Un punto de encuentro para las alternativas sociales

Un largo camino por delante

Carlos Gutiérrez

Creo que hay que situar las Marchas en su justo término para no entusiasmarse demasiado o, por el contrario, pensar que no han servido para nada. En este sentido me parece importante hacer una reflexión parecida a la que se puede hacer sobre el 15M, salvando las distancias. Quién viese el 15M como una posibilidad real de cambiar las cosas de inmediato, además de confundirse, corrió el peligro de desanimarse e irse a casa. Por el contrario, el 15M fue un importantísimo paso adelante. y supuso que bastante gente se animase a participar en la lucha social y política. Si lo vemos desde esta segunda perspectiva no podemos decir que el 15M fue un fracaso, repito, quien lo viese como una posibilidad inminente de cambiar las cosas de modo radical si pudo salir muy decepcionado.

La movilización de ayer, y más que nada, el proceso preparatorio, ha supuesto experiencias muy importantes para gran cantidad de militantes y ha establecido estructuras organizativas que en algunos lugares pueden tener continuidad, sobre esto soy más escéptico, pero creo que algo perdurará. Además hemos sacado varias lecciones, para mí algunas de ellas son las siguientes: las movilizaciones hay que organizarlas con tiempo y seriedad, si se hace así salen tan bien como la de ayer, además es posible buscar acuerdos y encuentros entre organizaciones que pudieran parecer bastante enfrentadas. Me parece que está claro que vale mucho más una Marcha de la Dignidad22M que cien “asalta el Congreso” o cosas parecidas convocadas sin medir cuales son tus propias fuerzas. Los fracasos o las convocatorias que pinchan no hacen otra cosa que fortalecer al enemigo.

Pienso que es también muy importante que se haya demostrado que somos capaces de convocar masivamente sin contar con los sindicatos llamados mayoritarios, CCOO y UGT, que para mí no son más que rémoras del pasado y mastodontes que deambulan buscando su cementerio de elefantes particular. Tampoco se ha contado con la “impagable ayuda” del PSOE, ni de sus montajes como la famosa y muy “activa” Cumbre Social. Que un germen de organización popular “desde abajo” sea capaz de hacer algo tan impresionante se manifiesta como un síntoma de que el avance organizativo, en serio y para cambiar las cosas, está dando pasos en sentido positivo. Sólo avanzando en este sentido seremos capaces de cambiar las cosas de modo real. También pienso que nos tienen más miedo que el que realmente nos deberían tener, eso es bueno, ya que el poder vislumbra que no está tan seguro, que «el miedo puede cambiar de bando» y que todo ya no va a ser tan sencillo.

En estos días vamos a tener, al calor de la muerte de Suárez, una amplia campaña que va a volver a ensalzar lo buena que fue la Transición y lo terrible que es que alguien despierte a las Dos Españas, o lo malísimo que es que se pretenda cambiar las cosas desde la calle. Con el golpe de Tejero intentaron, en su tiempo, tanto legitimar el Régimen como meter el miedo en el cuerpo de la gente que quería ir más allá, no sé que harán ahora, pero todo dependerá de la correlación de fuerzas que seamos capaces de construir. De momento, aseguro que la campaña se va a centrar en cantar las bondades de la democracia que hemos construido “entre todos” y que, por supuesto, se debe limitar al bonito ejercicio de ir a votar cada cuatro años, y después aguantarnos con lo que los gobernantes de turno quieran imponer.

Las Marchas no son el fin, ni tampoco el principio, son una etapa, importante, de un proceso del que somos responsables de que siga adelante. No tenemos que caer en el desánimo sino seguir como hasta ahora, organizados y teniendo las cosas claras. Contra lo que luchamos es poderoso, no se puede derribar con unas marchas o con un movimiento, ni siquiera votando. El Sistema está en nosotros mismos y en nuestra forma de vida cotidiana, por lo tanto derribarlo es muy difícil y exige paciencia, organización y voluntad. La mejor lección de las Marchas es que las cosas se pueden hacer bien, que las podemos hacer bien desde abajo. No necesitamos «ni dioses ni reyes ni tribunos», nosotros mismos somos nuestros salvadores, los únicos que podemos cambiar el mundo de base.

22M. Mucho más que una cifra de participantes en una manifestación.

Especular con la cifra de participantes que asistieron el sábado 22 de marzo a Madrid, reduce y simplifica a la mínima expresión un acontecimiento político-social de dimensiones infinitamente más grandes que el número de asistentes.

La cifra existe, los medios técnicos para calcularla también, los helicópteros que sobrevolaban Madrid, pueden saber con gran precisión el número de participantes. Pero a pie de calle es imposible calcular, es más, cuando se barajan cifras de cientos de miles de personas es difícil saber si eramos uno, dos o tres millones, no puedes contar ni aproximadamente como solemos hacer en una manifestación de miles, por poner un ejemplo la columna del nordeste cuando llegaba a Atocha cuatro horas después de iniciar su marcha en San Blas se había multiplicado, de la misma manera que se añadía gente también habría quienes dejaban la columna para añadirse más tarde a la manifestación central donde confluían todas las columnas . Por otro lado hay un número indeterminado de asistentes cuya participación nunca estuvo coordinada por ningún núcleo organizador, incluso hubieron tantos grupos de asistentes que se autorganizaron como grupos que se añadieron a la organización coordinada de «Marchas de la dignidad».

Sencillamente esta dificultad del cálculo por lo inmenso y por la autorganización no coordinada es lo que hace que la asistencia sea un gran éxito.

La cifra concreta jamás se sabrá, pues quienes la saben o pueden saberla su objetivo es esconderla.

Pero más allá de la cifra, los verdaderos datos de esta manifestación, la verdadera lectura que hay a retener se basa en otros elementos de mayor relevancia.

La manifestación del 22-M no es una convocatoria puntual, ni un fin en si mismo, ni el objetivo de una lucha como estamos acostumbrados a entender una manifestación.

El 22-M viene precedido de muchos días de marchas desde distintos lugares del Estado español, con el firme compromiso que reflejan sus participantes realizando una acción de estas características. Pasando por muchos pueblos con la complicidad y empatía de muchos conciudadanos, algunos sumándose y haciendo crecer las columnas humanas.

El 22-M es reflejo de que una parte importante de la sociedad está avanzando en consciencia política y social, se está organizando y está dejando a atrás la indiferencia y el apoliticismo generado por el propio sistema para tenernos pasivos.

El 22-M viene precedido también de meses de reflexión y acciones de muchos colectivos comprometidos en la lucha. Es la expresión de la complicidad entre los movimientos sociales y movimientos políticos anticapitalistas, rompiendo los sectarismos, inútiles protagonismos y mezquinas ambiciones de liderar, poniendo en evidencia la certeza de que las Unidades Populares las construye el pueblo organizado, activo y con criterio, y pasar página a la estrecha e inmadura visión de que la coalición de ciertos grupos elitistas alejados de la lucha y con el pueblo pasivo defenderán nuestros intereses milagrosamente en las instituciones. La expresión política revolucionaria o se nutre del pueblo activo y es consecuencia de este o es estéril.

El 22-M pone en evidencia por enésima vez, pero quizá con más contundencia la absoluta inutilidad de las dos grandes estructuras «agentes sociales» para liderar el movimiento popular y obrero. Hoy la huelga general, se concibe al margen de ellos.

El 22-M escucha y atiende la reflexión final del 15-M «de la indignación a la organización» y refleja el resultado de la lucha, el trabajo lento de estos tres años puliendo formas, despejando dudas y aprendiendo a hacer política desde la base y en el sentido más puro.

Y el 22-M a parte de ser consecuencia de todo esto y mucho más, también es causa, origen y punto de partida. Es un salto cualitativo en la visión de la lucha organizada en el futuro. Nos ayuda a ver el camino común, un poquito más claro, hacia el horizonte y nos facilita entender que hay que trabajar en los pueblos y barrios desde éste espíritu de complicidad de las luchas como ingrediente indispensable de poder popular.

Todavía somos pocos, el trabajo bien hecho necesita su tiempo, la formación de lo que entendemos como Unidad Popular es incipiente. Pero ahora tenemos brotes verdes y sanos, cuidémoslos para que crezcan fuertes y grandes.

Volveremos a Madrid, pero esa vez acompañados de muchos más, de todos los que se irán sumando al compromiso ciudadano del día a día, el verdadero 22 de marzo.

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