Un punto de encuentro para las alternativas sociales

Boualem Sansal, una mirada argelina sobre el mundo

Martín Alonso Zarza

Martín Alonso Zarza

Boualem Sansal ha recibido este año el premio Méditerranée por Abraham ou la cinquième Alliance, tras otros muchos reconocimientos. Habían recibido ese galardón sus compatriotas Tahar Djaout y Kamel Daoud, que con Kateb Yacine, Mouloud Mammeri, Rachid Mimouni y algunos otros forman parte de una nómina de plumas prestigiosas, aunque, desdichadamente, no tanto en su país. Estos escritores no han tenido una vida fácil, atrapados entre el islamismo y la banda (Issaba)1. Tahar Djaout, originario de la Kabilia y autor influyente, murió tras ser objeto de un atentado por el Frente Islámico de Salvación (FIS) en 1993. Uno de los atacantes justificó el acto aduciendo que Djaout «empuñaba una pluma temible que podría tener impacto en los sectores islámicos».

Esta columna se propone mostrar algunos de los rasgos distintivos de las reflexiones de Boualem Sansal a partir de sus propios escritos ─que se reparten en géneros diferentes ─ y entrevistas. El islamismo es uno de los temas recurrentes en ellos. Constituye para él una de las siete plagas del planeta. Así se expresa en el diario argelino Liberté tras la pregunta de Mohamed Mouloud, quien le entrevistaba:ii

La denuncia del fanatismo religioso, en particular el fanatismo islamista y su expansión es el hilo conductor de varias de sus obras, y esto desde El juramento de los bárbaros. ¿Por qué especialmente este peligro como telón de fondo?

Escribí El juramento de los bárbaros entre 1996 y 1998, en plena década negra, una de las mayores tragedias de nuestro tiempo. Estábamos atrapados entre dos fuegos, los islamistas, de un lado y el Issaba en el poder, del otro. El país ha quedado hecho añicos, cientos de miles de nuestros compatriotas han huido al extranjero y probablemente nunca volverán, las familias han sido destrozadas, nuestras instituciones han sido instrumentalizadas y se han vuelto contra nosotros, la cultura argelina que era nuestro orgullo, ha sido arruinada. Hemos bebido hasta las heces lo que la manipulación de la religión, la falsificación de la historia y la ilegitimidad en el poder pueden producir de fanatismo, corrupción y locura. ¿Estamos vacunados? No lo creo. El islamismo y el Issaba siguen ahí, firmemente arraigados en el país. El Issaba sigue siendo miserable pero el islamismo ha adquirido una escala planetaria, lo he conocido personalmente en todas partes, en todos los países que he visitado, incluso entre los esquimales del extremo norte de Finlandia donde descubrí a un salafista de origen argelino que soñaba con construir una mezquita y convertir a todos los esquimales.
El islamismo es uno de los siete flagelos que amenazan al mundo: contaminación, calentamiento global, ultraliberalismo, drogas, ignorancia e inmigración clandestina, que se asemeja cada vez más a la trata de esclavos de antaño.

El reconocimiento internacional le vino a Sansal sobre todo por 2084. El fin del mundo (Gallimard, 2015; de donde proceden las citas en traducción propia; hay versión española en Seix Barral), que le valió el Gran Premio de Novela de la Academia Francesa, además de la condición de finalista de los Premios Goncourt, Médicis, Femina, Renaudot e Interallié. Fue declarado mejor libro de 2015 en Francia por Lire y Le Figaro. La publicación coincidió con la aparición de Soumission de Michel Houellebecq ─quien por cierto se apresuró a declarar que el libro de Sansal era mucho peor que el suyo─, lo que alentó un interés por buscar analogías entre ambas.3

2084 es una novela del género distópico diseñada con la plantilla de 1984 de Orwell, según reconoce el autor en la advertencia inicial. Estas palabras preliminares dan la tónica: «Cabe que la religión haga amar a Dios, pero no hay nada tan potente como ella para hacer detestar al ser humano y odiar a la humanidad». Sansal dibuja allí una dictadura teocrática, un totalitarismo de base religiosa que rige en Abistán, un imperio dirigido por la voz de Yölah y su delegado Abi:4

En el mundo de Abi el bien y el mal no se oponen entre sí, sino que se confunden […] La verdadera y sagrada religión, la Aceptación, el Gkabul, consiste solamente en esto: proclamar que no hay más dios que Yölah, y que Abi es su Delegado. El resto corresponde a la ley y a su tribunal, ambos harán del ser humano un creyente sumiso y diligente y de las masas cohortes infatigables, harán lo que se les ordene, con los medios que se pondrán en sus manos y todos clamarán: «Yölah es grande y Abi es su Delegado».
Cuanto más se disminuye a los seres humanos, más grandes y fuertes se ven. Solo en el momento de la muerte descubren, desconcertados, que la vida no les debe nada porque no le han dado nada.
Poco importa su opinión, puesto que han sido vampirizados por un sistema del que son a la vez defensores y víctimas. Predadores y presas inseparables en el absurdo y la locura. Nadie les dirá que en la ecuación de la vida el bien y el mal han sido invertidos y que al final el bien ha sido sustituido por un mal menor; ello no les deja otro camino habida cuenta de que la sociedad humana no puede gobernarse si no es por el mal, un mal cada vez mayor, con objeto de que nada, nunca, ni desde fuera ni desde dentro, pueda amenazarla. Y así el mal que se opone al mal se convierte en bien, y el bien es el expediente perfecto para portar el mal y justificarlo.

Los tres factores que aseguran la dominación totalitaria son el lenguaje, en primer lugar; la destrucción de la historia y la memoria, que impide el contraste con otros modos de vida, en segundo lugar, y, finalmente, el aislamiento, dirigido a impedir el intercambio de opiniones. En la obra no aparece explícitamente mencionado el islam, lo que se entiende como un empeño del autor en mostrar una visión de las patologías de la religión en general.

La preocupación por la lengua es una constante en Sansal. En una entrevista con motivo de la aparición de 2084. La fin du monde, se expresaba así al respecto:5

El lenguaje es la herramienta más poderosa de que dispone el ser humano para comprender el mundo e influir en él. Un país que no domina su lengua es un país que se está desmoronando, que no puede seguir cabalmente la marcha del mundo y mantener el ritmo. Antes que ningún otro factor, la integración pasa por el lenguaje. En Argelia, la pérdida ha alcanzado niveles graves, tanto en árabe como en bereber y, a fortiori, en francés. Toda la estructura social se ve afectada por la ausencia de este poderoso vínculo entre personas y comunidades. Al no hablarnos y comprendernos, nos rechazamos, nos insultamos. El escritor, el intelectual, el erudito, debe tener esto en cuenta. Sin embargo, se cuidará de rebajar el rigor de su expresión para ponerse al alcance de los menos avezados, lo que ya se hace comúnmente, si no, por el contrario, reforzarlo y encontrar un atajo que permita establecer el contacto. El idioma es un tesoro nacional, nada debe menospreciarlo. En una sociedad plural como Francia, la lengua juega un papel insustituible como cemento social. Sin embargo, podemos ver que el francés no solo está perdiendo terreno sino que también está en proceso de ser suplantado por otras lenguas en algunos enclaves de la sociedad francesa.

En la misma entrevista citada (08/09/2015) Sansal da cuenta del papel del escritor frente a la manipulación ideológica de la historia que lleva a cabo la política oficial argelina:

La narrativa nacional que transmite la historia es un discurso ideológico profundamente mortífero, una propaganda de guerra para decirlo de manera simple, que ha causado estragos en la conciencia y la moral de la gente. Debe ser desactivada lo más rápidamente posible y debe ser restablecida la verdad de la historia, si la hay.
Se necesita un temple de acero para hacerlo porque ese relato histórico está en el corazón del sistema de legitimación de los órdenes dominantes (religioso, político, militar, etc.). El escritor también debe proponer una narrativa alternativa, de lo contrario la sociedad, como la naturaleza que aborrece un vacío, lo llenaría con cualquier cosa y, a veces, de manera aberrante.

La historia, mejor, el abuso de la historia, es una constante en Sansal, que tiende a destacar el carácter zigzagueante de las peripecias de los pueblos. «La historia repensada» cierra la carta abierta en forma de libro que, bajo el título de Poste restante: Alger, el escritor dirigió a sus compatriotas en 2006. Denuncia allí el colonialismo por partida doble. En Francia recordando un artículo aprobado por el Parlamento que exhorta a los profesores franceses a «subrayar el papel positivo de la presencia francesa en ultramar». Y, en paralelo, la instrumentalización de la historia que subyace a cierta crítica del colonialismo en Argelia:6

Al revisar nuestra historia, escrita por argelinos de prestigio y libre, he encontrado algunos motivos de reflexión.
Nuestro gran Ferhat Abbas […] primer presidente du GPRA (1958-1961), el gobierno provisional de la República argelina, escribió cosas perturbadoras. Recuerden aquella declaración famosa que le valió tantas puñaladas por la espalda: «He buscado al pueblo argelino en todas partes, hasta en los cementerios, no lo he encontrado. La nación argelina ha nacido con la colonización». Luego, en 1956, abandonó sus ideas y se sumó al FLN, quien le dio un triste fin al día siguiente de la independencia. El gran líder fue asignado a residencia vigilada por Ben Bella y luego llevado a prisión por Bumedián; el 24 de diciembre de 1985 murió en la soledad y el anonimato.
Nuestro gran historiador y antiguo intelectual del FLN Mohamed Harbi, escribió: «En verdad, nuestra modernidad comenzó con la colonización». Enemistado con el FLN, se exilió en Francia donde prosigue incansablemente sus investigaciones.
[…] [La historia de Argelia] es una evolución en zigzag. Europa […] es otra evolución en zigzag. Desde este punto de vista, Ferhat Abbas y Mohamed Harbi no han hecho sino ilustrar un proceso histórico común a todos los pueblos. El tiempo sigue su curso lineal o caótico y deja tras él sorpresas y dolores. […]
La paradoja es que de la Francia colonialista, que recibe su forma de los romanos y su nombre de los francos, hemos conservado el nombre de Argelia, del que tan orgullosos nos sentimos, esas fronteras intangibles, de las que somos tan celosos, esta capital, Argel, a la que tanto queremos.

Vale la pena evocar unas palabras de Ferhat Abbas en el momento de su vinculación al FLN para barruntar el alcance de la decepción que dejan entrever las alusiones de Sansal:7

El Frente de Liberación Nacional y el Ejército de Liberación Nacional se identificaron con el pueblo. Creados por un puñado de compatriotas, incendiaron todo el país. Los viejos partidos políticos, los marcos sociales, se descompusieron al contacto con el combate como ropas viejas. Todos los nacionalistas consecuentes, todos los patriotas sinceros, se adhirieron a la nueva organización.
Argelia ─hombres y mujeres─ hizo cuerpo con su ejército. Se casó con el FLN y se enfundó, para sus esponsales, un vestido de combate empapado en la sangre de sus propios mártires

Retomando el hilo, en 2084 Sansal muestra que la inmersión educativa en el Gkabul, la receta ideológica que sostiene el totalitarismo en Abistán, constituye un factor esencial para la sumisión:8

La historia de Gkabul había interesado a Toz tiempo atrás. Había nacido dentro de ella, no la veía, Gkabul era el aire que respiraba, el agua que bebía, lo llevaba en su cabeza como llevaba su burni sobre la espalda. Pero muy pronto se había sentido mal, ya en la escuela descubrió que la educación pública era una calamidad, fuente de todas las calamidades, una cosa tan insidiosa, imparable e implacable como la muerte. Le convertía, con verdadero entusiasmo por su parte, en un pequeño director de conciencia compulsivo y hosco, consumidor complaciente de cuentos negros y de leyendas infantiles, recitador de versos abracadabrantes, de eslóganes romos y anatemas insultantes […]. El Gkabul había extendido su hipnosis por el cuerpo y el alma profunda del pueblo y reinaba sobre él como un amo absoluto.

En la fábula sansaliana el burni porta un enorme contenido simbólico, pues, como asegura el autor, «el hábito hace al monje». Prueba de ello es su ubicuidad a lo largo de las páginas de 2084. El burni expresa a la vez la uniformidad del control total y la enorme jerarquización de la estructura social de Abistán; Sansal añade la ironía de su invención casual como muestra de su fina intuición sobre la psicología de las masas:9

El burni no es solo una prenda de vestir en Abistán, es el uniforme del creyente, lo lleva como lleva su fe, nunca deja al uno ni abandona la otra. Conviene hablar un poco sobre esto.Fue el mismo Abi quien lo inventó y desarrolló al comienzo de su carrera de Delegado. Tuvo que distinguirse de la masa de ignorantes y miserables y llevar a cabo sus prédicas con prestancia y seguridad. Cuenta la leyenda que para enfrentarse a una multitud ingrata que le exigía explicaciones sobre el nuevo dios que venía a venderles, echó sobre sus hombros lo que que tenía a mano, una sábana verde, y así salió a afrontar a los gritones de poca fe. Cuando apareció, majestuoso con su larga barba de fuego y su manto ondeando al viento, la multitud quedó cautivada, como transfigurada, y sin más reparos lo reconoció como profeta. Cuando al día siguiente se presentó a la gente para predicar, le gritaron: «Oh Abi, ¿dónde está tu manto? Póntelo para que te escuchemos enseñarnos la verdad». Todo había empezado así, la gente descubrió que el vestido hacía al monje y que la fe hacía al creyente. Esta capa improvisada que se anudaba alrededor del cuello con un cordón y se extendía hasta las pantorrillas pronto se convirtió en el uniforme de los Honorables, después de los mockbis, luego de los agentes de autoridad y gradualmente se impuso a todos, hombres, mujeres e hijos del pueblo. Para reconocer quién era quién, la parte inferior de la capa se enriqueció con tres bandas paralelas de diferentes colores. […] Con el tiempo, el código evolucionó para acomodarse a la diversidad de situaciones. […]. Un día, tras una fiebre que había diezmado varias regiones, se alargó el burni de las mujeres hasta la planta de los pies, se le reforzó con un sistema de vendaje que comprimía las partes carnosas y protuberantes y se le completó con una capucha con ojales incorporados que apretaban firmemente la cabeza ; fue llamado el burni qab, el burni de la mujer que dio lugar al burniqab; era negro con una tira verde para las mujeres casadas, blanca para las vírgenes, gris para las viudas. […] [Por las diferentes señales que incorporaba] con solo una mirada, todos sabían con quién estaban tratando.

Los fundamentalismos religiosos, siguiendo otras orientaciones totalizantes, se sitúan en los antípodas de la visión laica y contingente de la historia que defiende el autor. Sansal establece una continuidad entre el islamismo y los mitos revolucionarios que impulsaron la ola independentista. En la entrevista citada de 2015 lo expresa así:

El islamismo es ese relato que ha venido a llenar el vacío dejado por el mito revolucionario construido durante la guerra de liberación que la primavera argelina de octubre de 1988 hizo añicos. Borrado el gesto heroico del FLN, la sociedad se lanzó sobre un relato sustitutivo que los astutos islamistas vinieron a ofrecerle y que se bebió de un trago. Aquella literatura que se propone limpiar los establos de Augias expone a su autor a los peligros más graves porque toca lo sagrado y los intereses de los poderosos. Kateb Yacine, Mouloud Mammeri, Tahar Djaout, Rachid Mimouni y otros lo han sufrido, Tahar Djaout de la peor manera posible, fue asesinado por los islamistas. En Argelia, nadie protege a los escritores, ni la ley, ni el gobierno, ni Alá. ¿Y en Francia? Las cosas pueden resultar parecidas. Charb, Cabu, Wolinsky y Tignous fueron fusilados por una caricatura insignificante.

La referencia al impacto del islamismo en Francia tiene que ver con dos de sus rasgos: el carácter totalitario y su afán imperialista. No está de más recordar que Sansal, economista de profesión, ha criticado duramente lo que llama el gobierno de Wall Street, una forma de totalitarismo al que se enfrenta el otro, de orden horizontal o identitario, según él con ventaja: «De acuerdo con mi análisis es el totalitarismo islámico el que va a prevalecer porque se apoya en una divinidad y en una juventud que no tiene miedo a la muerte, mientras que la globalización tiene su asiento en el dinero, el confort, cosas fútiles y perecederas».

Coincide la redacción de estas líneas con el fulgurante avance de los talibanes tras la salida de las tropas internacionales de Afganistán, dejando un país fallido y corrupto. No parece exagerado ver allí una ilustración superlativa de la percepción de Sansal. Que por cierto guarda alguna relación con el contraste que observó el jurista alemán Herman Heller hace un siglo entre, de un lado, «el parloteo irresponsable de racionalistas sin sangre en las venas» y de otro, el fanatismo «de irracionalistas sedientos de sangre».10

Por sus rasgos totalitarios el islamismo se aproxima al nazismo. En una entrevista en Le Nouvel Observateur con motivo de la aparición, en 2008, de Le village de l’allemand, declaró Sansal:11

Vivimos bajo un régimen nacional-islamista y en un medio marcado por el terrorismo; vemos que la frontera entre islamismo y nazismo es muy fina. […] [Los argelinos] no solo se sienten prisioneros de muros y de fronteras herméticas, sino también de un orden tenebroso y violento en el que ni siquiera hay lugar para los sueños. Nuestros jóvenes solo piensan en lanzarse al mar para alcanzar tierras más clementes.

Es precisamente el carácter totalizante y totalitario lo que aproxima esos dos fenómenos aparentemente alejados. Ambos se presentan como una fórmula total que recibe en Sansal el nombre de Gkabul y que Claudia Koonz denominó la conciencia nazi.12 Como el escrito de Koonz es un estudio histórico retrospectivo, puede resultar de interés, para apuntalar la analogía hilvanada por Heller, otro testimonio contemporáneo. En 1930, tras el ascenso espectacular del nazismo, Thomas Mann pronunció un discurso titulado «Un llamamiento a la razón» donde daba cuenta del fanatismo reaccionario de la cosmovisión nazi: «El fanatismo se convierte en un medio de salvación, el entusiasmo en un éxtasis epiléptico, la política deviene opio para las masas, una escatología proletaria; y la razón vela su rostro».13 Thomas Mann incorporaría alguno de estos rasgos en la figura de Napta en La Montaña Mágica.

Volviendo a Sansal, el islamismo se muestra con toda su fuerza en los escenarios donde tiene expresión militar, como el Sahel, Oriente Medio y, de nuevo, en Afganistán. Pero su carácter amenazador no se limita a esos espacios lejanos, como ha venido comprobando Occidente al menos desde el 11-S. Los atentados no son la única expresión. Hay otras menos crudas; Sansal señala en una entrevista en L’Express14 que la multiplicación de barbudos, mujeres con velo y tiendas halal son síntomas de esa presencia creciente. También lo es la llegada constante de inmigrantes que huyen de los lugares destruidos por el jihadismo y que aumentarán a medida que los talibanes vayan extendiendo su dominio en Afganistán.

Sansal se vio obligado a dejar su carrera de funcionario en el ministerio de Industria por las críticas al régimen. Varias de sus obras fueron censuradas en Argelia; donde sus escritos son poco difundidos a pesar de ser probablemente el autor argelino más premiado. En Poste restante se muestra así de explícito, empezando por la denuncia desde el mismo día de la liberación:

El pueblo no había tenido tiempo de posar sus cosas cuando fue desposeído de su guerra, de su gloria, de sus sufrimientos, de sus sacrificios, es decir, de su libertad pagada a un alto precio. […] Ya antes de llegar a Argel, la capital, los del maquis se comportaban por el camino como vulgares ladrones de gallinas. […] Pasar la página y construirnos como ciudadanos nos fue impedido, debíamos seguir en la posición del colonizado postrado o del devoto que asiente sí si, que espera todo de sus nuevos amos.[…]
Desmenuzadas de este modo, las llamadas Constantes nacionales no son a fin de cuentas sino hallazgos dañinos, dañinos para la República, dañinos para el pueblo. Significan la muerte de la verdad, de la espiritualidad, de la piedad sana, del patriotismo. No pueden ayudarnos a emanciparnos, porque no han sido pensadas con ese objeto. Han servido y sirven solo para esto: jerarquizar y alinear, marginalizar y excluir, legitimar y consagrar, aprovecharse y enriquecerse. […] El Presidente mismo lo recuerda a cada momento: les escritores son cotorras a las que hay que quitar el silbato.15

A pesar de las presiones, mantiene su residencia en el país, en la ciudad costera de Boumerdès, a cincuenta kilómetros al este de Argel. Su interés por el islamismo le ha llevado a entrevistarse con diferentes expertos en varios países aprovechando los viajes de promoción de sus obras. Su empeño es el de un disidente y un resistente.

Las reflexiones de Sansal tienen un alcance que desborda el fenómeno del islamismo, por grave que este sea, y constituyen por eso un aviso serio para las democracias. Ciertos rasgos de Abistán no son exclusivos del yihadismo. El avance de las corrientes iliberales en el corazón de Europa, la banalización de posverdades y hechos alternativos y la movilización de los discursos de odio, ilustran el realismo de la amenaza. En la diana de los enemigos de la democracia está la racionalidad y su principal herramienta, el lenguaje. Por eso no es casual que sea este asunto el que, aprovechando la pértiga de Orwell, sirva a Sansal para poner el broche a su distopía:16

Esa era la lengua en la que se escribió el libro sagrado que precedió a Gkabul … una lengua muy hermosa, rica, sugerente … Como invitaba a la poesía y a la retórica, fue eliminada de Abistán y la sustituyó el abilang, un sistema de comunicación que fuerza al deber y a la obediencia estricta. Su concepción está inspirada en la neolengua del Angsoc. Cuando ocupamos este país, nuestros líderes de la época descubrieron que su extraordinario sistema político se basaba no solo en las armas sino en el imponente poder de su lengua, la neolengua, un lenguaje inventado en el laboratorio que tenía el poder de aniquilar la voluntad y la curiosidad del hablante. Nuestros jefes del momento tomaron como base de su filosofía los tres principios que presidieron la creación del sistema político del Angsoc: «La guerra es la paz», «La libertad es la esclavitud», «La ignorancia es la fuerza». A ellos han añadido tres principios de su cosecha: «La muerte es la vida»; «La mentira es la verdad», «La lógica es el absurdo». Esto es Abistán; una verdadera locura.

Notas

1 Isaba, Issaba, el Isaba, el Ísaaba, El-îssaba o La îssaba («la banda»), son grafías diferentes que designan un mismo fenómeno: el grupo de ministros, los ex primeros ministros Ahmed Ouyahia y Abdelmalek Sellal, oligarcas, antiguos generales, oficiales de los servicios de información y de la policía, que controlaron el poder durante la presidencia de Abdelaziz Bouteflika y de su hermano y asesor Saïd Bouteflika. Muchos están ahora en la cárcel.

2 Mohamed Mouloudj, «Boualem Sansal, à coeur ouvert», Liberté (Argel), 23/05/2021. https://www.liberte-algerie.com/culture/nous-avons-bu-jusqua-la-lie-ce-que-la-manipulation-de-la-religion-peut-produire-359148.
3 Michel Houellebecq, Soumission, París, Flammarion, 2015.
4 Boualem Sansal, 2084. La fin du monde, París, Gallimard, 2015, pp. 60-62.

6 Boualem Sansal, Poste restante: Alger, París, Gallimard, 2006, pp. 76-81.

7 Ferhat Abbas, La nuit coloniale, París, Julliard, 1962, p. 231.

8 2084, pp. 299-300.

9 Ib., pp. 195-197.

10 Herman Heller, «¿Estado de Derecho o Dictadura?» (1930), en Escritos políticos, Madrid, Alianza, 1985, p. 301.

12 Claudia Koonz, La conciencia nazi. La formación del fundamentalismo étnico del Tercer Reich, Barcelona, Paidós, 2005.

13 Citado en Mark Lilla, «Thomas Mann, The writer apart», The New York Review of Books, 13/05/2021, p. 18.

15 Poste restante, pp. 65-67 y 85.

16 2084, pp. 314-315.

Fuente: El Viejo Topo, nº 405,

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