Un punto de encuentro para las alternativas sociales

Alternativas al ajuste

Joaquín Arriola

Los programas de ajuste estructural o modelos neoliberales de política económica han demostrado ser incompatibles con una estrategia de desarrollo y mejora de la calidad de vida sostenible a largo plazo. Incluso cabe dudar cada vez más sobre sus efectos positivos sobre el simple crecimiento sin desarrollo.

El diseño de programas alternativos se enfrenta a desafíos teóricos y políticos de envergadura: ni las teorías económicas que se enseñan en las universidades y escuelas de negocios son fiables, ni los poderosos sectores articulados al capital financiero beneficiados por la gestión de la crisis están dispuestos a permitir que se desarrollen nuevas teorías. Aquí solamente podemos trazar algunos vectores de reflexión que pueden contribuir al diseño de modelos macroeconómicos sostenibles y que incorporen la dimensión del desarrollo social a la del mero crecimiento del producto.

No hay alternativa posible mientras no se complemente en el ámbito macroeconómico la contabilidad de los precios capitalistas con la contabilidad del valor social y se sustituya en el ámbito de la actividad productiva el criterio rector de la rentabilidad financiera (costos y beneficios monetarios) por el de la rentabilidad social (costos y beneficios humanos).

La ausencia de cambios en este sentido se traduce por ejemplo en la conceptualización de los desequilibrios. Los desequilibrios identificados como fundamentales por las políticas de la Unión Europea y que se concretan por ejemplo en la batería de indicadores del denominado procedimiento de desequilibrios macroeconómicos (MIP) son:

– El desequilibrio fiscal (gasto público mayor que los ingresos fiscales), pues se supone que provoca inflación (si se financia con emisión de dinero) o provoca reducción de la inversión (si se financia con operaciones de mercado abierto, emitiendo deuda pública, por el efecto de expulsión de los demandantes privados de crédito para invertir).

– El desequilibrio de la balanza de pagos: a corto plazo se considera el desequilibrio financiero denominado actualmente “posición de inversión internacional” que mide la diferencia entre las exportaciones de bienes y servicios y entradas de capital extranjero frente a las importaciones de bienes y servicios y salidas de capital nacional. Si la suma de aquellas es menor que esta, se considera que hay una incapacidad de hacer frente a los pagos internacionales que deriva casi siempre de un desequilibrio comercial (exportaciones de bienes y servicios menores que las importaciones), por representar un consumo de ahorro externo improductivo, pues no se dinamiza suficientemente la capacidad de atracción de divisas por la vía del comercio exterior.

– El desequilibrio de los precios, que a su vez se subdivide en desequilibrio entre dinero y producto (inflación); desequilibrio entre oferta y demanda de dinero/crédito (tasa de interés) y desequilibrio entre precios internos y precios externos (tipo de cambio).

Estos desequilibrios, sin embargo, no son fundamentales en una política alternativa. En general, los desequilibrios financieros son síntomas y no causas de los desórdenes económicos. Más importantes que los anteriores son los siguientes desequilibrios básicos:

– El desequilibrio entre población y empleo. El mayor despilfarro de las economías modernas en general es el de fuerza de trabajo no empleada, por ser una fuente de riqueza inexplotada, y en las economías subdesarrolladas también el de la fuerza de trabajo empleada, por estar muy deteriorada y no existir el clima sociopolítico adecuado para su rentabilización social más adecuada a través de un proceso permanente de recualificación.

– El desequilibrio entre el valor del trabajo nacional y el valor del trabajo extranjero, a través del cual se manifiestan los problemas de financiación exterior y presión monetaria (tipo de cambio), nivel de salarios y productividad y en general los de balanza de pagos.

– El desequilibrio entre sector público y sector privado. El problema del Estado se manifiesta en dos planos: por una parte, las reglas institucionales de fomento del mercado y la competencia impiden que cumpla correctamente su papel regulador orientado a la superación del estancamiento de las fuerzas productivas. Por otro lado, sus características estructurales lo califican como un Estado orientado históricamente a favorecer la centralización y concentración del capital por parte de las élites financieras dominantes y diversas clases de capitalistas rentistas (construcción, empresas privatizadas etc.).

– El desequilibrio entre tasa de ganancia y nivel de inversión. Las políticas de ajuste y reforma estructural han facilitado que la tasa de ganancia media de la economía -es decir, el excedente empresarial en relación a la inversión- sea cada vez más elevado, y sin embargo los niveles de acumulación de capital son bajos en esta coyuntura larga de crisis. Esto demuestra que el mecanismo keynesiano de las expectativas de ganancia sólo es viable cuando los niveles de explotación de la fuerza de trabajo se encuentran por debajo de ciertos límites, esencialmente cuando la extracción de plusvalía es intensiva bajo su forma dominante.

El objetivo de los programas de ajuste de corte neoliberal como los que promueve la UE en la eurozona que persiguen resolver los desequilibrios contables solo lo consiguen (si es que lo consiguen) a costa de un agravamiento a corto y a largo plazo de los desequilibrios básicos, de modo que la resolución de aquellos conlleva inevitablemente un coste social de corto plazo y económico de largo plazo cada vez más gravoso.

Los desequilibrios contables no deberían ser el objetivo de la política económica; por el contrario habría que interpretarlos como los límites a la velocidad de intervención para resolver los desequilibrios básicos. Toda política económica alternativa debe ser coherente no con la reducción de los desequilibrios contables, sino con su mantenimiento dentro de límites manejables, es decir, evitar que un desequilibrio determinado alcance un nivel de tales proporciones que vuelva inoperante cualquier política que se dirija a resolver los desequilibrios básicos.

El programa económico necesario hoy no puede basarse en una gestión de la demanda y de los desequilibrios fiscales que ya no corresponden al grado de desarrollo del capitalismo en Europa y las nuevas contradicciones que manifiesta. Por el contrario, hoy se requiere un programa que permita avanzar en la socialización de los recursos, en una nueva fase que vaya más allá de la socialización que permitió construir los sistemas de protección social que ahora se quieren revertir al mercado y que permita resolver los desequilibrios básicos.

En medio de una crisis estructural, y en ausencia de un programa de este tipo, la única posible intervención es la que se está llevando a cabo, basada en un ajuste a la baja de la participación de los trabajadores en el valor añadido y una privatización de nuevas áreas de intervención del Estado, en la esperanza de que la productividad pueda crecer y retomar una senda de crecimiento, es decir, que aumente la intensidad de la explotación del trabajo y se relance la acumulación de capital.

Joaquín Arriola es Profesor titular de Economía aplicada de la UPV/EHU

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