Un punto de encuentro para las alternativas sociales

¿Crisis del marxismo?

Miguel Alejandro Hayes

Las preguntas alrededor de la existencia de una crisis del marxismo pueden ser muy comunes o inexistentes, en dependencia de la zona del espectro político y teórico donde se sitúe quién se hace la pregunta. Mientras para algunos solo se trata de algo muerto que habita en la nostalgia, para otros es el marxismo la más genuina expresión de las ideas de liberación y de des-enajenación.

En el medio de tal dicotomía de entusiasmo/rechazo se sitúa la reflexión que une a ambos polos y que versa sobre el estado actual del marxismo. Lo que se concluya de aquella contribuye a una práctica que tributa a favor o en contra –con independencia del posicionamiento explícito- del marxismo. Así, una debilidad o fortaleza puede ser potenciada -tanto desde dentro, como desde afuera. Ejemplo de ello -por solo mencionar- son todos los debates impuestos desde fuera al marxismo, que desde dentro muchos reproducen erróneamente, cómo es el de mercado-planificación. Por lo que para un marxista que desea conservar su teoría, conocerla a fondo se impone.

De ese conocimiento se podrá diagnosticar, proyectar e impulsar el paradigma marxista. Si se considera el marxismo en crisis sin estarlo, la práctica puede empujarlo hacia esta. Si por el contrario, lo está, pero se actúa como si no lo estuviese, se estaría tapando un mal que camina silenciosamente. Si bien no es poco lo que se ha dicho sobre su crisis, podrían esbozarse en estas líneas algunas ideas que contribuyan a la reflexión.

Habría que empezar diciendo que lo que se considera marxismo puede variar en dependencia de desde dónde se observe -fuera o dentro. Desde el exterior, suele considerarse como tal a todo lo referido al marxismo-leninismo, y desde dentro, hay muchas corrientes que son rechazadas por otras, ya sea por su posturas política –como es el caso del trotskismo, no pocas veces repelida por algunas izquierdas marxistas- o por sus posturas teóricas –válida la cuestión de reconocer o no el marxismo analítico como tal. Por eso, aquí nos referiremos al marxismo obviando todas esas disquisiciones, incluyendo a todo aquel conjunto de tradiciones e interpretaciones que versan explícitamente sobre la obra de Marx y sus seguidores, sin importar la rigurosidad hermenéutica de dichas lecturas o el grado de trabajo directo con el genio alemán.

También habría que aclarar qué entender por crisis, ya que existe un variado número de modos de pensarla y clasificarla. Véase aquí la crisis en consecuencia con la lectura dialéctica de Marx: no es más que el hecho de que la capacidad productiva –en sentido hegeliano- sobrepase o no llegue a corresponderse con la capacidad de asimilación. Es decir, la incapacidad de un objeto de sostenerse en auto-movimiento debido a su a-sincronía en la unidad dialéctica de producción, distribución cambio y consumo, como parte del funcionamiento de una totalidad orgánica. El mejor ejemplo que ilustra esto es el capitalismo, donde la crisis está dada por exceso de la capacidad productiva –en el sentido hegeliano- del sistema.

Lo otro que habría que precisar para acercarse a la idea de la crisis del marxismo, es sobre qué dimensión de la teoría enfocarla. La sociológica puede explotarse en diferentes variantes (históricas, políticas, culturales, académicas, etc.). Pudiera ser un debate que se centre en cuánto se ha estudiado o se estudia la corriente en cuestión por parte de la academia; o cuánto ha logrado el marxismo penetrar el pensamiento o la cultura popular; pero todo ello obvia el qué, o mejor dicho, el cómo entender el marxismo.

Por eso, en consecuencia con la dialéctica, sugiero pensarlo –ya que es nuestro objeto en este texto- respecto a sí mismo. Al igual que la lógica a la que hacemos referencia, debe verse este en comparación con su propio auto-movimiento; por tanto, sobre las bases que este mismo se plantea, y su capacidad de coherencia en dicho devenir.

Es por eso que, sin abordar cómo leer a Marx, y a sabiendas de que el marxismo no tiene que ir directamente sobre el autor, sino también sobre las interpretaciones, aportaciones y “aportaciones”, es necesario decir que dicho marxismo puede –si se piensa respecto a sí mismo- dejar gran diferencia en cuanto a otros paradigmas. Y es que, si bien estos son un conjunto de hábitos, costumbres y tradiciones teóricas, la teoría de Marx –como dialéctica- se piensa a sí misma como un sistema,  capaz de explicar el primer sistema social que constituye una totalidad orgánica conocido por el hombre: el capitalismo.

Hay pensamiento consolidado como sistema orgánico –en El Capital. Este debiera devenir y expandirse con tal cualidad. Si la obra de Marx es el fundamento del que se parte para construir el marxismo, solo si se obtiene una visión orgánica de esta se podrán elaborar –aunque se desarrollen sobre diferentes aéreas del saber- interpretaciones que desde una conduzca a la otra. En la medida en que la lectura a los Manuscritos no conduzca a los Grundrisse y al Capital, y que desde cualquiera de estos se pueda llegar a los otros dos, y sea su obra un todo, un sistema en auto-movimiento que permita ir de la enajenación a la ideología, a la apropiación, a la Economía Política y caminar luego en el sentido inverso, se tendrá lo que existe hasta hoy como formas dominantes. Pues tenemos lo contrario, que no es otra cosa que el dominio de diferentes escuelas o centros que ofrecen visiones segmentadas que se ponen como bloques -una al lado de la otra- y no constituyen esa totalidad requerida.

Marx dejó un sistema orgánico, mientras su lectura no lo sea, el marxismo no se podrá realizar como tal. Estará en crisis.

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