Un punto de encuentro para las alternativas sociales

El Lenin sin ismos de Francisco Fernández Buey

Salvador López Arnal

Francisco Fernández Buey (1943-2012), catedrático de Filosofía Moral y Política de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona y autor de Marx (sin ismos), comunista democrático, activista antifranquista desde los 18 años (su primera manifestación fue en solidaridad con los mineros de Asturias; la segunda para protestar contra el asesinato de Julián Grimau) y militante del PSUC-PCE (posteriormente de IU), fue un excelente conocedor de los grandes clásicos de la tradición marxista.

En 1977 publicó su primer libro, uno de los primeros ensayos editados en España sobre el revolucionario ruso tras la muerte del dictador golpista: Conocer Lenin y su obra. Dar cuenta de las principales tesis de este ensayo y de otras aproximaciones suyas a la vida, obra y praxis del revolucionario ruso es la finalidad de estas páginas.

1. Proyectos

Fueron varios los libros que el profesor Francisco Fernández Buey (FFB) tuvo en mente que no pudo escribir finalmente. La pasión razonada. Ensayos de historia del pensamiento socialista es uno de ellos. FFB nos ha dejado un índice detallado con indicaciones parciales sobre los materiales, ya elaborados por él, que pensaba usar para escribirlo.

Formaban el primer capítulo –«Contando Marx y Rusia»– nueve apartados: 1. Utopía y vocación científica. A propósito de la revalorización marxista de la obra de Fourier1. 2. Utopía y vocación científica en la revolución socialista de la sociedad moderna. 3. La obra de Karl Marx y las ciencias sociales. 4. Marxismos e ideologías. 5. Del romanticismo al clasicismo. 6. Marx y Rusia. 7. De la polémica al sistema. 8. Los herederos de Marx. 9. Marxismo en España2.

Componían el segundo capítulo, sin título, seis apartados: 1. Lenin. 2. La cuestión rusa. 3. El pez cornudo en el estanque helado. 4. Crítica del bolchevismo. 5. La cuestión rusa y la autocrítica del leninismo. 6. Para la historia del movimiento consejista.

El tercer capítulo estaba dedicado a Gramsci y el cuarto, sin título general, lo subdividió en dos apartados: 1. El viejo Lukács. 2. Togliatti3.

Vladímir Ulyánov estaba muy presente en el segundo capítulo del libro.

No fue La pasión razonada el único caso. Santos de mi devoción es otro de los libros que proyectó Fernández Buey.

El coautor de Ni tribunos4 nos dejó también el índice provisional, sus veinticuatro santos y santas. Lenin es el decimoquinto: 1. Jesús de Nazaret. 2. Girolamo Savonarola. 3. Thomas More. 4. Nicolás Maquiavelo. 5. Francesco Guicciardini. 6. Thomas Münzer. 7. Bartolomé de las Casas. 8. John Milton. 9. Lessing. 10. Giacomo Leopardi. 11. Charles Fourier. 12. Friedrich Engels. 13. F. M. Dostoievski. 14. Rosa Luxemburg. 15. V. I. Lenin. 16. Antonio Gramsci. 17. Simone Weil. 18. Bertolt Brecht. 19. Albert Einstein. 20. György Lukács. 21. Ernesto Che Guevara. 22. Juan Carlos Mariátegui. 23. Guy Debord. 24. Edward Said.

Como en el caso de La pasión razonada, al lado de cada santo/a FFB anotó los materiales que pensaba usar para escribir cada apartado. En el caso de Rosa Luxemburg «de apuntes curso Escuela de Sociología y otros»; en el de Simone Weil, «de apuntes curso Etica y filosofía política»5.

En el caso del revolucionario ruso: «Del libro sobre Lenin.» Es decir, Conocer Lenin y su obra.

2. La colección de Dopesa

Conocer Lenin y su obra6 se publicó en 1977 (el autor lo escribiría probablemente durante el segundo semestre de 1976), en la editorial Dopesa, colección «Conocer». FFB, palentino de padre gallego y madre castellana, residente en Barcelona desde 1961, tenía entonces 34 años, era profesor no numerario, había dejado su militancia el el PSUC en marzo de ese mismo año7 y estaba comprometido en la elaboración y difusión de Materiales, una de las revistas de los primeros años de la transición de cuyo consejo de redacción fue miembro.

En la misma colección de Dopesa se publicaron ensayos similares dedicados a Beckett, Freud, Borges, Descartes, Weber, Einstein, Hegel y muchos otros. Eran libros de introducción no básica, no propiamente de investigación, con pocas notas al pie de página, con fotografías, ensayos formativos no triviales e interesantes, de temática filosófica, literaria, científica o política, no muy extensos (unas 150 páginas, 144 en el caso de Conocer Lenin) que se iniciaban con una cronología, escritos en su mayor parte por jóvenes pensadores (tiempo después intelectuales de referencia en nuestro país) en un lenguaje conceptual asequible a un lector medio con deseos de estudio y saber. Junto con la Biblioteca de Divulgación Temática de la editorial Montesinos, Conocer fue una colección extraordinariamente importante para la formación cultural (en sentido amplio) de la generación joven, no exclusivamente universitaria, de aquellos años8.

Fue el primer libro de FFB. Una Introducción, una cronología muy trabajada, seis capítulos («Arrancar de nuestra aldea las flores imaginarias que la adornan», «Hay que soñar», «Aprender las lecciones de una revolución derrotada», «Fin de una época», «El doble poder de la parálisis de los soviets», «Las cosas han salido de un modo muy distinto a como lo esperaban Marx y Engels») y una bibliografía comentada forman el índice del ensayo.

Primer libro, pero no la primera vez en que FFB, recientemente incorporado a la Facultad de Económicas de la UB como ayudante de Manuel Sacristán tras su expulsión de la universidad por su activa participación en la larga y masiva huelga de los PNN (Profesores No Numerarios) del curso 1974-19759, escribía sobre el revolucionario ruso.

3. Observaciones bibliográficas

FFB observa en la bibliografía del libro10 que la literatura traducida en nuestro país sobre la obra y vida Lenin era ya entonces muy extensa, pero desigual: «se han publicado, sobre todo en los últimos años, numerosos textos de interpretación y valoración de su pensamiento y escasas fuentes de información sobre su vida». Desde un punto de vista biográfico eran de consulta obligada en su opinión: Nadezhda Krúpskaya, Mi vida con Lenin (1977); Gerda y Hermann Weber, Crónica de Lenin (1975), y Gerald Walter, Lenin (1967), «una biografía completa aunque desigual según los períodos»11.

Eran muchas más las valoraciones de la evolución del pensamiento de Lenin. FFB citaba Christopher Hill, La revolución rusa (1967) y E. H. Carr, La revolución bolchevique 1917-1923 (1972)12.

Para la consideración de determinados aspectos del pensamiento de Lenin o de algunas etapas del mismo, se podían consultar también: György Lukács, Lenin (la coherencia de un pensamiento): «Este libro de Lukács, escrito en 1924, es una de las primeras interpretaciones globales del pensamiento de Lenin y su lectura tiene un doble interés: el conocimiento de la evolución de la obra de Lenin y la comprobación de la madurez intelectual del joven Lukács»; Rudi Dutschke, Lenin (tentativas de poner a Lenin sobre los pies): «Este es un libro escrito desde las preocupaciones más apremiantes del marxismo occidental de hoy, felizmente alejado de toda beatería leninista13 y que, a pesar de perder en muchos momentos el hilo del discurso, adelanta sugerencias o hipótesis de notable valor al reconstruir el pensamiento de Lenin sobre la revolución».

Para los dos últimos años de la vida de Lenin había que consultar el libro, excelente en su opinión, de Moshe Lewin, El último combate de Lenin. A lo anterior, añadía un ensayo de Carmen Claudín, Lénine et la révolution culturelle, de 1975, que iba a ser publicado en breve por la Editorial Anagrama.

No se olvidaba FFB de un libro publicado en México en 1970, el Lenin del entonces marxista Roger Garaudy: «una sencilla y aguda clarificación de los varios momentos del hacer político de Lenin en relación con sus estudios filosóficos».

La referencia y brevísima valoración del ensayo de Garaudy nos da una pista para describir el más que probable marco filosófico-cultural en el que FFB escribió su ensayo, un momento en el que, como se ha comentado anteriormente, estaba a punto de cesar su militancia en el PSUC (no en otras organizaciones comunistas democráticas) por desacuerdos con la línea del partido.

Años atrás, en 1969, su maestro Manuel Sacristán había publicado una reseña sobre el libro de Garaudy en Nous Horitzons. Iniciaba el traductor de El capital su comentario señalando que la publicación del libro en la serie de «filósofos» de PUF era «como un anticipo de la inmediata conmemoración de Lenin», la celebración del primer centenario de su nacimiento. La colección en la que aparecía estaba destinada a su uso didáctico en el bachillerato y en los primeros años de la formación universitaria francesa.

A pesar de su brevedad, el texto merecía atención por proceder de un escritor marxista «tan sincero y tan leído» como era entonces Garaudy, quien, al igual que Sacristán (y que FFB), se había manifestado muy críticamente sobre la invasión de Checoslovaquia por las tropas del Pacto de Varsovia. La gravedad de los problemas con los que entonces se enfrentaba el movimiento comunista revelaba con tanta claridad la inutilidad de la literatura marxista inauténtica «de tantos tratados y manuales con todos los problemas del mundo resueltos», que la lectura de escritores marxistas que verdaderamente pensaran –gustase o no lo que pensaban– era incluso recomendable como ejercicio político.

Sin detenernos en el desarrollo de la reseña, Sacristán finalizaba su aproximación con una recomendación a la altura de su concepción del filosofar sin dogmas de la tradición marxista: Era necesario de una vez dejar vivir a los clásicos. No se tenía que enseñar a citarlos, sino a leerlos. Leer creativamente, sin ceguera ni ideologismos, a Marx, Engels, Lenin, Luxemburg, Gramsci, Lukács o a tantos otros.

Esa era la cuestión, siempre lo fue para Sacristán. También lo fue para su compañero de lucha en las duramente (y en ocasiones criminalmente) perseguidas filas del PSUC y de la oposición antifranquista.

En el marco de esas coordenadas filosóficas de estudio e interpretación, FFB escribió, en el 60º aniversario de la revolución de octubre, su libro sobre el revolucionario ruso.

4. Antes de Conocer Lenin y su obra

Conocer Lenin y su obra fue, como se indicó, el primer libro publicado por FFB, pero no la primera vez en la que escribió sobre Lenin. Fueron frecuentes sus referencias en escritos anteriores. Veamos algunos ejemplos:

La conferencia en «Amigos de la ONU», en 1970, centenario del nacimiento de Lenin, con el título «Principales aportaciones de Lenin a la teoría y la praxis marxista»14, tiene, por supuesto, al revolucionario ruso como protagonista.

Breves comentarios sobre el leninismo pueden verse en «Acerca del oportunismo en los movimientos de masas»15. Así, por ejemplo: «Por eso, el compañero que preconiza en una asamblea de estudiantes la discusión de la ley de educación en las fábricas no era un «frustrado pequeño burgués» como quieren los BR16, ni estaba introduciendo «la política burguesa» en el movimiento de masas». Al contrario, con ello se aludía «a la necesaria –y leninista– superación de la consciencia meramente sindicalista». La solidaridad mutua obreros-estudiantes era un factor importante en el desarrollo del movimiento revolucionario. «Pero hoy no podemos quedarnos solo en eso; hoy no basta con que los estudiantes se solidaricen con la clase obrera.»

Son numerosas también las referencias a Lenin y al leninismo en su artículo de 1975 para Zona abierta: «Della Volpe/Lukács. Notas para situar una polémica del marxismo contemporáneo.»17 Aunque no siempre se tenía suficientemente en cuenta, observaba FFB, «hacía ya tiempo que la utilización sin adjetivar de la palabra «marxismo» constituía un indicio de ambigüedad». Que el asunto no era de aquel momento lo probaba «el ya tradicional empleo de la denominación «marxismo-leninismo» a la hora de establecer diferenciaciones». Pero tal vez, añadía, debido a la presunta obviedad propagandística y emocional de ese guion no se había reflexionado demasiado sobre los hechos históricos que ocultaba.

Aun reduciendo el problema de esa ambigüedad, que sin duda era más amplia, al tema de la relación teórica Marx/Lenin («temática que no es la única importante al respecto, pero quizá sí la más significativa y decisiva para lo que suele llamarse marxismo occidental»), podría afirmarse sin demasiado temor a caer en esquematismos que incluso la tradicional denominación «marxismo-leninismo», impuesta tras la muerte de Lenin, solo era apta ya «para las más simplificadas exposiciones catequísticas o para los funcionarios que, con miras estrictamente represivas, establecen archivos policíacos en los más atrasados países capitalistas». El medio siglo de existencia del rótulo «marxismo-leninismo» había hecho, «seguramente no por envejecimiento sino por acumulación de dispares experiencias históricas», que en él fueran incluidas explícita o implícitamente «tesis debidas al joven Lukács, no estrictamente leninista, a Korsch, a Rosa Luxemburg, o a Bernstein, o a Kautsky, de acuerdo con el tenor subjetivo mediante el cual –todos «marxistas-leninistas»– asumen los períodos de crisis abierta o de relativa estabilización del capitalismo imperialista.»

En «Un mundo en crisis»18, un prólogo fechado en mayo de 1975, FFB reflexionaba esta vez sobre el equilibrio, sobre el necesario equilibrio entre ciencia y programa de acción, con varias referencias al revolucionario ruso.

Valía la pena advertir, hablando de las «dos almas» de la tradición, que «sería igualmente un error considerar ese ideal y necesario equilibrio entre ciencia y programa de acción en el marxismo como un principio absoluto e intemporal». Más bien habría que decir que se trataba de un equilibrio tendencial cuya concreción y articulación variaba históricamente en función de la relativa normalidad o agudización de la lucha de clases, «pues el desarrollo mismo de esta tiende a desplazar en uno u otro sentido el del equilibrio». La ilustración de FFB: parecía justo criticar la forma en que «ese equilibrio intentó articularse en las organizaciones marxistas mayoritarias en el movimiento obrero occidental mediante una distribución interna de funciones entre «científicos» y «políticos», entre teóricos o investigadores y activistas del aparato», porque esa forma de articulación reproducía en la realidad una oposición que se declaraba superada en la doctrina, en la teoría: «la oposición entre teoría y práctica que, en última instancia, es un reflejo, paradójico en este caso, de la división del trabajo característica de la sociedad burguesa». Sin embargo, esa crítica no tenía por qué implicar «la afirmación paralela de que el problema del equilibrio entre objetividad y subjetividad estaba ya definitivamente resuelto en Marx, o Engels, o Lenin», pues esa afirmación contradecía un hecho obvio para cualquiera lectura no dogmática de su obra: «el hecho de que en el esfuerzo de cada uno de ellos por articular teoría, análisis concreto de la situación concreta y programa revolucionario» había elementos problemáticos y aun contradictorios que se explicaban, en definitiva, «por el carácter dinámico que tienen tanto el principio de la realidad como el principio de la voluntad colectiva».

Casi podría decirse, desde ese punto de vista, que también en el marxismo de Marx, Engels y Lenin existían como dos almas, «las cuales no siempre se complementan al hacer frente a los acontecimientos históricos, sino que a veces se entrecruzan y tiran del carro de la historia hacia objetivos distintos y en sentidos opuestos». Esas dos almas eran, utilizando un símil del propio Lenin, «el alma del «campesino», que ateniéndose al principio de la realidad sabe que los castillos son castillos y que las ventas son ventas, y el alma del «hidalgo», que ateniéndose al principio de la voluntad y del deseo confunde a veces las ventas con castillos, aunque no por ello siempre yerre, pues en la dinámica histórica suele ocurrir en ocasiones que las ventas están a punto de transformarse en castillos…»19

También en su presentación de Crítica del bolchevismo20, un texto de 1976, pueden verse referencias a Lenin y al leninismo, a propósito de la formación social de transición rusa tras la revolución de octubre de 1917. Paul Mattick o Karl Korsch21, observaba FFB, sabían matizar, sabían que, a diferencia de lo que ocurrió después de 1924 tras el fallecimiento de Lenin, el revolucionario ruso caracterizaba todavía la formación social de transición que era la Rusia de aquellos años como «capitalismo de estado», «como una contradictoria y amalgamada superposición de intereses de clases diferentes conciliados por un aparato estatal bajo la dirección del proletariado». Pero tampoco compartían, «¿es necesario decir que razonablemente?», las fórmulas leninistas para caracterizar esa situación, «la definición del socialismo ruso como «soviets + electrificación»», la aspiración programática a integrar la «modernidad» capitalista del sistema productivo alemán y americano de la época con el sistema de los soviets». Y no lo compartían porque veían en la concreción política de aquella línea, «por una parte, la degradación de las funciones originarias del soviet y una delegación de las mismas en el partido bolchevique (por consiguiente, la degradación de la democracia obrera) y, por otra, que «Lenin solo vio los aspectos técnicos del problema de la socialización, olvidando, en cambio, los aspectos proletarios y socialistas del mismo»».

No podía descartarse, sin embargo, que la autocrítica del último Lenin, «prácticamente desconocida en la década de los treinta», la propuesta leninista de revolución cultural, «su preocupación por la burocratización del Estado…, su exigencia de modificar la composición del comité central del partido bolchevique y, en suma, su repetida declaración de la necesidad de «volver a empezar de nuevo desde el principio», fuera un comienzo de corrección de aquel olvido». Pero, observaba FFB, difícilmente podrían aceptar esa hipótesis quienes, como Mattick, Korsch y Pannekoek, estaban convencidos de «que el principio de la degeneración del marxismo en Rusia procedía de las tesis de Lenin en 1902-1903 sobre el carácter y la función del partido del proletariado, de un partido al que consideraban jacobino y pequeñoburgués». Esa consideración constituía, por lo demás, «la base de una tesis más general del extremismo clásico, la de la coincidencia en lo sustancial del kautskysmo teórico y del leninismo práctico».

5. Los herederos

Las referencias a Lenin son numerosas en uno de los artículos más influyentes de FFB en aquellos años: «Los herederos de Marx», publicado en el El Viejo Topo22, n.º 1, noviembre de 197623. La primera parte del artículo estaba dedicado a la herencia marxiana y sus albaceas; la segunda a Lenin y a Rosa Luxemburg.

Cuando un autor declaraba, observaba FFB, que su aportación al estudio de la sociedad había sido, entre otras cosas, la demostración de que la lucha de clases conducía necesariamente a la dictadura del proletariado; cuando luego veía la materialización de la dictadura del proletariado en el primer gobierno obrero, aunque efímero, que ha existido en la historia (Comuna de París); cuando combatiendo al mismo tiempo contra la ilusión anarquista acerca del estado y contra la degradación estatalista del propio marxismo, reafirmaba su concepción al respecto, «ponerse a contar cuantas veces sale el término en su obra era (y es) una tarea inútil, de eruditos académicos o de potenciales mixtificadores de la realidad existente». Contra esa corriente de dilapidadores de la herencia de Marx, frente al «marxismo» de cátedra y el reformismo, Rosa Luxemburg en Alemania y Lenin en Rusia habían representado a principios del XX «el aire sano de la recuperación del marxismo vivo, concorde además con la apreciación realista de las cosas nuevas, de los movimientos nuevos.»

En su recuperación del pensamiento marxiano, Luxemburg y Lenin habían tratado de dar, además, una explicación del hecho de la degradación de la socialdemocracia alemana. La manipulación de los textos de Engels o la tergiversación de la herencia de Marx «no podía ser sino la manifestación de una realidad más profunda, de una realidad que afectaba directamente a sectores no despreciables de la clase obrera europea (en especial inglesa y alemana): esa realidad nueva era el imperialismo y, con este, la potencial degradación ideológica y política de las capas superiores más favorecidas del propio proletariado en los países dominantes.»

Ambos revolucionarios también vieron con rapidez y en profundidad el dilema entre reforma y revolución que se abría para la clase obrera, «reafirmándose (frente a Bernstein y los «revisionistas») en las tesis de Marx acerca de la anarquía creciente de la producción capitalista, acerca de la tendencia histórica a la agudización de las contradicciones básicas de la sociedad burguesa así como acerca del proceso de concentración monopolista de empresas y capitales en tanto que factor objetivo que mina el sistema.» Por encima de las diferencias que les enfrentaron en cuestiones como la organización del partido de la clase obrera, el derecho de las naciones a la autodeterminación, el arranque de la construcción del socialismo en la URSS o la interpretación marxiana de las crisis en el capitalismo, «Lenin y Rosa restauraban de nuevo la concepción marxiana del período de transición sabiendo ver la distinción cualitativa existente entre la «democracia» burguesa y la «democracia» proletaria.» Quienes eran contrarios a la táctica exclusivamente parlamentaria habían basado su argumentación en la defensa de los principios marxistas y en la crítica de reformismo como utopía derechista. «Pero cuando en 1905 estalla la revolución rusa los más sensibles entre los revolucionarios europeos vuelven sus ojos hacia ella en busca de enseñanzas, de «lecciones históricas» aplicables también en sus respectivos países». Rosa Luxemburg estuvo entre ellos, remarcaba FFB.

Lenin, que no dio inicialmente gran importancia al hecho central del surgimiento de los soviets y que incluso vio en esos organismos obreros enojosos competidores, fue, en cambio, más lejos que Luxemburg en otro sentido. «Probablemente sin conocer el texto completo del «testamento político de Engels», se fija, sin embargo, en el elemento central: los cambios técnico-militares producidos desde 1848». Y ello porque Lenin tenía en cuenta también el elemento central de la revolución de 1905: «la derrota de la insurrección (Rosa no habla de la derrota; solo reflexiona sobre los aspectos positivos de la experiencia rusa); no niega el carácter espontáneo o semi-espontáneo de la huelga general y del arranque de la insurrección. Pero eso es, justamente, lo que le parece insuficiente». Y por ello concluía lo contrario que Luxemburg: «Hoy debemos, en fin, reconocer públicamente y proclamar bien alto la insuficiencia de las huelgas políticas». La reflexión de Lenin sobre la revolución de 1905 empezaba precisamente en el punto en que terminaba la de Luxemburg: el carácter de la insurrección en el futuro, la lucha por ganarse al ejército. Tal era el talante político de Lenin, concluía FFB.

6. La autocrítica del leninismo

Por las fechas en que publicó Conocer Lenin y su obra, FFB impartió una conferencia24 con el título «Autocrítica del leninismo y actualidad del comunismo. Tesis para un debate». Se conserva el guion de su intervención25: una premisa y seis apartados, con énfasis en la autocrítica del último Lenin:

Premisa: Incumplimiento de las expectativas revolucionarias en el occidente capitalista: 1. Maduración de las condiciones objetivas para la revolución. 2. Derrota de la revolución proletaria en occidente (1917-1923). 3. Fracaso de la línea de la III Internacional en Europa occidental (matización positiva en cuanto a la línea de repliegue).

«El leninismo como sentido común de la revolución comunista» es el título del primer apartado:

  1. El análisis leninista del estado y sus implicaciones. 2. El papel del imperialismo. 3. La autoconsciencia de las limitaciones de la revolución rusa. 4. La forma de resolución de la lucha de clases: dictadura proletaria. 5. El desplazamiento del centro de la revolución hacia oriente.

«La autocrítica del último Lenin como punto de partida» es el título del segundo:

  1. Sobre la naturaleza del estado soviético. 2. Sobre la relación obreros/especialistas burgueses/campesinos. 3. Sobre el papel de la cultura y la revolución cultural. 4. La estructura orgánica y la estrategia de los PPCC de la Europa occidental (el problema de la rusificación).

«La autocrítica del leninismo y sus líneas de avance» da nombre al tercero:

Algunas aportaciones indispensables. La crítica de Trotski. La reconsideración de Antonio Gramsci sobre el estado. Mao Tse-tung y los problemas del productivisimo. Palmiro Togliatti26 y la cuestión del policentrismo. La autocrítica del leninismo en el PC checoslovaco (1968).

«Ambigüedades en la autocrítica del leninismo» es el título del siguiente apartado:

  1. Una característica común: hacer de la necesidad virtud. 2. Errores varios: la conversión del comunismo en ideología; la exaltación global del leninismo y la afirmación acrítica de la inmediatez de la revolución; la crítica ideológica del productivismo; la degeneración socialdemocrática: confundir el repliegue con una vía al socialismo.

«El fin del marxismo-leninismo» y «Elementos de una política comunista» son los dos últimos apartados no desarrollados del esquema.

Puntos centrales de la intervención de FFB: la autocrítica leninista, sus líneas de avance, y los errores: la conversión del comunismo en ideología, la exaltación global y sin matices del leninismo, la afirmación acrítica de la inmediatez de la revolución, la crítica ideológica del productivismo.

Vayamos ahora a Conocer Lenin y su obra.

7. Desprenderse del talante laudatorio y embalsamatorio de los varios leninismos

FFB abre su libro con una introducción en la que recoge y resume ideas centrales de su exposición.

La emancipación de los trabajadores en la Rusia de principios del siglo XX, observa, exigía «una afirmación de la voluntad colectiva de cambio mayor aún, si cabe, que en los países de la Europa occidental». La vida y la obra de Lenin había sido, en gran medida, fruto de esa voluntad colectiva de transformación del régimen autocrático zarista y, al mismo tiempo, un elemento catalizador «del deseo para su conversión en una estrategia rectamente dirigida hacia el objetivo de la toma del poder político por el proletariado industrial».

En la exclusiva dedicación a la política revolucionaria que fue la vida del revolucionario ruso desde 1894 hasta 1923, 30 de los 54 años que vivió, hubo un eje esencial, una preocupación central, «una verdadera pasión: elevar la consciencia de la clase más oprimida de aquella sociedad y organizaría». Esa pasión, de nuevo esa pasión razonada, había tenido como era natural diferentes fases, «conoció diversos giros y se enriqueció con el conocimiento no solo del movimiento obrero ruso sino también del de otras varias nacionalidades europeas.»

A la extensión de esas fases y a la importancia de los diferentes giros en la vida del revolucionario ruso, cuyo pensamiento estaba muy lejos de ser una línea recta (como todo verdadero pensamiento), se hacía referencia con detalle en los seis capítulos en que había estructurado el libro.

Empero, por encima del interés del análisis de esos giros y de los varios matices que en ellos era posible encontrar, tarea magníficamente resuelta que puede observarse y disfrutarse desde los primeros compases de la lectura del ensayo, FFB anunciaba que había puesto énfasis en lo que consideraba el hilo conductor del pensamiento de Lenin: «el análisis de la naturaleza de la revolución rusa y la vinculación de esta con las revoluciones europeas». Para FFB, Lenin había sido uno de los revolucionarios marxistas «que más en serio se había tomado la tantas veces repetida afirmación marxiana de que los obreros no tienen patria».

Además, en el caso del compañero de Krúpskaya, remarcaba FFB, la preocupación por vincular la revolución rusa a las revoluciones de la Europa occidental no había sido «cosmopolitismo intelectual de literato incapaz de comprender los sufrimientos y las necesidades de la clase obrera del país de origen, sino verdadero internacionalismo.» [el énfasis es mío]. Por ello, sesenta años después de la revolución de octubre, FFB consideraba que el estudio de la obra de Lenin seguía siendo obligado «para todo aquel que sienta la necesidad de la emancipación de los trabajadores y que esté dispuesto a luchar contra la explotación de clase». Y ello, añadía, «pese a que la historia siguió un curso distinto en gran manera al que preveía el autor de El estado y la revolución

Para FFB, la combinación de estos dos hechos –las cosas se habían desarrollado de manera distinta a lo prevista por la teoría después de 1917 y la orientación internacionalista de Lenin–, daba a muchas páginas de la obra leninista una nueva actualidad en la Europa occidental de aquellos años setenta.

En cualquier caso, para recuperar a Lenin, para comprender lo que de universal había en su obra y en su praxis, y para valorar con verdad la actualidad de su pensamiento político también en la Europa occidental, «había que desprenderse al mismo tiempo del talante laudatorio y embalsamatorio de los varios «leninismos» que se impusieron a su muerte». Es decir, un Lenin sin ismos.

Ello implicaba, punto central en la aproximación de FFB, tener presente en todo momento que la obra de Lenin, «incluida aquella parte de la misma escrita como presidente del consejo de los comisarios del pueblo de la república soviética», había sido esencialmente una obra polémica, nada sistemática; una obra cuyo conjunto era complejo (como no podía ser de otro modo) y «en el que para conocer cada pieza es preciso saber la fecha en que fue redactada, el debate que la originó y hasta la personalidad del contradictor o de los contradictores del momento», aristas estas que FFB no olvida nunca a lo largo de las páginas del libro.

Desde el anterior punto de vista, recuperar a Lenin quería decir sobre todo «añadir a la autocrítica del último Lenin, parcialmente distanciado del ejercicio del poder», la autocrítica del leninismo, de los leninismos.

8. Leer e interpetar con agudeza y criterios propios

Son seis, como señalamos, los capítulos que forman Conocer Lenin y su obra. No pretendo resumir contenidos, pero sí indicar algunas características destacables del ensayo, un estudio que muestra lo que será una característica ininterrumpida del filosofar del autor (y de su praxis política): no rechazar influencias ni experiencias ajenas, enriquecerse con ellas, pero intentar pensar siempre con la propia cabeza y, si se me permite y no es un cursilada, sentir siempre con el propio corazón.

No debería pasarse por alto o leer desatentamente la trabajada cronología que FFB elaboró para su ensayo. Conviene leerla y releerla, retener si es posible los nudos más esenciales de la vida y el hacer político de Lenin antes de empezar la lectura del libro propiamente.

Con adecuada prudencia, FFB extrae conjeturas plausibles de los golpes sufridos por el revolucionario ruso durante la adolescencia: muerte del padre, en gran parte como consecuencia de una jubilación forzada, inesperada y represiva; ejecución (horca) de su hermano Aleksandr tras un atentado fallido contra el zar; su propia expulsión de la universidad acusado de actividades subversivas, apenas iniciados sus estudios de derecho,… Su crítica, su odio a los liberales, observa FFB, «su desprecio por los intelectuales académicos le vino probablemente de ahí, de la comprobación del aislamiento en que los colegas y amistades del padre dejaron a su familia después de la muerte de aquel y de la ejecución de Aleksandr».

No se olvida FFB de Brecht27 y de «A los por nacer», un poema traducido en varias ocasiones por Manuel Sacristán y por su amigo Antoni Domènech28. «En cualquier caso, y por lo que hace a ese rasgo del carácter de Lenin –la intransigencia hasta la exageración– señalado en los recuerdos de amigos y enemigos, parece conveniente seguir el consejo de Bertolt Brecht y pensar con indulgencia en quien no pudo ser amistoso de tanto luchar contra la bajeza y la injusticia social.»

Son numerosas las referencias a Krúpskaya en el libro. Muchas de ellas muestran la sensibilidad feminista de FFB desde joven, antes de la irrupción del feminismo como movimiento político en nuestro país, antes, mucho antes de los tres colores de mientras tanto. «Hay, finalmente, en tercer lugar, otro hecho ocurrido en ese período [1894-1900] y que habría de tener trascendental importancia para la vida de Vladíimir Ulyánov; su unión con Nadezhda Krúpskaya, en julio de 1898, durante el destierro en la aldea de Shushénskoie. Desde entonces, casi sin interrupción hasta 1924, Nadezhda será la compañera infatigable de Lenin… la amiga valiente que trata de defender la voluntad del compañero frente frente a las injerencias de Stalin y la precipitación de los médicos cuando Lenin, paralizado, vive los últimos meses de vida.»

Lenin no fue, otro importante subrayado de FFB29, un discípulo que repite talmúdicamente las ideas y sugerencias de otros, incluso de maestros admirados. «El método de Lenin apenas tiene nada que ver con la actitud del discípulo devoto que se queda en las palabras del maestro (sea este Marx o Kautsky) para cada caso». Pocos revolucionarios marxistas, conservando lo esencial del marxismo, «han leído a Marx de maneras tan diferentes en función del desarrollo de los acontecimientos que estaban viviendo y de las contradicciones de la realidad que querían transformar…» La lectura de Marx por Lenin no era una lectura académica o profesoral, «sino sustancialmente una lectura instrumental (con sus peligros, por supuesto) en función de las vivencias políticas correspondientes.»30

Como buen leninista sin ismos, FFB no justifica de Lenin lo que no puede ser justificado. No era posible justificar la relativa instrumentalización de las posiciones de los adversarios que había en la obra del revolucionario ruso durante los años 1910-1914 «aduciendo que estaba defendiendo una política de principios sin más o que estaba haciendo una defensa de la ciencia del marxismo31 para la cual las cuestiones tácticas son secundarias (como, por ejemplo, el oportunismo de Plejánov)», puesto que cuando Lenin había decidido escribir contra los bogdanovistas (Materialismo y empiriocriticismo) «fue en el momento justo en que las diferencias filosóficas entre estos y él mismo se unieron las diferencias políticas». Como consecuencia de ese compromiso tácito con el centrismo, el revisionismo de Bernstein fue para Lenin durante años «una especie de herramienta apta para para la utilización contra todos sus oponentes: en 1902, bersteinianos son los «marxistas legales»; en 1905, los mencheviques; en 1908, la izquierda bolchevique,…»

Alejado de todo panpsicologismo, FFB no olvidó la importancia política de aspectos de la personalidad del revolucionario ruso. Para comprender plenamente la compleja evolución intelectual de Lenin y dar cuenta así de su grandeza política, de aquello que le situaba por encima de tantos otros dirigentes revolucionarios contemporáneos suyos, se tenía que añadir un rasgo de su personalidad, «patente en la obra de esos años, pero agudizado en gran forma por las circunstancias que motivaron su quehacer como estadista: la rapidez de una intuición política que le permite captar en seguida lo sustancial de las situaciones nuevas y encontrar con igual celeridad la vía de salida de una encrucijada antes de haber hallado los conceptos adecuados para hacer esa intuición inteligible a los demás.»

Como buen marxista sin ismos (Marx: «Yo no soy marxista»32) y como excelente conocedor de la filosofía y la historia de la ciencia contemporáneas, FFB no tuvo ningún temor en usar el término revisión –palabra maldita durante décadas, asociada siempre al reformismo y a la claudicación en la tradición comunista– en el caso de Lenin. En dos casos fundamentales: en el tema del partido y en el caso del campesinado. «También este esta tema [partido], efectivamente, Lenin opta en 1905-1906 por la revisión. Y en este caso la revisión parece ser más profunda incluso que en el de la cuestión agraria.»

FFB destaca también, desde los primeros compases del libro, el enorme arco de transformación político-cultural que va desde aquel joven Lenin que en casa del ingeniero Klasson, en la misma reunión en que conoce a Krúpskaya, exclama con ironía (y «con una risa fea que nunca más le oí»): «¡Muy bien. Quien crea que la patria puede salvarse con comités contra el analfabetismo que empiece a trabajar en eso!», hasta la obsesión del Lenin final, durante sus últimos años de vida, en la lucha contra el analfabetismo y en favor de la instrucción y de la revolución cultural.

Como ocurre con todo gran pensador (y todo activista práxico), FFB remarca correcciones importantes a lo largo de los años en nudos centrales del pensamiento de Lenin. Era de toda evidencia que la idea leniniana de los soviets implicaba una corrección nada desdeñable de la forma de articular «consciencia y espontaneidad quince años antes, en la época de Qué hacer, puesto que, entre otras cosas, el partido no es visto ahora como una vanguardia externa al movimiento obrero», sino como una parte del mismo movimiento obrero que se hace vanguardia «al confrontar en él sus orientaciones con otras líneas políticas.»

FFB se aleja siempre en su exposición de toda acrítica idealización de las tesis y posiciones de Lenin. «Pero si no se quiere idealizar la concepción de Lenin en este punto conviene añadir que no de todos sus textos hasta 1921 se desprende una visión tan equilibrada de la propia historia.»

No son menos importantes las oportunas y detalladas informaciones que nos brinda FFB para contextualizar, para comprender el entorno (siempre variable) de las batallas teórico-políticas de Lenin. Por ejemplo, con el populismo33. «En su polémica con los populistas, Vladímir Ulyánov no niega en sustancia la realidad de las diferencias entre los marxistas occidentales y rusos o entre los mismos marxistas rusos». Pero, prácticamente hasta 1900, prefiere velar y quitar hierro a esas diferencias por motivos de táctica política, «esto es, con la consideración de que por entonces todavía era posible la unificación de todos los marxistas rusos en un solo partido socialdemócrata». En esas condiciones, siguiendo un método que habría de caracterizar toda su vida como polemista, Lenin «decide pasar al ataque y resaltar implacablemente todas y cada una de las contradicciones del populismo, tanto por lo que a la fundamentación filosófica del mismo como en lo que respecta a su interpretación del desarrollo del capitalismo en Rusia.»

Matiz es concepto y matizar (incluso matizar el matiz) es otra de las constantes de FFB en su ensayo. «Las características y la duración de este enfrentamiento… sugiere en primer lugar la relativa parcialidad de la tesis que identifica izquierdismo político con idealismo en lo filosófico». Bogdánov y algunos de sus seguidores «defendían un tipo de criticismo de orientación positivista en absoluto asimilable a un hegelianismo y solo reducible a un idealismo subjetivo con la óptica inadecuada en este campo que utilizaba Lenin durante estos años». Pero, pese a esto último, no podía ocultarse que la crítica posterior del Lenin estadista contra los comunistas defensores en 1908-1910 de la retirada de los parlamentos o de la abstención de participar en los mismos «utilizaba aquella polémica con Bogdánov de una forma más bien unilateral, esto es, como si de la posición del grupo leninista entre 1907 y 1914 pudiera desprenderse el éxito de la revolución de octubre y, por consiguiente, el necesario fracaso de la opción en sus oponentes de aquellos años.»

FFB describe con excelencia «la marcha del pensamiento leninista». En los siguientes términos por ejemplo: «En ese punto el pensamiento de Lenin sigue el mismo movimiento que en los anteriores: de la realidad a la teoría y de la teoría a las propuestas programáticas, corrigiendo de paso, en función de los hechos nuevos, la teoría establecida». Ese desarrollo se comprueba fácilmente «siguiendo la serie de artículos publicados en varios periódicos (sobre todo en Proletarii) desde junio de 1905 hasta agosto de 1906, es decir, desde el III Congreso del POSDR, al que asistieron solo bolcheviques, hasta después de la derrota de los intentos insurreccionales de noviembre y diciembre de 1905». De este modo, resume un poco más adelante FFB, «si en 1902-1903 la tarea principal, según Vladímir Uliánov, era enseñar a las masas, imprimir en ellas la consciencia socialdemócrata, ahora, en 1905-1906 se trata de aprender de las masas. Y aprender tanto en lo relativo al papel del partido con respecto a ellas como en las cuestiones militares.»

La finura de la percepción que FFB atribuye a Lenin está también muy presente en él, en su interpretación de la evolución del pensamiento del revolucionario ruso. «En esa finura de percepción hay, sin duda, el desesperado bracear del hombre que está a punto de ahogarse y trata de salvar la vida», pero también, al mismo tiempo, «la reflexión teórica del estratega que ha hecho un mal cálculo sobre las fuerzas del enemigo y sabe corregir a tiempo, en la retirada, la evaluación de las propias fuerzas y las del adversario». Ya a principios de marzo de 1918 se encontraban en la obra de Lenin «muestras de ambas cosas cuando analiza el problema central de la revolución rusa, su relación con las revoluciones socialistas en la Europa del capitalismo maduro.»

FFB critica agudamente (y con matiz complementario, arista importante de su estudio) el unilateralismo de Lenin en su valoración de la civilización técnica. «El hecho de que aparezcan juntas, en un mismo texto, la teorización degradada de la dictadura del proletariado y la justificación acrítica del capitalismo de estado no puede ser una casualidad». Era la consecuencia directa del intento de construcción del socialismo en la miseria, en la ruina económica. «En ello puede verse una muestra más de la valoración unilateral por Lenin de la civilización técnica característica de los países en los que, según la teoría, el socialismo está maduro.» Pero, por otra parte, dialécticamente, había que ver también en esa coincidencia «el esfuerzo del estadista, del político práctico, por encontrar la forma de sacar del hambre y de la miseria a miles de campesinos». En cualquier caso, era erróneo sacar de ahí la impresión de que este fuera el modelo de transición al socialismo en que Lenin pensó siempre.

La importancia del análisis singular, del análisis concreto de la situación concreta, está también muy presente en Conocer Lenin y su obra. Lo esencial era indicar que, aun sin diferenciar demasiado bien en ese concepto de formación económico-social entre el estudio de toda una civilización como la capitalista y el análisis particularizado de una sociedad determinada, «Vladímir Ulyánov supo entrever ya a los 24 años que lo importante no era ponerse a discutir acerca de las minucias académicas sobre ese concepto, o acerca de los matices de una determinada carta de Marx sobre la comuna rural rusa escrita veinte años antes, sino investigar en qué situación real, concreta se hallaba entonces la sociedad en que vivía».

Muy destacable, e incluso sorprendente por su infrecuencia en aquellos años, es que FFB en ¡1977!, en tiempos de extendida referencia al desarrollo aproblemático de las fuerzas productivas, haga referencia al capítulo XIII del libro I de El capital, el de la maquinaria y la gran industria, desde la perspectiva en que lo hace34: «…además de utilizar términos como ruina física, innatural enajenación, atrofia moral, esterilización intelectual, desmedida prolongación de la jornada de trabajo para caracterizar algunos de los efectos de la gran industria, dedicaba un apartado especial al tema gran industria y agricultura en el que están contenida precisamente las palabras más duras contra una concepción progresista estrecha de la técnica.» A lo que añade críticamente, después de citar varios pasajes de El capital: «algo bastante distinto, como se ve, de la ridiculización por el joven Lenin de los lloros populistas ante la acción destructora del capitalismo en el campo… una consideración completamente olvidada por Lenin en su polémica con los populistas rusos asimilados a epígonos de Sismondi.»

FFB no oculta, desde luego, las «debilidades humanas» del revolucionario ruso. Lenin no solo fue un revolucionario que no sabía demasiado35, sino que tampoco fue un hombre de acero. «Una vida, sin embargo, demasiado dura incluso para un hombre como Vladímir Ilích, el cual ya en 1903, a los treinta y tres años de edad, tuvo que afrontar la primera crisis nerviosa importante, como consecuencia del enorme desgaste al que estaba sometiendo su organismo aquel desenfrenado desvivirse. ¿Qué hacer? es, en más de un sentido, el resumen de aquel político desvivirse en la etapa de la redacción de Iskra».

En fin, FFB muestra a lo largo de las páginas de Conocer Lenin y su obra un pensar propio, un profundo conocimiento de la obra de Lenin: ¡había que leer, había que estudiar a los clásicos! Nunca habla y teoriza sin más, contextualiza siempre. Le anima una clara vocación didáctico-política que no trivializa y tiene en cuenta, como no podía ser menos, la realidad política que él mismo estaba viviendo. «Por ejemplo, y sin ir más lejos, esa sencilla pero constantemente repetida y siempre irresuelta contraposición entre «democracia» y «confianza plena y fraternal entre los revolucionarios», entre la necesidad de operar con la disciplina de un cuerpo militar, dado que se trata de lucha de clases, y la necesidad de evitar la burocracia para que la confianza plena y fraternal no se convierta (como ocurrió más de una vez en vida del propio Lenin) en compadreo sectario». Una contraposición esta, añadía, que había operado y seguía operando en todo movimiento emancipatorio de verdad, no literario. Aunque no fuera más que por eso, señalaba, «convendría ser también un poco historiadores antes de echar alegremente por la borda ¿Qué hacer?

FFB lo fue, siempre fue «un poco historiador» en sus análisis y trabajos, uno de los filósofos españoles con más marcada perspectiva histórica y con muy amplios y profundos conocimientos históricos36.

9. La revolución rusa como problema histórico

No fue Conocer Lenin y su obra la última vez en la que FFB escribió sobre el revolucionario ruso.

En «Eurocomunismo: el último repligue»37, hay varios referencias a Lenin («[…] cuando los partidos de la Europa central y oriental rectifican, siguiendo el ejemplo de la perestroika soviética, acaban prefiriendo el social-liberalismo de la Internacional Socialista al reformismo fuerte de los restos del eurocomunismo. Lenin hablaba en estos casos de «justo castigo». La cultura laica dirá: buen motivo para volver a empezar.») y al leninismo («Casi todas las polémicas principales a que dio lugar el eurocomunismo (el debate sobre la dictadura del proletariado en Francia, la controversia sobre el leninismo en España, la discusión sobre el compromiso histórico en Italia) se pueden interpretar como procesos de institucionalización a destiempo de lo que era desde hacía lustros política efectiva de los partidos comunistas de Italia, España y Francia»).

En «Apuntes para un debate sobre el ideario comunista»38, FFB remarca una idea-fuerza apuntada ya en Conocer: «En 1894 V.I. Lenin, que empezaba entonces su carrera política, se negó a trabajar en los comités contra el analfabetismo por creer que eso iba contra los intereses generales del proletariado vistos desde el ángulo marxista. “Y se burló –dice Krúpskaya– con una risa fea”». Siendo ya estadista, como presidente del consejo de los comisarios del pueblo, V. I. Lenin había respondido a Gorki (que se lamentaba de los registros y detenciones de intelectuales de Petrogrado que en otro momento habían ayudado a la revolución) con las siguientes (realistas, peor muy feas) palabras: «Sí, es gente buena y valiente, pero precisamente por eso hay que registrar sus casas. Precisamente por eso, a veces hay que detenerlos, aunque sea con pesar. Porque son personas buenas y valientes, sus simpatías van siempre hacia los oprimidos y están siempre contra las persecuciones». ¿Y qué es lo que veían entonces ante ellos? «Los perseguidores son nuestra policía política; los oprimidos son los demócratas constitucionalistas y los socialistas revolucionarios que tratan de escaparse de aquella. Y, claro está, el deber, tal como ellos lo entienden, les obliga a aliarse con estos contra nosotros. Pero nosotros tenemos que meter en cintura a los contrarrevolucionarios y anularlos. Lo demás es la mera evidencia». Y, según cuenta en este caso Lunacharski, «V. I. Lenin estalló en una risotada39». Otra «risa fea», muy fea.

En el Archivo FFB (Universitat Pompeu Fabra. Biblioteca/CRAI de la Ciutadella) se conserva el esquema de una intervención suya en el ICEBS (Institut Catòlic d’Estudis Socials de Barcelona) de diciembre de 1978 con el título: «Sobre la teoría leninista del estado.»40

También hay referencias a Lenin en la presentación de El acorazado Potemkin, un texto didáctico, fechado el 6 de diciembre de 1978, que FFB preparó para el colectivo Drac Màgic como presentación de la película de Sergei M. Eisenstein41.

Fueron varias también sus referencias al revolucionario ruso y a la revolución de octubre en un artículo, al que el propio FFB dio mucha importancia, que publicó en El Viejo Topo extra nº 2, 1978, pp. 6-9, con el título «La revolución rusa como problema histórico.»

En el apartado II del texto FFB apuntaba que los bolcheviques en general, y Lenin en primer lugar, «habían recogido una parte, solo una parte, del razonamiento marxiano sobre la comuna campesina y la revolución rusas y obviaron la otra». Consideraron que la revolución rusa podría realizarse, mantenerse y profundizarse «siempre que tuviera lugar también la revolución mundial, la revolución europea, o al menos la revolución socialista en el país en que parecían existir mayores posibilidades para el cambio (Alemania)».

Pero por otra parte, proseguía, abandonaron la idea de que era posible pasar al comunismo moderno desde el comunitarismo primitivo de la comuna aldeana. «Al abandono de esta idea contribuyeron sin duda varias razones que es difícil resumir sin una referencia detallada a la evolución del contexto histórico ruso y europeo desde 1880 hasta 1917». Así y todo, y aun a sabiendas de que sin el detalle sobre esa evolución histórica se corría el peligro del esquematismo, podían señalarse algunas de esas razones. La más formal de ellas, tampoco despreciable, era que ninguno de los dirigentes bolcheviques «llegó a conocer hasta muchos años después de la revolución de octubre la totalidad del razonamiento de Marx sobre la comuna aldeana (señaladamente no conocieron la carta a Vera Zasúlich y la importante primera redacción de la misma)». Ese desconocimiento afectaba muy probablemente a las conclusiones de Lenin en El desarrollo del capitalismo en Rusia «en el sentido de que la revolución pendiente en el país era una revolución democrático-burguesa». Si esa obra se leía no desde el conocimiento de lo que había pasado posteriormente sino desde el conocimiento de la situación rusa en 1880/1890 era «difícil sustraerse a la impresión (afirmada por varios estudios actuales del tema) de que Lenin hinchó los datos relativos al desarrollo capitalista de Rusia en aquel momento, exagerando con ello la existencia de factores semejantes a los europeo-occidentales y que conducían a la disolución inevitable de la comuna aldeana.»

Con todo, apuntaba FFB, más importante que la existencia de ese factor de desconocimiento de la obra de Marx al respecto era, para explicar el por qué del abandono bolchevique de la idea de la posibilidad del paso de la comuna rural al comunismo moderno, el mismo desarrollo material de Rusia hasta 1917. Sobre este punto no podía caber ninguna duda: el avance del capitalismo y la disolución de las relaciones precapitalistas agrarias fue un hecho. «¿Una necesidad histórica? Efectivamente, una necesidad histórica si se entiende por tal el objetivo de la base material de aquella sociedad + la voluntad de una parte importante de la población (por lo menos de la burguesía rusa, de sectores del campesinado y de la vanguardia política del proletariado industrial) en el sentido de transformar a Rusia en un país lo más parecido posible a los de la Europa occidental. No hará falta añadir, sin embargo, que esa coincidencia bastante general no implica necesariamente coincidencia en los proyectos político-sociales de los principales grupos que actuaban como portavoces de las varias clases en lucha».

Como argumento a favor de la bondad de la tesis de Lenin y contrario a las ideas del viejo Marx solía citarse el éxito del proyecto político bolchevique en octubre de 1917. Pero era un argumento muy poco sólido en opinión de FFB. Por las siguientes razones:

En primer lugar «porque oculta la escasísima realidad social del partido bolchevique (escasísima sobre todo en el campo, y en un país en el que la población campesina seguía constituyendo el 80% de la población) entre 1903 y febrero de 1917», y porque olvidaba, además, «que el éxito bolchevique en octubre se debió sustancialmente a su buena captación de las repercusiones de la guerra imperialista en las varias clases sociales rusas».

En segundo lugar, porque no consideraba el hecho evidente de que la proletarización acelerada del campesinado ruso en los años treinta de siglo XX era «precisamente la continuación y consumación de las medidas disolventes de la comuna aldeana tradicional adoptadas con anterioridad por varios ministros de la época zarista.»

En esa necesidad histórica que refutó la prognosis del viejo Marx sobre Rusia tuvo también su papel, más importante de lo que solía decirse en su opinión, «la voluntad bolchevique de seguir en este aspecto el ejemplo de países como Inglaterra, Alemania y los Estados Unidos de Norteamérica». En cualquier caso, lo cierto era que «el desconocimiento, el olvido (o el históricamente necesario abandono, como se prefiera) de la hipótesis de Marx sobre la comuna aldeana» había obligado a Lenin a forzar «la semejanza de la revolución en curso en Rusia con las revoluciones democrático-burguesas de la Europa occidental.»

Si se tenía en cuenta la fuerza con que Marx había acentuado la particularidad, la diferencia, de la formación social rusa por comparación con otras sociedades de la Europa occidental y si se pensaban las implicaciones sociales de su hipótesis acerca del paso de la comuna aldeana tradicional al comunismo moderno, se comprendía que no empleara «el término de revolución democrático-burguesa para definir la revolución conservadora/transformadora de la comuna rural». Y se comprendía también que, al emplearlo, «Lenin se sintiera inmediatamente en una situación bastante embarazosa». En realidad una buena parte de la obra de Lenin entre 1905 y 1917 venía a ser en lo esencial «un dar vueltas en torno a la explicación de la revolución democrático-burguesa rusa». No pensaba FFB que fuera desmerecer el genio político de Lenin «afirmar que, pese a las muchas veces que se refirió a ese tema, no logró tampoco dar una definición satisfactoria de la naturaleza de esa revolución democrático-burguesa rusa».

10. Leninismo sin ismos

Ese mismo año de 1978, FFB publicó «¿Leninismo?»42, un artículo con el que intervenía en el debate del PCE y del PSUC sobre el abandono del término en la definición ideológica de ambas formaciones. Santiago Carrillo, entonces secretario general del PCE, lo había anunciado en tierras americanas, en la Universidad de Yale, en noviembre de 1977.

«Parece que muy poca gente entiende qué es lo que está pasando con el tema del leninismo en el PCE y en el PSUC durante las últimas semanas», comentaba FFB con ironía. Era natural: la burguesía española apenas había tenido tiempo para otra cosa que para enriquecerse durante los últimos 40 años y las clases trabajadoras bastante había hecho con resistir la explotación y la opresión. Leer a Lenin en España hasta aquel momento había sido un privilegio. «Y leer a Lenin ahora produce un cierto hastío, como si la mayoría de los miembros de las clases sociales en conflicto hubiera llegado a la conclusión inconfesada de que ya es demasiado tarde para eso.»43

Leninismo era, se repetía una y otra vez, análisis concreto de de la situación concreta. ¿Qué quería decir esto? «Pues, sin duda, reflexión realista, lo más aproximativamente científica posible, acerca de la situación económica, social y política en que se vive en un momento dado. Reflexión expresada, además (se supone), con verdad, sin ocultar datos esenciales de esa realidad». Si eso fuera así, si el leninismo fuera solo o sustancialmente análisis concreto de la realidad concreta, nos encontraríamos sin embargo, observaba sarcásticamente FFB, «con la conclusión paradójica de que la más alta exposición del mismo en el país la representa el general Gutiérrez Mellado44. O, para poner un ejemplo contrario, la dirección de ETA militar. Pues uno y otra han subrayado recientemente el rasgo central de la situación concreta: el poder en la España de hoy es el ejército

FFB no creía que los que estaban entonces inmersos en el debate sobre el leninismo estuvieran dispuestos a aceptar una conclusión tan aparentemente paradójica, «por lo que no cabe más remedio que terminar diciendo en este punto que, o bien el leninismo es algo más que análisis concreto de la situación concreta», o bien que en el debate se estaba hablando de otra cosa que tenía escasamente que ver con las palabras que se pronunciaban.

Para el autor de Leyendo a Gramsci, el leninismo era, desde finales de los años veinte o incluso desde antes, un cuerpo de doctrina compilado sustancialmente por Stalin: «un partido de revolucionarios profesionales aguerridos basado en el centralismo democrático; un esquema de la revolución como proceso que culmina en la destrucción del estado burgués y la sustitución de este por la dictadura del proletariado; una teoría del imperialismo considerado como última etapa del capitalismo; una concepción de la construcción del socialismo mediante la amalgama del taylorismo, los soviets y la electrificación». Un cuerpo de doctrina que, de hecho, había nacido muerto, «puesto que cuando fue compilado en Rusia aquel partido de revolucionarios profesionales era ya un partido de masas con demasiados policías, los soviets no existían como tales, la dictadura del proletariado empezaba a ser dictadura sobre el proletariado, el imperialismo había superado la gran crisis de los años 1918-1921…»

Había habido entonces otros leninismos: el de Bujárin, el de Trotski, el de Zinóviev. «Todos ellos murieron asesinados en nombre del leninismo de Stalin, de la razón de estado». Muchos años antes, Engels, refiriéndose a la revolución socialista y a los revolucionarios proletarios por comparación con los revolucionarios burgueses, había llegado a escribir: «Tal vez nos pase a nosotros lo mismo». Creyendo construir el comunismo se construiría de hecho otro sistema de dominación. «Engels tachó aquella frase. Los investigadores la han restablecido y la historia ha hecho verdadero su presentimiento.»

Para FFB, la autocrítica de ese leninismo, incluso del leninismo que siendo estalinista como el español tenía menos de qué arrepentirse que aquellos otros que recordaban machaconamente sus desmanes en 1936-1939, seguía siendo necesaria. Y no empezaba donde solían decir entonces las crónicas al uso; «empieza con un artículo de Manuel Sacristán acerca de la experiencia checoslovaca publicado en 196845 y criticado entonces por casi todos; por los que hoy se apuntan de manera oportunista a la liquidación por derribo (y entonces mantenían las tesis chinas contra los partidarios de Dubček) y por los que hoy se aferran al leninismo estalinista como una tabla de salvación (y entonces veían en la autocrítica del leninismo al monstruo trotskista)».

Ese leninismo no servía porque había nacido muerto. Pero quedaba la obra de Lenin. Y en ella, un conjunto de ideas que la realidad y la evolución históricas no habían invalidado: «su concepto global del proceso revolucionario, su previsión del comportamiento de las clases sociales en lucha, su estimación de la sustancia del estado capitalista, su afirmación de la necesidad de una forma u otra de dictadura proletaria para llegar al autogobierno de los trabajadores, su idea de la relación entre el aspecto nacional e internacional de las revoluciones».

En pocas palabras, concluía FFB, quedada el sentido común revolucionario de Lenin, confirmado una y otra vez por el análisis concreto de la situación concreta.

11. Entrevista sobre Lenin

Siguieron siendo frecuentes, aunque menos ciertamente, sus referencias a Lenin y al leninismo en los artículos del autor de los años ochenta y en años posteriores. Por ejemplo, hay referencias a Lenin y a la forma leninista de Partido en su conferencia sobre «Crisis de la forma partido» impartida en el CTD (Centre de Treball i Documentació) el 7 de junio de 199046.

Conviene aquí recordar que en momentos de «abandono generalizado», FFB siguió vindicando la revolución, la gran obra filosófico-práctica de Lenin. Así, en «1917 desde 1991»47. FFB citaba oportunamente a Alexis de Tocqueville: «Cuando se las mira de frente, las revoluciones deslumbran y solo vemos sombras. Para llegar a ver sus luces hay que mirar más allá: hay que saber qué había antes de que la revolución llegara». La advertencia del gran teórico de la democracia moderna se refería, obviamente, a la revolución francesa, pero valía igual entonces para la valoración rusa de 1917. Para FFB, «las luces de aquellos días que conmovieron al mundo siguen resaltando sobre las sombras del terror y de la guerra civil cuando miramos con detenimiento el estado en que volvían de la Primera Guerra Mundial cientos de miles de campesinos hambrientos, ávidos no solo de pan sino también de una esperanza, de una palabra nueva». Para muchos esa palabra nueva había sido soviet.

En una conferencia sobre «Marxismo y ecología» impartida en Valladolid en diciembre de 1992, FFB comentó la «insuficiencia de los puntos de vista leninista y kautskyano para un tratamiento de la interrelación entre los problemas medioambientales y los problemas sociales»48.

FFB siguió impartiendo conferencias sobre «La revolución rusa como problema histórico» y temáticas afines a lo largo de la década de los noventa. Pero seguramente su intervención más extensa y detallada sobre Lenin fue la entrevista que le hizo Marta Camps Calvet en mayo de 200349. Selecciono los pasajes centrales de la conversación:

Sobre las corrientes ideológicas que habían influido directamente en Lenin, FFB observaba que la primera influencia había sido la de los populistas o naródniki, «que habían desempeñado un papel importante en la Rusia de los años setenta-ochenta. Incluso por motivos familiares, porque su hermano estaba directamente vinculado a esa forma de resistencia ante el absolutismo zarista». Esa fue la primera influencia e, inmediatamente después, la lectura de Marx y de los marxistas de la época.

Sobre las aportaciones de Lenin, sobre todo lo que se refería la idea de partido, FFB creía que la aportación principal había sido, en primer lugar, «una aplicación de la teoría económica, como decía Marx, de la ciencia económica, al análisis de las condiciones económico-sociales de la Rusia de comienzos de siglo». El punto era importante porque probablemente la primera aportación substancial de Lenin había sido «su análisis del desarrollo del capitalismo en Rusia, y este análisis está muy inspirado en el punto de vista económico de Marx. Y esto es anterior a cualquier juicio que hagamos sobre otras aportaciones».

La segunda, la más importante para FFB, era su teoría política. En Marx podían verse muchos apuntes, muchas consideraciones interesantes para una teoría del partido, pero Marx no tuvo partido y este era un punto importante. «Conoció la Liga de los Comunistas, estuvo allí unos meses; conoció la Primera Internacional, pero esta tampoco era un partido en un sentido propio, y, por lo tanto, Lenin es probablemente de los primeros que se han planteado el asunto específico de lo que podía ser un partido político socialdemócrata, que era la palabra que se usaba inicialmente en 1903, en 1905», posiciones muy adaptadas a las características específicas de la situación rusa de la época.

Hubieron más aportaciones importantes a la teoría marxista del partido (la de Luxemburg, por ejemplo). Pero la de Lenin fue «una consideración del partido específicamente adaptada a las condiciones del absolutismo zarista de la época, a la necesidad de un partido clandestino y con una organización profesional muy específica». Esto no estaba en la obra de Marx, había sido una novedad radical.

Sobre los factores de la realidad con la que se había encontrado Lenin y le habían llevado a hacer nuevos planteamientos, algunos contradictorios con la visión de Marx en opinión de la entrevistadora, FFB matizaba. «Tanto como contradictorios con la visión de Marx yo no lo diría. Aquí haría una precisión que sería la siguiente: se tendría que distinguir entre el Lenin teórico del partido y de la revolución hasta 1917, y el Lenin estadista». Si se consideraba el Lenin teórico del partido, de la revolución y del estado, no había contradicción con la visión de Marx «sino más bien una adaptación de la visión marxiana sobre el capitalismo, sobre el estado y su función en la sociedad capitalista, a condiciones nuevas que estarían caracterizadas por dos cosas».

La primera: Rusia era todavía un país relativamente atrasado en comparación con la Europa central y occidental. «Lenin está pensando en una situación considerablemente distinta de la que era la situación en Alemania, en Francia, en Inglaterra». La segunda: «que es una cosa que Marx difícilmente podía pensar aunque ya en el Manifiesto comunista está la previsión, digamos, de una cierta globalización del capital y del capitalismo, pero que no podía prever en la forma en que se produjo, que es el paso a una nueva fase del capitalismo, lo que Lenin y otros de su época llamaban imperialismo.» Esto último era muy importante, en opinión de FFB, aunque tampoco estaba en contradicción con la visión de Marx. Era más bien una ampliación importante.

Existía otro factor, nada secundario, que no podía haber previsto Marx, «que es lo que representó la Primera Guerra Mundial, del 14 al 18». La consideración de las consecuencias de la I Guerra Mundial había sido clave para la formación de una teoría política y de una filosofía social en Lenin.

En resumen, observaba FFB: «no hay contradicción, hay una ampliación desde el punto de vista de Marx». Se podían ver aparentes contradicciones, por ejemplo, en su formulación de la teoría del partido, pero no tanto porque Lenin entrara en contradicción con lo que Marx había sostenido «sino porque Marx dijo muy poca cosa sobre este tema».

Sobre el supuesto desinterés por la Revolución de 1905, FFB apuntó que no se podía afirmar que Lenin no había mostrado interés. La Revolución de 1905 sorprendió a Lenin como a mucha otra gente, también a Luxemburg por ejemplo. «¿Y por qué? Pues porque la Revolución de 1905 tiene un origen muy complicado, es una revolución de carácter muy espontáneo que tiene sus raíces en la protesta en parte de los campesinos y en parte de los trabajadores contra el zarismo, pero que viene desencadenada por la participación de persones como Gapón y gente de estas características que no tenían nada a ver con la resistencia social y política de la época».

En este sentido se podía decir que a Lenin le sorprendió la Revolución de 1905, pero que mostró mucho interés por ella quedaba demostrado porque inmediatamente después escribió mucho sobre esos acontecimientos. «Caracterizó la Revolución de 1905 como una revolución inicialmente democrático-burguesa, antiabsolutista digamos, un poco haciendo la comparación histórica con lo que fue la primera Revolución Francesa, la revolución de 1789». Y consideró que esta no era una revolución socialista, una revolución proletaria, en el sentido que no se podía decir que la vanguardia de esta revolución fuera el proletariado.

Probablemente, añadía FFB, lo que Lenin no fue capaz de ver con toda la dimensión que tenía «fue el carácter de una de las instituciones claves de la Revolución de 1905, que es el nacimiento de los soviets en una forma aún muy espontánea». Y como Lenin tenía una concepción «muy cerrada del partido político como organización, ante esta forma abierta del soviet, que no era ni el sindicato característico de les sociedades europeas occidentales ni el partido político de profesionales en el que él pensaba, sí que tuvo problemas para interpretar qué significaban los soviets en 1905.»

¿Pensaba, le preguntó a continuación Camos Calvet, que la revolución de octubre de 1917 había forzado la historia? Lo pensaba, respondió, y creía que Lenin también. La idea de que se podía pasar, en el caso de Rusia, de una sociedad semifeudal a una sociedad socialista era una idea muy extendida en la Rusia de la época. «Creo que se podría decir que muy extendida desde los años ochenta del siglo XIX». Era una idea que tenían ya los populistas rusos desde Chernichevski. El problema era aquí que Marx ya de viejo llegó a pensarlo también en cierto modo. «Cuando Vera Sazúlich consulta a Marx si Rusia se podría ahorrar los sufrimientos del capitalismo, Marx, en 1880, pensó mucho cómo contestar a esta pregunta. ¿Por qué? Porque era una pregunta complicada para el mismo Marx, sobre todo era complicada porque había escrito en el libro I de El capital pasajes que parecían dar la idea que para llegar al socialismo era absolutamente necesario pasar por una etapa capitalista». Marx, también Engels, hicieron la precisión hacia los años 80 del siglo XIX: «era posible en Rusia pasar de una sociedad semifeudal a una sociedad socialista, siempre y cuando, y esta era la condición, la revolución rusa coincidiese con la revolución en la Europa occidental». Los clásicos lo habían dicho muy explícitamente: si se producía esa coincidencia, probablemente Rusia podría ahorrarse los sufrimientos del capitalismo.

Lenin la había heredado esta idea de Marx. Ahora bien, hacia 1917, Rusia no era ya solamente una sociedad semifeudal. «Rusia era dos cosas al mismo tiempo: en gran parte una sociedad semifeudal, pero en gran parte una sociedad con puntas de desarrollo capitalista importante. Y, pensando en ello, Lenin reconstruyó la teoría, pensando en la posibilidad de que, en esta ambigüedad entre las dos cosas, se podría llegar a una fórmula que fuese intermedia entre la revolución democrático-burguesa y la revolución socialista». Por esta razón hablaba en términos que en Europa occidental parecían contradictorios, «esta idea de la dictadura democrática del proletariado y del campesinado, que, claro, en nuestro lenguaje, es una cosa un poco extraña esto de dictadura democrática, que quería decir una formación social y económica revolucionaria con una vanguardia proletaria sobre un océano de campesinos, de payeses pobres».

De todas formas, proseguía FFB, la verdad era que hacia 1914-15 Lenin no tenía demasiadas esperanzas en una revolución inmediata en Rusia. «Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, llegó un momento en el que Lenin pensó, lo dijo explícitamente, yo ya soy viejo como para ver...». Lo que había cambiado la situación radicalmente fue la guerra, «fue la inesperada cosa que los campesinos y los obreros durante la guerra, en un momento dado, dada la situación en la que estaban, giraron las armas contra el zar y contra sus dirigentes». En este sentido, creía que sí, que se podía decir que octubre de 1917 había forzado la historia. De hecho, todas las revoluciones habían forzado la historia. «No solamente la rusa, también la Revolución Francesa fue un forzamiento inesperado de la historia.»

El hecho que la «dictadura del proletariado» en la URSS no llevara a la extinción del estado (como defendió Lenin, El estado y la revolución50) y, en cambio, hubiera un crecimiento de la burocracia, un peligro que Lenin había denunciado en su testamento político, ¿se podía explicar solo por las causas externas? FFB creía que había causas internas. La idea de la extinción del estado, que era una idea no solamente de Lenin sino también de Marx, correspondería a la etapa superior del socialismo, al comunismo, y no había sido formulada ni por Marx ni por Lenin con demasiada precisión. «De hecho, cuando Lenin publica El estado y la revolución, las personas que se interesan más por este punto de vista son los anarcocomunistas, digamos, de la época. Había pocos socialistas en Europa que pensasen en la posibilidad de la extinción o desaparición del estado. En Alemania probablemente nadie.» La tradición más bien pensaba en la función educativa y renovadora del estado alternativo, de »otro» estado, pero no pensaba en su extinción o desaparición.

Por otra parte, El estado y la revolución era, por así decirlo, una declaración de principios generales. Cuando después de la revolución, los bolcheviques se encontraron en una situación «que es, primero, de guerra civil y, después, de cerco militar exterior, lo que hacen inmediatamente es reforzar el estado. Cambian muchas cosas, pero se encuentran en una situación, cómo decirlo, de necesidad».

Entre que hubo una situación de necesidad, que tenía que ver con las causas externas, y que no hubo una teoría precisa sobre cómo tenía que evolucionar el estado para llegar a la extinción, «la verdad es que las dos cosas juntas lo que hicieron -sobre todo inmediatamente después de la muerte de Lenin, que en el Testamento ya vio que las cosas no iban nada bien- es que fuera una prolongación de lo que fue el estado zarista con una nueva forma. ¿Por qué? Porque tuvieron que recurrir a funcionarios del viejo aparato del estado existente y ello condicionó muy mucho la cosa. «

Se podría ir un poco más allá, apuntaba. «Quiero decir: es probable que, ya en la discusión que tuvieron Marx y Bakunin sobre la dictadura del proletariado y la extinción o desaparición del estado, el mismo Marx ya «no hilara muy fino», y este «no hilar muy fino» haya tenido su influencia también en la reflexión del Lenin estadista, no tanto del Lenin revolucionario de El estado y la revolución, sino del Lenin del 18 al 22». La prueba era que el Lenin más viejo, no solamente el del Testamento sino el de los años 1921-1922, era un Lenin melancólico sobre estos problemas: «siempre da muchísima importancia a la educación, a la formación, a lo que él llama la revolución cultural, que es básicamente alfabetización del campesinado. No podía ser otra cosa.»

Había algo más.

12. A modo de conclusiones

En la entrevista conentada, Camps Calvet preguntó a FFB si podía explicar brevemente la importancia histórica de la figura de Lenin más allá de los análisis de combate que se hacían de su figura. En coincidencia con lo expuesto en Conocer Lenin y su obra y en otros escritos, FFB seguía pensando que era muy difícil al analizar la figura histórica del revolucionario ruso hacer abstracción de los análisis de combate. Lo era «porque Lenin fue un hombre de partido y con una concepción del mundo de la política muy explícito, y no hay quien pueda escribir o tratar sobre la figura de Lenin que no se sienta desde el primer momento motivado por la simpatía o antipatía del personaje desde el punto de vista político». Lo mejor en estos casos, observaba FFB, era ver qué habían dicho de él sus contemporáneos y comparar qué dijeron.

Y la verdad era que eran muchos los contemporáneos de Lenin, no estrictamente marxistas ni necesariamente marxistas, que reconocieron que había sido una figura histórica de primer orden. «Decir después que ya no es una figura de primer orden porque las cosas fueron de otra forma de la que pensaba Lenin es como decir que Napoleón no tuvo ningún tipo de importancia.» Para FFB, Lenin estaría desde un punto de vista político entre las cinco o seis personas del siglo XX más importantes.

En cuanto al papel que tenían en la izquierda actual las teorías de Lenin, FFB respondió con una broma: la izquierda actual, ¿qué era eso? Desde su punto de vista, «la izquierda actual o ya no sabe quién era Lenin o, en general, no le interesa. Hay personas, individuos y pequeños grupos, y sobre todo no en Europa, en América Latina, que aún tienen interés por las teorías de Lenin». Pero, en su opinión, «si por izquierda actual entendemos la izquierda entre comillas europea, el papel de las teorías de Lenin es 0,1».

De los partidos autodefinidos marxistas-leninistas pensaba lo mismo. Eran muy pocos los partidos autodefinidos así en Europa; otra cosa era en otros continentes. Por ejemplo, el Partido Comunista colombiano seguía considerando que Lenin era el más grande político revolucionario del siglo XX. «Pero la izquierda, así, en general, creo que ya ha abandonado Lenin hace demasiado y que ya ni tan solo se le lee. O sea que, ¿cómo pueden saber cuáles son las ideas de Lenin?».

FFB proponía una fácil comprobación. «Si haces la prueba de ir a una librería barcelonesa o madrileña a comprar las obras de Lenin no las encontrarás. Encontrarás un par de biografías más bien recientes, ya desde la consideración del final del mundo comunista, pero no las obras de Lenin». En cambio, hasta los años setenta del pasado siglo «podías encontrar en cualquier librería de Barcelona las obras completas o una selección».

Podía ser de interés el voluntarismo ideológico propuesto por Lenin, preguntó Camps Calvet. FFB creía que sin voluntad no había revolución, no había transformación social real. «Eso de que las contradicciones internas del capitalismo, sea globalizado o menos globalizado, puedan llevar a la revolución y al socialismo no lo creo y creo que Marx tampoco.» Cuando Marx hablaba del «viejo topo», «no pensaba solamente en las contradicciones internas del propio sistema, pensaba que la gente, proletarios y no solamente proletarios, se movilizarían. Eso tiene a ver directamente con la voluntad.» Por otra parte, una cosa era la voluntad y otra cosa el voluntarismo ideológico. «Aquí la discusión estaría en saber cuándo pasamos de la afirmación de la importancia de la voluntad y la subjetividad de los individuos al voluntarismo ideológico».

Por lo demás, FFB introducía un nuevo matiz: no pensaba que Lenin fuera un voluntarista ideológico. Lenin había sido, sobre, «todo un gran analista político muy poco ideológico, porque una cosa es la afirmación constante de los principios, de las convicciones morales y políticas, y otra es esto del voluntarismo ideológico». De hecho, era muy probable que Lenin no fuera el principal dirigente comunista de la época en poner en primer plano la voluntad. «Mucho más voluntarista que Lenin era Gramsci51, por ejemplo, y otros». En cualquier caso, él no creía que la actual etapa del neoliberalismo con la globalización apuntara «hacia una crisis si por crisis se entiende exclusivamente una crisis económica; si por crisis entendemos una crisis en un sentido más profundo, cultural o sociocultural, a veces sí lo creo».

Una nueva crisis del capitalismo globalizado sin voluntad de transformación radical no conduciría «a otra cosa que a una nueva forma de fascismo, como pasó en los años veinte-treinta. Esto, digo, si no hay la voluntad explícita de transformación radical y revolucionaria en un sentido alternativo a la sociedad existente». Desde este punto de vista, «llamémosle voluntad concreta o voluntarismo ideológico como dices tú, esto es necesario». Sin ello, no se producirían cambios importantes.

FFB no pensaba que episodios como las revoluciones del siglo XX fueran hechos arqueológicos. «Aunque muchas veces se ha afirmado que se ha terminado para siempre la época de las revoluciones, después han habido más». No se atrevía a hacer afirmaciones así. No se tenían que descartar. «Y es posible que hoy en día, en algunos de los países de América Latina todavía se producen situaciones revolucionarias que recuerdan otras del siglo XX; aún no sabemos bien qué pasará en Venezuela, qué pasará en Colombia, qué pasará en Perú, qué pasará en Uruguay o Paraguay, o en Ecuador, de aquí a unos años». En estos países había pasado de nuevo muy a primer plano lo que podría llamarse lucha de clases y no estaban descartados episodios revolucionarios. «Ahora bien, también es verdad que las revoluciones no se repiten, la revolución rusa no tuvo nada a ver con la revolución francesa; después, con posterioridad, se hace teoría comparativa, pero fueron muchas las diferencias.» Lo que sí pensaba era que modelos como el del Palacio de Invierno de octubre del 1917 no se producirían de nuevo, aunque no descartaba otros episodios revolucionarios.

Sí que descartaba que una estrategia como la bolchevique pudiera llevar al triunfo de la revolución a día de hoy. Probablemente ya no lo era en los años veinte-treinta del siglo XX en una parte importante del mundo. Ni la revolución china ni la cubana habían sido continuación de la estrategia bolchevique. «Mao Tse-tung inicia una Larga Marcha que dicen que es más bien una retirada estratégica que tiene muy poco a ver con el proceso revolucionario en Rusia. Y lo que hicieron Fidel Castro y Guevara en Cuba, tampoco es comparable a lo que pasó en la revolución del 17». Habían sucedido demasiadas cosas como para pensar que una estrategia como la bolchevique pudiera llevar al triunfo de la revolución en el siglo XXI.

FFB no lo creía, pero no renunció nunca en sus últimos años a la necesidad de cambios sustantivos, más urgentes que nunca dadas las dimensiones del desastre ecológico y social en el que vivía la gran mayoría de la Humanidad.

En la presentación del libro de Memorias de Lucio Magri en la Facultad de Filosofía de la UB (18/XI/2010), FFB cerró su intervención citando un paso de El sastre de Ulm de claro sabor leninista: «…los afiliados al partido [PCI], entre 1989 y 1990, disminuyeron en casi 400.000 […] Y el éxodo llegó. Alrededor de 800.000 personas se alejaron de la política activa». No era verdad que las clases subalternas permanecieran por naturaleza vinculadas a la izquierda «sino que, por el contrario, si no las convence y orienta una organización, quien las orienta es la televisión». Un éxodo de tal magnitud y de esta clase era peor que la escisión, le abría paso a la demagogia populista. La obra de Lenin, un Lenin sin ismos, podía seguir ayudando a combatir senderos que conducían al corazón de las tinieblas reaccionarias.

Anexo I. Principales aportaciones de Lenin a la teoría y la praxis marxista

Esquema charla «Amigos de la ONU» (centenario de Lenin), 1970. Del Archivo FFB (Universitat Pompeu Fabra. Biblioteca/CRAI de la Ciutadella).

  1. El proletariado y sus aliados para la revolución: el papel del campesinado.
  2. Las clases sociales en Rusia: 130.000.000 de habitantes (en 1914).

La formación del proletariado industrial: 1865: 706.000 obreros industriales

1890: 2.000.000 obreros industriales.

  1. El campo: la estructura y su composición social.

Desarrollo del capitalismo en Rusia (1899)

División interna del capitalismo:

  1. Los campesinos ricos (kulács): 12%.
  2. Los campesinos medios o pequeños propietarios: 7%.
  3. Los campesinos pobres: 21% con solo el 35% de las tierras.
  4. Los grandes terratenientes: 0,002 de la población rural con el 27% de las tierras.

Sobraban unos 20 millones de personas en el campo.

  1. La formación de la alianza de obreros y campesinos.

1899: NUESTRO PROGRAMA: en la lucha por la conquista de la libertad política. «La clase obrera de Rusia sabrá conducir con éxito su lucha económica y política, incluso sola. Sin la ayuda de ninguna otra clase.»

Pero en la lucha política los obreros no están solos.

Enumera: las nacionalidades, pequeños comerciantes, industriales.

Campesinos → contra el zarismo autoritario y la falta de libertades.

1902-1903: QUÉ HACER. Lenin habla del trabajo de los obreros de vanguardia, de los social-demócratas, en todas las capas lesionadas de la población.

1905: EL COMIENZO DE LA REVOLUCIÓN EN RUSIA: sobre la revolución democrática previa a la revolución socialista y que abrirá el camino hacia esta:

«Ante esa tarea se encuentra todo el pueblo, es decir, toda la masa de la pequeña burguesía y los campesinos.»

«Si nosotros, el pueblo revolucionario, es decir, el proletariado y los campesinos, queremos ‘golpear juntos’ a la autocracia, también debemos rematarla juntos, debemos rechazar juntos los inevitables intentos de restauración.»

1905 (noviembre); NUESTRAS TAREAS Y EL SOVIET DE DIPUTADOS Y OBREROS.

Sin la unión del proletariado y los campesinos, sin el acercamiento progresivo de la socialdemocracia y los demócratas revolucionarios es imposible el éxito completo de la gran revolución rusa. Será una alianza provisional con fines prácticos y bien definidos…

LA DICTADURA DEMOCRÁTICA REVOLUCIONARIA DEL PROLETARIADO Y DE LOS CAMPESINOS.

1917 (marzo). Carta sobre la primera etapa de la revolución.

¿Quiénes son los aliados del proletariado en la revolución presente?

Dos: en primer lugar la amplia masa de los semiproletarios y, en parte, de los pequeños campesinos de Rusia, masa que constituye la inmensa mayoría de la población → masa que sufrirá inevitablemente cierta influencia de la burguesía y sobre todo de la pequeña burguesía (vacilante entre la burguesía y el proletariado) → Las duras lecciones de la guerra empujan a esta masa inevitablemente hacia el proletariado: los soviets de diputados campesinos, los soviets de obreros agrícolas son una de nuestras tareas esenciales. Nos esforzaremos porque los campesinos pobres e indigentes se organicen separadamente de los campesinos acomodados.

Y en segundo lugar: el proletariado internacional.

1917 (tesis de abril):

  1. a) Paso del poder a manos del proletariado y de los sectores pobres del campesinado a él adheridos: peculiaridad de la transición de la primera a la segunda etapa de la revolución en Rusia.
  2. b) no una república parlamentaria, sino una república de los soviets de diputados obreros, braceros y campesinos en todo el país.
  3. c) La dictadura democrática revolucionaria del proletariado y de los campesinos → (ya realizada) → El soviet de Diputados obreros y soldados: «en la realidad existen una al lado de otra, juntas, al mismo tiempo, tanto la dominación de la burguesía como la dictadura democrática del proletariado y el campesinado, que entrega voluntariamente el poder a la burguesía, que se convierte voluntariamente en apéndice suyo.»
  4. d) Sin escindir inmediatamente y obligatoriamente los Soviets de diputados campesinos, el partido del proletariado debe explicar la necesidad de organizar Soviets especiales de de diputados braceros y soviets especiales de diputados campesinos pobres (semiproletarios) para sustraerlos de la influencia burguesa y pequeño burguesa de los campesinos ricos y acomodados.
  1. El imperialismo fase superior del capitalismo.
  2. a) Análisis del imperialismo.

Estadio histórico particular del capitalismo caracterizado en 1898-1914 por: terminar de constituirse. 1. capitalismo monopolista. 2. capitalismo parasitarios y putrefacto. 3. capitalismo agonizante.

El carácter monopolista en: a) concentración de la producción que engendra cartels, truts y sindicatos. b) Las grandes bancas en situación monopolista. c) acaparamiento de las fuentes de materias primas por los truts y la oligarquía financiera (capital industrial monopolístico y funcionado con el capital bancario). d) comienzo del reparto económico del mundo por los carteles internacionales. e) fin de reparto territorial del mundo (de las colonias).

Consecuencias inmediatas: 1. Desaparición de la diferencia entre la burguesía democrático-republicana imperialista y monárquico-reaccionario. 2. Formación de una amplia capa de capitalistas que viven de las rentas. 3. Exportación de capitales. 4. Aumento de la corrupción en los países capitalistas. 5. Explotación de las naciones oprimidas y explotación de las colonias por un puñado de grandes potencias. 6. La capa privilegiada del proletariado de las potencias imperialistas vive en parte a expensas de los millones de seres humanos de los pueblos ‘no civilizados’.

  1. b) Las consecuencias en el movimiento obrero social-demócrata (1914-1916)
  2. El análisis de Marx y Engels sobre Inglaterra (1858-1892) como excepción imperialista (con algunos rasgos) en el siglo XIX: la victoria del oportunismo en el movimiento obrero inglés, debido a la formación de una capa del proletariado considerablemente influido por la burguesía: la ‘aristocracia obrera’.
  3. La situación actual:

Exceso de beneficio capitalista (sobrebeneficio o excedente) debido a los monopolios → permite comprar a las capas superiores del proletariado → formar un partido ‘obrero burgués’ (conciliación de obreros y patrones) → generalización de todos los países imperialistas (diferencia con la época de Marx y Engels).

PERO:

La competencia imperialista hace que si el partido oportunista existe en todos esos países, sin embargo el número de obreros que la burguesía puede comprar desciende y con ello las posibilidades de triunfo duradero de un partido en el movimiento obrero.

Además la guerra imperialista (1ª guerra mundial), guerra de rapiña ha de jugar su papel fundamental en la toma de conciencia del proletariado en general y, sobre todo, de sus capas superiores.

[en la revolución rusa] [en la extensión de la revolución a los países de Oriente]

Lenin, El imperialismo y la escisión del socialismo, 1916.

III. El partido del proletariado.

Marx-Engels: Manifiesto Comunista: ¿cuál es la posición de los comunistas con respecto a la totalidad del proletariado?

Los comunistas solo se distinguen de los otros partidos obreros por: a) internacionalismo en las luchas nacionales contra la burguesía de cada país. b) conciencia general del movimiento obrero en su conjunto. c) noción más resuelta del proletariado.

  1. Conciencia y espontaneidad en el movimiento obrero.
  2. a) conciencia espontánea de la clase obrera; sindicalismo, tradeunionismo.

Debido a:

– el proletariado alienado, excluido de la cultura.

– defensa de sus intereses inmediatos.

– falta de visión sobre la situación de las otras capas de la sociedad.

  1. b) La conciencia política socialdemócrata solo puede venir del exterior: no hay práctica revolucionaria sin teoría revolucionaria. «La doctrina socialista ha nacido, etc.»
  2. c) Las masas obreras son incapaces de elaborar por sí mismas una ideología independiente en el curso del movimiento (excepciones: obreros que actúan como teóricos del socialismo).
  3. Necesidad del partido del proletariado.
  4. a) lucha ideológica para eliminar el economicismo, el sindicalismo y el ir a la zaga de las masas en el movimiento obrero.
  5. b) Los caracteres del partido de la clase obrera:

. organización formada por revolucionarios profesionales.

. sin distinción alguna entre obreros e intelectuales ni entre las distintas profesiones.

. sin distinción apenas entre organización política de profesionales y organizaciones sindicales (al estar prohibidas → al contrario que en los países de Europa occidental).

. carácter conspirativo y secreto.

. contradicción de las funciones: crítica del democratismo (sobre los estatutos).

. características de funcionamiento en parte militares.

. la camaradería y responsabilidad individual y colectiva.

. un órgano periodístico nacional para toda Rusia.

Qué hacer, 1902-1903.

  1. Los problemas prácticos en la organización del partido.

. Los derechos de la minoría dentro del partido y el centralismo democrático: bolcheviques y mencheviques. El artículo 1 de los Estatutos.

Lenin; restringir la militancia a los que «participen personalmente en una de las organizaciones del Partido.» No se aprobó.

Los acontecimientos revolucionarios y la reformulación de la relación entre espontaneidad y consciencia: la tendencia objetiva de los obreros hacia el socialismo y la importancia de la iniciativa en la revolución.

  1. El Partido, las elecciones a la Asamblea Constituyente y la dictadura del proletariado.

Introducción: la crítica del partido parlamentarista.

Análisis de las elecciones de noviembre de 1917:

1) Resultados: partido del proletariado (bolchevique): 9.020.000 (25%)

socialrevolucionarios………………..: 20.000.000 (58%)

mencheviques………………………..: 1.700.000 (4%)

demócratas constitucionalistas………: 4.620.000 (13%)

Cómo pudo el partido comunista (bolchevique) tomar el poder:

  1. a) Los bolcheviques eran el partido del proletariado (40% de los votos en el Norte, 44% en el Rusia Central Industrial, 44% en la Occidental), es decir, mayoritario en las zonas industriales.
  2. b) La importancia de la ciudad frente al campo (Moscú 56% de votos bolcheviques; Petrogrado: 45%): «La ciudad lleva tras sí inevitablemente al campo. La ciudad ejerce la dirección».
  3. c) Una solidísima experiencia política en la labor de reunir, concentrar, instruir, probar y templar los «ejércitos» bolcheviques, así como en la de descomponer, debilitar, dividir y desmoralizar los ‘ejércitos’ del ‘enemigo’.
  4. d) La mitad del ejército era bolchevique: 1.671.000 votos; «pero además superioridad aplastante en los frentes más próximos a las capitales».
  5. e) La conquista del poder político y [ilegible] las masas campesinas a los social revolucionarios con su propio programa.
  6. La última batalla de Lenin en el Partido: contra la burocracia.
  7. La ampliación del C.C. del Partido: elementos obreros, 50 o 100 miembros.
  8. La inestabilidad del Partido al apoyarse en dos clases.
  9. Los peligros del aparato del Partido: TEXTO.

Bibliografía

. minoría-masa: institucionalización de las relaciones.

. definición del imperialismo (‘toda la historia’): el imperialismo no es un producto burgués.

. Subvalorar las funciones del campesinado

. Defender el marxismo a escala internacional

Anexo II: Sobre la teoría leninista del estado (esquema ICEBS)

Esquema de la intervención de FFB en el ICEBS (Institut Catòlic d’Estudis Socials de Barcelona) de diciembre de 1978. Del Arxiu FFB (Universitat Pompeu Fabra. Biblioteca/CRAI de la Ciutadella):

  1. Temas principales de El estado y la revolución:

«La cuestión de la actitud de la revolución socialista del proletariado ante el Estado adquiere no solo una importancia política práctica, sino la importancia más candente y actual como cuestión de explicar a las masas de lo que deberám hacer para liberarse, en un porvenir inmediato, del yugo del capital

Capítulo I: La sociedad de clases y el estado.

Restaurar la verdadera doctrina de M. acerca del estado, probar documentalmente y patentizar con toda claridad la tergiversación de estas ideas por el kautskismo hoy imperante. De ahí las largas citas de M. y de E.:

. momento y manifestación del carácter irreconciliable de las contradicciones de clase.

. órgano de dominación, órgano de opresión de una clase por otra.

. fuerza que brota de la sociedad, que se sitúan por encima de ella y que se divorcia de ella cada vez más.

. sus instrumentos principales: ejército permanente, policía, burocracia. Otros: impuestos, deuda pública, situación privilegiada de los funcionarios.

. hay distinción entre formas del estado. En este sentido: la república democrática es la mejor envoltura política de que puede revestirse el capitalismo y el sufragio universal, instrumento de dominación de la burguesía.

«Nosoros somos partidarios de la república democrática como la mejor forma de Estado para el proletariado bajo el capitalismo, pero no tenemos ningún derecho a olvidar que la esclavitud asalariada es el destino del pueblo incluso bajo la república burguesa más democrática»

Capítulo 2: La experiencia de los años 1848 a 1851.

Examinar lo que M. y E. dicen acerca del estado en la Miseria de la filosofía y en el Manifiesto Comunista para ver luego sus conclusiones posteriores a 1848. Aquí se trata de los rasgos generales del estado alternativo:

. concepto de dictadura del proletariado.

. proletariado organizado como clase dominante.

. todas las revoluciones anteriores perfeccionaron la máquina del estado: lo que hace falta es romperla, destruirla y particularmente la burocracia y el ejército permanente.

. el cómo se ha explicado ya en el capítulo I: «La sustitución del estado burgués por el estado proletario solo es posible por regla general por vía violenta.»

. las observaciones que M. y E. tienen una validez general por encima de las diferencias de la época. Es verdad que algnos conceptos ha quedado anticuados, pero en general la moderna evolución del estado capitalista ha ido por donde ellos pensaban:

. formación del poder parlamentario, lo mismo en los países republicanos que en los monárquicos.

. lucha por el poder entre los partidos burgueses, pequeños burgueses.

. perfeccionamiento y vigorización del «poder ejecutivo», del aparato burocrático y policial.

Capítulo III: La experiencia de la Comuna de París de 1871.

Las líneas generales de esa experiencia son:

. necesidad para el proletariado de romper la máquina burocrático-militar del estado. Ampliación del asunto –por otras consideraciones históricas– a Inglaterra y Estados Unidos de Norteamérica.

. sustituirlo por «una democracia más completa: supresión del ejército permanente y completa legibilidad y revocabilidad de todos los funcionarios… algo que ya no es un estado propiamente dicho.»

. reducción de los sueldos de todos los funcionarios del estado hasta el nivel medio del salario de un obrero.

. abolición del parlamentarismo, el cual se critica así: «decidir una vez cada cierto número de años qué miembros de la clase dominante han de oprimir y aplastar al pueblo en el parlamento: he aquí la verdadera esencia del parlamentarismo burgués.»

Cita página 332.

. las instituciones representativas continuan, pero desaparece el parlamentarismo como división del trabajo legislativo y ejecutivo, como situación privilegiada para los diputados.

Cita página 335

. centralismo democrático proletario, unión, frente a federalismo.

Capítulo IV. Las bases económicas de la extinción del estado.

. No puede ni hablarse de determinar el momento de la extinción futura.

. Una etapa o fase especial de transición del capitalismo al comunismo: la dictadura del proletariado.

. Un estado de transición que no es ya un estado en sentido estricto.

Cita p. 368

. primera fase de la sociedad comunista.

. segunda fase de la sociedad comunista.

Una contradicción: «Según Marx, el proletariado solo necesita un estado que se extingue, es decir, organizado de tal modo que comience a extinguirse inmediatamente y que no pueda por menos que extinguirse»

pero también:

«la esencia de la teoría de Marx sobre el estado solo la asimila quien haya comprendido que la dictadura de una clase es necesaria no solo para toda la sociedad de clase en general, no solo para el proletariado después de derrotar a la burguesía, sino también para todo el período histórico que separa el capitalismo de la sociedad sin clases, del comunismo.

Capítulo V: El envilecimiento del marxismo por los oportunistas.

Anexo 3: Crisis de forma partido (CTD: 7/VI/1990)

  1. Crisis del comunismo o crisis del partido comunista.

Entre las razones que inicialmente adujo AO [Achille Occhetto] para pasar de PCI a cosa no estaba (o estaba en un lugar secundario la crisis de la forma partido); AO insistía sobre todo en los cambios que se estaban produciendo en el Este de Europa, en el cambio de fase en el plano internacional, en la crisis del comunismo en general y en la singular situación italiana en la que corrupción, mafia y democracia cristiana gobiernan desde hace cuarenta y cinco años.

Más tarde la crisis de la forma partido fue recogida y teorizada por las distintas corrientes del PCI.

  1. Crisis del partido de matriz leninista.

Acuerdo prácticamente general en que el partido de matriz leninista fue desde su nacimiento inapropiado para la Europa central y occidental. Esta opini6n se basa en las declaraciones del propio Lenin en 1922.

Se discute, en cambio, hasta qué punto por influencia de la III Internacional, entre 1921 y 1945, los partidos comunistas occidentales fueron propiamente leninistas.

En cualquier caso, se reconoce que éste es un problema histórico pues, en líneas generales, después de la I guerra mundial apenas si ha habido partidos leninistas en sentido propio y con alguna implantación de masas, más allá de las declaraciones rituales a veces obligadas por la dependencia o la connivencia con el PCUS.

Independientemente de cómo se conteste al problema anterior, también tiende a considerarse que el partito nuovo de Togliatti no era ya un partido leninista (un partido esencialmente de cuadros) sino algo más amplio (un partido de clase pero de masas).

  1. Debate sobre la dirección del partito nuovo en el plano organizativo:

-El partido nuevo togliattiano como partido de masas precomunista, socialdemocrático a la alemana (Tronti)

-El partido nuevo como partido popular democrático-radical (en comparación con el Labour Party) (Rossanda) por su programa político, pero estalinistaoresidualmenteestalinista porsuorganización.

-El partido nuevo como partido democrático de masas en transición hacia una organización de nuevo tipo (cosa)

  1. La doble crisis de la forma partido

-Crisis del partido-vanguardia/ cuadros profesionales

-Crisis del partido de masas burocratizado criticado por los sociólogos de la organizsción (Weber/Michels/Mosca).

Hay un acuerdo general en que la actual organización de los partidos comunistas es una mezcla, un híbrido, cuyo resultado, en cualquier caso, cae de lleno en las críticas weberiano/michelsianas: tendencias oligárquicas, burocratización, priorización del liderazgo, imposición de la fracción parlamentaria sobre las otras organizaciones; etc.

Pero además: se hace necesario un análisis de los cambios sociales y culturales recientes en que han madurado las crisis de los partidos en la actualidad: secularización, desideologización, rechazo del organicismo, tendencia a acercarse a la política y a los partidos para fines específicos y temas específicos, crisis de la democracia.

  1. Qué cosa.

5.1. Los clubs: intelectuales y organizativos.

5.2. La pantera: qué centro organizador en el final [ilegible]

5.3. Las mujeres y la autonomía: las relaciones [ilegible]

5.4. La experiencia verde: -programática y de reconsideración de las relaciones políticas.

Discusión:

La cosa como cruce de culturas emancipatorias articulada electoralmente

La cosa como reorganización interna del PCI estimulando procesos federativos y de alianzas con otras fuerzas que conservan su autonomía52.

¿Q forma-partido en crisis?

Mario Tronti, en línea con los recordatorios, ha escrito recientemente (Rinascita, 25/II/1990), que en nuestro lenguaje cuando había que referirse al partido comunista se decía simplemente «el partido». Y esto no por una concepción totalizante o totalitaria, sino por el mero reconocimiento de que el partido comunista era la forma mejor organizada del partido político, la más estructurada, como correspondía al hecho de que el movimiento obrero ascendente y las clases subalternas necesitaban organizarse al no ser Estado pero aspirar a serlo.

Tronti, al referirse a la crisis del Este, considera que ve en ella más la crisis del partido que la crisis del comunismo. Y por lo que se refiere a Italia considera que el paso del partido leninista en sentido estricto al partido nuevo, de masas, togliattiano, innovó menos en lo que concierne a la organización que alasideas políticas.

Su tesis es: «Cuanto más perdíamos las connotaciones del partido rígidamente de clase tanto más íbamos asumiendo los defectos del partido de masas pre-comunista, que tan bien fue analizado por la sociología de las organizaciones a comienzos de siglo. Se entiende mejor lo que han sido las organizaciones comunistas de los ultimos tiempos si en vez de referirse a los partidos comunistas en el poder se hace referencia a la teoría weberiano-michelsiana del partido político modelado por la socialdemocracia alemana clásica, con sus tendencias oligárquicas, con sus particulares relaciones entre líderes y componentes de la organización y entre éstos y las masas, etc.

Rossana Rossanda, Identità conflittuale. Ecco il problema. Rinascita, 1,11 II1990

Recuerda Rossanda un hecho que conviene no perder de vista, a saber: que ni el partido comunista italiano ni en general los partidos comunistas europeos se han planteado nunca la revolución de un modo de producción como objetivo relativamente próximo. Se ha tratado siempre de comunistas sin revolución, de revolucionarios sin revolución, como se ha dicho.

Tal vez con algunos momentos excepcionales (la fase final de la resistencia antifascista en el Norte de Italia, la guerra de España, algún momento de la guerra civil en Grecia) antes de la segunda guerra mundial y al final de ella, eso ha sido realmente así. La constitución de los partidos comunistas en la Europa central y occidental tiene lugar, en casi todas partes, cuando ha empezado o está a punto de empezar el período de restauración o contrarrevolución que siguió a la revolución de octubre de 1917. En talia eso es aún más patente, puesto que el PC d’I nació muy pocos meses antes de la Marcha sobre Roma y, por tanto, los principios de su historia enlazan con la lucha antifascista.

Hay que distinguir, de todas formas, entre la voluntad revolucionaria de los comunistas y la plausibilidad o la posibilidad de la revolución durante esos años. Pero tiene razón Rossanda al afirnar que en Italia, Francia, España, Portugal «ser comunista ha querido decir leer la sociedad en clave clasista, de derivación marxista, renovar la tradición antiimperialista (en América Latina), etc».

También es pertinente su pregunta acerca de qué le queda al PCI por dejar caer de su tradición y de su nombre. No la vinculación a la forma partido de la III Internacional, ni la dependencia respecto de la URSS, ni el comportamiento en la política práctica respecto del Estado, pero sí dos cosas:

  1. l) Ser la fuerza que más consecuentemente y con más amplio respiro político ha sido democrática por ser de clase: haber sido un gran partido popular, capaz de lograr la hegemonía en áreas relevantes, representar una idea conflictual o conflictiva de la

2) Mantnener aquel tanto de marxismo que permite una crítica de las supuestas verdades, hoy universalmente admitidas, que el capital es eterno que ya hay tantos capitalismos que no existe un modo de producción como tal, que vivimos en el mejor de los mundos posibles, etc, etc. O sea, la punta anticapitalista.

Ernesto Balducci, Il destino dell’Europa è del Sud del mundo. Ibid.

Recuperar algunas líneas que están en la base de su tradición:

. el internacionalismo

. la utopía de la democracia sin propiedad privada de los medios de producción

. la idea de la austeridad en un sentido radicalmente ecológico

. una alternativa cultural, de civilización, no una alternativa de gobierno.

ITALIA. Tendencias elecciones regionales y provinciales mayo 90

. degragación, localismo, voto de protesta contra los partidos, aumento del abstencionismo de izquierdas.

. Resultados principales: DC (33,1 / 31,6 = -2,3%); PC (23,6 / 23 = -6,4%), PS (15,4 / 15,7: +0,5%), MS (4,1 / 4,7)…

. Cae la junta rojiverde en Milán; gana el partido de la FIAT (liberales republicanos) en Torino, suben los verdes en Venecia (triplican los votos).

Las ideas, A.O.

«Dar vida a la fase constituyente de una nueva formación política». La propuesta mejora ya en el cc [comité central] de noviembre del 89, como reconocieron los críticos, y aún más en la formulación de la moción presentada al congreso, que tiene pasos formalmente excelentes o, por lo menos, interesantes como análisis y como diagnóstico. Insistir en que lo que ha mejorado es la forma de presentar la propuesta, la forma de la argumentación.

Tres motivos para el giro:

  1. l) Los cambios en la Europa del Este

2) La crisis cultural y, en particular, los problemas relacionados con la posible antinomia modernidad / catástrofe.

3) La búsqueda de una alternativa de gobierno en Italia.

. un nuevo sujeto, una nueva formación democrática, popular, reformadora, abierta a las nuevas exigencias del movimiento de los jóvenes, de las mujeres, del ambientalismo, del pacifismo, de la no-violencia, del feminismo… para un nuevoo proyecto de liberación: humanismo moderno por contacto y contaminación entre culturas, ideas, religiones diversas.

. acabar no sólo con la experiencia estalinista, sino también con la tradición «totalizante» del socialismo.

. inspiraci6n auténticamente reformista (democrática)

. conunprogramafundamental: l) la nueva realidad del trabajo/valorización del mismo 2) la falta de control democrático de las funciones públicas esenciales. 3) espacio social europeo/profundización de la democracia económica. 4) inscribir la diferencia sexual en las instituciones. 5) reconversión ecológica de la economía. 6) nueva forma partido sin negar la función autónoma de los movimientos.

Anexo 4. Marxismo y ecología (Valladolid, XII/1992)

  1. Algunos atisbos ecológicos en la obra de K. Marx y F. Engels.

Insuficiencia de la aproximación marxiana a los problemas medioambientales.

Despreocupación de los marxistas en lo tocante al problema ecológico en la época de la agudización de la lucha de clases en Europa (1914-1939): sus causas.

Insuficiencia de los puntos de vista leninista y kautskyano pata un tratamiento de la interrelación entre los problemas medioambientales y los problemas sociales.

Algunas excepciones que hay que tener en cuenta: luchas obreras por mejorar el medio ambiente laboral y singularidades individuales.

Anuncio de un cambio de orientación: Walter Benjamin.

Algunas aportaciones de socialistas marxistas al enfoque ecológico social a partir de los años setenta: Garaudy, Harich, Bahro, Sacristán, Paccino, Conti, Maldonado, Wolff, Antunes, Bookchin, etc.

  1. Marxismo y ecologismo en los movmientos sociales de la actualidad.

Crisis del socialismo progresista/desarrollista y pretensiones ecologistas en favor de un nuevo paradigma de una nueva cosmovisión.

Superación del catecismo totalizador e insuficiencia de los movimientos de un solo asunto.

Conveniencia de dejar a un lado las ideologías y partir de lo que hay, de los grandes problemas ecológico-sociales de la Humanidad en el fin de siglo.

De cómo el repaso de estos grandes problemas muestra la conveniencia de un enfoque ecológico social.

Algunos ejemplos actuales:

  1. a) Problemas globales: agujeros en la capaz de ozono, contaminación atmosférica, residuos industriales urbanos, colapso circulatorio, residuos técnicoambientales en los océanos.
  2. b) Problemas locales.
  3. Qué podemos y qué no podemos cambiar: algunas ideas para un enfoque socialista ecológicamente fundamentado.

Fuente: Una versión inicial de este trabajo se publicó en el número de Nuestra Historia dedicado a Lenin, segundo semestre de 2024.

Notas

1 Probablemente el prólogo de FFB a Charles Fourier El extravío de la razón demostrado por las ridiculeces de las ciencias inciertas, pp. 5-34, 1974, volumen X de la colección Hipótesis de Grijalbo que codirigió con su maestro, camarada y amigo Manuel Sacristán.

2 Texto reelaborado de una comunicación presentada al Encuentro italo-español de filosofía celebrado en Nápoles en abril de 1984. Fue publicado en Sistema, nº 66, mayo de 1985, pp. 25-42.

3 Uno de sus referentes políticos.

4 Libro que escribió con su amigo y discípulo Jorge Riechmann. Publicado por Siglo XXI en 1996. Una de las últimas conferencias impartidas por Sacristán lleva ese título.

5 Véase FFB, Sobre Simone Weil, Vilassar de Dalt: El Viejo Topo, 2020 (edición de Jordi Mir Garcia y Salvador López Arnal).

6 FFB dedicó el libro a Neus Porta i Tallada, su esposa-compañera, fallecida en septiembre de 2011.

7 En un «ridiculum vitae» que FFB escribió en 2001 para su presentación en un programa de radio dirigido por su amiga de Facultad (Filosofía y Letras) Guillermina Motta, observaba: «Ese mismo año [1977], poco antes de su legalización, me fui del PSUC, descubrí el ecologismo social y me afilié al Comité Antinuclear de Catalunya (CANC). Ayudé a convocar las primeras manifestaciones ecologistas en Barcelona.»

8Eloy Fernández Porta ha recordado que el lanzamiento de la colección fue tan importante (y exitosa) que llegó a anunciarse en las vallas publicitarias… ¡del Camp Nou!

9 Junto con su amigo Miguel Candel, profesor entonces de Filosofía Antigua en la UB. Fue FFB, que había iniciado la militancia en el Partido en 1963 (1963: «Me metí en la organización universitaria del PSUC (con Josep Elies, Quim Sempere, el Cristo de Pasolini [o sea, Irazoqui], Parcerises y otros.» https://espai-marx.net/?p=12503), quien dio entrada al autor de Metafísica de cercanías en el partido. Fue su segunda expulsión. Nueve años antes, en 1966, también había sido expulsado de la UB por su destacada participación en la fundación del Sindicato Democrático de los Estudiantes de la Universidad de Barcelona (SDEUB). Fue él quien leyó el Manifiesto del Sindicato Democrático escrito por Sacristán: «Por una Universidad Democrática.»

10 Con erratas en la edición original, corregidas en la nueva edición del El Viejo Topo de finales de 2023.

11 Ensayo muy influyente en la joven generación comunista de principios de los setenta. El autor de estas líneas es un ejemplo de «lector deslumbrado» por el ensayo de Waler.

12 Sobre el volumen III de la obra de E. H. Carr escribiría FFB la reseña «El pez cornudo en el estanque helado. A propósito de la Historia de la Rusia soviética de Edward H. Carr.» El País/Libros nº 288, 28/IV/1985. Para una versión completa del texto: FFB, Discursos para insumisos discretos, Madrid: Libertarias, 1993, pp. 255-260.

13 Dicho en momentos en que estaba muy extendida la beatería leninista que FFB critica. Lenin era usado, en frecuentes ocasiones y de manera natural, como argumento de autoridad, como «no se hable más» en discusiones políticas, como lo «ha dicho Lenin; punto y aparte».

14 En el Archivo FFB (Universitat Pompeu Fabra, Biblioteca/CRAI de la Ciutadella) puede consultarse el «esquema de la charla». Véase anexo I.

15 Publicado (sin firma) en Universitat, órgano del comité universitario del PSUC, extraordinario 1, abril de 1972.

16 Bandera Roja fue un grupo de la izquierda antifranquista, algunos de cuyos dirigentes y militantes de aquellos años pasaron posteriormente a formar parte del PSUC. Entre ellos, Jordi Borja, Jordi Solé Tura y Eulàlia Vintró.

17 Zona Abierta, 5, 1975/1976, pp. 17-43. FFB escribió su tesis doctoral sobre la obra de Gustavo della Volpe: Contribución a la crítica del marxismo cientificista, Barcelona: Publicacions Edicions UB, 1984.

18 Prólogo a Antonio Gramci/Amadeo Bordiga, Debate sobre los consejos de fábrica. Barcelona: Anagrama, 1975, pp. 9-54. Ahora en FFB, 1917. Variaciones sobre la Revolución de Octubre, su historia y sus consecuencias, Vilassar de Dalt: El Viejo Topo, 2017, pp. 57-98.

19 FFB añadía en magnífica nota al pie de página: «Tergiversaría el pensamiento de V. I. Lenin si no añadiera que cuando este empleaba, en 1918, la distinción entre «campesinos» e «hidalgos» de la política lo hacía en un sentido diferente, precisamente para combatir a los «hidalgos» (en aquel caso al Bujárin izquierdista). Pero aún así creo que la metáfora sigue valiendo incluso para el conjunto de la obra de Lenin y sobre todo si se piensa –como el que escribe– que algunos de los «castillos» que Bujárin creyó ver en lo que para Lenin y los «campesinos» no eran sino «ventas» iban a resultar, efectivamente, «castillos», y no «ventas», en el próximo futuro.»

20 Publicado por Anagrama, en la colección Debates. Ahora en FFB, 1917. Variaciones sobre la Revolución de Octubre, su historia y sus consecuencias, ob. cit., pp. 99-114.

21 En la bibliografía de Marx (sin ismos), Vilassar de Dalt: El Viejo Topo, 1998, p. 231, observaba FFB: «En general, la lectura de Marx (sin ismos) se inspira en: Karl Korsch [1938], Karl Marx. Traducción castellana de M. Sacristán, Barcelona, Ariel, 1978 y 1981; M. Rubel, Marx critique du marxisme, París, Payot, 1974, y M. Sacristán, Sobre Marx y marxismo, Barcelona, Icaria, 1983.»

22 Una de las revistas que, junto a mientas tanto y Papeles de relaciones ecosociales y del cambio global, FFB más hizo suya.

23 Fue reimpreso en su recuerdo tras su fallecimiento en el n.º 297, 2012, pp. 38-45.

24 Probablemente noviembre de 1977. La faceta de conferenciante (rigurosa, rica, muy diversa, siempre de interés, apta siempre «para todos los públicos» (también para especialistas), atendiendo a numerosas peticiones no solo académicas) es una de las grandes aportaciones de FFB a la cultura de izquierdas española, desde los años de la lucha antifranquista hasta el prematuro final de su vida.

25 Entre la documentación depositada en el Arxiu FFB (Universitat Pompeu Fabra. Biblioteca/CRAI de la Ciutadella

26 Véase FFB, «La iniciativa de Palmiro Togliatti en 1954 acerca del peligro de guerra nuclear», en AA.VV., El pensamiento político de Palmiro Togliatti, Madrid, FIM, 1986, pp. 111-120 (ahora en https://www.elviejotopo.com/topoexpress/acerca-del-peligro-de-guerra-nuclear/).

27 FFB ha sido uno de los filósofos españoles con mayor sensibilidad poética: «No un profesor de historia de las ideas que, además, lee poesía, sino un amante de la historia razonada de las ideas que busca ideas, e incluso anticipaciones ideales, en los poetas. Eso querría ser yo».

28 B. Brecht, «A los por nacer». Nueva traducción de Antoni Domènech para sus amigos y amigas https://jaenciudadhabitable.org/a-los-por-nacer-bertolt-brecht/.

29 Tampoco FFB fue un discípulo devoto, pero sí un alumno/discípulo agradecido que no olvidó a sus maestros, empezando por sus profesores de secundaria. Véase a este respecto uno de sus artículos más conmovedores: «Mi recuerdo de Xesús Alonso Montero» https://espai-marx.net/?p=12668. Sobre sus otros maestros: «Elogio de la historia en la consideración teórica de la ciencia», en M. Cruz, M. A. Granada y A. Papiol (editores), Homenaje a Emilio Lledó. Barcelona: Crítica, 1989; FFB, Sobre Manuel Sacristán, Vilassar de Dalt: El Viejo Topo, 2015 y, sobre J. M.ª Valverde, FFB, Sobre la izquierda alternativa y cristianismo emancipador, Madrid: Trotta, 2021 (edición de Rafael Díaz-Salazar).

30 Sobre asuntos metodológicos recordemos por ejemplo: FFB, La ilusión del método. Por un racionalismo bien temperado (Barcelona: Crítica, 1991).

31 No fue el marxismo una ciencia para FFB sino una tradición con aspiraciones emancipatorias (nudo poliético) con aportaciones científicas (revisables, como cualquier teoría o hipótesis científica).

32 Una declaración metodológica marxiana a la que FFB (como Sacristán también) dio siempre mucha importancia.

33 Para la evolución del populismo ruso, FFB recomendará el estudio, excelente en su opinión, de F. Venturi, Il populismo russo, Turín, Einaudi, 1952 (El populismo ruso, Madrid: Alianza, 1981). También T. Shanin, El Marx tardío y la vía rusa. Madrid: Editorial Revolución, 1990.

34 Muy afín a una conferencia de otoño de 1983 de Manuel Sacristán: «Algunos atisbos político-ecológicos de Marx». En Pacifismo, ecologismo y política alternativa, Barcelona: Icaria, 1987, pp. 139-150.

35 Véase la Antología de Lenin editada por Constantino Bértolo («El revolucionario que no sabía demasiado») en Clásicos del Pensamiento Crítico de los Libros de la Catarata, una colección que fundaron FFB y su amigo y discípulo Jorge Riechmann.

36 Por ejemplo, «Sobre historia: cuatro aproximaciones y un anexo.» https://espai-marx.net/?p=13638

37 Texto no fechado. No he sabido averiguar dónde fue publicado.

38 El Viejo Topo, 28 (noviembre de 1976). Ahora en FFB, Discursos sobre insumisos discretos, op. cit., 1993, pp. 39-52.

39 A lo que añadía FFB: «[…] ¿puede seguir actuando un comunista hoy con esa consideración de la relación entre medios y fines? Evidentemente, no. Y, sin embargo, todo hace sospechar que aquel «seguir engañándose y atormentándose a sí mismos», aquel «estimar solo lo imaginado por ellos mismos», de que hablaba Tólstoi, continuará exigiendo la violencia y el autoritarismo, incluso para mejorar. O sea, la persistencia del viejo problema que solo resuelven los poetas [Brecht]: «A la buena gente se la conoce en que resulta mejor cuando se la conoce… Cometen errores y reímos, pues si ponen una piedra en lugar equivocado, vemos, al mirarla, el lugar verdadero».»

40 Véase Anexo 2.

41Era una actividad cultural en la que solían participar numerosos estudiantes de bachillerato de aquellos años. Otra característica de FFB: sus frecuentes intervenciones, conferencias o participación en mesas en institutos de educación secundaria. Por ejemplo, en el Instituto Balmes de Barcelona, en 1983, el año del primer centenario del nacimiento de Marx.

42 Publicado en El Correo Catalán, 5/IV/1978. Partidos comunistas vinculados a la historia de la III Internacional y partidos comunistas de extrema izquierda, aunque no solo ellos, solían definirse como organizaciones marxistas-leninistas (con añadidos en el caso de los segundos; pensamiento Mao Tse-Tung, por ejemplo). La otra cara de la moneda: también la reacción usó esa expresión para referirse a partidos o gobiernos de izquierdas, lo fueran o no. Así, Henry Kissinger, criminal de guerra recientemente fallecido y consejero de Seguridad Nacional de Nixon, declaró en 1970, poco días después del triunfo de la Unidad Popular: «Chile votó con calma para tener un Estado marxista-leninista, la primera nación del mundo en hacer esta elección libremente y con conocimiento…»

43 No erraba FFB en este punto. Lenin dejó de estudiarse no solo en facultades o instituciones universitarias sino entre la militancia comunista (incluida una buena parte de la izquierda comunista).

44 Vicepresidente primero del gobierno para asuntos de Defensa y Ministro de Defensa durante la Transición en gobiernos de Adolfo Suárez. Se enfrentó a Tejero el 23F.

45 M. Sacristán, «Cuatro notas a los documentos de abril del Partido Comunista de Checoslovaquia». Intervenciones políticas, op. cit., pp. 78-97.

46 Véase anexo 3.

47 Publicado en mientras tanto, nº 47, noviembre-diciembre de 1991.

48 Véase el esquema de la conferencia en el anexo 4.

49 mientras tanto la reeditó unos diez años después con la siguiente nota: «Recuperamos para el boletín de mt.e de este mes una interesante entrevista que Francisco Fernández Buey concedió hace un decenio en torno a la figura de V.I. Lenin. El texto puede ser considerado un complemento del n.º 119 de la revista mientras tanto, el monográfico en homenaje a PFB». http://www.mientrastanto.org/boletin-112/ensayo/entrevista-a-francisco-fernandez-buey.

50 En una conversación con el profesor Sebastián Martínez de diciembre de 1997, señalaba FFB: «De todos los marxistas y comunistas que en el mundo han sido, Gramsci y Guevara son quienes mejor representan el concepto de la política como ética de lo colectivo. Lo que hoy se aprecia universalmente en Gramsci y en Guevara es la coherencia entre su decir y su hacer, el que siendo, como eran dirigentes, se comportaran como uno más en el marco de movimientos y partidos de la liberación humana. Lo mejor de Guevara está en su vida y en «El socialismo y el hombre en Cuba». Lo mejor de Gramsci está en su vida y en su propuesta de reforma moral e intelectual. Gramsci y Guevara honran el ideal comunista moderno, tal como lo teorizó Marx. El juicio sobre Lenin es hoy más ambivalente. Lenin ha sido el mejor de los analistas políticos de formación marxista del siglo XX, pero tuvo, sobre todo como estadista, una concepción demasiado instrumental y exclusivista del quehacer político. Lo mejor de Lenin está en El estado y la revolución.» (Archivo FFB (Universitat Pompeu Fabra. Biblioteca/CRAI de la Ciutadella)).

51 Junto con Weil y Guevara, los tres grandes clásicos del siglo XX que, probablemente, más conmovieron a FFB.

52 Notas manuscritas de FFB:

Víctor [Ríos]: – experiencia de resistencia. -sindicalismo autónomo

J.A [tal vez: Julio Anguita]: ¿Cómo conciliar dos tradiciones organizativas con fundamentos filosóficos diversos? ¿Hata qué punto se trata de una nueva forma del debate entre comunismo clásico y libertarismo?)

PS. Una parte no menor de las informaciones, ideas y argumentos expuestos en este texto toman pie en mi prólogo a la reciente reedición por El Viejo Topo de Conocer Lenin y su obra de Francisco Fernández Buey.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *