Un punto de encuentro para las alternativas sociales

En la maquila: luchar todo el tiempo

Daniel Romero, presidente del Consejo Nacional de la Industria Maquiladora de Exportación, está muy preocupado. En declaraciones publicadas en la prensa hace unas semanas, Romero aseveró que la fuga de empresas maquiladoras de capital extranjero con sede en territorio mexicano va a continuar mientras aquí no haya certidumbre fiscal, regulatoria y jurídica para los inversionistas. Su advertencia ha sido contundente. Los integrantes del sector maquilador deberán darse «por bien servidos»(1) si logran conservar el millón setenta mil empleos que existen.

Con esta declaración se está planteando el inicio de una campaña del sector maquilador para asegurar una mayor fragmentación de las relaciones laborales y un incremento en la sobreexplotación de la mano de obra.

Esta inesperada fuga de capital hacia países centro-americanos o asiáticos, principalmente hacia China, comenzó hace algunos años y tiene diversas explicaciones. Una de ellas, la más clara, es que difícilmente se puede encontrar en el mundo mano de obra más barata que la de los trabajadores chinos, que puede ser hasta de 20 centavos de dólar por hora. Otra es que una gran cantidad de las empresas maquiladoras que se asentaron en México en décadas pasadas son de compañías que tenían sus oficinas centrales en países de Asia, lugar donde ahora se asienta el auge maquilador. Y bien, parece que ante la posibilidad de pagar hasta cinco veces menos de lo que pagaban aquí en México (y que era ya diez veces menos de lo que habrían tenido que pagar en Estados Unidos), un gran número de industriales de la maquila ha decidido salir en estampida en busca de mejores condiciones de explotación humana.

De la misma manera que los empresarios, el gobierno de Vicente Fox está muy preocupado por la salida de estas empresas, verdaderos centros de maquinización de la persona, en los que había puesto sus esperanzas como paliativo para el grave desempleo que azota a nuestro país. Y es que si revisamos un poco la historia de la vida industrial en las últimas décadas veremos que las maquiladoras se habían convertido en la gran oferta gubernamental de trabajo para más de un millón de personas, sin importar que éste se diera en condiciones infrahumanas.

Los hombres y, sobre todo, mujeres que trabajan en los niveles de producción de las empresas maquiladoras son responsables de la fabricación de un sinnúmero de elementos indispensables para el funcionamiento de una vida moderna «agradable»: aparatos electrodomésticos, ropa, contenedores de alimentos. Sin embargo, las ventajas de la modernidad no son algo que esté presente en sus vidas cotidianas.

En los últimos años, las condiciones mecanizadas del trabajo en la maquila, que llegan al grado de restringir al mínimo el tiempo que necesita una persona para ir al baño, han tras-pasado el entorno de la fábrica y han salido a buscar un espacio dentro de la opinión pública nacional e internacional.

Veamos qué está ocurriendo ahora que esos hombres y esas mujeres, trabajadores de las fábricas maquiladoras, conscientes de que viven una situación irregular, han decidido expresar su punto de vista y organizarse en defensa de sus derechos laborales.

Para tener un mejor acercamiento a las implicaciones de la vida en ciudades con fuerte presencia de maquiladoras, por ejemplo de la frontera México-Estados Unidos y estados cercanos, voy a retomar testimonios difundidos recientemente por el Frente Zapatista de Liberación Nacional(2).

El «paraíso» perdido

En México, hay más de dieciséis mil fábricas llamadas maquilas, la mayoría de capital estadunidense. En ellas se produce todo tipo de artículos de consumo y partes industriales, especialmente para el mercado de Estados Unidos. Uno de los motivos principales que llevó a estas industrias a establecerse primero en el norte del país y posteriormente en muchos estados de la República -desde hace cuatro décadas y particularmente con la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en 1994- fue la mano de obra barata. Los trabajadores de las maquilas ubicadas en territorio mexicano tienen salarios insuficientes para el mantenimiento de sus familias.

Lupe: Mi salario semanal es de 846 pesos en efectivo con un bono de despensa de 112 semanales. Empecé limpiando cables, luego despuntando y poniendo terminal. De vez en cuando hacía una barridita, pero no de diario. Me gusta, no he trabajado en otra fábrica, pero he oído comentarios de que hay algunas más estrictas y pagan menos. Tengo que revisar mil 500 extensiones diarias; hay cables que son de 268 por hora, otros 300, pero la mayoría no los logra porque esos estándares los sacan por computadora.

Los trabajadores de la maquila -según datos del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) para el año 2000 la maquila empleaba en México a más de un millón sesenta mil personas- padecen jornadas laborales y ritmos de trabajo extenuantes y violatorios de los más elementales derechos laborales, pues deben cubrir cuotas de producción prácticamente imposibles de alcanzar dentro de un marco de justicia laboral.

Lupe: Son nueve horas las que estamos ahí. Nos dan tres descansos de veinte minutos, en total una hora. Yo hago media hora de camino a mi trabajo. Antes teníamos cinco minutos de tolerancia pero ya los quitaron. Si llego tarde me descuentan bono de puntualidad. Hubo unos días en que nos regresaban pasando los cinco minutos, ya no nos recibían. Si se enfermaba uno debía de llevar justificante, ir al Seguro. Si no, era un día perdido. Ahora sí están dejando pasar pero hacen muchos descuentos, por cinco minutos me descuentan casi una hora.

En los reportes que envían regularmente a la Secretaría del Trabajo, los grandes empresarios aseguran que en sus fábricas hay empleados muy afortunados, pues reciben dos o tres veces el salario mínimo. Lo que los patrones no informan y la Secretaría del Trabajo hace como que no ve es que eso equivale a ganar entre 400 y 500 pesos semanales por diez o doce horas diarias de trabajo, duplicando turnos, cumpliendo con estrictas normas de puntualidad y asistencia que permiten alcanzar bonos de productividad, trabajando toda la noche y superando por mucho el límite de las diez horas extra a la semana que establecen las mínimas normas de dignidad laboral en otros países tan pobres como México.

Comité de Trabajadores de Sanyo: La producción en serie o en banda es, en sí misma, una forma de control. La función de los supervisores o asistentes es estar pendientes de los rechazos, de que los trabajadores(as) hagan las tareas asignadas, que los trabajadores no hablen entre sí, que no gasten más del tiempo debido en ir al baño o si es posible mejor que no vayan. También, estos supervisores están pendientes que salgan a sus descansos exactamente cuando timbra y de regreso los trabajadores deben de estar 5 minutos antes en sus puestos, siendo esto motivo de regaño a los trabajadores(as) que tarden 10 ó 15 segundos. También, y esto es muy importante para los japoneses, las bandas de las líneas de producción no paran y todos los trabajadores deben de estar trabajando hasta que toca un timbre de salida a las 6 de la tarde, ni un minuto antes; hasta esta hora se detienen las bandas.

En las décadas recientes, la vida en ciudades como Tijuana se ha encarecido de manera incontrolable. Y es que el auge del empleo ofrecido por la industria maquiladora, aunado a las posibilidades de cruzar la frontera con Estados Unidos en busca de un salario mejor, hizo de las grandes ciudades fronterizas mexicanas verdaderos centros inhóspitos para migrantes de todo el país que llegaban en busca de empleo, sin importar las condiciones en que éste se diera.

Ana: Soy de Villa Cuauhtémoc, Veracruz, y la primera vez que vine a Tijuana fue en el 73. Regresé a mi pueblo en el 79 y me quedé allá por varios años, me junté con otro señor y tuve tres hijas. Allá me dedicaba a pescar, sacar ostión, pelar camarón. Vivía en una isla que no tiene nombre, uno llega ahí e invade un terreno y hace una casita. Bien a gusto, aunque no tenía luz, no tenía agua.

La siguiente vez que me vine fue porque ya estaba cansada. Fue cuando entré a una maquiladora. Una empresa de productos médicos que creo que ya no existe, y desde entonces estoy en la maquiladora. He trabajado en ocho fábricas: en moldeo de plástico, de cascos para motociclistas, copas de trajes de baño, pilas, productos médicos, cables. En el 87, cuando entré, ganaba como 15 pesos a la semana, ahora gano 580. Ahora se gana más pero todo está más caro, todo.

Ahora bien, hubo otros alicientes para la llegada masiva de industrias maquiladoras a México: las disposiciones para que se respete el ambiente y se evite la contaminación son muy flexibles, a diferencia de lo que ocurre en Estados Unidos y en otros países altamente industrializados. Esto ha resultado en una contaminación ambiental severa en las ciudades donde más se concentra la maquila. Hay que señalar también que, en muchas ocasiones, las industrias se dedican a una producción que requiere del manejo, por parte de los trabajadores, de sustancias tóxicas y de alto riesgo como tíner, plomo, benceno, tolueno y sileno, que afectan severamente a la salud, en especial de las mujeres embarazadas. Los empleados de la maquila también tienen que manejar herramientas y materiales muy peligrosos. En muchas fábricas, los mensajes de advertencia en zonas peligrosas o en contenedores de químicos y materiales tóxicos sólo están escritos en inglés.

Lupe: En la fábrica las máquinas me dan toques, pero no sé qué se pueda hacer, aunque no es seguido, pasa casi cada tres meses. El último que me dio, me estremeció. Es una máquina que tienen especial para un cable. Un día que estaba muy mala, un calenturón terrible, hasta me sirvió el toque: sentía el cuerpo como irritado, cortado, y el toque me despertó. No sé, me sentí a gusto. Ya que me pasó la impresión me quedé bien. Como me sentía muy mal me pusieron en esa máquina porque no me tengo que estar levantando. Ponen un montón de cable ahí y yo lo echo en el carrito.

La llegada de las fábricas de maquila también resultó en un auge de otras industrias afines. Con el objeto de abatir costos, muchas grandes empresas han optado por desplazar de sus instalaciones los servicios que no consideraban indispensables (como jardinería, lavado de uniformes o mantenimiento del equipo), y optaron por subcontratar a pequeñas empresas que se convirtieron en sus proveedoras. Pero dichos subcontratistas no han contado jamás con prestaciones, y han tenido que trabajar a un ritmo inhumano para alcanzar los índices de producción que les exigen las grandes fábricas.

Rosa: Desde que murió mi papá vivimos del taller. Es con lo que he sacado a mis hijas adelante. Cuando empezamos, trabajábamos para una persona de aquí, de Tijuana, para el Swapmeet, pero él era de aquí. Cuando se terminó -pues no tenía mucho trabajo el señor- entonces comenzamos a trabajar para el otro lado. Primero eran trabajos pequeñitos. Nos fueron conociendo y conociendo y ya hemos trabajado para la Sirena, la empresa más grande de ropa para dama de Los Ángeles. Siempre he trabajado con mi mamá, no sé qué es trabajar en otro lado. Trabajo como doce horas, a veces he trabajado hasta catorce, diecisiete, pero entre tanto me levanto a hacer de comer, a bañar a mis hijas, a cambiarlas, a tender mi cama o voy por la Muñeca a la escuela, pero pues sí me canso.

Los indicadores señalan que la gran mayoría del personal en las maquiladoras está conformado por mujeres y jóvenes de entre 16 y 25 años. Esto se debe, en parte, a la práctica común en México de pagar a las mujeres un salario menor que a los hombres por el mismo trabajo (hasta 25 por ciento menos), y a la tendencia generalizada a creer que las mujeres son menos propensas a la organización laboral y más fácilmente controlables. Además, un porcentaje muy alto de mujeres obreras de la maquila tienen varios hijos y son madres solteras. Por ello, a diferencia de los hombres, las mujeres prefieren los horarios nocturnos para poder cuidar y atender a sus hijos durante el día. En cuanto a los jóvenes, se piensa que están menos preparados para tomar decisiones, imaginar el futuro o protestar ante condiciones laborales inhumanas. En la industria maquiladora mexicana trabajan jóvenes menores de 16 años.

Lupe: Mi hijo Luis entró a la maquila como a los catorce años, en una fábrica de solventes. Llegaba fumigado, oliendo mucho a tíner, toda su ropa bien penetrada, hasta que empezamos a decir: «Salte de ahí, salte de ahí», hasta que se salió.

El gobierno mexicano y los empresarios no están solos en este afán de mantener a las maquiladoras en territorio mexicano bajo las condiciones que ellas decidan. Muchas empresas estadunidenses se han visto beneficiadas con las políticas de libre comercio fomentadas por el ex presidente Carlos Salinas de Gortari. Hay una gran cantidad de compañías que operan con «plantas gemelas» a lo largo de la frontera. El trabajo físico, el de los dos o tres salarios mínimos, se hace en territorio mexicano. El trabajo mental de administración, ventas, mercadeo, estudios y diseño de políticas se realiza en territorio estadunidense.

Comité de Trabajadores de Sanyo: Otra cosa muy importante es que no hay progreso dentro del trabajo; si entraste como ensamblador en ese puesto te mantendrán con el pasar de los años. Total, así como entraste a la maquiladora vuelves a salir, con la excepción de que has hecho más ricos a los dueños de la fábrica.

Asimismo, muchos ciudadanos estadunidenses cruzan a diario la frontera con México para desempeñar sus responsabilidades en cargos administrativos de las empresas maquiladoras, aunque regresan a comer y dormir en los Estados Unidos. Una secretaria ejecutiva norteamericana que esté dispuesta a cruzar la frontera diariamente y sea bilingüe puede ganar, en promedio, 28 mil pesos mensuales (35 mil dólares anuales).

Lupe: Me han aumentado mucho el sueldo, pero también han aumentado mucho los precios de todo. Es la misma carencia. Entré ganando 106 pesos y era lo mismo, no alcanza para comprar nada. Compro ropa de segunda para que me alcance. Cuando dan el aguinaldo me doy el lujo de comprarme algo. Tengo dieciséis días de vacaciones porque ya tengo once años trabajando. El único beneficio que me dan son 100 pesos a la semana por antigüedad. Mi hijo me da sus bonos y mi nuera a veces compra algo que se necesita. Él gana 500 pesos y feria a la semana, lo que apenas alcanza para la leche, pañales y alguna cosilla que compran en abonos.

Las empresas maquiladoras manejan su presupuesto en dólares pero hacen sus gastos en pesos mexicanos y, en nombre de la creación de empleos, han estado exentas del pago de impuestos en diversas modalidades. Cada vez que ha habido una devaluación de nuestra moneda, las maquiladoras han respondido con una importante expansión de sus operaciones. Los miles de empresarios estadunidenses y de otras nacionalidades que desde hace cuarenta años se han ido estableciendo en ciudades fronterizas como El Paso, McAllen y Brownsville están a favor de la permanencia de la próspera industria que ha fomentado el surgimiento, en todas esas ciudades, de hoteles, negocios de renta de automóviles, así como de restaurantes.

Además, las maquiladoras han generado empleos para profesionistas en leyes, administración de empresas y economistas de los Estados Unidos. Hay quienes aseguran que eso puede propiciar la permanencia de muchas maquiladoras, al menos, en la zona fronteriza.

Tensión industrial.

Comité de Trabajadores de Sanyo: Las condiciones de trabajo son tal vez los hechos diarios más desconocidos; escondidos tras las paredes de esta fábrica, no están a la vista del público. Cada quien conoce y sufre sus condiciones de trabajo, pero ignora o hace por ignorar las de los demás compañeros. Así son situaciones vividas por todos, todos los días. Pero esto escapa al observador. Transcurren en lugares cerrados, donde permanecen siempre como «secreto industrial».

Dentro de las preocupaciones de Daniel Romero no están los trabajadores. En casi cuarenta años, ni el sector privado ni el gobierno federal han respetado la dignidad laboral de los hombres, mujeres y niños que trabajan en la maquila. Deben ser otros aspectos los que molestan a empresarios y a funcionarios del gobierno federal: si en los años anteriores la inversión en la industria maquiladora parecía haber decidido establecerse por mucho más tiempo en México y era de hasta 17 mil millones de dólares anuales, la inversión para este año 2003 será de sólo mil millones de dólares. Además, las empresas maquiladoras de California, Arizona, Nuevo México y Texas han tenido un auge impresionante y no quieren cerrar. Parece que los empresarios fronterizos estadunidenses no desean dejar sin empleo a sus trabajadores, a los que comen y duermen allá. Por otra parte, los industriales mexicanos no quieren quedarse sin sus fuentes de explotación colectiva y enriquecimiento personal. Por si fuera poco, Vicente Fox tuvo la puntada de ofrecer la creación de un millón 200 mil empleos anuales en su campaña presidencial.

Ahora que las empresas han encontrado en otros lares mayores posibilidades para la explotación laboral, el gobierno de México busca alicientes para que los empresarios maquiladores no se vayan. Por ejemplo, el 23 de octubre pasado, la Secretaría de Economía publicó en el Diario Oficial de la Federación un Acuerdo para la desregulación del sector con miras a facilitar la operación de las empresas maquiladoras y proporcionar certeza jurídica y económica a las empresas que importan las mercancías llamadas «sensibles» para la industria mexicana. Sin embargo, esta simplificación de requisitos no parece suficiente para detener la fuga de maquilas. El gobierno tendrá que ser más generoso en sus propuestas para los inversionistas.
Luchar todo el tiempo

Ana: Yo lo que hago es ver cómo están las cosas y empiezo a hablar con mis compañeras, les doy información. Ya ellas deciden si hacen o no, pero paso la información.

En medio de estas condiciones, muchos trabajadores de la maquila han logrado organizarse en busca de sindicatos independientes y asociaciones que luchan por los derechos laborales y el respeto a la salud y la seguridad. Al ser mayoría en las plantillas de personal, las mujeres han jugado un papel muy importante en este esfuerzo y han constituido movimientos como la Red por la Dignificación de las Trabajadoras de la Maquila, integrada por grupos como Factor X, en Tijuana; Apoyo a la Mujer Trabajadora, en Coahuila; Centro de Solidaridad Obrera, en Ciudad Juárez, Chihuahua; y Servicio, Desarrollo y Paz, en Coahuila y la Ciudad de México. Durante años, esta red ha capacitado a muchas obreras en temas como derechos laborales y reproductivos, además de higiene y seguridad en el lugar de trabajo, convirtiéndolas en promotoras de sus propios derechos.

Ana: La peor empresa en la que he trabajado es Panasonic. Ahí no te pueden ver sin hacer nada. Si no tienes trabajo ellos tratan de ponerte a hacer algo, aunque no venga al caso porque no es tu área. Cuando la gente no tiene trabajo la sacan afuera de la planta para hacer limpieza, mover piedras o plantar árboles. Como yo me negué y me mandaron a otra área, yo les he dicho que el contrato que firmamos es para hacer cierto tipo de trabajo.
Si no hay trabajo no es problema de nosotros, o ¿por qué no nos liquidan? A mí me contrataron para ensamblar. Unas inician la pieza, luego pasa a otra, luego a otra, hasta que se termina. Ese es el trabajo que nos toca.

También ha habido un esfuerzo muy significativo en el trabajo de grupos mixtos que intentan definir una estrategia internacional efectiva para resolver sus problemas. Por ejemplo, la Coalición pro Justicia en las Maquiladoras (Coalition for Justice in the Maquiladoras, CJM) cumplió ya once años de forjar alianzas entre trabajadores de México, Estados Unidos y Canadá. En torno a la CJM participan más de cien organizaciones sindicales, sociales, religiosas y comunitarias.

Pero hoy la lucha es más difícil. Quienes trabajan en la industria maquiladora enfrentan el cierre repentino de muchas empresas. Esto implica una problemática múltiple para los trabajadores. No sólo tienen que luchar contra sindicatos corruptos, políticas gubernamentales erróneas y empresarios que se resisten a cumplir la ley. Además, hoy se enfrentan al desempleo, a la falta de una indemnización justa y al estancamiento del crecimiento industrial. Hay lugares fronterizos donde hay posibilidad de permanencia de muchas empresas, pero ya no habrá crecimiento. La población, sin embargo, no dejará de crecer.

Ana: De repente ya no había trabajo: iban a pasar la planta a otro domicilio y a cambiarnos los turnos. Antes nos habían dado una hoja para saber si estábamos de acuerdo en trabajar sólo cuatro días a la semana. Aceptamos los horarios que nos propusieron pero ya que no había trabajo. La gente que ya tenía muchos años en esta fábrica se preguntaba qué pasaba, pues antes sí había temporadas con poco trabajo pero había, y ahora la gente no trabajaba. Nos dimos cuenta que algo estaba pasando, era sospechoso. Los jefes nos veían en grupitos y luego luego a separarnos, o nos mandaban a limpiar mesas en las que no trabajábamos. Yo empecé a platicar con la gente, a decirles que no había que dejarnos, que si iban a cerrar la planta o a movernos, de todas maneras tenían que liquidarnos. Ya antes un señor había repartido volantes e informado que si se cambiaba la fábrica podíamos demandar a la empresa. Y sí, la gente lo escuchaba, pero salieron los guardias. La responsable de Recursos Humanos tomaba video y cuando entramos a la fábrica amenazó a la gente con despedirla.

Hay personas que deciden que se van a organizar, pero ya cuando ven la de a deveras como que temen y se calman. Tienen miedo porque ven que no hay trabajo. En la Panasonic varias señoras del turno nocturno le pidieron al gerente que las liquidaran. «No -les dijo-, no hay trabajo pero no queremos correr a nadie, así es que mejor vengan a trabajar de día, se les busca algo que hacer». Por eso muchas renunciaron.

Ignorada por empresarios y gobierno, la gente es el principal motivo de preocupación de las organizaciones sociales. Su análisis es el siguiente: a las trabajadoras y a los trabajadores de la maquila se les acostumbró a recibir un salario y se les dijo que tenían un empleo; se les hizo creer que contaban con garantías y prestaciones de ley. No sólo han sido explotados durante décadas. Hoy se les deja sin empleo, sin indemnización y sin futuro. ¿Qué alternativa tienen? ¿Qué propuesta seria les hará el gobierno de Vicente Fox? Seguramente ninguna. Lo saben y no están esperando nada que no puedan conseguir con su propio esfuerzo.

Las organizaciones sociales que buscan la justicia para quienes trabajan en la maquila siguen adelante. Los trabajadores y las trabajadoras de las maquilas que están a punto de ser despedidos o que ya han visto esfumarse ante sus ojos la empresa que les habían dibujado como fuente de ingresos para toda la vida, siguen organizándose. El caso de los trabajadores de California Connection de México es muy significativo. La fábrica de Baja California Sur cerró a finales del año pasado sus tres plantas (El Triunfo, La Paz y Ciudad Constitución). Sin previo aviso, los 600 trabajadores quedaron desempleados y no fueron indemnizados. El dueño y el gerente general desaparecieron. Por medio del Sindicato Independiente de Trabajadores y Trabajadoras de la Industria Maquiladora (SINTTIM), los trabajadores interpusieron ante la Junta Local de Conciliación y Arbitraje una demanda que les resultó favorable. Conciliación y Arbitraje entregó la fábrica abandonada y vacía a los trabajadores para que la vendieran y, con el producto de dicha venta, se repartieran su propia indemnización. Los empleados de California optaron por apelar a la solidaridad nacional e internacional con un aviso circulado en la Internet.

Trabajadores de California Connection: La presente es para pedirles que nos ayuden a buscar personas o empresas que estén interesadas en comprar edificios de maquiladoras que la Junta Local de Conciliación y Arbitraje va a someter a remate para con el producto de la venta liquidar a los trabajadores de California Connection de México, S.A. de C.V. Fecha de remate: 25 de abril de 2003. Valor comercial del edificio en Ciudad Constitución: 50 millones 220 mil 131 pesos (aproximadamente 5 millones de dólares). Tiene una superficie de 24 mil metros cuadrados con capacidad para 3 mil obreros. Valor comercial del edificio en La Paz: 4 millones 693 mil 906 pesos (aproximadamente 469 mil dólares). Tiene una superficie de mil 940 metros cuadrados con capacidad para 400 obreros. Ojalá que puedan ayudar a buscar clientes y que las obreras y obreros (cerca de 600) puedan tener una liquidación justa. Saludos… Les enviamos la foto de la maquiladora en donde también está la fuerza laboral con más de diez años de experiencia de trabajo en esa maquiladora. Todos ellos y ellas son miembros del SINTTIM. La foto fue tomada este día después de una asamblea general.

Una de las grandes interrogantes ahora para quienes desde los gobiernos habían encontrado en las maquiladoras una ilusión para combatir el desempleo y hacerle creer a miles de personas que podrían desarrollarse laboralmente es: y ahora ¿qué?, y ahora ¿cómo? Francisco Uranga Thomas, titular de la Secretaría de Desarrollo Industrial del estado de Chihuahua, tiene una propuesta: «No se espanten con lo que pasa en China, ya que México está respondiendo positivamente a la competitividad que está a nivel mundial. Es necesario tener más responsabilidad en su próximo trabajo y lealtad a la camiseta, ya que les ha tocado ver cómo la demanda dejó de existir y el juego de andar brincando de una planta a otra ya acabó»(3). Los trabajadores organizados tienen otra opinión.

Comité de Trabajadores de Sanyo: Hoy es el momento apropiado para la unión de nosotros los trabajadores. No dejes que tus hijos o tu familia en el futuro sufran las mismas condiciones o tal vez peores que a nosotros nos han impuesto hoy. Debemos cambiar nuestra actitud frente al futuro, hoy es día para que empieces a conocer las leyes que te protegen y hacer que se cumplan conforme al derecho y la constitución de nuestro país México.

Notas:
1. La Jornada, 23 de mayo 2003, p. 25, nota de Miriam Posada García.
2. Los testimonios son de tres mujeres trabajadoras de la maquila -«Ana», «Lupe», y «Rosa»- que viven en Tijuana, de integrantes del Comité de Trabajadores de Sanyo (SIA Electrónica de Baja California) y de miembros del Sindicato Independiente de Trabajadores y Trabajadoras de la Industria Maquiladora (SINTTIM), de Baja California Sur.
3. El Heraldo de Chihuahua, 31 de julio de 2002, entrevista de Peggy Castillo.

( Publicado en Rebeldia: http//:www.revistarebeldia.org )

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