Un punto de encuentro para las alternativas sociales

Legislar sin delinquir

Antonio Segura

LEGISLAR SIN DELINQUIR

Antonio Segura

El pasado 19 de mayo, nos despertamos con la noticia de que el PP y el PSOE se aliaban para recortar la aplicación de la Justicia Universal. La verdad es que no sorprendió a nadie, el Ministro de exteriores Miguel Ángel Moratinos ya anunció, bastante asustado, ante los reclamos de un ministro ultraderechista israelí que cambiaria la Ley. Así como suena, que cambiaria la ley española para no tener que procesar a unos criminales de guerra. Y decimos criminales de guerra porque ni las autoridades israelíes ni el Fiscal español que se opone a la investigación en la Audiencia Nacional del asunto de la masacre de Al Daraj Gaza, han argumentado que no lo sean, lo que han dicho es que España no es competente. Y como España según las Convenciones de Ginebra, en concreto la cuarta, según el artículo 96.1 de la Constitución, según el artículo 23. 4 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, y según la sentencia del Tribunal Constitucional 327/2003, (caso Guatemala), no puede eludir la aplicación de la Ley sobre esos criminales, y según las normas emanadas de su propio parlamento es COMPETENTE, los diputados del PP y del PSOE, deciden cambiar la ley para dar IMPUNIDAD a estos criminales. A estos y a todos aquellos que han cometido crímenes tan horrendos, pues no debemos olvidar que la Jurisdicción Universal es para esos crímenes y no para todos los delitos, los crímenes más graves contra la humanidad, humanidad que no olvidemos somos todos.

El asunto es de tal gravedad que si cambiamos el delito al que se le pretende dar impunidad, sería como decir que porque el Ministro de un estado x, ha sido sorprendido traficando con sustancias estupefacientes, los partidos mayoritarios se alían para cambiar la ley sobre el tráfico de drogas, o porque un presidente de una comunidad autónoma se apodera del dinero público en su beneficio, vamos a cambiar el código penal para darle impunidad.

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Para una psicología del consumidor

Santiago Alba Rico

Para una psicología del consumidor

Santiago Alba Rico

Pero no sólo se trata de la memoria. El filósofo alemán Gunther Anders alertaba en 1980, pocos años antes de su muerte, sobre el verdadero peligro que acecha hoy a la civilización humana y sobre la nueva fuente de culpa e inmoralidad: “no la sensualidad ni la improbidad ni la relajación de costumbres, ni siquiera la explotación, sino la falta de imaginación”. Asociada a sus ojos al desarrollo tecnológico capitalista cuyo punto de no retorno lo constituye la siempre olvidada Hiroshima, Anders exploró desde la década de los 50 lo que él llamaba “declive prometeico” para señalar la desproporción existente entre nuestras acciones y nuestras representaciones, entre lo que somos capaces de hacer y lo que somos capaces de imaginar. La relación entre el dedo banal que libera la bomba y los 200.000 muertos cinco mil metros más abajo, en medio de una orquídea de humo, resulta inconcebible para una imaginación finita, suspendiendo así la conmensurabilidad empírica del orden moral neolítico. Esta fractura o desproporción –el “declive” entre el hombre y sus productos- se traduce psicológica y socialmente en la agnosia, término que Anders rescata de la psiquiatría para describir la incapacidad del hombre, inscrita en la consistencia material del mundo y en su mediación tecnológica, para reaccionar de un modo moralmente proporcionado frente a las consecuencias de sus acciones. El caso de Hiroshima es ejemplar: mientras que Claude Eatherly, el piloto que señaló la ciudad como objetivo del primer ataque nuclear, acabó encerrado en un manicomio militar por sus “sentimientos de culpa” y tratado como un enfermo y un criminal, los otros “héroes” de Hiroshima recibieron y aceptaron homenajes populares, el coronel Thibet, al mando del Enola Gay, se mostró orgulloso de su acción y se declaró dispuesto a repetirla y el presidente Truman, último responsable del bombardeo, al final de su vida sólo se arrepentía frívolamente de “no haberse casado antes”. A estos ejemplos de “colapso de la imaginación” –indiferencia normalizada, agnosia socialmente integrada- podríamos añadir hoy algunas decenas más con tan sólo asomarnos a las noticias y declaraciones relacionadas con la guerra de Iraq o con la reciente “invasión de España” por parte de los inmigrantes subsaharianos retenidos en jaulas y abandonados luego en el desierto. La imaginación finita del hombre, que opera horizontalmente de un particular a otro, a través de conductores concretos, no tiene capacidad para representarse de un modo ético y afectivo los excesos de una tecnología que mata desde el aire y en cifras inasimilables para la conciencia (según un modelo rutinariamente aceptado como disculpable o incluso humanitario frente al horror absoluto de Auschwitz); como tampoco puede “imaginar” –más allá de Anders- la conexión entre un acto banal y placentero (el consumo de carne o la compra de un nuevo teléfono móvil) y la muerte de millones de personas en Indonesia o en el Congo. La ilimitación del capitalismo, como la de la tinaja de Wang, desborda y colapsa esa imaginación neolítica que sólo sabe establecer relaciones entre concreciones analógicas inmediatas. En ese sentido, el éxito de las telenovelas o “culebrones” de la televisión se debe en parte a que sigue ofreciéndonos a los indígenas del Primer Mundo, cómo último reducto en medio de fuerzas abstractas descomunales, un universo antropológicamente reducido y familiar, una sociedad manejable a la medida de nuestra capacidad para juzgar y decidir, ya superada por la complejidad causal del mundo globalizado. La contradicción entre la “familiaridad” de los programas de televisión y la “impersonalidad” de las fuerzas que operan en el mundo, en las que nuestra imaginación no puede penetrar, explica por otra parte uno de los rasgos dominantes de la psicología del consumidor; es decir, máximo sentimentalismo y máxima indiferencia.

Obviamente, el colapso de la memoria y de la imaginación comporta el consiguiente colapso de la razón, la cual no puede funcionar a partir de puros objetos temporales que desaparecen en el acto mismo de su aparición (imágenes rapsódicas, presente puro, red sincrónica de gestos in-significantes) y a partir de los cuales no se puede forjar ningún concepto. Esta triple derrota neolítica –de la memoria, la imaginación y la razón- se traduce en un nihilismo estético-psicológico espontáneo del que podemos destacar rápidamente al menos tres rasgos:

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Los nombres de la peste

Gustavo Duch Guillot

LOS NOMBRES DE LA PESTE. Recomendaciones para los medios de comunicación

Yo a los pollos les aviso para que corran la voz, Porque van a hacer un guiso de pollitos en arroz

Canción tradicional de Veracruz. México

Utilizaremos el nombre de gripe porcina cuando se quiera trasmitir un sentimiento de soberbia, de superioridad de especie y de amos del mundo. Capaces de lo mejor y de lo peor. De encontrar soluciones a las patologías más raras a la vez de facilitar (como con el apilotamiento de los animales) el surgimiento de nuevas enfermedades.

Utilizaremos el nombre de gripe mexicana cuando se quiera enfatizar que tenemos dos mundos. Los privilegiados encerrados en su asepsia preoperatoria y los pobres que en su inmundicia van esputando microbios por el mundo. Dirán -en términos médicos- faltan barreras sanitarias, y se elevarán los muros.

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Entrevista con Clara Valverde en torno al Síndrome de Fatiga Crónica: “Los enfermos del SFC están tomando conciencia.

Salvador López Arnal

Salvador López Arnal

En 1984, Clara Valverde enfermó repentinamente de Síndrome de la Fatiga Crónica (SFC), una dolencia severa a la que los médicos no sabían dar nombre. Con esta sensación de estar perdida, comenzó una larga búsqueda que cambió el rumbo de su vida. En ese viaje para sobrevivir con los síntomas extremos de su enfermedad, se encontró con la indiferencia del sistema sanitario, la incomprensión de la sociedad, los consejos no-solicitados de su entorno, el ego de los médicos y el oportunismo de los políticos. Pero también han sido parte de su aventura el amor, la rebeldía, la creatividad y la solidaridad de otros enfermos en la misma situación dispuestos a transformar su realidad y a luchar por sus derechos.

Un libro que recoge su experiencia –y la de otros enfermos- se presentará en Barcelona el próximo 7 de mayo: Pues tienes buena cara. Síndrome de la Fatiga Crónica. Una enfermedad políticamente incorrecta. Ha sido editado por Ediciones Martínez Roca, en la colección “MR Ahora”. Un documental sobre el síndrome, “Amapola y los aviones”, dirigido por Ana de Quadras y Clara Valverde, se presentará el próximo 13 de mayo también en Barcelona ( para más información: http://www.ligasfc.org/index.php?name=News&file=article&sid=245, es la página, muy recomendable, de la Liga SFC).

     Clara Valverde suele afirmar: «¿Esperanza? NO. Lo que me mueve es la PASIÓN.» Lean y entenderán sus razones.

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«María doméstica» y «José Obrero», nicas en Guanacaste

Ronal Vargas Araya

Por Presbítero Ronal Vargas Araya, Capellán de Liberia, Guanacaste, (Mexico) (*) | Reproducido en Radio La Primerísima, 1 de mayo de 2009.

1. Palabra y vida

Hoy, primero de mayo, el mundo entero recuerda aquella gesta valiente de los obreros en Chicago, Estados Unidos, para reducir la jornada laboral de 14 a 8 horas, gesta que a no pocos les costó la vida. Bueno, gracias a ellos hoy su recuerdo es día feriado para los trabajadores de casi todo el mundo, menos para los de Estados Unidos, donde hoy no es día feriado… Paradojas de la vida.

La Iglesia cristianizó este día que ya era sagrado para los trabajadores, pues había sido santificado con sus luchas, sus sudores y su sangre, cuando el Papa Pió XII en el año 1955 instituyó la solemnidad de San José Obrero, aunque quedara a sólo mes y medio de la fiesta de San José (el 19 de marzo).

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Obituario de Javier Ortiz

Javier Ortiz

JAVIER ORTIZ – 28/04/2009 12:37

Falleció ayer de parada cardio-respiratoria el escritor y periodista Javier Ortiz. Es algo que él mismo, autor de estas líneas, sabía muy bien que sucedería, y que por eso pudo pronosticar, porque no hay nada más inevitable que morir de parada cardio-respiratoria. Si sigues respirando y el corazón te late, no te dan por muerto.

Así que en ésas estamos (bueno, él ya no).

Javier Ortiz fue el sexto hijo de una maestra de Irún, María Estévez Sáez, y de un gestor administrativo madrileño, José María Ortiz Crouselles. Sus abuelos fueron, respectivamente, un señor de Granada con aspecto de policía -lo que tal vez se justifique considerando el hecho de que era policía-, una señora muy agradable y culta con allure y apellido del Rosellón, un honrado y discreto carabinero orensano con habilidades de pendolista y una viuda de Haro casada en segundas nupcias con el recién mencionado, Javier Estévez Cartelle, del que se derivó el nombre de pila de nuestro recién difunto. Si algún interés tienen todos estos antecedentes, cosa que dista de estar clara, es el de demostrar que, en contra de lo que suele pretenderse, el cruce de razas no mejora el producto. (Obsérvese qué gran variedad de procedencias se puso en juego para acabar fabricando a un vasco calvo y bajito.)

La infancia de Javier Ortiz transcurrió en San Sebastián, ciudad que le venía muy a mano, porque nació allí. Se dedicó básicamente a mirar lo que había por sus cercanías, en particular el pecho de las señoras -ahora que ya está muerto podemos descubrir ese inocente secreto suyo-, y a estudiar cosas tan peregrinas como las ciudades costeras del Perú, de las que no logró olvidarse hasta su postrer respiro. Los jesuitas trataron de encauzarlo por el buen camino, pero él descubrió muy pronto que era comunista. Eso malogró del todo su carrera religiosa, ya de por sí poco prometedora, sobre todo desde que notó con desagrado el interés que algunos sacerdotes ponían en sus partes pudendas.

Su primer trabajo como escribidor, aparecido en una página del periódico del colegio, fue, curiosamente, una necrológica, con lo que cabría decir que su carrera como periodista ha resultado capicúa, singular circunstancia de la que muy pocos podrían presumir, aún en el improbable caso de que lo pretendieran.

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Entrevista de urgencia con el economista mexicano Alejandro Nadal sobre la gripe porcina

Salvador López Arnal

Entrevista de urgencia con el economista mexicano Alejandro Nadal sobre la gripe porcina: “El sospechoso número uno es el sistema de producción industrial de cerdos, en donde el hacinamiento permite el intercambio masivo de virus, lo que facilita que aparezcan nuevas cepas y variantes, algunas de las cuales pueden ser influenza patógena que puede afectar a los humanos.”

Salvador López Arnal

Alejandro Nadal es economista. Profesor investigador del Centro de Estudios Económicos y de “El Colegio de México”, colabora regularmente con el cotidiano mexicano de izquierda La Jornada. Muchos de sus artículos han sido reproducidos en páginas electrónicas como www.rebelion.org, sinpermiso.info o Espai Marx. Alejandro Nadal es, además, miembro del consejo editorial de Investigación Económica, una excelente revista de ciencias sociales dirigida por el economista mexicano Ignacio Perrotini.

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