Un punto de encuentro para las alternativas sociales

¿Por qué COO-BAS / Tarragona?

Las sociedades cambian permanentemente y las instituciones que los hombres creamos para el mejor gobierno de ella, generalmente evolucionan a la saga de los acontecimientos y aunque los ajustes  organizativos se realicen oportunamente llega un momento en que se vuelven inoperantes y es en ese instante que la crisis de representatividad se hace presente. Es el instante en que aparecen las rupturas, las fracciones, en fin, las divisiones, mostrándonos finalmente a las instituciones ineficaces para defender las demandas justas de las gentes. Presenciamos que dirigentes honestos se van de una institución a otra y al poco tiempo anuncian su nuevo cambio a otra y el proceso de confianza entre pueblo y dirigencia termina quebrandose. La tragedia para el pueblo se completa por la consciente traición de gran parte de esa dirigencia. A esto no escapa la historia del movimiento sindical.

Alguno de nosotros viene de la lucha antifranquista y desde los mismos orígenes del sindicalismo clasista y combativo que se le enfrentó, inclusive ocupando puestos de dirección. Algunos pasamos de una Central a otra, ilusionados con la radicalidad oral que les escuchábamos y honestamente creímos tenia su correlato en la práctica cotidiana y al poco de andar comprobamos que lo único diferente era el portal.

Otros, emigrantes, en busca de un paraguas protector, nos afiliamos a la organización sindical que tropezamos primero sin conocer historias y trayectorias y al poco tiempo comprobamos que si bien hay todo un andamiaje legal y una infraestructura sindical extendida, es poco y nada lo que pueden hacer por defender nuestros derechos, mas allá de hacer que nos liquiden un finiquito correctamente.

Las causas de esta indefensión de las organizaciones sindicales históricas son diversas, aunque concatenadas, que van desde la lisa y llana traición de los dirigentes hasta la obsoleta organización para operar sobre una realidad laboral presente muy dinámica, pasando por políticas y concepciones ideológicas opuestas a los intereses de los trabajadores.

Hasta 1975 que se desató la gran crisis del petróleo dando lugar a la creación de la OPEP, en trazos generales afirmamos que el modo de producción capitalista podía definirse como expansivo-inclusivo y la forma política que garantizaba la reproducción del sistema era el Estado de Bienestar, basado en el consenso para una correlación de fuerzas dada entre las burguesías y los trabajadores. Las burguesías ampliaban sus capitales a partir de la expansión de los mercados, la clase obrera se “beneficiaba” con el aumento de puestos de trabajo. Además, el pleno empleo garantizaba en gran medida el éxito en las luchas reivindicativas.

Pues, en este marco nació y se desarrolló el sindicalismo que perdura, con cambios formales, hasta nuestros días.

La aparición de la OPEP y el consecuente aumento del precio del petróleo; el proceso imparable de descolonización privando a los países centrales de materias primas baratas; la creciente lucha por el socialismo en el Tercer Mundo y paradójicamente, la burocratización creciente y las desviaciones ideológicas en la Unión Soviética que le impedían superar un capitalismo de estado; convencieron a las burguesías imperialistas de centrar todo el esfuerzo en alcanzar una “revolución científico-técnica” como forma de modificar el estado de cosas  en el área productiva y en lo geopolítico aplastar con métodos violentos e ilegales a los movimientos revolucionarios del Tercer Mundo que entendían, – de lograr sus objetivos-, amenazaban su hegemonía mundial.

Aunque en contubernio con el imperialismo, la existencia de la URSS por estos años, constituyo un freno para el desmantelamiento del edificio legal del Estado de Bienestar en Europa, pero no así en los países del Tercer Mundo que a medida que fue derrotando a las luchas por la liberación – con la complicidad probada en muchos casos de la URSS  y de las burguesías locales en todos los casos – recortó todas las libertades y desmanteló, en donde existían, las leyes que garantizaban los derechos de los trabajadores.

Este proceso de reconversión capitalista alcanza su madurez con la caída del Muro de Berlín que da fecha de inicio evidente a la deconstrucción sistemática del Estado de Bienestar en Europa.

Es que la desaparición de la URSS deja el campo orégano a la ambición de las burguesías de ampliar sin ningún límite sus ganancias a costa de los trabajadores a los que hunde en la más infame indefensión.

Afirmándose en la revolución científico técnica y sobre la indefensión de los trabajadores el capitalismo se transforma en “concentrador- excluyente”. Es decir, prescinde crecientemente de mano de obra mientras eleva la productividad de nosotros –los trabajadores – como resultado de la aplicación de tecnologías nuevas y la incapacidad de las estructuras sindicales para estar a la altura de la dinámica de transformación que la burguesía mundial impone en la producción.

Las estructuras sindicales históricas surgidas en la etapa “fordista” del capitalismo, donde grandes espacios productivos concentraban una gran cantidad de trabajadores, resultaron idóneas para la defensa de nuestros intereses, pero hoy, cuando la desregulación de la legislación laboral se profundiza día a día; se descentraliza y atomizan los procesos productivos, no solo en la lógica natural de la producción sino también geográficamente –etapa llamada “toyotista”-, la estructura sindical que heredamos rápidamente muestra su inoperancia para defender nuestros intereses.

Es que cuando el empleo (no confundamos empleo con trabajo), producto de esta transformación en la forma de producir la riqueza se ha convertido en un bien muy escaso y un gran ejercito de desocupados (todos compañeros) bregan por obtener un puesto, resultan casi inexistentes las posibilidades de un triunfo reivindicativo por parte de los trabajadores.

Por tanto es evidente que el eje de las luchas por mejores condiciones de trabajo se ha desplazado de los centros de trabajo propiamente dicho hacia otro lado (esto no invalida que en situaciones concretas se pueda llevar adelante una lucha por mejoras en una empresa, pero consideramos que en las actuales condiciones, una situación tal, es la excepción, no la regla).

En la etapa del capitalismo “expansivo- inclusivo” y con el Estado de Bienestar en su clímax, podemos “aceptar” que fuera correcto diferenciar entre lucha reivindicativa y lucha política, pues la idea de progreso impregnaba tanto a las burguesías como a un gran porcentaje de  nosotros, los trabajadores y así los sindicatos se ocupaban de las mejoras salariales, mejores condiciones de trabajo, etc., y  los partidos políticos de la política propiamente dicha. Pues era aceptado que el estatus quo del capitalismo era incuestionablemente estable.

Esto se veía favorecido por la concepción socialdemócrata, ideológicamente subordinada a la hegemonía burguesa.

En el mundo laboral de hoy coexisten las formas tecnológicas más avanzadas que podamos imaginar con las relaciones de producción mas atrasadas, de características casi feudales. En ellas, prácticamente, solo cuentan los intereses patronales. Es decir la democracia laboral ya no existe al interior de las empresas, al menor intento de reclamar derechos adquiridos y aun consagrados en la legislación laboral vigente, pueden convertirse en causal de despido por el creciente autoritarismo que alimenta la impunidad notoria que goza la patronal, alentada por la debilidad del movimiento trabajador en su conjunto.

Esta realidad de un capitalismo que a pesar que no puede ocultar la miseria en la que sume a gran parte de la población por un lado y la debilidad intrínseca de nuestras propias organizaciones y que obedecen a las causas anteriormente señaladas, es lógico que se nos presente como una muralla infranqueable, que no tiene un solo resquebrajamiento por donde colar nuestros justos deseos de una vida mejor y además de una altura tal, que aparenta ser la rampa por donde desciende para mantenernos sumidos en la desesperanza, el dios moderno: las multinacionales, marcándonos el infierno que nos acecha: desempleo; terrorismo (¿quienes son?); recorte perpetuo de los derechos sociales; privatizaciones con remate a precio vil de las empresas estatales, levantadas con el ahorro social de años de sacrificios; desregulación, es decir subvertir el orden social pre-existente en beneficio único de los poderosos; deslocalizacion de empresas, a las que se le dieron beneficios extraordinarios para su montaje y ahora se van sin contrapartida; un Ministerio del Trabajo, que siempre falla a favor de la patronal violando el principio de equidad que debe guardar todo Estado que se precie de democrático; carestía permanente del costo de vida,  las mercancías suben por el ascensor y nuestros salarios por la escalera; en fin, una sociedad Hood Robín, que le saca a los pobres para darle mas a los ricos; Educación Pública clasista y autoritaria, para obtener ciudadanos dóciles producto de una formación que tiene por  único objetivo obtener analfabetos funcionales a la reproducción capitalista en lugar de ciudadanos con capacidad critica…y así, como en un espinel de pesca a medida que lo recogemos del infierno social en que vivimos, irán apareciendo las relaciones sociales que padecemos y que imperiosamente necesitamos sentarnos a conversar y reflexionar si es que queremos ir encontrando respuestas a nuestro malestar…

Vemos entonces, que no somos nosotros, sino la realidad la que nos marca, que las estructuras tanto sindicales como políticas que vienen del ayer no son idóneas para defendernos y que todo intento de adecuarlas desde adentro son, casi inevitablemente, esfuerzos dilapidados por que la burocracia interna y su concepción ideológica, anquilosada en años de practicas corporativas lo impiden: “…de buenas intenciones esta sembrado el camino del infierno…”

Hoy, en el capitalismo neoliberal y trasnacionalizado, toda lucha reivindicativa esta entrelazada estrechamente desde el principio con la política, a diferencia de estadios anteriores, donde podían transitar un largo trecho por vertientes distintas y que solo la generalización de los conflictos terminaba uniéndolos.

Pero además, la globalización, es de decir la transnacionalización de los mercados a impuesto un discurso hegemónico único, en que solo importa la ganancia, que atropella todas las culturas autóctonas y nacionales o regionales, que hasta ahora se han mostrado frágiles para dotar a las políticas de resistencia de la potencia necesaria, para defender los intereses locales y/o sectoriales. Por lo tanto también es necesario reformular nuestra cultura partiendo de  su historia, conservando de ella su verbo y descartando lo innecesario, la tradición por la tradición misma.

Por eso la necesidad de COO-BAS (comisiones de bases)

Retomando la metáfora del capitalismo como una muralla, agregamos que su argamasa esta constituida de: dominación, explotación y alienación. Que constituyen las grietas invisibles que intentamos volverlas no solo evidentes, sino que en el intento de pasar a través de ella, iremos construyendo la herramienta que acabamos de llamar COO-BAS y descubrir, sembrar y cosechar el mundo mejor que existe en cada una de nuestras utopías, al modo de Ulises en su viaje a Itaca.” A soñar con el otro lado, ya que apenas podemos ver una pequeñísima parte. Algunos dicen, que esta idea es una ilusión, algo infantil, apenas una quimera juvenil, desorientada y confusa. Nosotros creemos que es una posibilidad, una ruta por explorar, un camino que quizá podemos caminar”

”Durante muchos años, de hecho durante los últimos dos siglos, el pensamiento humano y también de los movimientos de resistencia fue construido bajo algunas premisas básicas. El pensamiento moderno, bajo el influjo de la ilustración, del pensamiento newtoniano y luego del positivismo generó la visión de que podíamos construir la verdad a partir de la racionalidad. Se construyó la idea de que podíamos encontrar a través de la ciencia, la verdad, y con ella, construir leyes universales del funcionamiento de la historia. Nuestros movimientos, los movimientos de resistencia históricos adoptaron esta visión. Si encontrábamos y comprendíamos ese funcionamiento, sólo era cuestión de seguir las pautas de esa verdad científica para construir la revolución.

Esta idea sobre la verdad, la racionalidad y la ciencia, generó un marco de pensamiento patriarcal, lineal, mecanicista, teleológico, que ayudó mucho en la construcción de una modernidad desarrollista y en constante expansión. La idea de progreso, desarrollo y crecimiento se adoptó por la humanidad, por la izquierda y por nuestros movimientos como un hecho sin cuestionamiento de la evolución humana.

Pero ese pensamiento ayudó mucho al funcionamiento de un sistema que precisamente necesita crecer sin obstáculos. Es el funcionamiento del capitalismo. El capitalismo crece, o perece.

Ese pensamiento está en crisis hoy. Y es que las bases de este pensamiento modernizador, desarrollista, positivista causó varios estragos.

Nosotros proponemos un mundo donde quepan muchos mundos. Proponemos la idea de la verdad múltiple frente a las leyes universales de verdades únicas.

Compartimos la máxima: «las verdades nacen, crecen, se desarrollan, decaen y mueren». El pensamiento dominante o hegemónico ayudó a crear la idea de que había que homogeneizar, había que desarrollar, había que modernizar. Esta visión ayudó a arrasar a la diferencia, las culturas, a «los distintos» en nombre de una modernidad racional que avanzaba inexorablemente hacia un mundo mejor. Los pueblos nativos, sufrieron las consecuencias de esta visión. Nosotros nos inscribimos en una ola de nuevas ideas que nos dicen que la historia no está escrita, que no necesariamente avanzamos hacia un sistema mejor, y que lo múltiple y lo diverso no son un obstáculo, sino que las diferencias son una riqueza que guardar, que preservar. La diversidad nos ayuda a avanzar. Un mundo donde quepan muchos mundos es la propuesta de un mundo otro donde convive, en unidad, la diversidad, sin que unos se impongan a otros. Un mundo donde caben todos, no es sólo una idea utópica del futuro, es una forma de vernos, soñarnos, hablarnos entre nosotros. Hoy la política no se hace más en nombre de verdades científicas. Nosotros intentamos ser parte de esta nueva forma de pensar, que decimos, es pensar al revés.

¿Es suficiente tomar el poder político?, concebido este como el poder del estado, el poder que se consideraba como el único y el más importante.

Nosotros creemos que no. Que poder del estado es un poder insoslayable, sí, pero no es todo el poder, ni es todo lo político. Más importante que quien esté en el poder , decimos, es que quien está en el poder, mande, pero mande obedeciendo. Esta idea aporta de nuevo una idea al revés. La izquierda ha construido una idea providencial y heroica de la toma del poder. El camino de la transformación o del derrumbe del capitalismo es una gran odisea, casi siempre encabezada por un héroe, llena de dolor y sufrimiento en donde al final del camino, la victoria, es decir, la toma del poder es la gran llegada, el gran día, el momento en que se bifurca la historia en dos grandes etapas. En un antes y en un después. A partir de ahí, y SOLO a partir de ahí, la historia y el hombre empezaban a cambiar. Es la llamada estrategia de dos pasos: tomar el poder y después, y sólo después, cambiar al mundo. La estrategia de los movimientos de resistencia giraba alrededor de esta ruta. Era una estrategia digamos, estadocéntrica.

Pero esta idea también se ha deteriorado, aunque sigue siendo muy importante. Al proponer que el que mande, mande obedeciendo, reconoce la idea de la representatividad, pero con nuevos y colectivos controles democráticos. Concibe a las direcciones y los liderazgos como resultado de un proceso colectivo democrático, no como la vanguardia clarificante que debe guiarnos al gran día de la transformación. La historia está llena de ejemplos también de cómo el estado y su fuerza no es el único referente y muchas veces ni el más importante en su estrategia política. Por supuesto que hay conflicto frente al estado dominante y las elites dominantes que gobiernan. Los permanentes y continuos conflictos sociales deja claro esto. Pero su actuar pareciera una lógica mucho más amplia, su agenda no sólo la define el conflicto estatal. Hay otras áreas, «otra cosa» –decimos con otros-, que es desarrollar sus propias fuerzas, dialogar con el resto, pensar en las alternativas, hablar de ellas. Todo eso no necesariamente está ligado de forma directa con el poder estatal.

Mandar obedeciendo significa repensar el poder. No es sólo un planteamiento ético, sino un planteamiento que desarticula la lógica del poder tal y como la conocemos. Desarticular las reglas del poder implica por supuesto dar la lucha arriba, contra los señores del poder y la explotación pero también abajo, entre nosotros, rompiendo los esquemas de dominación en nuestras familias, trabajo y escuelas; entre hombres y mujeres, entre adultos y jóvenes, entre razas, en nuestras organizaciones y colectivos, en nuestras relaciones cotidianas. Es generar una nueva relación que permita la construcción de un nuevo poder que decida de abajo hacia arriba, que se autogobierne y determine así mismo. Implica construir un orden social alternativo global.

Este planteamiento es crítico del sistema imperante en su conjunto y no sólo del gobierno en turno. Es una revisión a la lógica del sistema y no sólo una crítica a los dominadores. Mandar obedeciendo significa también la subordinación del estado a los pueblos. Implica la democratización cada vez más profunda del nuevo poder y el correspondiente proceso de devolución progresiva de las funciones usurpadas por el estado a la sociedad misma. No hay que tomar el poder, sino construirlo. No hay que tomar el sistema por asalto, hay que deconstruirlo y en ese proceso experimentar, diseñar, soñar, un sistema alternativo.

Nueva forma de hacer política.

¿Pero, cómo construir entonces un sistema alternativo global? El mandar obedeciendo, y el mundo donde quepan muchos mundos propone algunas pistas para ello. Proponen un tercer elemento. La construcción de un nuevo mundo, de un mundo otro, necesita de otra política. La historia de la izquierda de nuestros movimientos está llena de tristes ejemplos en donde los peores vicios del poder dominante fueron reproducidos en nuestras organizaciones, en nuestras decisiones, en nuestras estrategias. Es una historia que separaba los medios de los fines. Si buscábamos un mundo mejor para todos, el socialismo, el comunismo o la revolución a secas, esto justificaba cualquier medio para llegar a ello. Hoy, a través de la historia, sabemos que este pensamiento pragmático dejó mucho que desear y que las cooptaciones, la corrupción, el sectarismo, el vanguardismo, el sectorialismo, el autoritarismo dañaron la credibilidad y la esperanza de los pueblos que vieron a sus dirigentes revolucionarios convertirse en dictadorzuelos en sus partidos, en sus organizaciones. Que vieron enriquecerse a las clases que hablaban de un mundo igualitario. Que vieron reproducir el poder que tanto se criticaba. Los que se decían dominados, se convertían en nuevos dominadores. Una nueva ética, fundada en espacios colectivos es condición insoslayable para un nuevo mundo. Por eso proponemos a los movimientos sumar y no restar, acostumbrados estos a la división, a la discusión estéril. Proponemos construir y no destruir, acostumbrada la izquierda a dilapidar todo lo hecho a cambio de controlar todo lo que quede. Proponemos convencer y no vencer, acostumbrada la izquierda a los peores vicios de la concertación a oscuras, de la votación que aplasta, del acuerdo impuesto. Proponemos representar y no suplantar; construidas las organizaciones y los partidos con las voces de muchos que suelen ser la voz de uno solo.

Sin nuevos movimientos, que se desarrollen, experimenten y actúen dentro de un nuevo marco ético, el mundo otro se aleja, con el descrédito frente a los ojos de los pueblos.

Desechando el viejo vanguardismo, ese que decía que si una élite clarificada tenía el programa y la estrategia adecuadas, las masas acudirían corriendo a abrazar la revolución, nosotros entendemos más a nuestras estrategias de resistencia y construcción de alternativas como un proceso. La imagen «ultra» de empujar metas que todavía no son realizables se desdibuja frente a la idea de que hay que caminar al ritmo del más lento. Desechando de nuevo la intención de imponer ideas y estrategias que por muy correctas, por muy avanzadas que sean no pueden ser cristalizadas sin el otro, sin los otros, que deben compartir, entender y enriquecer dichas propuestas. Caminar al ritmo del más lento es construir un proceso colectivo para caminar, y no correr dejando al resto atrás.

Mientras una parte de la izquierda se niega a reconocer que no sólo hay un actor de transformación, el pensamiento y la acción que proponemos son un ejemplo entre muchos otros de que ningún sector tiene un papel histórico predeterminado. Y más aún, que la clase obrera industrial, a la que se le asignaba un rol protagónico ha tenido posiciones más bien conservadoras frente a la emergencia de nuevos actores como los pueblos nativos, los trabajadores desocupados o los movimientos de mujeres y por el ambiente.

 

Finalmente decimos que hay que caminar preguntando. Esta concepción es una fuerte crítica al pensamiento ortodoxo de izquierda, pero más aún, al pensamiento moderno ilustrado. Caminar preguntando implica el reconocimiento de los otros como actores para las alternativas y la construcción, digámoslo así, revolucionaria. Caminar preguntando se inscribe en una visión profundamente democrática interna y externa de los actores. Implica reconocer que pueden existir otras estrategias, implica reconocer que deben mediar estrategias de consulta y consenso al interior de nuestros movimientos y que el diálogo como forma de articulación es un vehículo poderoso entre los movimientos para desarticular muchas formas de dominación de manera radical. La historia dispersa, no articulada, está llena de ejemplos de caminar preguntando: Desde proceso de consulta y construcción interna, hasta los procesos de encuentro nacional e internacional que convocó en innumerables ocasiones a los movimientos. En todos los casos, de los cinco aportes que hemos comentado aquí, la praxis representa un experimentar constante. No deseamos mitificar aquí la praxis. Sabemos y conocemos sus propias limitaciones, contradicciones y errores. Nos parece, sin embargo, que lo que proponemos hace aportes al pensamiento crítico que no podemos dejar a un lado porque son señalamientos profundos de una reconstitución de nuestras formas de pensar y construir nuestro horizonte utópico. Estos aportes se entrelazan cada uno, estos sueños son como las puntas de una estrella, la de los cinco extremos que alude a los cinco continentes, que abre una discusión universal sobre el poder, la diversidad, el estado, la revolución y las formas de hacer política. Nuestra propuesta no debe ser tomada como un  nuevo dogma. Es una fisura en el pensamiento hegemónico para pensar al revés y para mirar del otro lado del muro.

Grietas y fisuras de la gruesa muralla capitalista.

Retomemos, finalmente nuestra idea inicial. Volvamos al muro sistémico del que hablábamos al comienzo de esta intervención. Miremos nuevamente en el muro, alejemos la vista. Busquemos finamente por toda la pared del capitalismo. Veremos, si sabemos ver, que hay más fisuras y coarteaduras. La extensión de las injusticias es un síntoma, un signo, una pista, una señal entre muchas otras. Una grieta entre muchas otras.

Frente a los límites del sistema formal, frente a la pobreza y la exclusión una pequeña parte de los pueblos resiste, pero también experimenta con nuevas formas de quehacer y relación humana. Los sin tierra, los zapatistas, los piqueteros territorializan sus resistencias, creando pequeñas zonas, pequeñas islas de liberación. Fisuras del sistema. Errores de la Matrix. Otros mundos, «otras cosas» como creemos nosotros. En esos espacios que no llegan a erosionar el funcionamiento general sistémico, digamos la fortaleza del muro, sin embargo, se opone una acción y un pensamiento distinto al hegemónico.

Son laboratorios de experimentación: juntas de buen gobierno, asambleas populares, tierras tomadas que producen; son señales, pistas de cómo se mira la vida, el mundo, del otro lado del mundo. Frente a la individualización y la competencia se oponen el comunitarismo, la solidaridad y la cooperación. Son espacios donde se deconstruye el pensamiento dominante. Son espacios donde vemos algunas señales de cómo sería una nueva educación, nuevas relaciones de intercambio y de comercio, formas experimentales de producir cultura e información y lo más importante, formas nuevas de poder colectivo. En esas experiencias, pero también en muchas otras en todo el planeta, no hay distinción entre luchas políticas y sociales, entre luchas materiales y culturales.

Igual se echa a andar la producción que cuestionar las relaciones jerárquicas y patriarcales. Igual hay formas políticas de resistencia frente al capital y el neoliberalismo que reivindicación de la identidad cultural local. Igual se lucha local y nacionalmente que globalmente. En esos espacios se ha empezado a derrotar el poder simbólico que mantenía atados a los grupos subalternos. La grieta en el muro comenzó a ensancharse.

Pensamos que esas grietas, esas fisuras, esas islas de liberación pueden crecer, pueden articularse. Podemos, como dice el Subcomandante Marcos, hacer de nuestras islas una barca para ir a encontrarnos. Una fisura que se reúne con otra puede provocar que se desmorone una parte del muro. Cientos de pequeñas grietas, enredadas entre sí, de muchas formas, de muchos tamaños podría quizá, tal vez, derrumbar y hacer estallar al muro por completo.

No lo sabemos con certeza. Quizá valga la pena intentarlo. Quizá sí hay algo mejor detrás del muro. Quizá sea ese otro mundo, que decimos, que es posible.

* texto confeccionado en base a bibliografía del Colectivo Situaciones, Textos varios de los Zapatistas , de J. Holloway y la experiencia directa del autor.

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