Junio-Julio de 2003
Pregunta 1.- Está a punto de publicarse un estudio tuyo, largamente esperado, cuyo título, no sé si provisional, es El eclipse de la fraternidad: una revisión republicana de la tradición socialista (Barcelona, Crítica, en prensa). Hasta donde sé, el libro es, en buena medida, una larga reconstrucción histórica, centrada sobre todo en el período 1848-1936, con calas hacia atrás (hasta las Repúblicas del mediterráneo antiguo) y hacia delante (hasta nuestros mismso días). ¿Qué motivos te han llevado a dar tanta importancia a la historia, en vez de limitarte a escribir un libro más bien filosófico-sistemático sobre la “fraternidad?¿Y cómo definirías el concepto de fraternidad”?
Respuesta a la P1.- No se puede definir el concepto de “fraternidad” en términos de condiciones necesarias y suficientes. Y no –o no sólo— porque se trate de un concepto vago, o nebuloso, o particularmente amorfo. Sino porque, como todos los conceptos filosófico-políticos –también los de “libertad” o “igualdad”—, es un concepto esencialmente histórico. Fue la cabal comprensión de eso, y mi vieja insatisfacción con el modo con que se hace ahora filosofía política en la vida académica, lo que me llevó, al comienzo, a planear una larga introducción histórica a un libro concebido inicialmente, en efecto, de manera más filosófico-sistemática. Luego, con el paso de los años –este libro ha sido gestado, con algunas interrupciones, durante más de una década—, la “introducción” fue creciendo hasta convertirse en un enorme material con vida propia, del que el libro presente no es sino una parte.
Pregunta 2.- Por las partes del manuscrito que he visto, el libro tiene una punta muy visible de actualidad política. ¿Cómo encajas la “Revisión republicana de la tradición socialista”, esa larga mirada histórica y retrospectiva al pasado, con las cuestiones candentes para la izquierda de hoy?
Respuesta a la P2.- Creo que el pasado, visto crítica y autocríticamente, contiene lecciones políticas que la izquierda viva de hoy no puede permitirse seguir ignorando. Porque lo cierto es que el pasado ha sido sistemáticamente falseado u ocultado, tanto por una izquierda derrotada y desnortada, como por el tradicional partido del olvido y la sepultura de la memoria que son las fuerzas de la conservación. Sea como fuere, yo he tratado modestamente de seguir en mi libro el consejo de Walter Benjamin: “encender en el pasado la chispa de la esperanza presente”. Consejo, dicho sea paso, que Benjamin reservaba sólo para los historiadores “penetrados de la idea de que tampoco los muertos están a salvo del enemigo victorioso”.
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