Un punto de encuentro para las alternativas sociales

Un marxista ecologista comprometido, profesor de Metodología de las ciencias sociales y editor de las OME, analiza las nociones de ciencia en Marx y su trabajo como científico

Salvador López Arnal

Presentación de: Manuel Sacristán Luzón, El trabajo científico de Marx y su noción de ciencia, Vilassar de Mar: Montesinos, 2020, edición y anotación de David Vila y S. López Arnal (https://www.editorial-montesinos.com/ensayo/3296-el-trabajo-cientifico-de-marx-y-su-nocion-de-ciencia-9788418550010.html)

*

No es este trabajo del traductor de Platón, Lukács y Quine un texto de divulgación ni un escrito de intervención política. No es un material para un curso de introducción a las teorías marxianas pensado para militantes y activistas sociales. No es tampoco un texto que permita una lectura rápida, inatenta o superficial. “El trabajo científico de Marx y su noción de ciencia” es un trabajo temáticamente complejo, filosóficamente denso (y penetrante) de principio a fin, con interpretaciones, conjeturas e hipótesis sugerentes (y arriesgadas) que reclama la atención, los subrayados y el esfuerzo del lector/a. La compensación: los frutos obtenidos. Transitar por un riguroso (e inusual) sendero filosófico que permite adentrarse, con más de un toque de humor y con un estilo limpio y conciso que recuerda el de Edward P. Thompson, en asuntos epistemológicos y de historia de las ideas, al tiempo que se observa in fieri un cultivo enriquecedor, crítico, nada talmúdico y muy libre de la tradición marxista.

Por su sólida y trabada argumentación, por su belleza expositiva, por los andamios usados en la construcción de las ideas, en el decir de Jaime Gil de Biedma, “El trabajo científico de Marx y su noción de ciencia” fue un trabajo singular en el marxismo español (y no sólo español) de los años setenta del pasado siglo. Filósofos como Francisco Fernández Buey [1], Juan-Ramón Capella, Javier Muguerza, Miguel Candel y Antoni Domènech lo han considerado una de las mayores aportaciones filosóficas del que era director en aquellos años de la edición (finalmente interrumpida) de las OME, las Obras de Marx y Engels. El ensayo de José Sarrión Andaluz, La noción de ciencia en Manuel Sacristán [2], analiza el texto con detalle.

El prologuista y traductor de El Capital, entonces profesor de Metodología de las Ciencias Sociales en la Facultad de Económicas de la UB tras su regreso a la universidad el curso 1976-77 después de su expulsión política en 1965, buen conocedor de los manuscritos marxianos y de la correspondencia de Marx y Engels [3], pensó aquí, como en tantas otras ocasiones, con su amueblada, incisiva y bifronte cabeza filosófica marxista y lógico-epistemológica. El texto es un excelente ejemplo del marxismo creativo, sin postulados o principios acríticamente aceptados, siempre aderezado con su competencia y afición a la lógica y a la historia y filosofía de la ciencia, que Sacristán practicó siempre, desde que elaboró en los primeros meses de su militancia clandestina antifranquista en el PSUC-PCE, tras su vuelta en 1956 del Instituto de Lógica y Fundamentos de la Ciencia de la Universidad de Müntser, su primer material marxista [4], una entonces inusual guía para la lectura y estudio del Manifiesto Comunista [5], un texto que contó con la colaboración de Pilar Fibla, militante del Partido y discípula suya, y de su esposa y compañera, la hispanista comunista italiana Giulia Adinolfi.

Como Sacristán explica en su primera nota, “El trabajo científico de Marx y su noción de ciencia” tiene su origen en una conferencia del mismo título dictada en noviembre de 1978 en la Fundación Miró de Barcelona, dentro de un ciclo dedicado a Karl Marx. Dos asistentes, Juan-Ramón Capella y Jorge Vigil, de manera independiente, la grabaron y transcribieron. El autor de Las ideas gnoseológicas de Heidegger [6] compuso el texto definitivo, un trabajo de ‘filología marxista’ (“es decir, hablar del pensamiento de Marx, no presentar continuación -buena o mala, productiva o estéril- de su pensamiento”) en base a estas dos transcripciones previas, ampliando algunas temáticas, precisando más en algunos puntos, indicando referencias e incorporando observaciones y comentarios del rico y polémico coloquio de la conferencia que aquí también incluimos.

El texto se editó inicialmente en el número 2 de mientras tanto (enero-febrero de 1980, pp. 61-96), la revista que Sacristán más hizo suya y de la que fue director hasta su fallecimiento en agosto de 1985. Posteriormente fue incluido en Sobre Marx y marxismo, pp. 317-367, el primer volumen de  sus “Panfletos y materiales”.

No es, como se apuntó, un tema político el asunto central del escrito, aunque la crítica a la consideración del marxismo como ciencia tuviera, como señala el autor en las primeras líneas, sus derivaciones políticas más o menos inmediatas. Estamos ante temáticas propias de la historia de las ideas y de la filosofía de la ciencia: cuáles fueron las nociones de ciencia y qué tipo de ciencia practicó de hecho, en su trabajo científico-filosófico, el compañero de Jenny von Westphalen; cuál y qué tipo de influencia ejercieron en Marx las categorías y aspiraciones gnoseológicas de Hegel y de los jóvenes hegelianos.

Sacristán nos habla de inicio de tres nociones de ciencia, no dos como solía y suele afirmarse, presentes en la obra de Marx: la ciencia como crítica, la ciencia como Wissenschaft y, dicho en términos kuhnianos, la ciencia normal, al tiempo que explica, en su complejidad, el papel desempañado por las dos primeras nociones (y las ideas joven-hegelianas y hegelianas anexas) en el conjunto de la obra marxiana, en sus aspiraciones gnoseológicas, en el hacer de un filósofo y científico social atento siempre a las aportaciones de las ciencias naturales y también de la matemática.

Por detrás o al lado de lo señalado, numerosos temas de interés, esbozados en algunos casos, más desarrollados en otros: la forma adecuada de leer a los clásicos; la aproximación “filológica” a la obra de un autor; la dialéctica como método y aspiración y la existencia o inexistencia de un método propio en Marx; las aportaciones engelsianas injustamente menospreciadas y los “despistes científicos” marxianos; los errores, insuficiencias y desenfoques de los marxistas cientificistas; las “modas intelectuales” parisinas de aquellos años; la inexistencia de una simple y delimitadora “ruptura epistemológica” entre el Marx joven (especulativo) y el Marx maduro (científico); la ubicación de la obra marxiana en la historia de la economía y el papel de Smith y Ricardo en sus estudios económicos; el balance, nada simple, de la influencia de Hegel en Marx; la metodología del desarrollo y la idea de globalidad; el papel gnoseológico de las metáforas filosóficas; la aspiración marxiana al conocimiento de lo singular y los precedentes filosóficos de esa búsqueda (Spinoza, Leibniz); las complejidades de la evolución filosófica no-lineal de un autor tan poliédrico como Marx; las relaciones entre ciencia y metafísica en su obra; los insospechados y ricos senderos del contexto de descubrimiento de las teorías científicas; el papel y significado del llamado “método de exposición” marxiano; la relación entre lo lógico y lo histórico; la vinculación de la ciencia y la ideología, y el papel de los condicionamientos sociales en el conocimiento; los escenarios que posibilitan un desarrollo productivo, no sólo divulgativo y a golpes de citas, del marxismo,… La lista es extensa y más que sorprendente en un escrito de estas características que, como se indicó, tomó pie en una conferencia de una hora de duración y en el coloquio posterior.

La relación Hegel-Marx, asunto muy debatido en aquellos años, es uno de los temas centrales del texto. Sacristán muestra aquí, no fue la primera vez, su inusual y siempre creciente conocimiento no sólo de la obra marxiana sino también la del autor de la Fenomenología del Espíritu, por poco hegeliano, si fue realmente el caso, que él pudiera ser. No bastaba con metáforas gastadas sobre cabezas y pies invertidos, era necesario un análisis concreto y documentado, y no cerrado, que operara con honestidad intelectual, sin imposturas, sin aparentar conocimientos donde existían dudas, lagunas o temas no trabajados suficientemente que exigían mayor lectura, documentación, estudio y reflexión.

En agosto de 1983 desde México DF, durante su estancia en la UNAM, Sacristán escribía una carta a Antoni Domènech, reconociendo a sus 57 años una adicción incorregible a la lógica, a la epistemología y a la historia de la ciencia, al marxismo concernido, no meramente teórico o académico, y, por supuesto, a la política como ética de lo colectivo, un nudo central que nunca abandonó y que estuvo decisivamente presente en él, en su obra y en su hacer, hasta el final prematuro de sus días. El amigo de Miguel Sánchez Mazas, Jesús Mosterín y Víctor Sánchez de Zavala fue probablemente el primer y acaso más fecundo “marxista analítico” español, sin desvaríos formalistas, sin ubicar la historia en los márgenes o en el olvido, sin reducir la política a controversias de los claustros universitarios, moviéndose como pez en el agua en cuando menos dos de las tradiciones más importantes de la filosofía contemporánea (marxismo y filosofía analítica), siempre comprometido con realismo y fraternidad con los valores y las buenas prácticas de la tradición emancipadora comunista democrática, consciente de que el asunto central que andaba por detrás de tanta lectura (y no lectura) de Marx era la cuestión esencial de si la verdadera naturaleza del socialismo era intentar hacer lo mismo que el capitalismo, aunque mejor, más “eficazmente”, o consistía en vivir otra cosa.

Para un gramsciano y lógico como él, para este profesor de Metodología de las Ciencias Sociales y editor de las OME, la respuesta a la anterior disyuntiva no ofrecía ninguna dificultad.

*

Francisco Gallardo, Óscar Carpintero, Manuel Martínez Llaneza, Miguel Candel, Jordi Torrent Bestit, Alfredo Iglesias Diéguez, José Sarrión, los compañeros y compañeras de Espai Marx, Gerard Martín Plana y Eduard Rodríguez Farré nos han sido de gran ayuda en la resolución de algunas dudas. Mercedes Iglesias Serrano ha sido imprescindible para la realización de nuestro trabajo conjunto de edición. Gracias a todos ellos. Las decisiones finales y los posibles errores están, todos ellos, en nuestro debe.

Hemos incluido la transcripción del animado rico coloquio que siguió a la conferencia.

Se han añadido, con el ánimo de ayudar al lector, algunas (breves) notas de edición a pie de página que diferenciamos de las del autor por las siglas NE. Nuestras observaciones más extensas las hemos reunido en un apartado final que hemos titulado “Notas complementarias”. Se distinguen por un asterisco y dos corchetes. Por ejemplo, [*1] remite a la nota complementaria 1.

Buena y provechosa lectura. Pasen, lean, anoten, asómbrense… y relean en ocasiones.

 

Notas

1) Véanse, por ejemplo, sus declaraciones para los documentales sobre la vida y obra de Sacristán dirigidos por Xavier Juncosa, “Integral Sacristán”, Mataró, El Viejo Topo, 2006.

2) Véase José Sarrión, La noción de ciencia en Manuel Sacristán, Madrid, Dykinson, 2017.

3) Un ejemplo: M. Sacristán “Los últimos años de Marx en su correspondencia” , http://www.rebelion.org/docs/119243.pdf, esquema desarrollado de una conferencia impartida en la Universidad Complutense de Madrid en el primer centenario del fallecimiento de Marx.

4) La definición del autor (Sobre Marx y marxismo, Barcelona, Icaria, 1983, p. 7): “Un “material” es un escrito destinado a ser utilizado en el curso de una discusión determinada por gente a la que uno conoce, mejor o peor; o bien en una escuela de partido; en todo caso, por personas de un ambiente determinado y con las que el que escribe se comunica bastante fácilmente, por obra de cierta afinidad”.

5) M. Sacristán, “Para leer el Manifiesto Comunista”. http://archivo.juventudes.org/manuel-sacrist%C3%A1n/para-leer-el-manifiesto-comunista. Según Juan-Ramón Capella, “circuló clandestinamente con gran profusión en copias mecanografiadas o ciclostiladas, sirviendo de base a grupos de estudio.”

6) Publicada inicialmente por el CSIC en 1959, la exposición y formas argumentativas del capítulo V -”Conclusión”- recuerdan el estilo intelectual del escrito que presentamos. Francisco Fernández Buey fue el responsable de su reedición en 1995 por Crítica, con un prólogo de su autoría.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *