Un punto de encuentro para las alternativas sociales

La transición que no fue

Antonio Turiel

Queridos lectores:

Desde mi comparecencia en el Senado de España, algunas personas me han remitido diversos informes sobre el estado de algunos sectores industriales en España. Todos ellos están relacionados con un tema que mencioné en mi comparecencia y sobre el que ya escribí aquí, el fin del plástico barato. Los informes mencionan siempre lo mismo: encarecimiento más que significativo en el último año de los plásticos y otras materias primas (maderas, aluminio, acero laminado, etc), empresas declarando fuerza mayor para no cumplir con sus contratos de suministro, ruptura de stock en algunos casos… Y en general, nadie espera que estos problemas se vayan a resolver antes de 2022 o 2023.

Si uno lee los análisis sobre las causas de estos problemas de suministro, suele encontrar toda una diversidad de problemas aducidos. Suele mencionarse la escasez de materia prima (a veces presentada de manera elíptica; por ejemplo, «desajustes entre la oferta y la demanda»), pero también se mencionan muchas cuestiones coyunturales de influencia variable pero que claramente se exagera en esos informes: se habla de la tormenta de nieve en Texas, la obstrucción del canal de Suez o el incremento del consumo de ciertos productos higiénicos derivados de las medidas contra la CoVid. Lo cierto es que en 2020 el consumo en general se redujo muchísimo, y los problemas de escasez ya eran notorios a finales de 2020, así que todos esos problemas mencionados suenan a excusas más que a la verdadera causa de tanto desarreglo. Todos, excepto la escasez de materia prima.

Y es que en la raíz de todos estos problemas está el acelerado descenso de la producción de petróleo en el que ya estamos inmersos. No voy a repetir aquí una vez más los mismos argumentos con todo detalle; consulten, si lo consideran necesario, lo que se discutió en el post «El Gran Despilfarro«. El resumen del argumento es el siguiente: las compañías petroleras descubrieron hace unos años que no quedan yacimientos de petróleo rentables, porque a pesar de estar en precios récord perdían dinero a manos llenas; así pues, desde 2014 están reduciendo drásticamente sus inversiones y por ese motivo la propia Agencia Internacional de la Energía anticipa una caída de la producción de petróleo muy importante y ya imparable, que podría llegar a ser hasta del 50% en 2025 si no reaccionamos. Incluso si hay una fuerte reacción, una caída del 20% parece inevitable. Una caída tan grande de la producción de petróleo augura un auténtico desastre económico. Solo este año, la producción podría caer ya un 10%. La escasez de ciertas materias primas que se está observando nos indica que efectivamente vamos por ese camino. El precio del barril de petróleo aún no se ha disparado de precio, pero por culpa de la ley de Liebig de las refinerías (que comentábamos al hablar de la escasez de plásticos) el plástico ya escasea. La escasez de otras materias primas, como los microchips o algunos metales, tiene una componente energética y otra que depende de muchos otros factores, pero en todo caso será agudizada por el descenso del petróleo.

Y aún en este momento, en el que la producción de petróleo cae desde 2018 sin posibilidades de recuperarse nunca más, en el que sabemos que ya hemos pasado el temido peak oil, aún sale algún langrán diciendo que eso del peak oil ya fue desmentido, o el típico avispado que dice una variante de aquello de «Llevan años diciendo lo mismo. Siempre dicen que quedan 30 años para que se acabe el petróleo». Dejando al margen que ningún científico ha dicho nunca que el petróleo se fuera a acabar en 30 años (no, ninguno nunca lo ha dicho: nómbrese uno) y que quien dice eso tiene una supina ignorancia de qué es exactamente el pico del petróleo o peak oil (para quien le interese, aquí encontrará un sencillo vídeo explicativo), es absolutamente grotesco que en un momento tan delicado como el actual, en el que la producción de petróleo ya cae y que por culpa de la espantada de las petroleras va a seguir cayendo y encima más rápido de lo que debería haber sido, en un momento en que se nos viene encima una bofetada de realidad histórica con una Gran Escasez de casi todo, se pretenda de manera tan autosuficiente ignorar un problema que ya nos está explotando en las narices. Por poner una analogía: imaginen un fumador empedernido al que amigos y familiares le han dicho durante años que deje de fumar  porque al final contraerá un cáncer. El fumador siempre les había respondido, burlonamente, que llevan años diciéndole lo mismo pero que el cáncer nunca llega. Hasta que un día va al médico porque tiene unas molestias y el médico le dice que tiene un cáncer. Ahora imagínense que delante de ese diagnóstico, nuestro fumador se burlase del médico y le dijera que no le venga con la misma cantinela de siempre, de asustarle con que tendrá un cáncer. Sin entender que ya tiene el cáncer. Pues igual de grotesco es que en este momento tan delicado aparezcan algunos aturdidos diciendo que eso del peak oil es la misma cantinela de siempre. Pues no, señores: el peak oil ahora ya ha pasado. El tiempo de prevenirlo ya ha pasado; ahora es el tiempo de adaptarnos. Igual que con el ejemplo del fumador, ya no es simplemente cuestión de dejar de fumar: ahora tendremos que emprender tratamientos agresivos para parar el cáncer. Y lo último que necesitamos es a unos zangolotinos que solo quieren seguir arrastrando los pies un rato más.

Pero, por ese mismo motivo, porque ya estamos iniciando el descenso, ya no hay tiempo para las soluciones que se están proponiendo para la Transición Energética, motivada por la lucha contra el Cambio Climático pero que también deberían valer para hacer frente a la escasez energética y material que se nos viene encima. Llevamos muchos, demasiados, años discutiendo los pros y contras de la transición renovable. Llevamos muchos, demasiados, años discutiendo los límites de las renovables, con discrepancias legítimas que aún no se han resuelto. No se hizo nada cuando se tenía que hacer porque, en el fondo, no nos parecía tan urgente. Y ahora, simplemente, lo que teníamos planeado ya no se puede.

Latinoamérica pasó su pico de la energía en 2016, y justo antes de la CoVid su consumo de energía  sobrepasó su producción. Con el actual agravamiento global del problema energético, ¿va a poder Chile seguir enviándonos su cobre, sobre todo ahora que sus costes se han disparado por la pobreza de ley de las minas? ¿Va a seguir Argentina exportando su litio para las baterías? ¿Va a seguir México enviándonos su petróleo? Esto último ya sabemos que no: el consumo de petróleo de México ya supera a su producción desde hace un par de años.

¿Seguirán viniendo los paneles solares de China como hasta ahora? ¿Y el neodimio? ¿Y el cobalto desde el Congo? ¿El uranio de Níger?

En una situación en que la urgencia energética afectará a todo el globo, en la que todo el mundo tendrá que hacer de alguna manera su transición energética, ¿se va a poder mantener el tráfico mundial de las esenciales materias primas para la transición energética? Rotundamente, no. Con una producción de petróleo en descenso, ¿cómo funcionarán las máquinas que operan en las remotas minas de cobre, litio, platino, plata, oro? ¿Cómo trabajará la maquinaria que se usa para procesar en neodimio, el disprosio o el praseodimio? ¿Qué coste tendrá transportar esas materias de las minas a otros países donde se procesan? ¿Qué coste el transporte de las materias ya procesadas hasta llegar a Europa? Si ya sería extremadamente complejo si solo Europa emprendiera la transición energética, en el contexto al que vamos la competencia por esas materias será global. Porque no se trata ya de luchar contra el Cambio Climático, contra el cual hay países más comprometidos y concienciados que otros; aquí, es verdaderamente una guerra de todos contra todos. Y, además, por nuestro propio interés necesitaríamos que algunos países fuera de Europa hicieran también su transición, porque si no sus minas cerrarían y nos quedaríamos sin esos materiales.

Las hojas Excel de nuestros economistas de guardia, aquellos que asesoran a nuestros gobiernos y grandes empresas, no contemplan ningún problema. El mercado proveerá. Si se les señalan las dificultades, alegan que el ingenio humano no tiene límites y que el mercado siempre encuentra sustitutos eficientes para todo, y que el que no entienda eso es que es un ignorante en economía. Pero son ellos los que no saben nada. No saben que hace tiempo que se hicieron modelos complejos para describir la interacción entre todos los factores, tanto los económicos como los físicos, con mayor realismo. No saben nada del modelo World3, no saben nada de MEDEAS, no saben nada de Locomotion. Para ellos, su Excel es más que suficiente para describir la complejidad del mundo.

Ahora, al calor de los fondos NextGenerationEU, en España las grandes empresas y los grandes fondos de inversión se han lanzado a promover enormes proyectos de parques renovables, para generar una electricidad que no sabemos si necesitamos, y si no la necesitamos la usaremos para hacer hidrógeno. El hidrógeno, que como reconocía un ponente de unas conferencias a las que asistí hace unos días, se había intentado introducir hace 20 años y se fracasó, que se volvió a intentar hacer 10 años y se volvió a fracasar, y que esperan a ver si a la tercera va la vencida. Todos esos parques y esas plantas de hidrólisis, que necesitan de materias primas y elaboradas que tienen que venir de tan lejos y que no podrán llegar, si falta petróleo. En la Ley del Cambio Climático y la Transición Energética se habla de la descarbonización total de la economía española en 2050, y de un avance significativo para 2030; por ello, el plan es hacer todos estos parques y sistemas, que ya antes no sabíamos si serían adecuados, pero que ahora sabemos que simplemente no será posible ni instalarlos. Hablamos de transicionar parcialmente en 2030 y totalmente en 2050, cuando quizá el año que viene haya cosas que ya estén fallando.

Hemos esperado demasiado tiempo. En medio del incendio no es el momento de hacer una junta de vecinos para aprobar la instalación de una escalera de incendios. En un avión gravemente averiado, cuando el comandante dice «brace, brace» no es el momento para discutir qué visitaremos primero cuando lleguemos a nuestro destino. Ya no hay tiempo para eso.

Quizá haya tiempo de instalar en los próximos años algunos, unos pocos, de estos parques renovables y otros sistemas. Sin embargo, el foco debería estar en otro lado. Deberíamos dotarnos, a la mayor brevedad, de la capacidad de ser autosuficientes en la producción de alimentos. Deberíamos de asegurar el suministro de agua, en condiciones de potabilidad, y la capacidad de depurar las aguas residuales. Deberíamos relocalizar la producción de todo lo que sea relocalizable. Deberíamos abrir nuestros vertederos y chatarrerías para reaprovechar todo lo reaprovechable. Reciclar todo lo que sea reciclable y hacer una reingeniería de los procesos industriales para favorecer el reciclaje, sobre todo de ciertos metales. Deberíamos abandonar la megalomanía de esos proyectos que a día de hoy son imposibles y centrarnos en salvar lo más pequeño, lo fundamental. Hay que olvidar esa transición que soñamos, que quizá pudiera haber sido hace 20 años pero que hoy ya no será. Es mejor que la dejemos ir. La transición que no será. La transición que no fue. Porque ya no hay tiempo.

Salu2.

AMT

Fuente: https://crashoil.blogspot.com/2021/04/la-transicion-que-no-fue.html

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