"Combatiremos contra muchos enemigos porque son muchos los que tenemos alrededor. Pero si perseveramos en esta visión del mundo y si para terminar el trabajo, en lugar de confiar en la sutil diplomacia de las palabras estamos dispuestos a dirigir la guerra global, el día de mañana nuestros hijos nos cantaran cantos de gloria y de agradecimiento”. Richard Perle, hasta hace poco Consejero en jefe del gobierno de Bush.
I. Introducción. El paradigma. Comienzo de la guerra permanente y la respuesta La novedad de lo ocurrido con ocasión de la invasión de Irak ha sido la fuerza no prevista con la que se han enfrentado la lógica de la paz y la lógica de la guerra. La de una guerra anunciada, la de la brutalidad criminal de la agresión, de la asimetría de medios, de la mentira descarada, de la violación del derecho, de la ruptura de consensos trabajosamente construidos, de la justificación del unilateralismo, de la imposición del militarismo como estrategia de paz, de la tergiversación del sentido de palabras, de la fabricación de más armas como base para la reactivación económica, del arrogante desprecio de la opinión pública, del mesianismo, etc. Y por otro lado la de un movimiento mundial enormemente potente, que en su convocatoria y resultados ha dejado atónitos los movimientos de masas clásicos por su fuerza, coherencia en la expresión, espontaneidad y masividad. Se trata del hecho más masivo de la historia de la humanidad y el más masivo de la historia de España y Cataluña.
¿Por qué ahora y no antes, con Nicaragua, Chiapas, con ocasión de los más de un millón de muertos en los Grandes Lagos, o con Somalia o Sudán o Timor, con los de la ex-Yugoslavia o Kosovo y ni siquiera con Afganistán? ¿Qué condiciones objetivas y subjetivas se han dado ahora que no se dieron anteriormente? ¿Ha sido simplemente la gota que colma el vaso o algo más? ¿Qué ha percibido la población en esta ocasión?
Por la simplicidad de planteamientos con los que se ha intervenido, el conflicto de Irak ha tenido la virtud de actuar como catalizador de la conciencia mundial. Ha puesto transparentemente en evidencia que este modelo de desarrollo necesita robar. Y en consecuencia necesita matar para poder robar. Y los dirigentes del mundo han sido tan estúpidamente insolentes que lo han dicho y hecho sin ningún disimulo. El 11 de septiembre facilitó la coartada del terrorismo como justificación. Pero no ha colado. Se proclamó el estado de Guerra Global Permanente, el estado de excepción en el mundo entero. Los asesinos han ganado, como no podía ser de otra forma, la batalla militar. Pero han perdido todas las batallas políticas, desde la de la opinión pública a la de la legitimidad que podía haberle dado la ONU etc. Ahora la pregunta es qué traducción política e institucional tendrá el malestar colectivo, cómo continuar el movimiento, si esto ayudará a superar de una vez el divorcio entre sociedad civil y sociedad política etc. Por otra parte, el planteamiento maniqueo de Bush «el que no está conmigo está contra mí», como Dios, deja muy poco espacio a una posible «tercera vía» o socialdemocracia.
El conflicto de Irak ha sido un paradigma. Tan brutalmente evidente que tiene por ello la ventaja de ser pedagógicamente comprensible. Se trata de un conflicto global en el que confluyen todos los elementos ideológicos, culturales, económicos, políticos y estratégicos posiblemente dispersos en otros conflictos. Y la respuesta a la agresión ha tenido también y por primera vez un carácter global. Después de Seattle y Praga y Florencia y Porto Alegre las víctimas han aprendido que la lógica criminal del sistema es siempre la misma con pretextos diferentes. Han aprendido que detrás de los conflictos de Irak, Venezuela, Colombia o Chiapas, que en el tema de la deuda o en el conflicto del agua que se avecina, con el pretexto de la droga o el terrorismo etc., también el sistema “piensa globalmente y actúa localmente”. Porque lo más inquietante de la situación actual es en el fondo la ausencia de un modelo explicativo del comportamiento americano como no sea el de usar la mera fuerza bruta al servicio de la rapiña.
¿Por qué de nuevo la agresión contra Irak? ¿Por qué el sadismo martirizando todavía más a una población exhausta y ya mártir? Con misiles se “libera” a las ciudades que manifiestan no querer ser “liberadas” y se asesina a miles de inocentes para que sus “derechos humanos sean respetados”. El embargo y el uranio empobrecido del 91 han provocado un millón y medio de muertes. La OMS calcula que en el plazo de 15 años casi el 50 % de la población de Irak puede estar afectada de cáncer. La Renta per Capita ha bajado de 3500 a 800 dólares por persona. ¿No bastaba con esto? ¿Por qué esta falta de piedad ante un pueblo inerme y exhausto? Pues por la misma lógica, por la que se le atacó hace doce años: la voluntad de controlar en el mundo de hoy los recursos energéticos y de dominar el Oriente Medio. A estos se han añadido en la actual administración republicana de Bush-hijo otros dos motivos: la necesidad de superar la crisis interna, económica y moral, de EUA y un nuevo punto de partida de fanatismo, de ideología de cruzada de salvación de la civilización occidental, de fundamentalismo religioso. Pero puede ser síntoma del canto del cisne del Imperio, su principio del fin.
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