La recuperación de la economía mundial y sus límites
Theotonio Dos Santos
Los principales institutos de análisis de la coyuntura mundial han aceptado el diagnóstico que acusa una recuperación más o menos sostenible de la economía mundial. Parece claro que la baja de la tasa de interés en Estados Unidos, Europa y Japón ha asegurado la vuelta a las inversiones en las bolsas y la alimentación de las empresas con recursos para retomar las inversiones. Al mismo tiempo, el aumento de los gastos públicos norteamericanos con la creación de un déficit fiscal colosal, sobretodo para los gastos militares y «antiterroristas» así como para la «reconstrucción» del Irak, ha generado un aumento colosal de demanda. Esta demanda aumentada se
transforma en una demanda internacional y revierte hacia el sector externo produciendo un déficit comercial gigantesco, superior a los colosales déficits de los años de 1980.
Como se ve, la recuperación económica se apoya una vez más en colosales Alai-amlatina desequilibrios macroeconómicos y no en los equilibrios macroeconómicos que tanto
recomiendan los economistas de orientación neoliberal. Aún cuando sean ellos quienes dirigen las políticas económicas, frente la imposibilidad de poner en práctica sus principios doctrinarios, inspirados en modelos «teóricos» totalmente falsos, se tornan
«keynesianos» pragmáticos para poner sus economías en funcionamiento.
Solo escapan de estos principios de acción, los economistas de las naciones dependientes, los cuales sí creen rígidamente en principios teóricos aprendidos
en manuales de las universidades norteamericanas o en manuales del Fondo Monetario Internacional. Que se vea el caso de la política de establecimiento de la
tasa de interés. Mientras la Reserva Federal de Estados Unidos (FED,
por sus siglas en inglés) bajó la tasa de interés pagadas por el gobierno de este país, de reflejo universal, del 6,5 al 1,0% en menos de un año para detener la recesión norteamericana que era consecuencia, sobretodo, del irresponsable aumento de
la misma tasa de interés realizado por el FED en el 2000, nuestros economistas locales afirman con aire de superioridad que las absurdas tasas de interés que imponen a nuestros países son un producto del mercado y no pueden ser bajadas irresponsablemente».
Descubrimos así que las tasas de interés solo pueden ser aumentadas irresponsablemente… Se trata de un principio «científico» muy apreciado por los
especuladores.
La caída de las tasas de interés es un movimiento necesario en la economía mundial y hace parte de los factores de recuperación de la economía mundial que
empieza a liberarse de la tiranía del sector financiero especulativo para retomar la dinámica productiva. Esto confirma nuestras tesis sobre el
regreso de una fase a de los ciclos largos de Kondratiev a partir de 1994.
Y confirma también nuestras previsiones sobre el carácter de corto plazo de la crisis de 2000-2002, así como nuestra denuncia de que la gravedad que asumió esta crisis era producto de las políticas equivocadas, conservadoras e interesadas del FED, expresadas
sobretodo en el aumento de la tasa de interés para hacer «aterrizar» la economía norteamericana que estaría amenazada por una inflación que nunca vino ni vendrá a corto plazo pues nos encontramos claramente en una coyuntura deflacionaria.
No era necesario, por tanto, un desequilibrio fiscal tan agudo, como el que generó la aventura militarista del gobierno Bush, para recuperar la economía norteamericana. Él se convierte más bien en un grave problema para la sana recuperación. Obliga, por
ejemplo, a mantener una enorme deuda pública que llena los mercados financieros de títulos del gobierno norteamericano creando una peligrosa fuente de especulación financiera.
El déficit afecta también la credibilidad del dólar, ya desestabilizada por el gigantesco déficit comercial de este país, aumentado por los nuevos gastos militares en el exterior y otros gastos que se hacen cada vez más pesados para una balanza de pagos marcada
por situaciones negativas generalizadas.
Es necesario acordarse de que, desde la década del 1980, los Estados Unidos vienen acumulando una deuda externa colosal que pone en cuestión cada vez más la
confianza en su moneda. Esta situación ha sido saneada hasta el momento a través de la entrada masiva de capitales del exterior para cubrir el déficit de su
balanza de pagos. Pero es creciente la desconfianza en contra de los títulos de la deuda pública norteamericana y es creciente también el miedo a invertir en una moneda que está gravemente amenazada de desvalorización.
Todo indica por lo tanto que la crisis del dólar y su brutal desvalorización deberá dominar el horizonte del sistema financiero internacional en los próximos quince años, es decir en el tiempo suficiente para que los países que hicieron sus reservas en dólares se desprendan de las mismas buscando de manera creciente el oro y otros mecanismos de defensa de sus activos, lo que incluye inclusive las nuevas monedas fuertes
internacionales, particularmente el euro.
En el caso asiático, la fortaleza del yen japonés y la resistencia de la China en devaluar el yuan apuntan a una lucha entre monedas en los próximos quince años que terminará necesariamente en una amplia devaluación del dólar y la pérdida definitiva de su ondición de moneda mundial.
Es necesario señalar también que la fuerza que conserva el dólar en un cuadro tan desfavorable deviene de la importancia del déficit comercial norteamericano en la formación de la liquidez mundial. Los superávits comerciales de los exportadores a los
EE.UU. alimentan de dólares los stocks de las reservas mundiales. Pero ese mismo déficit aumenta la debilidad del dólar a mediano y largo plazo.
Los déficits fiscal y comercial fueron el principal instrumento para la recuperación del poder hegemónico de la economía norteamericana, después de la derrota del Vietnam y la crisis del dólar en 1973.
Al mismo tiempo esta recuperación fue ayudada por los gastos en ciencia y tecnología orientados básicamente hacia la recuperación del poder militar norteamericano
en el mundo y se basó en la entrada de capitales de todo el mundo para adquirir los títulos de la deuda pública de EE.UU.
En la década del 90, estos capitales fueron atraídos sobretodo por la ultravalorización de la bolsa norteamericana. En los años 2003-4 no habrá intereses altos para atraer capitales y la valorización de la bolsa deberá ser limitada por el miedo de la
desvalorización del dólar.
No podemos esperar por lo tanto una recuperación extremamente sólida y poderosa. Nada que pueda compararse con los años dorados del post II Guerra Mundial. Pero tendremos los fenómenos fundamentales del crecimiento chino, hindú y asiático en general (incluyendo Siberia y las Coreas) que producirá una economía nueva en el mundo, una nueva frontera económica con creciente integración regional.
Habría que agregar, sin embargo, otro elemento a este escenario. Se trata de la disminución del tiempo de trabajo necesario para producir los productos industriales lo que tiende a generar, ante la falta de una disminución de la jornada de trabajo correspondiente al aumento de la productividad, una drástica disminución de la mano de obra industrial.
Es ridículo ver cómo se habla de una crisis de las previsiones sociales y de los gastos públicos en un momento en el cual la humanidad produce un excedente
económico tan colosal. Es absurdo también constatar que, en esta fase de la historia humana aumentan tan fuertemente las poblaciones pobres del mundo.
La única explicación para esta crisis irracional es la injusta distribución de los frutos del progreso tecnológico y científico en el mundo, patrocinada por una injusta distribución del ingreso en cada región y en cada nación y entre las regiones y naciones.
Pero se trata también de una injusta distribución del ingreso entre los varios sectores económicos permitiendo que el capital financiero se apodere de la mayor parte de la riqueza generada en el mundo a través sobretodo de la intervención de los Estados
nacionales que captan recursos de toda la población para transferirlos hacia el sector financiero a través de la negociación de unas deudas públicas colosales creadas nada más para favorecer el capital financiero mundial.
Lo grave de esta situación es no solamente la debilidad de la capacidad de los Estados para atender las necesidades de las poblaciones. Es, sobre todo, la posesión de gigantescos excedentes por un grupo de intereses, defendidos por «técnicos» al servicio de los mismos, que imponen una corrupción generalizada dentro de las corporaciones privadas y sobretodo de la administración pública.
El clima intelectual, moral y ético de esta sociedad solo puede ser el más negativo posible. La angustia de la lucha por la supervivencia se hace más penetrante cuando la violencia se convierte en el camino de la competición económica con la expansión de los negocios ilegales, las «gangs» de todo tipo y las formas de corrupción estatal y privada.
La desesperanza y el cinismo que se desarrolla en este ambiente conduce a una filosofía del desánimo y del pragmatismo que ridiculiza el heroísmo y la voluntad transformadora que no logra convertirse en renta. Este es tal vez el efecto más brutal de este ambiente ideológico y cultural: nada se puede esperar de una humanidad que no cree en su poder de transformación, máxime cuando ella traspasa sus límites cada día con el avance de la ciencia y la tecnología, en una permanente y multifacética revolución.
* Theotonio Dos Santos es profesor titular de la Universidad Federal Fluminense. Coordinador de la Cátedra y Red sobre Economía Global y Desarrollo Sostenible de la UNESCO y de la Universidad de las Naciones Unidas (www.reggen.org.br). Su último libro es Teoría de la Dependencia: Balance y Perspectivas, Plaza & Janés.
Enviado por Alai-amlatina
23 de octubre del 2003