Un punto de encuentro para las alternativas sociales

El estancamiento global y China

John Bellamy Foster, Robert W. McChesney

Cinco años después del comienzo de la gran crisis financiera de 2007-2009 todavía no hay signos de una recuperación completa de la economía mundial. En consecuencia la preocupación se ha ido desplazando progresivamente de la crisis financiera y recesión al crecimiento débil o estancamiento, lo que ha causado que algunos hablen de “gran estancamiento”.1 Actualmente se considera que la crisis financiera y el estancamiento se retroalimentan, estimulándose recíprocamente, de tal modo que la directora de FMI Cristine Lagarde requirió exigió a China un reajuste de su economía, en un discurso pronunciado en ese país en noviembre de 2011.

La economía global ha entrado en una fase peligrosa. Predominan las retroalimentaciones negativas entre la economía real y el sector financiero. El desempleo en las economías avanzadas es intolerablemente elevado. Si no actuamos y no lo hacemos conjuntamente, podemos entrar en una espiral descendente de incertidumbre, inestabilidad financiera y colapso de la demanda global.2

Unas pocas economías emergentes, efectivamente, parecen haber resistido a la tendencia general, continuando su rápido crecimiento, la más notable China, la mayor economía mundial, después de Estados Unidos. Sin embargo, Lagarde advirtió a sus interlocutores chinos “Asia no es inmune” a la desaceleración económica general, “el Asia emergente es también vulnerable en el sector financiero”. Las advertencias del FMI han sido tan duras, revelando los temores generalizados de una aguda desaceleración económica china, que Lagarde hubo de tranquilizar al comercio mundial en noviembre pasado, declarando que el estancamiento probablemente no era inminente en China.3

Sin embargo, las preocupaciones respecto al futuro de China son de orden general. Pocos son los observadores de la economía que creen que el ritmo de crecimiento actual sea sostenible; por supuesto muchos consideran que si China no altera rápidamente su rumbo, está abocada a padecer una severa crisis. Stephen Roach, presidente no ejecutivo de Morgan Stanley Asia, sostiene que la economía china, orientada a la exportación, ha sufrido dos impactos de advertencia: primero el declive hincado en los Estado Unidos, seguido de la gran crisis financiera, y actualmente los continuos problemas en Europa. “Los dos mayores mercados a los que China exporta tienen serios problemas y no pueden ser considerados como fuentes sostenibles de la demanda externa”.4

Para evitar esa amenaza, existe el acuerdo en los círculos económicos que sugiere que la economía china debe reequilibrar la participación de las exportaciones netas, la inversión y el consumo en el PIB –alejándose de una economía que se apoya peligrosamente en las inversiones y las exportaciones, caracterizada por un déficit marcado del consumo interno y que muestra signos de una burbuja inmobiliaria y financiera. Pero la propuesta de un reequilibrio fundamental –que debe realizarse a una escala gigantesca- plantea la cuestión de las contradicciones que yacen en el centro del modelo de acumulación basado en bajos salarios que caracteriza al capitalismo chino contemporáneo junto con las divisiones entre el ámbito rural y el urbano.

La creciente protesta popular en China objetiva estas realidades abstractas, la que actualmente consiste literalmente en cientos de miles de incidentes masivos por año -amenazando con interrumpir o incluso subvertir al completo el modelo de “reforma de mercado”.5 La dependencia china de su “población flotante” constituida por inmigración interna con un nivel salarial muy bajo en la mayor parte de la manufactura dirigida a la exportación es causa de profundas fisuras en una sociedad cada vez más polarizada. Y vinculada a estas contradicciones económico-sociales –que incluyen la acumulación de enormes extensiones de tierra arrebatada a los campesinos- debe agregarse el conflicto ecológico creciente, que subraya la insostenibilidad del actual modelo de desarrollo.

Tampoco las contradicciones chinas son simplemente internas. El complejo sistema global de suministros que ha hecho de China el taller del mundo, también la ha hecho crecientemente dependiente del capital extranjero y los mercados exteriores, los que se vuelven vulnerables a cualquier disrupción de la economía china. Si se produjera una severa crisis en China se produciría una enorme quiebra en la totalidad del sistema capitalista. Como destacaba el New York Times en mayo de 2011, “El tiempo que tarde el modelo de crecimiento chino en agotarse es probablemente la cuestión más crítica que afronta la economía mundial”.6 Más importante que el ritmo, sin embargo, es la naturaleza y las repercusiones de tal desaceleración.

Contradicciones capitalistas con características chinas.

Para muchos la idea de que la economía china está plagada de contradicciones les resulta una sorpresa ya que la exageración sobre el crecimiento de chino se ha expandido más que la propia economía china. Así comentaba con sarcasmo el Wall Street Journal: “¿Cuando China asumirá el control del mundo? El momento de la verdad parece aproximarse minuto a minuto. Según la HSBC (Hong Kong Shangai Bank Company) China se transformará en la mayor economía mundial en el 2050. No, en el 2040, responden los analistas del Deutsche Bank. El BM nos informa que en el 2030. Goldman Sachs señala el 2020, y el FMI declaró hace varias semanas que la economía china desplazará a la norteamericana al segundo puesto en el 2016”. Para no ser menos, el historiador de Harvard, Niall Ferguson, declaró, en su libro publicado en 2011, Civilization: The West and the Rest, “si la tasa de crecimiento persiste, la economía china puede dejar atrás a Norteamérica en 2014 en términos de poder adquisitivo doméstico”.7

Esta perspectiva es vista con preocupación por los centros tradicionales de poder mundial. Pero, al mismo tiempo, el nuevo comercio chino es una enorme fuente de beneficios para la triada compuesta por EE.UU., Europa y Japón. El último ciclo de veloz crecimiento que ha acentuado el papel de China fue un componente esencial en la recuperación del capitalismo global dominado por el sector financiero desde la severa crisis de 2007-2009 y se cuenta con ello para el futuro.

Hay algunos, en las desesperadas condiciones actuales, que claramente fantasean con la posibilidad de que China pueda soportar sobre sus espaldas a la economía mundial y mantener a las naciones desarrolladas en lo que aparece como un período de estancamiento y conflictos políticos intensos en torno a las políticas de austeridad.8 La esperanza reside indudablemente en que China pueda proveer al capitalismo con algunas décadas de crecimiento adecuado y ganar tiempo para el sistema, de modo similar a la forma en que lo hizo la expansión financiera y de la deuda norteamericana durante los últimos treinta años. Pero tal “alineación de las estrellas” para la economía capitalista mundial actual, basada en la continuación del meteórico crecimiento chino, es altamente improbable.

El Wall Street Journal nos advierte que “no nos dejemos entusiasmar […] hay una gran cantidad de turbulencias cociéndose a fuego lento bajo la superficie del milagro chino”. Las contradicciones que señala incluyen las protestas masivas (llegando a 280.000 en 2010), sobreinversión, capacidad ociosa, consumo débil, burbujas financieras, altos precios para las materias primas, precio de los alimentos en aumento, salarios en alza, declive a largo plazo en el excedente de fuerza de trabajo y masiva destrucción medioambiental. Concluye diciendo que “los colosales desafíos que enfrenta China proveen una buena cantidad de razones para dudar de las previsiones a largo plazo sobre la supremacía económica y de dominio global del país”. El futuro inmediato de China es, por tanto, incierto arrojando incertidumbre sobre la entera economía global. Como veremos, no sólo China no puede ayudar al capitalismo global, sino que puede argumentarse de que constituye el eslabón más débil de la economía capitalista.9

En cuestión está la extraordinaria tasa china de expansión, especialmente cuando se compara con las economías de la Triada. Se puede observar la gran divergencia entre la tasa china de crecimiento y la de la Triada, que muestra las medias móviles decenales del crecimiento del PIB de Estados Unidos, la Unión Europea y Japón entre 1970 y 2010. Mientras que las ricas economías de Estados Unidos, Europa Occidental y Japón habían mostrado una tendencia creciente al estancamiento –superado entre 1980 y 2006 tan sólo por medio de una serie de burbujas financieras- la economía china en el mismo período (comenzando en la era de Mao) ha crecido continuamente. China logró salir del período de la gran crisis financiera sin resultar mayormente afectada con una tasa de crecimiento de dos dígitos, mientras simultáneamente The Economist declaraba que “el moribundo primer mundo” intentaba desesperadamente conseguir algún crecimiento positivo.10

Para dar una idea de lo que representa la diferencia de tasas de crecimiento mostradas en el gráfico 1 respecto al crecimiento exponencial, una economía creciendo a una tasa del 10 por ciento doblará su tamaño cada siete años aproximadamente, mientras que una economía creciendo a un dos por ciento necesitará 36 años para duplicar su tamaño, y a una economía creciendo al 1 por ciento le llevará 72 años.11

La desaceleración en las economías desarrolladas existe desde hace mucho tiempo, asociada con profundos problemas de absorción de capital excedente o de sobreacumulación. Como afirma el New York Times, “Países maduros como los Estados Unidos o Alemania se consideran afortunados con crecer un 3 por ciento anual” –por supuesto que podemos considerarnos afortunados por crecer a un 2 por ciento. La tasa de crecimiento de Japón ha promediado menos de un 1 por ciento en el período 1992-2010. Como destaca Lagarde, en un discurso pronunciado en septiembre de 2011, de acuerdo con las últimas proyecciones del FMI, “las economías avanzadas lograrán una anémica tasa de crecimiento del 1,5 al 2 por ciento en 2011-2012”. En contraste con estos datos China ha estado creciendo al 10 por ciento.12

Otros dos aspectos complican los problemas de las economías maduras: (1) la dependencia en la financiarización para sacar a la economía del estancamiento, con la consecuencia de que las burbujas financieras eventualmente estallan, y (2) el cambio de las corporaciones hacia la deslocalización de la producción el sur global. En las décadas recientes el crecimiento económico global ha gravitado hacia un puñado de economías emergentes en la periferia, incluso aunque la parte del león de los beneficios derivados de la producción global esté concentrada en el centro del capitalismo, donde agravan los problemas del estancamiento en las economías ricas en capital.13

En la media en que se ha profundizado la crisis estructural en el centro de la economía capitalista mundial ha surgido en algunos la esperanza que China serviría para contrapesar la tendencia al estancamiento. Sin embargo, en el mismo momento que surge la expectativa queda defraudada –como se ha hecho evidente que las contradicciones acumuladas están alcanzando al modelo chino, produciendo un pánico creciente en el mundo de los negocios.

Irónicamente, los temores actuales respecto a la economía china proceden en parte de la forma en que China organizó su salida de la depresión global producida por la gran crisis financiera, un logro que fue considerado inicialmente por algunos como una prueba concluyente de que China se había “desacoplado” del destino de Occidente y se constituía en una imparable máquina de crecimiento. Enfrentado a la crisis global y a la caída del comercio exterior, el gobierno chino elaboró un plan de estímulo con la inyección de 585 billones de dólares14 en noviembre de 2008, y exigió a los bancos estatales que abrieran nuevos empréstitos. Los gobiernos locales, principalmente, habían contraído enormes deudas relacionadas con la expansión urbanística y la especulación inmobiliaria. Como resultado, la economía china se recuperó casi instantáneamente de la crisis (en forma de V). la tasa de crecimiento fue del 7,1 por ciento durante la primera mitad de 2009 con inversiones directas del estado estimadas en un 6,2 por ciento de dicho crecimiento.15 La forma de cumplir de alcanzar esto fue mediante un extraordinario incremento de la inversión fija, que sirvió para llenar el hueco dejado por la caída de las exportaciones.

Esto puede observarse en la Tabla 1, la cual muestra la contribución porcentual al PIB de China por el consumo, la inversión, el gobierno y el comercio (exportaciones netas). El brusco incremento de la inversión como parte del PIB que se eleva a 7 puntos porcentuales entre 2007 y 2010, refleja el brusco descenso en el mismo del comercio y el consumo en el mismo período, los cuales cayeron 5 y 2 puntos porcentuales, respectivamente. Mientras tanto, la participación del gasto público en el PIB se mantuvo estable. La inversión sola constituye ahora el 46 por ciento del PIB, mientras que la inversión más el comercio equivale al 52 por ciento.

Tabla 1. Contribución porcentual al PBI, China 2002-2010

Consumo Inversión Gasto público Comercio exterior Inversión + Comercio exterior
2002 44.0 36.2 15.6 4.2 40.4
2003 42.2 39.1 14.7 4.0 43.1
2004 40.6 40.5 13.9 5.1 45.6
2005 38.8 39.7 14.1 7.4 47.1
2006 36.9 39.6 13.7 9.7 49.3
2007 36.0 39.1 13.5 11.4 50.5
2008 35.1 40.7 13.3 10.9 51.6
2009 35.0 45.2 12.8 7.0 52.2
2010 33.8 46.2 13.6 6.4 52.6
Fuentes: Pettis, “Lower Interest Rates, Higher Savings?” http://mpettis.com, October 16, 2011; China Statistical Yearbook.

Como explica Michael Pettis, profesor en la Escuela de Administración de la Universidad Guanghua de Pekín y especialista en mercados financieros chinos, la brusca caída del excedente comercial durante la crisis podría “haber reducido casi a cero la tasa de crecimiento”. Sin embargo, “la súbita y violenta expansión de la inversión” sirvió como “el contrapeso que mantuvo elevadas las tasas de crecimiento”. Por supuesto que detrás del marcado ascenso de la participación de la inversión en el PIB, subiendo 10 puntos porcentuales durante el período 2002-2010, deja al no menos dramático descenso del consumo, el cual cayó 10 puntos porcentuales, del 44 al 34 por ciento, el porcentaje de participación más pequeño en una potencia económica.16

Con un gasto en inversión cercano al 50 por ciento en este período, la economía china afronta problemas crecientes de sobre-acumulación. Para el economista de la Universidad de Nueva York, Nouriel Roubini:

“El problema, por supuesto, es que ningún país puede ser tan productivo como para reinvertir el 50% de su PIB en nuevos medios de capital sin afrontar eventualmente una inmensa sobrecapacidad y a problemas de impago de préstamos. En China es muy común la sobreinversión en capital físico, infraestructura y propiedad. Para un visitante esto se evidencia en aeropuertos pulcros pero vacíos y en trenes de alta velocidad (reducirán la necesidad de 45 aeropuertos planeados), autopistas a ninguna parte, miles de nuevos y colosales edificios del gobierno central y los gobiernos provinciales, ciudades fantasma, y nuevas hornos de fundición de aluminio cerrados para impedir una caída de los precios a nivel global. La inversión comercial y residencial de alto nivel a sido excesiva, la fabricación de automóviles ha superado incluso la oleada reciente de ventas, y la sobrecapacidad en la producción de acero, cemento, y otros sectores manufactureros se incrementa aún más… la sobrecapacidad conducirá inevitablemente a serias presiones deflacionarias, comenzando con los sectores manufactureros y de la vivienda. Eventualmente, probablemente después de 2013, China sufrirá un arduo aterrizaje. Todos los episodios de excesiva inversión –incluyendo los del Asia Oriental de la década de 1990- han acabado con una crisis financiera o con un prolongado período de débil crecimiento”.17

La fragilidad financiera ha acompañado a la sobreinversión planteando la cuestión de una “burbuja china”. La inversión pública, en parte, desató una masiva concesión de créditos por los bancos estatales y una orgía de endeudamiento a nivel local, resultando en un ulterior boom especulativo centrado primordialmente en el sector residencial urbano. La expansión urbanística china consume habitualmente la mitad de la producción mundial de acero y hormigón así como la mayor parte de la maquinaria pesada para la construcción. La construcción representa un 13 por ciento del PIB de China.

Aunque insistiendo en que el estallido de la “gran burbuja roja” china está aún por llegar, Forbes Magazine alerta a sus lectores en 2011 que “la burbuja inmobiliaria china se está multiplicando como una enfermedad contagiosa”, y pregunta “el mercado inmobiliario chino ¿Cuándo estallará, y cuán fuerte será cuando se produzca?”, pero Forbes agrega, de un modo tranquilizador, que “la burbuja china de la propiedad es diferente”, ya que está bajo el control de los bancos estatales que funcionan como extensiones gubernamentales.

Esta noción de un estado chino visionario y sabio que puede derribar cualquier obstáculo a la marcha de la economía, es el corolario de la noción de que la economía china, tal como es actualmente, crecerá en un futuro lejano a tasas de dos dígitos. Es una ilusión, o una falsa ilusión. El modelo chino de integración en el capitalismo global contiene contradicciones que obstaculizarán su desarrollo.

Esto es absolutamente cierto en la cuestión financiera. Mientras Forbes es optimista, el Financial Times describe algo completamente diferente. Los bancos estatales, supuestamente el centro del sistema financiero, han sufrido en los últimos años una hemorragia debida a la pérdida de los depósitos bancarios que han sido transferidos a un sistema bancario no regulado que ahora proporciona más crédito a la economía que las instituciones bancarias oficiales. Señal del desplazamiento hacia un funcionamiento financiero tipo Ponzi, es que la actividad que más beneficios produce a los bancos estatales es el préstamo al sistema bancario paralelo. En agosto de 2011 comenzó una severa depresión inmobiliaria cuando los diez principales promotores declararon que poseían propiedades sin vender por un valor de 50 billones de dólares18, lo que representaba un incremento del 46 por ciento respecto al año anterior. Existía un elevado nivel de apalancamiento y los promotores dependían de los prestamistas informales que exigían la recuperación de su dinero. El resultado fue que los precios de los nuevos apartamentos sufrieron una drástica caída del 25 por ciento, reduciendo el valor de las viviendas ya existentes. A finales de 2011, China ha experimentado una caída significativa en los precios de la propiedad, con caídas muy marcadas en los precios de las casas, que venían aumentando desde el año 2000.

Jim Antos, analista del banco Mizuho Securities Asia y un observador muy atento del sector, consideraba en julio de 2011 que los préstamos del banco se habían doblado entre diciembre de 2007 y mayo de 2011, y que aunque la tasa de crecimiento se había reducido en el último año, se mantenía mucho más elevada que la del crecimiento del PIB. Como resultado de ello, Antos calcula que los préstamos bancarios ascendían en 2010 a 6.500 dólares per cápita, en comparación con el PIB que era de 4.000 dólares per cápita, y que la desproporción continua incrementándose, una situación que considera “insostenible”. Además existe una cantidad desconocida de préstamos fuera de balance contable, y el informe corriente sobre morosidad donde los préstamos no devueltos representan el 1 por ciento del total sólo sirve para incrementar su tasa al 100 por ciento y más en el futuro próximo. Antos y otros observadores han notado que la capitalización bancaria era insuficiente incluso antes de la caída de los precios de las viviendas. A pesar de los enormes recursos financieros que posee el gobierno chino en su papel de prestamista final, una brusca caída de los precios de las viviendas y en la construcción, y por lo tanto en el PIB, produciría una completa crisis en la confianza del mercado en una situación marcada por una gran incertidumbre y temor.19

Ya en 2007, el primer ministro chino Wen Jiabao declaró que el modelo económico era “inestable, desequilibrado, descoordinado y finalmente insostenible”. Cinco años después esto es más evidente que nunca. El problema más difícil, la causa fundamental de la inestabilidad, es la baja y declinante participación del consumo familiar en el PIB, el cual ha caído alrededor de 11 puntos porcentuales en una década, del 45,3 por ciento del PIB en 2001 al 33,8 por ciento en 2010. De este modo, todos los llamamientos para un reajuste se resumían en la necesidad de un incremento masivo de la participación del consumo en la economía.

Tal reajuste ha sido el mayor objetivo del gobierno chino desde 2005, y no hay escasez de propuestas de cómo lograrlo, pero todos ellos fracasan frente a la realidad subyacente. Como afirma Michael Petit: “los niveles de bajo consumo no son una coincidencia accidental. Son fundamentales para el modelo de crecimiento”. El primer factor relevante es la (super)explotación de los trabajadores en los nuevos sectores dirigidos a la exportación, donde los salarios crecen lentamente mientras la productividad con tecnologías avanzadas crece rápidamente. El incremento salarial necesario para producir un incremento en el consumo como proporción de PIB impulsaría a las grandes empresas de ensamblaje de propiedad extra a trasladarse a países con salarios más bajos. Y la periferia circundante de pequeñas y medianas empresas, dirigidas por capitalistas chinos, comenzarían a desaparecer asfixiadas por las dificultades crediticias y la creciente propensión a la malversación y la fuga de capitales.20

La disminución de la participación del consumo en el PIB es atribuido, a veces, a la elevada tasa de ahorro en China, ampliamente asociada con las preocupaciones populares por reservar fondos para asegurar su futura ante la falta de un sistema de seguridad social nacional. Entre 1993 y 2008 se perdieron más de 60 millones de puestos de trabajo en el sector estatal, la mayoría a través de despidos por restructuración de empresas estatales que comenzó en la década de 1990. Esto significó la destrucción del “cuenco de hierro de arroz” o del sistema danwei de unidad de trabajo socialista21 que había proporcionado garantías a los trabajadores de las empresas estatales.22 Las prestaciones sociales en áreas como seguro de desempleo, seguridad social, pensiones, asistencia sanitaria y educación han sido drásticamente recortadas. Minxin Pei, asociado principal en el Programa China de la Fundación Carnegie por la Paz ha escrito: “los datos oficiales indican que la participación relativa del gasto sanitario y educativo gubernamental ha comenzado a disminuir a partir de la década de 1990. en 1986, por ejemplo, el estado pagó cerca del 39 por ciento de todo el gasto sanitario… en 2005, la proporción del gasto sanitario estatal cayó al 18 por ciento… aproximadamente la mitad de la población enferma, sin posibilidades de pagar, ha renunciado a consultar a un médico, dato basado en un estudio dirigido por el Ministerio de Sanidad en 2003. La misma variación se ha producido en el gasto en educación. En 1991 el gobierno pagaba el 84,5 por ciento del gasto educativo total. En el 2004, sólo pagaba el 61,7 por ciento… En 1980, casi el 25 por ciento de los graduados en ecuación media en los medios rurales llegó a la educación superior. En 2003, sólo el 9 por ciento lo hizo. En las ciudades, el porcentaje de graduados en la enseñanza media que se matricularon en la enseñanza superior cayó del 86 al 56 por ciento en el mismo período”.23

La creciente inseguridad que surge de tales situaciones ha impulsado mayores ahorros en una parte de la relativamente pequeña proporción de la población en condiciones de ahorrar.

Sin embargo, la causa fundamental del veloz declive del consumo es la creciente desigualdad, producida por la disminución de los salarios y los ingresos en la mayoría de los hogares. Como planteaba The Ecomist en octubre de 2007: “el declive de la proporción en que el consumo participa en el PIB no refleja un aumento del ahorro; en cambio se explica por una brusca caída de la parte del ingreso nacional que captan las familias (bajo la forma de salarios, transferencias e ingresos por inversión pública). Más impresionante ha sido la caída de la participación salarial en el PIB. El Banco Mundial estima que ha sido del 53 por ciento en 1998 al 41 por ciento en 2005”.24

La contradicción principal se encuentra en la forma de exploración extrema que caracteriza el modelo de producción clasista vigente en China, y en el enorme crecimiento de la desigualdad en la que fue, durante la época de Mao, una de las sociedades más igualitarias. Oficialmente el 10 por ciento de la población china urbana en el nivel más alto de la escala social tiene unos ingresos 23 veces superiores al 10 por ciento más bajo. Pero si se incluyen los ingresos ocultos (los que pueden ascender a 1.4 trillones de dólares anuales), los ingresos del 10 por ciento más elevado pueden ser hasta 65 veces mayores que los del 10 por ciento más bajo.25 De acuerdo con el Asian Development Bank, China en es el segundo país más desigual del Asia Oriental (entre veintidós países estudiados), después de Nepal. Un estudio del Boston Consulting Group comprobó que China tenía 250.000 millonarios en dólares norteamericanos (excluyendo en valor de la primera residencia), quienes reunían el 70 por ciento de la totalidad de la riqueza del país. China es una sociedad que todavía sigue siendo mayoritariamente rural, con ingresos en ese ámbito menores a un tercio de los urbanos. La mayoría de los trabajadores en las industrias dedicadas a la exportación son migrantes que están todavía vinculados a las áreas rurales de las que proceden, que reciben salarios inferiores a los de los trabajadores urbanos.26

La “apertura” china y la cadena global de suministro

La economía china actual es producto tanto de la revolución de 1949 y de los que William Hinton llamó “el gran cambio de rumbo”, al cual se lo denomina con más frecuencia como el “período reformista”, que comezó en 1978 bajo Deng Xiaoping, dos años después de la muerte de Mao Zedong. La Revolución china introdujo una reforma agraria masiva, la mayor en la historia, expropiando a la clase terrateniente y creando un sistema de agricultura colectiva. En la industria, mientras tanto, prevalecieron las empresas estatales. El sistema dual de derechos laborales adoptó la forma denominada por Hinton como la “taza de arroz de arcilla” en el medio rural, que garantizaba a los campesinos un vinculación permanente a la tierra como usufructo, o derechos de uso organizados en la forma de agricultura colectiva; mientras los trabajadores en las empresas estatales se beneficiaban de “taza de arroz de hierro”, un sistema basado en el empleo permanente y beneficios garantizados (existía también el llamado “taza de arroz de oro”, que representaba los privilegios de los burócratas).27

El crecimiento económico en la época de Mao fue impresionante, a pesar de episódicos retrocesos y la lucha interna que se desarrolló en el PCCh (culminando en la Revolución Cultural). El crecimiento económico durante la totalidad del período 1966-76 alcanzó una tasa anual promedio del 6 por ciento, de acuerdo a datos del Banco Mundial, mientras que la producción industrial creció a una tasa promedio anual del 10 por ciento. Se creó una inmensa infraestructura industrial, tanto pesada como liviana, prácticamente de la nada en esos años, completada con una red de transportes y energía, que hacia el final del período de Mao empleaba a 100 millones de personas. Todo esto fue explotado en el período de reformas de mercado que le siguió. El producto de la agricultura china mejoró durante el período de la Revolución Cultural y la productividad alcanzó niveles notables. Como escribía Mark Selden, entonces co-editor del Bulletin of Concerned Asian Scholars “En 1977 en la producción de alimentos China creció un 30 a 40 por ciento más per cápita [que en India] con un 14 por ciento menos de tierra apta para el cultivo y distribuida de manera más equitativa para una población… un 50 por ciento mayor”.28

Las reformas de mercado asociadas con “el gran cambio de rumbo” apuntaron a la eliminación o expropiación de la agricultura colectiva y las empresas estatales, proletarizando a la población mediante el abandono tanto de la “taza de arroz de arcilla” como de la “taza de arroz de hierro”, las ventajas económicas obtenidas por campesinos y obreros en la revolución. En el campo, las granjas colectivas fueron suprimidas y reemplazadas por un sistema de contratos familiares. La tierra fue dividida en predios (todavía asignados por la comuna) en los que los campesinos gozaban derechos de usufructo. Cada predio era pequeño, resultando el laboreo menos eficiente, proveyendo un producto de subsistencia a las familias campesinas. Hinton escribió que: “Estos no eran predios tipo “sello postal” como los que había antes de la reforma agraria, pero si “predios spaghetti” o “predios cinta”- tan estrechos que, a menudo, la rueda derecha de un carro no podía rodar por un predio sin que la rueda izquierda no invadiera el predio de otro”.29

Aunque algunos analistas de izquierdas del desarrollo chino, tales como el teórico del sistema-mundo Giovanni Arrighi han llamado a China un caso de “acumulación sin desposesión”, el período de las reformas de mercado se caracterizó de hecho desde su inicio por la masiva acumulación por desposesión (acumulación primitiva), y cientos de millones de personas fueron proletarizadas.30

Como explicaron sucintamente los geógrafos Richard Walker y Daniel Buck en New Left Review en 2007:

Hay tres vías principales para la proletarización en China: desde el medio rural, eliminando las empresas estatales en las ciudades y mediante la disolución de las empresas aldeanas. Considerando la primera de estas vías. El desplazamiento rural a las ciudades es vasto, alrededor de 120 millones desde 1980 –la mayor migración en la historia mundial. La abolición de las comunas y el estímulo al sistema de responsabilidad familiar permitió que algunos granjeros prosperaran en las zonas más ricas, pero sometió a los productores situados en tierras marginales a la caída de los precios, suelos pobres, explotaciones pequeñas, falta de insumos, y la corrupción depredadora de los cuadros locales. En las ciudades, los campesinos inmigrantes no poseían derechos de residencia y se transformaron en población transeúnte permanente. Ello se debe al sistema hukou o registro familiar creado en la época maoísta para limitar la migración del campo a la ciudad…

Una segunda vía de ingreso en la nueva clase asalariada era externa a las empresas estatales. Estas empresas fueron la pieza central de la industrialización maoísta, representando las cuatro quintas partes de la producción no agrícola. Muchas están en las ciudades, donde empleaban 70 millones de personas en la década de 1980. Esta forma de empleo ha sido sistemáticamente desmantelada, comenzando con una ley que permitía la contratación temporal sin protección social [es decir, sin la “taza de arroz de hierro”] y por una ley de bancarrotas de 1988 que liquidaba la garantía del trabajo vitalicio… Más decisivos fueron los despidos masivos al final de la década de 1990… a cominazos del 2000 el empelo en las empresas de propiedad estatal se había reducido a la mitad, del 70 al 33 por ciento de la fuerza de trabajo urbana, con alrededor de 30 a 40 millones de trabajadores desplazados. Finalmente, culminó el ingreso a las filas de los asalariados el colapso de las empresas de los ayuntamientos y aldeas rurales. Esto se produjo en la estela de la disolución de las comunas, con la primera fase de liberalización en los primeros años ochenta, especialmente en Guangdon, Fujian, y alrededor de Tianjin y Shanghai. A comienzos de la década de 1990, habían proliferado hasta alcanzar los 25 millones de firmas, empleando alrededor de 100 millones de personas, representando un 40 por ciento del producto industrial total. Eran propiedad y estaban gestionadas por los gobiernos locales, representaban las obligaciones socialistas de proveer empleos, salarios y beneficios sociales a los aldeanos y de apoyo a la agricultura y las infraestructuras rurales. Muchas funcionaban como subcontratas para las empresas estatales de las ciudades. Por lo tanto cuando muchas empresas estatales fueron a la bancarrota en la década de 1990 o hallaron proveedores más baratos, miles de esas empresas rurales quedaron en la estacada… Como estas pequeñas empresas sufrieron una implosión millones de trabajadores quedaron desamparados. El resultado ha sido una incorporación en dos etapas de los campesinos al proletariado, primero como trabajadores de las empresas rurales nominalmente protegidos por las obligaciones del gobierno local, y luego como proletarios sometidos a las fuerzas del mercado –es el desplazamiento de la subordinación “formal” del trabajo a su subordinación “real” de la que hablaba Marx.31

Más recientemente, como hemos visto en la última sección de este texto, el despojo a muchos campesinos (por supuesto aldeas enteras) de sus pequeñas explotaciones que fueron adjudicadas en la época del desguace de las explotaciones colectivas a comienzos de la década de 1980, ha desembocado en una lucha a nivel nacional con protestas rurales masivas.

La privatización de los bienes estatales y el despojo de las empresas públicas ha generado enorme riqueza en la cúspide social china, con los mayores capitalistas obteniendo su riqueza mediante el amiguismo. Más del 90 por ciento de aquellos que están entre las 20.000 personas más ricas de China, se dice que están “relacionados con algún miembro importante del gobierno o del partido comunista”, creando una clase completa de “principitos” millonarios y millonarios, los vástagos de los altos funcionarios.32 Además, la tierra expropiada a los granjeros para venderla a los promotores ha enriquecido a los funcionarios locales.

Las reformas de mercado incluyen lo que Deng denominó una política de “puertas abiertas”, en la cual China daba la bienvenida a las multinacionales, en agudo contraste con otras naciones asiáticas, como Corea del Sur, que, encontrándose en similar fase de desarrollo, puso fuertes restricciones a la inversión extranjera directa en la industria. La producción en China fue progresivamente orientada hacia la exportación de bienes manufacturados, asociada a las cadenas de abastecimiento de las corporaciones multinacionales. China fue el segundo mayor receptor mundial de inversión extranjera directa en 2009, después de los Estados Unidos. De acuerdo con el informe del Centro de Investigación del Desarrollo del Consejo de Estado (Consejo chino de Ministros), el capital extranjero (concentrado en el sector exportador) controlaba el 82 por ciento de la cuota de mercado en comunicaciones, ordenadores y aparatos electrónicos relacionados; el 72 por ciento en productos instrumentales y maquinaria de oficina; 48 por ciento en productos textiles, calzado y sombreros; 49 por ciento en cueros, piel, plumas e industrias relacionadas; 51 por ciento en muebles; 60 por ciento en productos educativos y deportivos; 41 por ciento en plásticos; y 42 por ciento en transportes.33

Tal como señala Shaun Breslin, profesor de estudios políticos e internacionales en la Universidad de Warwick, después de facturar en re-exportaciones a través de Hong Kong y otros puntos, el 30 por ciento de todas las exportaciones de China en 1996-2005 acabaron en Estados Unidos; aproximadamente el 26 por ciento en Japón; y alrededor de un 16 por ciento en la Unión Europea. Otros, estudiando los efectos de la reexportación, han estimado una participación aún mayor de los Estados Unidos en las exportaciones chinas, aproximadamente del 50 por ciento.34

En el complejo global de las corporaciones multinacionales, China juega principalmente el rol de ensamblador final de los bienes manufacturados que serán vendidos en las economías de los países ricos. La industria de exportación no está orientada hacia una producción real de bienes, sino al ensamblaje utilizando partes y componentes, producidas en otras partes y luego importadas por China a las economías desarrolladas. China es el mayor abastecedor mundial de bienes finalistas en información, comunicaciones y tecnología, y las corporaciones multinacionales aportan el 87 por ciento de las exportaciones chinas de alta tecnología a comienzos de 2006. Pero los componentes para esos bienes de alta tecnología son casi todos importados por China por multinacionales APRA su ensamblaje, antes de ser exportados vía multinacionales a mercados situados en al Tríada (EE.UU., Japón y UE).35

En consecuencia, muchos de los costos de bienes asociados a las exportaciones desde China no representan valores capturados por la economía china. De acuerdo con la Banco de la Reserva Federal de San Francisco, “En 2009, costaba alrededor de 179 dólares producir un iPhone, que se vendía en Estados Unidos por aproximadamente 500 dólares. De esa manera, 179 dólares del precio minorista correspondían al contenido importado de China. Sin embargo, sólo 6,50 dólares se debían realmente al coste de ensamblaje en China. Los restantes 172,50 dólares reflejaban el coste de los componentes fabricados en otros países”.36

Considerando la totalidad de la región asiática, China es la plataforma de producción final de los componentes fabricados en otras naciones asiáticas como Japón, Corea del Sur y Singapur. La importación por China de componentes aumentó casi 24 veces en 1992-2008, mientras que su comercio de bienes acabados aumentó solamente alrededor de 12 veces en el mismo período. En 2009, el 17 por ciento de los componentes procedían de Japón, 17 por ciento de Corea del Sur, 15 por ciento de los países de la ASEAN6 (Brunei, Indonesia, Malasia, Filipinas, Singapur y Tailandia), 10 por ciento de Europa y 7 por ciento de Norteamérica. Por lo tanto, no es tanto China el productor de productos electrónicos, de comunicación y tecnología, sino el Asia Oriental como conjunto, en el seno de un sistema global dominado por corporaciones multinacionales pertenecientes a la Tríada.37

De este modo, la economía china actual está estructurada en torno a las necesidades de deslocalización de las corporaciones multinacionales dirigidas a la obtención costos unitarios de trabajo reducidos, aprovechándose de las ventajas de trabajo barato y disciplinado en el Sur global, un proceso conocido como “arbitraje laboral global”. En esta cadena de suministro global, China es más un centro ensamblador mundial que el taller del mundo. En un artículo escrito en 1997, Jin Bei, quien encabezaba el Grupo de investigación para un Estudio Comparativo de la Competitividad de los Productos Chinos, sostenía que la mayoría de loso productos exportados por China no eran productos manufacturados en China, sino mas bien lo que podría denominarse “bienes manufacturados para-nacionales” significando con ello una cadena de suministro bajo el control de las multinacionales extranjeras. “Los socios extranjeros”, escribía, obtenían el grueso de los beneficios económicos directos de los productos manufacturados producidos por empresas de propiedad extranjera o asociadas con capitales chinos, en las cuales aquellos poseían el control. En principio tales productos no implicaban la realización de las fuerzas productivas chinas, sino la de las fuerzas productivas foráneas en China, o la realización económica obtenida mediante el empelo de recursos chinos en fuerzas productivas bajo el control de capitales extranjeros. Esos productos no deberían, por lo tanto, ser identificados en principio como productos industriales fabricados en China… Por ejemplo, de las diez principales marcas de camisas a nivel mundial, siete son producidas por la Beijing Shirt Factory, sin embargo por la producción de una camisa que luce la etiqueta de Pierre Cardin, cuyo precio de venta minorista es de 300 yuanes, la fábrica sólo recibe de 3 a 4 yuanes en concepto de tarifa de procesamiento. ¿Cómo pueden ser esas camisas convincentemente identificadas como fabricadas en China?38

Para ilustrar los efectos de las cadenas de suministro global es útil observar el famoso ejemplo de Barbie y la economía mundial. Una muñeca Barbie (“Mi primer té con Barbie”) comecializada en California en 1996 al precio de 9,99 dólares fue etiqueta “fabricada en China”. Casi todas las materias primas y las partes para fabricar la muñeca, sin embargo, fueron importadas, los trabajadores chinos sólo hicieron el ensamblaje final de la muñeca Barbie (Era al época en que habían dos fábricas Barbie en China y una respectivamente en Indonesia y Malasia). Cada establecimiento en China empleaba alrededor de 5.500 trabajadores. La mayor parte de la resina de plástico era importada en forma de bolas (“pellets”) o piezas pequeñas (“chips”) vía la Corporación China de Petróleo, una empresa de importación de petróleo de propiedad estatal de Taiwan. El pelo de nylon venía de Japón. El cartón del envase y muchos de los pigmentos y aceites utilizados para la decoración de las muñecas venían de los Estados Unidos. Sólo la ropa de algodón para los vestidos de la muñeca procedía de China, que, aparte de eso, proveía trabajo para el ensamblaje de las muñecas. Los trabajadores operaban las máquinas de inyección de plástico, pintaban los detalles de la muñeca (requiriendo 15 fases diferentes de pintado), y cosían la ropa. Recibían un salario de aproximadamente 40 dólares mensuales. El coste laboral total de cada Barbie era de 35 céntimos, o el 3,5 por ciento del precio de venta minorista.39

En 2008 los obreros industriales chinos recibían en promedio sólo el 4 por ciento del salario de los obreros industriales de los Estados Unidos, de acuerdo con el Bureau of Labor Statistics. Por lo tanto, el beneficio marginal agregado obtenido por fabricar en China (con la misma tecnología) en lugar de los Estados Unidos u otros países desarrollados puede ser enorme. Loos trabajadores chinos que montan iPhones para Foxconn, un subcontratista de Apple, reciben salarios que sólo representan el 3,6 por ciento del coste final total de producción (precio de envío), contribuyendo el enorme 64 por ciento de beneficio marginal bruto sobre los costes de producción de los iPhones, de acuerdo con el Asian Development Bank.40

El trabajo bajo estas condiciones, especialmente si implica a trabajadores migrantes, a menudo adopta la forma de superexplotación, ya que el pago a los trabajadores está por debajo del valor de la fuerza de trabajo (coste de reproducción del trabajador). La fábrica KYE en China produce para Microsoft y otras empresas norteamericanas, empleando más de 1.000 estudiantes en prácticas con una edad comprendida entre 16 y 17 años, con un horario habitual de 7.45 a 22.55 horas. Junto a los estudiantes la empresa contrata mujeres de 18 a 25 años. Los trabajadores denuncian semanas laborales de 97 horas, trabajando 80 o más horas antes de la recesión. Una vez iniciada esta, se mantuvo una semana laboral de 83 horas, con 68 horas en la cadena de producción. Se les exigía una producción de 2.000 ratones por turno. El hacinamiento reina en las fábricas, en un taller de 105 por 105 pies, trabajaban 1.000 obreros. Recibían 65 céntimos por hora, que se reducían a 52 céntimos, una vez descontado el precio de la comida en la empresa. Catorce trabajadores compartían un dormitorio, durmiendo en estrechas literas. Se “duchaban” recogiendo agua caliente con un pequeño cubo de plástico.41

Condicones similares están presentes en la Metai Plastics and Electronic Factory en la ciudad de Dongguan. Ahí 2.000 trabajadores, la mayoría mujeres, montan teclados y ordenadores para Microsoft, IBM, Hewlett-Packard y Dell. Los obreros son jóvenes, la mayoría todavía no han cumplido treinta años, trabajan a un ritmo agotador, sentados en duras banquetas mientras los teclados de ordenador se desplazan por la cadena de montaje, uno cada 7,2 segundos, 500 por hora. Se le concede a cada obrero 1,1 segundos para colocara cada tecla individual en su sitio, repitiendo la operación 3.250 veces por hora, 35.750 veces al día, 250.250 a la semana y más de un millón de veces al mes. Trabajan en horarios de 12 horas siete días a la semana, con un promedio de dos días festivos cada mes. Permanecen en la fábrica 81 horas semanales, mientras trabajan durante 74 horas semanales. Reciben un salario de 64 céntimos la hora, que se reduce a 41 céntimos una vez deducido alimentación y alojamiento. Conversar con otros trabajadores durante las horas de trabajo puede significar la pérdida de la paga de un día y medio. Los obreros de Meitai estás encerrados en el complejo fabril cuatro días por semana y no s eles permite salir a dar un paseo. La alimentación consiste en un plato aguado de gachas y arroz por la mañana, y los viernes un muslo de pollo como comida especial. Los dormitorios son similares a los de la fábrica KYE con literas alineadas y pequeños cubos de plástico para acarrear agua caliente, mientras que para conseguir una esponja de baño deben subir varias escaleras. Tienen la obligación de limpiar las instalaciones y los dormitorios en horas extras no retribuidas. Si una trabajadora pisa el césped al dirigirse al dormitorio es sancionada con una multa. Con frecuencia se les descuenta entre un 14 y un 19 por ciento de su paga, con el pretexto de que “economizar capital… es uno de los requisitos básicos de la empresa fabril”.42

La Yuwei Plastics and Hardware Product Company en Dongguan paga a sus trabajadores 80 céntimos/hora por turnos de 14 horas, siete días a la semana, fabricando auto-partes, que en un 80 por ciento son vendidas a Ford. En la época de mayor demanda, se les obliga a trabajar los treinta días del mes. En marzo de 2009 un trabajador, que debía procesar 3.600 tubos por día, uno cada 12 segundos, perdió tres dedos cuando la dirección ordenó que se apagaran los monitores infrarrojos de seguridad para aumentar el ritmo de producción. Se le compensó con 7.430 dólares, un poco menos de 2.500 dólares por dedo.43

Por supuesto que lo que impulsa la superexplotación del trabajo en China es la obtención de los beneficios más elevados, que son en su mayor parte apropiados por las corporaciones multinacionales. Esto puede comprobarse en un estudio realizado por el Comité Nacional del Trabajo y Observatorio del Trabajo en China de la Pou Yuen Plant F en Donggwan (propiedad del grupo de Taiwan Pou Chen). La mayor parte de la producción de la Planta F es para la PUMA, empresa alemana de productos deportivos. La Plant F tenía en 2004 alrededor de 3.000 operarios con una edad media entre 20 y 22 años. El salario base de estos trabajadores era de 31 céntimos/hora, 12,56 dólares por semana. Trabajaban en turnos de 13,5-16,5 horas diarias desde las 7:00 a las 21:00 horas, y hasta las 23:00 o la medianoche uno, tres o cuatro días al mes. Comparten los dormitorios en grupos hacinados de 12 trabajadores. El informe revela que: el coste laboral total de fabricación de un par de zapatillas PUMA es de 1,16 dólares. Los salarios representan el 1,66 por ciento del precio minorista de las zapatillas que es de 70 dólares. Se emplean 2,96 horas en elaborar un par de zapatillas. El beneficio bruto de PUMA en un par de zapatillas es de 34,09 dólares. El beneficio que obtiene PUMA cada hora de un par de zapatillas es mas de 26 veces mayor que el salario recibido por fabricar las zapatillas. La empresa obtiene un beneficio neto de 12,24 dólares por hora de cada trabajador en China, lo cual representa un ingreso anual de 38.188, 80 dólares por trabajador. Considerando exclusivamente la Pou Yuen Plant F, la ganancia neta extraída por PUMA a sus trabajadores supera los 92 millones de dólares. Incluso después de contabilizar todos los gastos de la empresa –los cuales en último son pagados por los trabajadores en China- el beneficio neto de PUMA de cada para de zapatillas a 70 dólares , es todavía de 7,42, o sea 6,4 veces más que el salario recibido por la elaboración de cada para de zapatillas. En los primeros cinco días y dos horas del año –antes que finalice la primera semana- los trabajadores en China han fabricado suficientes zapatillas como para pagar su salario completo de un año.44

En 2010 18 trabajadores con edades comprendidas entre los 18 y 25 años, empleados en el complejo fabril Foxconn que produce iPhones e iPads para Apple, intentaron suicidarse. Catorce fallecieron y otros quedaron con graves lesiones para el resto de su vida. Se produjo un escándalo nacional e internacional, que atrajo la atención mundial a estas condiciones de explotación extrema.45

Aunque China dispone de una legislación sobre salario mínimo y varias normas de regulación laboral, cada vez más y más trabajadores (principalmente inmigrantes) trabajan en el sector informal, no regulado, en industrias donde no se aplican los salarios mínimos y donde una parte del salario le es retenida. Según Anita Chan en China’s Workers under Assault: The Exploitation of Labor in a Globalizing Economy (2001), los niveles salariales mínimos se establecen “al nivel más bajo posible… el que sólo asegure la supervivencia física de los trabajadores”, aunque a muchos de ellos se les niega incluso esa retribución. “Los salarios están afectados por una multitud de deducciones”, por cuestiones como olvidar apagar las luces, caminar sobre el césped, falta de aseo en los dormitorios y hablar con toros compañeros durante el trabajo. Según una encuesta realizada por los sindicatos de Guangdong, el 32 por ciento de los trabajadores recibían una paga inferior al salario mínimo.46

El arbitraje global existente detrás de este sistema de extrema explotación es en los hechos un sistema de extracción imperial de la renta que alimenta las ganancias del capital financiero monopolista global.47

El extraordinario crecimiento chino es, por lo tanto, producto de un sistema global de explotación y acumulación, en el cual los principales beneficiarios son las firmas situadas en el centro de la economía mundial.

La población flotante

Con el fin de comprender la extrema explotación del trabajo en China, y las particulares contradicciones de clase asociadas con ello, es necesario examinar el papel que juega la “población flotante”. En el sistema de registro de familias (hukou) establecido en 1955-58, cada individuo era registrado en una unidad familiar en la localidad donde nacía. Ello limitaba la migración interna dentro del país. Por lo tanto, la “población flotante” consiste en aquellos que viven fuera de la localidad donde están registrados, suman 221 millones de personas, 160 millones de los cuales proceden del mundo rural. Esta inmigración procedente del mundo rural constituye casi el 70 por ciento de los trabajadores industriales y el 80 por ciento de los de la construcción. Estos ocupan los niveles más bajos del empelo urbano y reciben salarios mucho menores que el promedio urbano nacional, trabajando un cincuenta por ciento más que el resto. En Beijing, en 2011, alrededor del 40 por ciento de la población eran trabajadores inmigrantes, con residencia temporal. En la ciudad de Shenzhen aproximadamente 12 millones de una población total de 14 millones son inmigrantes rurales. Además de recibir salarios más bajos, los inmigrantes rurales carecen de los beneficios provistos a los trabajadores de origen urbano de las ciudades, y frecuentemente viven y trabajan en las mismas fábricas. La inmensa mayoría de estos trabajadores tienen menos de 35 años, en 2004 el promedio de edad era de 26 años. Trabajan en los centros industriales bajo condiciones de superexplotación (en otras palabras, recibiendo salarios por debajo del coste normal de reproducción de los trabajadores) durante unos pocos años para retornar a la tierra y a sus orígenes campesinos. Se pagan las consecuencias de las jornadas de trabajo prolongadas bajo condiciones de alto riesgo en China, especialmente para los trabajadores que proceden del mundo rural, en la forma de accidentes laborales. De acuerdo a los datos oficiales, se produjeron 363.383 accidentes laborales graves en China en 2010, que incluyeron 79.552 casos fatales. Esto representa una mejora respecto a 2003, cuando se produjeron 700.000 accidentes de trabajo con 130.000 muertes. La mayor parte de las víctimas eran trabajadores inmigrantes.48

Aunque los medios académicos occidentales han tratado a menudo la cuestión de los trabajadores migrantes en China en términos de un modelo estándar de trabajo excedente atraído por el medio urbano (basado en el modelo de desarrollo basado en el trabajo de W. Arthur Lewis y, finalmente, derivado de las consideraciones de Marx sobre el ejército industrial de reserva) las condiciones del trabajo excedente en China es por muchas razones única. La población flotante en China puede ser considerada con un ejército industrial de reserva en los términos de Marx pero con características diferenciales. Su diferencia radica en la naturaleza temporaria y parcial de su proletarización y en la permanente conexión de estos inmigrantes con el mundo rural, un producto de la Revolución china y de la “taza de arroz de arcilla”. Los campesinos retienen el usufructo de la tierra (una forma de equidad), la cual es readjudicada por los colectivos aldeanos sobre bases igualitarias, tomando en consideración su ocupación y el trabajo en al tierra. Esto favorece que los trabajadores inmigrantes mantengan fuertes vínculos con sus familias y la tierra. Las minúsculas tenencias campesinas –en promedio 1,2 acres, pero algunas tan pequeñas para tener tan sólo 0,80 acres- permiten un ingreso de mera subsistencia: un hogar con un techo y alimento. Aunque las reformas de mercado hayan intentado acabar con estas parcelas, pocas familias están dispuestas a abandonar la “taza de arroz de arcilla”, los derechos de usufructo de la tierra. Sin embargo, para mantenerse bajo estas condiciones, las familias campesinas deben buscar periódicamente trabajo para complementar sus magros ingresos. Esto da lugar al creciente fenómeno de la migración campesina, que se intensifica por la reducción de las ayudas estatales a las áreas rurales durante el período de reformas de mercado.49

Los inmigrantes del campo envían remesas a sus familias para ahorra una parte de sus ingresos. Hay firme evidencia que sugiere que – más allá de los enormes obstáculos para obtener un estatus de residente urbano permanente – los trabajadores migrantes procedentes del medio rural mantienen sus intenciones de retornar al campo debido a los vínculos sostenidos con la tierra, ya que esta les da seguridad. La tierra es considerada como un valor permanente que puede ser traspasado a las generaciones venideras. Por esto, en una encuesta estatal en 2006 solamente el 8 por ciento del los inmigrantes procedentes del campo indicaban que tenían pensado permanecer en la ciudad de destino por un período prolongado. Durante la etapa migratoria de sus vidas estos inmigrantes oscilan entre uno y otro destino. Un estudio en 2005 reveló que solo el 5 por ciento de los inmigrantes no volvían a su lugar de origen ese año, mientras que el 60 por ciento permanecía menos de nueve meses fuera de su localidad de origen. La inmigración que retorna sirve para amortiguar la economía durante las etapas recesivas. Durante la gran crisis financiera de 2007-09, que produjo una gran caída en las exportaciones chinas, se produjo una caída significativa (14-18 millones) en el númerro de trabajadores migrantes, en la medida en que los que procedían del medio rural al no poder hallar un empleo retornaban a sus localidades de origen. El resultado de esta inversión del flujo migratorio fue la reducción del desempleo hasta el punto que los salarios sufrieron un incremento real debido a la escasez de fuerza de trabajo disponible en la industria (inducida en parte por la veloz transformación de la economía china) y en respuesta a la inflación, especialmente del precio de los alimentos.50

Algunos analistas han comentado como los rasgos estructurales de la migración rural favorecen la reproducción de una fuerza de trabajo de alta calidad en las regiones rurales, fuera de la economía de mercado capitalista, que está disponible debido a las condiciones de oscilación que determina su superexplotación en las ciudades -sin que la industria urbana tenga que pagar los costes reales de reproducción de esa fuerza de trabajo.51

Los costes se mantienen bajos y la productividad elevada porque la producción es realizada por trabajadores jóvenes quienes se les pueden hacer trabajar de manera extremadamente intensiva – hasta su retorno al campo y su sustitución por un nuevo contingente procedente del mismo. Una semana laboral de ochenta o más horas, le acelerado ritmo de producción, la pobre alimentación y condiciones de vida, etc., son condiciones laborales y un nivel de retribución que no podría soportarse si continuara durante muchos años, por consiguiente realizado por obreros jóvenes que retornan a la tierra donde poseen derechos de usufructo, el legado más importante de la revolución china para la mayor parte de la población. Sin embargo las marcadas diferencias entre los ingresos urbanos y rurales, la imposibilidad de muchas familias para prosperar sólo con el trabajo agrario, y la ausencia de suficientes posibilidades de empleo comercial en el medio rural, todo ello contribuye al mantenimiento de esa población flotante, con la llegada continua de nuevos inmigrantes.

Tierra, trabajo y luchas medioambientales

Aunque, como hemos visto, ciertos analistas de izquierdas continúan señalando a China como un caso de “acumulación sin desposesión”,52 principalmente debido a que el campesinado retiene el usufructo de la tierra, desde nuestra perspectiva la evidencia sugiere que China no se desvía tanto del patrón estándar. Un desarrollo tan extremo y veloz de la economía de mercado capitalista es imposible sin la acumulación primitiva, en otras palabras, la desposesión a la población de sus bienes y la relación directa con los medios de producción. Hinton argumenta en The Great Reversal en 1990 que para llevara cabo la acumulación primitiva de capital en China, los capitalistas habrían necesitado debilitar y liquidar tanto la “taza de hierro de arroz” como la “taza de arcilla de arroz”, los principales logros de la revolución china.53 Ambas “tazas” han sufrido ataques. En respuesta a esto –así como a la explotación de los trabajadores y a la creciente desigualdad- las protestas de los obreros y campesinos han ido creciendo a pasos agigantados.

El número de “incidentes de masas” a gran escala (pericones, manifestaciones, huelgas, y tumultos) en China pasado de 87.000 en 2005 a 280.000 en 2010, de acuerdo a fuentes oficiales chinas.54 Las dos principales de conflicto son: (1) conflictos por la tierra, especialmente en respuesta a expropiaciones ilegales, consideradas como ataques a la “taza de arcilla de arroz”; y (2) conflictos laborales, especialmente la resistencia de los trabajadores de las empresas estatales a la despiadada privatización y la liquidación del sistema de la “taza de arcilla de arroz”. Además, surgen con rapidez creciente las luchas de los obreros y campesinos contra la destrucción del medioambiente. En 2002-2005 miles de campesinos se manifestaron en la ciudad de Dongzhou en Guangdong contra la construcción de una planta de energía eléctrica que había desembocado en la expropiación de tierras sin una compensación adecuada. Los trabajadores intentaron detener su construcción. El conflicto con las autoridades condujo a la voladura de parte de la planta con explosivos y a que la policía abriera fuego sobre los manifestantes en diciembre de 2005, varios de los cuales resultaron muertos. En diciembre de 2011 comenzó un revuelta en Wukan, una ciudad costera de 20.000 habitantes en Guangdong. Sus habitantes erigieron barricadas, expulsaron a los miembros del gobierno y comenzaron a armarse con armamento casero en protesta por la expropiación de tierras con poca o ninguna compensación. Luego de un impasse de diez días, los ciudadanos movilizados acordaron finalizar la protesta y permitir la entrada en la ciudad una vez que sus demandas fueron aceptadas. Estos casos son un reflejo de las luchas que se están produciendo en toda China de forma creciente y amenazante, tal como afirma el Bloomberg Businessweek, “la revocación de uno de los principios fundamentales de la revolución comunista. Mao Zedong ganó la adhesión de las masas redistribuyendo la tierra poseída por los ricos terratenientes entregándosela a los campesinos pobres. Ahora, poderosos funcionarios locales la están arrebatando, a veces violentamente, para abrir paso a apartamentos de lujo, centro comerciales y complejos deportivos en una orgía de construcciones incentivadas por la deuda”. Los gobiernos locales, comarcales y municipales han acumulado deudas por 2,79 trillones de yuanes (412 billones de dólares) a fines de 2009, espoleados por los estímulos fiscales en respuesta a la gran crisis financiera. Los gobiernos locales han utilizado tierras pertenecientes a aldeanos para asegurar la deuda en sus localidades, prometiendo ventas de tierras. Por lo tanto, las ciudades se están apropiando de tierras para financiar su deuda creciente. La caída de los precios de los bienes inmuebles ha acelerado este proceso, obligando a las autoridades locales con bases impositivas inadecuadas a promover más ventas de tierras. La venta de tierras produce aproximadamente un 30 por ciento de los ingresos locales, y en algunas ciudades constituye más del cincuenta por ciento del ingreso. La tierra está siendo vendida sin el consentimiento y a expensas de los campesinos que tienen derechos de usufructo en explotaciones que son de propiedad colectiva; mientras tales ventas de tierras están llenando los bolsillos de los funcionarios locales. No sólo los campesinos pierden su relación permanente con al tierra (y con la “taza de arcilla de arroz”), sino que las compensaciones que reciben está por debajo del valor al que esas tierras son vendidas a promotores por las autoridades locales. Alrededor de 50 millones de campesinos perdieron sus hogares en las últimas tres décadas, mientras que es posible que sufran esa pérdida alrededor de 60 millones en las próximas dos décadas. 55

Los conflictos laborales son todavía la forma más común de acción de masas, correspondiendo al 45 por ciento del total de acuerdo con una estimación. En el verano de 2010 se produjeron docenas de huelgas en las industrias líderes de China, automovilísticas, electrónicas y textiles. Aunque el papel de las empresas estatales en China ha declinado ante la fuerza del proceso de privatización, todavía restan cerca de 60 millones de empleados de las mismas en áreas urbanas.56 “En la era socialista de Mao”, ha escrito Mingi Li, “los trabajadores estatales chinos disfrutaban un nivel de poder de clase y dignidad inimaginable por un trabajador promedio de un estado capitalista (especialmente en el contexto de la periferia y semiperiferia)”. En el período de las reformas de mercado estos trabajadores han visto reducidas de forma creciente a la condición de proletariado del sector estatal, pero con vestigios de la “taza de arroz de hierro” donde los trabajadores han mantenido una posición de fuerza. Esta situación ha generado una intensa lucha de clases. En 2009 los obreros de la Tonghua Iron and Steel Company en la provincia de Jilin se rebelaron contra la privatización y los despidos masivos, iniciando una huelga general, liderada por un trabajador de la era maoísta conocido como “el maestro Wu”. Cuando el director general de una poderosa compañía privada, que pretendía hacerse cargo de la empresa, amenazó con despedir a todos sus trabajadores, estos lo golpearon hasta matarlo. El gobierno dio marcha atrás y canceló el plan de privatización.57

Luego de los conflictos laborales y por la tierra, el mayor número de acciones de masas en China tienen relación con cuestiones medioambientales, especialmente las luchas contra la contaminación. Los problemas medioambientales chinos son masivos y crecientes. Dieciséis de las veinte ciudades más contaminadas del mundo son chinas. Dos terceras partes de los habitantes de las ciudades respiran aire muy contaminado. Los casos de cáncer de pulmón han aumentado un 60 por ciento en la última década aunque la tasa de fumadores no ha variado. La desertización está generando la pérdida de aproximadamente 6.000 millas cuadradas de prados cada año, aproximadamente el tamaño de Connecticut. Esta situación contribuye a la producción de tormentas de arena, de los cual resulta que el polvo constituye un tercio del problema de la polución en China. Están aumentando tanto la escasez de agua, especialmente en el norte de China, como su contaminación. China posee sólo en 6 por ciento del agua potable mundial pero su población supera el 18 por ciento de la población del planeta. Su abastecimiento de agua per cápita es menos de un cuarto de la media global, mientras el 70 por ciento de los ríos lagos del país están severamente contaminados. Alrededor de 300 millones de personas en las áreas rurales están bebiendo agua que no reúne las condiciones de salubridad, mientras que una quinta parte de las fuentes de agua para el consumo humano en las principales ciudades están por debajo de los estándares de calidad. La realización de proyectos de construcción de represas para la generación de electricidad están produciendo la pérdida de tierras de cultivo, a daños ecológicos, y a la emigración forzosa de millones. En 2008 China sobrepasó a los Estados Unidos en la emisión de gases productores del efecto invernadero (aunque muy por debajo en las emisiones per cápita). Tales condiciones han producido un ascenso de masivas protestas medioambientales. La quejas a las autoridades aumentaron anualmente un 30 por ciento entre 2002 y 2004, llegando a las 600.000 anuales, mientras que el recuento oficial de las protestas por motivos medioambientales fue de 50.000 en 2005.58

La mayor parte de la fuerza de trabajo industrial de China, como hemos visto, consiste en una población flotante que permanece vinculada a la tierra y al derecho de usufructo (“la taza de arroz de arcilla”), quienes padecen una explotación extrema y un entorno degradado en las ciudades. Es por esta razón que las luchas por la tierra, el trabajo y el medioambiente están vinculadas en China como en ninguna otra parte, hasta el punto que podemos estar en presencia del surgimiento de un proletariado medioambiental, junto con un campesinado parcialmente proletarizado y relativamente independiente e igualitario.59

Como sostiene Samir Amin, la China urbana es incapaz de absorber los cientos de millones de trabajadores rurales del país (un dilema que existe a varios niveles en todo el sur global). Por lo tanto, alrededor del 50 por ciento de la población china deberá continuar siendo rural. China no posee salidas externas para el exceso de población, de las que disponía la Europa en vías de industrialización durante el período de expansión colonial. En el caso chino, la revolución ha creado un campesinado independiente que alimenta al 22 por ciento de la población mundial con el 7 por ciento de la tierra global cultivable, con una distribución equitativa de la tierra. Más que ver en ello una debilidad arcaica de la sociedad, que debe ser sometida a una acumulación primitiva implacable, debería ser considerada como una de sus fortalezas, que refleja la genuina necesidad de acceso a al tierra de media humanidad. 60

China y la crisis mundial

Con la Tríada económica de los Estados Unidos (y Canadá), Europa, y Japón atrapados en un estancamiento económico continuado –más evidente a partir de la gran crisis financiera- el foco de la atención ha sido puesto en China como el medio para recuperar la economía mundial. Por esto el número de invierno de 2011 de The International Economy contenía las respuestas de más de cincuenta economistas ortodoxos de varios países sobre la siguiente pregunta: ¿Puede China transformarse en la locomotora mundial para el crecimiento? Las respuestas variaron ampliamente, pero la mayoría de los encuestados destacaron las contradicciones internas de la economía china, su tendencia a la sobreinversión y su dependencia de las exportaciones, su bajo nivel de consumo doméstico, y su necesidad de ajuste.61

Últimamente se expresan diariamente los temores del capital internacional de que las contradicciones de la economía china puedan hacer peligrar aún más la totalidad del proceso de acumulación a nivel mundial, si China no es capaz de lograr un reequilibrio aumentando el nivel de consumo, reduciendo la deuda y aumentando el valor de la moneda. Actualmente predominan las preocupaciones de que los días del milagro chino estén contados y que se está dirigiendo hacia una brusca desaceleración en su crecimiento y a una crisis financiera. Paul Krugman escribía en un artículo en el New York Times bajo el título: “¿Puede quebrar China?”, del 18 de diciembre de 2011:

“Consideremos el escenario siguiente: el crecimiento reciente se ha basado en un enorme boom de la construcción fomentado por la elevación de los precios de la propiedad inmobiliaria, que muestra todos los clásicos signos de una burbuja. Ha habido un rápido crecimiento crediticio –el cual no ha tenido lugar a través del sistema bancario tradicional sino a través del sistema bancario no regulado, que no está sujeto a la supervisión ni respaldado por garantías estatales. Ahora la burbuja está estallando, y existen razones reales para temer una crisis financiera y económica. ¿Estoy describiendo al Japón de fines de la década de 1980? ¿O estoy describiendo a la América de 2007? Podría ser. Pero ahora estoy hablando de China, que emerge como otro peligro para la economía mundial… un nuevo [potencial] epicentro de la crisis”.62

Pero pocos analistas ortodoxos, incluido Krugman, reconocen la verdadera intensidad de las contradicciones económicas, sociales y medioambientales en China, las que hacen insostenible su patrón de desarrollo en todos los aspectos. Estas contradicciones están generando anualmente miles de protestas masivas, tales como las luchas campesinas para retener sus derechos de usufructo sobre la tierra, la población flotante (a su vez vinculada a la tierra) que resiste la superexplotación, los trabajadores estatales que desafían a al privatización y millones más que luchan contra la degradación medioambiental. La historia presentada habitualmente en los medios de comunicación norteamericanos de una competencia entre EE.UU. y China (con colaboración ocasional) oculta las profundas y crecientes desigualdades en un país donde la “taza de oro” de los burócratas estatales ha crecido tanto que las familias de los más poderosos miembros del PCCh controlan fortunas de billones de dólares, por ejemplo, la familia del primer ministro Wen Jiabao posee una fortuna estimada en 4,3 billones de dólares63, en un país donde el ingreso salarial es de los más bajos del mundo, y donde la desigualdad ha crecido vertiginosamente.64

Los bajos salarios en la actividad exportadora han sido casi enteramente en la industria de bienes de consumo durables (rama II en el esquema marxista de reproducción, opuesto a la rama I, medios de producción), de forma destacada en las áreas de tecnologías de la información y comunicaciones y electrónica- perro incluyendo también vestimenta, mobiliario, juguetes, y varios productos de uso doméstico. En 2010 los productos “Made in China” representaron el 20 por ciento del mobiliario y equipamiento doméstico vendido en los Estados Unidos, el 12 por ciento de otros bienes durables, y el 36 por ciento de ropa y zapatos.65

En la jerga corporativa, estos productos importados de China son denominados “deflacionarias”, ya que reducen el coste de muchos bienes adquiridos por los asalariados y contrarrestan los precios más elevados de otros productos de consumo masivo, tales como la gasolina. Wal-Mart, que él solo representa el 12 por ciento de las mercancías enviadas a los Estados Unidos desde China, ha sido bautizado como el mejor amigo de la clase obrera norteamericana. Por supuesto, tal como W. Michael Cox, economista jefe del Banco de la Reserva Federal en Dallas declaró que “Wal-Mart es lo mejor que puede haberle sucedido a los pobres”, dado los precios reducidos de sus productos.66 No obstante, esos mismos artículos baratos importados, representados por Wal-Mart, posibilitan el estancamiento de los salarios reales en los Estados Unidos y otros países desarrollados –así como el desplazamiento relativo de la producción manufacturera al sur global, presionando los salarios a la baja de forma directa e indirecta (y así es como han desaparecido los empleos bien pagados). El crecimiento de manufacturas baratas de importación ha tenido a menudo como resultado reclamos de proteccionismo por parte de los sectores laborales de los Estados Unidos. Sin embargo, en general se ignora que esas importaciones baratas están producidas por o para corporaciones multinacionales con casa matriz en la Triada. La batalla real, entonces, es la de generar una solidaridad internacional entre los trabajadores chinos, quienes están padeciendo formas extremas de explotación (incluso superexplotación), y los trabajadores del mundo desarrollado, quienes están perdiendo terreno en una carrera hacia el abismo. Actualmente las bases para esa solidaridad internacional de la clase obrera se hallan, en gran parte, en luchas de obreros y campesinos en China, que pueden reforzarse más aún con la resurrección del proceso revolucionario en China (un giro a la izquierda).

Para el New York Times, nada puede detener el actual curso de China que no sea “una resurrección de Mao o un cataclismo nuclear”. No obstante, si lo que quiere significarse con “resurrección de Mao” es retomar en algún sentido la propia revolución china –la cual adoptaría necesariamente nuevas formas como resultado del cambio de las condiciones históricas- el potencial permanece, y está creciendo bajo las condiciones actuales.67

En 1853, Karl Marx consideró que la revolución china que se estaba produciendo en ese momento (la famosa Rebelión Taiping) podía desestabilizar las condiciones financieras del imperio británico y activar las posibilidades de revuelta en Europa.68. Aunque las expectativas de Marx se frustraron, su noción de que el destino de China y de Occidente estaba vinculado fue, de muchas maneras, profético. Las crecientes contradicciones de China tendrán indudablemente un efecto en la Triada y en el resto del mundo, en lo que parece ser la fase de declive del capitalismo.

Publicado en Monthly Review: http://monthlyreview.org/2012/02/01/the-global-stagnation-and-china#en2

1 “From the Great Recession to the Great Stagnation,” Forbes, October 10, 2011, http://forbes.com; Tyler Cowen, The Great Stagnation (New York: Penguin, 2010).

2 Christine Lagarde, “An Address to the 2011 International Finance Forum,” Beijing, November 9, 2011, http://imf.org. See also C. Ryan Knight, “Dark Clouds, Over the Boat: On China, Production, and Financialization,” November 11, 2011, http://lecoupdoeil.wordpress.com.

3 “IMF Sees Chinese Economy Avoiding Stagnation, El Comercio Says,” Bloomberg.com, November 30, 2011, http://bloomberg.com.

4 Stephen Roach, “China’s Landing—Soft Not Hard,” September 30, 2011, http://project-syndicate.org.

5 “Hangzhou Taxi Drivers Go on Strike,” The China Times, August 2, 2011, http://www.thechinatimes.com.

6 “Calculating the Coming Slowdown in China,” New York Times, May 23, 2011, http://nytimes.com.

7 China’s Bumpy Road Ahead,” Wall Street Journal, July 9, 2011, http://online.wsj.com; Niall Ferguson, Civilization: The West and the Rest (New York: Palgrave, 2011), 307–8.

8 See the comments by Paul J. Alapat, Fred Bergsten, Haruhiko Kuroda, Jim O’Neill, and Allen Sinai in “Can China Become the World’s Engine for Growth?” The International Economy (Winter 2010): 12-13, 17, 27, 31, www.international-economy.com.

9 “China’s Bumpy Road Ahead,” Wall Street Journal, July 9, 2011, http://online.wsj.com; “Indifference as a Mode of Operation at China’s Schools,” New York Times, May 18, 2011, http://nytimes.com.

10 “The Next China,” The Economist, July 29, 2010, http://economist.com.

11 Michael Spence, The Next Convergence (New York: Farrar, Straus, and Giroux, 2011), 18-19.

12 Ver John Bellamy Foster, “Monopoly-Finance Capital and the Paradox of Accumulation,” Monthly Review 61, no. 5 (October 2009): 1–20; John Bellamy Foster and Fred Magdoff, The Great Financial Crisis (New York: Monthly Review Press, 2009); “Calculating the Coming Slowdown in China,” New York Times; Christine Lagarde, “The Path Forward—Act Now and Act Together,” Opening Address to the 2011 Annual Meetings of the Boards of Governors of the World Bank Group and the International Monetary Fund, September 23, 2011, http://imf.org.

13 John Bellamy Foster, Robert W. McChesney, and R. Jamil Jonna, “The Global Reserve Army of Labor and the New Imperialism,” Monthly Review 63, no. 6 (November 2011): 1–31.

14 Miles de millones.

15 Martin Hart-Landsberg, “China, Capitalist Accumulation, and the World Crisis,” Marxism 21 7, no. 1 (Spring 2010): 289; Zhang Hong, “Too Early to Hail China’s Stimulus Success,” Guardian, August 28, 2009, http://guardian.co.uk; “China’s Local Debts Threaten Crisis,” Asia Times, July 14, 2010, http://atimes.com.

16 Michael Pettis, “Lower Interest rates, Higher Savings?” October 16, 2011, http://www.financialsense.com; “A Workers’ Manifesto for China,” The Economist, October 11, 2007, http://economist.com.

17 Nouriel Roubini, “China’s Bad Growth Bet,” April 14, 2011, http://project-syndicate.org. See also Roach, “China’s Landing.”

18 Miles de millones.

19 “Why China’s Big Red Bubble Is Ahead of Us,” Forbes, November 30, 2011, http://forbes.com; “China’s Housing Bubble Past, and Its Future,” Forbes, November 8, 2011, http://forbes.com; “Why China’s Property Bubble is Different,” Forbes, April 22, 2011; “Rise of the Asian Megacity,” BBC News, Asia Pacific, June 20, 2011; “Cracks in Beijing’s Financial Edifice,” Financial Times, October 9, 2011, http://ft.com; Patrick Choovanec, “China Data, Part 1: Real Estate Downturn,” December 12, 2011, http://chovanec.wordpress.com; Kate MacKenzie, “As China’s Apartments Go, So Goes China,” Financial Times blog, December 14, 2011, http://ftalphaville.ft.com; Michael Pettis, “How Do We Know that China is Overinvesting?” December 3, 2011, http://www.economonitor.com; Jim Antos, “China’s Debt Situation Not Far Off From Greece,” July 12, 2011, http://cnbc.com.

20 Ian Bremmer and Nouriel Roubini, “Whose Economy Has it Worst?” Wall Street Journal, November 12, 2011; http://online.wsj.com; Michael Pettis, “Some Predictions for the Rest of the Decade,” August 28, 2011, http://mpettis.com, and “Lower Interest Rates, Higher Savings.”

21 En otras palabras, el fin del sistema de unidades laborales conocido como el ‘cuenco de hierro” (danwei) tuvo un mayor impacto en la sociedad que el que ya habían tenido el desempleo la jubilación temprana obligatoria. El modelo danwei que funcionaba en las empresas productivas y de servicios (qiye danweil), así como en instituciones administrativas y gubernamentales de otro tipo (shiye danwei), cumplió exitosamente su triple función, tamo en relación con el estado como con los individuos, a Saber, administrar el trabajo, organizar y proteger la vida social e individual, y mantener el control. Aparte de las prestaciones y los servicios públicos que brindaban (las unidades grandes a menudo tenían sus propias clínicas y escuelas, como se mencionó antes), los centros de trabajo socialistas estaban también diseñados para alimentar el espíritu colectivo y las identidades nacidas del trabajo, ver Lin Chun, La transformación del socialismo chino, El Viejo Topo, 2007.

22 William Hurst, “Urban China: Change and Contention,” in William A. Joseph, ed., Politics in China: An Introduction (Oxford: Oxford University Press, 2010), 257.

23 Minxin Pei, “The Color of China: Looming Stagnation,” The National Interest 100 (March/April 2009): 17.

24 “A Workers’ Manifesto for China,” The Economist, http://economist.com.

25 “China’s Growing Income Gap,” Bloomberg Businessweek, January 27, 2011, http://businessweek.com; “Country’s Wealth Divide Past Warning Level,” China Daily, May 12, 2010, http://chinadaily.com.cn.

26 Wu Zhong, “China’s ‘Most Wanted’ Millionaires,” Asia Times Online, September 19, 2007, http://atimes.com; Hart-Landsberg, “China, Capitalist Accumulation, and the World Crisis,” 280.

27 William Hinton, The Great Reversal (New York: Monthly Review Press, 1990), 168–71.

28 World Bank, WDI Database, databank.worldbank.org; Martin Hart-Landsberg and Paul Burkett, China and Socialism: Market Reforms and Class Struggle (New York: Monthly Review Press, 2005), 37; William Hinton, Through a Glass Darkly (New York: Monthly Review Press, 2006), 130; Selden quoted in Hart-Landsberg and Burkett, China and Socialism, 38.

29 Hinton, The Great Reversal, 16.

30 Giovanni Arrighi, Adam Smith in Beijing (London: Verso, 2007), 389; Ho-fung Hung, “A Caveat: Is the Rise of China Sustainable?” in Ho-fung Hung, ed., China and the Transformation of Global Capitalism (Baltimore: Johns Hopkins University Press, 2009), 189.

31 Richard Walker and Daniel Buck, “The Chinese Road: Cities in the Transition to Capitalism,” New Left Review 46 (July–August 2007): 42–44.

32 Peter Kwong, “The Chinese Face of Neoliberalism,” CounterPunch, October 7, 2006, http://counterpunch.org; Martin Hart-Landsberg, “The U.S. Economy and China,” Monthly Review 61, no. 9 (February 2010): 26–27.

33 Green Left, May 18, 2007, http://www.greenleft.org; Lan Xinzhen, “A Foreign China,” Beijing Review, January 11, 2007, http://bjreview.com.cn; Wenzhao Wang, “China New M&A Regulation and Its Impact on Foreign Business in China,” China Trade Law Report (American Lawyer Media), October 2006, http://avvo.com; “Foreign Direct Investment in China in 2010 Rises to Record $105.7 Billion,” Bloomberg News, January 17, 2011, http://bloomberg.com; “The Next China,” The Economist.

34 Shaun Breslin, China and the Global Political Economy (New York: Palgrave Macmillan, 2007), 110; Jephraim P. Gundzik, “What a US Recession Means for China,” Asia Times Online, September 27, 2006, http://atimes.com.

35 Martin Hart-Landsberg and Paul Burkett, “China, Capitalist Accumulation, and Labor,” Monthly Review 59, no. 1 (May 2007): 20–22.

36 Galvin Hale and Bart Hobijn, “The U.S. Content of ‘Made in China’,” Federal Reserve Board of San Francisco, FRBSF Economic Letter, August 8, 2011. http://frbsf.org.

37 Hyun-Hoon Lee, Donghyun Park, and Jing Wang, The Role of the People’s Republic of China in International Fragmentation and Production Networks, Asian Development Bank, ADB Working Paper Series on Regional Economic Integration, 87 (September 2011): 5, 15–16.

38 Jin Bei, “The International Competition Facing Domestically Produced Goods and the Nation’s Industry,” Social Sciences in China 12, no. 1 (Spring 1997): 65–71.

39 “Barbie and the World Economy,” Los Angeles Times, September 22, 1996, http://articles.latimes.com.

40 See Foster, McChesney, and Jonna, 15–16.

41 Institute for Global Labour and Human Rights, China’s Youth Meet Microsoft: KYE Factory in China Produces for Microsoft and Other Companies, April 13, 2010,

42 Institute for Global Labour and Human Rights, High-Tech Misery in China: The Dehumanization of Young Workers Producing Our Computer Keyboards, February 2, 2009, http://globallabourrights.org.

43 Institute for Global Labour and Human Rights, Dirty Parts: Where Lost Fingers Come Cheap; Ford in China, March 22, 2011, http://globallabourrights.org.

44 National Labor Committee and China Labor Watch, PUMA Workers in China, November 4, 2004, http://globallabourrights.org.

45Foxconn Worker Plunges to Death at China,” Reuters, Nov. 5, 2010, http://reuters.com; “Struggle for Foxconn Girl Who Wanted to Die,” South China Morning Post, December 22, 2011, http://scmp.com; “Inside Foxconn’s factory,” The Huffington Post, July 6, 2011, http://huffingtonpost.com.

46 Anita Chan, China’s Workers’ Under Assault: The Exploitation of Labor in Globalizing Economy (New York: M.E. Sharpe, 2001), 11–13; Hart-Landsberg and Burkett, “China, Capitalist Accumulation, and Labor,” 27–29. But see “Beijing to Raise Minimum Wage,” December 29, 2011, http://www.chinadaily.com.cn, for evidence of high level concern with these questions.

47 Samir Amin, The Law of Worldwide Value (New York: Monthly Review Press, 2010).

48 “Migrant Workers in China,” China Labour Bulletin, June 6, 2008, http://clb.org.hk; “China’s ‘Floating Population’ Exceeds 221 Million,” Peoples’ Daily Online, February 28, 2011, http://english.peopledaily.com.cn; Rachel Murphy, How Migrant Labor is Changing Rural China (Cambridge: Cambridge University Press, 2002), 44, 204, 216; Ke-Qing Han, Chien-Chung Huang, and Wen-Jui Han, “Social Mobility of Migrant Peasant Workers in China,” Sociology Mind 1, no. 4 (2011): 206.

49 Hinton, The Great Reversal, 172, Through a Glass Darkly, 128; Murphy, How Migrant Labor is Changing Rural China, 218; On the Lewisian model see Foster, McChesney, and Jonna, 17–18; Ted C. Fishman, “The Chinese Century,” New York Times, July 4, 2004, http://nytimes.com.

50 Maëlys de la Rupelle, Deng Quheng, Li Shi, and Thomas Vendryes, Land Rights Insecurity and Temporary Migration in Rural China, IZA Discussion Paper Series, Institute for the Study of Labor (Bonn), December 2009, 2–7, ftp.iza.org; Ke-Qing Han, et. al., “Social Mobility of Migrant Peasant Workers,” 209; Xin Meg, Tao Kong, and Dandan Zhang, “Searching for Adverse Labour Market Effects of the GFC in China,” Research School of Economics, Australian National University, www.oecd.org.

51 See He Xuefeng, “New Rural Construction and the Chinese Path,” Chinese Sociology and Anthropology 39, no. 4 (Summer 2007): 29-30; Murphy, How Migrant Labor is Changing Rural China, 200, 214–18.

52 Arrighi, Adam Smith in Beijing, 389; Ho-fung Hung, “A Caveat,” 189.

53 William Hinton, The Great Reversal, 168–71.

54 See “Hangzhou Taxi Drivers Go on Strike”; “Indifference as a Mode of Operation at China’s Schools.”

55 “Chinese See Communist Land Sales Hurting Mao’s Poor to Pay Rich,” Bloomberg Businessweek, November 2, 2011, http://bloomberg.com; “China’s Local Debts Threaten Crisis,” Asia Times Online, July 14, 2010, http://atimes.com; “China’s Stability Landed in Trouble,” Wall Street Journal, December 16, 2011, http://online.wsj.com; “Village Revolts Against Inequities of Chinese Life,” New York Times, December 14, 2011, http://nytimes.com; “Beijing Set to ‘Strike Hard’ at Revolt,” Wall Street Journal, December 16, 2011, http://online.wsj.com; “Demonstrators Who Took Over Chinese Village Halt Protest,” New York Times, December 21, 2011, http://nytimes.com; Yanqi Tong and Shaohua Lei, “Large Scale Mass Incidents and Government Responses in China,” International Journal of China Studies 1, no. 2 (October 2010): 492–93; Tong Yanqui and Lei Shaohua, “Large-Scale Mass Incidents in China,” East Asian Policy 2, no. 2 (April/June 2010): 27; Congressional Research Service, Social Unrest in China, CRS Report for Congress, May 8, 2006, www.fas.org.

56 Capital Trade, Inc., An Analysis of State-Owned Enterprises and State Capitalism in China (Washington, D.C.: U.S.-China Economic and Security Review Commission, 2011), 27 (Table IV-1), http://www.uscc.gov/researchpapers/research_archive.php.

57 Minqi Li, “The Rise of the Working Class,” Monthly Review 63, no. 2 (June 2011): 41–44; Tong and Lei, “Large-Scale Mass Incidents,” 490–91.

58 Carin Zissis and Jayshree Bajoria, “China’s Environmental Crisis,” Council on Foreign Relations, August 4, 2008, http://cfr.org; Ma Jun, “How Participation Can Help China’s Ailing Environment,” China Dialogue, January 31, 2007, http://chinadialogue.net; “Outrage Grows Over Air Pollution and China’s Response,” New York Times, December 6, 2011, http://nytimes.com; Tong Yanqi and Lei Shaohua, “Large-Scale Mass Incidents in in China,” 25; “Environmental Issues Addressed More Urgently in China,” China Daily, May 4, 2006, http://chinadaily.com.cn.

59 On the concept of the environmental proletariat see John Bellamy Foster, Brett Clark, and Richard York, The Ecological Rift (New York: Monthly Review Press, 2010), 439–41.

60 Samir Amin, “China, Market Socialism, and U.S. Hegemony,” Review 3 (2005): 259–79; “Arable Land Decreases to 102.4mln Hectares,” Chinese Government’s Official Web Portal, http://www.gov.cn/english; Wen Tiejun, “Deconstructing Modernization,” Chinese Sociology and Anthropology 39, no. 4 (Summer 2007): 10-25.

61 “Can China Become the World’s Engine for Growth?: A Symposium of Views,” The International Economy (Winter 2010), www.international-economy.com.

62 Paul Krugman, “Will China Break?” New York Times, December 18, 2011, http://nytimes.com.

63 Miles de millones.

64 Li, “The Rise of the Working Class and the Future of the Chinese Revolution,” 45.

65 “Can China Become the World’s Engine for Growth?: A Symposium of Views,” The International Economy (Winter 2010), www.international-economy.com.

66 Ted C. Fishman, China, Inc. (New York: Scribner, 2005), 257.

67 Fishman, “The Chinese Century”; Li, “The Rise of the Working Class,” 50.

68 Karl Marx, Dispatches for the New York Tribune (London: Penguin, 2007), 3; John Newsinger, “The Taiping Peasant Revolt,” Monthly Review 52, no. 5 (October 2000): 29–37.

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