Jugar y perder
Manuel Martínez Llaneza
El gobierno está estudiando autorizar desgravaciones fiscales por pérdidas en el juego y es de esperar que en poco tiempo se aprueben las disposiciones al respecto. Se trata de una medida valiente y coherente. Valiente, porque se necesita mucho valor para dar dinero público –y eso es desgravar- a los jugadores de azar cuando se están realizando importantes recortes en todos los ámbitos sociales. Coherente, porque, como veremos, se atiene estrictamente al modelo de sociedad propuesto por el gobierno.
Hay que ser realista. El intento histórico de acercarnos a los países industrializados debe darse por fracasado dentro de este modelo. Disponemos de trabajadores, técnicos y profesionales comparables a los de los países de nuestro entorno, pero, a pesar de los bajos salarios y reformas laborales, no podemos avanzar por la incompetencia y egoísmo de los díazferranes y banqueros que forman el tejido empresarial y financiero. Y sobre éstos no se va a actuar porque son los que mandan. De momento se está fomentando para los desempleados la expectativa de la emigración, pero a medio plazo empezarán a funcionar los efectos del plan Bolonia que reducirán la competencia de nuestros jóvenes a niveles centroafricanos y permitirán su reorientación al nuevo modelo. Podría entonces pensarse en asociarnos con otros PNE (países no emergentes) de nivel de corrupción similar, pero esta tarea, como puede verse por los intentos realizados hasta ahora, no está exenta de dificultades. Parece más sencillo enviar a la gente a que emprenda, es decir, a que se busque la vida, pero no deja de ser una solución parcial y peligrosa. Modelos realizados por expertos muestran que, al llegar al 30% de la población activa formado por emprendedores, comerciales y empleados de compañías de seguridad, se alcanza un punto de colapso irreversible por falta de trabajo útil que alimente la reproducción social.
Así, pues, la alternativa más razonable es aceptar el papel que se nos ha asignado en el IV Reich (y que, por más que se diga, no es el de puta barata, sino que es bien honorable por la vocación de servicio que implica y además está al alcance intelectual de nuestros empresarios y políticos de la mayoría) y actuar en consecuencia con decisión. Tenemos una base firme en los servicios turísticos y, aunque queden aún algunos trozos de costa sin rentabilizar, se está en camino de la explotación al 100% del sector con la nueva legislación de costas. El interior está más descuidado, ni siquiera se ha privatizado el Museo del Prado, pero se va a dar un paso de gigante con el complejo Eurovegas, que podrá venir seguido de la recuperación del plan de los Monegros y de alguna de las iniciativas del señor Mas. El juego será el segundo pilar de la reconstrucción de la España postimperial.
Por ello hay que premiar a los que hacen circular el dinero por tapetes verdes y máquinas tragaperras. Además la reordenación debe tener un sentido integral y así se está fomentando con la concesión, como servicio público que son, de las licencias de los canales de TDT a emprendedores de actividades sociales útiles como el tarot y diversos tipo de juegos y adivinanzas que, además de ilustrar, crean riqueza y empleo en vez de dárselas a los perroflautas proetarras de las televisiones sociales donde no circula un duro.
Pero no basta con promover con generosidad las actividades útiles, hay también que impedir las que son nocivas. En España se juega todavía a la brisca, al tute o al mus sin que se produzca más beneficio que despachar algún café en los pocos sitios que aún no son franquicias. Con ello, no sólo no se produce riqueza y empleo, sino que además se crea el falso espejismo antipatriótico de que la gente puede pasárselo bien sin gastar y sin crear empleo. Debe estudiarse en serio la prohibición de estas actividades deletéreas en privado y la imposición de cánones cuando se realicen en público.
Y, para más inri y pérdida de eficiencia, estas actividades improductivas las realizan en muchos casos jubilados, prejubilados, pensionistas…, gente que vive del erario público sin devolver ninguna contribución. El dinero que les aporta el Estado para sobrevivir no debe considerarse de ninguna manera como un derecho sin límites de forma que habría que instar la devolución de lo que les reste al final de cada mes. Una forma de llevarlo a cabo en coherencia con el papel que se ha asignado al juego en el futuro del país, sería organizar el acceso a los casinos a los jubilados para que se jueguen sus ahorros en juegos productivos y hagan circular el dinero ocioso.
No debe acabar aquí el sentido reformista del gobierno; debe extenderse como una mancha de aceite a los sectores productivos que rodean este magno proyecto de futuro. La siguiente iniciativa fiscal que proponemos es la desgravación por emprendimiento en trata de blancas, servicio imprescindible para el buen funcionamiento del diseño expuesto y actividad que se realiza actualmente con gran esfuerzo de inversión y riesgo no siempre debidamente reconocido, ya que constituye una pata sin la que todo el edificio quedaría cojo.
Esperamos que el gobierno la aborde con la mayor prontitud. Con la decisión, valor y coherencia que lo caracterizan.
Manuel Martínez Llaneza es profesor titular de Matemáticas de la Escuela de Ingenieros Aeronáuticos de la Universidad Politécnica de Madrid