo haciendo abstracción de sus otros escritos importantes sobre el imperialismo. Estos incluyen seis piezas clave, escritas entre 1916-1920: «La revolución socialista y el derecho de las naciones a la autodeterminación (Tesis)» (escrita en enero-febrero de 1916); «El imperialismo y la escisión del socialismo» (escrita en octubre de 1916); «Discurso ante el II Congreso Panruso de Organizaciones Comunistas de los Pueblos del Este» (noviembre de 1919); «Anteproyecto de tesis sobre las cuestiones nacionales y coloniales» (para el II Congreso de la Internacional Comunista [junio de 1920]); «Prefacio a las ediciones francesa y alemana» de su libro sobre el imperialismo (6 de julio de 1920); y «El informe de la Comisión sobre las cuestiones nacionales y coloniales» (26 de julio de 1920). 9 Estos escritos adicionales, en su mayoría posteriores, de Lenin sobre las cuestiones nacionales y coloniales complementan Imperialismo: la fase superior del capitalismo, centrados directamente en la cuestión de la explotación de los países subdesarrollados por las principales potencias imperialistas, principalmente Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Alemania, Italia y Japón (que hoy, con la adición de Canadá, conforman el Grupo de los Siete, o G7).10
«Si fuera necesario dar una definición lo más breve posible del imperialismo», escribió Lenin en El imperialismo: la fase superior del capitalismo, «tendríamos que decir que el imperialismo es la fase monopolista del capitalismo». El auge de la acumulación monopolista había suplantado a la era de la libre competencia, creando una esfera de enormes beneficios excedentarios en relativamente pocas corporaciones, que llegaron a dominar la economía.11 En las cinco características del imperialismo que Lenin enumeró justo después, destacaba la concentración y centralización del capital a escala nacional y mundial como la principal característica del imperialismo. La segunda característica era la fusión del capital industrial y bancario para formar el capital financiero y una oligarquía financiera. La tercera fue la exportación de capital a diferencia de la exportación de mercancías, es decir, el desplazamiento del capital a un campo de operaciones mundial. El cuarto, que resumía los tres anteriores, fue la dominación del mundo por un número relativamente pequeño de monopolios capitalistas internacionales. La quinta era la culminación de «la división territorial del mundo entre las grandes potencias capitalistas».12
El análisis de Lenin se oponía fuertemente al de Karl Kautsky, el principal teórico del Partido Socialdemócrata Alemán, que había sostenido que el imperialismo se convertiría en un «ultraimperialismo», en el que los principales países capitalistas se unificarían a través de una «federación de los más fuertes», una tesis que sería refutada por la Primera y la Segunda Guerras Mundiales. Aunque después de la Segunda Guerra Mundial los principales Estados capitalistas sí constituyeron un frente imperialista más colectivo, fue el resultado de la hegemonía mundial de Estados Unidos, que redujo a los demás Estados capitalistas líderes a la condición de socios menores. En general, se ha demostrado que la visión de Kautsky del imperialismo como política es inconmensurablemente más débil que la visión de Lenin como sistema.13
Como ha señalado la Unidad de Investigación sobre Economía Política (RUPE, India), «el enfoque de El imperialismo : la fase superior del capitalismo de Lenin se centró en desvelar el carácter de la [Primera] guerra mundial y sus raíces en el propio capitalismo; por lo tanto, no exploró en esa obra en particular el impacto del imperialismo en las colonias y semicolonias.»14 Para llegar a esa parte de su análisis, es necesario examinar otros escritos de Lenin sobre el imperialismo, en su mayoría posteriores, en una época en la que se enfrentó directamente a la lucha antiimperialista en las naciones de la periferia, particularmente en Asia, en el contexto de la formación de la Comintern. Tras la Revolución de Octubre, la Rusia soviética se enfrentó inmediatamente a las intervenciones militares de las potencias imperiales del lado de las fuerzas blancas en la Guerra Civil Rusa. Winston Churchill, observó Lenin, proclamó alegremente que Rusia estaba siendo invadida en «una campaña de catorce naciones», principalmente las grandes potencias imperiales de Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Italia y Japón, que estaban unidas en su oposición a la Revolución de Octubre.15 Al mismo tiempo, la Revolución Rusa inspiró grandes insurgencias en Asia, como en el movimiento del Cuatro de Mayo de China (1919), la agitación contra la Ley Rowlatt en la India (1919) y la Gran Revolución Iraquí (1920).16
Lenin, por supuesto, era un pensador político demasiado hábil como para no reconocer las implicaciones de estos nuevos movimientos revolucionarios. Por lo tanto, se centró aún más en la explotación de las economías subdesarrolladas, que siempre había sido la contradicción histórica primordial subyacente a su análisis del imperialismo en su conjunto. La explotación de las colonias, semicolonias y dependencias por parte de las potencias imperiales ya era visible en los escritos de Lenin en 1916. En «La revolución socialista y el derecho de las naciones a la autodeterminación», argumentaba que era posible un cierto grado de autodeterminación para algunas naciones colonizadas/dependientes bajo el capitalismo, pero sólo si las revoluciones lo propiciaban. Tales revoluciones en las periferias del sistema exigían en última instancia revoluciones en las metrópolis. «Ninguna nación», escribió, refiriéndose a una afirmación anterior de Marx, «puede ser libre si oprime a otras naciones».17
En «El imperialismo y la escisión del socialismo», Lenin afirmó
Un puñado de países ricos –sólo hay cuatro, si nos referimos a una riqueza independiente, realmente gigantesca y «moderna»: Inglaterra, Francia, Estados Unidos y Alemania– han desarrollado el monopolio hasta proporciones inmensas, obtienen superganancias que ascienden a cientos, si no miles, de millones, «cabalgan sobre las espaldas» de cientos y cientos de millones de personas de otros países y luchan entre sí por el reparto del botín particularmente rico, particularmente gordo y particularmente fácil. Esto [la explotación y el botín que proporciona], de hecho, es la esencia económica y política del imperialismo.18
Lenin no sólo argumentaba que el capital monopolista explotaba las colonias, semicolonias y dependencias, obteniendo por estos medios superganancias, sino que esto, como había insinuado Federico Engels, le permitía «sobornar» a un estrecho sector de la clase obrera (el estrato superior del trabajo), una proposición conocida como la tesis de la aristocracia obrera.19 Reiteraría esto enfáticamente en su prefacio de 1920 a El imperialismo: la fase superior del capitalismo.20 Era esto, argumentaba, lo que explicaba la naturaleza más conservadora del movimiento obrero británico, así como el de todos los países imperialistas centrales. La respuesta aquí, «si queremos seguir siendo socialistas», escribió, es «descender más bajo y más profundo», por debajo del estrecho estrato superior de la clase obrera, «hasta las verdaderas masas; éste es todo el significado y todo el propósito de la lucha contra [el] oportunismo» de la aristocracia obrera y la socialdemocracia.21
En su «Discurso ante el II Congreso Panruso de las Organizaciones Comunistas de los Pueblos de Oriente», Lenin subrayó cómo una «insignificante parte de la población mundial» se había otorgado «el derecho de explotar a la mayoría de la población del globo». En estas circunstancias, la lucha contra el imperialismo llegó a tener prioridad sobre la lucha de clases, aunque seguían estando intrínsecamente ligadas. «La revolución socialista no será únicamente, ni principalmente, una lucha de los proletarios revolucionarios de cada país contra su burguesía; no, será una lucha de todas las colonias y países oprimidos por el imperialismo, de todos los países dependientes, contra el imperialismo internacional….». La guerra civil de los trabajadores contra los imperialistas y explotadores en todos los países avanzados comienza a combinarse con guerras nacionales contra el imperialismo internacional «22.
Lenin avanzó más en esta posición en el «Anteproyecto de tesis sobre las cuestiones nacionales y coloniales». Trazó una aguda distinción entre las «naciones oprimidas, dependientes y sometidas» y «las naciones opresoras, explotadoras y soberanas». Aquí dejó claro que «el internacionalismo proletario exige… que los intereses de la lucha proletaria en cualquier país se subordinen a la lucha a escala mundial». El capitalismo, argumentaba, a menudo intentaba disfrazar el nivel de explotación internacional mediante la creación de estados que eran nominalmente soberanos, pero que en realidad dependían de los países imperiales «económica, financiera y militarmente».23
El «Informe de la Comisión sobre las Cuestiones Nacionales y Coloniales» de Lenin reiteró estos puntos y concluyó que en las actuales condiciones de subdesarrollo de las naciones oprimidas, «cualquier movimiento nacional, sólo puede ser un movimiento democrático-burgués». Estas luchas «nacional-revolucionarias», a pesar de su carácter predominantemente de clase, debían ser apoyadas, pero sólo mientras se tratara de luchas «genuinamente revolucionarias». Rechazó enérgicamente la opinión de que tales revoluciones «debían pasar inevitablemente por la etapa capitalista», argumentando más bien que podían, dada su composición antiimperialista y de clase compleja, y con el ejemplo de la Unión Soviética ante ellas, desarrollarse concebiblemente en movimientos genuinos hacia el socialismo que lograrían muchas de las tareas de desarrollo asociadas con el capitalismo en términos no capitalistas.24
Al «Anteproyecto de Tesis sobre la Cuestión Nacional y Colonial» de Lenin, cuando fue presentado al II Congreso de la Comintern, le siguieron, con el apoyo de Lenin, unas «Tesis Suplementarias sobre la Cuestión Nacional y Colonial», escritas por el marxista indio M. N. Roy, que fueron adoptadas junto con el «Anteproyecto de Tesis» de Lenin. La clave de estas «Tesis Suplementarias» era la declaración explícita de que el imperialismo había distorsionado el desarrollo económico en las colonias, semicolonias y dependencias. Colonias como la India habían sido desindustrializadas, bloqueando su progreso. Las potencias imperiales habían extraído superbeneficios de los «países atrasados» económicamente y de las colonias:
La dominación extranjera obstruye constantemente el libre desarrollo de la vida social; por lo tanto, el primer paso de la revolución debe ser la eliminación de esta dominación extranjera. La lucha por derrocar la dominación extranjera en las colonias no significa, por tanto, suscribir los objetivos nacionales de la burguesía nacional, sino mucho más bien allanar el camino hacia la liberación del proletariado de las colonias….. La fuerza real, la base del movimiento de liberación, no se dejará forzar en el estrecho marco del nacionalismo democrático-burgués en las colonias. En la mayor parte de las colonias ya existen partidos revolucionarios organizados que trabajan en estrecho contacto con las masas trabajadoras.25
Dos años más tarde, en las «Tesis sobre la cuestión oriental» del IV Congreso de la Comintern de 1922, se introdujeron algunas de las nociones centrales asociadas a la teoría de la dependencia:
Es este debilitamiento [posterior a la Primera Guerra Mundial] de la presión imperialista en las colonias, junto con la rivalidad cada vez mayor entre las diferentes agrupaciones imperialistas, lo que ha facilitado el desarrollo del capitalismo autóctono en los países coloniales y semicoloniales, que se ha expandido y continúa expandiéndose más allá de los estrechos y restrictivos límites del dominio imperialista de las grandes potencias. Anteriormente, el capitalismo de las grandes potencias pretendía aislar a los países atrasados del comercio económico mundial, para de esta forma asegurar su estatus de monopolio y obtener superbeneficios de la explotación comercial, industrial y fiscal de estos países. El ascenso de las fuerzas productivas autóctonas en las colonias está en contradicción irreconciliable con los intereses del imperialismo mundial, cuya esencia misma es aprovechar la variación del nivel de desarrollo de las fuerzas productivas en los distintos ámbitos de la economía mundial para lograr superbeneficios monopolísticos.26
Las «Tesis sobre el movimiento revolucionario en las colonias y semicolonias» del VI Congreso de la Comintern, en 1928, representaron un punto culminante en la teoría del imperialismo en el periodo de entreguerras. Allí se afirmaba que «Toda la política económica del imperialismo en relación con las colonias está determinada por su empeño en preservar y aumentar su dependencia, profundizar su explotación y, en la medida de lo posible, impedir su desarrollo independiente….. La mayor parte de la plusvalía arrancada a… la fuerza de trabajo barata» en las colonias y semicolonias se exporta al extranjero, lo que provoca una «sangría de la riqueza nacional de los países coloniales »27.
El problema teórico y práctico más difícil era la base de clase de la revolución antiimperialista en los países subdesarrollados. Lenin había subrayado que la revuelta contra el imperialismo tendría que llevar a cabo los objetivos de desarrollo asociados habitualmente a la burguesía nacional, pero que la naturaleza de la lucha «revolucionaria nacional» no estaría determinada necesariamente por la burguesía nacional. Mao Zedong haría una importante contribución a la lucha antiimperialista y a la revolución socialista en su «Análisis de las clases en la sociedad china» de 1926. Aquí Mao argumentaba que la gran burguesía monopolista-capitalista, junto con la clase terrateniente, constituían una formación de clase compradora que servía de apéndice del capital internacional. La pequeña burguesía nacional, por su parte, era demasiado débil y buscaba sobre todo convertirse en gran burguesía. Así pues, las fuerzas revolucionarias dependían de la pequeña burguesía, del semiproletariado, del proletariado y, en última instancia, de los campesinos 28.
Todos estos y la mayoría de los desarrollos posteriores de la teoría del imperialismo tenían sus raíces en Lenin. Como escribió Prabhat Patnaik
La importancia del Imperialismo de Lenin radica en que revolucionó totalmente la percepción de la revolución. Marx y Engels ya habían visualizado la posibilidad de que los países coloniales y dependientes tuvieran revoluciones propias incluso antes de la revolución proletaria en la metrópoli, pero estos dos conjuntos de revoluciones se consideraban disjuntos; y tanto la trayectoria de la revolución en la periferia como su relación con la revolución socialista en la metrópoli seguían sin estar claras. El Imperialismo de Lenin no sólo vinculó los dos conjuntos de revoluciones, sino que también hizo de la revolución en los países periféricos una parte del proceso de avance de la humanidad hacia el socialismo. Por lo tanto, consideraba el proceso revolucionario como un todo integrado.29
La dependencia, el intercambio desigual, el sistema imperialista mundial y las cadenas de valor mundiales
Tras la Segunda Guerra Mundial, el sistema imperialista mundial había evolucionado históricamente más allá de las condiciones geopolíticas de la época de Lenin. Estados Unidos era ahora la potencia hegemónica incuestionable del sistema mundial capitalista e inmediatamente lanzó una Guerra Fría dedicada a «contener» a la Unión Soviética mientras reprimía la revolución en todo el mundo. No obstante, una oleada revolucionaria descolonizadora, en gran parte inspirada por el marxismo, barrió Asia y África tras el triunfo de la Revolución China en mayo de 1949.
A diferencia de Asia y África, América del Sur y Central incluían relativamente pocas colonias oficiales, debido a sus revueltas anticoloniales del siglo XIX contra España y Portugal, que condujeron a la formación de Estados soberanos. Sin embargo, los Estados latinoamericanos llevaban mucho tiempo reducidos a dependencias económicas o neocolonias, primero de Gran Bretaña y luego de Estados Unidos. De ahí que el principal problema de la región fuera superar la dependencia económica, política y cultural impuesta por el imperialismo estadounidense. Puede decirse que la teoría marxista latinoamericana, en particular con respecto al imperialismo, tiene sus raíces en la obra del marxista peruano José Carlos Mariátegui, que escribió en 1929: «Somos antiimperialistas porque somos marxistas, porque somos revolucionarios, porque oponemos al capitalismo el socialismo… y porque en nuestra lucha contra el imperialismo extranjero cumplimos con nuestro deber de solidaridad con las masas revolucionarias de Europa. «30 En la época en que Mariátegui escribía, la lucha de Augusto César Sandino contra la intervención estadounidense en Nicaragua estaba despertando la conciencia antiimperialista en toda América Latina. Más tarde, la victoria de la Revolución Cubana en 1959, inspirada en el antiimperialismo de José Martí y que evolucionó hacia una lucha por el socialismo, puso de nuevo en primer plano la revolución contra el imperialismo en América Latina, que se unió a Asia y África en este sentido.31
Debido a la oleada revolucionaria en los tres continentes del Tercer Mundo en las primeras décadas del período posterior a la Segunda Guerra Mundial, el análisis original de Lenin sobre el imperialismo se profundizó y amplió, convirtiéndose en una rica tradición global que refleja muchas condiciones históricas y lenguas vernáculas diferentes, pero siempre apuntando a la necesidad de la lucha revolucionaria.
Una figura importante en el desarrollo tanto de la teoría del imperialismo como de la teoría de la dependencia después de la Segunda Guerra Mundial fue Paul A. Baran, autor de La economía política del crecimiento (1957).32 Baran nació en Nikolaev, Ucrania, en el Imperio ruso zarista en 1910. Estudió economía en el Instituto Plejánov de Economía de la Unión Soviética y en la Universidad de Berlín, trabajando también como asistente económico de Friedrich Pollock en el Instituto de Investigación Social de Fráncfort. Más tarde emigró a Estados Unidos y estudió economía en la Universidad de Harvard durante la revolución keynesiana. Durante la Segunda Guerra Mundial y en el período inmediatamente posterior, trabajó con el Estudio de Bombardeo Estratégico en Alemania y Japón. Tras la guerra, trabajó para la Junta de la Reserva Federal y luego obtuvo un puesto fijo como profesor de economía en la Universidad de Stanford. Antes de la publicación de La economía política del crecimiento, Baran presentó una serie de conferencias en la Universidad de Oxford, donde se preparó gran parte del libro, y fue empleado del Instituto de Estadística de la India en Calcuta.33 Fue un firme partidario de la Revolución Cubana y ejerció una importante influencia sobre el Che Guevara. En 1966, Baran y Paul M. Sweezy escribieron El capital monopolista: un ensayo sobre el orden social y económico estadounidense.34
Reflejo de este amplísimo bagaje, Baran plasmó en su obra no sólo las teorías del imperialismo de Lenin, la Comintern y Mao, sino también las experiencias de la planificación económica soviética e india. Al mismo tiempo, integró todo ello con las nuevas condiciones del periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial. Estaba bien situado, por tanto, para emerger como pensador fundacional de la teoría marxiana de la dependencia. Sostuvo que el imperialismo había «distorsionado inconmensurablemente» y bloqueado el desarrollo en todo el mundo subdesarrollado.35 En 1830, los países de lo que se llamaría el «tercer mundo» representaban el 60,9% del potencial industrial mundial. En 1953, esta cifra se había reducido al 6,5%.36 Introduciendo su concepto de excedente económico (en su forma más simple, «la diferencia entre la producción actual real de la sociedad y su consumo actual real»), Baran explicó que el problema de fondo que impedía el desarrollo de los países subdesarrollados era el desvío del excedente por parte de las principales potencias imperialistas, que luego invertían el excedente apropiado en sus propias economías o bien en la periferia de forma que aumentara su explotación a largo plazo de los países subdesarrollados.37 Al igual que Engels y Lenin, Baran argumentaba que una capa superior de trabajadores de los países del centro imperial se beneficiaba indirectamente del imperialismo y formaba así una ««aristocracia obrera» que «recogía las migajas de la mesa monopolista», en desacuerdo con el grueso de la clase obrera.38
Un componente importante de la teoría de la dependencia de Baran fue la comparación de Japón con India. Japón representaba un caso singular de desarrollo económico fuera de Europa o de las colonias de colonos blancos europeos. Las potencias imperialistas habían concentrado sus esfuerzos en Asia Oriental en el siglo XIX principalmente en subyugar a China, por lo que no habían colonizado Japón. Con la Restauración Meiji en 1868, que tuvo lugar en respuesta a las crecientes amenazas militares y a la incipiente imposición de tratados desiguales por parte de Occidente, Japón pudo crear la base social interna para una rápida industrialización, facilitada por la apropiación de los conocimientos tecnológicos occidentales. En 1905, la entrada de Japón en el estatus de gran potencia quedó señalada por su victoria en la guerra ruso-japonesa. Por el contrario, India, que había sido colonizada por los británicos en el siglo XVIII, vio cómo éstos destruían su industria y la colocaban en un estado permanente de subdesarrollo o de desarrollo dependiente.39
Siguiendo a Mao, Baran insistió en que una clase compradora o gran burguesía (aliada de los grandes terratenientes) en los países subdesarrollados estaba vinculada directamente al capital internacional y desempeñaba un papel parasitario en relación con sus propias sociedades.40 «La principal tarea del imperialismo en nuestro tiempo», escribió, era «impedir o, si eso es imposible, frenar y controlar el desarrollo económico de los países subdesarrollados.» Explicó que, «aunque ha habido grandes diferencias entre los países subdesarrollados», a este respecto, «el mundo subdesarrollado en su conjunto ha enviado continuamente una gran parte de su excedente económico a los países más avanzados a cuenta de intereses y dividendos. Sin embargo, lo peor de todo es que resulta muy difícil decir qué ha sido el mayor mal en lo que respecta al desarrollo económico de los países subdesarrollados: la eliminación de su excedente económico por parte del capital extranjero o su reinversión por parte de empresas extranjeras».41 En casi todos los aspectos, la economía dependiente era un mero «apéndice del ‘mercado interior’ del capitalismo occidental».42 El único recurso, por tanto, era la revolución contra el imperialismo y el establecimiento de una economía planificada socialista. Aquí Baran señaló el ejemplo de China, que, al salir «de la órbita del capitalismo mundial», se había convertido en una fuente de «estímulo e inspiración para todos los demás países coloniales y dependientes».43
La Economía Política del Crecimiento se publicó sólo dos años después de la Conferencia de Bandung de 1955, que lanzó el Movimiento de los No Alineados de Estados del Tercer Mundo, y resultó enormemente influyente.44 Aunque los países latinoamericanos no formaron parte de la Conferencia de Bandung, la nueva perspectiva del Tercer Mundo ayudó a engendrar una explosión de trabajo en el marxismo y el análisis radical de la dependencia en América Latina, que se inspiró mucho más concretamente en la Revolución Cubana. Baran visitó Cuba en 1960, junto con Leo Huberman y Sweezy, y conoció al Che, que era entonces presidente del Banco Nacional. El Che se asoció estrechamente con el análisis general de Baran sobre el subdesarrollo. Como declararía el Che en 1965, «Desde que el capital monopolista se apoderó del mundo, ha mantenido a la mayor parte de la humanidad en la pobreza, repartiendo todos los beneficios entre el grupo de los países más poderosos». 45 Algunos de los principales contribuyentes al análisis de la dependencia en América Latina y el Caribe fueron Vânia Bambirra, Theotônio Dos Santos, Rodolfo Stavenhagen, Fernando Henrique Cardoso, Pablo González Casanova, Ruy Mauro Marini, Walter Rodney (cuyo trabajo más conocido se centró en el subdesarrollo de África), Clive Thomas y Eduardo Galeano.46 El economista germano-estadounidense André Gunder Frank también tuvo un profundo impacto a partir de la publicación en 1967 de su obra Capitalismo y subdesarrollo en América Latina, que ponía de relieve «el desarrollo del subdesarrollo».47
En África, Samir Amin, un joven economista marxista egipcio-francés, introdujo una crítica a gran escala del análisis del desarrollo dominante en su tesis doctoral de 1957 (terminada a los 26 años, el mismo año en que se publicó el libro de Baran), que posteriormente se publicó con el título Accumulation on a World Scale. Posteriormente contribuyó masivamente a la teoría de la dependencia, el intercambio desigual y los sistemas mundiales. Gran parte del análisis de Amin se centró en la distinción entre, por un lado, las economías «autocéntricas» del centro del sistema capitalista mundial, orientadas a sus propias lógicas internas y a la reproducción ampliada, y, por otro, las economías «desarticuladas» de la periferia, donde la producción se estructuraba en función de las necesidades de las economías imperiales. La naturaleza desarticulada de las economías periféricas bajo el imperialismo dejaba como única alternativa real una «desvinculación» revolucionaria de la lógica del orden imperialista mundial. Para Amin, sin embargo, la desvinculación no consistía en una separación absoluta de la economía mundial o en una «retirada autárquica». Más bien, significaba desvincularse del sistema mundial de valor-trabajo organizado en torno a un centro dominante y una periferia dominada, y la transición a un mundo más «policéntrico».48
Una contribución clave a la teoría del imperialismo fue la obra del economista marxista francés Arghiri Emmanuel, Intercambio desigual: ensayo sobre los antagonismos en las relaciones económicas internacionales (1969).49 Argumentando que en la era del neocolonialismo la relación entre los países centrales y los de la periferia era de desigualdad en el intercambio, de forma que un país obtenía más valor-trabajo que otro, debido a la movilidad global del capital unida a la inmovilidad global de la mano de obra, el trabajo de Emmanuel desencadenó un largo debate. Éste fue zanjado esencialmente por Amin con su propuesta de que existía un intercambio desigual cuando la diferencia de salarios entre el Norte Global y el Sur Global era mayor que la diferencia de sus productividades. Continuó argumentando que la ley del valor operaba ahora a nivel mundial bajo el capital monopolista-financiero globalizado.50
La realidad de la clase dominante en el mundo subdesarrollado, según Amin, era de «compradorización y transnacionalización», lo que requería nuevas estrategias revolucionarias antiimperialistas, puesto que ya no existía una burguesía nacional como tal. Una estrategia revolucionaria de desvinculación en estas circunstancias dependería de la «construcción de un bloque social anticomprador» con el objetivo de hacer posible un proyecto soberano, divorciado del control del sistema-mundo imperialista. Con respecto al imperialismo y la clase en los Estados capitalistas avanzados, Amin sugirió que la teoría de la aristocracia obrera de Lenin no iba lo suficientemente lejos como para abordar cómo toda la «desigual división internacional del trabajo» creaba amplias estructuras de apoyo al imperialismo en el seno de los Estados imperialistas centrales que no podían desaparecer sin más. Aquí lo que se necesitaba era la «construcción de un bloque antimonopolista».51
Gran parte de la teoría marxista de la dependencia, a partir de la década de 1970, se fusionó con la teoría del sistema-mundo (más tarde, sistemas-mundo), de la que fueron pioneros Oliver Cox, Immanuel Wallerstein, Frank, Amin y Giovanni Arrighi.52 La teoría del sistema-mundo superó algunas de las limitaciones de la teoría de la dependencia al concebir los Estados-nación como parte de un sistema-mundo capitalista. El sistema-mundo se convirtió así en la principal unidad de análisis, considerado como dividido en centros y periferias (aunque también se contemplaban las semiperiferias y las zonas exteriores). Sin embargo, en algunas versiones de la teoría del sistema-mundo, sobre todo en la obra de Arrighi, se produjo una divergencia con respecto a la teoría del imperialismo, reduciendo las relaciones político-económicas internacionales simplemente a hegemonías cambiantes, en línea con la corriente principal de la economía política internacional 53.
Ya en la década de 1960, los economistas políticos radicales se habían centrado en la crítica de las corporaciones multinacionales, consideradas como la forma global asumida por el capital monopolista y, por tanto, las principales correas de transmisión del imperialismo económico. Aquí, el análisis pionero emanó de Stephen Hymer, que escribió su tesis pionera en 1960 sobre The International Operations of National Firms: A Study of Direct Foreign Investment, proporcionando una teoría de las «corporaciones multinacionales», basada en la organización industrial y la teoría del monopolio, en el mismo año en que el término apareció por primera vez. Le siguieron el tratamiento del papel de las corporaciones multinacionales y el imperialismo en El capital monopolista de Baran y Sweezy y en «Notas sobre la corporación multinacional» de Harry Magdoff y Sweezy (1969). La trayectoria mundial de dichas corporaciones se convirtió en un elemento central de toda la teoría del imperialismo, como en « La era del imperialismo» de Magdoff: La economía de la política exterior estadounidense (1969).54
En las décadas de 1970 y 1980, gran parte de la investigación en evolución sobre el imperialismo pasó del ámbito de la economía política al de la cultura. En línea con la crítica anterior de Joseph Needham al «europocentrismo» en la década de 1960, Amin presentó en 1989 su muy influyente crítica del eurocentrismo, mientras que Edward Said produjo su Orientalismo (1978) y su Cultura e imperialismo (1993).55 Con el auge del ecosocialismo, la crítica del imperialismo se amplió también a la cuestión del imperialismo ecológico.56
En el siglo XXI, la mayor parte del análisis del imperialismo económico se ha centrado en el arbitraje laboral global y en las cadenas de valor mundiales. Nunca antes se había demostrado tan exhaustivamente en estudios empíricos la extracción de excedentes por parte del Norte Global del Sur Global. Esto se deriva del hecho de que la explotación internacional es ahora más sistemática que nunca: arraigada en las cadenas de valor del sistema global y plasmada en la exportación de productos manufacturados de la periferia a la semiperiferia y al centro.57 El resultado ha sido la creciente prominencia de las teorías de la «superexplotación» (es decir, niveles de explotación en el Sur Global que superan la media global y socavan las necesidades esenciales de subsistencia de los trabajadores del Sur), tal y como se desarrolla en la obra de pensadores como Marini, Amin, John Smith e Intan Suwandi.58
Hoy sabemos, gracias a las investigaciones de Jason Hickel y sus colegas, que entre 1995 y 2021 el Norte Global pudo extraer del Sur Global 826.000 millones de horas de trabajo neto apropiado. Esto representa una captura de valor de 18,4 billones de dólares en precios del Norte. Detrás de esto está el hecho de que los trabajadores del Sur Global reciben salarios entre un 87% y un 95% más bajos por un trabajo equivalente con los mismos niveles de cualificación. El mismo estudio concluía que la brecha salarial entre el Norte Global y el Sur Global iba en aumento, con los salarios del Norte creciendo once veces más que los del Sur entre 1995 y 2021.59 Esta investigación sobre el arbitraje laboral global contemporáneo se une al reciente trabajo histórico de Utsa Patnaik y Prabhat Patnaik que ahora ha documentado la astronómica fuga de riqueza durante el periodo del colonialismo británico en la India. El valor estimado de esta fuga durante el periodo 1765-1900, acumulado hasta 1947 (en precios de 1947) a un interés del 5%, fue de 1,925 billones de dólares; acumulado hasta 2020, asciende a 64,82 billones de dólares.60
Cabe destacar que la fuga contemporánea de excedentes económicos del Norte Global hacia el Sur Global, a través del intercambio desigual de mano de obra plasmado en las exportaciones de este último, se suma al flujo neto normal de capital de los países en desarrollo hacia los desarrollados registrado en las cuentas nacionales. Esto incluye la balanza comercial de mercancías (importaciones y exportaciones), los pagos netos a los inversores y bancos extranjeros, los pagos por fletes y seguros, y una amplia gama de otros pagos realizados al capital extranjero, como por ejemplo por derechos de autor y patentes. Según la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), las transferencias netas de recursos financieros de los países en desarrollo a los países desarrollados sólo en 2017 ascendieron a 496.000 millones de dólares. En la economía neoclásica, esto se conoce como la paradoja del flujo inverso de capital, o del capital que fluye cuesta arriba, que intenta explicar ineficazmente mediante diversos factores contingentes, en lugar de reconocer la realidad del imperialismo económico.61
Con respecto a la dimensión geopolítica del imperialismo, este siglo se ha centrado en el continuo declive de la hegemonía estadounidense. El análisis se ha concentrado en los intentos de Washington, desde 1991, respaldado por Londres, Berlín, París y Tokio, de invertir esta tendencia. El objetivo es establecer la tríada de Estados Unidos, Europa y Japón –con la preeminencia de Washington– como la potencia mundial unipolar mediante un «imperialismo más desnudo». Esta dinámica contrarrevolucionaria condujo finalmente a la actual Nueva Guerra Fría.62
Sin embargo, a pesar de todos los desarrollos de la teoría del imperialismo durante el último siglo, no es tanto la teoría del imperialismo como la intensificación real de la explotación del Norte Global sobre el Sur Global, unida a la resistencia de este último, lo que ha destacado. Como argumentó Sweezy en El capitalismo moderno y otros ensayos en 1972, el punto agudo de la resistencia proletaria se desplazó decisivamente en el siglo XX del Norte Global al Sur Global.63 Casi todas las revoluciones desde 1917 han tenido lugar en la periferia del sistema capitalista mundial y han sido revoluciones contra el imperialismo. La gran mayoría de estas revoluciones se han producido bajo los auspicios del marxismo. Todas han sido objeto de acciones contrarrevolucionarias por parte de las grandes potencias imperiales. Sólo Estados Unidos ha intervenido militarmente en el extranjero cientos de veces desde la Segunda Guerra Mundial, principalmente en el Sur Global, provocando la muerte de millones de personas.64 A finales del siglo XX y principios del XXI, las principales contradicciones del capitalismo han sido las del imperialismo y la clase.
La creciente negación del imperialismo en la izquierda
La negación total o parcial de la realidad del imperialismo tiene una larga historia en la izquierda eurocéntrica occidental que comienza con el «socialimperialismo» a ultranza de la Sociedad Fabiana en Gran Bretaña y se refleja en el chovinismo social de todos los principales partidos socialdemócratas europeos en la época de la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, con el resurgimiento de la izquierda occidental en el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial, sobre todo en los años 60 y 70, los socialistas occidentales adoptaron una postura fuertemente antiimperialista, apoyando las luchas de liberación nacional en todo el mundo. Esto empezó a desvanecerse con el debilitamiento del movimiento contra la guerra de Vietnam a principios de los 70.65
En 1973, Bill Warren introdujo en New Left Review la noción de que Marx, en «Los futuros resultados del dominio británico en la India» (1853), había visto el imperialismo como una fuerza progresista, una opinión que, según declaró Warren, fue posteriormente invertida erróneamente por Lenin.66 La interpretación que Warren hizo aquí de Marx estaba en desacuerdo con el tratamiento mucho más exhaustivo que le dieron teóricos de Estados Unidos, India y Japón a partir de la década de 1960, que demostraron que Marx, desde principios de la década de 1860, había reconocido la forma en que el colonialismo bloqueaba el desarrollo en las colonias.67 Sin embargo, la noción de que Marx, e incluso Lenin, habían adoptado el punto de vista del imperialismo [como el] pionero del capitalismo–título/subtítulo del libro de Warren publicado póstumamente en 1980– se convirtió en un postulado comúnmente aceptado en la izquierda.68
Subyacente a este análisis estaba el rechazo por parte de la izquierda eurocéntrica de la conclusión de que los países del núcleo capitalista explotaban a los de la periferia, a través de mayores tasas de explotación de los trabajadores de los países dependientes, y la consiguiente apropiación de gran parte de este enorme excedente por parte de los países imperialistas del centro del sistema. Durante mucho tiempo, los socialistas eurocéntricos han argumentado –en contra del análisis de figuras como Lenin, Baran y Amin– que una mayor tasa de productividad en el Norte Global anulaba el diferencial salarial entre el Norte y el Sur hasta el punto de que el nivel de explotación en el Norte era en realidad mayor que en el Sur 69. Sin embargo, esta tesis de una mayor tasa de explotación en el Norte ha quedado ahora definitivamente desmentida como resultado de la investigación empírica sobre los costes laborales unitarios y el valor captado por el centro a partir de la mano de obra de la periferia (y la semiperiferia) a través del intercambio desigual. Un estudio tras otro ha demostrado que incluso cuando se tienen en cuenta los niveles de productividad/calificación, que ahora son comparables en la fabricación para la exportación en el Sur Global y en el Norte Global (ya que se utiliza la misma tecnología, introducida por las corporaciones multinacionales), la tasa de explotación es mucho mayor en el Sur Global, con sus costes laborales unitarios mucho más bajos. De hecho, la tendencia actual hacia la negación rotunda de la teoría del imperialismo puede atribuirse en parte a un intento, ante esta creciente evidencia, de evitar la realidad de la superexplotación de la periferia por parte del centro abandonando toda la cuestión del imperialismo.
En la raíz de las críticas al imperialismo económico que emanan de los círculos eurocéntricos occidentales ha estado el rechazo de la tesis de la aristocracia obrera de Engels y Lenin. Así, toda la noción de que una parte de la clase obrera del núcleo imperialista de la economía mundial se beneficia del imperialismo se situó generalmente fuera de los límites como políticamente objetable. Sin embargo, la existencia de una aristocracia obrera a cierto nivel es difícil de negar sobre una base realista. Una muestra de ello es que un estudio tras otro ha confirmado que la dirección sindical de la AFL-CIO en Estados Unidos se ha orientado históricamente hacia el sindicalismo empresarial y está estrechamente vinculada al complejo militar-industrial. Por tanto, ha sido cómplice del orden establecido. La dirección de la AFL-CIO ha colaborado con la CIA durante toda la época posterior a la Segunda Guerra Mundial para reprimir a los sindicatos progresistas en todo el Sur Global, respaldando a los regímenes más explotadores. No cabe duda de que en estos y otros aspectos, el estrato superior del trabajo (o sus representantes) se ha opuesto de forma oportunista a las necesidades tanto de la mayoría de los trabajadores de Estados Unidos como del movimiento proletario mundial en su conjunto. La dirección obrera en Europa asociada a los partidos socialdemócratas ha mostrado históricamente propensiones similares. La abrumadora blancura de la dirección de la mayoría de los sindicatos de los países occidentales y el racismo tan evidente en ellos ayudan aún más a explicar el apoyo reaccionario a las políticas imperialistas por parte de sus gobiernos.70
Ante tales contradicciones históricas, se introdujo un nuevo enfoque de la negación imperialista en la izquierda con la obra de Arrighi Geometría del imperialismo (1978), que, a pesar de su título, pretendía utilizar el concepto de hegemonía (parte de la teoría del imperialismo) para desplazar el concepto de imperialismo en su conjunto, reduciéndolo a sus aspectos geopolíticos y evitando la cuestión de la explotación económica internacional. Para Arrighi, las viejas teorías del imperialismo, empezando por Lenin, estaban «obsoletas». Lo que quedaba era un sistema-mundo formado por Estados-nación que pugnaban por la hegemonía. En El largo siglo XX (1994), Arrighi se abstuvo por completo de referirse al término «imperialismo» en relación con el mundo posterior a la Segunda Guerra Mundial; al tiempo que abandonaba el concepto de capital monopolista a través de la teoría neoclásica de los costes de transacción 71.
Pero fueron los efectos combinados de la caída del Muro de Berlín en 1989, la posterior oleada de globalización y el agresivo impulso de Washington hacia un orden unipolar los que llevaron a una negación mucho más abierta del imperialismo por parte de la izquierda. Irónicamente, en un momento en el que los liberales celebraban un nuevo imperialismo desnudo, gran parte de la izquierda global se deshizo de toda noción crítica de la teoría del imperialismo, ofreciendo incluso, en algunos casos, su apoyo a la ideología del nuevo imperio.72 En este caso, la hegemonía ideológica ejercida por el capital sobre la izquierda occidental quedó plenamente de manifiesto.73 En su «¿Qué ha sido del imperialismo?» de 1990, Prabhat Patnaik sugirió que el «silencio ensordecedor» sobre la economía política del imperialismo entre los marxistas europeos y estadounidenses en los años ochenta y hasta los noventa, que constituyó una brusca ruptura con los años sesenta y setenta, no era producto de un amplio debate teórico dentro del marxismo. Más bien, podría atribuirse al «propio fortalecimiento y consolidación del imperialismo».74
Un ejemplo del retroceso de la izquierda occidental en la teoría del imperialismo fue Imperio de Michael Hardt y Antonio Negri, publicado por Harvard University Press en 2000, y elogiado en todos los medios de comunicación dominantes en Estados Unidos, incluidos el New York Times, Time y Foreign Affairs. Adoptando una perspectiva explícita de mundo plano no muy distinta de la que más tarde promovió el columnista del New York Times Thomas L. Friedman en su obra de 2005, El mundo es plano, Hardt y Negri sostenían que el imperialismo jerárquico de antaño había sido desplazado ahora por el «espacio liso del mercado mundial capitalista». Ya «no era posible», sentenciaban, «demarcar grandes zonas geográficas como centro y periferia, Norte y Sur». De hecho, «el imperialismo», llegaron a afirmar, «crea en realidad una camisa de fuerza para el capital» al interferir con las propensiones del capitalismo a un mundo plano. Hardt y Negri iban a dar a su noción de un orden global-constitucional basado en reglas, modelado en los Estados Unidos, que era al mismo tiempo descentrado y desterritorializado, el nombre de «Imperio», para distinguirlo del imperialismo 75.
El trabajo de Hardt y Negri ayudó a inspirar el Nuevo Imperialismo del geógrafo marxista David Harvey en 2003. Aquí, Harvey desvió la teoría del imperialismo por la vía del concepto de Marx de «expropiación originaria» (o «la llamada acumulación primitiva»), rebautizándola como «acumulación por desposesión».76 La expropiación, asociada al robo o al despojo, en lugar de la explotación interna al proceso económico, se convirtió en la esencia del «nuevo imperialismo». El papel de la explotación en la teoría del imperialismo de Lenin, que lo vinculaba directamente con el capitalismo monopolista, fue dejado de lado en el análisis de Harvey, lo que condujo a su fantasía de un «imperialismo de nuevo cuño» o de una renovada política de buena vecindad como solución al conflicto internacional. Este punto de vista no veía el imperialismo como algo dialécticamente conectado al capitalismo y tan básico para ese sistema como la propia búsqueda de beneficios.77
Aunque a menudo se le caracteriza como un importante teórico del imperialismo, Harvey abandonó explícitamente el núcleo de la teoría desarrollada por Lenin, Mao y los teóricos de la dependencia, el intercambio desigual y el sistema-mundo, clasificando toda esta tradición de casi un siglo como la perspectiva de la «izquierda tradicional». En su lugar, presentó su propia perspectiva como afín a la de Imperio, de Hardt y Negri, que, según él, había planteado «una configuración descentrada del imperio que tenía muchas cualidades nuevas y posmodernas».78 En la medida en que todavía se basaba en la teoría marxista clásica del imperialismo, se basaba en la noción de Rosa Luxemburgo del imperialismo como la conquista y expropiación de sectores no capitalistas, en particular en zonas exteriores, proporcionando así nuevos mercados para apoyar la acumulación, que luego eran absorbidos por el sistema capitalista general. El imperialismo, desde este punto de vista, constituía una realidad autoaniquiladora. Aunque el renovado énfasis en la expropiación, en el análisis de Harvey, era importante, su introducción de tal forma que desplazara el papel de la explotación internacional era un paso atrás.79
En 2010, en su obra El enigma del capital, Harvey fue más allá, argumentando que se había producido un «cambio sin precedentes» que había «invertido la prolongada fuga de riqueza desde el este, el sudeste y el sur de Asia hacia Europa y Norteamérica que se viene produciendo desde el siglo XVIII –una fuga que Adam Smith señaló con pesar en La riqueza de las naciones….. [Esto] ha alterado el centro de gravedad del desarrollo capitalista».80 Su apoyo fue un informe de 2008 del Consejo Nacional de Inteligencia de EE.UU. sobre Tendencias Mundiales 2025, que proyectaba un mundo más multipolar. Pero aunque ese informe preveía que las economías asiáticas seguirían creciendo relativamente más rápido que las de Estados Unidos y Europa hasta 2025, en consonancia con el declive de la hegemonía estadounidense y la creciente multipolaridad, no apuntaba a lo que Harvey denominó una «inversión» de los flujos de capital a escala mundial, y mucho menos a ninguna inversión de la histórica fuga de capitales del Este/Sur hacia el Oeste/Norte.81
La reciente estimación, mencionada anteriormente, de Hickel y sus colegas, de 18,4 billones de dólares en valor captado por el Norte Global del Sur Global en el proceso de intercambio desigual entre 1995 y 2021 –más los cientos de miles de millones de dólares en la transferencia de recursos financieros de los países en desarrollo a los desarrollados cada año (que ascienden, según la UNCTAD, a 977.000 millones de dólares sólo en 2012)– deja claro que la noción de Harvey de una «inversión» en la fuga histórica de capital está mal fundamentada. Según un estudio de Mateo Crossa, la transferencia de valor a través del intercambio desigual en el sector manufacturero de exportación de México a Estados Unidos sólo en 2022 fue de 128.000 millones de dólares.82
En 2014, Harvey no incluyó el imperialismo en sus Diecisiete contradicciones del capitalismo. En 2017, anunció que el «imperialismo» debía verse como «una especie de metáfora, más que como algo real».83 Un año más tarde, continuó afirmando que prefería el enfoque geométrico del sistema mundial de Arrighi que «abandona el concepto de imperialismo (o para el caso la rígida geografía de núcleo y periferia establecida en la teoría de los sistemas mundiales) en favor de un análisis más abierto y fluido de las hegemonías cambiantes dentro del sistema mundial.»84 De este modo, el análisis del «nuevo imperialismo» de Harvey, que desde el principio se diseñó para abandonar la mayor parte de la teoría marxista clásica del imperialismo, se integró en el análisis geopolítico dominante, excluyendo las nociones de centro-periferia, Norte-Sur y cualquier concepción coherente del imperialismo económico.
El historiador y sociólogo canadiense Moishe Postone, más conocido hoy por su obra Time, Labor and Social Domination (1993), presentó en 2006 un análisis en el que criticaba duramente la teoría y la política antiimperialistas. «Muchos de los que se opusieron a las políticas estadounidenses» en Oriente Próximo y otros lugares, escribió,
han recurrido a… marcos conceptuales y posturas políticas «antiimperialistas» inadecuados y anacrónicos. En el corazón de este neo-antiimperialismo se encuentra una comprensión fetichista del desarrollo global, es decir, una comprensión concretista de los procesos históricos abstractos en términos políticos y agentivos. La dominación abstracta y dinámica del capital se ha fetichizado a nivel mundial como la de Estados Unidos o, en algunas variantes, como la de Estados Unidos e Israel….. Señala la superposición de concepciones fetichizadas del mundo y sugiere que dichas concepciones tienen consecuencias muy negativas para la constitución de una política antihegemónica adecuada en la actualidad. Este maniqueísmo reavivado, que está en desacuerdo con otras formas de antiglobalización… no es adecuado para el mundo contemporáneo y, en algunos casos, puede incluso servir como ideología legitimadora de lo que hace cien años se habría denominado rivalidades imperialistas.85
Pero dado que Estados Unidos constituye incuestionablemente el centro hegemónico del capital monopolista-financiero mundial, enzarzado ahora en una guerra permanente en el Sur Global, la afirmación de Postone de que una perspectiva que se centre en esto es «fetichista» desemboca en un laberinto de contradicciones del que no puede escapar.86 La noción de que la política antiimperialista debe ser desplazada por una política antihegemónica y antiglobalización se presta ella misma a la acusación de que fetichiza una globalización abstracta, perdiendo de vista toda la realidad histórica del imperialismo hasta nuestros días.
Los desarrollos más recientes de la teoría de la negación del imperialismo por parte de la izquierda eurocéntrica occidental, extendidos ahora a las críticas a la izquierda antiimperialista, han ido estrechamente paralelos a los cambios en el orden global asociados al declive de la hegemonía estadounidense. Tras la Gran Crisis Financiera de 2007-2009 y el continuo ascenso de China, Barack Obama instituyó su «Pivote hacia Asia». A esto le siguió la Nueva Guerra Fría contra China iniciada por la administración de Donald Trump, que fue continuada por la administración de Joe Biden. Washington recurrió a un mayor uso del poder financiero estadounidense para aplicar sanciones masivas a países considerados ajenos y desafiantes al poder de Estados Unidos. Esto se vio agravado por el inicio de la guerra Ucrania-Rusia (o guerra por poderes OTAN-Rusia) en 2022. Como resultado, las opiniones sobre el imperialismo de varios pensadores de izquierda se reconfiguraron radicalmente, conduciendo a un abandono más abierto de la crítica tradicional del imperialismo.
Es en este contexto histórico en el que Chibber, en una entrevista de 2022 en Jacobin, optó abiertamente por rechazar todos los elementos fundamentales de la teoría del imperialismo de Lenin. Comenzó argumentando que «el imperialismo debe distinguirse del capitalismo». Además, la noción de Lenin del imperialismo como capitalismo monopolista, declaró, era «errónea», ya que «a finales del siglo XX y principios del XXI, no existe una tendencia al monopolio en todo el sistema». Aquí, el ataque de Chibber al concepto mismo de capital monopolista revelaba su ignorancia del enorme crecimiento en las últimas décadas de la concentración y centralización del capital asociado a las sucesivas oleadas de fusiones, que conducen al continuo aumento del poder monopolista, junto con la centralización de las finanzas. En 2012, las doscientas empresas más importantes (todas corporaciones) de Estados Unidos –de un total de 5,9 millones de corporaciones, 2 millones de sociedades, 17,7 millones de empresas individuales no agrícolas y 1,8 millones de empresas individuales agrícolas– representaban alrededor del 30% de los beneficios brutos de Estados Unidos, y esta cuota ha ido aumentando rápidamente. Los ingresos de las quinientas corporaciones globales más importantes equivalen ahora a alrededor del 35-40 por ciento de la renta mundial total.87 En 2020, las transacciones de la cadena de valor global (CVG) de las corporaciones multinacionales, representaron la mayor parte del comercio mundial. La «intensificación de la CVG» de un país, según el Banco Mundial, aumenta en la medida en que las exportaciones del país incorporan insumos importados de otros países. Como se explica en El Informe sobre el Desarrollo Mundial 2020: El comercio para el desarrollo en la era de las cadenas de valor mundiales , «los principales contribuyentes [mundiales] a la intensificación de las CVG [en 1990-2015] fueron Alemania, Estados Unidos, Japón, Italia y Francia», con el Reino Unido no muy por detrás. Por lo tanto, en el centro de las cadenas de valor mundiales se encuentran las mismas grandes potencias imperiales (sede de empresas monopolísticas mundiales) que en la época de Lenin 88.
Una vez descartada la noción de capital monopolista, Chibber puede acabar con cualquier noción coherente de explotación internacional o imperialismo. «Los flujos internacionales de capital no constituyen imperialismo», escribe, «eso es sólo capitalismo», como si el imperialismo estuviera totalmente divorciado de las leyes económicas del movimiento del capitalismo. La teoría de Lenin, se nos dice, era política más que económica, principalmente sobre la «competencia interestatal». Además, el análisis de Lenin era fatalmente «defectuoso» también en otros aspectos. Así, el análisis de Lenin (junto con el de los leninistas posteriores), se nos informa, era lineal y etapista, con todos los países teniendo que pasar «por una etapa capitalista» –una posición, sin embargo, que, como hemos visto, Lenin rechazó explícitamente–. Lo peor de todo es que la crítica de Lenin al imperialismo incluía la noción de la aristocracia obrera, que, según Chibber, «no tiene ningún significado para un análisis general del Norte o del capitalismo global».89
En opinión de Chibber, el «antiimperialismo» puede definirse como cualquier «acción colectiva en su [propio] país contra el militarismo y la agresión de su [propio] gobierno contra otros países». Esto constituye una definición puramente nacional-política, separada tanto del internacionalismo proletario como de cualquier resistencia directa a las leyes del movimiento del propio capitalismo en su etapa monopolista. De ello se deduce, según esta definición, que el antiimperialismo es una lucha nacional contra la política agresiva y militarista , más que una oposición al imperialismo como sistema. En general, concluye Chibber, se ha pasado de «un mundo leninista a un mundo kautskiano». Por lo tanto, el imperialismo debe verse en términos kautskianos como una mera política nacional, que abarca la unidad de los países en el centro del sistema, y lógicamente desconectada de la cuestión de la explotación mundial.90 No es de extrañar, entonces, que en el libro de Chibber de 2022, The Class Matrix, centrado en la clase en la sociedad capitalista avanzada, no haya ningún tratamiento del imperialismo, el capitalismo monopolista o incluso el militarismo.91
En una línea similar, el capítulo de Robinson «Más allá de la teoría del imperialismo» en su libro de 2018 Into the Tempest afirma: «La imagen clásica del imperialismo como relación de dominación externa ha quedado desfasada….. El fin de la ampliación extensiva del capitalismo es el fin de la era imperialista del capitalismo mundial. El sistema sigue conquistando el espacio, la naturaleza y a los seres humanos….. Pero no es el imperialismo en el viejo sentido de capitales nacionales rivales o de conquista por los Estados centrales de regiones precapitalistas» lo que debe ser objeto de análisis hoy. En su lugar, lo que se necesita es una teoría del capitalismo global que desplace todo esto, centrándose principalmente en las cambiantes «dinámicas espaciales».92
Más recientemente, en artículos con títulos como «El insoportable maniqueísmo de la izquierda ‘antiimperialista’» y «La farsa del ‘antiimperialismo’», Robinson ha intentado sustituir el imperialismo por su noción de un capitalismo totalmente globalizado gobernado por una clase capitalista transnacional. Apuntando a figuras como Vijay Prashad, del Instituto Tricontinental, Robinson censura cualquier noción de explotación por parte del Norte Global del Sur Global o «antiguo Tercer Mundo». Una nación, argumenta, desafiando la teoría marxista del imperialismo en general, no puede explotar a otra nación.93 «Por imperialismo», proclama Robinson, sólo entendemos «la violenta expansión del capital hacia el exterior con todos los mecanismos políticos, militares e ideológicos que ello implica». La teoría del imperialismo de Lenin, sostiene, tenía su «esencia» en la «rivalidad… de las clases capitalistas nacionales» y no en la lucha por la explotación de las naciones de la periferia del mundo capitalista –lo que el propio Lenin, contrariamente a Robinson, designó como «la esencia económica y política del imperialismo»94–.
Para Robinson, las condiciones del capitalismo global se han alterado ahora tanto que no hay relación con la «estructura anterior en la que el capital colonial metropolitano simplemente [!] desviaba la plusvalía de las colonias y la depositaba de nuevo en las arcas coloniales». Es cierto que Estados Unidos realiza intervenciones militares en el mundo, «si queremos llamar a esto imperialismo», dice, entonces «bien», pero no debemos confundirlo con la teoría marxista tradicional del imperialismo como explotación internacional.95
Asimismo, Gilbert Achcar, profesor de desarrollo en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres, publicó un artículo en The Nation en 2021 titulado «Cómo evitar el antiimperialismo de los tontos». En él acusaba a toda la izquierda antiimperialista de «campismo», es decir, de lealtad a un campo o bloque concreto, en la medida en que se oponían inequívocamente al imperialismo híbrido (económico, militar, financiero y político) dirigido por Estados Unidos y sus aliados dentro de la tríada contra los países del Sur Global. Aquellos socialistas que se mantuvieron firmemente unidos a los pueblos de la periferia por principio y en contra de todas las intervenciones militares y sanciones económicas fueron acusados de hacer con ello «apología pintada de rojo de los dictadores». Al mismo tiempo, Achcar indicó aquí y en otros lugares que es muy apropiado, en su opinión, que los «antiimperialistas progresistas» apoyen la intervención militar de las potencias imperialistas occidentales a favor del cambio de régimen, como en el caso de la intervención de 2011 en Libia, si está destinada a ayudar a los movimientos putativamente progresistas, sobre el terreno 96.
Los izquierdistas occidentales, normalmente socialdemócratas, han dirigido duras críticas contra la Cuba posrevolucionaria y Venezuela por sus supuestos fallos morales, políticos y económicos. Tales acusaciones se hacen fuera de cualquier contexto político significativo, basándose principalmente en la aceptación acrítica de informes propagandísticos de los medios de comunicación estadounidenses y europeos, al tiempo que se ignoran en gran medida los enormes éxitos de estos Estados. Las críticas restan importancia invariablemente al hecho de que ambas naciones están siendo sometidas actualmente a las formas más severas de guerra de asedio internacional jamás desarrolladas. Los bloqueos económicos y las sanciones financieras están diseñados para negar a estas sociedades incluso los alimentos y las medicinas más esenciales, a lo que se suman los intentos periódicos de golpe de Estado, todo ello urdido por la CIA y la Casa Blanca. Sin embargo, todo el alcance del papel de Estados Unidos es eludido por una izquierda que parece operar según las reglas de lo que la Institución Hoover denominó «imperialismo democrático».97
Algunos críticos de la izquierda antiimperialista se dirigen hoy contra Amin, argumentando que la desvinculación del imperialismo no puede producirse en absoluto, ni siquiera en el sentido de Amin de la creación de un «mundo más policéntrico» que ya no esté dominado por las metrópolis imperiales de la economía mundial. No cabe duda de que hoy en día está surgiendo un mundo más multipolar. Sin embargo, Jerry Harris, secretario de organización de la GSA, sostuvo en una entrevista realizada por Bill Fletcher, sindicalista de larga trayectoria y miembro de la junta ejecutiva de la GSA, que el avance hacia un mundo multipolar es imposible en el capitalismo actual, plenamente globalizado o transnacional, gobernado por una clase capitalista transnacional. Según este punto de vista, que es idéntico al de Robinson, no hay forma de salir del orden mundial actual puesto que ya no existen divisiones imperialistas reales ni Estados-nación autónomos (salvo quizás algunos Estados renegados que quedan), y por lo tanto no hay posibilidad de nada fuera de la totalidad del capitalismo global.98 Aquí el análisis de los teóricos del capital transnacional de izquierdas no comprende que el capital, por mucho que se globalice, es incapaz de constituir un Estado global. Por lo tanto, no puede haber una clase capitalista verdaderamente global ni un Estado capitalista transnacional. El sistema de capital, como observó István Mészáros, es intrínsecamente centrífugo y antagónico a nivel global, dividido ineludiblemente en Estados-nación competidores. La naturaleza de esta contradicción se manifiesta hoy en el vano intento de Estados Unidos de crear un sistema unipolar a su alrededor, incluso cuando su hegemonía se desvanece, señalando la fase más mortífera del imperialismo.99
Otro desarrollo teórico característico de la izquierda eurocéntrica occidental ha sido la adopción despojada de la teoría del imperialismo de Lenin, vista como un mero modelo de conflicto interimperialista horizontal entre grandes potencias. Aquí, China y Rusia son retratadas como constituyendo un único bloque (aunque representando sistemas político-económicos muy diferentes), comprometidas en una rivalidad imperialista con la tríada de Estados Unidos, Europa y Japón.100 Los países de nivel medio o semiperiféricos del Sur Global entran en escena como potencias «subimperialistas», un concepto introducido por primera vez por Marini en el contexto de la teoría de la dependencia pero que ahora se utiliza de una forma muy diferente.101 El imperialismo, en esta nueva visión, ya no se asocia principalmente con el papel explotador global de las grandes potencias imperiales, como Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania, Francia, Italia y Japón, que, constituyendo el centro del sistema-mundo capitalista, han dominado la historia secular del imperialismo. Más bien, la caracterización de los Estados imperialistas se amplía a las economías semiperiféricas y emergentes, ahora clasificadas como imperialistas o subimperialistas, con el ánimo de ver el imperialismo principalmente en términos horizontales y no verticales.
Según Ashley Smith, redactor jefe de la revista Spectre, que escribe para Tempest, Estados Unidos «está atrapado en la competencia», no sólo con China y Rusia y sus aliados, sino también con «Estados subimperiales como Israel, Irán, Arabia Saudí, India y Brasil».102 (¡La idea de que Estados Unidos esté en competencia con Israel sorprenderá sin duda a algunos!). Sin embargo, como ha afirmado convincentemente el economista marxista Michael Roberts
Dudo que el subimperialismo nos ayude a comprender el capitalismo contemporáneo. Debilita la delimitación entre el núcleo del bloque imperialista y la periferia de países dominados. Si todos los países son «un poco imperialistas»… empieza a perder su validez como concepto útil. Los llamados países subimperialistas no tienen transferencias sostenidas y enormes de valor y recursos hacia ellos desde economías más débiles. En nuestro propio trabajo [Roberts y Guglielmo Carchedi] sobre el imperialismo y en el trabajo empírico de otros, no se revela esta estructura jerárquica de transferencia de valor. En realidad, India, China y Rusia transfieren cantidades mucho mayores de valor al bloque imperialista que Sudamérica. Tomemos a los BRICS, los mejores candidatos a ser «subimperialistas». No hay pruebas de transferencias de valor significativamente grandes y duraderas hacia ellos desde economías más débiles/y o vecinas.103
El argumento interimperialista actual depende de presentar a la República Popular China como una potencia imperialista (y directamente capitalista) en el mismo sentido que Estados Unidos, haciendo caso omiso del papel del «socialismo con características chinas» y de toda la vía china hacia el desarrollo, así como de los procesos de intercambio desigual. Robinson va un paso más allá, no sólo argumentando fervientemente que China es imperialista, sino también uniéndose al New York Times para impugnar la integridad de algunos de los integrantes de la izquierda antiimperialista, como Prashad y el Instituto Tricontinental de Investigación Social, que expresan su solidaridad con China como país en desarrollo posrevolucionario alineado con el Sur Global contra el imperialismo 104.
Sin embargo, estos intentos de la izquierda eurocéntrica occidental de designar a China como imperialista no pueden encontrar más base para ello que constatar el rápido crecimiento económico de China; la expansión de sus exportaciones de capital; sus medidas para mejorar su propia seguridad regional (frente al cerco de bases militares y alianzas estadounidenses); y su cuestionamiento del orden imperial basado en normas bajo el dominio de Estados Unidos y Occidente. Pierre Rousset, en International Viewpoint, declara que «no existe ninguna gran potencia capitalista que no sea imperialista. China no es una excepción». Pero su esfuerzo por dar ejemplos concretos de ello, con respecto a China, se reduce a la insignificancia cuando se sitúa frente al sistema imperialista mundial comandado por Estados Unidos y la tríada en su conjunto. Así, se nos hace creer que China es imperialista, ya que «ocupa un espacio marítimo significativo» en su región; gobierna Hong Kong (que ya no es una colonia británica, sino que ha sido devuelta a China); interfiere en otros países a través de su Iniciativa Belt and Road destinada a promover el desarrollo económico; y se sabe que en ocasiones ha utilizado la deuda como medio de influencia político-económica.105
Más difícil aún para quienes tratan de caracterizar a China como imperialista en el sentido clásico es que, en lugar de tratar de unirse al orden imperial basado en normas dominado por Estados Unidos o de sustituirlo por lo que podría considerarse un nuevo orden imperialista, la política exterior china se ha orientado a promover la autodeterminación de las naciones, al tiempo que se opone a la geopolítica de bloques y a las intervenciones militares. La triple Iniciativa de Seguridad Global, la Iniciativa de Desarrollo Global y la Iniciativa de Civilización Global de Pekín constituyen en conjunto las principales propuestas para la paz mundial en nuestra era.106 La República Popular China tiene pocas bases militares en el extranjero, no ha llevado a cabo ninguna intervención militar en el exterior y no ha participado en guerras en absoluto, excepto en relación con la defensa de sus propias fronteras.
Contrariamente a lo que sugiere Harvey, China no se ha apropiado de los excedentes económicos generados en Estados Unidos. Más bien ocurre lo contrario. Los bajos costes laborales unitarios de los bienes producidos en el Sur Global han propiciado la ampliación de los márgenes de beneficio bruto de las multinacionales del centro del sistema, cuyas mercancías se producen en China y otros países en desarrollo y luego se exportan para ser consumidas en el Norte Global, donde el precio de venta final de los bienes es muchas veces superior al precio de exportación de los productos en los países productores. Como ha demostrado Minqi Li, China experimentó en 2017 una pérdida neta de mano de obra en el comercio exterior («calculada como el total de mano de obra incorporada en [sus] bienes y servicios exportados menos el total de mano de obra incorporada en [sus] bienes y servicios importados»), que fue igual a cuarenta y siete millones de años de trabajo; mientras que Estados Unidos experimentó una ganancia neta de mano de obra en el mismo año de sesenta y tres millones de años de trabajo.107 China se ha desarrollado rápidamente en estas circunstancias de superexplotación internacional debido a su apertura al mercado mundial, a la influencia de su poderoso sector estatal, a un enfoque relativamente planificado del desarrollo y a otros factores clave. Al mismo tiempo, gran parte del excedente generado en el sector manufacturero-exportador de su economía ha sido drenado, llenando las arcas de las corporaciones multinacionales con sede en el centro de la economía mundial. En la actualidad, la renta per cápita de Estados Unidos es 6,5 veces superior a la de China. En este aspecto fundamental, China sigue siendo en gran medida un país en desarrollo.108
Todo esto no significa negar que China ha surgido como una gran potencia económica que, en virtud de su gran tamaño y de su propia dinámica de crecimiento interno, amenaza la hegemonía mundial de Estados Unidos, sobre todo en lo que se refiere a la producción económica real. No obstante, Estados Unidos y la tríada en su conjunto, las grandes potencias imperiales en el centro del sistema mundial capitalista, aún conservan (aunque disminuya rápidamente) la hegemonía tecnológica, financiera y militar en todo el planeta y siguen dependiendo de la extracción neta del excedente económico del Sur Global.
En agudo contraste con China, Estados Unidos a lo largo de su historia ha intervenido militarmente en 101 países, algunos de ellos en múltiples ocasiones. Desde la Segunda Guerra Mundial, ha llevado a cabo cientos de guerras/intervenciones militares/golpes en los cinco continentes. Estas intervenciones se han acelerado desde la disolución de la Unión Soviética y el final de la Guerra Fría. Hoy, en el contexto de una Nueva Guerra Fría, Washington está ampliando su cadena de alianzas militares con el objetivo explícito de asegurar su preeminencia militar en todas las regiones del mundo. Estados Unidos tiene 902 bases militares en el extranjero (unas cuatrocientas de ellas rodean a la propia China). Por su parte, el Reino Unido, que actúa como socio menor, cuenta con 145 bases militares en el extranjero.109
Un artículo de julio de 2024 titulado «El ‘mundo multipolar’: Un Eufemismo para Apoyar Múltiples Imperialismos», escrito por Frederick Thon Ángeles y sus colegas, publicado en la revista de los Socialistas Democráticos de América The Call, acusa a los antiimperialistas que expresan simpatía por China y el Sur Global de repetir los errores de la Segunda Internacional. Se nos dice que «La izquierda que apoya este nuevo «mundo multipolar», e incluso simpatiza con las nuevas potencias imperialistas (China, Rusia) o sus aliados [como Cuba y Venezuela], no hace más que repetir los errores de la derecha de la socialdemocracia en la época de las guerras mundiales y el imperialismo de la primera mitad del siglo XX». Quienes apoyan un mundo policéntrico o multipolar «distorsionan los principios revolucionarios del marxismo de tal manera que los aleja [a la izquierda antiimperialista] de la lucha por el socialismo y abre el camino a la guerra y la destrucción».110
Aquí la historia ha dado un vuelco total. Ninguno de los partidos socialdemócratas de la Segunda Internacional que se unieron a sus respectivos Estados en una guerra por el reparto del mundo, en particular por la explotación de las colonias, simpatizaba con «los desdichados de la tierra».111 Sólo los bolcheviques en Rusia, así como la pequeña Liga Espartaco formada por Luxemburg y Karl Liebknecht en Alemania, se opusieron a la Primera Guerra Mundial y se alinearon con el mundo subdesarrollado. Seguir a Lenin y Luxemburg no es repetir el error de los socialdemócratas de la Segunda Internacional. Más bien, el zapato está en el otro pie: ponerse del lado de las naciones imperialistas contra los países subdesarrollados es cometer una ofensa contra la humanidad similar a la del grueso de los partidos socialdemócratas de la Segunda Internacional. Ponerse del lado del Sur Global no puede considerarse una distorsión de «los principios revolucionarios del marxismo». El lugar de la revolución durante más de un siglo ha sido la periferia, no el centro, del mundo capitalista.
Adoptar una postura antiimperialista no significa, naturalmente, abandonar la lucha de clases en las propias naciones capitalistas centrales, sino todo lo contrario. Como argumentó Lenin, dada la realidad ineludible de una aristocracia obrera que constituye el estrato superior del movimiento obrero en los países imperialistas, es necesario profundizar, ver la lucha precisamente en los términos de los más oprimidos por el capitalismo y el colonialismo. No es casualidad que el movimiento antiimperialista en Estados Unidos haya tenido siempre sus raíces más profundas en la tradición radical negra, ejemplificada a principios del siglo XX por W. E. B. Du Bois, y representada hoy por la Alianza Negra por la Paz. El racismo y el imperialismo siempre han estado intrínsecamente unidos, con el resultado de que cualquier movimiento antiimperialista genuino es un movimiento contra el capitalismo racial 112.
Conmemorando a Lenin en el centenario de su muerte, Ruth Wilson Gilmore señaló lo crucial que ha sido históricamente la crítica de Lenin al imperialismo para la lucha radical negra en Estados Unidos. «Universal e internacionalista en su ambición, este movimiento [radical negro] se vinculó y compartió inspiración y análisis con los movimientos de liberación antiimperialistas mundiales….. La violencia organizada del imperialismo sigue acechando la tierra en forma de sus restos carnosos y fantasmales -el subdesarrollo acumulado- y visceralmente en las relaciones de poder desiguales contemporáneas que precipitan el valor hacia arriba, a través de las élites, hacia el ‘norte económico’, dondequiera que residan los propietarios». Las poblaciones indígenas de todo el mundo han estado invariablemente en primera línea en la oposición al colonialismo/imperialismo. Como explicó Roxanne Dunbar-Ortiz en An Indigenous Peoples’ History of the United States, las guerras coloniales genocidas contra los pueblos indígenas de Estados Unidos simplemente se fusionaron con el imperialismo de ultramar estadounidense 113.
En la actualidad, el sistema imperialista mundial está intensificando la explotación mundial y, al mismo tiempo, nos está llevando al borde de la aniquilación global a través de una emergencia ecológica planetaria y de la creciente probabilidad de una guerra termonuclear sin límites. Para los pensadores de izquierda, en estas circunstancias, sostener que el antiimperialismo es el enemigo es votar a favor del imperialismo, la barbarie y el exterminio. Como dijo Mariátegui: «Somos antiimperialistas porque somos marxistas, porque somos revolucionarios, porque oponemos al capitalismo el socialismo», y porque defendemos a la humanidad mundial en su conjunto.
Notas
- La oposición a la Primera Guerra Mundial incluía al Partido Socialista Italiano y al Partido Socialista de América, junto con el Partido Bolchevique de V. I. Lenin y la Liga Espartaco de Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht. Sobre la relación de la disolución de la II Internacional con las controversias actuales, véase Zhun Xu, «The Ideology of Late Imperialism: The Return of the Geopolitics of the Second International», Monthly Review 72, nº 10 (marzo de 2021): 1-20.
- V. I. Lenin, El imperialismo: la fase superior del capitalismo (Nueva York: International Publishers, 1939). Al emplear La etapa superior en su subtítulo, Lenin no negaba la existencia de formas de imperialismo anteriores a esta etapa histórica. Más bien, subrayaba el hecho de que en los últimos años del siglo XIX había surgido toda una nueva etapa monopolista o imperialista del capitalismo, que representaba una transformación cualitativa de la producción capitalista. Empleó el término imperialismo para referirse simultáneamente a un fenómeno genérico presente a lo largo de toda la historia del capitalismo y como una etapa históricamente específica. Véase Lenin, Imperialismo, 81-82. El libro de Lenin se subtituló primero La última etapa del capitalismo y más tarde se cambió a La etapa superior del capitalismo, en consonancia con lo que parece haber sido su intención todo el tiempo. Ambos subtítulos, Último y Altísimo, dejaban espacio para el surgimiento histórico de fases de transición más degeneradas del capitalismo durante su larga decadencia y caída, una decadencia que Lenin creía que ya había comenzado. Aunque Victor Kiernan argumentó que la referencia a la Etapa Superior podía verse como «implicando» que ésta era la «etapa final », también estaba abierta a una interpretación más históricamente contingente. V. I. Lenin, Obras Completas (Moscú: Editorial Progress, s.f.), imagen de la cubierta original, 192-93; Victor Kiernan, Marxism and Imperialism (Londres: Edward Arnold, 1974), 39.
- Entre las obras representativas que avanzan uno o más de estos puntos de vista se incluyen: William I. Robinson entrevistado por Frederico Fuentes, «Capitalist Globalization, Transnational Class Exploitation and the Global Police State», Links, 19 de octubre de 2023; William I. Robinson, «The Unbearable Manicheanism of the ‘Anti-Imperialist Left’», The Philosophical Salon, 7 de agosto de 2023; William I. Robinson, «The Travesty of ‘Anti-Imperialism’», Journal of World-Systems Research 29, no. 2 (2023), 587-601; William I. Robinson, Into the Tempest (Chicago: Haymarket, 2018), 99-121; Vivek Chibber entrevistado por Alexander Brentler, «To Fight Imperialism Abroad, Build Class Struggle at Home,» Jacobin, 16 de octubre de 2022; Gilbert Achcar, «How to Avoid the Anti-Imperialism of Fools,» The Nation, 6 de abril de 2021; Jerry Harris entrevistado por Bill Fletcher, «Why Doesn’t the World Make Sense Any More? », Znetwork.org, 1 de mayo de 2024; Jerry Harris, »Multipolaridad: ¿A New Realignment?», Against the Current, julio-agosto de 2024; Ashley Smith, «As US-China Tensions Mount We Must Resist the Push Toward Interimperialist War», Truthout, 4 de mayo de 2023; David Harvey, «A Commentary on A Theory of Imperialism,» in Utsa Patnaik and Prabhat Patnaik, A Theory of Imperialism (New York: Columbia University Press, 2017), 169, 171; Ho-fung Hung, Clash of Empires: From «Chimerica» to the «New Cold War « (Cambridge: Cambridge University Press, 2022); Ho-fung Hung, »Rereading Lenin’s Imperialism at the Time of US-China Rivalry», Spectre, 10 de diciembre de 2021, spectrejournal.com.
- Hung, «Rereading Lenin’s Imperialism at the Time of US-China Rivalry»; Hung, Clash of Empires, 62, 65.
- Robinson, «Capitalist Globalization, Transnational Exploitation and the Global Police State».
- Karl Marx, «Sobre la cuestión del libre comercio», en Karl Marx, La pobreza de la filosofía (Nueva York: International Publishers, 1963), 223.
- V. I. Lenin, El imperialismo, 107-8, 124; V. I. Lenin, «El imperialismo y la escisión del socialismo», Obras Completas, vol. 23, 106-7.
- Chibber, «To Fight Imperialism Abroad, Build Class Struggle at Home.».
- Lenin, «El imperialismo y la escisión en el socialismo»; V. I. Lenin, «La revolución socialista y el derecho de las naciones a la autodeterminación (Tesis)», Obras Completas, vol. 22, 143-56; V. I. Lenin, «Discurso ante el II Congreso Panruso de las Organizaciones Comunistas de los Pueblos del Este», Obras Completas, vol. 23, 151-62. 30, 151-62; V. I. Lenin, «Anteproyecto de tesis sobre las cuestiones nacional y colonial», Obras Completas, vol. 31, 144-51; V. I. Lenin, «Informe de la Comisión sobre las cuestiones nacional y colonial», Obras Completas, vol. 31, 240-45. Un útil folleto publicado en China incluye el segundo, cuarto y quinto de estos ensayos: V. I. Lenin, Lenin sobre las cuestiones nacional y colonial: Tres artículos (Pekín: Prensa de Lenguas Extranjeras, 1975). El imperialismo de Lenin : La fase superior del capitalismo, como explica Prabhat Patnaik, debe leerse junto a los escritos anteriores «para cualquier apreciación global de su teoría del imperialismo» (Prabhat Patnaik, Whatever Happened to Imperialism and Other Essays [Nueva Delhi: Tulika, 1995], 80).
- Para un breve análisis que tiene en cuenta esta parte de la teoría general de Lenin y destaca su relación con el desarrollo de la teoría de la dependencia, véase Claudio Katz, Dependency Theory After Fifty Years: The Continuing Relevance of Latin American Critical Thought (Boston: Brill, 2022), 26-29.
- Lenin, El imperialismo, 88; Lenin, «El imperialismo y la escisión del socialismo», 105.
- Lenin, El imperialismo: la fase superior del capitalismo, 89-90. Un error economicista común avanzado principalmente por los teóricos marxistas occidentales ha sido sugerir, sin ningún respaldo real, que Lenin veía el imperialismo como un producto de la exportación de capital, o que tenía su causa en la teoría de la crisis económica de algún tipo, ya fuera el subconsumo o la tendencia a la caída de la tasa de ganancia. Por el contrario, el propio Lenin, de hecho, sostenía que el imperialismo era la fase monopolista del capitalismo y que, por tanto, era tan básico para el sistema como la búsqueda de beneficios. Por tanto, no necesitaba ninguna explicación económica especial. Como escribió Oskar Lange: «La búsqueda de beneficios monopolistas excedentarios [por parte del capital monopolista] basta para explicar la naturaleza imperialista del capitalismo actual». En consecuencia, las teorías especiales del imperialismo, que recurren a construcciones artificiales, como la teoría de Rosa Luxemburgo… son totalmente innecesarias» (Oskar Lange, citado en Harry Magdoff, Imperialism: From the Colonial Age to the Present [Nueva York: Monthly Review Press, 1978], 279). Para una crítica de la estrecha visión economicista de la obra de Lenin sobre el imperialismo, véase Prabhat Patnaik, Whatever Happened to Imperialism and Other Essays, 80-101.
- Lenin, Imperialismo, 88-89, 94-95; Karl Kautsky, «Ultraimperialism», New Left Review 1/59 (enero-febrero de 1970): 41-46; Paul A. Baran, The Political Economy of Growth (Nueva York: Monthly Review Press, 1957), vii.
- Research Unit for Political Economy (RUPE), «On the History of Imperialism Theory,» Monthly Review 59, no. 7 (December 2007): 50.
- Lenin, «Discurso ante el II Congreso Panruso de las Organizaciones Comunistas de los Pueblos del Este», 151, 158.
- RUPE, «On the History of Imperialism Theory», 43.
- Lenin, «La revolución socialista y el derecho de las naciones a la autodeterminación (Tesis)», 149; Tom Lewis, «Marxism and Nationalism, Part 1» International Socialist Review 14 (October–November, 2000), isreview.org.
- Lenin, «El imperialismo y la escisión del socialismo», 115.
- Véase Eric Hobsbawm, «Lenin and the ‘Aristocracy of Labor‘», Monthly Review 21, nº 11 (abril de 1970): 47-56.
- Lenin, El imperialismo, 13-14.
- Lenin, «El imperialismo y la escisión del socialismo», 120.
- Lenin, «Discurso ante el II Congreso Panruso de las Organizaciones Comunistas de los Pueblos del Este», 151, 158-60.
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- M. N. Roy, «Tesis suplementarias sobre la cuestión nacional y colonial», Actas del II Congreso de la Internacional Comunista, 25 de julio de 1920, Marxists Internet Archive; RUPE, «Sobre la teoría de la historia del imperialismo», 44.
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- «Tesis sobre el movimiento revolucionario en las colonias y semicolonias», Sexto Congreso de la Internacional Comunista, 1928, revolutionarydemocracy.org.
- Mao Zedong, «Análisis de las clases en la sociedad china», marzo de 1926, Marxists Internet Archive; RUPE, «Sobre la teoría de la historia del imperialismo», 46-50.
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- José Carlos Mariátegui, «Punto de vista antiimperialista», Primera Conferencia Comunista Latinoamericana, junio de 1929, Marxists Internet Archive; José Carlos Mariátegui, An Anthology, Harry E. Vanden y Marc Becker, eds. (Nueva York: Monthly Review Press, 2011).
- Véase José Martí, Nuestra América (Nueva York: Monthly Review Press, 1977).
- Baran, La economía política del crecimiento.
- Sobre la vida y la obra de Baran, véase John Bellamy Foster, introducción a Paul A. Baran y Paul M. Sweezy, The Age of Monopoly Capital: Selected Correspondence, 1949-1964, Nicholas Baran y John Bellamy Foster, eds. (Nueva York: Monthly Review Press, 2017), 13-48.
- Paul A. Baran y Paul M. Sweezy, Monopoly Capital : An Essay on the American Social and Economic Order (Nueva York: Monthly Review Press, 1966).
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- David Christian, Maps of Time (Berkeley: University of California Press, 2004), 406-9, 435; Paul Bairoch, «The Main Trends in National Economic Disparities since the Industrial Revolution», en Bairoch y Maurice Lévy-Leboyer, eds., Disparities in Economic Development since the Industrial Revolution (Nueva York: St. Martin’s Press, 1981), 7-8.
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- Baran, The Political Economy of Growth,170, 195-98, 205, 214-58.
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- Baran, The Political Economy of Growth, 10.
- Vijay Prashad, The Darker Nations (Nueva York: New Press, 2007), 31-50. Partes de este párrafo y de los siguientes se basan en John Bellamy Foster, «The Imperialist World System: Paul Baran’s The Political Economy of Growth After Fifty Years,» Monthly Review 59, nº 1 (mayo de 2007): 1-16.
- Che Guevara, «Discurso en la Conferencia Afroasiática en Argelia», 24 de febrero de 1965, Marxists Internet Archive; «Statement on Paul A. Baran», Monthly Review 16, nº 11 (marzo de 1965): 107-8.
- Véase especialmente Eduardo Galeano, Open Veins of Latin America (Nueva York: Monthly Review Press, 1973); Walter Rodney, How Europe Underdeveloped Africa (Washington, DC: Howard University Press, 1981; publicado originalmente en 1972); K. T. Fann y Donald Hodges, eds., Readings in U.S. Imperialism (Boston: Porter Sargent, 1971); Ruy Mauro Marini, The Dialectics of Dependency (Nueva York: Monthly Review Press, 2022, edición original de 1973).
- Andre Gunder Frank, Capitalism and Underdevelopment in Latin America (Nueva York: Monthly Review Press, 1967).
- Samir Amin, Delinking: Toward a Polycentric World (Londres: Zed Books, 1990), vii, xii, 62-66; Samir Amin, Accumulation on a World Scale (Nueva York: Monthly Review Press, 1974); Samir Amin, Unequal Development (Nueva York: Monthly Review Press, 1976); «Samir Amin (Nacido en 1931)», en A Biographical Dictionary of Dissenting Economists, Philip Arestis y Malcolm Sawyer, eds. (Cheltenham: Edward Elgar, 2000), 1.
- Arghiri Emmanuel, Unequal Exchange: A Study of the Imperialism of Trade (Nueva York: Monthly Review Press, 1972). Emmanuel también es conocido por su artículo de 1972, «White-Settler Colonialism and the Myth of Investment Imperialism». El colonialismo de colonos fue originalmente un concepto marxista, desarrollado en la línea de Marx, Baran, Maxime Rodinson y otros. Arghiri Emmanuel, «White-Settler Colonialism and the Myth of Settler Colonialism», New Left Review 1/73 (mayo-junio de 1972): 35-57; Maxime Rodinson, Israel: A Colonial Settler-State? (Nueva York: Monad Press, 1973). Sobre Marx y el colonialismo de colonos, véase Editors, «Notes from the Editors,» Monthly Review 75, nº 8 (enero de 2024). Para el tratamiento que hace Baran del colonialismo de los colonos blancos, véase Baran, The Political Economy of Growth.
- Samir Amin, «Self-Reliance and the New Economic Order,» Monthly Review 29, no. 3 (julio-agosto de 1977): 6; Samir Amin, Imperialism and Unequal Development (Nueva York: Monthly Review Press, 1977), 215-217; Samir Amin, Modern Imperialism, Monopoly Finance Capital, and Marx’s Law of Value (Nueva York: Monthly Review Press, 2018).
- Amin, Delinking, 33, 90-91, 157-58; Samir Amin, The Long Revolution of the Global South (Nueva York: Monthly Review Press, 2019), 401-2; Aijaz Ahmad, introducción a Samir Amin, Only People Make Their Own History (Nueva York: Monthly Review Press, 2019), 27-28.
- Véase especialmente Oliver Cox, Capitalism as a System (Nueva York: Monthly Review Press, 1964); Immanuel Wallerstein, The Modern World-System (Orlando, Florida: Academic Press Inc., 1974), 2-13, 347-57; Immanuel Wallerstein, The Capitalist World-Economy (Cambridge: Cambridge University Press, 1979); Samir Amin, Giovanni Arrighi, Andre Gunder Frank e Immanuel Wallerstein, Dynamics of Global Crisis (Nueva York: Monthly Review Press, 1982).
- Giovanni Arrighi, The Geometry of Imperialism (Londres: Verso, 1983), 171-73.
- Stephen Herbert Hymer, The International Operation of National Firms (Cambridge, Massachusetts: MIT Press, 1976); Stephen Herbert Hymer, The Multinational Corporation: A Radical Approach (Cambridge: Cambridge University Press, 1979); Harry Magdoff y Paul M. Sweezy, «Notes on The Multinational Corporation, Part I,» Monthly Review 21, no. 5 (octubre de 1969): 1-13; Harry Magdoff y Paul M. Sweezy, «Notes on The Multinational Corporation, Part II ,» Monthly Review (noviembre de 1969): 1-13.
- Joseph Needham, Within Four Seas: The Dialogue of East and West (Toronto: University of Toronto Press, 1969); Samir Amin, Eurocentrism (Nueva York: Monthly Review Press, 1989, 2009); Edward Said, Orientalism (Nueva York: Pantheon, 1978); Edward Said, Culture and Imperialism (Nueva York: Vintage, 1993). La cuestión del eurocentrismo en la teoría marxista se abordó en Mariátegui, «Punto de vista antiimperialista», en 1929.
- Véase, por ejemplo, John Bellamy Foster y Brett Clark, «Ecological Imperialism: The Curse of Capitalism», en Socialist Register 2004: The New Imperial Challenge, Leo Panitch y Colin Leys, eds. (Nueva York: Monthly Review Press, 2003), 186-201.
- John Smith, Imperialism in the Twenty-First Century (Nueva York: Monthly Review Press, 2016); Intan Suwandi, John Bellamy Foster y R. Jamil Jonna, «Global Commodity Chains and the New Imperialism,» Monthly Review 70, nº 10 (marzo de 2019): 1-24; Intan Suwandi, Value Chains (Nueva York: Monthly Review Press, 2019), 1-24; Jason Hickel, Morena Hanbury Lemos y Felix Barbour, «Unequal Exchange of Labour in the World Economy», Nature Communications 15 (2024); Jason Hickel, Christian Dorninger, Hanspeter Wieland e Intan Suwandi, «Imperialist Appropriation in the World Economy: Drain from the Global South through Unequal Exchange, 1990-2019», Global Environmental Change 72 (marzo de 2022): 1-13; Zak Cope, Divided World Divided Class (Montreal: Kersplebedeb, 2015); Mateo Crossa, «Unequal Value Transfer from Mexico to the United States,» Monthly Review 75, no. 5 (octubre de 2023): 42-53; Michael Roberts, «Further Thoughts on the Economics of Imperialism»,The Next Recession, 23 de abril de 2024; John Bellamy Foster y Robert W. McChesney, The Endless Crisis (Nueva York: Monthly Review Press, 2012).
- Marini, La dialéctica de la dependencia, 130-36; Smith, El imperialismo en el siglo XXI, 219-23.
- Hickel, Lemos y Barbour, «Unequal Exchange of Labour in the World Economy»; Phie Jacobs, «Rich Countries Drain «Shocking» Amount of Labor from the Global South», Science, 6 de agosto de 2024.
- Utsa Patnaik y Prabhat Patnaik, «The Drain of Wealth: Colonialism Before the First World War,» Monthly Review 72, nº 9 (febrero de 2021): 15.
- Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), «Topsy-Turvy World: Net Transfer of Resources from Poor to Rich Countries», Policy Brief nº 78 (mayo de 2020); Harry Magdoff, «International Economic Distress and the Third World», Monthly Review 33, nº 11 (abril de 1982) 8-13; Robert Lucas, «Why Doesn’t Capital Flow from Rich to Poor Countries?», American Economic Review 80, nº 2 (mayo de 1990): 92-96.
- John Bellamy Foster, Naked Imperialism (Nueva York: Monthly Review Press, 2006); John Bellamy Foster, John Ross, Deborah Veneziale y Vijay Prashad, Washington’s New Cold War: A Socialist Perspective ( Nueva York: Monthly Review Press, 2022); John Bellamy Foster, «The New Cold War on China,» Monthly Review 73, no. 3 (julio-agosto de 2021): 1-20.
- Paul M. Sweezy, Modern Capitalism and Other Essays (Nueva York: Monthly Review Press, 1972), 147-65.
- U.S. Congressional Research Services, Instances of Use of United States Armed Forces Abroad, 1798-2023, 7 de junio de 2023; David Michael Smith, Endless Holocausts (Nueva York: Monthly Review Press, 2023).
- Bernard Semmel, Imperialism and Social Reform (Garden City, Nueva York: Doubleday, 1960).
- Bill Warren, «Imperialism and Capitalist Industrialization», New Left Review 181 (1973): 4, 43, 48, 82, Karl Marx y Federico Engels, Sobre el colonialismo (Nueva York: International Publishers, 1972), 81-87.
- Horace B. Davis, Nationalism and Socialism (Nueva York: Monthly Review Press, 1967), 59-73; Kenzo Mohri, «Marx and ‘Underdevelopment‘», Monthly Review 30, nº 11 (abril de 1979): 32-43; Sunti Kumar Ghosh, «Marx on India,» Monthly Review 35, nº 8 (enero de 1984): 39-53.
- Bill Warren, Imperialism: Pioneer of Capitalism (Londres: Verso, 1980): 97-98. La idea errónea de que también Lenin veía el imperialismo como el pionero del desarrollo puede encontrarse en Albert Szymanski, The Logic of Imperialism (Nueva York: Praeger, 1983), 40.
- Por ejemplo, Geoffrey Kay, entonces profesor de economía en la Universidad de Londres, escribió que, basándose en su mayor productividad (y haciendo hincapié en la plusvalía relativa), «la tasa de explotación en los países avanzados es, en términos generales, superior a la del mundo subdesarrollado.» Geoffrey Kay, The Economic Theory of the Working Class (Nueva York: St. Martin’s Press, 1979), 52. Véase también Ernest Mandel, Late Capitalism (Londres: Verso, 1975), 354; Charles Bettelheim, «Appendix I: Theoretical Comments», en Arghiri Emmanuel, Unequal Exchange, 302-4; Alex Callinicos, Imperialism and Global Political Economy (Londres: Polity, 2009), 179-81; y Joseph Choonara, Unraveling Capitalism (Londres: Bookmarks, 2009), 34-35. Para una refutación general de tales opiniones, véase Smith, Imperialism in the Twenty-First Century .
- Jeff Schuhrke, Blue-Collar Empire: The Untold Story of Labor’s Global Anticommunist Crusade (Londres: Verso, 2024); Kim Scipes, The AFL-CIO’s Secret War Against Developing Country Workers (Lanham, Maryland: Lexington Books, 2011); Paul Buhle, Taking Care of Business: Samuel Gompers, George Meany, Lane Kirkland, and the Tragedy of American Labor (Nueva York: Monthly Review Press, 1999).
- Arrighi, The Geometry of Imperialism, 171-73; Giovanni Arrighi, The Long Twentieth Century (Londres: Verso, 1994). Para una crítica de la teoría de los costes de transacción en este contexto, véase John Bellamy Foster, Robert W. McChesney y R. Jamil Jonna, «Monopoly and Competition in Twenty-First Century Capitalism», Monthly Review 62, nº 11 (abril de 2011): 27-31.
- Para una crítica del imperialismo humanitario, véase Jean Bricmont, Humanitarian Imperialism (Nueva York: Monthly Review Press, 2006).
- Sobre la naturaleza de la sumisión de la izquierda a la hegemonía ideológica del capital en lo que respecta al imperialismo, véase Domenico Losurdo, Western Marxism: How It Was Born, How It Died, and How It Can Be Reborn (Nueva York: Monthly Review Press, 2024), 75-77, 188-89, 209-10, 227.
- Prabhat Patnaik, «Whatever Happened to Imperialism?», Monthly Review 42, nº 6 (noviembre de 1990): 4.
- Michael Hardt y Antonio Negri, Empire (Cambridge, Massachusetts: Harvard University Press, 2000), 178, 234, 332-35; John Bellamy Foster, «Imperialism and ‘Empire’,» Monthly Review 53, nº 7 (diciembre de 2001): 1-9; Atilio A. Boron, ‘Empire’ and Imperialism: A Critical Reading of Michael Hardt and Antonio Negri (Londres: Zed, 2005); Losurdo, Western Marxism, 184, 209-11, 230, 255. La hipótesis del mundo plano fue ampliada por Friedman, quien afirmó engañosamente que esto también estaba de acuerdo con Marx y Engels. Thomas Friedman, The World Is Flat (Nueva York: Farar, Strauss y Giroux, 2005).
- David Harvey, EThe New Imperialism (Oxford: Oxford University Press, 2003), 137-82. Sobre la preferencia de Marx por la expresión «expropiación originaria» frente a la «denominada acumulación primitiva [originaria]» de la economía política clásico-liberal, véase Ian Angus, «The Meaning of «So-Called Primitive Accumulation»», Monthly Review 74, nº 11 (abril de 2023): 54-58.
- Harvey, The New Imperialism, 209.
- Harvey, The New Imperialism, 6-7, 137-40, 137-49; David Harvey, The Limits to Capital (Londres: Verso, 2006), 427-45; Rosa Luxemburg, The Accumulation of Capital (Nueva York: Monthly Review Press, 1968).
- La teoría de la acumulación de Luxemburg se basaba en la noción de que el capitalismo no podía existir como un sistema autocontenido y necesitaba conquistar «terceros mercados» para reproducirse. Harvey, The New Imperialism, 6-7,137-40, 137-49, 299; Harvey, The Limits to Capital, 427-45; Luxemburg, The Accumulation of Capital. Sobre las diferencias entre las teorías del imperialismo de Lenin y Luxemburg, véase Magdoff, Imperialism: From the Colonial Age to the Present , 263-73.
- David Harvey, The Enigma of Capital (Oxford: Oxford University Press, 2010), 34-35; David Harvey, «A Commentary on A Theory of Imperialism,» 169-71.
- U.S. National Intelligence Council, Global Trends 2025 (Washington, DC: Imprenta del Gobierno de EE.UU., noviembre de 2008): 4.
- Hickel, Lemos y Barbour, «Unequal Exchange of Labour in the World Economy», 15-17; Crossa, «Unequal Value Transfer from Mexico to the United States», 50; UNCTAD, «The Topsy-Turvy World».
- David Harvey citado en Salar Mohandesi, «The Specificity of Imperialism», Viewpoint, 1 de febrero de 2018.
- David Harvey, «Realities on the Ground: David Harvey Replies to John Smith,» Review of African Political Economy, 5 de febrero de 2018, roape.net.
- Moishe Postone, «History and Helplessness: Mass Mobilization and Contemporary Forms of Anticapitalism», Public Culture 18, nº 1 (2006): 96-97; Moishe Postone, Time, Labor, and Social Domination: A Reinterpretation of Marx’s Critical Theory (Cambridge: Cambridge University Press, 1996).
- El argumento de Postone señalaba a Noam Chomsky y Naomi Klein para criticarlos, centrándose en sus explicaciones sobre el papel de EE.UU. e Israel en Oriente Próximo.
- Foster, McChesney, and Jonna, «Monopoly and Competition in Twenty-First Century Capitalism.»
- World Bank, World Development Report 2020: Trading for Development in the Age of Global Value Chains (Washington, DC: Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento, 2020), 15, 19, 26; Benjamin Selwyn y Dara Leyden, «World Development under Monopoly Capitalism,» Monthly Review 73, nº 6 (noviembre de 2021): 21-24.
- Chibber, «To Fight Imperialism Abroad, Build Class Struggle at Home».
- Chibber, «To Fight Imperialism Abroad, Build Class Struggle at Home». El análisis de Chibber sigue la teoría del ultraimperialismo de Kautsky, que separaba el concepto de imperialismo del de explotación mundial. Véase Anthony Brewer, Marxist Theories of Imperialism (Londres: Routledge, 1990), 130.
- Vivek Chibber, The Class Matrix (Cambridge, Massachusetts: Harvard University Press, 2022).
- Robinson, Into the Tempest, 99-121. Sobre las debilidades empíricas de la tesis del capital transnacional, véase Samir Amin, «Transnational Capitalism or Collective Imperialism?», Pambazuka News, 23 de marzo de 2011; Ha-Joon Chang, Things They Don’t Tell You About Capitalism (Nueva York: Bloomsbury, 2010), 74-87; Ernesto Screpanti, Global Imperialism and the Great Crisis (Nueva York: Monthly Review Press, 2014), 57-58.
- Robinson, «The Unbearable Manicheanism of the ‘Anti-Imperialist’ Left»; Robinson, «Capitalist Globalization, Transnational Class Exploitation, and the Global Police State»; Robinson, «The Travesty of ‘Anti-Imperialism,’», 592.
- William I. Robinson, Global Capitalism and the Crisis of Humanity (Cambridge: Cambridge University Press, 2014), 126; Lenin, «El imperialismo y la escisión del socialismo», 115.
- Robinson, «Capitalist Globalization, Transnational Class Exploitation, and the Global Police State».
- Gilbert Achcar, «How to Avoid the Anti-Imperialism of Fools», The Nation, 6 de abril de 2021; Roger D. Harris, «Anti-Anti-Imperialism: Gilbert Achcar’s Leftist Imperialism with Caveats» Mint Press, 1 de junio de 2021; Gilbert Achcar, «Reflections of an Anti-Imperialist After Ten Years of Debate,» New Politics, septiembre de 2021, newpol.org; Gilbert Achcar, «Libya: A Legitimate and Necessary Debate from an Anti-Imperialist Perspective», Le Monde diplomatique, 28 de marzo de 2011, mondediplocom.
- Gabriel Hetland, «Why Is Venezuela Spiraling Out of Control?»» NACLA, 15 de abril de 2017, nacla.org; Jordan Woll, «Jacobin Magazine Attacks Venezuela, Cuba, and TeleSur», Liberation News, 12 de junio de 2017, liberationnews.org. En un artículo reciente en Sidecar, una publicación en línea, asociada a New Left Review, Gabriel Hetland no sólo repite las críticas extremadamente distorsionadas del sistema mediático imperial sobre las elecciones de Venezuela de 2024, sino que deja claro que la principal preocupación es «que las políticas socialdemócratas» se consideren «insostenibles en el siglo XXI». Así pues, hay que abandonar cualquier apoyo a Venezuela en aras de la política socialdemócrata, aunque se reconozcan las sanciones extremas de Estados Unidos y los intentos de golpe de Estado. Gabriel Hetland, «Fraud Foretold?», Sidecar, 21 de agosto de 2024. Para una visión alternativa, véase Drago Bosnic, «Venezuelan Presidential Election from a Serbian Observer’s Perspective-Interview», Portal BRICS, 26 de agosto de 2024. Sobre el «imperialismo democrático», véase Stanley Kurtz, «Democratic Imperialism: A Blueprint», Hoover Institution, 1 de abril de 2003.
- Harris, «Why Doesn’t the World Make Sense Any More?»; Alessandro Borin, Michelle Mancini y Daria Taglioni, «Measuring Countries and Sectors in GVC,» World Bank Blogs, 22 de noviembre de 2021, worldbank.org
- István Mészáros, «The Uncontrollability of Global Capital,» Monthly Review 49, nº 9 (febrero de 1998): 32; István Mészáros, Socialism or Barbarism (Nueva York: Monthly Review Press, 2001), 28-29. Robinson abandona por completo el ámbito de la realidad en su teoría del «Estado capitalista transnacional emergente». Robinson, Global Capitalism and the Crisis of Humanity, 65-69.
- Hung, «Rereading Lenin’s Imperialism at the Time of U.S.-China Rivalry»; Hung, Clash of Empires, 62, 65.
- Ruy Mauro Marini, «Brazilian Sub-Imperialism», Monthly Review 23, nº 9 (febrero de 1972): 14-24.
- Ilya Matveev, «We Live in a World of Growing Interimperialist Rivalries», Jacobin, mayo de 2024; Ashley Smith, «Imperialism and Anti-Imperialism Today», Tempest, 24 de mayo de 2024.
- Michael Roberts, «50 Years of Dependency Theory,» The Next Recession, November 4, 2023; Guglielmo Carchedi and Michael Roberts, «The Economics of Modern Imperialism,» Historical Materialism 29, no. 4 (2021): 23–69; Andrea Ricci, «Unequal Exchange in the Age of Globalization,» Review of Radical Political Economics 51, no. 2 (2019).↩
- En su artículo «The Travesty of “Anti-Imperialism”» en The Journal of World-Systems Research, Robinson repite las calumnias contra Prashad vertidas por los medios de comunicación del establishment, como The Daily Beast y New Lines Magazine (y más recientemente, desde que se publicó por primera vez el artículo de Robinson, por el New York Times), en relación con cuantiosas donaciones económicas al Instituto Tricontinental de Investigación Social, del que Prashad es director ejecutivo. Las donaciones en cuestión proceden de Roy Singham, presidente del consejo asesor internacional de Tricontinental y una figura notable con un largo historial de activismo antirracial-capitalista, antiimperialista y socialista en Estados Unidos y en todo el mundo, que hizo una fortuna en el desarrollo de software. Apoyándose en los ataques al estilo McCarthy de la Nueva Guerra Fría por parte de los medios corporativos, a Singham por sus simpatías por el socialismo con características chinas, así como en su apoyo financiero a Tricontinental y a otras organizaciones de izquierda de todo el mundo, Robinson afirma que Prashad «parece estar políticamente comprometido» debido a que Tricontinental acepta donaciones de Singham. Es cierto que, vistas desde el punto de vista imperialista, tales donaciones son ilegítimas en la medida en que entran en conflicto con los objetivos de la Nueva Guerra Fría de Washington. Sin embargo, la acusación de Robinson de que Prashad está por ello «políticamente comprometido» no tiene sentido desde un punto de vista antiimperialista, en el que la aceptación de esa financiación está totalmente de acuerdo con una crítica fundamental del sistema imperialista mundial. Robinson, «The Travesty of “Anti-Imperialism”», 592; «A Global Web of Chinese Propaganda Leads to a U.S. Tech Mogul», New York Times, 10 de agosto de 2023; Vijay Prashad, «My Friends Prabir and Amit and in Jail in India for their Work in the Media», Counterpunch, 4 de octubre de 2023.
- Pierre Rousset, «China: A New Imperialism Emerges,» International Viewpoint, November 18, 2021.
- Véase Editors, «Notes from the Editors,» Monthly Review 75, no. 6 (November 2023).
- Minqi Li, «China: Imperialism or Semi-Periphery?,» Monthly Review 73, no. 3 (July–August 2021): 57. Un error en el texto original se refería a los cálculos de la pérdida neta de mano de obra de China para incluir «no sólo la transferencia neta de mano de obra que resulta de la desfavorable relación de intercambio laboral de China, sino también la mano de obra incorporada en los “excedentes comerciales” de China» (Li, «China: Imperialism or Semi-Periphery?,» 56). Sobre la metodología, véase Minqi Li, China in the 21st Century (London: Pluto, 2015): 200–2. Véase también Foster and McChesney, The Endless Crisis, 165–74; Suwandi, Jonna, and Foster, «Global Commodity Chains and the New Imperialism.»
- «Comparing United States and China by Economy,» Statistics Times, August 29, 2024.
- «Hyper-Imperialism: A Decadent New Stage,» Tricontinental Institute, January 23, 2024; U.S. Congressional Research Service, Instances of Use of United States Armed Forces Abroad, 1798–2023, June 7, 2023; John Pilger, «There Is a War Coming Shrouded in Propaganda,» John Pilger (blog), May 1, 2023, braveneweurope.com.
- Frederick Thon, Manuel Rodríguez Banchs, and Jorge Lefevre Tavárez, «The ‘Multipolar World’: A Euphemism for Multiple Imperialisms,» The Call, July 6, 2024, socialistcall.com.
- Frantz Fanon, The Wretched of the Earth (New York: Grove Press, 1963).
- «Principles of Unity,» Black Alliance for Peace, blackallianceforpeace.com. Para consultar los ensayos antiimperialistas de Du Bois durante la Primera Guerra Mundial y después, notables como críticas al capitalismo racial y al imperialismo, véase W. E. B. Du Bois, Darkwater (Mineola, New York: Dover, 1999): Charisse Burden-Stelly, «Modern U.S. Racial Capitalism: Some Theoretical Insights,» Monthly Review 72, no. 3 (July–August 2020): 8–20.
- Ruth Wilson Gilmore, «On the Centenary of Lenin’s Death,» Verso (blog), January 25, 2024; Roxanne Dunbar-Ortiz, An Indigenous Peoples’ History of the United States (Boston: Beacon, 2014), 162–77.
Fuente: Monthly Review, 2024, Volume 76, Number 06 (November 2024) (https://monthlyreview.org/2024/11/01/the-new-denial-of-imperialism-on-the-left/)