Dos observaciones sobre Izquierda Unida y las elecciones europeas.
Dos observaciones sobre Izquierda Unida y las elecciones europeas.
Salvador López Arnal
En un reciente artículo, incorporado a www.rebelion.org el pasado martes 10 de febrero de 2009, Rossana Rossanda[1] se oponía con razones atendibles a una propuesta de la dirección de su propio diario, Il Manifesto, en torno a la no presentación de las izquierdas en las próximas elecciones al Parlamento europeo. Las razones de su desacuerdo eran básicamente las siguientes:
1. ¿Por qué se va a negars la posibilidad de expresarse a una franja la de sociedad italiana que no se siente representada por el Partido Demócrata –digamos, el PSOE italiano-, un grupo social que supera el 13%, según datos manejados por “la muchacha del pasado siglo”?
2. La mala situación en la que se encuentra la izquierda, la italiana y la de numerosos otros países, es resultado de la convicción, presente “en todas las izquierdas e izquierdillas” según RR, de que instituciones y partidos son una y la misma cosa. Sin embargo, señala la revolucionaria comunista italiana, una cosa es dar voz, o una coalición de voces, “a la inquietud crítica de la sociedad compleja” y otra cosa muy pero que muy distinta es dar forma política a un grupo organizado con finalidades anticapitalistas que se proponga establecer un nexo entre los diversos conflictos existentes e intervenir y transitar políticamente en torno a él.
3. Por lo demás, RR señala que el Parlamento europeo es un observatorio más para comprender el continente “que nos condiciona y el por qué de su cada vez más escaso peso en el mundo”. No decide mucho, es cierto, pero en él, apunta la autora de Un viaje inútil, podemos oponernos cuando sea el caso, conocer con criterio y transmitir ideas y programas alejados de toda liturgia gastada. Queda lejos de las luchas cotidianas, no es tarea fácil intervenir con éxito, las poquísimas voces disidentes apenas tienen eco audible. Todo ello es verdad. Pero, ¿quién dijo que comprender y transformar el mundo, o ayudar a hacerlo, fuera una tarea que siempre admitiera un “elemental, querido Watson”?
No hay que yo sepa en estos momentos, en las izquierdas españolas, un flanco abierto sobre este tema similar al apuntado por Il Manifesto y comentado críticamente por RR. Pero sí, en cambio, dos aspectos, uno de ellos acaso lateral pero no insustantivo, que merecen un breve comentario.
El primero remite a las alianzas ya anunciadas por Izquierda Unida para las elecciones europeas. No seré yo quien lance ninguna piedra contra de la alianza de IU con Iniciativa Verds, a pesar de la pobre por no decir negativa opinión que se tiene en las filas iniciáticas sobre IU (o sobre algunas de sus corrientes) cuando se habla fuera de micrófono y para consumo o alimentación interna. No importa, la disensión no siempre cortés[2] acaso sea también un ruidoso motor de la historia. Ahora bien, ha habido y hay pactos e imposiciones, existen acuerdos razonables y acuerdos inadmisibles, y el acuerdo de IU y ICV en las anteriores elecciones europeas, impuesto por ICV con el beneplácito, acaso algo forzado, de la dirección de EUiA (es decir, del PCC), ese pacto, decía, no sólo no era razonable sino que era, prácticamente y sin exagerar, una tomadura de pelo. Los electores de aquí y de allá apoyaron una coalición que tenía como segundo candidato a Raül Romeva i Rueda (sobre cuya actuación como eurodiputado no me pronuncio y que estoy lejos de criticar), quien apenas tres nanosegundos y medio después de ser elegido con los votos obtenidos por la coalición, es decir, con los votos de los ciudadanos afines a ICV pero también con muchos otros que no lo eran tanto o no lo eran en absoluto, cogió sus enseres, su bici, su mochila y su acta de eurodiputado y se pasó, sin explicación satisfactoria alguna, a las filas de otro grupo parlamentario europeo, no al de la Izquierda europea, que no sólo en temas decisivos ha votado en total disonancia con las posiciones de IU y, en ocasiones, a favor de posiciones energuménicas, por decirlo de modo suave, sino que, para acabarlo de redondear, cuenta entre sus filas al eurodiputado Daniel Cohn-Bendit, Dani el ex rojo. Con esto último está dicho casi todo: peor imposible.
Así fue pero no debería seguir siendo del mismo modo. Algunos ciudadanos, entre ellos el que suscribe, no estamos dispuestos a entregar nuestro voto a una coalición encabezada por dos candidatos sobre uno de los cuales no tengamos seguridad alguna de que vaya a ser miembro del grupo europeo al que pertenece la coalición que estamos votando. No con nuestro voto, no en nuestro nombre. Por ello, sería muy conveniente, por no decir absolutamente necesario, que IU, y las otras organizaciones que formen parte de la coalición, para evitar un uso a todas luces inadmisible del voto ciudadano, aclarasen sin ambigüedad un punto tan central como éste: si los candidatos que consigan su acta de eurodiputados formaran parte o no del grupo parlamentario de la izquierda europea. Si no fuera así, si la dirección de ICV se negase a aceptar esa condición, situación no deseable, lo razonable sería en mi opinión que se presentaran ante los electores con sus siglas, sus propios objetivos y sus verdaderas alianzas[3]. No es un mundo maravilloso el que se abre, desde luego, no es mayor división lo que la izquierda necesita, pero será acaso mejor, sin ser magnífico, que la confusión de sumar apoyos para dividirse apenas suenen las campanadas de medianoche y los electores y electoras no estén atentos a los efectos colaterales de la campaña electoral.
La segunda observación aspira a no ser contradictoria con la anterior. La presentación de una lista de la izquierda anticapitalista, espoleada sin duda por el probable éxito de la afín candidatura francesa, dividirá el voto de la ciudadanía española de izquierda que no ha claudicado ni piensa claudicar. No está claro, en estas circunstancias, que la situación represente un éxito para ninguno de los dos grupos. No es un juego de suma cero, sino que puede ser perfectamente posible un juego con pérdidas generalizadas. Pues bien, sin olvidar las dificultades, reconociendo la importancia de la llamada y movilización francesas, creo que es razonable intentar llegar a acuerdos que posibiliten una única lista de la izquierda transformadora -por decirlo de modo imperfecto- o anticapitalista -por decirlo de un modo tampoco redondo por no ser propositivo- que aúne esfuerzos, que despierte ilusiones, más necesarias que nunca o tan imprescindibles como lo han sido siempre, y que intente construir, cuando menos en un papel, los ejes esenciales de un programa económico-social alternativo, que se comprometa a dar batallas posibles, e incluso algunas perdidas aparentemente, en el futuro Parlamento europeo dominado por las dos grandes fuerzas del sistema, con aristas minoritarias sensibles y no autistas en una de esas fuerzas. En definitiva, una izquierda que tenga el non serviam como punto modular y el no rendirse como horizonte poliético permanente.
Existen dificultades. Sin duda. Pasarán probablemente por la confección y ordenación de las listas, y por la aspiración internacional de la fuerza dirigida por Olivier Besancenot y sus alianzas parlamentarias europeas. Sobre las dos dificultades señaladas me permito apuntar posibles senderos de discusión: el tercer candidato de la lista unitaria debería dejarse en manos de los compañeros del frente anticapitalista, y la coalición, como tal, debería comprometerse a buscar puntos de acuerdo permanentes, nexos de unión, ambiente de discusión programática, entre las dos grandes coaliciones europeas de la izquierda anticapitalista. Se mire como se quiera mirar, las diferencias esenciales son mucho menores que los vértices de aproximación, que las confluencias en las luchas, que la convicción en que la civilización capitalista merece y exige cambios urgentes.
Rossana Rossanda finalizaba su reflexión señalando que con su comentario obviamente no estaba proponiendo una lista de Il Manifesto, pero “que era su deber hacer sonar la alarma, provocar una conmoción, movilizar y movilizar, reunir y hacer que se reúnan las personas necesarias. Hacer todos los días la crónica de la impotencia no es muy interesante”. De eso se trata también aquí, de no alimentar la impotencia ni de alimentarnos de ella y de reunir sin separar, con sentido y máximo cuidado, y de ayudar a movilizar, tanto como sea posible, y cada vez lo es más, a una ciudadanía no sumisa hacia unos objetivos políticos absolutamente razonables que se puedan concretar en una frase, arco de fácil explicación y aceptación pero de muy difícil concreción política: el capitalismo es un sistema civilizatorio que devora y nos devora, ¿vamos a seguir permitiéndolo? Muchos ciudadanos, algunas organizaciones, no están dispuestos a transitar ni un paso más por ese sendero que conduce, probado está, a un abismo de trágicas dimensiones para la especie y para los ciudadanos y ciudadanas más desfavorecidos. Ni en nuestro nombre ni con nosotros.
[1] “¿Perder comba? ¡De ninguna manera!”, www.sinpermiso.info, traducción Joaquín Miras.
[2] Sobre este punto basta recordar los artículos y opiniones vertidos sobre IU por Ignasi Riera, Jaume Bosch y Rafael Ribó (y otros nombres que evito) cuando Julio Anguita era coordinador general de la coalición.
[3] De lo que no se infiere que no pueda hacer acuerdos entre ambas fuerzas políticas en otras contiendas electorales españolas, o incluso en otras elecciones europeas.