En el coloquio de una conferencia que Manuel Sacristán (1925-1985) impartió en la Facultad de Económicas de la Universidad de Barcelona en 1980, con el título “¿Por qué faltan economistas en el movimiento ecologista?”, se le señaló que acaso fuera la misma tradición marxista la que estaba poniendo trabas a la incorporación de científicos del ámbito de las ciencias sociales al entonces incipiente movimiento ecologista. La teoría marxista del desarrollo de las fuerzas productivas y su choque con las relaciones de producción imperantes, la tesis de la necesidad y apología del trabajo, la misma centralidad en la teoría y en la política comunista de la clase obrera, el mantenimiento del desarrollismo económico hasta el estadio de transición al socialismo, la misma idea de sociedad comunista como sociedad de la abundancia ilimitada ¿no eran acaso fuertes impedimentos culturales, teóricos, políticos incluso, para que economistas de esta tradición política-filosófica pudiesen incorporarse al movimiento ecologista?
Aceptando gran parte del planteamiento, Sacristán en su respuesta matizó que seguramente fuera ése el caso de algunos economistas de una cierta tradición marxista, aquélla que venía de la vejez de Engels y que se suele asociar con la II Internacional, tendencia que, indudablemente, había tenido mucho peso, pero ni incluso en este caso, pensada en todos sus aspectos, la anterior sugerencia podía ser aceptada sin discusión.
En su opinión, ni siquiera el esquema transformador del Manifiesto Comunista caía del todo dentro del capítulo de los trastos viejos del marxismo. Más caducada le parecía la tesis de la caída tendencial de la tasa de beneficio que el conocido esquema sobre fuerzas productivas: “Mientras que lo de la caída tendencial, dicho sea pidiendo disculpas a los economistas que yo no lo soy, pero por la lectura de los economistas, ahora ya no es susceptible siquiera de reformulación, sino más bien digna de ser abandonada sin más, en cambio la noción de fuerzas productivas me parece en la tradición marxista un producto intelectual importante. Seguramente necesitado de revisión, pero es un concepto importante. Me parece que con eso se ha alcanzado una abstracción de cierta importancia, para pensar en la vida del hombre, de esta especie, y de cualquier otra especie tal vez en la tierra”.
Apuntaba Sacristán a continuación que, por debajo de sus afirmaciones y sin querer ocultarlo, estaba, naturalmente, su personal visión del marxismo, “que no tiene por qué ser compartida con otros que se consideren también insertos en la misma tradición”. Para Sacristán era básico no olvidar que Marx era un pensador muerto en 1883, a finales del siglo XIX; consiguientemente, si su legado, si su obra, tenía importancia científica entonces tendría “que estar más o menos tan revisado como lo que hayan hecho todos los científicos importantes muertos en 1883 -Maxwell, por ejemplo- o que han trabajado en 1883. Y si lo que él ha hecho Marx no se puede tocar, refutar, rehacer, entonces es que no tenía ningún valor. O tenía, nada más, un valor artístico”, sin que de esto último, advertía, pueda colegirse desprecio alguno por obras cuyo principal aportación se haya insertado en este ámbito.
Sea como fuere, en su opinión, en el caso de Marx había más, algo más que unas decisivas aportaciones científicas en el campo de las ciencias sociales. En Marx había también el origen de una tradición emancipatoria (política, por tanto), no sólo cognoscitiva (básicamente, en ciencias sociales), y, por tanto, “el marxismo vivo es una tradición, no una teoría, no una ciencia como se suele decir”. Obviamente, añadía, “nadie tiene por qué estar de acuerdo con esto que he dicho aunque que se considere marxista por su cuenta. Y como tradición me parece una tradición muy potente, dotada de un tronco de pensamiento transformador de los más claros de la historia del pensamiento y capaz, naturalmente, de muchas líneas, como toda tradición. A mí lo que ha hecho Marx me parece más bien un acto fundador de creación de cultura que una creación de un sistema científico. Dicho así para el léxico de jóvenes intelectuales españoles, sobre todo barceloneses, de estos años: se coge la visión del marxismo mío, se la vuelve del revés, y sale la de Althusser”.
Giremos, pues, el marxismo sacristaniano, démosle la vuelta, y obtendremos la lectura de Marx por Althusser. La siguiente antología pretende documentar y matizar la anterior afirmación de Sacristán. Sin negar las nítidas diferencias entre ambos pensadores en diversos y numerosos aspectos no siempre laterales, sin obviar las críticas vertidas por Sacristán al autor del Pour Marx, en una aproximación ajustada, fiel a los sucintos comentarios de Sacristán, parece que pueden verse, al mismo tiempo y sin contradicción, coincidencias de finalidades que no suprimen líneas de separación, inflexiones, que sin duda pueden reconocerse en la obra de estos dos importantes pensadores marxistas. Sea completa o parcial la vuelta que tengamos que darle al calcetín del marxismo altusseriano, está fuera de duda que ambos filósofos forman parte destacada de la tradición marxista, que ambos estuvieron firmemente vinculados a los partidos comunistas de sus países respectivos, especialmente en el caso de Sacristán, y que intervinieron activamente en importantes luchas políticas de su época, aunque fuera desde variantes distintas de la tradición y, en ocasiones, desde posiciones incluso opuestas.
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