El futuro de las ciudades en el nuevo orden internacional
Tarso Genro
Las megalópolis constituyen el centro de articulación política y cultural de la modernidad. El papel que ocuparán a partir del caos mutante, generado por la globalización neoliberal, todLas ciudades y lavía esta por ser resuelto. “Las ciudades, como los sueños, son construidas por deseos y miedos” – dice Ítalo Calvino, en su libro “Ciudades invisibles”. Los muros que las cercaban, en la antigüedad, y los condominios cerrados (véase nota del traductor) de la ciudad “postmoderna” son reflejos del miedo. El enemigo esta del otro lado del muro: siempre “reinventado”, para dar garantías a los que pueden transformar el miedo en necesidad y el deseo en separación.
Las grandes ciudades hoy se constituyen como territorios que contienen los eslabones de una relación conmutativa con el mundo. Por ellas transita una socialización de nuevo tipo, basada en el tiempo virtual y una nueva concepción de espacio, donde las partes desintegradas son siempre nuevas y cada vez menos sorprendentes. Ellas son el lugar físico donde las partes del espacio fragmentado componen mega – espacios locales y globales al mismo tiempo. En este no-lugar fluyen las formas fantásticas del capital.
La construcción de la ciudad refleja la construcción ordenada de la exclusión, que tiene como base la aceptación de la exclusión y su colaboración dentro de un “orden” urbano. Mike Davis, relata, de manera emblemática, el siguiente retrato de Los Angeles a partir de un episodio circunstancial: Así, con el director de la comisión de planeamiento de la ciudad explicó la línea oficial para los reporteros incrédulos, no lo es contrario a la ley dormir en la calle per se, ‘sólo cuando se alza alguna especie de chabola’ (…) esta represión cínica transformó la mayoría de los sin techo en beduinos urbanos. Ellos son visibles en todos los rincones del centro, empujando sus pocas y patéticas pertenencias en carros de supermercado robados, siempre fugitivos en movimiento, prensados entre la política oficial de contención y el sadismo progresivo de las calles del Centro”[1]
Para que la ciudad pueda ser objeto de una nueva subversión “democratizante”, que tenga el mismo potencial constitutivo de la ilustración, es preciso encuadrarla en una perspectiva de proyecto político de sociedad, o mejor dicho, de un nuevo proyecto civilizatorio, una nueva propuesta de orden. El rey de España, en sus instrucciones de 1513, para la conquista de la “tierra firme”, que abre el violento proceso colonial, fija el sistema de diseñará el futuro de las ciudades con base a su visión de orden, que mezcla miedo y deseo: “ vistas las cosas que para los asentamientos de los lugares son necesarias, y elegido el lugar más provechoso y en que abunden las cosas para el pueblo son necesarias, tienes de repartir los solares del lugar para hacer las casas, y deberán ser repartidos conforme las cualidades de las personas y serán inicialmente dados por orden: de manera que hechos los solares, el pueblo parezca ordenado, tanto en el lugar que deje la plaza, como en el lugar que tenga la iglesia, como en el orden que han de tener las calles; porque los lugares que, de nuevo se hacen dando el orden en el comienzo sin ningún trabajo ni coste se quedan ordenados y los otros jamás se ordenan”.[2]
Para discutir el destino de la ciudad globalizada – por lo tanto- es necesario responder antes, qué haremos de nuestro destino social colectivo. ¿Cuál es el “orden” que dispondrá, en el tablero de la sociedad, la aceptación o no de la exclusión y las jerarquías del miedo? En este orden cuajará un deseo movido por la solidaridad que subordina el miedo, o el – miedo – espontáneamente será “contención “ y “sadismo”.
La comprensión del destino deseado y humanizado abrirá el espacio político para un nuevo tipo de harmonía: o la ciudad es “subjetivada” por la comunidad, que desea de esta manera “re-finalizar” su modo de vida, dar otra finalidad a su existencia (diversa de los procesos semibárbaros de la postmodernidad)[3], o la ciudad será el orden del desorden: una ciudad jerarquizada por la fuerza al borde del caos siempre inminente.
El proceso social urbano – la composición política del mundo urbano- está hoy trágicamente retratada por las ciudades como Los Angeles, modelo extremo de la barbarie refrigerada. Allá el caos mutante, la ciudad siempre otra, arroja los ciudadanos víctimas de la exclusión y del “fascismo societal” a los espacios que no pueden ser vistos[4] para que la otra parte de la ciudad pueda disfrutar de la paz: “ Se trata de la segregación social de los excluidos a través de una cartografía urbana dividida en zonas salvajes y zonas civilizadas. Las zonas civilizadas son las zonas del contrato social y viven bajo la constante amenaza de las zonas salvajes. Para defenderse, se transforman en castillos neo-feudales, los enclaves fortificados que caracterizan las nuevas formas de segregación urbana (ciudades privadas, condominios cerrados, gated comunities). La división entre las zonas salvajes y las zonas civilizadas está por transformarse en un criterio general de sociabilidad, de un nuevo espacio-tiempo hegemónico que atraviesa todas las relaciones sociales, económicas, políticas y culturales y que por ello es común a la acción estatal y a la acción no estatal”[5]
Hoy las ciudades dejaran de ser los espacios físicos de una burguesía estable, enraizada en el pasado, con su peso político y cultural moldeado en las revoluciones industriales clásicas. Aunque, aún sea posible hallar los vestigios de la ciudad burguesa sólida y cotejable y así registrarlos como memoria, en la olla desordenada, caótica o frígida del mundo postmoderno, las mismas clases dominantes ya son otras. Ellas se esconden en un “acuario de formas fluctuantes, evanescentes – los proyectistas y gerentes, auditores y conserjes, administradores e especuladores del capital contemporáneo: funciones de un universo monetario que no conoce rigidez social o identidades fijas”.[6]
Este evanescencia, que proviene de la nueva fluidez mercantil y del provisorio y permanente modo de vida sin raíces, y cada vez más y apenas centrado en el presente (con sus súbitas interrupciones de la estabilidad cotidiana) – esta evanescencia crea una articulación social que es tensada, de manera exacerbada, “desde fuera” del control subjetivo de la comunidad nacional. Es imposible – en consecuencia – en este contexto pensar en el futuro de las ciudades sin pensar en lo que Altvater nombró como “autoridad política del mercado mundial” y, también, en la crisis ecológica como elemento que implica interferir en la “forma y substancia de la democracia”[7]
Todo viene “de fuera” por que la mundialización del capital se organiza y se hace a partir de los “megaespacios” urbanos, diferenciados por su ubicación física y histórica. “Espacios que irradian su preponderancia civilizatoria, impelido por la acción, en su interior, de grupos impulsores con tradiciones culturales diversificadas y fuerte identidad. Estos espacios – las ciudades concentran y agregan funciones – financieras, industriales, científicas, tecnológicas, culturales y políticas- que se articulan y se ínter-relacionan “por sistemas de formación que suministran los cuadros y los dirigentes de las empresas y de los Estados”. Los espacios son articulados, esencialmente, en torno de las grandes megalópolis del eje Norte- Norte, los cuales, por su vez se vinculan, de forma selectiva, con centros de poder en las megalópolis en el eje Sur-Sur”[8]
Desde el punto de vista ecológico, las exigencias de la depredación natural, impresas por las nuevas tecnologías, imposibilitan el ejercicio de la ciudadanía como ciudadanía puramente nacional, pues los efectos de esta depredación no respeta las fronteras. Desde el punto de vista de las nuevas relaciones mercantiles, instauradas por la “globalización”, los propios sistemas autoritarios perdieron su capacidad de ordenamiento porque la fuerza normativa del Estado viene directamente del capital financiero, tornando irrelevante la autoridad interna.
Los procedimientos democráticos que fueron instaurados y “refrendados” por el nuevo orden (también) son vistos como cuestionables, pues las extensiones de tiempo (periodos múltiples de 10 mil años de media vida para el material nuclear) y espacio (cruzando todo el planeta) se tornó muy grande para la dimensión humana” que acompaña la toma de “decisiones racionales”.[9]
La reacción predadora es cada vez más fuerte. El “llamamiento de Heidelberg”, firmado por 264 científicos (varios de ellos premios Nobel) que designa el movimiento ecológico como un nuevo tipo de irracionalismo (por confrontar con el progreso científico y de la industria) condensa de manera magnífica la insignificancia que el neoliberalismo otorga a la depredación del stock natural y deja clara su visión política de la supremacía absoluta del mercado, como elemento fundacional de un nuevo orden mundial del capitalismo “globalitario”[10]
II
La aceleración de la urbanización global, en los últimos 30 años, se da de forma concomitante a un proceso de concentración de la renta y poder. Principalmente – por usar la clasificación de Arrighi en los países de la “periferia” (como Sierra Leona y Panamá) y de la “semiperiferia” ( como Brasil y Sudáfrica).
La concentración del poder está determinada principalmente por dos factores: a) la nueva fuerza “normativa” del capital financiero, que controla la economía global, sujeta los Estados nacionales, política y jurídicamente, para armonizar el desarrollo económico interno con el nuevo proceso de acumulación; para ello exige una alta cohesión de las elites locales en tono del “camino único” globalitario; b) La incapacidad, de la representación política del Estado moderno de crear una cohesión social basada en valores universales, que apunten a la solidaridad y a la condición de menos desigualdades, como elementos permanentes de un orden democrático; por ello el orden actual está marcado por la ideología neoliberal, cuyos agentes defienden la eficiencia como valor que hace subsumir la solidaridad.
La reducción de la fuerza de decisión de la política de la política sobre el espacio nacional, así impelida por la fuerza constructiva del capital financiero global, viene impulsando un retorno al “localismo”. Este, ahora es asumido (a través de un lenguaje supuestamente de “izquierda”) como política de adaptación. En este caso el localismo pasa a ser un escenario privilegiado de los sujetos políticos tradicionales y de una crítica nihilista del Estado, a partir de una brumosa noción de “sociedad civil”.
La sociedad civil – en la hipótesis – no es comprendida con un lugar para la articulación de decisiones políticas del control sobre el Estado, para reforzar la autoridad del Estado y procesar la democratización de las políticas públicas. Ella es vista, apenas, como un “locus” de autoorganización de la supervivencia, de “espaldas” al Estado.
Desde esta concepción, la ciudad pasa a ser el refugio de la “buena política” y del “buen gobierno”, sin que el país sea asumido como una unidad macro política. La ciudad, como unidad política mínima, entonces abdica de ser el nuevo sujeto, capaz de integrar una disputa global y, consecuentemente, de ser un sujeto activo en la construcción de un proyecto nacional, que confronte con los intereses subyacentes al orden “globalitario”.
La sociedad civil, deferida como espacio de “pura autonomía” sin el estado, y la ciudad, como “locus” particular, como si fuera una nueva unidad volcada solo para sí misma (capaz de humanizarse sin vínculos con el mundo y el país), son dos posibilidades de una ideología que compone la fragmentación postmoderna: “esta vuelta a lo local es una reacción teórica contraria a las teorías centralistas en un refugio de las identidades cuando estas dejan de tener como referencia al estado. En la época fordista el estado se asociaba a la nación y tenía por tanto, un importante papel, no solo en la producción, en la prestación de servicios o en la distribución de recursos pero también en la producción de identidad, creaba un sentimiento de pertenencia”.[11]
III
El cambio estructural de los patrones de acumulación, vía tercera revolución, de la informática, microelectrónica, biogenética –revolución en la información, comunicación y producción – ahonda las diferencias entre los países capitalistas desarrollados y los países sub o no desarrollados. Ello también agrava las diferencias internas en los propios países centrales, concentra la renta en escala mundial y genera la posibilidad del paro estructural de larga duración. Los cambios en la geografía humana de las ciudades son un reflejo de ello.
La inestabilidad de la oferta de trabajo genera poblaciones inmigrantes, destruyendo lazos históricos, tradiciones y culturas. Exporta culturas y conflictos, hacia el espacio de las grandes ciudades, donde los fragmentos se tornan unidades que ordinariamente entran en conflicto.
Des del punto de vista de la izquierda, el fin del periodo revolucionario abierto con la revolución rusa – y su desviación hacia una vertiente antihumanista totalitaria -, hace emerger una crisis radical de paradigmas. La “melancolía” detonada por el presunto “fin de las utopías” proporciona la búsqueda de experiencias puramente individualistas (para solucionar el conflicto con el mundo vivido) o genera practicas que generan alternativas microrevolucionarias.
En las ciudades estos problemas se presentan como política marginal y auto referente. En estos horizontes, ahora, no se ponen más el humanismo libertario, sino una simples solución del conflicto del individuo o del grupo, con el mundo vivido en el presente. La afirmación de las subculturas de tribus, “gangs”, grupos alternativos son respuestas postmodernas a la no-efectividad de la razón. Por cierto, “la completa y, ahora patente subordinación de la política a los dictámenes más inmediatos del determinismo económico de la producción del capital es un aspecto vital de esa problemática. Esta es la razón por la que el camino para el establecimiento de nuevas instituciones de control social debe pasar a través de una radical emancipación de la política del poder del capital”. [12]
Se trata de una pérdida de autonomía que implica la sumisión de toda la acción política del estado y de las políticas urbanas de los grandes centros a las fatalidades del ajuste. Tales consecuencias enseñan a la población “ que el estado aislado no es ya suficientemente capaz, con sus propias fuerzas, de defender a sus ciudadanos contra los efectos externos de decisiones de otros actores o contra los efectos en cadena de tales procesos, que tienen origen fuera de sus fronteras”.[13]
Futuro de las ciudades, por lo tanto y futuro del estado nacional, son futuros que aún están determinados uno por el otro aunque el estado con características y papeles diversos, y la ciudad, con otra potencialidad política nacional e internacional.
En las grandes concentraciones urbanas ya funcionan visiblemente dos ordenes. Un orden jurídico – formal que emana de la Constitución y otro orden que viene de la Constitución, pero es mediado por la fuerza normativa de los poderes reales, en las zonas pobres o marginadas. En ellas la fuerza del estado – por la política – acciona según un código no escrito, en el cual la sanción precede el conocimiento del conflicto y así mismo lo construye.
La estabilidad es la inestabilidad tensada, controlada por el aparato estatal que es frecuentemente licenciado informalmente del cumplimiento de la ley.
Esta inestabilidad está, hoy, integrada en la nueva psicología de las masas urbanas, donde la explosión de la violencia sucede los periodos de pasividad tensa: “nuestras sociedades atraviesan un período de bifurcación, o sea una situación de inestabilidad sistémica en la que un cambio mínimo puede producir, de modo imprevisible y caótico, transformaciones cualitativas. La turbulencia de las escalas destruye secuencias y términos de comparación y al hacerlo reduce alternativas y crea impotencia o promueve pasividad”.[14]
El programa para una ciudad democrática es oponerse a esta aparente espontaneidad en curso, de manera que la ciudad transcienda más allá de lo local: recohesionamiento social, por la instauración de nuevos procedimientos democráticos que combinen la democracia representativa, estable y previsible, con la democracia directa de participación voluntaria; control publico de las fracciones del estado presentes en la ciudad – lugar donde la cotidianeidad se realiza y la globalización se localiza -; impuso a la expresión de nuevas y antiguas identidades en la escena publica, de manera a valorarla y contractualizarlas: he aquí los movimientos centrales de una nueva política local que no sea localista, pues cada una de estas cuestiones tiene vínculos con la universalidad del estado y con las relaciones del propio país (en que la ciudad se ubica) con el mundo globalizado.
Premisas para un nuevo Contrato Social de la modernidad, esos movimientos – como movimiento de sociedad civil en la esfera política y como políticas publicas en la esfera del estado – pueden combatir la fragmentación y radicalizar la democracia volviéndose, incluso, experimentos utópico–realistas para un nuevo proyecto de sociedad.
La construcción de la barbarie o de la utopía, de una civilización de salvajismo o de, por lo menos, una vida más sensata dependerá mucho de lo que hagamos en las ciudades y, decisivamente, de lo que haremos de las ciudades. John Cassavetes decía que el ideal de una pareja debería ser el mismo de una buena película: un proceso caótico en el cual no se enmascara ninguna crisis, pero que acaba sacando ventaja de su inestabilidad fundamental, para llegar a la emoción verdadera. [15]
Las ciudades simbolizan, hoy la inestabilidad fundamental, por ello sólo en ellas pueden ser probadas las emociones verdaderas. Es sobre ellas que la humanidad construye sus alternativas, lo que implica en comprender que tanto la revolución como la reforma empezarán y terminarán en las ciudades: forma definitiva de organización de la civilización por lo menos por un largo período, sobre cuya clausura no es posible decir nada más.
(*) Tarso Genro fue alcalde de Porto Alegre entre 1992 y 1996 y ha sido reelegido alcalde de dicha ciudad en día 1 de octubre del año 2000, por un porcentaje de 63’5 % de los votos.
( Traducción Joao Ricardo Soares)
OBSERVACIONES del traductor:
a) La expresión “condominio cerrado” es una traducción literal de la expresión “Condominio Fechado”, no hay una versión castellano que designe el término. Son urbanizaciones ocupadas en general por las clases medias pudientes, donde en lugar de vivir en edificios viven en casas, pero estas son amuralladas, hay un sistema de vigilancia común, en general hay escuelas y una red de servicios, ocio deporte, etc. Todo ello hace la vida más segura, pues lo que cuenta allí es un sistema de vigilancia armado que no permite la entrada de nadie; los atracos, secuestros, etc, quedan fuera.
En Catalunya hay algunas urbanizaciones, no con el mismo criterio de funcionamiento, pero las hay, pero no existe un nombre específico para el tema.
b) Hay una serie de neologismos como globalitario, societario, sistémico, que no puede hallar una traducción en castellano a no ser con otro neologismo. Así que, por la proximidad de los dos idiomas lo he dejado como en el articulo para preservar la fidelidad del texto.
[1] DAVES, Mike. “Cidade de Quartzo – escavando o futuro de Los Angeles”. Sao Paulo: Ed. Página Aberta Ltda, 1993, p.215
[2] RAMA, Angel. “ A cidade das letras” Sao Paulo, Editora Brasiliense SA, 1985, p. 27.
[3] GUATTARI, Felisx. “restauraçao da cidade subjetiva” In: Jornal do Brasil, 29.07.90, Ideias /Ensaios
[4] CERTAU, Michel de. “Andando na cidade” In: Revista do patrimonio histórico artstico´nacional, nª 23 /1994, p. 23
[5] SANTOS, Boaventura Souza. “Reinventar a democracia”. In: A crise dos paradigams em ciencias sociais e os desafios para o siglo XXI Rio de Janiero: Contraponto, 199, p.52.
[6] ANDERSOM, Perry. “As origens da modernidade” Rio de Janeiro: Jorge Zahar Editores, 1999, 9.101
[7] ALVATER, Elmar. “Os desafios da Globalizaçao e da crise ecológica” In: A crise dos paradigams en Ciencias sociais e os desafios para o seculo XXI. Rio de Janeiro: Contraponto, 1999, p.120.
[8] DREIFUSS, Rene Armand. “A época das perplexidades- Mundializaçao, Globalizaçao e Planetarizaçao: Novos desafios”. Petropolis (RJ) Ed. Vozes, 1996, p. 153.
[9] Idem. Pag. 121.
[10] RAMONET, Ignacio. “Geopolítica del Caos”. Petrópolis (RJ) Editora Vozes, 1998, p.81.
[11] ESPERON, Alicia Veneciano. “La descentralización en las Ciencias de lo Urbano” Montevideo, Facultad de Ciencias Sociales –Universidad de la República oriental del Uruguay, 1997, p. 71.
[12] MÉSZAROS, István. “ A necessidade do controle social”. Sao Paulo: Ed. Ensaio, 1987, p.56
[13] HABERMAS, Jüngen. “Nos limites do Estado”. In: Jornal Folha de Sao Paulo, Caderno Mais, 5-4, 18.07.99.
[14] SANTOS, Boaventura de Souza. “Reinventra a Democracia”. Lisboa (Portugal): Fundaçao Mario Sosares, set./1998, p-19
[15] JOUSSE, Thierry. “John Cassevetes” Madrid (Espanha) Ediciones Cátedra AS, 1991, p.63.
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