Un punto de encuentro para las alternativas sociales

Leggiamo Tronti? Obreros y capital hoy

Nicolás González Varela

fliegecojonera.blogspot.com

Había una vez un libro de culto, un libro de destino. Aquí la propia escritura y el texto tienen un carácter divino (como en la Antigüedad, donde había libros ‘celestiales’, ‘sagrados’, ‘litúrgicos’). Que se prestaba con recelo, que circulaba como un auténtico ‘Samizdat’ entre los jóvenes del ’68 italiano (como circulaban los textos de Daniel Guerin entre los franceses). Sólo lo conocíamos por referencias indirectas, citas oscuras o críticas desenfocadas que aumentaban nuestro apetito. Borges dice que las obras maestras suelen ser hijas del azar o de la negligencia. Este libro decisivo y secreto es fruto azaroso de la militancia política. Recuerdo el temblor cuando un editor de la mítica editorial Siglo XXI (que se había exiliado en México debido a la dictadura argentina) me prestó un ejemplar en italiano (¡la edición original de Einaudi de 1966!) para que lo fotocopiara en el día y se lo devolviera. El libro tenía un título enigmático: ‘Operai e Capitale’. Obreros y Capital. No se trataba de una obra íntegra, sino una serie de artículos escritos entre 1962 y 1966. Su autor era un desconocido universitario, militante del PCI en la sección de Ostia (cerca de Roma). Como toda la nuova sinistra italiana de posguerra el libro surgió de una experiencia editorial y de intervención práctica que marco época: los ‘Quaderni Rossi’ (Cuadernos Rojos, con el siguiente motto: ‘espressione di un lavoro teorico e practico di militanti impegnati nelle lotte sindicali e politiche del movimento operaio’). Producto de la maduración de una generación de militantes (y en especial del extraordinario Raniero Panzieri) el desarrollo de un nuevo marxismo crítico y abierto, capaz de realizar una condensación y síntesis de la rica cultura política del ’56, la ‘altra linea’. La nueva crítica se afirmaba en una superación del marxismo tercerointernacionalista (Kritik fuertemente anti-idealista y anti-historicista que intentaba una superación ‘classista’ del estatalismo socialdemócrata y del capitalismo de estado stalinista) y un “ritorno a Marx” serio y filológico (el mismo Panzieri había sido editor en Einaudi y traductor del tomo II de “EL Capital”). La figura liminar de Panzieri amerita un artículo completo pero podemos decir que después de haber participado entre 1956 y 1958 en la experiencia del ala izquierda del PSI (con Rodolfo Morandi) había propuesto reformulaciones sobre una estrategia de controllo operaio en alternativa a las direcciones reformistas sindicales (tesis escritas con Lucio Libertini) para madurar hacia 1960 la necesidad imperiosa de una refundación de la política de organización del nuevo movimiento obrero. Influenciado por Della Volpe (pero también por intentos de sincretismo de la fenomenología con Marx de Giulio Preti) y su idea de reproponer al marxismo como análisis científico de la realidad. El mismo Tronti recordaba la fortuna de haberse topado en la Facultad de Letras de Roma con el marxismo de Della Volpe. No sólo Della Volpe, no sólo Roma: se leían y traducían trabajos de la nueva sociología del trabajo norteamericana, de revistas francesas como ‘Socialisme ou Barbarie’ o ‘Pouvoir Ouvrier’, textos ya canónicos como los de Daniel Mothé y su ‘Journal d’ouvrier’ o experiencias prácticas como las de Cremona (primera co-investigación militante), en las que Danilo Montaldi intentaba desarrollar una nueva cultura política. El espíritu era una paradójica opposizione comunista al comunismo. Pero no era suficiente simplemente constatar la superioridad y autosuficiencia de los clásicos, se trataba de demostrar prácticamente el fundamento del nuevo marxismo no sólo recuperando el discurso del método sino traduciéndolo en intervenciones y conclusiones prácticas coherentes, eficaces. Los Q.R. se proponían no sólo romper totalmente con la ortodoxia, sino además superar los nuevos revisionismos (ideólogos del neocapitalismo, de la neutralidad de la técnica, del fin de la clase obrera) para logra una rilettura de Marx con la reconstrucción de nuevos instrumentos operativos. En la inédita revista colaboran militantes de partidos de toda la izquierda, como Romano Alquati, Alberto Asor Rosa, Dario Lanzardo, Massimo Paci, Antonio Negri (que venía de una experiencia católica), Mario Tronti, además de sindicalistas (Foa, Garavini, Pugno, Alasia). Las primeras divergencias produjeron en 1963, Alquati, Gasparotto y Gobbi fundarán “Gatto Selvaggio”, un volantone que describe las formas de las nuevas luchas y pone en cuestión los modelos sindicales. Una divergencia más profunda surge después del tercer número de la rivista: los miembros del llamado Gruppo Romano (entre ellos Tronti y Asor Rosa) que darán origen a otra publicación y a otro grupo político: ‘Classe Operaia’. Las divergencias centrales eran entre Panzieri y Tronti; para el primero la centralidad es de las relaciones de producción y la crítica a la pretendida neutralidad del desarrollo científico-técnico (l’uso capitalistico delle macchine, como se titulaba uno de sus artículos más destacados que critica tanto al capital como a la URSS). Las relaciones de producción están siempre dentro de las fuerzas productivas. Las relaciones de producción son siempre, según Panzieri, relaciones de poder, por eso se las reclama como clave de lectura del nuevo conflicto social, de las recomposiciones de clase, del nuevo despotismo del capital y de las transformaciones en la forma del estado. ¿Cómo se las lee en su materialidad? Con un viejo método de la encuesta obrera empleado por Marx en 1867: la co-investigación militante (co-ricerca). La muerte imprevista de Panzieri (octubre 1964) acentúa la crisis de los ‘Q.R.’, que sobrevive produciendo una serie de publicaciones (Cronache, Appunti, Lettere) que serán la vigilia del movimiento del ’68. Decíamos que el Gruppo Romano lanzará, luego de separarse de los ‘Q.R.’, un ‘giornale politico mensile degli operai in lotta’, desarrollando muchas de las intuiciones panzierianas pero encuadradas en las coordenadas de la divergencia que Tronti tuvo en 1962. Ya en el ensayo ‘La fabbrica e la societá’ está presente el núcleo teórico no sólo de la divergencia con Panzieri sino el alma de toda una corriente del futuro Operaismo: la clase obrera es el motor del desarrollo capitalista. Se invierte así las intuiciones de la metodología de los ‘Q.R.’, mientras en Panzieri es el desarrollo capitalista el que determina la posibilidad de un nuevo nivel de luchas, para Tronti el desarrollo no es otra cosa que una funzione de la lucha obrera dentro del proceso productivo. En la editorial del primer número Tronti, el famosísimo artículo Lenin in Inghilterra, exaltará todavía más esta contraposición. Hemos visto (por la experiencia en ‘Q.R.’) ‘primero el desarrollo capitalista, después las luchas obreras’. Es un error, dice Tronti, el principio è invece le lotta de classe operaia. El desarrollo del capital se halla subordinado a las luchas, se despliega tras ellas y a ellas se debe el mecanismo político de la propia producción. La fuerza-trabajo nace históricamente homogénea sobre el plano internacional y esta homogeneidad es la que constriñe la forma de dominio del capital. El debate, aunque pareciera puramente académico, se daba sobre el intento de intervenir en la propia lucha de clases: la rottura politica en los ‘Q.R.’ se superponía sobre la lucha victoriosa de los trabajadores metal mecánicos (el mítico suceso de Piazza Statuto en julio del ’62). En el balance del ciclo de luchas que había quebrado el nexo PSI/PCI-sindicato, emergen dos orientaciones: una, la del grupo de Panzieri, el éxito de los trabajadores no sólo confirmaba la incapacidad de la burocracia sindical oficial y sus métodos reformistas, sino señalaba una amplia derrota política de la clase obrera en su conjunto (por ejemplo: la lucha exhibía que ciertos elementos de conciencia política no están implícitos en la combatividad sindical, aún siendo esta altísima y extrema); la del grupo romano (con Tronti y Negri) por el contrario, la derrota sindical de la lucha ha determinado ya en los hechos (en especial en las grandes usinas, la FIAT) un verdadero salto cualitativo de la clase o mejor dicho: de su avanguardie de massa, que no comprende pequeños núcleos de trabajadores, sino la fábrica en su conjunto, con capacidad de guiar en la lucha, como objetivo consciente y organizado, respecto a lo cual elemento sindical es un mero pretexto. Mientras el grupo panzieriano retiene prioritario objetivos de trabajo más cautos y menos optimistas (que apuntaban a una recomposición política de la clase), Tronti retiene ‘en acto’ la recomposición misma de la classe, incluso se ensaya una idea de rotura y revolución a corto plazo. Por supuesto que subyacían a la elaboración de las líneas afinidades políticas (Panzieri con el ala izquierda del PSI; Tronti con su propia militancia en el PCI), modelos teóricos y experiencias de militancia diversa: si el principio de todo es la lucha de clases y, en especial, si la ‘Arbeitskraft’, la fuerza-trabajo es ‘ya’ clase obrera, prescindiendo del lado material de sus organizaciones y del grado de desarrollo del estado y el capital, si el desarrollo político de la classe es el presupuesto teórico del modelo, todo se justifica. Es un círculo vicioso, una hipostatización de un Sujeto ideal: la classe es puesta como sujeto y se excluye todo lado objetivo, todo lo que no sea variable a sí misma, todo está ‘ya’ puesto en el sujeto mismo y todo es como parte de su propia realización. Es un vicio neohegeliano, y ya Panzieri capto este sujeto ideal ‘ya’ puesto como ‘è molto hegeliano, in senso originale, como modo nuovo di rivivere una filosofia della storia. Ma è appunto una filosofia della storia, una filosofia della classe operaia…’ Lo que se extrae del discurso de Tronti es que el capitalismo vive sólo por autosugestión, concluía pesimista Panzieri. ‘Classe Operaia’ inicia su publicación mensual en enero de 1964 con una redacción impresionante: Romano Alquati, Massimo Cacciari, Luciano Ferrari-Bravo, Mario Tronti y Antonio ‘Toni’ Negri. Las colaboraciones son numerosas, con redacciones locales en Milán, Torino, Génova, Firenze, Mestre. Recordemos los nombres de Sergio Bologna, Enzo Grillo (traductor de los Grundrisse de Marx), Adriano Sofri. El propio equipo redactor funciona como centro de agregación política para un trabajo de intervención en la fábrica. Los artículos son en su mayoría anónimos. La atención principal es dedicada a la lucha obrera: análisis de las formas de lucha, categorías de participantes (metalúrgicos, textiles, etc.) participación del estado y de partidos políticos, balance de la lucha sindical, todo en números monográficos. La noción fundamental trontiana (prioridad teórica, histórica y política de la classe) impregna toda la revista, cuya experiencia política hará una parábola que parte de la idea de un conflicto de clase amplio y general para concluir con un repliegue que considera el “uso táctico” realista del viejo PCI. Tronti ya había invertido la vieja fórmula y reclamaba la estrategia como un hecho inmanente a la clase y que el partido es sólo instrumento de la táctica. Si inicialmente servía para justificar y explicar la madurez política de la clase obrera (toda hecha expresión en las luchas), apenas el grupo se encuentra con dificultades políticas en su intervención práctica, la misma sirve ahora para justificar un re-ingreso al PCI legitimado del propio “uso” táctico de los trabajadores comunistas. “C.O.” es una experiencia teórica y política singular, izquierdo-hegeliana, de un lado progresiva y muy de izquierda (con connotaciones de superar el leninismo); por el otro lado, involutiva y reaccionaria. Pero en sus contradicciones es el laboratorio de una elaboración de ruptura, de una creatividad en el retorno a Marx, la trontiana, acta de nacimiento del Operaismo moderno que surge como rara síntesis y punto de cristalización entre la cultura crítica del ’56, las lecciones teóricas de Panzieri, la nueva hermeneútica sobre los textos clásicos e incluso con acento neohegeliano. La experiencia “C.O.” no se reduce a Tronti: allí están los soberbios análisis sociológicos y de co-ricerca en la fábrica de Romano Alquati, primeros análisis de la composición y estratificación interna del proletariado (luego reunidos en otro libro mítico: Sulla FIAT e altri scritti); la serie de análisis sobre al formación de la ideología de la cultura de Alberto Asor Rosa, crítica ácida al inocente populismo de la cultura de izquierda (reunidos en el volumen Intellettuali e classe operaia); incluso Antonio Negri intentando expurgar los vicios ideológicos del trontismo. Alquati, recordando esta etapa, afirmaba que la diferencia fundamental de Tronti respecto al marxismo oficial era la valorización y énfasis cambiado de la más notable fórmula marxiana: el Doppel Charakter del trabajo. Recordemos que para Marx (en el tomo I de Das Kapital) el trabajo bajo el capital tiene un carácter bifacético, que genera movimientos antitéticos. El fetichismo del capital es una caja de Pandora con varias antinomias superpuestas, pero retenía Alquati, Tronti destacaba este doble carácter del trabajo colectivo como estratégico y medular, dándole incluso un énfasis más allá (o acá) de Marx. Era el encuentro inédito entre una nueva clase obrera y una nueva manera de entender la tradición clásica. El discurso sobre la autonomía de la classe nace de esta verificación (aunque sus raíces están en Morandi) de esa mercadería especial llamada “Arbeitskraft” y su potencial negatividad (su no-identificación con los procesos e instituciones del capital, quizá la más grande lección práctica del trontismo). Lo cierto es que había nacido una nueva Tendenza político-teórica destinada a influenciar a toda la nueva izquierda, italiana o no-italiana. La más importante experiencia política, “Potere Operaio”, tendrá como texto sagrado nada más ni nada menos que el libro de Tronti: “’Operai e Capitale’ era la bibbia di Potere Operaio”, recordaba Greppi. Pero antes la propia “C.O.” sufrirá su propia rotura interna, un hilo rojo que atravesaba el problema de autonomía y nueva organización (=partido). Para Tronti el primer objetivo había sido evitar la socialdemocratizzazione del PCI, para luego recomponer adecuadamente la relación clase-partido, como lo señalaba en un número dedicado al tema del partido de clase (Nº 10-12). El slogan era “l’uso operaio del partito”. Y “C.O.” serviría no como germen de una nueva forma organizacional, sino una experiencia pedagógica de formación en contacto con la lucha real, de un gruppo dirigente, que podría luego fungir en la Gran Política, re-introducirse en el PCI (y la CGIL, la central obrera comunista) para darle sentido revolucionario con su relación material (ontológica) con la nueva vanguardia. Tronti recuerda que el motivo final de la ruptura fue está evolución no-intencional de la rivista, que se estaba transformando en un grupo alternativo, en un esbozo organizativo que enfrentaba y competía con la burocracia stalinista en todos los niveles. Rita Di Leo, la más trontiana con Asor Rosa, explicaba que pujaban dos almas en el grupo: una, que quería ayudar al PCI a recuperar su via regia con las luchas obreras; otros que consideraban a “C.O.” como una posibilidad de golpear y superar al PCI en un nuevo nivel. Sobre esta consigna se consumo la nueva escisión. La identidad entre soggetto sociale y el partido histórico (futura perspectiva de la “Autonomía de lo político” del tardo Tronti) ya estaba presente en la primera editorial. Ya Negri en dos artículos (Il comitati di classe di Porto Marghera; Operai senza alliatti) intentaba poner el peso sobre esta identidad pero apuntando hacía otro lado: sobre el comité de base señalaba sin titubeos que las bases y condiciones materiales de una organización están dadas. En otro artículo de 1965 (Lenin e i Soviet nella rivoluzione), aunque no entra de fondo en el debate demuestra que opone el Lenin “loco” de las tesis de abril al Lenin conservador y jefe de estado de Kronstadt y la NEP: ruptura de las masas frente a continuidad. Su búsqueda era radicalizar hacía la izquierda la hipostatización trontiana, mostrando una resistencia clara al nuevo discurso sobre las instituciones del movimiento que comienza a penetrar en los integrantes provenientes de la experiencia comunista. Para Negri la cuestión será otra: “¿Cuáles son las formas a través de las cuales la clase obrera internacional amenaza el desarrollo capitalista? Es éste el nuevo interrogante científico, el nuevo horizonte…”. La ruptura será inevitable, lo que dará forma a una nueva solución de compromiso, la revista “Contropiano”, creada bajo el impacto del mayo italiano del ’68, junto con Asor Rosa y Cacciari (solución que duró dos números) cuando Negri definitivamente opte por el Lenin “loco” anti-partido de 1917: “si el desarrollo sabe ser crisis, si sabe ser estado y violencia… entonces el antagonismo revolucionario de la clase obrera debe recobrar la primacía leninista del romper… romper, enseña Lenin, romper el eslabón más débil de la cadena” (Marx sul ciclo e la crisi; Contropiano, Nº2, 1968, siempre reconociendo la deuda con Tronti). Al final de este artículo la dirección de la revista publica un breve comunicado donde anuncia la renuncia de Negri al equipo editorial. Pero esta ya es otra historia… Mientras Tronti realiza una autocrítica a su pecado de la época de los “Q.R.” que demuestra que la otra cara del idealismo del Sujeto proletario es la aceptación acrítica de la más vulgar empiria: la propia historia del PCI. Reclamando una nueva relación espontaneidad (classe)-organización (partito), Tronti abandona a Lenin en Inglaterra, mientras redescubre al viejo partido comunista en Italia. La Gran Mediación del partido leninista de cuadros es indispensable/irremplazable (ya está allí al autonomía de lo político de nuevo) y sólo un “uso operaio” (que no puede ser pacífico) puede re-establecer la tensión hacia la propia clase. La palabra de orden es que el PCI cambie su línea política, adquiera una cultura proletaria, liquide el populismo y se revitalice en un contacto prístino con la fabbrica. Ninguna crítica a la realidad material de las instituciones históricas: la separación entre activos y pasivos, su propia composición social, su naturaleza des-representativa, su metamorfosis burguesa en el estado de partidos, su separación estructural con el movimiento, la naturaleza alienante de la propia mediación política sans phrase. La crisis de las hipótesis trontianas y las resistencias internas se puede seguir sismográficamente en la periodicidad de la rivista: ocho números en 1964; cuatro en 1965, dos en 1966. El último número de “C.O.” sale en 1967: la objetividad material refuta toda su arquitectura neohegeliana, se verifica la importancia y fuerza de las instituciones históricas de la clase obrera, el valor y el espesor en la mediación de la política burguesa pero también el instinto de innovación y creatividad (ruptura) del nuevo movimiento obrero. No es casualidad que en el Poscritto a la segunda edición de “Operai e Capitale” (1971), Tronti manteniendo su coherencia teórica, descubre que la América política de ayer (la de los años ’30) será nuestro presente histórico de hoy. El “New Deal” es la demostración histórica de cómo una gran iniciativa capitalista es una gran victoria de los trabajadores. Roosevelt es el resultado, in positivo, de la supremacía de la lucha obrera. El Geist obrero puede y quiere desplegarse y encarnarse en cualquier forma; la Will zur macht proletaria se funcionaliza siempre persiguiendo sus propios fines, sin preocuparse de la materialidad de las relaciones de producción, de la naturaleza alienante del capital, del fetichismo de la mercancía. La classe, por definición, puede hacer un uso “in-mediato” de la Mediación (aunque suene tautológico). Embarazoso es seguir las ondas de los ciclos de lucha y las constantes traducciones/traiciones que intenta Tronti: la lucha explota en el ’68, y se mantendrá en el más alto nivel en Occidente hasta 1972, es como si su teoría, gelatinizada en el reflujo y pasividad obrera del 63-66, intentara salvaguardar intacto el ideal del Sujeto. Primero utilizará al propio Hegel (al Hegel más político, título de su libro de 1975); después intentará rescatar la pulsión populare de la revolución inglesa; luego participará del descubrimiento italiano del decisionismo de Carl Schmitt (Marx dopo Schmitt). Todo concluirá con la tesis que cierra toda una parábola: el Político (con mayúsculas, pero en modo particular el partido, que ya a esta altura puede ser incluso la socialdemocracia¡¡¡) es ya totalmente autónomo, de la misma clase obrera, de sus luchas, de sus subjetividades, de sus intereses y necesidades. Ahora la classe concede ella misma la autonomía al partido, liberándolo de la estrecha representación de sus intereses sectoriales, tratando a su propia lucha con autosuficiencia, como momento particular (¡dialéctica!) privado de importancia y que el Político puede cancelar. Ahora el partido puede ser indiferente, incluso oponerse a la misma lucha de clases, puede tranquilamente reprimir (ya lo hará el 7 de abril), porque él ya es, en todos los casos, la expresión (el Ausdruck hegeliano) más auténtica de la classe. Se inaugura la época del ingreso en el Político de las nuevas fuerzas sociales, realizando un doble salto mortal sobre la alienación de la forma representativa burguesa y la reducción de la política al profesionalismo del estado de partidos… Un largo camino ha llevado a Tronti de la autonomia operaia a la autonomía del político, por lo que deberíamos tomar seriamente la matriz filosófica-política (que algún lector atento como Sbardella o Meriggi han definido como de naturaleza idealística `a lá Gentile, actualística y neohegeliana). Muchos creen que la actual posición política de Tronti es una contradicción con sus posiciones de “Operai e Capitale”; otros simplemente coherencia y continuidad. Como sentenciaba Negri, aunque “Quaderni Rossi” y “Classe Operaia” fueron un salto elevadísimo en la teoría, hoy son ilegibles para nosotros y la propia militancia. Se encuentran demasiado situados, demasiado determinados, demasiados ligados a la figura del trabajador fordista de la FIAT. Sin embargo, leggiamo de nuevo a Tronti aunque sepamos que el rojo que se avecinaba en sus textos no era el del amanecer sino el del crepúsculo de una figura social.

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