Contra las primarias en la izquierda y por la democracia directa
Nicolas Poirier, Manuel Cervera-Marzal
La organización de unas primarias en la izquierda no solo no democratizan en absoluto la institución presidencial sino que por el contrario intensifican la lógica oligarquiza y personalista que la anima.
El llamamiento por unas primarias en la izquierda (Libération del lunes 11 de enero de 2016), publicado por iniciativa de cargos electos, intelectuales y ciudadanos comprometidos a titulo diverso, levanta acta del deterioro de las instituciones que componen el esqueleto de la democracia llamada representativa que experimenta una crónica falta de adaptación. Unas primarias, organizadas con el fin de elegir al candidato de izquierda para las presidenciales de 2017 desde una base más democrática posible dado que iría más allá del voto de los militantes solamente, se supone que tendría como principal virtud la de acercar la política a los ciudadanos que últimamente consideran alejada de sus preocupaciones y a la que acusan de estar al servicio de intereses particulares, sean financieros o de otras categorías más amplias.
Este diagnóstico no es nuevo. A intervalos periódicos, la denuncia de un sistema político sin aliento vuelve como una letanía que se repite no solamente en boca de ciudadanos que ejercen un sentido crítico sino también en el discurso de los mismos dirigentes que llaman a la movilización de las fuerzas vivas de la sociedad para desbloquear un sistema fosilizado y debilitado. Como si el problema fuese causado por un bloqueo más o menos institucional que impide la puesta en marcha de un potencial democrático que no termina de expresarse. Del mismo modo el sociólogo Michel Crozier esperaba en los años 60 que con unos pocos menos obstáculos, la democracia funcionaria mejor. Pero el problema, en realidad, no es que régimen presidencial de la V República sea insuficientemente representativo, sino que es presidencial. El establecimiento de un régimen verdaderamente democrático exige la abolición y no la reparación del sistema presidencial antidemocrático puesto que constituye un vestigio de la monarquía. Si en el curso del siglo XX ha sido progresivamente y a duras penas puesto en marcha un régimen representativo, es, precisamente para poder contener dentro de límites reducidos las aspiraciones a un gobierno democrático de las masas que buscaban organizar por si mismas su destino colectivo sin necesidad de pasar por la intermediación de instituciones “ representativas”.
La estrategia de las primarias en la izquierda se equivoca, por lo tanto, de objetivo. Hacer la institución presidencial más representativa, es querer democratizar una instancia que es por su propia naturaleza antidemocrática e históricamente creada con el fin de estrangular las luchas de los dominados para edificar un régimen realmente democrático. Lo que nuestras instituciones padecen no es el hecho de ser insuficientemente “representativas” sino de ser intrínsecamente oligárquicas. Así lo hacía notar Cornelius Castoriadis cuando decía que no vivimos en democracia sino en oligarquía liberal. Aunque ciertamente no quepa identificar estos regímenes como tendencialmente totalitario, como lo hace Giorgio Agamben, no obstante tampoco son regímenes democráticos
Efectivamente, la elección de un presidente o de un representante del pueblo es el paradigma mismo del procedimiento aristocrático. Los promotores del llamamiento se equivocan a este respecto cuando hacen de las primarais un procedimiento auténticamente democrático en la medida que este sistema procuraría un “voto ciudadano masivo”. ¿Es necesario recordar que la democracia reside esencialmente en el poder de votar las leyes, de ejercer directamente el poder y no en elegir a jefes, lo cual no es sino llamar de otra manera la servidumbre voluntaria de la que La Boetie hablaba?
Si debe darse una estrategia, esta no debe pasar por organizar primarias en la izquierda sino remitirse a las posibilidades de autoorganización que son propias de los colectivos y de los individuos mismos, que en el marco de su vida cotidiana, luchan para mantener su poder de decisión sobre sus propias vidas. La acción democrática pasa, por supuesto por el debate y la confrontación pero no tiene efecto alguno si no se encarna en las experiencias de autorganización y autogestión que se den en todos los ámbitos de la vida social. Decidir no es decidir quién va a decidir, es decidir uno mismo. La vida política, en definitiva, no puede renovarse más que por una refundición radical de nuestras instituciones políticas. Procedimientos de sorteo, rotación regular de los puestos de dirección, mandatarios revocables, desprofesionalización de la actividad política,…. formas que implican sustituir los procedimientos de representación por los de delegación, institución de consejos democráticos a todos los niveles de la vida social, tanto en las empresas como en los barrios o en las universidades.
La organización de unas primarias en la izquierda no solo no democratizaría en nada la institución presidencial sino que por el contrario, reforzaría la lógica oligárquica y personalista que la anima. Estas primarias reproducirían a escala reducida de un solo campo político (el de la izquierda) el procedimiento de elección de un presidente al que se le otorga el derecho de hacer lo que desee durante un mandato de cinco años, a despecho de sus eventuales compromisos. Es por lo tanto de temer que unas grandes primarias en la izquierda no sean sino la continuación de la política oligárquica por otros medios.
Traducción del francés: Miguel Ángel Domenech
Nicolas Poirier es profesor de filosofía y Manuel Cervera-Marzal, investigador en Ciencias Políticas