Un punto de encuentro para las alternativas sociales

Sexta Declaración de la Selva Lacandona

Ésta es nuestra palabra sencilla que busca tocar el corazón de la gente humilde y simple como nosotros, pero, también como nosotros, digna y rebelde. Ésta es nuestra palabra sencilla para contar de lo que ha sido nuestro paso y en donde estamos ahora, para explicar cómo vemos el mundo y nuestro país, para decir lo que pensamos hacer y cómo pensamos hacerlo, y para invitar a otras personas a que se caminan con nosotros en algo muy grande que se llama México y algo más grande que se llama mundo. Esta es nuestra palabra sencilla para dar cuenta a todos los corazones que son honestos y nobles, de lo que queremos en México y el mundo. Ésta es nuestra palabra sencilla, porque es nuestra idea el llamar a quienes son como nosotros y unirnos a ellos, en todas partes donde viven y luchan.

I.- DE LO QUE SOMOS.

Nosotros somos los zapatistas del EZLN, aunque también nos dicen "neo zapatistas". Bueno, pues nosotros los zapatistas del EZLN nos levantamos en armas en enero de 1994 porque vimos que ya está bueno de tantas maldades que hacen los poderosos, que sólo nos humillan, nos roban, nos encarcelan y nos matan, y nada que nadie dice ni hace nada. Por eso nosotros dijimos que "¡Ya Basta!", o sea que ya no vamos a permitir que nos hacen menos y nos traten peor que como animales. Y entonces, también dijimos que queremos la democracia, la libertad y la justicia para todos los mexicanos, aunque más bien nos concentramos en los pueblos indios. Porque resulta que nosotros del EZLN somos casi todos puros indígenas de acá de Chiapas, pero no queremos luchar sólo por su bien de nosotros o sólo por el bien de los indígenas de Chiapas, o sólo por los pueblos indios de México, sino que queremos luchar junto con todos los que son gente humilde y simple como nosotros y que tienen gran necesidad y que sufren la explotación y los robos de los ricos y sus malos gobiernos aquí en nuestro México y en otros países del mundo.

Y entonces nuestra pequeña historia es que nos cansamos de la explotación que nos hacían los poderosos y pues nos organizamos para defendernos y para luchar por la justicia. Al principio no somos muchos, apenas unos cuantos andamos de un lado a otro, hablando y escuchando a otras personas como nosotros. Eso hicimos muchos años y lo hicimos en secreto, o sea sin hacer bulla. O sea que juntamos nuestra fuerza en silencio. Tardamos como 10 años así, y ya luego pues nos crecimos y pues ya éramos muchos miles. Entonces nos preparamos bien con la política y las armas y de repente, cuando los ricos están echando fiesta de año nuevo, pues les caímos en sus ciudades y ahí nomás las tomamos, y les dejamos dicho a todos que aquí estamos, que nos tienen que tomar en cuenta. Y entonces pues que los ricos se dieron su buena espantada y nos mandaron a sus grandes ejércitos para acabarnos, como de por sí hacen siempre que los explotados se rebelan, que los mandan acabar a todos. Pero nada que nos acabaron, porque nosotros nos preparamos muy bien antes de la guerra y nos hicimos fuertes en nuestras montañas. Y ahí andaban los ejércitos buscándonos y echándonos sus bombas y balas, y ya estaban haciendo sus planes de que de una vez matan a todos los indígenas porque bien no saben quién es zapatista y quién no es. Y nosotros corriendo y combatiendo, combatiendo y corriendo, como de por sí hicieron nuestros antepasados. Sin entregarnos, sin rendimos, sin derrotarnos.

Y entonces que la gente de las ciudades se sale a las calles y empieza con su gritadera de que se pare la guerra. Y entonces pues nos paramos nuestra guerra y lo escuchamos a esos hermanos y hermanas de la ciudad, que nos dicen que tratemos de llegar a un arreglo, o sea un acuerdo con los malos gobiernos para que se soluciona el problema sin matazón. Y pues nosotros lo hicimos caso a la gente, porque esa gente es como decimos "el pueblo", o sea el pueblo mexicano. Así que hicimos a un lado el fuego y sacamos la palabra.

Y resulta que los gobiernos dijeron que sí se van a estar bien portados y van a dialogar y van a hacer acuerdos y los van a cumplir. Y nosotros dijimos que está bueno, pero también pensamos que está bueno que conocemos a esa gente que se salió a las calles para parar la guerra. Entonces, mientras estamos dialogando con los malos gobiernos, pues también lo hablamos a esas personas y vimos que la mayoría era gente humilde y sencilla como nosotros, y ambos entendemos bien por qué luchamos, o sea ellos y nosotros. Y a esa gente la llamamos "sociedad civil" porque la mayoría no era de los partidos políticos, sino que era gente así común y corriente, como nosotros, gente sencilla y humilde.

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El Sur es el norte

Frei Betto

ALAI-AMLATINA, 06/02/06, Sao Paulo.- El mundo anda

desnorteado, vocablo derivado de la brújula, cuya aguja apunta hacia el Norte. El modelo imperante es el capitalismo neoliberal, mercadocéntrico. Y para justificarlo el lenguaje hace peripecias retóricas, asocia democracia con “mercado libre”, crecimiento del PIB con desarrollo, especulación financiera con inversión.

Habitus tabagium, bucalis degenerium (el uso de la pipa deja la boca torcida) decían los romanos mucho antes de que Marco Polo les enseñe a preparar un rico ravióli. Es eso, de tanto repetir mentiras ellas acaban con aires de verdad. Como estas bien contadas mentiras: los italianos inventaron la pasta, Hollywood es la mayor productora mundial de películas, el mercado es libre.

Pregúntese si el mercado es libre a quien abre una panadería, una gasolinera o una fábrica de fósforos. El hecho es que vivimos bajo la dictadura del lucro exorbitante, a tal punto que el Presidente celebraba el haber erradicado la deuda de Brasil con el FMI, por un valor de US$ 15 mil millones de dólares. Mejor si hubiera pasado por encima de la deuda y destinado el dinero para pagar la deuda social. El valor corresponde a un poco más que el presupuesto anual del Ministerio de la Salud.

Los datos de la ONU revelan que la coyuntura mundial se agrava:

de 6,3 mil millones de habitantes, 4 mil millones viven bajo la línea de la pobreza, con un ingreso mensual inferior a US$ 60. ¿Donde está la salida?, pregunta el Foro Social Mundial, reunido en Caracas. Lux ex Oriente, decían los antiguos.

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¿1905 en Bolivia? Ahora es cuando…

Colectivo Nuevo Proyecto Histórico

Discusión sobre el significado de la insurrección en Bolivia. Apuntes y dudas, sugerencias y un disparador para la discusión en el área autónoma. A modo de introducción:

El Colectivo Nuevo Proyecto Histórico (NPH) ha tratado de realizar algunas conclusiones práctico-teóricas de la revolución en marcha en Bolivia. Pretendemos extraer conclusiones activistas, líneas tácticas militantes, performances constituyentes. Debido a nuestra exterioridad a los hechos, somos bárbaros que observan el naufragio desde la playa, nos guiamos por fuentes secundarias, estadísticas frías, testimonios o notas periodísticas. No queremos repetir la parodia de muchos articulistas o publireportajes con aires de tesis hegelianas que repiten con signo cambiado las conclusiones de los "media". Lo nuestro es esto: humildes indicios, generalizaciones precarias, hipótesis de combate que deberán contrastarse con la realidad.

¿Un 1905 constituyente y abierto a las posibilidades de una revolución desde abajo? ¿Otro abril de 1952, cuando un levantamiento popular fracturó primero y destruyó después al Ejército, abriendo el camino a la nacionalización de las minas, la reforma agraria y el voto universal? ¿Ensayo general constituyente u obertura de una nueva maniobra burguesa? ¡Si cae el "Gringo" (Gonzalo Sánchez de Lozada) qué hacemos! ¿Quién será Presidente de Bolivia?: ¿Felipe Quispe? ¿Evo Morales? ¿Jaime Solares? ¿Los tres se unirán? ¿Qué pasará con el Parlamento o lo cerramos? ¿Cómo se refundará el país? ¿El nuevo gobierno cómo sacará de la crisis a Bolivia? ¿Crisis del capitalismo boliviano o combatimos el pelele del FMI? ¿La toma del poder debe ser por vía armada o pacífica? ¿Asamblea Constituyente o seguimos la sucesión de la Constitución burguesa? ¿Una transición con el modelo estabilizador de Duhalde como en Argentina? ¿Paramos o seguimos? Esas son algunas preguntas urgentes y desesperadas que se escucharon insistentemente en el concurrido Ampliado Nacional de Emergencia de la Central Obrera Boliviana (COB), que se realizó el 3 de octubre en la joven y empobrecida ciudad proletaria de El Alto. Indica como síntoma algo que se repitió en la experiencia argentina: contra el "Capital-Parlamentarismo" no sirven ni las viejas táctica ni las viejas fórmulas alquimistas de la vieja izquierda.

En está coyuntura revolucionaria e insurreccional, como en Argentina, los "tradicionales partidos de izquierda" de Bolivia prácticamente desaparecieron, con sus esquemas, citas y ortodoxia oxidada.

Este gran acto histórico de las masas estuvo precedido por dos levantamientos y semi-insurrecciones que fueron de mayor a menor: la guerra de la coca (enero, 2003) y el febrero rojo (febrero, 2003). En todo ellos las características fueron similares a las de diciembre del 2001 en Argentina: a la hora de hacer el balance, todos los dirigentes sindicales y militantes de partidos de la vieja izquierda revelaron que fueron "sorprendidos" por los sucesivos levantamientos sociales, que sumados dan una cifra de más de 140 muertos.

El máximo líder del MAS, el mediático Morales, el dirigente de la Coordinadora del Agua, Olivera, el ejecutivo nacional del magisterio urbano, Aliaga, y el representante de las Centrales Obreras Departamentales (CODes) del país, Torrico, reconocieron "autocríticamente" que ninguna de las organizaciones a su mando ni la progubernamental Central Obrera Boliviana (COB) coordinaron acciones para dirigir este movimiento.

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Bolivia insurgente. El retorno del fantasma

La rebelión de los de abajo ha vuelto a ocupar el centro del escenario latinoamericano. La insurgencia boliviana continúa y profundiza una seguidilla de sublevaciones populares que se viene desarrollando desde el comienzo de la década actual. Cochabamba (2000), Buenos Aires (2001), Caracas (2002) son algunos de los hitos que marcan el nacimiento de una nueva realidad social generada a partir del hundimiento institucional y económico de un capitalismo regional desquiciado por la depredación. En cada  caso los medios de comunicación trataron de acotar el significado de esas convulsiones limitándolas a sus especificacidades nacionales o locales, pretendiendo disminuir su trascendencia. Buscaron reducir los levantamientos en Bolivia durante el año 2000 a la guerra del agua debida al descontento de la población de Cochabanba por la entrega de su suministro a una empresa privada, o bien simplificar la insurrección de diciembre de 2001 en Argentina  atribuyéndola a la reacción de los ahorristas estafados, en Venezuela al antigolpismo de las masas chavistas, en Ecuador al despertar indígena y ahora en Bolivia encasillándola como guerra del gas. La avalancha social que presenciamos es mucho más que eso, persiste a lo largo del tiempo, se extiende en el espacio latinoamericano, se radicaliza y masifica (el itinerario boliviano entre 2000 y 2003 es ilustrativo al respecto).

La región se encuentra desgarrada por dos procesos interdependientes pero antagónicos. Por una parte la dinámica elitista y desestructuradora del sistema económico y su trama político-institucional y frente a ella el ascenso, la tentativa de recomposición y sobrevivencia civilizacional de grandes masas sumergidas, mayoritariariamente urbanas o culturalmente urbanizadas, cada día más empobrecidas. La crisis (y colapsos en ciertos casos) de los modelos neoliberales ha agravado bruscamente dicho antagonismo. Se trata en consecuencia de fenómenos muy profundos, con componentes locales y regionales.

Economía y política

Exagerando la síntesis podríamos decir que el capitalismo le queda chico a las grandes mayorías populares de América Latina. Aumentan exponencialmente los excluidos y asalariados superexplotados porque la economía de mercado no se reproduce  ampliando el área de sectores sociales integrados sino estrechándola, no extiende la infraestructura educativa, sanitaria, habitacional, de transportes, etc, por el contrario la depreda, no crea nuevos empleos, destruye y degrada muchos de los existentes. No debido a un brote de irracionalidad de algunos (o muchos) malos capitalistas sino a la lógica decadente del capitalismo, sobredeterminante, global, sin lugar (o con espacios en rápida contracción) para ilusorios capitalistas serios o productivos. En la era en que la burguesía deviene lumpenburguesía el sistema económico, acaparado por redes de saqueadores (financieros, comerciales, agrarios, industriales) locales y transnacionales, no admite transformaciones positivas o solo ensaya cambios perversos (como los promovidas por el FMI)  que incrementan el pillaje.

Mientras la estructura económica aparece como un corsé que se va encogiendo al ritmo de los ajustes y las reformas estructurales, los sistemas políticos y más en general las instituciones van perdiendo legitimidad. Las democracias latinoamericanas abandonan sus últimas pretensiones de representatividad popular y quedan al descubierto como mafias, grupos restringidos de negocios más o menos criminales. Hacia comienzos de los años 90 democracia y liberalismo económico se presentaban como las dos caras del progreso, ahora el fracaso neoliberal arrastra a las democracias elitistas al pantano común de la crisis. Sanchez de Lozada fue una muestra caricatural de esa evolución. Era un hombre de los 90, cuando su barco empezó a naufragar sin remedio Bush le brindó públicamente apoyo, Kofi Anan y el Papa llamaron a la paz social (basada en la resignación de los pobres) y los nuevos presidentes progres Lula y Kirchner enviaron mediadores. Por suerte el pueblo boliviano no tuvo tiempo para escuchar los pedidos de calma del Santo Padre y siguieron peleando hasta desalojar al presidente-millonario, sin dejarle posibilidades de ejercer sus artes a los expertos en embrollos fletados a La Paz por los jefes de estado mencionados (seguramente alentados por Repsol, principal inversor en el proyecto de saqueo del gas boliviano).

Bolivia rebelde

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La descomposición

“Todas las tradiciones están gastadas, todas

las creencias anuladas, y no despunta una nueva

conciencia en las masas; es lo que yo llamo la descomposición,

es el momento mas atroz en la existencia de las sociedades”

Pierre-Joseph Proudhon

 

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¡El FMI está de fiesta!

Julio Gambina

jgambina@imfc.coop

El gobierno argentino anunció la cancelación de la deuda pública con el FMI por un monto de 9.810 millones de dólares. El pago se hará con recursos propios, provenientes de las reservas internacionales. La medida expresa la continuidad y profundización de la política que se venía aplicando en materia de endeudamiento externo desde que Néstor Kirchner asumió en mayo de 2003, privilegiando el pago a los organismos financieros internacionales. La Argentina nunca estuvo en default con estos acreedores internacionales, pues el compromiso con ellos fue siempre el riguroso pago, claro que pronunciando críticos discursos al FMI.

Teníamos razón cuando sosteníamos que la Argentina tenía recursos para hacer frente a las necesidades sociales postergadas. Anualmente se gastan 1.000 millones de dólares en financiar el plan de jefes y jefas de hogar para 1.700.000 personas. Ahora y en un pago se aplican recursos 10 veces más para cancelar acreencias con el FMI. Otros podrían haber sido los usos de ese dinero. Se prefirió pagar al FMI aún conociendo ampliamente las necesidades sociales insatisfechas en alimentos, salud, educación, vivienda, empleo, desarrollo local y productivo que hace a la calidad de vida deteriorada de una gran parte empobrecida del pueblo de la Argentina.

Se comunicó la medida en el mismo momento en que la Cámara de Diputados aprobaba el Presupuesto del 2006, donde se incluía una suma destinada al pago de la deuda y que ahora no tendría destino, pues el acreedor será satisfecho antes de finalizar el presente año. ¿Qué ocurrirá con esos fondos aprobados por los parlamentarios? ¿Se encargará el poder ejecutivo de su reasignación para el pago de otras acreencias, o tendrá otro destino? Más allá de los interrogantes, la realidad es que otra vez se pasa por alto la Constitución Nacional que sostiene que es el Parlamento el que debe “arreglar” la deuda.

¿Quién quería el desendeudamiento?

Desde el gobierno se pretende instalar que se trata de una medida soberana y que quita la posibilidad de condicionamiento externo a la política económica local. Nos permitimos dudar de esa reflexión, ya que curiosamente los grandes deudores del FMI siguen el mismo camino. Cuando estalla la crisis argentina en el 2001 los grandes deudores del FMI eran Rusia, Turquía, Brasil y Argentina. Salvo Turquía, los demás cancelaron la totalidad de las acreencias con el organismo internacional, con Brasil y Argentina anunciando el pago con 48 horas de diferencia. Es mucha la casualidad de “estrategias soberanas” planteadas en simultáneo. Mejor es pensar que el FMI quería bajar la exposición financiera con esos grandes deudores y en rigor, era el mandato del principal accionista del Fondo: EEUU.

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La reproducción ampliada del poder mafioso. La segunda etapa del gobierno de Kirchner.

Jorge Beinstein

Gradualmente el gobierno argentino se va desprendiendo de la máscara progresista y comienza a mostrar su verdadero rostro mafioso. Una sucesión de acontecimientos aparentemente sin vinculación entre si señalan el despegue de la nueva etapa oficial. Las denuncias póstumas del ex ministro de interior Gustavo Beliz daban pistas muy claras sobre los vínculos entre el Poder Ejecutivo y funcionarios de la SIDE (Secretaría de Informaciones del Estado) cuya trama se remonta a la última dictadura militar. Luego se precipitaron hechos como la acusación de Arslanián (ministro de seguridad de la Provincia de Buenos Aires) acerca del apoyo presidencial al brote neofascista encabezado por el empresario Blumberg o la impunidad judicial establecida en el caso AMIA (difícil de ser concretada sin algún tipo de guiño desde el poder). Y luego una seguidilla represiva sincronizada con una abrumadora campaña mediática digitada desde la Casa Rosada. Esto forma parte de una realidad más amplia que incluye el fracaso de la operación transversal que pretendía dotar a Kirchner de un movimiento político propio, y su consecuencia lógica: la recomposición de la alianza con las camarillas políticas tradicionales. Pero principalmente el fin de la endeble recuperación de la economía atravesada por la lógica depredadora del sistema que exige nuevas transferencias de ingresos hacia arriba lo que requiere en primer lugar la eliminación de las protestas sociales y su radicalización política. La descalificación mediática de los piqueteros y la movilización fascista de las clases altas son dos componentes imprescindibles de la estrategia represiva en curso. Es un momento decisivo para el gobierno que deberá enfrentar a una oposición de izquierda cuya onda ascendente puede ser muy grande a mediano plazo si la situamos en un contexto socioeconómico marcado por la extensión de la miseria. La profundización de este modelo de ajuste perpetuo obliga al régimen a arrojar lastre progresista, el preservativo rosado ya cumplió su cometido principal, fue muy útil para el restablecimiento de la gobernabilidad, ha llegado la hora de arrojarlo al basurero (el presidente preferiría hacerlo en cómodas cuotas). En síntesis; Kirchner con un juego propio cada vez más restringido debe cogobernar con camarillas políticas repudiadas por el grueso de la población. Y articuladas con tramas mafiosas que se extienden al conjunto del sistema bajo el monitoreo del FMI. La nueva Argentina Este cambio de imagen de la era k no es más que un instante en la larga marcha de la decadencia nacional, de la que emergen mutaciones, algunas de difícil visualización, que van conformando una nueva realidad social imponiendo su presencia más allá de la dinámica confusa de los interminables embrollos en la superficie del tembladeral. Un observador perspicaz hubiera percibido a comienzos de la década de 1940 que en nuestro país se estaban produciendo transformaciones destinadas a repercutir tarde o temprano en el escenario político. Un abanico de grupos sociales nuevos asociados a la industrialización irrumpían desbordando a la vieja sociedad oligárquica: obreros y burgueses industriales, capas medias urbanas ascendentes, se superponían, desplazaban o se combinaban con un conjunto no menos complejo proveniente del anterior ascenso económico de signo agroexportador. Se trataba de un proceso de integración al capitalismo local en crecimiento. Ahora nos encontramos ante un fenómeno de signo opuesto iniciado hace cerca de medio siglo con la Revolución Libertadora (1955), acelerado desde 1976 y dando un salto decisivo en el colapso de 2001. Lo ocurrido aquí en los años 40 empalmó con (terminó formando parte de) un gigantesco movimiento de regeneración y expansión de la economía mundial que se prolongó durante varias décadas. Uno de cuyos rasgos distintivos fue el liderazgo estatal, tanto en Occidente que devino keynesiano como en la mayor parte de la periferia; desde el estatismo nacionalista burgués de Perón o Nasser hasta el socialismo de estado de la URSS, Europa del Este o China. El mundo actual es otro, luego de casi treinta años de ascenso del parasitismo financiero y desaceleración productiva global, con numerosos estados periféricos colapsados, la desaparición de la Unión Soviética, la exclusión creciente de poblaciones en las áreas subdesarrolladas. Atravesado por el fracaso ideológico del neoliberalismo y la irrupción de formas embrionarias de re-autonomización periférica. Mientras nuestra (lumpen) burguesía local sobrevive como mafia, es posible detectar algunos fenómenos que pueden ayudarnos a construir un cuadro de situación medianamente racional del país, entre ellos me parece importante señalar cinco: Primero: agonía del peronismo Convertido en el principal sostén político del sistema, completamente vaciado de su vieja mística, reducido a su raíz burguesa en el peor sentido del término. Refugio de camarillas cada vez más alejadas del pueblo. Diciembre de 2001 las incluyó en el lapidario que-se-vayan-todos, Kirchner intentó torpemente superar el problema fabricando desde arriba una suerte de renovación transversal (más allá del Partido Justicialista que lo engendró) con náufragos de la segunda línea del sistema político. Fracasó porque los desechos humanos reclutados, sin base social significativa y aplicando la estrategia del FMI, se limitaron a entonar melodías setentistas y reproducir las prácticas mafiosas de sus viejos jefes. Que concluida la modesta aventura del presidente volvieron al estrado; Duhalde dando su visto bueno a la represión antipiquetera y Alfonsín, como de costumbre, denunciando un futuro golpe de estado de derecha contra un gobierno también de derecha. Los politicólogos suelen llamar a esto crisis de representatividad , pero es mucho más que eso, se trata de la desintegración de la política burguesa en un proceso de largo plazo, con idas y venidas, renovaciones frustradas, grandes vacíos duraderos (fenómeno institucional profundo vinculado a la declinación del estado). Segundo: ilegitimidad del poder Que incluye al fenómeno anterior extendiéndose al conjunto del régimen (jueces, policías, medios de comunicación, grandes empresarios…); el sistema de poder es visto por los de abajo como un conjunto de bandas de ladrones. Se trata de la agudización de lo ocurrido luego de 1955 cuando fue impuesto un esquema político restringido (proscripción del peronismo), que generó formas extra institucionales de oposición popular (entre ellas la lucha armada contra dictaduras militares y gobiernos civiles de escasa representatividad). La brecha fue aparentemente cerrada en 1983, pero la democracia elitista que se instauró formó parte del proceso de concentración de ingresos, degradación del estado y del tejido productivo, desnacionalización económica y desintegración social. Lo que desató a comienzos de la década actual el repudio masivo de los mecanismos institucionales en su forma colonial concreta, degradada. La breve era progre del gobierno de K no consiguió mejorar la situación, por el contrario su fracaso y sinceramiento mafioso profundiza la ilegitimidad del Poder, su separación respecto del grueso de la población, al mismo tiempo que relegitima las más diversas formas de oposición, en especial las que se colocan fuera del sistema. Tercero: debilidad cultural de las clases altas Luego del fin del triunfalismo neoliberal (privatista, individualista, pronorteamericano), la elitización social no encuentra un discurso ideológico que la justifique. El neoliberalismo de los años 90 prometía prosperidad para todos aunque con sacrificios iniciales ineludibles (Menem: ‘estamos mal pero vamos bien’), el sistema actual donde se acelera la desigualdad y la miseria de millones de personas carece de ilusiones. Solo le queda el exabrupto neofascista, el manotazo defensivo de los privilegios fundado en la cultura del apartheid. Los medios de comunicación pueden producir golpes de efecto eficaces, pero al poco tiempo pierden influencia bajo el peso de la realidad. El caso Blumberg es ilustrativo, la campaña mediática exigiendo mano dura contra el delito amalgamándolo con la delincuencia social y desde allí con la rebeldía de los pobres, terminó por chocar contra hechos evidentes como la asociación entre crimen organizado y mafia policial-judicial o la trama delictiva de políticos y empresarios exitosos. Además las clases altas movilizadas (incluido Blumberg) no pueden evitar sus exaltaciones reaccionarias ahuyentando a numerosos seguidores, finalmente la cruzada apareció como le que realmente era: un ensayo de consenso social para el disciplinamiento represivo de los de abajo. La instauración de una cultura de apartheid, de segregación policial-judicial de los excluidos, que eventualmente podría reemplazar al neoliberalismo como discurso legitimador del sistema, enfrenta problemas de difícil solución. El principal de ellos es la crisis desarticuladora de la vieja integración social cuya dinámica no se ha detenido empujando a crecientes sectores medios y bajos hacia la oposición al régimen. Otro escollo no menos importante es la podredumbre del Estado a la que es necesario agregar el caos gansteril de las élites económicas. Distinta ha sido la situación en Europa occidental luego de la crisis de los años 1970 donde un amplio espectro de clases privilegiadas relativamente estables constituyeron la base del neofascismo de apartheid contra trabajadores provenientes de la periferia y otros grupos reprimidos. Cuarto: presencia de la izquierda Aparece desafiante, por primera vez luego de un largo ostracismo, con cada vez más extendida inserción en los sectores sumergidos (hasta hace poco coto cerrado del peronismo) y también creciendo en ciertos segmentos las capas medias empobrecidas. La irrupción piquetera ha sido hasta ahora su expresión más destacada ganando la calle y en el centro de los conflictos sociales, relegando a las burocracias sindicales. En un primer momento el fenómeno fue subestimado, sobre todo por la dirigencia peronista que había congelado la vieja imagen de la izquierda marginal implantada en la pequeña burguesía. Pero también fue mal interpretado por el progresismo que compartía los prejuicios peronistas a los que agregaba teorizaciones perversas acerca de la inevitable fascistización del conjunto de las clases medias arruinadas y otras predicciones derrotistas por el estilo. Para sorpresa del establishment la izquierda protagoniza el descontento popular pasando a constituir un auténtico hecho maldito: no se institucionaliza como lo desearían los manipuladores del sistema, volcando toda su energía en una interminable carrera desde el llano hasta su banalización burguesa. Carece de capacidad para institucionalizarse porque emerge como un movimiento de rechazo al capitalismo subdesarrollado, realmente existente, y no como la pretensión históricamente imposible de integración al mismo. Es inepta para competir en el terreno de la politiquería del régimen pero (recientemente) demostró su habilidad para echar raíces entre los de abajo a través de una multiplicación incesante de organizaciones, tendencias y facciones de todo tamaño y de muy variadas orientaciones teóricas. Es su forma específica, plural, de crecer y consolidarse. Detrás de esa apariencia caótica se van gestando de manera irregular embriones de articulación estratégica. Los políticos tradicionales deberían recordar la definición de Hipólito Irigoyen:’todo taller de forja se parece a un mundo que se derrumba’. Quinto: extrema fragilidad económica Componente esencial del sistema, superendeudado, dependiente de superávits comerciales inciertos basados en el aplastamiento de las importaciones (es decir del mercado interno) y de la obtención de grandes superávits fiscales gracias a fuertes presiones tributarias directas o indirectas contra las clases medias y bajas, devaluaciones, y sobre todo salarios superbajos y masas crecientes de excluidos. Con un contexto regional turbulento y formando parte de un imperio acosado por sus fracasos militares y económicos. Con ese horizonte a la vista no es posible estabilizar el esquema de superexplotación impuesto desde 2002, los pagos de deuda externa y los superbeneficios de las empresas privatizadas, los bancos y los grandes exportadores reducen a cero la perspectiva de un crecimiento durable y por consiguiente de bloqueo o reversión de la desintegración social. Ello torna ilusorios los proyectos de gobernabilidad en el largo plazo incluidos los de carácter elitista-autoritario porque todos ellos carecen entre otras cosas de una retaguardia económica mínimamente estable, lo que anticipa la reproducción al infinito de peleas salvajes por el reparto del botín al interior de las clases dominantes y el rebrote inevitable de rebeldías en las masas sumergidas. La historia continúa En última instancia el futuro de la decadencia (es decir de la continuidad del régimen) depende del desarrollo del antisistema, de la izquierda pensada como desarrollo insurgente, como catalizador de una posible avalancha de los pobres. Esa eventualidad le quita el sueño al poder, que oscila entre la disuasión más o menos legal (judicialización y aislamiento mediático de las organizaciones populares) y la represión salvaje. Sabiendo que la ruptura cultural de diciembre de 2001 esta viva, se reproduce (misteriosamente) y aguarda una nueva oportunidad para expresarse. Esto lleva a la reflexión sobre los caminos de la revolución necesaria, de la liquidación de un régimen que no admite reformas, cuyo nivel de podredumbre hace descartar cualquier ilusión de cambio desde el interior de la institucionalidad colonial. Por ahora el gobierno se dedica a hacer buena letra represiva y a garantizar la rapiña, aunque tratando de reducir al máximo el costo político de sus decisiones. Kirchner sabe (o debería saber) que su margen de maniobra se va agotando, si no endurece su política tal como lo exigen el FMI, los grandes grupos económicos, la derecha caníbal; será descartado por la mafia que lo engendró, aunque si lo hace desatará la bronca del pueblo, lo que a su vez lo convertirá en un objeto inservible en el juego de las clases dominantes que no dudará ni un instante en arrojarlo a las fieras (su amigo Alfonsin le puede contar experiencias muy esclarecedoras). Un verdadero círculo vicioso.

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La escuela nacional Florestan Fernandes

Queridos amigos y amigas del MST:

Querríamos socializar con vosotros una nueva conquista de la solidaridad entre los brasileños y los pueblos del mundo: la inauguración de la Escuela Nacional Florestan Fernandes, el día 23 de enero de 2005. Construida en Guararema (a 60km de São Paulo) por 1.115 trabajadores rurales Sin Tierra, la Escuela es el fruto valioso de nuestra lucha. Fueron cuatro años y medio de trabajo de voluntarios de asentamientos y acampamentos de todo Brasil. Una obra realizada por muchas manos con callos de usar el azada.

Después de largos años de discusiones colectivas en las diversas instancias del MST, la Escuela surge con el propósito de hacer pensar, planear, organizar y desarrollar la formación política, técnica e ideológica de los militantes y dirigentes del Movimiento. Por nacer con el objetivo de capacitar a jóvenes, mujeres y hombres del medio rural para la producción, comercio y gestión de los acampamentos y asentamientos, la ENFF tendrá una pedagogía y metodología adaptada a la realidad de los trabajadores del campo.

Sobre un terreno de 30 mil metros cuadrados, fueron construidas instalaciones de ladrillos de solo-cimento (lit., suelo-cemento) fabricados en la propia escuela. Esta técnica es agro-ecológica, evita la necesidad de revocar las fachadas, contribuye a disminuir la cantidad de hierro, acero y cemento en la obra y es más resistente y fácil de asentar. En total se dispone de tres aulas que juntas pueden llegar a albergar hasta a 200 personas, un auditorio y dos anfiteatros. Los recursos para la construcción de la escuela fueron recaudados mediante la venta del libro "Tierra", con textos de José Saramago, canciones de Chico Buarque y fotos de Sebastião Salgado, contribuciones de organizaciones no gubernamentales (ONGs) europeas y donaciones de amigos y amigas brasileños e internacionales.

Al maestro con cariño

El homenaje al maestro y sociólogo Florestan Fernandes es el resultado de la admiración y reconocimiento del MST por su trayectoria de vida incansable y coherente con la lucha de los trabajadores y trabajadoras. Crítico severo del capitalismo, Florestan Fernández defendió la libertad, la democracia y una sociedad más justa y fraterna. Diez años después de su muerte, su legado y sus ideas orientan nuestras acciones.

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A crise do PT, a direita e a esquerda

Emir Sader

Data de fechamento do texto: 19 de julho de 2005.

“Não se pode separar mecanicamente as questões políticas das questões de organização”.

Lênin

“O peixe apodrece pela cabeça”.

Mao Tsé-tung

A crise do PT pode aparecer como uma crise dos métodos de ação do partido. A crise parece ter sido exportada para o Congresso e o partido, buscando apurar que parlamentares estariam envolvidos na compra de votos e de que forma membros do partido teriam operado para fazer isso, assim como para financiar atividades partidárias com recursos paralelos. O PT teria construído uma enorme máquina partidária – que estenderia seus braços e pernas na direção dos governos e dos parlamentos –, “confundindo partido com Estado”, como afirmou na sua capa uma renomada revista “bushista” brasileira.

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Dictadura militar en Argentina (1976-1983): naturaleza y antecedentes del Estado genocida

Alejandro Andreassi Cieri

El propósito de los golpistas de 1976 era fundar una nueva legalidad, una nueva escala de valores y de normas sociales que redujera el exterminio del disidente político a la categoría de procedimiento político rutinario, como método fundamental de ejercicio del poder en un nuevo orden que sustituyera la discusión y la crítica abierta de lo político y lo social por la obediencia ciega, en una nueva pirámide de rígidas jerarquías coronadas por una elite integrada pro los comandantes golpistas y sus socios civiles. La muerte del opositor se transformaba en un objetivo y un horizonte político definido consciente por los jefes militares, ya que eran el fundamento constitutivo de la sociedad en la que se había suprimido el disenso. Basta para ello como prueba las palabras de Videla justificando el secuestro y desaparición, la muerte clandestina de disidentes, para evitar el impacto emocional en la opinión pública de fusilamiento a la luz del día y masivos. Que la muerte era el objetivo, eso no se discutía. Según éste nadie en la cúpula o los escalones subalternos de la dictadura dudaba sobre la decisión de asesinar. La discusión giraba sólo sobre si las ejecuciones de disidentes debían ser públicas o secretas.[1]

La necesidad de buscar parámetros con que juzgar históricamente esta catástrofe nos obligan a mirar a los máximos exponentes de la barbarie en el siglo XX: los fascismos europeos de entreguerras y especialmente el fenómeno nazi. Existe un sobrecogedor paralelismo entre estos objetivos y características de la dictadura militar y los regímenes fascistas europeos, especialmente con la dictadura nazi, salvando las obvias distancias de contexto y período histórico (también llama la atención la extensión geográfica del terrorismo de estado en los años setenta en el sur de América Latina, similar a la proliferación de fascismos en la Europa de entreguerras), que es desde ya un calificativo de las cualidades letales del régimen inaugurado en Argentina con el golpe de estado de marzo de 1976. Tanto en el caso del fascismo alemán como de la dictadura militar argentina, regímenes análogos en muchos sentidos, pero especialmente por compartir el mismo objetivo de refundación e ingeniería social basada en la normalización del exterminio como mecanismo de mediación social y de regulación de las relaciones entre sociedad política –el estado- y sociedad civil; pueden rastrearse en su propia historia esos antecedentes que precipitaron a sus respectivos pueblos en un abismo de barbarie, y mediante el genocidio produjeron una fisura irreparable en el concepto del hombre y la humanidad.

Para asegurar sus objetivos ambos regímenes recurrieron a la deshumanización y bestialización sistemática de las víctimas, esencial para aislarlos del resto de la sociedad, e impedir no sólo la solidaridad de los que podrían ayudarlos a escapar de su suerte o a resistir, sino, lo que es más contundente y eficaz para lograr el exterminio, quitar a su eliminación el carácter de muerte, de tal  modo que el genocidio se transforma en un asesinato sin culpables, sin responsables, y tampoco sin víctimas, ya que estas deben morir por que los son, no por lo que han hecho y por eso no merecen seguir con vida, según lo decidido por los nazis y los militares argentinos. La cosificación de las víctimas permite la absolución de los verdugos (¿es acaso un criminal el carnicero que trocea una res en el matadero?), transformando al primero sólo en un problema logístico burocrático que exige solución, y al segundo en el ejecutor de la solución del problema.[2]

En el caso argentino también el exterminio de los opositores constituye una finalidad en sí misma, que mide y comprueba la eficacia del poder desplegado (“lucharemos no hasta la muerte sino hasta la victoria”, dijo el almirante Massera, o el célebre exabrupto del sanguinario general Ibérico Saint Jean[3]: “primero eliminaremos a los subversivos, luego a sus colaboradores, seguiremos con los simpatizantes y acabaremos con los indiferentes”). Y la deshumanización de las víctimas se hace, en lugar de utilizar referentes biológicos seudocientíficos (aunque también existieron manifestaciones  antisemitas en la represión desatada por la dictadura)[4], mediante la construcción de un no-hombre, no-ciudadano objeto de eliminación, que carece de existencia política aunque los motivos de su exterminio lo sean, pero igualmente eficaz para promover la indiferencia o la complicidad de gran parte de la población frente al genocidio: el “subversivo”. Para ellos el término designaba una esencia maligna, una amenaza procedente del ejercicio de la democracia, que también se transformaba en sospechosa para los inquisidores uniformados, porque esta, al permitir el intercambio de todo tipo de ideas favorecía su existencia. El subversivo estaba encarnado por todos aquellos que de algún modo se oponían o disentían con la jerarquía social fundacional de la república, o, lo que era aún más inadmisible, proponían alternativas opuestas a la república elitista y desigual. Según la dictadura se trata de individuos agrupados para destruir las esencias prepolíticas de la argentinidad, residentes en la comunidad nacional imaginaria preexistente a cualquier normativa constituyente y depositadas en los estamentos sociales tradicionales, la aristocracia de la tierra y las fuerzas armadas que conquistaron  y aseguraron las bases materiales y espirituales del orden social vigente y amenazado por la combinación de “democracia y subversión”.[5]

Si bien no hay nada equiparable en la dictadura militar argentina a las leyes de Nuremberg en la delimitación normativa de quienes deben ser expulsados de la comunidad nacional, esta ausencia  no anula la existencia de proyectos que tenían por objetivo la consumación de un genocidio, en este caso sobre un colectivo identificado por su posición política disidente. Si bien no hubo una delimitación escrita del grupo de ciudadanos a exterminar, si la hubo fáctica.  Es lo que ha quedado meridianamente establecido con una argumentación impecable, si faltaba una última consideración sobre estos crímenes, por la Audiencia Nacional, en su sesión en Madrid, en noviembre de 1998.[6]

Existe otra coincidencia entre la dictadura militar argentina y el régimen nazi. Es el carácter público de la degradación del disidente y su expulsión –mediante el secuestro- de la comunidad nacional, y el carácter secreto y clandestino de su exterminio: se produjo un Nacht und Nebel rioplatense similar al que practicó Alemania en su propio territorio y en los países aliados y ocupados por los ejércitos nazis. La desaparición tenía el propósito de ocultar a la opinión pública las formas en que se estaba produciendo la represión  para que la población no tuviera reparos en aprobar la represión de disidentes al deshumanizarlos, presentándolos como bestias sin alma dispuestas a la destrucción, anulando la existencia del crimen al ser practicado sobre un no-ser humano: de ahí el carácter demoníaco y bestial con que era reforzado cualquier mensaje desde el poder al hacer referencia a los disidentes como “subversivos” y a su conducta general como “la subversión”.[7] Al mismo tiempo el carácter ostensiblemente irregular de los procedimientos de secuestro, que se producían muchas veces en plena luz del día y en las calles más concurridas de las grandes ciudades, mediante coches sin matrícula y personal armado sin uniformes que les identificaran, tenían como objeto resaltar el carácter aparentemente incontrolado de la represión,   cualitativamente distinta a la que podría aplicarse de acuerdo a preceptos legales convencionales, y por lo tanto dirigidos a provocar un sentimiento permanente de inseguridad e indefensión en toda la población induciendo conductas sumisas al poder por ciudadanos que estarían dominados por la percepción de que cualquier desviación podrían lanzarlos más allá de la línea de sombra y expulsarlos a las tinieblas de un destino incierto, y que permanentemente actuarían movidos por el deseo de adivinar cuales conductas serían del agrado de las elites dominantes.[8] Porque las causas de la detención por las fuerzas represivas nunca eran anunciadas públicamente mediante un juicio o procedimientos normales de procesamiento. El poder disuasorio y atemorizador sobre la normalidad del método utilizado actuaba a modo de tribunal kafkiano sobre la base de la duda de las motivaciones de la dictadura para proceder de ese modo. También podría actuar como un mecanismo de sometimiento que consistiría en la regresión infantil de gran parte de la población preocupada en agradar al poder con conductas sumisas para no pisar esa peligrosa zona de sombra donde se perdían otros, al actuar de modo socialmente reprobado por la dictadura, convertida en un padre cruel e inescrutable, similar a los modelos de comportamiento que los nazis pretendían inducir en los prisioneros de los campos de concentración, según las conclusiones elaboradas por Bruno Bettelheim, sobre la base de sus experiencias como preso político en la Alemania nazi en los campos de Dachau y Buchenwald.[9] Otra similitud de este con aquel fascismo es la desnaturalización de los términos empleados, basada en el recurso al eufemismo para describir los procedimientos más atroces: así “chupar” significa secuestrar, “traslado” ejecución mediante los vuelos de la muerte o el tiro en la nuca, etc. La misma tergiversación de las palabras que practicaban los nazis: “solución final” exterminio de los judíos, “instalaciones especiales” las cámaras de gas en Auschwitz, “tratamiento especial” los asesinatos en masa practicados por los grupos SS en los territorios ocupados de la URSS. [10]

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