Empezar pacientemente la acumulación de fuerzas
Joan Tafalla
“La izquierda italiana que hemos conocido está muerta… No es una oposición ni una alternativa y ni tan solo una alternancia por usar esta jerga. Ha asumido un grado de subalternidad y de sujeción no sólo a las políticas de la derecha si no a su punto de vista y a su mentalidad en el cuadro internacional e interno”.
Con estas palabras definía Luigi Pintor, el 24 de abril de 2003, la situación de la izquierda italiana en el último editorial que escribió para Il Manifesto. Murió veinticuatro días después (**).
Creo sinceramente que este duro diagnóstico puede ser aplicado sin paliativos al conjunto de la izquierda institucional española. Me refiero al PSOE y a la dirección de Izquierda Unida. Creo también que empieza a ser hora de darse una perspectiva diferente.
Crítica de la impaciencia electoral
Los resultados de la izquierda en el pasado 25 de mayo corroboran lo que se pretende demostrar en estas líneas. Como no era difícil de prever, las grandes multitudes que salieron a la calle contra la guerra permanente de Bush y Aznar no encontraron en el politicismo e institucionalismo de las propuestas del PSOE y de la mayoría de IU una respuesta política a sus aspiraciones. No encontraron en el discurso débil de ambas organizaciones lo que reclamaba Luigi Pintor en el editorial citado más arriba: “Además, la paz y la convivencia civil, nuestras banderas, no pueden ser una opción entre otras, sino un principio absoluto que implica una concepción del mundo y de la existencia cotidiana”.
No puedo desarrollar esta idea aquí, pero creo que este hecho ha tenido grandes consecuencias en lo que yo llamaré la derrota del 25 de mayo. La disputa mediática de cifras entre el PP y el PSOE y el triunfalismo fatuo e ingenuo de Llamazares no pueden ocultar la realidad. La izquierda institucional está desnuda. El PSOE ha mantenido a duras penas su electorado e IU ha evitado su desaparición gracias a la triste realidad de una guerra.
Las bases esenciales del poder de la derecha, de su hegemonía política, ideológica y social siguen sin haber sido tocadas. El movimiento antiguerra fue una ocasión de oro para ensayar la derrota de la derecha. Surgió de las inmensas reservas de valores morales que poseen nuestros pueblos. No todas las generaciones tienen la ocasión de participar a movimientos masivos de ese calibre y de esa profundidad. Era el momento para mostrar otros valores, de ofrecer otra forma de organizarse, otra forma de vivir. Era el momento para el combate contra la hegemonía social derecha. Era el momento de iniciar un contrapoder real. Pero sólo fue vivido por la izquierda institucional como una precampaña electoral. De ése modo, se contribuyó a recortarle las alas al movimiento y, de forma suicida, se contribuyó a la propia derrota electoral. En lugar de estimular y organizar la lucha en la calle, en los territorios, en las empresas, se quiso organizar un referéndum electoral. Y la izquierda institucional perdió y nos hizo perder a todos. La no convocatoria de huelga general por parte de las CCOO fue la muestra de la incapacidad de la izquierda institucional para construir ese contrapoder, para dar la batalla allí donde había que darla, en el corazón de las empresas, de su incapacidad para acumular fuerzas, para proponerse la tarea de diluir la hegemonía de la derecha por la base.
Por un relanzamiento de la iniciativa de la clase
Las movilizaciones multitudinarias del movimiento antiglobalización desde el año 2001 hasta aquí, han sido un factor siempre en ascenso cuya ultima (por el momento) expresión ha sido la lucha contra la guerra. No cabe duda que esas movilizaciones expresan la aparición de una nueva generación en la lucha y la recuperación de generaciones anteriores. Pero debemos huir del triunfalismo fácil y de los análisis simplones, presentes en una parte del movimiento. A pesar de la masividad de las movilizaciones se hecha de menos un proceso de recomposición de la multitud, del proletariado metropolitano, del demos o de la clase trabajadora. Cualquiera de esas denominaciones nos sirve provisionalmente para definir aquello a lo que nos referimos. No entraré aquí, por razones de espacio, a discutir esta terminología.
Los cambios drásticos, epocales ha que ha sido sometida la clase obrera fordista en nuestra área, su fragmentación, su precarización creciente, la desarticulación de los organismos sindicales y políticos de empresa y territoriales donde la clase se socializaba, se organizaba, tomaba conciencia de sí, ha hecho casi desaparecer a la clase obrera de la escena política y social. Aquellas movilizaciones donde orgullosamente se cantaba “aquí están, estos son los que aguantan la nación” son un recuerdo ya lejano. La movilización de Sintel ha significado una ruptura de esta tendencia por parte de una plantilla que se siente orgullosa de sus conocimientos profesionales y de haber modernizado las telecomunicaciones en España. Los de SINTEL, juntos, se sienten poderosos. Tan poderosos que pueden autogestionarse su lucha prescindiendo de aparatos sindicales externos. Tan poderosos, que ha sido precisa la santa alianza entre Telefónica, el gobierno y la dirección de CCOO para intentar disgregarla, para tratar de convertir a ese colectivo conciente de su poder en un recuerdo vago. Sintel ha sido y es un destello de luz en la oscuridad de la derrota y de la disgregación, del aniquilamiento como clase. Pero un relanzamiento de la iniciativa de la clase requiere crear “ uno, cien, mil Sintels”
El relanzamiento de la iniciativa de la clase no es sólo un asunto sindical. Es esencialmente un asunto político. Aquellos sectores que coincidan en la idea de que sin clase obrera para sí, de que sin clase organizada no es posible plantearse la perspectiva de la transformación social, deberán cargarse la pilas, deberán relanzar la perspectiva del sindicalismo crítico y de clase, pero además deberán estudiar en concreto los cambios de la composición de la clase, estudiar las experiencias de las luchas y resistencias que se dan aquí y allá, deberán ( como los camaradas italianos de muy diversas tendencias) realizar en todas partes y cada día, encuesta de clase. La encuesta de clase no es un ejercicio teórico si no eminentemente práctico. Se trata de un ejercicio de sociología militante y organizada y organizadora, imprescindible para un relanzamiento de la iniciativa de la clase y de su presencia en el escenario político.
Una refundación de la política, de la democracia y del comunismo.
Quien escribe está convencido que las luchas gloriosas desarrolladas durante el siglo veinte por millones de militantes comunistas y de miembros de corrientes socialistas y revolucionarias, no merecen el final de época patético (y ridículo en algunos casos) de unas organizaciones que hoy están, en su mayoría, en una crisis terminal. Contrariamente al balance realizado por Revelli en “Oltre il novecento”, considero que no se puede identificar la crisis terminal de los restos del comunismo histórico del siglo XX, con la crisis del comunismo. En el siglo que se abre habrá comunismo. Porque el comunismo surge las propias entrañas del sistema capitalista, de su dinámica de desarrollo, es el movimiento que lucha por al superación de la explotación de la opresión y de las alienación que son consustanciales a ese modo de producción. Las formas que adoptará (las que ya está adoptando) ese movimiento por la superación del capitalismo seguramente no tendrán mucho que ver con las que hemos conocido las generaciones nacidas antes de los sesenta. La dinámica de la lucha de clases, la dinámica interna del capitalismo, las experiencias locales, sectoriales, territoriales, de empresa serán diametralmente diversas a las conocidas.
Pero comunismo habrá en el siglo XXI y creo que el proceso de refundación comunista está en marcha en multitud de sitios, de espacios comunes de socialización, de micro grupos que realizan prácticas concretas, que las generalizan, las ponen en contacto y las articulan. Que realzian un trabajo paciente, molecular, que urden la trama de lo que será en el futuro una contrasociedad, un contrapoder real, difuso y operante.
Para todo ello será necesaria una refundación de la política, alejada de la política estatal institucional, incluso contrapuesta a la misma. En todo caso, un relanzamiento de la política en clara desconfianza hacia el poder estatal. Un relanzamiento de la política que considere política absolutamente todos los ámbitos de la vida cotidiana, desde el proceso de trabajo y de reproducción, hasta el control sobre el propio cuerpo y las propias necesidades, hasta la reformulación de un modo de vida alternativo a la civilización del petróleo que comporta a corto plazo la destrucción del género humano vía guerra y destrucción del medio ambiente.
Esta refundación de la política vendrá de la mano de un relanzamiento de la democracia de acuerdo con las ideas de los padres fundadores (Rousseau, Robespierre, Saint-Just, Babeuf, Buonarrotti…). Vendrá de la recuperación de la soberanía popular hoy secuestrada por grupos políticos con intereses propios divergentes y hasta contradictorios de los intereses cuya representación secuestra. La democracia fue en sus inicios sinónimo de comunismo. Lo fue para la burguesia liberal que rechazaba la democracia y también lo fue para los fundadores del socialismo: “Hoy al democracia es sinónimo de comunismo” (Engels en 1847). Lo fue cuando en el Manifiesto se identifica “la democracia con el ascenso del proletariado a la condición de clase dominante”. Lo era cuando los comuneros de Paris encontraron “la fórmula por fin descubierta de la dictadura del proletariado”. Lo fue con los soviets y con los consejos. La democracia no es un procedimiento: es un poder social. El del proletariado.
La izquierda alternativa en la encrucijada.
Estos procesos interrelacionados de refundación de la democracia, de la política, del comunismo, me parecen imprescindibles para poder articular respuestas a la situación. Pero seguramente durante bastante tiempo estas respuestas estarán bastante por detrás de las necesidades. Los intentos de refundación irán con retraso respecto al propio crecimiento de los movimientos sociales. Seguramente será en el aspecto subjetivo del proceso, en la articulación social y política en el que se caminará con mayor lentitud. Otra vez Luigi Pintor en el mencionado editorial nos ilumina desde la serenidad de 60 años de vida militante comenzada en la resistencia italiana en 1943: “Nuestras ideas, nuestros comportamientos, nuestras palabras, estan retardadas respecto de la dinámica de las cosas, respecto a la actualidad y a las perspectivas”
A este respecto, creo que todas las impaciencias son rechazables. Ya hemos hablado de la impaciencia electoral de la izquierda institucional que mata lo que para ellos sería la “gallina de los huevos de oro”. El PSOE no levantará cabeza tras los hechos de Madrid y ante la evidencia de que se trata de un partido tan corrupto como el que perdió las elecciones en 1995. Aún estamos lejos de la depuración y de la refundación del PSOE. Las viejas guardias y los poderes fácticos condicionan demasiado al partido socialiberal como para que pueda remontar el vuelo y ganar a la derecha.
La supeditación de IU al PSOE en todos los frentes (tanto el electoral como en el combate social) arrastrará a esa coalición al mismo lodazal. El estancamiento actual (interpretado en clave triunfalista, como se ha dicho) significa la negativa a abandonar la comodidad y el calor de las instituciones, la negativa a la reinserción social. La supeditación de la coalición (que ya nunca será un movimiento político y social como aspiraba a ser) a una casta institucional, cuyos intereses son ajenos a los de la base militante, llevará a la coalición a conocer fenómenos más profundos de retroceso electoral.
En ese contexto, la izquierda alternativa no puede continuar siendo partícula flotante en el campo magnético de una IU a su vez sometida al campo magnético de otro astro declinante: el PSOE. La izquierda alternativa debe construir sociedad, debe construir autonomía, debe construir movilización y lucha con rumbo propio, con capacidad de construir contrapoder por abajo, creando micro fundamentos de forma paciente. La izquierda alternativa debe empezar desde ahora una lenta y tenaz acumulación de fuerzas.
El año en que yo nací, los vietnamitas derrotaron a los franceses en la “inexpugnable” fortaleza de Diem Bien Fu. Esta victoria fue conseguida tras una formidable acumulación de fuerzas. Vo Nguyen Giap la describe de ese modo: “Convoyes de miles de bicicletas fueron desde los centros urbanos a los frentes llevando también víveres y municiones…Decenas de millares de cargadores populares, de jóvenes voluntarios, con la carga a la espalda, franquearon las gargantas de las montañas y vadearon los ríos, marchando día y noche pese a los ametrallamientos aéreos y a las bombas…”
La acumulación de fuerzas es tarea ruda y paciente. En general es una tarea considerada poco heroica e irrelevante por los estados mayores impacientes. Sin embargo, es condición imprescindible para cualquier victoria por pequeña que ésta sea.
(*) Joan Tafalla, es maestro de enseñanza primaria. Tambien es miembro de la organización Rojos i roges y de la asociación Espai Marx de Barcelona.
(**) Puede leerse el último editorial de Luigi Pintor, titulado “Senza confini” en www.ilmanifesto.it . La traducción española estará disponible en www.espaimarx.org )
©EspaiMarx 2003 Artículo incorporado el 4 de Marzo de 2003.