El liberalismo, matriz de la ideología reaccionaria de la contemporaneidad
Joaquín Miras Albarrán
Queridos jacobinos: el jueves, durante la cena que hubo tras el seminario sobre El primer discurso sobre la desigualdad del hombre –“…las artes y las ciencias”- de Rousseau, en un momento dado, hablamos sobre Jorge Verstrynge, debido a que había publicado una reseña en Viejo Topo sobre los diarios de Goebbels. Hablamos de su evolución política, desde la extrema derecha a la izquierda. Alguien preguntó cómo había sido posible una evolución intelectual de este fuste; yo al menos, al pronto, no entendí la pregunta. Al día siguiente se me vino a las mientes esta pregunta, y comprendí de qué se trataba. Era una pregunta de carácter general, y no referida a la persona de la que hablábamos. La pregunta versaba sobre la ideología: sobre los elementos inherentes a las formas de pensamiento de la derecha que posibilitaban evoluciones hacia la izquierda, y no una pregunta sobre la peripecia ideológica de un individuo particular.
Existen en el pensamiento de derechas algunas corrientes intelectuales, que, basadas en la propia experiencia, en las vivencias de los individuos de derechas –es decir, que recogen vivencias reales de personas- son anticapitalistas. Pero no por ello, de entrada al menos, estas formas de consciencia anticapitalistas sienten una menor fobia hacia la ‘chusma’, ni son menos ‘distinguidistas’ -la gente distinguida frente a los demás-. El elitismo es el elemento ideológico fundamental del pensamiento de la derecha de todos los tiempos; y este elitismo, la teoría de élites, que es la característica fundamental del liberalismo, se puede ver recogida, a mi juicio, en el texto de Verstrynge. Teoría de elites: Stalin, admirado por el otro coloso del momento: Hitler. Casi el deseo de que el pacto germano soviético, firmado por Molotov y von Ribentrop, se hubiese mantenido y se hubiese desarrollado, y que una coalición germano soviética hubiese batido a las potencias capitalistas occidentales. El cosmos de los grandes titanes individuales contra el de los enanos prosaicos.
Volvamos al plano general histórico actual. Imbuida por esta corriente ideológica de pensamiento, a la vez anticapitalista y antiplebeya, estaba, por ejemplo, una parte muy importante de los fundadores del partido ecologista -el único: el alemán; lo demás son grupillos-: el ex general Gerth Sebastian y los suyos. Las personas de ideología de derechas que experimentan la vivencia de agresión sobre sí mismas del capitalismo, y son, por ello, portadoras de esta otra ideología, a la vez anticapitalista y liberal, es decir, elitista, aunque evolucionan en su forma de pensar, a menudo se mantienen a medias en su ideología originaria: prejuicios anti plebeyos y pro elitistas. Desprecian el capitalismo por ser destructivo de la civilización y, en consecuencia, por ser destructivo de un mundo cultural conservador y de clase, distinguido, del que proceden. En él se da un buen gusto admirable, que otros podemos no tener, y en él se defienden los valores de la aristocracia y la distinción personal, que se ven destruidos por el capitalismo. Por ejemplo, el capitalismo obliga al individuo que desea ser reconocido por los demás en sus méritos individuales y distinguirse por sus cualidades personales y sus capacidades y excelencia, a tragarse esa frustración y a destacar, si es que quiere ser reconocido, sacando la Visa, a despilfarrar, a vivir en casas como mausoleos, para que se vea en su tamaño, el dinero que posee, a ostentar, etc., etc. El capitalismo no permite al sujeto individualmente culto e internamente rico ser valorado por sí mismo: este es el mal gusto generado por el capitalismo que los oprobia. La base de la que parte su rechazo anticapitalista es real. Pongamos algún ejemplo concreto de ello: La destrucción de lugares, accesibles antes solo unos pocos, y que una vez masificados -el dinero exige inversión, si se puede montar en algún lugar un hotel en la misma playa, eso se hace; si se puede atraer a millones de turistas, a la playa, aunque se concentren en unos pocos cientos de metros y se bañen en las mismas aguas donde defecan, eso se hace, etc- quedan destruidos. La conducción del coche o, a mi juicio, aún mejor, tener chofer que lo condujera, posibilidad aristocrática que era un placer de dioses, cuando no había a penas coches: pura y real libertad de ir y venir a su antojo; y que hoy día es una broma infernal: caravanas, retrasos, accidentes, muertes, etc. Estos y otros hechos concretos muestran que la cultura de masas impulsada por el capitalismo y que se basa en la caricaturesca imitación de la cultura aristocrática, tenida como referente de prestigio, resulta inviable y es una burla en la que el individuo que quiere ser reconocido por sus cualidades, aunque proceda de las antiguas clases dominantes, no cabe. Precisamente, personas procedentes de unas clases sociales dominantes, o sencillamente cultas y tradicionales, en las que se había reproducido la expectativa de una vida buena, basada en la idea desarrollo individual y reconocimiento social de sus capacidades, están particularmente capacitados para percibir toda anulación de estas posibilidades que la cultura capitalista actual genera. En lo que hace a estos planteamientos ideológicos, la crítica contra el capitalismo de nuestros días que desarrollan está bien fundamentada: ese tipo de civilización es inviable, y además, condenable. Pero no por ello dejan de concebir el mundo o la sociedad como una realidad en la que unos pocos, los distinguidos, deben ser los señores que dirijan el mundo.
El criterio de demarcación que debemos usar respecto de ellos, para sondear el grado de ideología de derechas aún larvado, son sus prejuicios antiplebeyos, “antichusma”. Si aún les seducen las ‘grandes personalidades” que liberan a las masas y las educan, dirigen y enseñan -teoría de elites- o no. Pueden haber cruzado la frontera definitivamente: haber superado su ideología e incorporarse a las fuerzas políticas y movimientos de la plebe, sin más: Por ejemplo, Nino Pasti -‘generale’ del ejército italiano-. Pueden quedarse en su contradicción, anticapitalista y a la vez antiplebeya o elitista, para siempre, o pueden retroceder y que la cabra tire al monte (para entendernos). En el elitismo liberal tradicional está la clave. Si el elitismo liberal es compartido, su ideología es de derechas, a pesar de todo. Pongamos un ejemplo general y anónimo: la “gente bien”, los de “toda la vida”, “los nuestros”, de, por ejemplo, Sabadell, -ciudad donde trabajo-, es decir, los 15.000 que se reconocen entre ellos (reconocimento/ exclusión), para los que los otros 150.000 son invisibles –exclusión-. Si esta gente siente que ‘el poder del dinero y de las finanzas’ –es decir el capitalismo- destruye su cultura y el tejido social que los organizaba, en el que ellos realizaban su vida cotidiana cara a cara entre sí, mediante el que ellos se reconocían, y eso impide ya, por ejemplo, que se pueda ser alcalde y a la vez cantar gregoriano en una coral, etc, esto hace que elabore, a partir de su experiencia una ideología a la vez anticapitalista y pro minoritaria.
Esta es también la ideología del marqués de Foxá, Agustín de Foxá, el escritor de Madrid de corte a cheka, novela en la que este sujeto, profundamente deseoso del reconocimiento de su individualidad – era un “original” como nos cuenta en una de sus novelas Curzio Malaparte, quien lo conoció durante la segunda guerra mundial como embajador español en Finlandia, pero no hace falta ser un excéntrico para compartir esta ideología-, fundador luego de la falange española, se aterroriza, se escalofría siente asco y pavor, cuando recuerda una escena que incluye en el comienzo de su libro sobre el 14 de abril de 1931: la chusma madrileña, los harapientos, los jorobados, los pobres, los cojos, los desdentados, invadían la Castellana. Era ‘la masa’; estaba alegre, encima, y reían y se atrevían a salir de los agujeros donde escondían su fealdad y su miseria, de donde nunca debían haberse atrevido a salir, y disfrutaban de la vida.
Lukacs ya había explicado en un libro maldito y condenado por todos como sectario, estalinista y no sé cuántas cosas más, que el liberalismo con sus teorías elitistas estaba en la matriz inmediata del fascismo y del nazismo, y permitía posiciones anticapitalistas o coqueteos anticapitalistas por su aristocraticismo (y el racismo, claro). Me refiero al El asalto a la razón que tradujo al castellano Wenceslao Roces catedrático de derecho romano comunista. Lukacs siempre supo que había que ir a por los liberales si había que aclarar lo que era la democracia: plebe organizada que se atreve a querer ser soberano. Un abrazo jacobino