Julio Anguita, un compañero imprescindible, maestro de todos, que fue en serio
Salvador López Arnal
Para Javier Aguilera, Manolo Monereo, Miguel Riera y Víctor Ríos, que siempre estuvieron ahí.
¡Cuántas veces repetí estas palabras [¡Al mar con estos continentales!]… Luego conocí a la clase obrera de una ciudad industrial y entendí lo que realmente significaban las cosas de Marx que antes había leído antes por curiosidad intelectual. De este modo me apasioné por la vida, por la lucha, por la clase obrera.
Antonio Gramsci (6 de marzo de 1924)
No pretendo que la lógica histórica sea siempre tan rigurosa o tan consciente de sí misma como debería serlo; ni que nuestra práctica concuerde muy a menudo con nuestras declaraciones. Sólo pretendo que esta lógica existe. Y que no somos todos nosotros unos niños de pecho.
Edward P. Thompson (1978)
Muchas muertes, demasiadas. Arden tantas pérdidas y el dolor se agolpa. De nuevo la muerte ha levantado pronto su vuelo.
Intento hablar con palabras no gastadas.
Tengo para mí que Julio Anguita será (ya es) un clásico del pensamiento socialista transformador del siglo XX y de estas primeras décadas del XXI. Y no solo para la ciudadanía española. Con el tiempo seremos más consciente de la grandeza, de la enorme importancia (político-filosófica) de este gran luchador, de este gran pensador, de este gran orador. Entre lo mejor que ha generado la cultura comunista democrática en toda su historia.
Empecé a entender la importancia política (¡y cultural!) de Julio Anguita, hace muchos, muchos años, en una larga conversación -que guardo con detalle en mi memoria- con un amigo suyo, maestro mío, Francisco Fernández Buey (Entrevisté a Anguita el 14 de abril de 2012 y fue idea suya, sabía que Paco estaba enfermo, dedicar la entrevista al autor de Marx (sin ismos)).
Desde entonces, he procurado seguir sus reflexiones, su hacer, sus sugerencias, sus propuestas. Incluso su vivir, su estar ahí. Nos hemos escrito en alguna ocasión; nos hemos saludado en seis o siete encuentros. Más allá de acuerdos o desacuerdos (pocos estos últimos), siempre fue respetuoso. Nunca habló desde un púlpito ni desde ningún trono inaccesible. Tampoco desde una concepción dogmática, talmúdica e indiscutible de la razón política.
No es este el momento de hacer un balance de su trayectoria político-filosófica ni de su complejo, nada unidimensional, ser-en-el-mundo. Tampoco se trata de recordar la lista innumerable de insultos y descalificaciones que la derecha (y no sólo la derecha-derecha) lanzaron contra él, sobre todo en los años en que fue coordinador general de IU y secretario general del PCE
Sí es momento de recordar que Anguita, un buen hombre machadiano (con el tiempo, como al poeta, le recordaremos, sin contradicción, como don Julio y como compañero Anguita), fue un hombre honesto, cabal, un hombre de principios, siempre en primera línea de combate, de resistencia; un imprescindible: el poema de Brecht cobra nuevos sentidos en su caso; un incorruptible, a la Robespierre; un dirigente que escuchaba, enseñaba y aprendía; un comunista muy querido por gentes trabajadoras (sabía conectar con ellas como pocas veces he visto en mi vida); un político (en el mejor sentido de la palabra; su caso es ejemplo de ello) que intentaba hablar siempre con claridad, mojándose, sin ocultarse; alguien que (como ha señalado Enrique Olivas Cabanillas) supo unir como pocos, en su decir y en su hacer, ética y política; alguien del que se mofaron una y mil veces hasta la ignominia por aquello (tan verdadero, tan básico, tan real y tan esencial) de “programa, programa y programa”; alguien que supo (y nos enseñó) que el socialismo, el comunismo, es una lucha ininterrumpida, no para el mañana sino para el hoy; un estudioso que gozaba con la lectura y el estudio; un epicúreo, un amante de la (buena) vida (nada que ver con el lujo ni con el disparate); alguien tan contrario a las puertas giratorias que regresó, modestamente, a su trabajo como profesor de Instituto de bachillerato a los 60 años; un camarada apasionado por la pasión razonada de los de abajo; un comunista democrático que captó bien y en profundidad las dimensiones de los tres grandes problemas que nos acechan, cercanos ya al abismo: las desigualdades asesinas, el cambio climático irresponsable y sus prolongaciones, y el armamento y la guerra nuclear.
Todos recordamos su “malditas sean las guerras” (https://cadenaser.com/emisora/2020/05/16/radio_cordoba/1589627860_741718.html), cuando su hijo Julio Anguita Parrado murió (muy joven) en la guerra imperial de Iraq. No hemos olvidado, por supuesto que no, la caza y captura diseñada en su contra con el infundio de “la pinza” Izquierda Unida-PP de Aznar. Todos recordamos su lucha ininterrumpida por la III República Española y por la unidad de las clases trabajadoras españolas y sus críticas, a veces en minoría de a uno (con la oposición incluso de sus propios compañeros de organización), contra las prácticas históricas, las reales, no las inventadas, de la burguesía catalana (entre lo peor de las burguesías hispánicas afirmó). Nuestra memoria también ha acuñado el sobresaliente papel, siendo ya mayor, que desempeñó en el Frente Único, sin olvidar su incansable trabajo, sin búsqueda de personalismos, en el Colectivo Prometeo.
Me olvidó, lo sé, de mil cosas. La lista es interminable.
¿Alguna filosofía que podamos asociarle? La filosofía de la praxis por supuesto. Pero pensada con cabeza propia, aportando, no repitiendo lo sabido (Tengo para mí que, más pronto que tarde, se escribirán tesis doctorales sustantivas sobre sus aportaciones político-filosóficas.
Tal vez se cuidó poco, un corazón demasiado abierto a todos. Más generosidad de la que su cuerpo pudo aguantar.
Una trabajadora amiga, currante donde las haya, escribió el sábado por la mañana al poco de conocer su fallecimiento: “Pobre. No nacerá otro como él nunca más”. No será fácil. El filósofo-filólogo Joaquín Miras lo ha expresado así: “Un hombre íntegro. Probidad es la palabra.” Javier Aguilera lo ha dicho con estas palabras: “La España de Julio. Se nos ha muerto, a la tercera, nuestro amigo y Presidente de la República democrática de los trabajadores, La lucha, sigue…¡Camarada Julio, nos vemos en la próxima cita secreta! ¡No faltes!”. Enrique Olivas Cabanillas, como decía, ha destacado un nudo esencial: “Le escribo con el espíritu dañado por la muerte de Julio Anguita que ejemplificó, para muchos de nosotros, la unidad entre la política y la ética; que nunca se deben escindir, si no se quiere afrontar el riesgo, que padecemos, de olvidar lo más esencial de una cultura de lo común”.
No seríamos consistentes con su legado, le haríamos un flaco favor, generando o cultivando cualquier tipo de “anguitismo”. Tampoco le haríamos ningún favor si recogiéramos acríticamente todas las aristas y caras de sus aportaciones político-culturales Por ejemplo, su defensa, mal pensada y defendida en mi opinión (leyó mal la tradición leninista), de la autodeterminación de Cataluña.
Intento acompañarle en su despedida (que nunca será olvido) con un poema que sé que le gustaba (fue un buen lector de poesía como sabemos) y con una reflexión de Manuel Sacristán (que sé también que era de su agrado).
Los versos finales de un poema de otro andaluz universal, de don Luis Cernuda, cobran también un nuevo sentido con él porque, en su caso, aquella causa que parecía perdida con la desaparición de la URSS, le hizo hablar en ocasiones en un desierto de oyentes, mientras tantos, tantos y tantos descubrían las “bondades inagotables” de un capitalismo sin bridas que mostraba su cara más antidemocrática, más antihumana, más antihumanista:
Que aquella causa aparezca perdida,
nada importa;
Que tantos otros, pretendiendo fe en ella
sólo atendieran a ellos mismos,
importa menos.
Lo que importa y nos basta es la fe de uno.
Por eso otra vez hoy la causa te aparece
como en aquellos días:
noble y tan digna de luchar por ella.
Y su fe, la fe aquella, él la ha mantenido
a través de los años, la derrota,
cuando todo parece traicionarla.
Mas esa fe, te dices, es lo que sólo importa.
Gracias, compañero, gracias
por el ejemplo. Gracias
porque me dices/que el hombre es noble.
Nada importa que tan pocos lo sean:
Uno, uno tan sólo basta
como testigo irrefutable
de toda la nobleza humana.
La nota de Manuel Sacristán:
«Por eso era esencial saber que el marxismo no es teoría, sino intento de programa (sobre un deseo), que se intenta fundamentar en crítica (Ballestero) y en conocimiento científico. No se debe ser marxista (Marx); lo único que tiene interés es decidir si se mueve uno, o no, dentro de una tradición que intenta avanzar, por la cresta, entre el valle del deseo y el de la realidad, en busca de un mar en el que ambos confluyan.»
El marxismo no es teoría, es intento de programa. Siempre lo tuvo presente.
Por la cresta, por el valle del deseo y el de la realidad, en busca de un mar en el que ambos concluyan, por ahí transitó Julio Anguita.
Que la tierra te sea leve querido compañero, querido camarada, querido maestro. Hasta la victoria siempre.
PS. Un discurso que merece ser recordado (de 1999): https://www.youtube.com/watch?v=cwuDyhU0FSs.
Tres de sus últimas intervenciones (tan lúcido, claro y didáctico como siempre):
1. 4 de mayo de 2020, cadena SER: https://www.youtube.com/watch?v=dPew7jLQWsE&feature=youtu.be.
2. En nombre del Colectivo Prometeo: https://cordopolis.es/2020/05/04/anguita-y-el-colectivo-prometeo-impulsan-un-manifiesto-reflexivo-en-reaccion-a-la-crispacion/
3. 10 de mayo de 2020: https://www.youtube.com/watch?v=cpsFDLiXjMM&feature=youtu.be
Desde Espai Marx queremos homenajear también la figura de Julio Anguita con una muestra de su quehacer. Hemos escogido para ello una entrevista concedida a Mundo Obrero en abril de 2018:
“El sujeto hoy del cambio es muy plural, y alguien tiene que organizarlo: yo creo que somos nosotros”
José Manuel Mariscal Cifuentes
No fue fácil en los años 90 del pasado siglo declararse comunista y actuar en consecuencia. El derrumbe del socialismo realmente existente en Europa oriental aumentó la presión sobre las organizaciones comunistas occidentales para que se reconvirtiesen a la nueva era del final de la Historia. La disolución del PCI no encontró el suficiente eco en España y el PCE se mantuvo con una apuesta renovada por el encuentro de la izquierda alternativa, haciendo honor a su hilo rojo de pasión por la unidad. La tradición socialdemócrata se integró definitivamente en el sistema con sus terceras vías, hoy fracasadas, haciendo buena la derrota cultural de convertir en sentido común los preceptos básicos sobre los que se asienta el modelo de acumulación capitalista. Aquel era el momento de imponer un modelo que tenía en Maastricht sus más entusiastas acólitos. Pese a las dificultades, el PCE e IU resistieron firmes tras un discurso y una práctica política que entendía que había que dar la batalla por la hegemonía. Declaramos el fin del consenso constitucional, la apuesta por la ruptura democrática, nuestro rechazo al tratado de Maastricht, la laicidad de las alianzas sobre la base siempre del programa, la necesidad de una organización de nuevo tipo en forma de movimiento político y social, el combate contra el capital desde la constancia y la firmeza ideológica; el rechazo al desarrollismo ramplón del enriquecimiento fácil y la competitividad y la existencia misma del PCE; la resistencia en soledad. En todo este proceso hubo una persona, un camarada, que jugó un papel crucial, Julio Anguita. El sufridor de la más burda campaña mediática y política desde la Transición a nuestros días; el profesor que hizo temblar los cimientos del régimen a base de sujeto, verbo y predicado; el analista contundente de puño de hierro en guante de seda; el junco que permanece con la raíz en tierra a pesar del vendaval. De todo ello charlamos con él en esta entrevista con la que inauguramos “Diálogos de Mundo Obrero” y en la que Julio proyecta su memoria sobre la realidad presente.
MUNDO OBRERO: En 1996 planteas en la Fiesta del PCE, como Secretario General, la ruptura solemne con el pacto constitucional. Según el diario El País, amenazas con defender la República.
JULIO ANGUITA: Vamos a ser lo más fidedignos posibles a los hechos desde la memoria. El discurso del Secretario General era y es un discurso elaborado por la dirección: Secretariado, Comité Ejecutivo y Comité Central. Es decir, la afirmación que yo hice estaba avalada por la dirección del Partido. No tenía sentido que siguiésemos apoyando la Transición porque entendíamos que aquello había sido un fraude y el texto constitucional no estaba siendo respetado. Algo que algún ponente de la Constitución llegaba a justificar, recuerdo una entrevista de Julia Navarro a Miguel Roca en la que justificaba la inclusión de los artículos sociales de la Constitución por la cercanía de la Revolución de los Claveles, añadiendo que determinadas visiones de la economía que aquellos artículos contenían eran “tonterías”. La Transición fue la legitimación de la casta franquista del poder económico.
M.O.: Pero tú no pronunciaste en ese discurso la palabra República
J.A.: Fuimos más finos: “ya no tenemos nada que ver con este pacto y tendremos entonces que plantear formas de gobierno más proclives con nuestros deseos y nuestra historia”. Estaba claro lo que estaba diciendo. Después en conversaciones se hablaba de República, pero estaba claro: rompemos con la Transición. Pero aunque aquello estaba avalado por la dirección, yo creo que mucha gente de la dirección del Partido votó aquello porque parece ser que hay que votar siempre lo que dice el Secretario General, porque si no, yo no lo entiendo…. De la misma manera que en el año 91, cuando defendemos la necesidad del PCE frente a miembros de la dirección que querían que desapareciese, en el discurso de la Fiesta yo digo también, en nombre de la dirección, que hay que mantener el Partido… ¡pero no así! que hay que cambiar muchas cosas… vaya a ser que los que hoy venimos a pedir la existencia de un Partido tengamos que venir a pedir el fin de una tradición gloriosa. Son palabras del año 91. Algunos no lo entendieron, pero defendimos la existencia del Partido porque teníamos una idea muy clara de Izquierda Unida, que no se componía en absoluto con la que tenían otros altos dirigentes del partido que querían irse al PSOE. Dicho esto hoy no tiene mérito, porque la historia lo ha demostrado.
M.O.: También hiciste que se hablara de esa ciudad holandesa llamada Maastricht. Fuiste de las primeras personas, quizá en Europa, que llamaste la atención sobre la puerta que se abría con aquel Tratado, empezando por la independencia de los Bancos centrales, contra la soberanía de los Estados.
J.A.: La palabra Maastricht por otra parte para mí era conocida, porque es el título de una obra de Lope de Vega que yo había leído, “El asalto a la fortaleza de Maastricht”, en las guerras que tiene España contra los independentistas belgas. Pero vamos a ver los hechos. Los primeros que alertan de que eso es un disparate son los compañeros del Área de Economía. Y aquí quiero hacer un reconocimiento a Salvador Jové, que la dirigía, y un reconocimiento muy especial a Juan Francisco Martín Seco, a los compañeros economistas del grupo parlamentario, más las gentes que entonces estaban trabajando con nosotros. Es un debate que tiene lugar en el área económica del PCE y luego lo llevamos a IU. Digo esto porque estamos en un momento histórico en el que conviene dejar a cada uno en su sitio. El PCE tiene su propia visión de Europa elaborada en el año 89 en una Conferencia. Esa visión de Europa no fue aceptada por IU, presidida entonces por Gerardo [Iglesias], que sí estaba de acuerdo pero estaba en minoría en la Presidencia, el resto, Alonso Puerta, Antonio Elorza y demás, no quisieron ligarse a aquellas afirmaciones taxativas. Por tanto, la primera propuesta que hay sobre una Europa alternativa es del Partido Comunista de España. Cuando pasa el tiempo IU asume ese discurso, pero no en un acto oficial, sino que se va imponiendo. Nos damos cuenta de que si los Estados no pueden pedir préstamos a sus bancos centrales, a un porcentaje a veces simbólico, tienen que irse a la banca privada, desaparece la autonomía de los Estados, en fin, lo que estamos viendo ahora…. ¡era evidente! Pero en frente estaba la mentecatez de esta gente progre que son víctimas del primero que llega y les dice cuatro zalamerías, porque el europeísmo en su versión más degradada, inútil, zafia e ignorante era el que corría por Europa, empezando por el Partido Comunista Italiano. Me llevó el camarada Palero a Estrasburgo, seguramente para desasnarme (sic), y allí encontré camaradas del PCI con un discurso horrible sobre Europa. Es una decisión que se toma previo debate económico y político, pero llega la campaña en contra del PSOE, que ha estado infiltrado entre nosotros gracias a los nombres que ya conocemos, y a algunos le empiezan a temblar las piernas. La noche famosa de la III Asamblea Federal de IU, yo tenía un pacto con Andoni Pérez Ayala. A propuesta suya, yo asumiría en el resumen del informe de gestión el rechazo al Tratado de Maastricht. Esto no lo sabía nadie, más que la dirección más cercana. Aquello fue Troya. Mitos vivos del Partido, cuyo nombre no voy a citar, me dijeron aquella noche que tenía que cambiar de posición, gente que me ha merecido un respeto tremendo, pero que estaban presos de un discurso que asociaba Europa con la idea de progreso, democracia y libertades. Después tuvimos que pagar la multa: una escisión del Grupo Parlamentario, la expulsión de Nueva Izquierda por lo que hicieron en Galicia… Fueron épocas muy difíciles, muy difíciles. Tengo que añadir que tras haber oído a sus señorías reírse de nuestra posición desde la tribuna del Congreso me abordaron Isabel Tocino y Rodrigo Rato en los pasillos para decirme que llevábamos razón, así como Salvador Jové escuchó a Borrell en el Aeropuerto del Prat las mismas palabras. Esta hipocresía demuestra hasta donde ha llegado la política. Luego, cuando pasan los años, pues sí, se demuestra que llevábamos razón, pero ahora, ¿quién te quita los malos ratos, las tensiones, los sufrimientos que todo eso ha provocado?
M.O.: Hay un hilo conductor entre aquellos que plantearon la desaparición del PCE en el 91 y los que planearon el “sí crítico” a Maastricht.
J.A.: Efectivamente, son los mismos. El “sí crítico” a Maastricht es absurdo. Los botones son sí, no y abstención. Cuando Maastricht se aprueba, ellos sufren una decepción, pero siguieron defendiendo su Europa ideal. Cuando he leído hace cuatro años a Nicolás Sartorius decir que nos engañaron con Maastricht, me invadió la tristeza, y digo tristeza por no decir otra cosa.
M.O.: Y son los mismos que en su momento plantearon que Izquierda Unida se convirtiera en partido político, en una organización postcomunista en la que se disolviera el PCE. Un modelo volcado en la institución, que negase el conflicto, el de clase especialmente, y que entendiese la elaboración colectiva como reuniones de expertos, no como participación para el programa y la movilización.
J.A.: El Partido tenía dos almas, el alma que estaba fuera, era la dirección, en la Unión Soviética, en Francia; y el alma que estaba dentro. Lo habitual de la unidad de la izquierda en Francia era la unión parlamentaria con el grupo socialista, pero aquí, en la clandestinidad, había que buscarse otras maneras, anarquistas, cristianos de base, asociaciones… es decir, todas las tribus malditas, no teníamos otra manera. Pero eso generó una educación y un convencimiento de que el camino era dar forma al bloque histórico, lo otro era el bloque parlamentario. Convocatoria por Andalucía, que fue la aplicación en un territorio concreto de la idea de Convergencia que Gerardo impulsó, acaba con la visión de que el bloque consistía en unirse al PSOE, algo en lo que Santiago [Carrillo] insistía pese a estar en minoría en el Comité Ejecutivo, aduciendo que había que hacer un agujero en la línea de flotación del PSOE. “Pero qué buen secretario general se ha perdido el PSOE”, se escuchaba en los pasillos. Él llevaba dentro de sí, personalmente, el estigma de su ruptura con el PSOE. El problema nuestro ha sido siempre el tema del PSOE. Seré un bárbaro, sin problema, pero con el PSOE no cuento estratégicamente para nada, porque considero que hace mucho tiempo dejaron de ser una formación política de izquierdas, ya desde los tiempos de Bad Godesberg. Entonces la socialdemocracia alemana abandona el marxismo, y después Felipe González hace lo mismo. Es una organización que administra el sistema, es la cara amable, que realiza las faenas que la derecha carece de apoyo popular para hacer. Esto que estoy diciendo creo que está avalado por la historia. Con el PSOE se puede llegar a acuerdos puntuales en un ayuntamiento, con un programa siempre, pero pensar en el PSOE en un línea estratégica, francamente es no saber en qué mundo estamos. Y repito, no estoy en contra de pactos, pero sabiendo dónde están los límites de esos pactos. ¿Cuál era la alternativa que teníamos? La que estamos ahora insistiendo, y que no termina de cuajar: la unidad popular, o como queramos llamarlo, pero con programas, con constancia, con movilización, sabiendo qué se moviliza, con el uso de las instituciones como altavoz. (Por cierto, ¿qué pintamos nosotros metidos en todas las comisiones? Cuando decimos que tenemos que cumplir con las obligaciones de la vida parlamentaria nos castramos políticamente. Hay que estar en la calle, con los nuestros, y cuando tengamos más diputados ya veremos). En el año 90, redacto las tesis de la II Asamblea Federal de IU, en ellas hay un párrafo que dice que no podemos aceptar acríticamente tres conceptos que maneja la derecha: el mercado autorregulado, la competitividad y el crecimiento sostenido. En el Secretariado del PCE, o sea el órgano más inmediato de dirección, Juan Berga, Paco Palero, Azcona y demás opinaron que aquello no debía formar parte de las tesis. Aquella escena me trajo a la memoria cuando estuve en la Unión Soviética en el año 88. En el Comité Central en la sesión delegada para asuntos sociales, al escuchar a los camaradas del PCUS hablar del capitalismo me permitió entender lo que después fue la Perestroika.
Aún así hay que señalar los numerosos intentos de ofrecer acuerdos al PSOE sobre la base de propuestas concretas. Al señor González le ofrecimos 25 puntos para pactar una nueva situación desde la izquierda, esa fue la expresión que utilizamos, que ignoró. A Joaquín Almunia, 13 puntos. Prefirieron a CiU. Eso está en la historia, y no se puede negar. ¿Que yo era duro?, sin duda. Yo en política no he sido muy de la finezza, he dicho las cosas duras. Cuando Aznar llega al gobierno, IU lanza una propuesta de movilización, a la que los sindicatos ni siquiera respondieron, ninguno, el PSOE sí, nos entrevistamos en Gobelas, y llevamos un documento en el que advertíamos que seguiríamos con los GAL. Seis meses de negociación en los que mostraron no estar dispuestos a aceptar nada, especialmente en la cuestión económica, lo que llevó a Juan francisco Martín Seco a mostrarnos lo estéril de aquellas conversaciones. Lo que nos planteaban era que nos entregásemos con armas y bagajes, mientras nosotros manteníamos que las conversaciones debían realizarse de igual a igual. Y eso es todo lo que ha dado lugar a lo que ha pasado después. Pero nosotros debatíamos colectivamente y a fondo, eso sí, con casos muy curiosos de gente que vota algo y cuando sale por la puerta dice lo contrario. Otro asunto: Lizarra. Cuando Javier Madrazo planteó el asunto en la Presidencia Federal obtuvo el apoyo entusiasta. Yo estaba de acuerdo, pero también planteábamos el peligro de tener en frente a la opinión pública, lo que efectivamente ocurrió. Eso provocó que mucha gente comenzara a temblar y que llevásemos de nuevo el asunto a la Presidencia, donde fue ratificado de nuevo acompañado de una propuesta de campaña para que los dirigentes fuésemos a los territorios a explicar el asunto. Fuimos dos. A mi El País me la ha traído al fresco siempre, me da igual lo que diga, que escriban lo que quieran, pero yo no les hago ni puñetero caso, no lo he leído nunca, a mi no me dirige un periódico.
M.O.: ¿Y cómo viviste el debate sobre el PCE e IU entre los “nuestros”?
J.A.: El PCE y PSUC tenían una solera heredada. Aquel partido, a pesar de Santiago Carrillo, tenía enjundia, posos… yo me he llevado muy bien con Simón Sánchez Montero, con Paco Romero Marín, con Santiago Álvarez. Algunos de ellos no entendían mucho lo de Izquierda Unida, ¡y lo entiendo! Habían estado en la Guerra Civil, habían estado en la Unión Soviética, pero tenían esa disciplina de entender que aquello podría ser un camino. Y he hablado con ellos mucho, sobre todo en esos momentos en los que uno ha podido sentir la soledad y he hablado con Romero Marín y me ha dicho “pa`lante!”
M.O.: Si un “Tanque” te empuja a seguir…
J.A.: Yo es que a esa gente la prefiero a los “modelnos”, que cualquier editorial de un periódico los hace vacilar y adoptar posiciones contrarias a las que se han tomado, después de un debate profundo, pero bueno, en fin…
M.O.: Esta última referencia me hace pensar en los debates que debisteis tener ante la posibilidad de que las siglas del partido desapareciesen de las papeletas electorales. Debates que hoy se reproducen a cuenta de la confluencia electoral, y ya no sólo en el PCE, sino en IU, y en Podemos. Con las municipales y autonómicas a la vuelta de la esquina y con el tiempo que lleva funcionando la idea de Unidos Podemos, ¿qué hacemos? ¿Nos dedicamos a construir Bloque Social, nos dedicamos a la confluencia electoral?
J.A.: El otro día, en Cabra, hice un símil: imaginemos a un entrenador, uno de los mejores entrenadores de fútbol del mundo, está en la pizarra trazando brillantes jugadas de estrategia, cuando el balón por aquí, el extremo corre , etc. ¡un genio! pero cuando se da la vuelta no hay jugadores siguiendo la lección magistral. Lanzamos ideas, que salen en los medios, que en sí son correctas, pero que no pasan el ámbito del ente de razón. Porque mientras que la militancia no asuma, eso no sirve para nada. En el caso de Unidos Podemos se ha perdido mucho tiempo, hay que decirlo, y se lo he dicho a los dos [Pablo Iglesias y Alberto Garzón]: inmediatamente que sale Unidos Podemos, ustedes dos, dirigentes, con sus equipos de dirección, no con sus equipos áulicos, sino con sus equipos de dirección, se van por las comunidades autónomas, se meten en asambleas a explicar que si en un territorio hay dudas en IU sobre los compañeros de Podemos o viceversa, hay una causa mayor, como lo entendimos en el Frente Popular, como lo entendimos durante el franquismo. Repasemos la historia, ¿con qué gente hemos ido en el Frente Popular?, el que te está hablando, por encargo del Partido, se metió, junto con Herminio Trigo en el Servicio Español de Magisterio, ¿hay cosas más gordas que eso? Pues las hicimos, porque había una política. Y hasta organizar a la propia derecha liberal en Córdoba para que se metiera en la Junta Democrática. Y debía hacerse así, con direcciones intermedias y hoy tendríamos resueltos muchos problemas. Y no hablo ya de Unidos Podemos, hablo también de Equo y de todas esas familias que hay por ahí, que están deseando encontrarse con debates. Ahora han lanzado un papel Pablo Iglesias y Alberto que está muy bien, ya lo he escrito, pero falta un año para las elecciones y ¿dónde está el trabajo, los programas conjuntos, la movilización?, otra vez por arriba. Pasan los meses y si no se corrige, cuando llegue el mes de abril, si no ha habido gente trabajando por abajo, llegarán las angustias por las listas, y eso es un desastre.
M.O.: El 15M también nos dice que es posible un programa de ruptura.
J.A.: Todos recurrimos al 15M pero ya es hora de desmitificar. El 15M fue algo extraordinario, un fogonazo impresionante, pero, no se puede estar todo el día en permanente asamblea en el Ágora, esto no es Atenas, hay que organizar y hay que jerarquízar. Porque la democracia también es jerarquía, jerarquía de funciones, no jerarquía nobiliaria, de esencias, revisable en cualquier momento y quitable de medio. El “no nos representan” fue un grito, pero si ese grito no se organiza… cuando Lenin hablaba de organización, yo no he visto otra cosa que haya superado eso. A ver si alguien lo inventa, ¿no?
M.O.: Se han cumplido 41 años de la legalización del Partido Comunista de España…
J.A.: Sí señor. Y me acuerdo siempre de una anécdota. ¿Sabes cómo me enteré? Estaba en Trasierra, tenía alquilada una casa y estábamos preparando las elecciones, iba allí los fines de semana y allí el Partido se reunía, y allí se guardaba material. No había teléfono y claro, Sábado Santo, yo tranquilo, trabajando, llega el domingo, llegó el lunes, me voy a mi trabajo, llego a la escuela, oye que han legalizado al Partido. ¿Qué Partido?, digo, ¡el comunista! Y así me enteré. Me contaron que una mujer se había desmayado al ver una manifestación pensando que venía otra guerra civil. El partido había dado la directriz de que poco a poco nos fuésemos dando a conocer. Hay otra anécdota en Trasierra, mes de septiembre del año 76, en la que estaba hablando con un cura y con un inspector de enseñanza primaria que eran amiguetes, ellos eran muy demócratas, decían: todos los partidos tienen que estar, la democracia, bla bla… la ocasión la pintan calva me dije, “me alegro que penséis esto, me voy a presentar, soy miembro de la dirección del Partido” y mira, se les puso una cara, estaban hablando: “no si el demonio es bueno que esté”,… cuando de repente el demonio estaba allí presente delante de ellos.
M.O.: Eso tuvo que pasar en muchos sitios, que de repente se conoció la identidad comunista de mucha gente, y que algunos no se lo creyeran… gente que había estado al frente de la asociación de vecinos o de otros colectivos, trabajando…
J.A.: La Asociación de Vecinos el Parque Cruz Conde tuvo tres secretarios comunistas. Mi ex cuñado Fernando López, yo que lo sustituí, y Domingo el Nava, y se enteraron los socios después, pero bueno, es que trabajábamos, que es lo importante.
M.O.: Eso forma parte de los debates y conclusiones del XX Congreso. Hemos hecho autocrítica de la apuesta en su momento por las agrupaciones territoriales, abandonando el trabajo sectorial porque lo importante eran las instituciones y lo electoral.
J.A.: Y el debate sobre el abandono del leninismo, que forma parte de lo mismo, eso es lo que había ahí detrás. En el Congreso de Bellavista de 1978, que estuvo con nosotros Alberti, al discutir lo del leninismo, intervino Paco de Asís señalando la relevancia del asunto y proponiendo que retomásemos pausadamente ese debate tras el Congreso. La respuesta de Carrillo, en su línea, fue acusar al camarada de que no quería que el Partido avanzase. Y fíjate, vidas paralelas. Felipe González anuncia su Bad Godesberg en Nueva York, aquella famosa frase, “prefiero que me mate un navajero en Nueva York, que morir de asco en Moscú”. Santiago Carrillo anuncia el abandono del leninismo en Nueva York. Achille Occhetto anuncia la desaparición del PCI en Nueva York. Por eso, cuando me enteré que Pablo Iglesias había ido a Nueva York dije ¡madre mía!….Ya empezamos, me dije…después no ha sido así, claro, lo digo como anécdota cariñosa.
M.O.: Hemos recuperado la definición del marxismo-leninismo que en palabras del nuevo Secretario General, Enrique Santiago, supone cambios concretos y en la práctica que nos permitan recuperar nuestra presencia organizada en el conflicto, en los frentes de trabajo y en los frentes de lucha. ¿Has seguido nuestro Congreso? ¿Qué te parecen sus conclusiones?
J.A.: Yo siempre hablo de la necesidad de los comunistas, siempre he distinguido entre comunismo, comunistas y Partido porque a veces no son lo mismo. Hoy el análisis comunista de troquel marxista, porque hay muchos comunismos, ha sido ratificado en el análisis por la historia, y por las luchas por las libertades y por las revoluciones que se han hecho en su hombre, con los horrores y errores que haya habido. Y me gustaría debatir sobre el futuro de la formación Partido Comunista, como tal partido, pero antes de que me excomulguen, o me insulten, diré de antemano que si esto no cambia, yo moriré en el seno del PCE, cuando me muera quiero una bandera roja, no me vayan a acusar de traidor. No. Quede claro. Yo veo una organización comunista, en la que seamos marxistas, y no de nombre, eso es un trabajo permanente de autoeducación, en la que tengamos dos obligaciones, una las reuniones, las justas, y otra es que el militante, por el hecho de serlo, tiene que estar en un frente de lucha, eso es obligatorio, se llame sindicato, asociación de vecinos, colectivo ecologista, frente por la paz, como se llame, pero además acreditado, y que su función sea permanentemente crear hegemonía. La tuvimos durante el franquismo y no estábamos todo el día con el carné en la mano, porque no lo podías tener. Yo no sé qué forma será esa. Yo creo que el comunismo debe aprender una lección un tanto evangélica, renunciar a muchas cosas para ganar. Pero no quiero decir mucho más sobre ésto porque ya lo he dicho a los Secretarios Generales, al de antes y al de ahora, y esto hay que debatirlo bien, no en una entrevista. Pero bueno, lo insinúo, quiero una organización de comunistas tallados en el troquel marxista, viva, actuante. El sujeto hoy del cambio es muy plural, muy diverso, y alguien tiene que organizarlo, y yo creo que somos nosotros. Por eso, lo que ha debatido y concluido el XX Congreso lo sigo con ilusión y veremos cómo se desarrollan esos acuerdos. Por ejemplo, yo creo que en el Partido habría que debatir ya los problemas del crecimiento y del concepto de calidad de vida. ¿Qué es vivir bien?
M.O.: El conflicto capital-vida, la huelga feminista lo ha planteado.
J.A.: Efectivamente, desde la actitud de conservación que conlleva la defensa de la naturaleza y el equilibrio, a veces ser conservador no es malo, hay actitudes “conservadoras” que son muy correctas, la reutilización de los recursos, por ejemplo.
M.O.: O el discurso de la austeridad que planteó Berlinguer.
J.A.: Pero si la palabra austeridad es tan bonita. Tuve un debate con un camarada de Valencia, entrañable, extraordinario, en pleno Comité Central me decía que no debíamos hablar de austeridad, porque eso sonaba mal, que echaba a la gente para atrás. No estaba siendo entendida porque nos han robado también esa bella palabra. ¿Qué es austeridad? que tú vivas pero que los demás también vivan, y compartas. Poder vivir en una casa, tener una chaquetita, un jersey, que comas todos los días, y que después tengas la posibilidad de una sociedad viva, libre, de relacionarte.
M.O.: Cambiamos de tercio. ¿Hay presos políticos en España?
J.A.: Sí.
M.O.: Qué contundente.
J.A.: Sí. Cuando me han preguntado he sido cauto. He dicho que había políticos presos. Pero ahora voy a ser claro. En el momento en que hay unos señores, que están presos por una imputación que no se tiene en pie, y que no entiendo cómo un juez es capaz de mantener esto, y no hago si no sumarme a la crítica que otros profesores hacen, es un auténtico disparate, un atropello, y son presos preventivos, a los que no se ha juzgado. Automáticamente ese hecho, los transforma en presos políticos, sí.
M.O.: Sufrimos un aumento del autoritarismo y de la represión. Raperos, titiriteros, sindicalistas, se usa la legislación antiterrorista para juzgar peleas de bar, meten en prisión a gentes por decir que los Borbones son unos ladrones…¿no corremos el peligro de asumir con normalidad este retroceso democrático en las libertades civiles?
J.A.: Y te diré algo más, además de eso, que comparto. Lo que está pasando con la señora Cifuentes sitúa a España en la antesala de la dictadura. En España no estamos en democracia, estamos en una no-dictadura formal, que no es lo mismo. Hay elecciones, pero a partir de ahí el concepto democracia no es esta especie de miniatura de juguete, porque el poder económico y político sigue enquistado en los tres poderes del Estado, incluido el judicial. Funcionan los amiguetes, de la misma manera que funcionaron con Franco, pero con una particularidad, y es que Franco no creó nada. Franco es hijo del franquismo, que es anterior. Me explico. En este país, durante siglos, en el poder económico, el poder político y el poder judicial se han establecido relaciones a través de cacerías, comidas, enlaces matrimoniales, veraneos conjuntos… hay una relación extra institucional que funciona como una trama, el funcionamiento habitual de España los últimos siglos, que Franco institucionalizó, pero que el no inventó. Y junto a ello la alianza del trono y del altar. Nunca ha tenido la Iglesia Católica tantos privilegios, nunca como hasta ahora, elevando a rango constitucional la relación entre la Iglesia y el Estado. El patriotismo más de plastilina, de oropel y de ganchillo. Una parte de la población ha sido educada en eso, y se le alimenta. Y en eso no se puede condescender, hay que enfrentarse. La iglesia es una entidad de poder económico que usa todo este folklore, que está enraizado en tendencias atávicas e idolátricas de la población, para decir que ella es la salvación. Y la Iglesia ya no es una propuesta de salvación, es una propuesta de poder. Estamos en una situación que ya sucedió en la II República bajo el gobierno de la CEDA, y vamos a peor. Que un país como esté, que está gobernado por una célula de delincuentes habituales, que roza el calificativo de hampa, condenen ideas, no hechos, nos lleva a estar en plena Inquisición, estamos retomando la España de la Contrarreforma sin darnos cuenta.
M.O.: ¿No crees que le abdicación de Juan Carlos I en Felipe VI tenía todas la intención de poder mantener esa trama y esos privilegios?
J.A.: Sí. Y no es la primera vez. En el año 93 empezó a funcionar una consigna que era la conjura republicana, que era muy rara, porque figuraba ahí Luis María Ansón, y no era una conjura republicana, era un intento de quitar de en medio al Rey, cuando se levantaron las cosas de Javier de la Rosa y de Mario Conde y empezaron a salir las trapisondas del monarca, y había que salvar la Monarquía. Después lo de Botswana y la vida del Rey, que a mí no me importa con quién se acueste ese señor, pero que pague de su bolsillo, no del bolsillo de los españoles. Claro que había que quitarlo de en medio. Después, han hecho el paripé y lo tienen ahí como rey emérito. Y el nuevo Rey educado en escuela prusiana, este nieto de Federica de Grecia, que era prusiana, es el nieto perfecto, es un monarca conservador, moderno, sabe inglés y demás, por eso es más peligroso. Y es un monarca que está jugando un papel. Nunca antes la monarquía ha tenido tanto papel para encajar en todo esto. Lo que pasa es que a él le falta todavía haber conseguido pasar por héroe, lo del 23F, que fue su padre el que lo impulsó, está claro, y parece ser que hay determinados acontecimientos domésticos que le pueden facilitar ese heroísmo. Y tiene el apoyo de los sectores de poder económicos, y Ciudadanos, también.
M.O.: ¿Entra Ciudadanos en la operación restauradora?
J.A.: Sí, parece que el capital, que tiene gente muy inteligente, apoya a Ciudadanos frente a algo que está quemado que es Rajoy, pero si yo fuese el capital tampoco me fiaría mucho de Ciudadanos, pero no porque salgan rojos, sino porque es un hombre y una fuerza política que son como Narciso, muy de lo que digan los periódicos, muy a la imagen, y por tanto el capital encuentra ante un Partido corrupto, a unos chicos jóvenes que hablan de honestidad y demás, pero que yo francamente no me fiaría de ellos, ni siquiera como capital.
M.O.: Quizá los estén utilizando para una recomposición de la derecha política en España, y vayamos a una especie de Unión Patriótica a la francesa…
J.A.: O un cambio procedente del PSOE bajo la égida de Felipe González, reconciliado con un Sánchez reconvertido de nuevo, que entienda que por deberes con la patria se impone una política de unidad frente a la derecha más rancia, mira Andalucía.
M.O.: Un mensaje final para los lectores y lectoras de Mundo Obrero.
J.A.: Ha sido una conversación muy agradable y quisiera que constase. Entre otras razones porque uno ha dicho lo que piensa. Es un momento para que una fuerza política como los comunistas de origen marxista repiensen que ésta es su ocasión. Pero su ocasión no son cinco minutos, es un tiempo histórico, es el momento, y éste es el momento.
Fuente de la entrevista: Mundo Obrero, 19/04/2018