Un punto de encuentro para las alternativas sociales

Una conferencia de Manuel Sacristán “Sobre el estalinismo” (y II)

Manuel Sacristán Luzón

(Presentación, trascripción y notas)

 

Coloquio (continuación).

 

3ª: Se le pregunta a Sacristán por el interés de las críticas “reaccionarias” a la tradición marxista provenientes de los entonces llamados “nuevos filósofos” franceses.

Te pediría el retoque de la pregunta porque yo no tengo nada claro que porque un movimiento o una crítica sea reaccionaria no nos pueda ser útil. Ahí están Balzac y Marx.

Señala  el interlocutor que es en ese sentido en el que hace la pregunta.

Que sea reaccionaria es una cosa, que sea intelectualmente inútil es otra. Que sea dañina socialmente es una tercera cosa que también creo.

Pero a pesar de que en hipótesis es descaradamente reaccionaria, a pesar de eso, ¿hay en esas críticas elementos aprovechables con los cuales volver a empezar una investigación?

Yo diría que, para la gente con una militancia en el movimiento obrero, en general, sí; para el conjunto de la sociedad el episodio me parece más bien desgraciado, creo, hasta ahora, porque no tiene tampoco gran calidad. Tampoco en esto he hecho una lectura a fondo, en serio, pero lo que he visto hasta ahora, tampoco es que tenga gran calidad crítica. No creo haber aprendido nada de lo poco que he visto hasta ahora, salvo muestras de caradura tan sensacionales como la declaración de Lévy [Bernard Henry] que él no había leído El Capital, que eso sí que es gordo.

¿Cree entonces que no aportan elementos nuevos?

Me parece que no, salvo en páginas que yo no haya leído todavía.

4ª: La persona que interviene habla sobre el dogma de “la revolución de la mayoría” y sobre la lucha por las libertades y el parlamentarismo. Aun teniendo en cuenta lo que tiene de reacción, de contestación al estalinismo, esta lucha por la ampliación de las libertades parece aceptar el “marco político capitalista”. ¿No hay en ello un peligro de asimilación del movimiento obrero? ¿Es realmente esa vía un sendero de transformación socialista?

A mí me parece que la pregunta llevaba dos cuestiones dentro: la del aprovechamiento de legalidad y lucha por ampliación de libertades, que es una cosa, y eso no es nada nuevo, eso es tradicional, primero, del movimiento obrero y, más en general, de cualquier clase dominada que intenta ampliar, como es natural, las libertades de que pueda disfrutar, y la segunda cuestión es hasta qué punto por este camino se consigue una revolución. Desde mi punto de vista, hasta ningún punto. No se consigue, sencillamente. Una revolución es el acto más autoritario que existe, según la frase de Engels que repito ahora.

De todos modos, al margen de eso, aunque no estuviera explícita una tercera cuestión me parece que queda coleando: el desprecio a las libertades formales. Creer que esto es una cosa de izquierda y revolucionaria es una de tantas deformaciones ideológicas estalinianas, viene del período de Stalin. En el período de Stalin se han recortado las libertades individuales de los ciudadanos soviéticos, no por izquierdismo sino por derechismo abierto. La primera limitación, limitación todavía visible en vida de Lenin, en el X Congreso, en marzo de 1921, es una limitación de libertades que sirve para tapar el aplastamiento de la insurrección de Kronstadt y [para] la introducción de la NEP, es decir, sin juzgar ahora que fueran buenas o malas medidas -a lo mejor eran óptimas, yo no soy ningún economista competente, a lo mejor eran necesidades indiscutibles-, pero dejando aparte su valor técnico, desde el punto de vista político, eran un enorme bandazo a la derecha. Para dar un enorme bandazo a la derecha es para lo que ha recortado el poder soviético las libertades, entendámonos, porque cuando un poder es él de izquierda no va a recortar libertades de sus propios ciudadanos para seguir su camino, el camino previsto por su propia izquierda. Las recorta para irse a la derecha.

La identificación del recorte de libertades con la izquierda es una falsedad histórica en el movimiento comunista. Esto para empezar. Y la verdad, hasta dónde tiene que haber calado el poso de ideología estaliniana para que sea posible hablar de la palabra “libertad” despectivamente. Eso es monstruoso, eso es más o menos, supongo que si yo fuera teólogo (aunque me divierta estar con teólogos no lo soy), pues diría que eso es uno de esos pecados contra el Espíritu Santo, porque eso, tratar despectivamente la libertad, es llamar mal al bien. La libertad, primero, ni es de derechas ni se puede despreciar.

5ª: Se pregunta a Sacristán y a Vázquez Montalbán por las condiciones que pueden posibilitar un cambio revolucionario real y por las formas de ejercicio del poder socialista*14.

A mí me produce cierto malestar este tipo de pregunta que tiene dos defectos graves que el querido Leopoldo [Espuny] me va a permitir que critique severamente. Primero, es un tipo de pregunta hipócrita porque es evidente que Leopoldo sabe lo que yo pienso sobre el asunto, no está haciendo una pregunta auténtica, está haciendo política en el mal sentido  de la palabra, es decir, me está instrumentalizando. Esto es una critica que tengo que decir de salida. La digo porque claro, al mismo tiempo, como estoy en esta mesa, tengo que pagar la servidumbre de contestar, como es obvio. La cuestión de palabras es lo de menos pero tú sabes muy bien que yo pienso que no es posible un cambio de clase dominante sin ejercicio de coerción sobre la antigua clase dominante. Eso es evidente. Si le quieres llamar de otro modo, eso es lo que siempre hemos llamado “dictadura del proletariado”.

¿Cuáles eran las otras preguntas? ¿Si el estalinismo ha sido una forma de dictadura del proletariado? Aquí discrepo de ti a pesar de que has hecho el sutil inciso salvador, para que yo pudiera agarrarme, de que ha habido muchas formas de dictadura burguesa y así yo podía decir que también ésta había sido una forma de dictadura del proletariado. Digo que no: el estalinismo ha sido una tiranía sobre la población soviética, una tiranía asesina sobre el proletariado soviético y conservar la nostalgia de eso es estúpido y criminal.

Interrupción de Leopoldo Espuny que no está bien recogida. En todo caso, rechaza y critica fuertemente estas últimas palabras de Sacristán.

Acepto sinceramente la crítica, de verdad, porque aunque mi intención no era llamar ni estúpido ni criminal a Leopoldo, eso desde luego, aunque mi intención no era ni mucho menos esa, comprendo que el camarada se haya podido enfadar. Lleva toda la razón en la crítica y se la agradezco.

Lo que yo sí consideraría poco inteligente, y también criminal, sería intentar alimentar una nostalgia estaliniana que no fuera la nostalgia por los combatientes del estalinismo. Cuando antes he hecho la alusión a los militantes a los que yo he visto llorar, está claro que no estaba riéndome de ellos. Sé la cantidad de autenticidad de lucha comunista que hay debajo del estalinismo. Debajo de aquella época, pero debajo. Los que estaban debajo no sólo merecen todos los respetos sino admiración y a muchos los quiero profundamente. Pero a los que estaban debajo. Es decir, el sistema mismo no puede ser objeto de nostalgia. De ninguna de las maneras, ni puedo admitir que eso fuera dictadura del proletariado. En absoluto. Eso fue un sistema de acumulación de capital, con crueldades incluso innecesarias. Pero en ningún caso una acumulación de capital para empezar una industrialización es dictadura del proletariado. Si eso hay que llamarlo “dictadura del proletariado”, la revisión del marxismo que hay que hacer entonces es muchísimo más enérgica, incluso ya prescindiendo de los rasgos tiránicos, limitándome sólo a los contenidos sociales de aquello. Una acumulación de capital no se ha llamado nunca dictadura del proletariado en nuestra tradición, en nuestro vocabulario.

Y en cuanto a que los dirigentes comunistas que prescinden de la expresión o del concepto de dictadura del proletariado lo hagan por motivos innobles, eso sería verdaderamente perpetuar el estalinismo que ellos mismos perpetúan en otro sentido, dicho sea sin ningún juicio moral, sin ningún juicio de valor. Lo que tiene de estalinista su conducta es, en mi opinión, lo que tiene de pragmática, lo que tiene de utilización de los conceptos teóricos para justificar, superficialmente, práctica [política]. Pero, en cambio, nosotros, los que no creemos eso, cometeríamos estalinismo en otro sentido todavía peor, en el sentido terrible por el cual Bujarin era un traidor, Zinoviev un terrorista, Trotski un traidor, continuaríamos en ese sentido el estalinismo si pensáramos que los dirigentes eurocomunistas dicen lo que dicen no porque lo piensen sino porque quieren vender esto o vender lo otro. No, a eso tampoco me puedo apuntar, francamente. Eso no es tener una visión de las cosas como la que estamos acostumbrados, una visión materialista.

Con esto no quiero despreciar la influencia innegable de ideología burguesa. Esto es evidente. Pero no es fácil tampoco sustraerse a ella. ¿Durante cuánto tiempo tú o yo hemos creído, por ejemplo, que el crecimiento incesante de fuerzas productivas tal como ocurre en el capitalismo es inocente y hasta un factor de socialismo? Yo lo he creído hasta hace pocos años. Ya no lo creo y comprendo que eso era pensamiento bastante burgués. Tampoco es tan fácil no pensar como los burgueses. Ellos son los que tienen el poder y las ideas dominantes.

Vuelvo a reconocer autocríticamente esto y siento que con esa intemperancia por mi parte pueda haber estropeado algo el clima de la reunión. Lo siento.

6ª: Sobre la herencia del estalinismo, sobre su continuación años después y en aquellos momentos en la Unión Soviética. El interlocutor finaliza su intervención preguntando: “¿aquellos alumnos son hoy otros asesinos?”.

De la Unión Soviética sé lo que cualquiera de los aquí presentes que tenga fuentes de información no internas. Yo no he estado nunca en la Unión Soviética ni leo ruso. Conozco más o menos, por tanto, lo mismo que cualquiera.

Entonces, ¿qué diría? Lo que se ve por la información que aquí hemos podido estudiar sugiere un momento muy breve, 1956 y 1957, todo lo más, de cierto atrevimiento en el intento de terminar con los aspectos más crueles, más duros, del sistema de gobierno actualmente existente en la Unión Soviética. Se aprecian bastantes cosas pero también, creo yo, que se nota muy pronto el cambio. Creo que el cambio, es decir, la marcha atrás en aquel atrevimiento, que en aquella época nos dio la impresión que no se produjo antes del XXII Congreso, hoy creo que se había producido ya antes. Me parece que la presencia combinada de la crisis de Hungría y de la crisis del Canal de Suez, que tal vez recuerden los aquí presentes, fue una ocasión combinada que dio mucho poder en el gobierno soviético, me parece a mí, esto es ya interpretación, a los partidarios de bloquear el cambio porque les permitió contraponer a su intervención en Hungría lo que estaban haciendo las potencias burguesas en Suez. En aquel momento me parece que se produjo, en la correlación de fuerzas internacional, una especie de pacto, que tenía por objeto Hungría y Suez, y luego, en la situación interior de la Unión Soviética, un refuerzo innegable de los duros, por así decirlo, de los estalinistas de corte más ortodoxo. O un debilitamiento de los otros, como se quiera decir.

A partir de ese momento, a mí me parece que durante bastante tiempo lo que se llamó “la desestalinización” va perdiendo impulso en dos sentidos. Por un lado, en el sentido de que pierde velocidad. Las rehabilitaciones son cada vez menos, hay una resistencia a ultranza, por ejemplo, a rehabilitar los nombres de Bujarin y Trotski, cuando parecía que estaba en buen camino incluso la rehabilitación, y luego en el sentido de que se intenta compensar la falta de libertad con técnicas que manifiestamente el gobierno soviético reproduce de los países burgueses; es decir, las técnicas a las que el camarada se refería del tabaco, la pornografía no se puede decir, pero cosas parecidas: el tabaco, los bienes de consumo no absolutamente necesarios. Tal vez recuerden los aquí presentes, al menos los que tengan mi edad, lo deslumbrado que quedó Khrushev al ver la publicidad luminosa en colores en los Estados Unidos. En este doble sentido, creo yo, que se debilitó el impulso desestalinizador. Luego, además, los intentos de base, de búsqueda de un cambio de base productiva que permitiera también cambios políticos luego, fueron o muy débiles teóricamente o no se llevaron bien a cabo. Un economista sabría opinar mejor que yo sobre eso, sobre aquellos escritos de Liberman y todo aquel grupo de economistas.

Y así yo veo que eso se ha estancado. Siento que va a ser la segunda vez que diga cosas francamente pesimistas. Si uno coge el Samizdat hoy día, es decir, la colección de escritos de disidentes, con un par de excepciones -Medvedev, Pliush, algunos otros- uno queda bastante asustado porque si eso es la aspiración de libertad en la Unión Soviética, hay que decir que es una extraña aspiración a la libertad indudablemente protagonizada por reaccionarios. Son muy escasos los textos comunistas en el Samizdat. Se reducen a un poco de resto trotskista, muy poco, mucho más en Polonia que en la Unión Soviética misma, y a unos conatos de tendencias que proceden del estalinismo pero que están superándose. Este es el caso de Medvedev claramente. Y eso se ahoga en un mar de reacción emparentado en algunos puntos, por lo menos en el irracionalismo, con los nuevos filósofos franceses y con algunas otras muestras de irracionalismo contemporáneo.

Entonces, la verdad, yo no veo que la evolución sea muy buena. La represión se sigue ejerciendo más selectivamente. Parece claro que ya no hay campos de la dimensión de los campos de los años cincuenta, o cuarenta, o treinta por lo demás, y en cambio hay estas nuevas formas de represión que conocemos que son la mejor ejemplificación de algunas tesis de Foucault y de filósofos de países capitalistas, respecto de tratamiento, de represión indirecta del disidente, generalmente orientado hacia los intelectuales, es decir, hacia puntas de vanguardia de la sociedad.

Pero a pesar del pesimismo de fondo que me sugiere el hecho de que no vea corrientes renovadoras sino reacciones, muy naturales, muy sanas, pero reacciones, yo diría de todos modos que incluso en los países más cultos que la misma Unión Soviética en la totalidad de su territorio -por ejemplo, en Checoslovaquia o en Alemania del Este-, la impresión algo deprimente que da la situación respecto a la resistencia a eso, la resistencia a la superación, puede también ser fruto de nuestra pésima información. Y en todo esto, en último término, somos muy juguetes de falsificaciones y deformaciones. Recientemente aquí se ha recibido un texto de Alemania Oriental que parecía un texto de disidentes comunistas y parece ya claro que se trata de una falsificación.

En definitiva, sin poderlo demostrar mucho, mi juicio por el momento no es nada optimista. No voy a negar que ya los obreros no tienen que ir con la libreta del trabajo con la que tenían que ir en los años treinta y cuarenta, ni están sometidos a aquellas prohibiciones de empleo si no tenían certificado de que habían sido autorizados a dejar el empleo anterior.

[Breve interrupción] de todas aquellas tiranías contra la clase obrera que hace completamente imposible llamar a aquello dictadura del proletariado. Eso, según toda evidencia, [según] toda la información disponible, no existe hoy ya en la Unión Soviética. Pero existe ese otro tipo de represión selectiva por un lado y, por otro lado,  esa falta, por lo menos, ese carácter minoritario de la resistencia o de la disidencia de izquierda. El conjunto, por  tanto, no es muy halagador en mi opinión.

7ª: Se pide a Manuel Vázquez Montalbán y a Sacristán su opinión sobre  la primavera praguense. Se señala el peligro que representaba de reinstauración del capitalismo o de histórica vuelta atrás.

La cuestión no es ésa. La cuestión es: claro que yo pienso que el experimento de Dubcek, cualquiera que hubiera sido su resultado, era lo que había que apoyar y modestísimamente lo apoyé. De las pocas cosas agradables de esos dramas es que papeles míos sobre Dubcek han circulado por Checoslovaquia entonces. Cualquiera que fuera el resultado digo, porque garantía no había ninguna.

Garantía no había ninguna lo que pasa es que si, como yo pienso, el rasgo característico malo de la tradición estalinista es precisamente la falsificación ideológica, entonces, por desgraciado que hubiera sido el resultado final de la experiencia de los comunistas checos mayoritarios, por lo menos iba a poner de manifiesto una verdad sociológica: se iba a saber de una vez qué era aquella sociedad. Es decir, se iban a ver manifestaciones de voluntad no reprimidas, de la clase obrera y de otras clases sociales. De modo que, aun en el supuesto de que hubiera salido mal, yo estaba a favor y creo que había que estar a favor.

8ª:  Sobre si las nuevas generaciones siguen la política iniciada por Stalin.

Me parece que estoy obligado a decir: sí, yo creo que la Unión Soviética, el régimen que existe ahora, es un régimen, como he dicho, de naturaleza estalinista suavizado. Esto es lo que yo creo y lo que he dicho.

Interrupción del mismo interlocutor no recogida en su totalidad. Se inicia del modo siguiente: “Un inciso. Luego entonces como se justifica que aquellos chavales…”

Puedes estar seguro, si lo piensas un rato, que el camino para la unidad del movimiento obrero consiste no en que cada cual se empeñe en defender las injusticias que él lleva a cuestas, y sus errores y sus falsedades, sino en darse cuenta de que ha cambiado la época, de que no se puede superar la división del movimiento obrero sin un baño de todo el mundo en la verdad y en la autocrítica. Es mucho más útil para la unidad del movimiento obrero que los que venimos del estalinismo examinemos qué ha sido el estalinismo y lo autocritiquemos, que sigamos empeñados en defender algo que significa, te repito, el asesinato de Bujarin, de Zinoviev, de Kamenev, de Trotski y, según los datos más modestos, de sesenta millones de rusos.

De varias personas del público asistente: “Y de Andrés Nin.”

De Andrés Nin, perdón, en este mismo país, y de tantos otros.

9ª: Larga intervención, con algunos interrogantes anexos, de alguien que se define como comunista -”ni como estalinista ni como antiestalinista”-, que acaso quepa resumir así: a) sobre la libertad y las formas de aproximación a una sociedad socialista. b) ¿No ha criticado Sacristán más que la tiranía de Stalin la misma dictadura del proletariado en su forma no libertaria, en un país casi feudal como era la URSS en los años veinte? c) ¿Es Stalin el único responsable de las tragedias de la Unión Soviética o ha sido más bien el régimen dictatorial? Finaliza el interlocutor su larga intervención con las siguientes palabras: “Quisiera que el camarada Sacristán me aclarase todo esto”.

En el supuesto de que yo sea capaz de aclarar tantas cosas, intentaré  hacerlo así. Yo creo que al socialismo no se llegaba en libertad entonces ni en ningún momento. ¿Está claro? A mí, como he repetido varias veces, me resulta completamente iluminadora la frase de Engels según la cual la revolución es un acto particularmente autoritario.

Segunda cuestión, la de la dictadura del proletariado. En la Unión Soviética no podía haber dictadura del proletariado porque no había proletariado mayoritario. Esto para empezar. En segundo lugar, porque el poder se ejerció sobre el proletariado. Yo estoy por la dictadura del proletariado que considero imprescindible y estoy contra el estalinismo, fundamentalmente porque fue todo lo contrario de la dictadura del proletariado; a saber, la tiranía de una minoría burocrática, no muy inteligente por lo demás, que era una burocracia en gran parte nueva, sobre la clase obrera en particular y el pueblo en general.

No sé si había más preguntas, éstas son las dos esenciales. Hay otra cosa que quiero comentar de lo que has dicho, pero ¿preguntas había alguna más? Las preguntas son sólo éstas: si ataco al estalinismo o a la dictadura del proletariado; no, la dictadura del proletariado me parece un concepto irrenunciable.

Mismo interlocutor: “Si realmente el camarada Stalin en una época determinada era un tirano, yo no comprendo qué hacia todo el comité ejecutivo y el comité central del PCUS”.

Ese es el tema que quiero comentar.

Mismo interlocutor: “Los comunistas, ¿qué somos? ¿Unos peleles o qué somos?”

Los estalinistas, sí. Tú mismo lo has probado al decir que los que ensalzaron a Stalin lo hundieron después. ¿Qué clase de gente hizo el estalinismo qué eran capaces de eso? Otros dimitimos. Entendido.

Yo no, jamás.

Pues ahí está.

10ª: Sugiere este interlocutor la conveniencia de hablar de lo positivo de la URSS. Señala que oyendo a Sacristán se acuerda de lo dicho por Angel María de Lera y lo siente. “Hay modos distintos de plantear las cosas. Fernando Díaz-Plaja hablaba igual que Sacristán y lo siento”. Largo etcétera.

Dos cosas quiero decir sobre ello. Una, que esto de la insistencia de la crítica positiva ha sido siempre lo que ha dicho todo hábito de poder. Todo hábito despótico quiere siempre critica positiva, nunca negativa, nunca crítica de verdad. Razón por la cual, entre los stalinistas de verdad, cuando alguien dice que va a empezar una autocrítica todos los demás tiemblan. Lo primero que quería decir.

Lo segundo: que a mí, si digo la verdad, no me importa con quien coincida, como cualquiera que no tiene más objeto que decir la verdad. A mí no me importa que la doctrina de la lucha de clases de Marx le venga de un policía reaccionario prusiano, Von Stein, como le venía. Lo que importa es lo que se dice. En el momento en que se empieza a preguntar para qué sirve, quién lo inspira, en ese mismo momento, el que hace esas preguntas insidiosas es él, el que está escondiendo -muchas veces por pura defensa, sin saberlo y sin mala intención-, está intentando esconder la inseguridad de su propio ánimo porque él no se ha lanzado del todo a decir la verdad.

11ª: Propiamente es una larga intervención que discrepa del excesivo criticismo de Sacristán, pensando sobre todo en los jóvenes que le están escuchando y haciendo, a un tiempo, una valoración globalmente positiva de la URSS de aquellos años: “¿Dónde está el explotador? ¿Dónde está el que se queda con la plusvalía? ¿O es que vamos a dar la imagen de que esos países son peores que los fascistas? Camarada Sacristán, dime cómo se va a construir el socialismo si no hay acumulación”. Le reprocha a Sacristán su dimisión -“Dimitiendo no vamos a ningún lado”-, aunque siente mucho que lo haya hecho. “Tenemos que estar en nuestros puestos”. Al final de la intervención se disculpa por el tono aunque cree que se ha destrozado la imagen del socialismo. La mesa, en su opinión, ha sido unilateral. “Se ha ido a un terreno que hace tiempo estoy combatiendo, se ha destruido la imagen del socialismo”. Hay que recomponerla con sus logros.    

A ti, Salvadores, de verdad, pensando seriamente, concéntrate un momento que vale la pena, ¿es una elucubración mental sesenta millones de muertos en campos de concentración? Di: sí o no, di que tú estás dispuesto a…

Voces de protesta entre el público: “¿Quién venció a Hitler?”. Salvadores continúa: “Yo no estoy a favor de esos métodos, pero estoy a favor de que se diga de que el pueblo soviético también tuvo sus muertos en la lucha contra el hitlerismo y que, si no, no estaríamos aquí.”

Pero, qué duda cabe, qué duda cabe sobre todo eso. Pero, ¿a qué has venido aquí? ¿Qué es lo que teníamos que hacer aquí? ¿Hablar e intentar aclararnos sobre el estalinismo o hacer la historia de la Unión Soviética? Si tenemos que aclararnos sobre el estalinismo, tú no puedes aducir, para entender el estalinismo, las heroicidades y los sacrificios del pueblo soviético, que en gran parte son sacrificios gratuitos impuestos por el estalinismo. Una cosa es hacer la historia de la Unión Soviética, otra cosa es intentar entender el estalinismo.

Lo que no puede ser es mecerse en una tranquilidad de puro acto de fe durante años y años, desempeñando un poder que transmite esas falsedades durante años y años, y creer que sólo hay esa forma de lucha. Una forma de lucha revolucionaria, yo diría por lo menos tan digna como ésa que haces tú, consiste, por ejemplo, en dimitir de ejercer y transmitir ese poder falsario, combatirlo e intentar aclarar entre los militantes comunistas cuáles son las falsedades de que han sido víctimas y qué tienen que hacer para intentar recomponer un movimiento revolucionario que no sea simplemente el  peón de juego de una burocracia.

Salvadores: “Yo he confundido en tu intervención la crítica al estalinismo con la crítica al pueblo soviético. Hasta ahí ha llegado”. Pregunta a continuación, sobre la línea política reformista del PSUC en la época del eurocomunismo  y el resto que queda en ella, si es el caso, de tradición estalinista. 

Queda y la digo: lo que tú has dicho sobre la falta de perspectiva, sobre la política día a día, es exactamente lo que pensamos la mayoría de los no estalinistas. El estalinismo es eso: hacer cada día simplemente el reajuste de poder y por eso he considerado como una forma moderna de estalinismo lo que se está haciendo como política reformista. Eso es exactamente estalinismo: camuflar de comunismo una pura política cotidiana de poder. Es estalinismo siniestro cuando es con el número de muertos que repetidamente he citado, porque no estoy dispuesto a ser amigo ni a pasar por alto nunca la adhesión a asesinatos, pero puede ser un estalinismo sin esas formas dramáticas cuando es sólo esa técnica de uso oportunista cotidiano del poder*15.

[Se interrumpe aquí la grabación pero, según cuentan asistentes al encuentro, el coloquio prosiguió un poco más].

*

Notas SLA:

1)Como anexo a su intervención, Sacristán escribió una “Cronología de interés” en la que destacaba fechas y hechos como las siguientes: “20/12/1917: Decreto de constitución de la Cheka. 11/4/1918: Operación de la Cheka contra los anarquistas de Moscú, claro que todo en plena intervención. 30/8/1918: Atentado de Fanny Kaplan. 4/9/1918: El Comisario del Interior Petrovsky proclama el “terror de masas” contra la burguesía”.

Tiempo atrás, los días 8, 12 y 15 de noviembre de 1974, Sacristán había impartido tres conferencias con el título “Conmemoración de la revolución de octubre”. Es probable que fueran presentadas y discutidas, con militantes y próximos, en alguna organización de base del PSUC. Todos estos documentos pueden consultarse en Reserva de la Universidad de Barcelona, fondo Manuel Sacristán.

2) La grabación de la conferencia no es siempre la mejor de las deseables. Hay además algunas interrupciones que en ocasiones no parecen breves. En el coloquio, las preguntas no siempre quedaron bien grabadas y, en algunos casos, más que formulaciones de dudas, preguntas o comentarios críticos, son prolongadas intervenciones políticas a la antigua (o a la no tan antigua) usanza. Las he  resumido sucintamente. Como señalé, no se han recogido las respuestas de Manuel Vázquez Montalbán ni tampoco su intervención inicial.

3) Breves referencias de Sacristán a Trotski, pueden verse en: “Checoslovaquia y la construcción del socialismo”, Acerca de Manuel Sacristán, Destino, Barcelona, 1996, p. 59; “Sobre el comunismo de Bujarin”, Sobre Marx y marxismo, Icaria, Barcelona, 1983, p. 264; El orden y el tiempo, Trotta, Madrid, 1998,  p. 158 (edición de Albert Domingo Curto) y  “Gramsci es un clásico, no es una moda”, Acerca de Manuel Sacristán, op. cit,  p. 90. En una carpeta de apuntes de Reserva, fondo Sacristán, de la UB, puede verse esta anotación de Sacristán sobre el trotskismo: “La debilidad del trotskismo (ya en Trotski) respecto de la III Internacional es la de Gramsci: racionalismo y, sin embargo, permanencia en política en sentido clásico. Logicismo, dualismo, voluntarismo. Cuando reprocha senilización a Togliatti, se trata de esto. Togliatti dejó de ser “senil” cuando se supo representante de organización fuerte de clase”.

4) En 1983, en el primer centenario del fallecimiento de Marx, Sacristán impartió una recordada conferencia en Madrid con el título: “Los últimos años de Marx en su correspondencia”. Se conserva el guión de su intervención y las numerosas fichas anotadas que la acompañaron en Reserva de la UB. Albert Domingo Curto ha señalado la existencia de una grabación, hasta ahora no localizada, de esta intervención de Sacristán.

5) Sobre este escrito de Gramsci, véase: Manuel Sacristán, El orden y el tiempo, op. cit, pp. 120-124.

En el cuaderno “Gramsci” de Reserva de la UB puede verse esta anotación, probablemente elaborada durante la preparación de su Antología de Gramsci para Siglo XXI:

”Gramsci, “La rivoluzione contro il Capitale”, IGP 5-I-1918. E: SG 149-153. [Planteamiento explícito de su problema con Marx].

Es el primer artículo de Gramsci sobre “Octubre”. El mismo día (24-XI) había escrito acerca del “tercer órgano que faltaba -pero que no era aún los consejos, sino la Asociación de cultura.  Desarrollo: 1) Los bolcheviques, hasta ahora fermento que ha evitado el estancamiento de la revolución rusa, se han hecho con el poder. 2) La revolución de los bolcheviques esta hecha de ideología más que de hechos. A eso sigue la frase: “Es la revolución contra El Capital de Carlos Marx” (E150) 3) La explicación de cómo son y no son marxistas los bolcheviques. La interpretación de Marx: 1ª versión: las incrustaciones positivistas. 4) Segunda versión: Marx no podía prever la formación rápida anormal de voluntad popular ya por la guerra [Implícito: El esquema marxiano está hecho para la “normalidad”]. Luego lo dice explícitamente. La sensación es que admite la interpretación socialdemocrática de Marx, y por eso tiene el problema. 5) Tercera explicación: el pueblo ruso ha hecho la evolución “normal” con el pensamiento. Es de mucha importancia notar la oscilación de Gramsci. El tratarse de textos periodísticos es una suerte, permite verla fácilmente: en un libro habría eliminado contradicciones”.

6) Sobre Korsch, véanse: “¿Para que sirvió el realismo de Lukács?”, Pacifismo, ecologismo y política alternativa. Icaria, Barcelona, 1987, pp. 176-177 (edición de Juan-Ramón Capella), y “Lenin y la filosofía”, Sobre Marx y marxismo, op. cit, pp. 180-181. En una nota de su traducción de W. Abendroth, Sociedad antagónica y democracia política (p. 48), Sacristán apuntaba: ”Traduzco Betriebsverfassung por “constitución industrial” creyendo que el autor está pensando, aunque no lo diga explícitamente, en temas sugeridos en la tradición marxista alemana, por Karl Korsch a principios de los años veinte. Y el léxico histórico-teórico de éste (Arbeitsverfassung, etc.) recomienda versiones como “constitución del trabajo”, etc”.

En Reserva de la UB pueden verse anotaciones de Sacristán sobre las siguientes obras de Korsch: Marxismo y filosofía;  Karl Marx,  texto mecanografiado del 27/10/1931, cit. apud. Rusconi; Einleitung a Das Kapital [Introducción a El Capital], 1932, y “Lenin und die Komintern, die Internationale”, Rusconi, XXX/XXXI.

7) Sobre Bujarin, véase: M. Sacristán, “Sobre el comunismo de Bujárin”, Sobre Marx y marxismo, op. cit, pp. 263-275. Se trata de la presentación de la traducción castellana, por él mismo realizada, de A. G. Löwy, El comunismo de Bujarin, Grijalbo, Barcelona, 1973.

Al comentar la distinción entre ciencia de la ciencia y filosofía de la ciencia en sus clases de metodología de las ciencias sociales del curso 1983-1984, Sacristán hacía una referencia a Bujárin en los términos siguientes: “La expresión “ciencia de la ciencia” tiene un poco de historia y precisamente está en conexión con lo que se acaba de decir antes porque nace en conexión con el primer encuentro importante de filósofos de la ciencia occidentales y marxistas en el Congreso Internacional de la historia de la ciencia de Londres en 1931. Era un poco antes de las grandes purgas rusas, y aquí aparecieron por última vez intelectuales importantes de la revolución rusa que luego sucumbieron. Muy señaladamente Bujárin, que era quizá un personaje de los más finos intelectualmente del equipo bolchevique. Luego fue asesinado en 1938”.

Por otra parte, proseguía Sacristán, Bujárin tiene importancia en la historia de las ideas económicas. Acaso sería el viejo bolchevique de más digna lectura en una facultad de Economía. “Lo que pasa es que es uno de esos personajes malditos en la historia, porque de las tres grandes figuras sucesoras de Lenin, las otras dos han tenido su partido, sus fieles, sus continuadores que han defendido su fama. Trotski y Stalin han tenido cada uno sus seguidores y autores que han escrito sobre ellos. En cambio, Bujárin sucumbió sin dejar seguidores ni escuela y, consiguientemente, es el más enterrado de todos aquellos personajes del año 1917, el más olvidado. Pero era también el más culto y a él correspondía la presidencia de la delegación soviética de este congreso de historia de la ciencia en Londres, en 1931. Allí, él y otros soviéticos, pero principalmente él, pronunciaron un discurso que causó enorme impacto en Occidente”.

8) La grabación presenta en este paso lo que creo que es tan sólo una breve interrupción.

9) Sobre Pannekoek, véase: M. Sacristán, “El filosofar de Lenin”, Sobre Marx y marxismo, op. cit, pp. 141-142. En el fichero “Dialéctica” de Reserva de la UB, pueden verse anotaciones de lectura en torno a Lenin como filósofo. Entre ellas, las siguientes:

1.      “El marxismo supera la religión con explicarla” (p. 45).

MSL: Je.

2. “La condensación de una multitud de fenómenos en una fórmula breve, en la ley natural, es puesta por Mach como principio de la investigación con el rótulo de “economía del pensamiento”. Se podría pensar que esa reconducción de  la teoría abstracta a la práctica del trabajo (científico) tendría que simpática precisamente a un marxista. Pero Lenin no ha entendido nada de ello…” (p. 93).

MSL: Yo también creo que Lenin no lo ha entendido, pero pienso además que no hay motivo para entusiasmarse con la idea de la economía del pensamiento como tesis sobre lo que es la ciencia. Es más programática que descriptiva (v. Bunge).

3. Corrige a Lenin de modo completamente injusto y con la misma sabihondería que reprocha a Lenin, pues éste no ha pensado nunca en reducir a los átomos la noción de ‘materia’, contra lo que dice P., en las páginas 99-100.

10) En el fichero “Marxología” de Reserva de la UB, pueden consultarse anotaciones sobre Trotski y el trotskismo como las siguientes              

“1. “La oposición de izquierda se propone como fin decir lo que hay” (“A la redacción de la revista Comunismo”, Comunismo 1, marzo de 1931).

MSL:  Es el comienzo más fundado y natural de la disidencia en un partido revolucionario. Melancólica comprobación.

2. “Sí, el fascismo avanza ahora en el mundo entero a paso de gigante ¿Pero donde está su fuerza? En la desorientación de las organizaciones obreras, en el pánico de la burocracia obrera, en la perfidia de sus dirigentes…” (Manifiesto de los comunistas al proletariado mundial. Por la IV Internacional. Comunismo, 1936).

MSL: La subestimación de la causa del fascismo es aquí tan demagógica que parece provocación, en particular si se tiene en cuenta la estimación acertada del avance del fascismo.

3. “Si la organización de la III Internacional fue imposible sin antes depurar la doctrina de Marx del revisionismo, ahora la creación de partidos revolucionarios proletarios es inconcebible sin una depuración de los principios y los métodos del comunismo de las falsificaciones del centrismo burocrático” (Declaración de la Oposición Comunista de Izquierda Internacional. Comunismo, 28, 1933).

MSL: La primera lectura es de risa: ¿qué revisión del marxismo habrá cometido Marx? Lo primero, naturalmente, es eliminar esta supraescolástica idealista que supone la existencia de una teoría en sí y eterna. Pero hay buen instinto: habla de las “incrustaciones positivistas” de las que habla Gramsci, del economicismo y del fatalismo: del reformismo, de la falta de alteridad suficiente. Hay algo inmutable: lo que no es ciencia. Claro que puede ser imperativos muy formales.”

11) En Reserva de la UB, pueden  verse anotaciones de lectura sobre B. Giuseppe Boffa e Gilles Martinet, Dialogo sullo stalinismo, Bari, 1976. Entre ellas, la siguiente: “1. B(offa): “Creo que en el desarrollo de la Rusia postrevolucionaria el “socialismo en un solo país” es el momento en el cual la componente nacional se impone a las demás, influyendo incluso en sentido reductivo en la significación misma de la palabra “socialismo”, que a partir de ese momento será usada en la práctica para indicar más bien la creación de algunos de los presupuestos del socialismo -la industria moderna, el progreso económico, la difusión de la instrucción- en vez del socialismo, tal como lo había concebido los pensadores marxistas” (p. 41). MSL:  Quizás la mejor observación del libro”.

12) En “Sobre el marxismo ortodoxo de György Lukács” (Sobre Marx y marxismo, op. cit, p. 244), un texto de 1971 que fue publicado en revistas del PSUC-PCE como Realidad o Nous Horitzons, Sacristán comentaba: “En Lukács, como en cualquier comunista inteligente, crítica del estalinismo es autocrítica, porque no es sensato creerse insolidario de treinta años del propio pasado político, aunque uno tenga sólo veinte.”

13) No fue recogida la siguiente pregunta y se interrumpió al poco la respuesta de Sacristán que se iniciaba del siguiente modo: “Que yo sepa, el primero que ha tenido la sospecha que se iba a plantear este problema ha sido Trotski. No es que yo sea suficiente conocedor del problema, ni mucho menos, pero me veo obligado a contestar. Lo bueno sería que alguien que fuera más conocedor del asunto lo hiciera. Yo digo lo que sé, que no es mucho, ni sobre todo es nada clarificador. Al final de su vida, Trotski parece haber admitido que si se producía la II Guerra Mundial, que él la estaba viendo venir…”

14) En Reserva de la UB, puede verse un esquema no fechado que lleva por título “Proyecto de programa sobre el punto 7 de los discutidos. La posibilidad de cambio revolucionario en las presentes sociedades capitalistas avanzadas (= partícipes activas, en mayor o menor grado del capitalismo monopolista de Estado, o imperialismo)”. Probablemente fuera una reflexión sobre un punto -el 7º- del programa del PSUC de finales de los setenta.

El punto 5º del esquema seguía el desarrollo siguiente:

“5) Hipótesis conclusivas. 5.1. Acrecentada importancia de elementos revolucionario-culturales en la formación de la clase revolucionaria y su consciencia (clase o bloque revolucionario “en y para sí”). 5.2. Diferencias de la situación respecto de las sociedades capitalistas más atrasadas y de las sociedades colonizadas o de historia no-europea. 5.3. Perspectivas de las sociedades en que ha sido abolida la propiedad privada tradicional de la mayor parte de los medios de producción (los llamados “países socialistas”).”

15) Como se indicó, esta trascripción fue publicada recientemente en: Manuel Sacristán, Seis conferencias, El Viejo Topo, Barcelona, 2005, con prólogo de Francisco Fernández Buey y epílogo de Manuel Monereo. Vale la pena retomar aquí un paso de la presentación, de la magnífica presentación que Fernández Buey escribió para el volumen:

“(…) Hay varias cosas que conviene tener en cuenta para leer hoy con provecho estas conferencias de 1978-1985 que, por el tema, la forma, la intensidad de los debates y, claro está, el cambio de época, a no pocos parecerán insólitas.

La primera de esas cosas se refiere al lenguaje, a la mezcla de precisión científica, conocimiento histórico, argumentación lógica, contundencia en la expresión de las ideas políticas y tono cuasiprofético que caracterizaba al Manolo Sacristán de la última época. Los lectores jóvenes de hoy dirán seguramente que ya nadie, en los ambientes políticos, habla así; que ya nadie pone tanto énfasis en la veracidad y en la discusión precisa de los matices que hacen que la palabra dicha  corresponda al concepto. Y lo dirán con razón. Ya casi no hay políticos que hablen así: es verdad.

Para valorar la diferencia, y para seguir con el libro, tú que lo tienes entre manos y te preguntarás tal vez por qué se hablaba así, y con tanta pasión, de cosas que juzgarás lejanas, hay que tener en cuenta una cosa sencilla pero grande: en estas conferencias no se trata de política en el sentido que hoy es habitual; se trata de política revolucionaria. Y eso es otra cosa. Se está dando por supuesto aquí algo entonces compartido en los ambientes a los que Manolo Sacristán se dirigía: una crítica radical de la política, de la forma imperante de hacer política. A lo que habría que añadir aún otra cosa por lo general olvidada: ya entonces, sobre todo en la década de los ochenta, casi nadie de los que destacaban en lo que empezó a llamarse “la clase política” hablaba así. El realismo de los pactos, el posibilismo de los acuerdos por arriba y el entreguismo en los negocios propiciados a espaldas de los de abajo empezaban a hacer estragos. Por eso (y porque siguió siendo comunista hasta el final) Manolo Sacristán apenas aparece en la mayoría de las crónicas que hablan de la transición. Ni en Cataluña ni en España. ¿Dónde meterlo en esa reconstrucción que mezcla el realismo de hoy con la idealización del ayer para seguir mandando en el mañana?

Esta observación lleva a una segunda cosa, muy patente para las personas que habían conocido la actividad de Manolo Sacristán en la Barcelona antifranquista pero que no debería pasar desapercibida a quienes le lean ahora por primera vez. En estas conferencias sus interlocutores han cambiado: no eran ya, o no eran ya sólo, los que tuvo mayormente durante las intervenciones políticas de las décadas anteriores, cuadros  del PSUC y dirigentes sindicales. En 1979 Manolo Sacristán había dejado el PSUC. Y eso se nota. Desde entonces dialoga y discute sobre todo con personas jóvenes que militaban en la extrema izquierda: comunistas, ecologistas, feministas y pacifistas que no habían aceptado la imposición monárquica, que seguían siendo republicanos, que habían rechazado los Pactos de la Moncloa, que estaban a favor de la autodeterminación de los pueblos, que denunciaban el mantenimiento de los aparatos represivos de la dictadura franquista y que daban más importancia a lo social, a la lucha de clases, que a la política institucional y a los pactos entre partidos.

Todavía en 1978-1979, cuando Manolo Sacristán discutía con lo que el historiador Giaime Pala ha llamado recientemente “el archipiélago PSUC”, como, por ejemplo, en el coloquio sobre estalinismo, o cuando aborda la orientación principal de la política sindical del momento, se aprecia que el debate sube de tono y que precisamente los tonos cambian. Tanto que hay un momento, en el coloquio que sigue a la primera de estas conferencias, en que él mismo tiene que precisar dos veces lo que está diciendo y hasta pedir perdón por la forma concreta que ha dado a aquella convicción suya de que “no se puede superar la división del movimiento obrero sin un baño de todo el mundo en la verdad y en la autocrítica”.

Al denunciar el estalinismo histórico, al que califica de “tiranía asesina sobre el proletariado soviético”, Manolo Sacristán deja apuntada una cuestión que ha seguido discutiéndose en términos historiográficos: la cuestión de la continuidad y discontinuidad existente entre leninismo y estalinismo. Aborda ese asunto con prudencia y ecuanimidad, declarando que él no es historiador pero ateniéndose a los datos que hasta entonces había proporcionado la historiografía disponible y resaltando los aspectos atendibles de una crítica que la izquierda de la III Internacional había empezado a hacer al bolchevismo ya en los años veinte. De esta ecuanimidad da cuenta el hecho de que, en ese contexto, no deje de ensalzar al mismo tiempo el valor moral y político de los asesinados por el estalinismo y el de los militantes comunistas que, sin saber realmente todo lo que había ocurrido en la Unión Soviética durante la época de Stalin, mantuvieron el ideal y siguieron luchando por la libertad en sus países.

Esbozaba ahí Manolo Sacristán una concepción del comunismo en la que el aprecio por la libertad es clave. Lo dice también de forma polémica pero muy explícita: identificar el recorte de libertades con izquierda es una falsedad histórica en el movimiento comunista y emplear despectivamente la palabra libertad es algo monstruoso, es como llamar mal al bien. Ya sólo por eso, y en un contexto en el que el valor y la convicción ético-política se resistían a veces a aceptar la evidencia, el comunismo crítico y libertario de Manolo Sacristán habría sido apreciable. Aunque también –hay que decirlo sin vacilar— de difícil realización, dada la correlación de fuerzas entonces existente. Impulsar este proyecto comunista renovado no sólo pedía inteligencia sino también prudencia en la consideración de los interesados…”

De  interés es también esta carta de Francesc Xavier Pardo, ingeniero, profesor, novelista, discípulo de Sacristán, amigo y asistente al acto de los Capuchinos, que me fue enviada el 27 de abril de 2006.

“Amigo Salvador,

Lo que tengo pendiente sobre tu interesantísimo escrito sobre MS y MVM, allá va por si te es de alguna utilidad.

PARA UNA APORTACIÓN

Dices Salvador, “(…) el 23 de febrero de 1978 Sacristán y Vázquez Montalbán protagonizaron un  importante debate “Sobre el estalinismo” en el convento de los Capuchinos de Sarrià. Muchos de los asistentes, en su mayoría activos militantes del PSUC, aún recuerdan el tono de la discusión, los argumentos esgrimidos, la dureza de algunas intervenciones. La conferencia central de Sacristán (editada anteriormente en mientras tanto nº 40, 1990, pp. 147-158, trascripción de Juan-Ramón Capella) y sus posteriores intervenciones en el coloquio han sido editadas reciente mente (Manuel Sacristán, Seis conferencias. Barcelona, El Viejo Topo, 2005, pp. 27-54), y la grabación de gran parte del debate está depositada en Reserva de la Universidad de Barcelona, fondo Manuel Sacristán. Leer la trascripción, o escuchar las intervenciones, muestra, aparte de lo que en aquellos momentos aún creía y sentía una parte del movimiento comunista sobre Stalin, el estalinismo y la construcción del socialismo, la coincidencia de las posiciones de ambos, su empatía, su relación cordial y que, seguramente, en el ánimo de ambos estuvo superar antiguas discrepancias que se había producido en el seno de un colectivo en circunstancias nada fáciles para la amabilidad, la confianza y la franqueza. ”

Pues estuve ahí, Salva. Acompañando a tres feministas de pro y de choque: Ma. José Aubet, Hilda Ferrer, y Ma. Rodriguez Bayraguet. Mi impresión es que la cosa tuvo un aire de decente revisión del estalinismo, hasta que alguna cansina intervención -trostkistizante al uso- lo estropeó bastante. Y eso que en primerísima fila estaba Wilebaldo Solano (periodista y fundador del POUM, que por cierto vive aún, Salva, dicho sea a los efectos de “fuente oral” alternativa…) y con el que Sacristán se notaba -esa fue mi impresión- que extendía desde la mesa de ponentes muchos lazos de simpatía y cariño; los mismos que le tenía yo, que por entonces estaba suscrito a La Batalla (me parece que era así como se llamaba su “órgano”).

A mi parecer -a los necesarios efectos de “desestanilización” y dialécticamente de “desestrostkización”-, habría que contrastar con lo mucho que por lo visto se tiene registrado de esa reunión, el grado de “buen rollo” que hubo entre Wilebaldo Solano y MS y MVM, que al menos a mí me quedó en la memoria. Después, sería pertinente -para conocer mejor la manera de ser y las “posiciones” de MS y a MVM- una respuesta que se dio desde la mesa (yo aseguraría al 90% que fue por parte de MS, y dudaría muchísimo de que fuera MVM) ante una reiterativa y acusadora intervención -trostkiistizante al uso, otra vez- de las maldades del digamos “comunismo oficial”: “(…) Si no se entiende ni se tiene en cuenta que cuando, un partisano comunista (por poner un ejemplo histórico) escondía su escopeta militante en una alacena, lo hacía detrás de una foto de Stalin, entonces es que no se ha entendido nada del asunto” (Cito de memoria, pero aseguraría que se dijo así en un 90% de la frase).

UN COMENTARIO.

Siempre tuve una “relación difícil” con los versos de Brecht “(…) no pudimos ser amables” de “A los por nacer”. Por mi carácter (¿me admites, Salva, que en general es amable, amigable y “coñon”…?),  y porque también padecí en los finales de los ’60 y primeros años ’70 “desencuentros” y rechazos porque entonces trabajé de ingeniero, a menudo llevaba corbata, y ni siendo de las clandestinas CC.OO y más tarde del comité de empresa, más de un “chino” y más de un “riguroso obrerista” me negaba el pan y la sal, cuando no alguna cosa peor. Algunos de ellos están ahora “flotando” -como los zurullos- según el principio inverso de Arquímedes puesto que desalojan más fluido de lo que realmente hicieron. Por eso, sobre todo, ni entonces ni ahora admito demasiado -un poco, muy poco, sí-  el “cara de pomes agres” de más de uno de los míos, de los nuestros (sin comillas), ni alguna que otra “fesomia d’estrenyit”. Bien al contrario, “(…) alegres y + o – combativos, sin olvidarnos de que donde hay pelo hay alegría”, como diría la arriba citada mi muy querida, Ma. Rodríguez Bayraguet, la “factotum” de ICARIA Ed.

Un abrazo,

xavier

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *