De Juan de Mairena a Robespierre
Carlos Abel Suárez
Muy sorprendente puede resultar hoy para nosotros saber que a esa Declaración de Derechos Humanos es lo que propiamente recibió el nombre de Terror por parte de los contrarrevolucionarios. Se llamó Terror al intento de poner por obra una soberanía popular efectiva a partir de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano.
Carlos Abel Suárez entrevistó en el programa La memoria del puente el pasado 18 de septiembre a Florence Gauthier, la gran historiadora de la Revolución Francesa, catedrática en la Universidad de Paris VII (Jusieux), editora de las Obras completas de Robespierre y de Mably y miembro del Consejo Editorial de SinPermiso
El 18 de septiembre pasado la historiadora francesa Florence Gauthier fue entrevistada por Carlos Abel Suárez en el programa La memoria del puente, que se emite por radio Palermo de Buenos Aires. Florence Gauthier participó en Buenos Aires, junto con Antoni Doménech en la presentación del nº 1 de la revista Sin Permiso en su versión gráfica y dio una conferencia en Buenos Aires, organizada conjuntamente por el Centro de Investigaciones Filosóficas y el Instituto H. Arendt, sobre la influencia del sacerdote jesuita Juan de Mariana en los revolucionarios franceses.
Carlos A. Suárez.- Florence, ¿cómo podríamos resumir lo dicho en la conferencia y, particularmente, la notable relación que estableciste entre Mariana y la Marianne de la emblemática pintura de Delacroix, símbolo de la República francesa revolucionaria?
Florence Gauthier.- La teoría política del padre Juan de Mariana generó un vínculo entre los pensadores de la Revolución francesa. Mariana, que era español, desarrolló la idea del tiranicidio y del derecho a la resistencia a la opresión. Hay algo muy notable en la teoría política de este jesuita español, que vivía a caballo entre los siglos XVI y XVII, y fue su nombre el que pasó a Marianne, convertida en símbolo de la república revolucionaria. Y ese vínculo traía su origen en el hecho de que, en la teoría política del Padre Mariana, desempeñó un papel fundamental la confianza en el pueblo, y la confianza en el pueblo lleva a la soberanía popular, a una soberanía no entendida retóricamente, sino de forma efectiva y consecuente.
CAS.- Decías que de alguna manera el conocimiento de las ideas de Juan de Mariana es necesario para entender el origen del derecho natural moderno.
FG.- Sí. Es una conclusión moderna. El padre Mariana y la escuela de Salamanca han elaborado una versión moderna del derecho natural, que nació de ese acontecimiento extraordinario que fue el descubrimiento de América. Y en esta versión moderna del derecho natural, que nace del padre Mariana y la escuela de Salamanca, hay algo fundamentalmente nuevo, que es el rechazo de la esclavitud de una parte de la humanidad.
CAS.- Tú destacabas como una metáfora muy ilustrativa de lo que había significado la conquista de América y el papel de la esclavitud, de la servidumbre de continentes enteros, el que para poder tomar café con azúcar los europeos habían tenido que poner de rodillas a tres continentes.
FG.- Ese acontecimiento extraordinario que fue el Descubrimiento de América significó no solo el avasallamiento servil de los indios en América, sino también la esclavización de buena parte de la población del continente africano y la destrucción de muchas economías naturales en el continente asiático. Y esto se puso al servicio de un capitalismo incipiente al que, genialmente, Robespierre dio en llamar «economía política tiránica». Una cultura económico-social basada no solo en la esclavitud, sino en la ruina y la destrucción de las economías populares y naturales ancestrales de tres continentes, a fin de producir un resultado tan frívolo como que en las Cortes europeas pudiera tomarse café con azúcar.
CAS.- ¿Por qué Robespierre fue una de las figuras más difamadas de la historia de la humanidad?
FG.- Robespierre fue terriblemente calumniado y difamado porque intentó poner en marcha una política revolucionaria y una práctica democrática de soberanía popular activa. Guarda relación con lo que hemos contado recién de Mariana. Poner por obra la soberanía popular efectiva es algo poco menos que imposible de digerir bien, y no digamos tolerar. Robespierre encabezó una experiencia republicano-democrática nueva y muy interesante.
CAS.- Se ha tratado siempre de identificar a Robespierre con el Terror ¿ y esto de acuerdo a la corriente historiográfica de la que provienes es parte de la difamación?
FG.- SÃ. En buena medida puede decirse que toda la difamación contra Robespierre pivotó en torno del Terror. El término terror fue una expresión acuñada por los contrarrevolucionarios, que eran enemigos jurados de la Declaración de Derechos Humanos y Ciudadanos. Muy sorprendente puede resultar hoy para nosotros saber que esa Declaración de Derechos Humanos es lo que propiamente recibía el nombre de Terror por parte de los contrarrevolucionarios. Se llamó Terror al intento de poner por obra una soberanía popular efectiva a partir de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. La idea de que el pueblo aterrorizaba, de que el pueblo daba miedo. El pueblo: ése que aparece en el cuadro de Delacroix que tú has mencionado. Quiere decir que ese pueblo que daba miedo, que daba terror, y que según Mariana, debía dar miedo al soberano continúa dando miedo hoy; tanto más miedo, cuanto que ese viejo proyecto republicano-democrático es un proyecto vivo: porque viva está la lucha, todavía, por la universalización del derecho de existencia y de la libertad política. Atención: no solo en el derecho de existencia garantizado para todos, sino garantizado en plenas condiciones de libertad política; esa es la esencia del proyecto republicano-revolucionario.
CAS.- ¿Éstos eran los temas prioritarios del programa de Robespierre?
FG.- Sí. Esos dos conceptos, el de la libertad política y el del derecho tener garantizadas las bases materiales de la existencia social, son fundamentales en Robespierre. Pivotan sobre la idea más general que viene de Mariana– de otorgar confianza, plena confianza, al pueblo. Y Robespierre ha buscado la forma de construir los medios prácticos e institucionales de esa idea de la confianza total en el pueblo. La revolución no solo destruyó las viejas formas feudales, sino que combatió todo tipo de opresión con la vieja idea de Juan de Mariana del derecho a la resistencia y la opresión, lo que significó también la oposición al capitalismo incipiente, que Robespierre, como he dicho, llamaba “economía política tiránica”, y a la cual opuso lo que él llamaba “economía política popular”, basada en la conjugación del derecho a la existencia con la plena libertad política para todos.
CAS.- ¿O sea, que la historia oficial la escribieron los vencedores?
FG.- La empezó a escribir el Termidor. De allí esa difamación de Robespierre.
CAS.- También hay otra corriente historiográfica que simplifica los hechos y adjudica a la Revolución francesa el carácter de revolución burguesa y por lo tanto se desentiende de toda esta discusión, de este debate sobre el papel de los sectores populares, e incluso de esta historia incipiente de la clase obrera dentro de la revolución francesa ¿es así?
FG.- Si, en efecto. Ha habido un marxismo que podríamos llamar de derecha, al que por supuesto hay que oponer un marxismo de izquierda, puesto que hay otros marxistas que han criticado esa interpretación simplificatoria de la revolución francesa como una revolución burguesa. Sea ello como fuere, ha habido marxistas de derecha que se desentendieron de esa polémica, considerando que Robespierre era, por decirlo sumariamente, un burgués. Y esa caracterización como episodio de rebelión burguesa, o como partera del capitalismo y aun del colonialismo modernos, de la Revolución francesa ha sido causa desgraciada de la desaparición de aquella crítica extremadamente rica del despotismo político, del capitalismo como cultura económico-social y del colonialismo” que se desarrolló en Europa Occidental entre los siglos XVI y XVIII, y de la que la Revolución francesa fue, hasta la contrarrevolución termidoriana de 1794, la culminación. Una acomodaticia incomprensión, ésta común a liberales y a marxistas de derecha, del carácter no sólo antifeudal, sino anticapitalista de la Revolución Francesa. Porque es justamente ese carácter popular, antifeudal y, al propio tiempo, anticapitalista y anticolonialista (¡que mueran las colonias, antes que los principios!, dijo Robespierre) de la Revolución francesa lo que resulta muy difícil de digerir.
CAS.- ¿Estas ideas de Robespierre estaban fuera de época, o correspondían al debate intelectual de ese momento?
FG.- Termidor, la contrarrevolución de Termidor que derribó a Robespierre, fabricó la imagen de un Robespierre completamente aislado, y esa fabricación pasó a la posteridad. Robespierre formaba parte de un movimiento real, sin duda él tuvo ideas muy interesantes, pero no es posible entenderlas sino como parte de un gran movimiento. Después de Termidor, y fue parte de su difamación, se construyó la imagen de un Robespierre aislado como epítome de aquello que de ningún modo se quería que se repitiera nunca más: la democracia republicana revolucionaria, la participación popular en un proyecto común articulado en un programa que era anticapitalista y, en cierto sentido, tendencialmente socialista.
CAS.- ¿Podemos afirmar que siguen siendo actuales algunos de sus propuestas?
FG.- Desde luego es así. Es cierto que el capitalismo ha cambiado mucho y tiene formas nuevas, y aun inimaginables hace pocas décadas, pero se puede decir, por lo pronto, que Robespierre, como uno de los portavoces del gran movimiento democrático popular que andaba tras él, anticipó de forma harto inteligente una crítica muy general de las formas de dominación política, económica y colonial” capitalista, y de esa crítica todavía podemos aprender. Podría hablarse de una historia interrumpida, de una historia que fue abruptamente abortada, pero que puede y debe reanudarse, y en ese sentido, yo sostengo que el robiespierrismo es portador aún de promesas.
CAS.- Podríamos hablar de un fuego que persiste lento, pero cuyos rescoldos no se apagaron definitivamente…
FG.- Si, así es. Y una cosa que puede verse es cómo las dos declaraciones de Derechos Humanos, la de 1789 y la de 1793 se eclipsaron o desaparecieron de la historia del Derecho constitucional francés durante 150 años. Es muy interesante darse cuenta de que esas ideas sólo volvieron a aparecer con fuerza precisamente en 1946, en los debates constitucionales que tuvieron lugar en Francia después de la derrota militar del fascismo…
CAS.- ¿Tienen algo que ver esas dos Declaraciones con la Declaración de Derechos de la ONU?
FG.- No. Hay que andarse con cuidado aquí, porque la Declaración de Derechos de la ONU es filosóficamente bastante distinta de las Declaraciones de 1789 y de 1793. Con Juan de Mariana pasó lo mismo; quedó eclipsado secularmente y reapareció su nombre precisamente en plena Revolución como vituperio descalificante. “Mariana” apareció en la Revolución Francesa como un insulto, y fue retomado por los propios revolucionarios que convirtieron el pretendido agravio en algo positivo de lo que sentirse orgullosos y satisfechos. Esos eclipses y reapariciones, por enigmáticos que puedan parecer, suelen ocurrir en la historia.
CAS.- Contabas en tu conferencia la anécdota de que Marianne, la que Delacroix inmortalizó en su cuadro, surge de las declaraciones de un contrarrevolucionario que lo lanza como insulto a la República.
FG.- Mariana causó un gran escándalo en su tiempo, sobre todo por su insistencia en la idea de la confianza que merecía el pueblo, así como por su abierta defensa del tiranicidio: hay que asesinar al tirano, y el pueblo debe infundir terror, miedo, a quien mande para prevenir la tiranía. De ese escándalo, que nunca se extinguió del todo, procede el hecho, dos siglos y arreo después, de que el nombre de Mariana sirviera de insulto infamante en plena Revolución francesa. Y hasta cierto punto, es natural: cuando las ideas de Juan de Mariana fueron en gran medida puestas por obra y finalmente recuperadas por lo magnífico, el insulto descalificatorio rebrotó. Los propios revolucionarios, los republicanos, en vez de rechazar el insulto, lo tomaron a gala, y de ahí surgió el nombre de Marianne, la hermosa mujer del pueblo llano, símbolo de la República revolucionaria.
CAS. Florence, hemos aprendido un montón recuperando tantas figuras tan injustamente olvidadas y calumniadas. Muchas gracias por tu valiosa aportación y por venir esta tarde a nuestro programa…
Florence Gauthier es miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO. Carlos Abel Suárez es miembro del Consejo de Redacción de SINPERMISO
Transcripción y edición para www.sinpermiso.info: Carlos Abel Suárez y Casiopea Altisench