Nuit debout: "Traigámosles la catástrofe"
Frederic Lordon
Los movimientos colectivos, como los que están naciendo hoy, no tienen ya necesidad de declaraciones solemnes, y menos aún, personales. Hay asambleas, hay conciertos, todas estas cosas son suficientes por ellas mismas y no necesitan nada más. El comité de organización me ha vuelto a empujar a subir al escenario y, después de haber dudado un poco, voy a hablar. Es que, aunque no lo parezca, es posible que estemos haciendo algo. Mirad cómo el poder tolera nuestras luchas, locales, sectoriales, dispersadas y reivindicativas. En esta ocasión, no tendrá suerte. Hoy cambiamos las reglas del juego. Jugábamos con las suyas. A partir de ahora, lo hacemos con las nuestras. El poder quería nuestra lucha local, sectorial, dispersada y reivindicativa. Le anunciamos que será global, universal, conjunta y afirmativa.
Nunca daremos lo suficiente las gracias a la Ley El Khomry por habernos devuelto el sentido de dos cosas que habíamos olvidado hace demasiado tiempo: el sentido de lo común y el de la afirmación. Ofreciéndole al arbitrio del capital latitudes sin precedentes, esta ley generaliza la violencia neoliberal, que golpeará de aquí en adelante de manera indistinta a todas las categorías salariales y les empujará a descubrir lo que tienen profundamente en común, la condición salarial, precisamente. Deshace así las diferencias que les tenía separados. Sí, hay algo profundamente común entre los Goodyear, los Conti, los Air France [empresas con conflictos laborales recientes], los ferroviarios en lucha que estuvieron en Tolbiac ayer; entre Henry, el ingeniero súpercualificado de una subcontrata de Renault, que es despedible porque ha hablado demasiado sobre el documental Merci, patron! en su lugar de trabajo; entre Rajah y Kefar, asalariados precarizados de la sociedad de limpieza Onet, despedidos y reenviados a la miseria por una minúscula falta; y con todos los universitarios que contemplan a través de todos ellos lo que les espera; y los estudiantes de secundaria que les siguen de cerca. Podría alargar esta lista indefinidamente, puesto que la realidad es que en esta época que vivimos es interminable.
La gente que se reúne aquí lo hace en primer lugar para contar sus luchas, para que todas las luchas locales, condenadas la mayoría del tiempo a la invisibilidad, se conviertan en visibles para todos y para que todos los que las llevan a cabo sepan al fin que ya no están solos. Y están también aquí para dar una forma política a este común que estamos descubriendo. Por lo tanto, gracias, gracias sinceramente, El Khomry, Valls y Hollande. Gracias, sí, gracias. Gracias por haber empujado tan lejos la ruindad para que no tengamos otra elección que salir de nuestra somnolencia política. Para que nos tengamos otra elección que salir del aislamiento, y a veces del miedo, para juntarnos. Gracias también por habernos al fin abierto los ojos y hacernos ver que en el punto en el que estamos ya no hay nada que negociar, no hay nada que reivindicar, que todas esas prácticas rituales y codificadas están cayendo en lo grotesco. Dejémoselas, por tanto, a un cierto sindicalismo arrodillado a su reptación habitual. Nosotros estamos decididos a tomar otra vía, la vía que revoca los marcos, los roles y las asignaciones, la vía del deseo político que empuja y que afirma.
Creyendo continuar como siempre su pequeño camino amable al servicio del capitalismo neoliberal, la Ley El Khomry creía sin duda, que como tan habitualmente desde hace 30 años, entraría como mantequilla. No han tenido suerte. Ha dado en hueso. Sin darse cuenta ha traspasado uno de esos umbrales invisibles donde con una sola gota todo cambia. En griego eso es lo que catástrofe quiere decir, cambio. Y es verdad que es la catástrofe para este gobierno. Aquellos de los que esperaban que reivindicásemos de manera educada, no queremos ya reivindicar, aquellos que estaban separados se unen. Otras ideas nos vienen a la cabeza, ideas desconcertantes. Por lo tanto, en este sentido, la situación es catastrófica. Y puede ser que sea la mejor noticia política desde hace décadas. El primer gesto de la catástrofe –no el último, sólo el primero– es un gesto de imaginación. Y es por eso que nos hemos reunidos esta noche aquí, para imaginar la catástrofe, traigámosles la catástrofe.
Traducción: Amanda Andrades.