La lucha de las mujeres y Palmiro Togliatti
Cristina García González
Fuente original: https://www.gramsci.cat/2020/07/la-lluita-de-les-dones-i-palmiro.html
Seis conferencias pronunciadas entre 1945 y 1959 por el dirigente comunista Palmiro Togliatti se recogen en el volumen La emancipación femenina (2019), editado por Akal. En ellas, el lector puede hacerse una idea de qué tareas, en el campo de la lucha contra la opresión de las mujeres, se proponía el Partido Comunista Italiano, partido de masas. También resulta interesante constatar, desde nuestro presente, cómo y en qué numerosos sentidos ha cambiado el mundo durante los últimos 70 años.
Nuevas costumbres de vida
“La cuestión de la posición de las mujeres en la sociedad no puede reducirse al mero aspecto económico”, comenzaba Togliatti, en 1954, frente al auditorio de la I Conferencia nacional de las jóvenes comunistas. Con esta idea, lejana a ciertos marxismos, se proponía discutir tres frentes de lucha importantes para el movimiento de entonces: la liberación de las mujeres a través del sufragio universal, la liberación a través del acceso al trabajo asalariado y la liberación a través de la transformación técnica de las tareas domésticas.
A pesar de la relación que se estableció en las elecciones generales italianas de 1946, las primeras tras la Segunda Guerra Mundial, entre el primer sufragio femenino y los resultados favorables al partido Democracia Cristiana, Togliatti animaba a las mujeres comunistas a aceptar esa realidad de género manifestada en las urnas, así como a reflexionar honestamente sobre la influencia que la iglesia y los valores tradicionales ejercían sobre tantas mujeres, evitando la comodidad de la condena y el desprecio. Respecto al acceso femenino generalizado al mercado laboral, Togliatti apoyaba a las comunistas en sus demandas y en su deseo de formarse profesionalmente, aunque sin perder de vista la crítica del trabajo explotado como fuente de desigualdades. Por último, en referencia a la mecanización de las labores domésticas para aligerar la carga de trabajo de las mujeres, Togliatti decía proféticamente: “el día que puedan estar a disposición de todas las mujeres lavadoras y otras instalaciones mecánicas para las tareas domésticas, aquel día la vida de la mujer sería diferente y las mujeres serán más libres. Pero, ¿libres para hacer qué? El centro de la cuestión es el libre desarrollo de una personalidad femenina, y para ello no son necesarias únicamente máquinas nuevas”. En este punto, se planteaba una dicotomía importante: o bien renegar de la vida cotidiana habitual y suprimirla a través del mercado laboral y robots, o bien dotarla de plenitud y reasumirla crítica e igualitariamente.
Estas cuestiones se sitúan claramente más allá de palancas económicas y enmiendas inmediatas al capitalismo; conforman, más bien, una sensibilidad política de mirada larga, que opta por una reconciliación crítica con el mundo existente y el capilar y costoso trabajo de creación ética común, de ruptura masiva con la identificación y la vida del mundo burgués. De este modo, la mujer revolucionaria debía aprender a pensar en clave de costumbres y relaciones sociales totales, en espacios de vida reales más allá de leyes y esquemas formales. En la estela de la filosofía de la praxis, comenzada por Antonio Labriola y profundizada pacientemente por Antonio Gramsci, economía, vida cotidiana, política y ética no debían constituir esferas de lucha jerárquicas o excluyentes.
“A vuestro alrededor, en el ámbito familiar, en casa, en el suburbio, en el trabajo, en la diversión, se mueven y viven miles y miles de chicas inscritas en la Acción Católica, pertenecientes a partidos distintos al nuestro, o también del todo desorganizadas…” – seguía Togliatti – a las que se debían atención, puentes y mediaciones. Resulta un hecho frecuente la reacción desconfiada por parte de las mujeres hacia quienes hablen de su situación familiar e íntima negativamente y con superioridad moral; los valores heredados y la vida que se tiene no siempre son únicamente un yugo, sino que a menudo configuran también un hogar. Por ello, enfrentarse en minoría vanguardista o dogmática a una sólida cultura material de vida suele conllevar grandes riesgos y rupturas sociales; en la lucha por la liberación femenina resultaba importante no perder pie respecto de las costumbres, anhelos y miedos de la totalidad de mujeres trabajadoras italianas – hecho que ya habían puesto en práctica organizaciones anteriores como las Mujeres Libres en España o el Zhenodtel en la URSS. Es esta una noción de democracia radical, basada en una voluntad universalizadora y en la construcción de proyectos amplios que reconozcan e impliquen a todos sus participantes.
Palmiro Togliatti se mostraba heredero de la preocupación de Antonio Gramsci por las distancias intelectuales entre los distintos estratos de un sector social. En este sentido, las intelectuales comunistas debían velar por reducir dichas distancias, pero no coartando a sus personalidades más agudas y capaces sino trabajando tenazmente por elevar el nivel cultural y las capacidades generales de la masa, con la mirada puesta en un bloque histórico cohesionado y sin separaciones infranqueables entre mujeres y hombres, pero tampoco entre mujeres dirigentes y emancipadas y otras mujeres, trabajadoras también, pero retrógradas y excluidas. En coherencia con esta perspectiva, el Partido Comunista Italiano contribuyó a crear, en 1945 y recogiendo precedentes antifascistas, la Unione donne italiane (UDI). Esta organización, que no debía ser en ningún caso un brazo oculto y conspirador del PCI sino que debía tener vida propia y agrupar sensibilidades amplias, era definida así por Togliatti:
“Una gran organización de mujeres italianas que sea única y compacta, pero a la vez múltiple en sus iniciativas a favor de las mujeres, de las familias, de la infancia, y múltiple, por tanto, en sus formas de actividad…”
La existencia de la UDI, además, podía posibilitar que las mujeres militantes del PCI no se ocupasen, en el interior del partido, principalmente de aquellas cuestiones referentes a la lucha femenina, sino que pudiesen ensanchar sus horizontes y capacidades ocupándose de cualquier otra actividad en supuesta igualdad con los hombres, abriendo la posibilidad de enriquecer sus propios frentes de lucha con los problemas globales de la totalidad social, de los que en realidad siempre habían formado parte inseparable.
Recogiendo la experiencia
En el presente año 2020 se ha cumplido el 40 aniversario de la muerte de Giulia Adinolfi Sellitti, comunista italiana casada con Manuel Sacristán e instalada en Barcelona durante la clandestinidad del PSUC y hasta el fin de su vida. Si pretendemos reflexionar sobre la lucha de las mujeres en el marco de una tradición italianizante y democrática, que recupera el hilo gramsciano y de la historicidad inmanente, resulta imprescindible recordarla.
Durante toda su vida, Giulia acompañó desde dentro y con reflexión crítica la construcción política de movimientos feministas, sindicales y anticapitalistas. En los años que sobrevivió a Togliatti, pudo ver qué clase de mundo se desplegaba cuando el sufragio femenino, el acceso normalizado al mercado laboral o los trabajos domésticos mecanizados por multinacionales eran ya realidades cotidianas para muchas mujeres italianas o españolas. Un proyecto de iniciativa legislativa popular de la sección femenina del PCI ponía de manifiesto, en 1989, las nuevas problemáticas de las mujeres relacionadas con la desposesión del propio tiempo de vida, situación llamada por algunas feministas malestar en la emancipación:
“Hacernos dueñas y señoras del propio tiempo dando el valor que tienen a cada una de las fases de la vida, ampliar a todos la responsabilidad que supone el cuidado de los otros, dar cuerpo a una democracia de la vida cotidiana: todo eso implica volver a pensar muchas de nuestras actividades consideradas naturales o inevitables…”
Giulia también pudo ver la doble cara de la moneda tras las Jornades Catalanes de la Dona de 1976, en las que participó con interés: la ampliación de las libertades reproductivas o matrimoniales femeninas también vino de la mano de una liberación sexual más relacionada con el individualismo y el consumo rápido, agresivo y competitivo de sexo que con una libertad comunitaria. Es esta sin duda la antesala del contexto actual. A pesar de que el movimiento feminista haya obrado cambios que han hecho la vida de las mujeres más libre, a día de hoy se encuentra ferozmente dividido por contradicciones internas y pugnas ideológicas entre sus múltiples corrientes, así como combatido exteriormente, con la misma beligerancia, por la propaganda de la extrema derecha y el machismo. En estas coordenadas, que tienen consecuencias devastadoras a nivel práctico y cotidiano, tan solo queda la salida de construir proyectos comunes y factibles, que permitan reconciliaciones y costumbres nuevas. La mirada de Giulia estaba en sintonía con la propuesta recogida por Togliatti: saberse parte de un mundo, complejo y de múltiples relaciones sociales, y analizar atentamente las culturas femeninas y subalternas para distinguir qué hay en ellas de represivo y de valioso, universalizable y cohesionador. Giulia no nos dejó grandes conferencias ni libros publicados, tan solo algunas ideas esbozadas como mensajes dentro de una botella.
Bibliografía
García, C. (2020, enero). Veure’ns part d’un món. Catarsi: https://catarsimagazin.cat/veurens-part-dun-mon/
Revista Mientras tanto, números 42 (1990) y 94 (2005).
Togliatti, P. (2019) La emancipación femenina. Akal ediciones, Madrid