E. J. Hobsbawm (1917-2012). In memoriam
E. J. Hobsbawm (1917-2012). In memoriam
En el hospital Royal Free de Londres, donde estaba siendo tratado de una neumonía, ha fallecido a los 95 años E.J. Hobsbawm, uno de los historiadores marxistas más relevantes de la contemporaneidad. Nacido en 1917 en Alejandría (Egipto) y educado en Viena y Berlín, fue llevado por su familia a Londres en 1933 como consecuencia de la llegada al poder de Hitler. Profesor del Birkbeck College de la Universidad de Londres hasta su jubilación, y también de la New School Research de Nueva York, la dilatada y fecunda trayectoria de Hobsbawm difícilmente puede ser objeto de un rápido resumen. Así, pues, ante su desaparición tan sólo abocetaremos algunos de los rasgos personales y académicos más característicos de su intensa biografía.
Conviene señalar de inmediato que si algunas de las múltiples aportaciones historiográficas de Hobsbawm alcanzan ya la condición de clásicas se debe muy probablemente al hecho de que supo anudar como pocos el estudio del pasado con la voluntad explícita de ofrecer claves interpretativas del presente. M. Schlick dijo en cierta ocasión que para ser un gran filósofo se precisa algo más que ser simplemente un filósofo. En este sentido, cabe conjeturar que Hobsbawm fue tan enorme historiador porque concebía su trabajo ligado estrechamente a las realidades inmediatas de su tiempo, actitud a la que siempre se atuvo, no sin tener que hacer frente a menudo a los previsibles reproches del establishement académico.
En su magnífica autobiografía*, Hobsbawm se refiere a su propia generación en los términos siguientes: fue la única, dice, “que ha vivido el momento histórico en el que las normas y las convenciones, que hasta entonces habían mantenido unidos a los seres humanos en familias, comunidades y sociedades, dejaron de operar. Si alguien quiere saber cómo fue esa época, sólo nosotros se lo podemos contar (…). Y Hobsbawm sabía muy bien que para poder “contar” esa época había que dirigir la mirada hacia siglos anteriores con el fin de escuadriñar los orígenes históricos –rupturas y continuidades- de las grandezas y miserias del siglo XX. Se dedicó a ello durante toda su vida.
Pero no sólo a ello. Ingresó en el Partido Comunista británico en 1936 y permaneció en el mismo durante cincuenta años. Lo abandonó en 1989 o más bien, al decir del propio Hobsbawm con característica ironía, “el Partido lo abandonó a él”. De hecho, la experiencia adolescente en el Berlín de 1932, le unió, como él mismo afirma, “con un cordón casi inquebrantable a la esperzanza en la revolución mundial y en su sede original, la Revolución de Octubre, por muy escéptico o crítico con la URSS que fuera.” A diferencia de otros camaradas pertenecientes a la Agrupación de Historiadores del Partido Comunista (Ch. Hill, E.P. Thompson et alii) que dieron por concluida su militancia a raiz del levantamiento húngaro de 1956, Hobsbawm, prosiguió aferrado a la convicción de que ni entonces ni después “las razones para irme no eran lo bastante fuertes”.
Hombre provisto de una inquieta vivacidad y de una inmensa cultura, políglota (dominaba varios idiomas y podía leer en portugués, holandés y catalán), experto en música de jazz y trabajador infatigable, Hobsbawm nos lega una obra extensísima compuesta por estudios historiográficos en muchos casos pioneros y cuyo sólido fundamento abrió y sigue abriendo líneas de investigación que están lejos de agotarse. Piénsese, por ejemplo, en lo mucho que han dado de sí libros como Rebeldes primitivos o, igualmente, los ensayos contenidos en La invención de la tradición, cuya edición preparó junto a T. Ranger. Mención obligada amerita el vasto continente de erudición constituido por distintos estudios monográficos y síntesis sobre los inicios del capitalismo en el s. XVII, las relaciones entre industrialismo e imperio, la configuración de la clase obrera británica, el fabianismo, el surgimiento y desarrollo de los nacionalismos modernos, etc. Por otra parte, ha sido constante su intervención en debates cruciales para el conocimiento histórico (por ejemplo, el relativo a sopesar las diferentes interpretaciones en torno al nivel de vida durante la Revolución industrial británica) o para la profundización reflexiva acerca del buen o el mal hacer epistemológico en la disciplina (resulta muy ilustrativo a este último respecto el conjunto de ensayos reunidos en Sobre la historia).
La mirada de Hobsbawm, por crítica que fuera, nunca cedió al escepticismo. Fue un historiador que se resistió a identificar apertura con cualquier postura ecléctica, una actitud que le llevó a apreciar escasamente cuanto se relacionara con el post-modernismo. Para él, la capacidad heurística del marxismo constituía una poderosa herramienta para penetrar en las oscuridades del pasado y también para evitar que las del presente, al apesadumbrarnos en exceso, puedan conducirnos a la inactividad resignada. Seguir frecuentando la lectura y el estudio de los libros escritos por Hobsbawm es por ello algo más que asomarse al pasado: es exigencia del presente.
Todas las frases entrecomilladas han sido extraidas de: Eric Hobsbawm, Años interesantes. Una vida en el siglo XX, Crítica, Barcelona, 2003. Traducción de Juan Rabasseda-Gascón
Espai Marx