El imperialismo del siglo XXI: Un debate en el seno de la izquierda pakistaní – (Parte 2)
Esta es la segunda y última parte de nuestro debate sobre el imperialismo con los líderes de los tres principales partidos de izquierda de Pakistán: Aasim Sajjad Akhtar (Partido Awami de los Trabajadores), Ammar Ali Jan (Partido Haqooq-e-Khalq) y Syed Azeem (Partido Mazdoor Kissan de Pakistán).
En la Parte 1 debatimos diferentes enfoques de una política antiimperialista de izquierdas en Pakistán en el contexto histórico de la Guerra contra el Terror de Estados Unidos en la región y su relación con el Estado y el ejército pakistaníes. En la Parte 2 discutimos la complejidad de construir una política antiimperialista en la actual coyuntura de aplastante deuda internacional, fracturas en la élite gobernante y rivalidades imperiales emergentes en la región.
6. Política antiimperialista
7. PDM contra Imran Khan
8. Política electoral
9. Alianzas políticas contra el fascismo
10. China
6. Política antiimperialista
Tayyaba: En la primera parte de esta conversación, adoptamos una perspectiva más histórica sobre los compromisos de la izquierda pakistaní con la cuestión del imperialismo, concretamente el imperialismo estadounidense y su enredo con el Estado pakistaní a través de la Guerra contra el Terror en la región. Hoy nos centraremos en la coyuntura actual. Para empezar, ¿cómo caracterizaríais cada uno de vosotros los elementos constitutivos de una política antiimperialista en el Pakistán actual?
Aasim: Pakistán es una economía rentista. A veces pedimos prestado a Estados Unidos y otras a otros. Hemos pedido préstamos al FMI con regularidad durante los últimos 40 años. El FMI ha dado forma al modelo económico que se ha institucionalizado junto con sus diversas formas de acumulación. Esto incluye el imperio corporativo del ejército, la acumulación por parte del Estado y la acumulación por parte de las clases capitalistas y terratenientes.
La comunidad progresista ha dejado sin respuesta esta cuestión de la economía, de la clase y del imperio. Para volver a ocupar ese espacio, tenemos que propagar el hecho de que este imperio y el imperialismo son ante todo construcciones económicas. Sin esa comprensión, la respuesta progresista acaba siendo sólo una crítica cultural. Este es el momento de hacerlo. Ahora más que nunca se reconoce que la economía está dominada por grupos de presión o intereses especiales de élite que, independientemente de las condiciones que nos imponga el FMI, consiguen mantener intactos su poder y sus diversas fuentes de acumulación.
Azeem: Estoy de acuerdo con Aasim. En la última fase de la política antiimperialista en Pakistán, nos quedamos estancados en la cuestión del terrorismo, o en tratar principalmente la esfera militar, política y cultural del imperialismo. Esa fase está llegando a su fin. Aunque criticamos al FMI, al Banco Mundial, la privatización, la desregulación, etc., no abordamos estas cuestiones con seriedad. La terrible dependencia de Pakistán de las fuerzas internacionales se ha hecho evidente. No sólo del FMI y el Banco Mundial, sino también de Estados Unidos, la UE, los árabes y otros consorcios internacionales, y ahora nuestra dependencia se está desplazando rápidamente hacia China. ¿Cómo entendemos esta dependencia? ¿Cómo nos afectará y cómo lucharemos contra China? ¿Dónde situamos a China? ¿Es una fuerza imperialista o no?
Como dijo Aasim, tenemos que centrarnos en el imperialismo como construcción económica para separarnos de gente como Imran Khan y los talibanes, cuya retórica antioccidental trata exclusivamente de los aspectos culturales del imperialismo. A pesar de su retórica anti-occidental, todo lo que Imran Khan tiene para mostrar es su Programa Ehsaas y su confianza en economistas de la corriente dominante como Shaukat Tareen. Ellos creen en el capitalismo. Creen en la caridad, en lugar de dar derechos a los trabajadores. Tenemos que tener un plan muy claro para contrarrestar esta política. Nuestra próxima fase de lucha debe centrarse en la dependencia y la naturaleza semicolonial de Pakistán.
Ammar: Estoy completamente de acuerdo con lo que se ha dicho hasta ahora. La cuestión del imperialismo está cada vez más presente en la vida cotidiana de los pakistaníes. Esto es especialmente evidente cuando se trabaja en cualquier comunidad con una crisis de infraestructuras. Hace poco participamos en una campaña en torno a la educación, y descubrimos que hay muchas escuelas que cierran en zonas de clase trabajadora, porque los padres no pueden permitirse pagar 500 rupias de matrícula. Por otro lado, aparecen escuelas privadas de élite que cobran cantidades exorbitantes, como 50.000 rupias al mes. La diferencia de clases es enorme. Cada vez está más claro que estos préstamos que están aplastando al país y a nuestras infraestructuras fueron tomados por las élites, ya sea del FMI, del mercado internacional y de diferentes fuentes de crédito como China, Arabia Saudí, etc.
Se trata de una élite improductiva, clientelista, que sólo ha invertido en sectores improductivos como la especulación inmobiliaria. El excedente se absorbió en el sector improductivo, de modo que cuando llega el momento de devolver el dinero, el país se queda sin nada. Casi siempre conduce a una crisis de la balanza de pagos, porque este dinero se utiliza para alimentar un cierto estilo de vida de las élites, lo que conduce a un aumento de las importaciones, pero no tienes nada que exportar. Quiero decir que realmente no se pueden exportar parcelas [inmobiliarias].
Con esta crisis de la balanza de pagos, llega el FMI pidiendo al país que haga sacrificios. Al final, sin embargo, los únicos que se sacrifican son los trabajadores o incluso las clases medias. Este sacrificio se produce a través de la austeridad. Se enfrentan a severos recortes presupuestarios, en educación, sanidad, etc., y al aumento de los tipos de interés, lo que provoca una ralentización de la actividad económica causando desempleo e inflación. Así es como las élites son capaces de trasladar la crisis a las clases trabajadoras, y cómo esta élite parasitaria se ha sostenido mediante préstamos imperialistas durante los últimos 75 años.
Estos préstamos se han vuelto cada vez más crueles en los últimos 40 años. A instancias del FMI, incluso el nuevo gobierno está transfiriendo la carga del préstamo a los ciudadanos. Cuando vas a cualquier zona de clase trabajadora, el tipo de desesperación que ves con la subida de los precios del combustible, el desempleo, los recortes en educación e infraestructuras básicas, la escasez de electricidad y gas, queda muy claro que este nexo tan peligroso entre las élites paquistaníes y las finanzas internacionales ha vaciado completamente el Estado. El Estado se ha convertido más bien en una forma de sostener a las élites pakistaníes.
La cuestión de la deuda está cada vez más politizada. Hoy he estado en una protesta de trabajadores de una fábrica de vaqueros, y había allí algunas personas de las agencias de inteligencia. Lo primero que dijeron fue: «No sabéis, es una empresa extranjera y necesitamos inversión extranjera. El mundo ya nos tiene mucho miedo, y vosotros nos estáis dando mala fama». Así que estamos en un punto en el que estamos dispuestos a sacrificar nuestras leyes laborales y medioambientales sólo para satisfacer al capital global. Y, aún así, ni siquiera están satisfechos.
En todas las luchas que hacemos ahora, la dimensión global adquiere mucha importancia. ¿Cómo reaccionarán los mercados financieros? ¿Qué pensarán los inversores extranjeros? ¿Qué pensarán los gobiernos extranjeros? Lo que significa que cada lucha en ese sentido se ha convertido en internacional.
Tayyaba: La derecha ha conseguido movilizar un inmenso apoyo también en cuestiones económicas –FMI, inflación, rapiña por parte de las élites– de tal modo que FMI, antiimperialismo y antiestadounidense se han convertido en palabras de moda. ¿Cómo debería la izquierda movilizar este discurso en este momento y proponer una política alternativa que sea realmente diferente de la derecha, pero que también tenga sentido sobre el terreno? ¿Considera que el momento actual es una oportunidad?
Aasim: Estoy muy convencido que esta es la cuestión del «momento». Es cierto que, debido al aumento del coste de la vida y de los precios de la gasolina y la electricidad, el dolor por todos los conceptos va a intensificarse. Esto ha impulsado el apoyo a Imran Khan. Sin embargo, creo que la derecha no se está ocupando seriamente de esta cuestión, y quizá ni siquiera de lo que están dispuestos a permitir sus pagadores.
La observación de Ammar es muy importante. Cada vez que hablamos de estas cosas, recibimos reacciones como «ahora no es el momento», «necesitamos inversión extranjera para resolver esta crisis económica», etc. Todos los marcadores de cómo la corriente dominante entiende la crisis, como el tipo de cambio del dólar y los macroindicadores, no reflejan nada sobre cómo la crisis está aplastando a las masas trabajadoras. Esto nos obliga a distinguirnos de la corriente dominante.
Hace entre 40 y 50 años que no existe una alternativa de izquierdas de masas. Y la masa no se formará a través de una narrativa meramente cultural: necesitamos una sólida base materialista. Nuestro reto es llevar esa política de la periferia a la corriente principal. Articular una política de masas en el Pakistán continental no es algo que la derecha esté haciendo más allá de algunos gestos simbólicos.
Tiene sentido que el PTI se oponga a Estados Unidos en estos momentos. Curiosamente, hace unos días el Presidente, que es del PTI, hizo una guardia de honor al embajador entrante de Estados Unidos. Por tanto, está claro que, aparte de posturas retóricas, no van a hacer nada.
Así que este es el momento y el lugar para articular un proyecto muy claro de cómo es la redistribución. Hay personas inteligentes, incluso en la corriente dominante, que reconocen que ya no se trata de hacer pequeños cambios, sino que es una cuestión fundamental de redistribución de los bienes y la riqueza. En primer lugar, tenemos que integrar ese debate en la corriente dominante. Y eso se puede hacer incluso sin ser una fuerza de masas. Por lo menos, los izquierdistas son capaces de influir en la opinión pública hasta cierto punto.
Así que aunque todavía no estemos en condiciones de tener una política de masas orgánica que se base en estas cuestiones de clase, igualdad, deuda, imperio, rapiña de las élites, etc., al menos podemos unirnos para decir que no hay otro camino que hablar de estas cuestiones. Ya no es posible arreglárselas con medidas temporales. Por ejemplo, el superimpuesto que impuso Shahbaz Sharif es una medida temporal que sin duda no basta para hacer frente a la crisis.
Ahora tenemos espacio para hacerlo. Este espacio no existirá siempre. Esta crisis económica no hará más que empeorar, independientemente de quién esté en el poder. Pero hay algo distinto en el momento actual, porque los partidarios del PTI han empezado a movilizarse en torno a lemas como «Muerte a Estados Unidos». Por otro lado, el movimiento PDM que desplazó al gobierno del PTI, afirmando haber restaurado la democracia, también está fracasando claramente en su intento de mejorar las cosas. Hay una clara bancarrota intelectual y falta de respuestas a ambos lados de esa valla dominante.
En este momento, en vísperas de las elecciones generales, puedes presentar tu postura de forma organizada haciendo que la idea de la redistribución se convierta en la corriente dominante, a todas las escalas, desde la micro hasta la internacional. Eso incluye crear conciencia de masas para la idea de que esta deuda acumulada ha sido asumida por las clases dominantes, no por el pueblo. ¿Por qué es el pueblo el que soporta la carga de esta deuda? Es necesario construir esa narrativa y crear unidad en la acción. Este verano (2022), tuvimos una reunión de muchos partidos de izquierda. Todos estuvieron de acuerdo en que es un buen momento para demostrar esta unidad en la acción en torno a cuestiones concretas reales. Ahora mismo, no hay ningún otro tema concreto que reconozca el desnivel entre el centro y la periferia, y que también nos permita formar una acción política que los una. Eso es algo que sólo puede hacer la izquierda. Nadie más está interesado.
Azeem: Asistimos a una contradicción del capitalismo en Pakistán. Por un lado, todo el mundo está en contra de los préstamos del FMI. Los consideran injustos y quieren que se condonen. Al mismo tiempo, las élites locales se acusan mutuamente de corrupción. Creo que mientras exista esta élite parasitaria, aunque exijamos y consigamos una condonación de la deuda, la élite se asegurará de que todas las concesiones vayan a parar a sus manos, sin mejorar significativamente las cosas para las masas.
Lo que he deducido de la política dominante en los últimos cuatro años, en particular del ascenso del PTI, es que nos estamos quedando atrapados en una política construida, sobre todo, en la forma en que se está configurando el discurso. Hay unos veinte presentadores de noticias en la televisión que analizan la situación política del país y la gente les escucha. Aunque la gente es consciente de las penurias de las que hablaba Ammar, el discurso político dominante está conformado por estos 20 presentadores que se limitan a revolotear entre sus oficinas y sus casas, desconectados de los problemas sobre el terreno.
Aasim tiene razón en que lo que nos diferencia en esta política construida es la cuestión de la redistribución. Pero, ¿a quién nos dirigimos cuando hablamos de redistribución? ¿Nos dirigimos a las personas en esta política construida? En realidad, deberíamos dirigirnos a nuestros trabajadores, a los campesinos y a la clase trabajadora de la que hablaba Ammar.
Tenemos que llevar la cuestión de la redistribución y los aspectos económicos del imperialismo a la clase trabajadora, en lugar de pensar que podemos hacer sitio para nuestra política en esta esfera política construida. Somos los guardianes no sólo de las luchas antiimperialistas, sino también de las luchas económicas del campesinado y de las clases trabajadoras.
El propio sistema está atrapado en este momento. Es absolutamente el momento adecuado para tener una narrativa propia sobre la redistribución (y sobre la privatización) que nos diferencie de los modelos basados en la caridad. Por ejemplo, el Programa Ehsaas quiere dar caridad a las clases trabajadoras. Pero ¿dónde está la recaudación de impuestos de la élite, como en el modelo escandinavo, que sostendrá este programa? ¿Cómo va a proporcionar asistencia sanitaria gratuita en ausencia de esos ingresos? Así que, por supuesto, habrá fraude o te endeudarás más.
Creo que hay que impulsar la cuestión de la redistribución en nuestro sentido clásico, en nuestra forma de lucha. Pero tenemos que ser claros sobre nuestros horizontes estratégicos. Admiro los esfuerzos de nuestros partidos de izquierda por reunirse en Islamabad, donde acordamos que ahora es el momento de trabajar juntos.
Ammar: Estoy completamente de acuerdo. La ira está ahí, y creo que el papel de la ideología es informar sobre dónde canalizar esta ira. Ahí es donde está el debate ahora mismo. Hay una crítica cultural y nacionalista muy poderosa de Estados Unidos, formulada por Imran Khan y otros. Luego está la coalición PDM, que dice que los mendigos no pueden elegir. Tienen una visión pragmática y realista de la política mundial: hay que trabajar con el Gran Hermano.
Podemos diferenciarnos de ellos en la cuestión del poder de los trabajadores. No es que la Liga Musulmana-N, por ejemplo, se oponga a las medidas de bienestar. Si tienen dinero, utilizarán medidas de bienestar para ganar unas elecciones. El Partido Popular hace lo mismo. El PTI también invirtió mucho dinero en programas de bienestar, en particular el Programa Ehsaas y la inversión inicial en la tarjeta sanitaria, porque pensó que consolidaría su electorado. Todas ellas son medidas para revertir los efectos de la acumulación, la desposesión y la explotación. Revierten algunos de los efectos quitándole cien rupias a la gente, pero devolviéndole dos rupias. Esta es una concepción de la política fundamentalmente diferente a la de la izquierda. La izquierda no sólo está interesada en dar migajas a la clase trabajadora. Se trata de construir una política de la clase obrera, de los marginados, de los desposeídos. Una vez que dices eso, cambias todo tu énfasis de «cómo gobernamos» a «cómo construimos el poder desde abajo».
Se trata de una verdadera diferencia de visión del mundo. Si te reúnes con alguno de los peces gordos de la PML-N, el PPP o el PTI, te darás cuenta de que están muy preocupados por la buena gobernanza. También hay gente buena, de corazón sincero, que propone distintas reformas, pero ni siquiera son capaces de reconocer que los propios trabajadores pueden tener poder, no sólo para obtener algunas migajas del Estado, sino para hacer valer sus propios derechos y su dignidad. Que esto incluiría los derechos laborales, la seguridad social, las cuestiones de salarios decentes en el sector rural, precios de apoyo decentes, el derecho a sindicarse, el derecho a subsidios de educación, subsidios de defunción, subsidios de matrimonio para sus familiares, todo lo cual ya está en la ley. Esto significaría ampliar la ley con el tiempo y ampliar lo que podemos obtener del Estado. En otras palabras, crear una dinámica en la que estés empujando a las élites a negociar más duramente también con sus prestamistas.
Este es el tipo de crisis que necesitamos. En lugar de eso, tenemos una crisis en la que los prestamistas presionan al Estado y, a su vez, las élites que dirigen el Estado presionan al público, y luego, cuando tienen que presentarse a las elecciones, se preguntan cómo van a mejorar la crisis que ellos mismos han creado. En lugar de eso, necesitamos un auténtico movimiento obrero como el levantamiento contra la legislación laboral en Indonesia. Ese tipo de poder autónomo de los trabajadores crea una dinámica propia, trastorna los cálculos, amplía el horizonte de posibilidades y amplía los debates. Incluso el FMI se ha visto obligado a cambiar su posición en varios países donde ha habido resistencia. Sabemos que las élites obtienen 2.700 millardos de rupias anuales en concepto de privilegios y subvenciones del Estado, mientras que los pobres sólo reciben 624 millardos. Las élites reciben 4 veces más. Esto es realmente un estado de bienestar para los ricos, es socialismo para los ricos. Llamar a esto economía es ocultar completamente la violencia. Esto es la captura de las élites, esto es la clase dominante, esto es el capitalismo en la periferia.
Toda la lógica puede cambiar si no es una clase unilateral, si la otra parte se prepara. Tenemos que prepararnos, tenemos que aceptar que hay una guerra de clases en marcha, y que está siendo impuesta por un bando mientras que el otro bando está siendo completamente desmovilizado y desagregado. Nuestra tarea ahora mismo es crear instituciones que puedan reunir el poder disperso de los marginados.
Si eso ocurre, volveremos al juego de la lucha de clases. Los debates van a cambiar masivamente. La buena gobernanza no va a seguir siendo la única cuestión y los tecnócratas no van a seguir siendo las únicas soluciones a todos los problemas. Llegará un punto de vista autónomo, organizado de izquierdas, respaldado por la fuerza del pueblo.
7. PDM contra Imran Khan
Arsalan: ¿Qué opináis del PDM? ¿Fue algo que la izquierda debería haber ignorado o apoyado? ¿Fue sólo un despliegue del proyecto de los militares? ¿Cómo entendemos la base de apoyo de la clase trabajadora de Imran Khan?
Azeem: No creo que los partidos de izquierda apoyaran al PDM. Si algunos izquierdistas lo apoyaron, fue por la forma en que el régimen de Imran Khan estaba cooptado por el estamento militar. Nadie sabía quién dirigía el gobierno. Fue realmente un mal momento para Pakistán, por la forma en que los militares manipulaban el régimen, cuya composición de clase está formada principalmente por profesionales de la clase media-alta y la diáspora.
Estaba claro que el régimen avanzaba hacia el fascismo. Si se podía hacer algo para contrarrestar el dominio de los militares y las ideas fascistas de Imran Khan, era justo. Finalmente fue la misma élite la que volvió al poder a través del PDM. Si hay una diferencia entre el PDM e Imran Khan, es que el PDM conoce los límites de dónde aceptar el dictado militar. Imran Khan es un fenómeno nuevo.
Ya sea el PDM o Imran Khan, está claro que la élite no puede cumplir porque somos una economía dependiente y la élite es parasitaria. Tampoco saldrá nada bueno del gobierno del PDM. Como han dicho Aasim y Ammar, las instituciones internacionales han trasladado la carga a nuestra élite, y ellos la han trasladado al pueblo. Esa es la historia del Estado pakistaní.
Aasim: Creo que, en parte, se trata de cuestiones estratégicas y tácticas, es decir, hasta qué punto se debe intervenir en las intrigas palaciegas dominantes. Para mí, éste ha sido el momento Biden de Pakistán. Nuestros estándares han bajado tanto que estamos aplaudiendo a la misma persona que fue la razón por la que Trump ganó en primer lugar. Lo mismo ha ocurrido en Pakistán. Imran Khan era visto como muy peligroso y amenazador, y no estoy necesariamente en desacuerdo con ello.
Creo que es importante que la izquierda desarrolle un entendimiento compartido [de la situación], incluso si enfocamos estas cuestiones tácticas de forma diferente. Esta comprensión se desarrollará en función de cómo respondamos al hecho de que exista una entidad tan amenazadora como Imran Khan, capaz de movilizar, aunque sea retóricamente, a un gran número de jóvenes en favor de una agenda de este tipo.
A mi entender, existe un centro extremo y, cuando fracasa, surgen fenómenos como el PTI. La intención de los militares era dirigir este proyecto durante un tiempo, pero no funcionó. Imran Khan se salió de la línea y le obligaron a irse. No creo que eso tuviera mucho que ver con la democracia: la democracia no estaba en juego en este caso, quizá procedimentalmente sí, pero esto tenía más que ver con intrigas palaciegas. Sin embargo, es la primera vez que un político de la corriente dominante critica tan abiertamente a los Estados Unidos. No son acontecimientos que nadie hubiera previsto.
Sin duda confirma que la crisis es orgánica. Por mucho que los militares o Estados Unidos, o quienesquiera que sean los grandes actores, intenten gestionarla y manipularla desde arriba, hay grandes problemas de fondo que persisten. Hay algunos elementos impredecibles, como el hecho de que el propio Imran sea un poco bala perdida, algo que quizá no ocurra con otras entidades.
También hay otras historias en juego, por ejemplo, hay dos bandos en la PML-N, uno liderado por Shahbaz Sharif, y otro que está un poco callado estos días. Quizá ese segundo bando quiera luchar más abiertamente contra los militares. Así que hay muchas pequeñas complejidades en esta historia. Pero nosotros, la izquierda, deberíamos ser capaces de comprender que se trata de una batalla en curso. Esperar que alguna de estas personas vaya a sacudir el sistema de manera importante es un error. Desde luego, no es lo que yo espero.
Lo único que aclara una y otra vez es que este tiovivo seguirá en marcha, y habrá una carrera hacia el fondo, hasta que y a menos que la izquierda también se convierta en algo. De lo contrario, acabaremos siendo meros analistas de los políticos existentes, cuando en realidad deberíamos convertirnos en una opción viable.
Creo que quizá se ha sobrevalorado un poco el hecho de decir que, dado que el régimen del PTI fue un desastre, la apertura de cierto espacio [con el PDM] significó que algunos sectores progresistas o prodemocráticos quizá no lo celebraran, sino que fueran demasiado optimistas. Pero ese optimismo también se ha esfumado y está claro que el PDM ni siquiera se enfrenta al ejército. De hecho, el problema de los desaparecidos se está agravando desde que han tomado el poder. Está claro que los dirigentes del PDM no tienen los medios para desafiar al ejército, y mucho menos al FMI o a Estados Unidos.
Ammar: Cuando el gobierno se derrumbó, es muy importante ver qué se derrumbó: un proyecto de diez años que se suponía que iba a durar otros seis, siete años. El duro trabajo de nuestros hermanos y hermanas del ISI y del ejército ha sido en vano. Crearon y proyectaron a este tipo, destruyeron instituciones y secuestraron a personas. Los movimientos sociales se vinieron abajo. Sabemos por lo que pasamos nosotros y nuestros estudiantes. Así que no se trataba sólo de autoritarismo, que es la norma del Estado paquistaní, esté quien esté en el poder. Se trataba de un régimen muy distinto. Era un régimen híbrido en el que pensaban que necesitaban estabilidad, por lo que necesitaban un Estado unipartidista con los militares en la cima. El resto de la dirigencia estaba en el exilio. Así gobernaron Pakistán durante 10 años. Este proyecto en concreto se vino abajo en marzo por la total incompetencia de Imran Khan. Hizo fracasar la fiesta.
El colapso del régimen híbrido fue motivo de celebración en la medida en que se trataba de una inversión muy, muy importante que fracasó. Es una postura correcta porque demuestra que es imposible incluso para los militares aterrizar un proyecto ordenado de hegemonía y acumulación a largo plazo durante 10 o 15 años. Tuvieron que volver al pueblo que no soportaban. Y durante ese tiempo abrieron cierto espacio y relajaron las cosas. Esto no quiere decir que la gente que sustituye a Imran Khan sean revolucionarios. Son dos cosas completamente distintas.
Lo que significa es que hay una crisis absoluta de gobierno, de hegemonía, de cualquier tipo de orden en Pakistán. Esta coalición del PDM, por ejemplo, lógicamente no puede continuar demasiado tiempo. No se puede tener una coalición de 11 partidos. No se puede tener a Ali Wazir, Mohsin Dawar, Shahbaz Sharif, Fazlur Rehman y a todo el espectro en el mismo gobierno. (Ali Wazir está en la cárcel, pero está en el gobierno, les votó.) Hay gente como Mohsin Dawar, miembros de cuyo partido han sido asesinados recientemente por personas que cuentan con el apoyo de Jamiat-e-Ulema-e-Islam. Y ambos son socios de coalición. Y el MQM y el Partido Popular no pueden soportarse mutuamente. Esta crisis seguirá creciendo.
La crisis social y económica se está convirtiendo en una crisis política porque los partidos políticos están perdiendo credibilidad. Se están hundiendo. La forma de partido es incapaz de reflejar la crisis social y económica, por lo que se ha convertido en una máquina. Incluso las máquinas no funcionan tan bien sobre el terreno debido a la crisis de infraestructuras. Por ejemplo, la PML-N y la ANP ya no pueden conseguir votos como lo hicieron en 2013 y 2008-9. Estos partidos se han hundido en parte por culpa de los militares, en parte por cómo están organizados. Son incapaces de responder a la presión. Lo mismo ocurre con el PTI. El partido no existe sobre el terreno. Imran Khan puede celebrar mítines y reunir a gente de todo Lahore, pero su reciente convocatoria de una larga marcha demuestra que el partido no existe sobre el terreno. La clase obrera, en particular, ha ignorado su llamamiento a la larga marcha. Ha ignorado su llamamiento a las protestas varias veces.
Así que estamos asistiendo a la aparición de un vacío. Con quién te sientas y cuándo son cuestiones tácticas. En nuestro horizonte estratégico, tenemos que situarnos en una trayectoria más amplia. Sabemos que Imran Khan es extremadamente incompetente. No tiene la infraestructura ni la base social para dirigir una lucha sostenida en su marca de política antiamericana y antimilitar.
Del mismo modo, Bilawal Bhutto y Maryam Nawaz no serán aceptables para esta creciente clase media ni para amplios sectores de la clase trabajadora, que están fuera de la estructura de estos partidos políticos. Cada vez hay más espacio para nuevas fuerzas. Estas fuerzas pueden proceder de la extrema derecha, como el TLP, pero también de la izquierda, porque nuestras ideas están resonando. Soy optimista porque en los últimos meses, allí donde hemos trabajado, la gente ha respondido como no lo había hecho en el pasado. La forma en que la gente se presentó y reaccionó a la presentación del libro de Aasim hace poco. Dondequiera que hayamos celebrado actos, se ve que la gente está ávida de ideas. Tenemos que asegurarnos de no atarnos a un orden decreciente.
En el futuro, dónde, cómo y cuándo establecer alianzas en la política parlamentaria, es una cuestión pendiente. Todo el mundo tiene que hacerlo, incluso alguien como Ali Wazir. Pero ahora mismo, si hay elecciones y el PTI pierde, se vendrán abajo. Si ganan, los demás partidos se estrellarán. Porque alguien tiene que estrellarse, este es un modelo insostenible.
8. Política electoral
Tayyaba: Es un punto muy interesante, Ammar. Tengo una pregunta complementaria para Aasim y Ammar. ¿Son estos los sentimientos que guían sus tácticas y estrategias electorales? ¿Dónde encaja la política electoral en sus objetivos estratégicos más amplios de presentar una visión de izquierda fuerte que resuene sobre el terreno?
Aasim: No pienso en la política electoral de forma diferente a la visión más amplia. Históricamente, siempre que nos hemos presentado a unas elecciones, el objetivo ha sido participar para no ceder terreno. A estas alturas, ganar no es una expectativa razonable, especialmente en las elecciones a la asamblea provincial y nacional. A nivel local, es diferente.
En todos los niveles, la estrategia consiste en reconocer primero que la política electoral es política. En mi experiencia a lo largo de los años, he visto a mucha gente unirse a nosotros, pero nos distinguen como personas que están con ellos en cuestiones de desposesión, cuestiones laborales y de justicia social, pero cuando se trata de elecciones, tienen un cálculo diferente. Así que participar en la política electoral es una forma de superar esa bifurcación. Demuestra que también participamos en esta política, y que aquí también hablamos de resistencia. Decimos abiertamente que no tenemos los recursos necesarios para llenar las circunscripciones de carteles y pancartas, o para atraer a la gente con biryani [plato de arroz con carne, verdura, etc.]. Al participar en ese proceso, también desafiamos su lógica monetaria dominante.
En este ciclo electoral hemos tenido unas cuantas elecciones municipales. Esta es una oportunidad potencial para ampliar nuestra narrativa a las elecciones nacionales y provinciales, porque los partidos de ambos lados del pasillo han sido humillados por su incapacidad para cumplir con la gente.
Sería negligente ignorar que tenemos mucho que aprender. Según mi experiencia, la izquierda no hace política basada en las circunscripciones, sobre todo la que se ocupa de thaana katcheri (policía, tribunales) o de asuntos locales de barrio. Para poder hacer este tipo de política, que adquiere mayor relevancia durante las elecciones, hay que afrontarla de frente. Tenemos que ser capaces de hacer estas cosas de forma coherente con nuestra visión del mundo, y no tener que elegir entre uno u otro extremo.
Si somos capaces de escalar, juntos como una alianza más amplia de la izquierda, será más fácil gestionar las expectativas de un electorado que tiene formas muy cínicas y de sentido común de pensar en las elecciones. Con el tiempo, podremos convencer a la gente de que las elecciones pueden ganarse sobre la base de ideas y cuestiones programáticas y no puramente sobre el clientelismo localizado.
Ammar: Estoy de acuerdo, es muy importante que cambiemos parte de nuestra posición de resistencia por la cuestión del poder. Hay que tomarse muy en serio la cuestión del poder. Cuando criticamos al PDM, mucha gente de la sociedad civil no entiende por qué criticamos a este gobierno. Piensan que algo va mal con la izquierda. Entiendo de dónde vienen porque realmente piensan que la izquierda es una organización de la sociedad civil, que debería trabajar con ellos por las reformas. La impresión general es que para hacer algo bueno tenemos que ayudar a un diputado o administrar algo, y que si queremos ser políticos debemos afiliarnos a un partido de la corriente principal. Tienen esta impresión porque nos han apartado de la cuestión del poder, no porque no quisiéramos abordarla, sino sobre todo porque nos obligaron a mantenernos alejados de ella, a menudo violentamente.
Aunque todos tenemos nuestros propios cálculos estratégicos sobre cómo participar en la política electoral, las grandes cuestiones de la izquierda tienen que ver con el camino hacia el poder. Cómo definimos un determinado camino hacia el poder. Lo que queremos conseguir una vez que tengamos el poder, al menos en un nivel abstracto, es algo en lo que la mayoría de los grupos de extrema izquierda pueden estar de acuerdo. Pero hay muchas luchas internas y desacuerdos sobre el camino en sí.
Tiene que haber un debate muy serio: si nos presentamos a unas elecciones sindicales, tiene que ser para ganar. ¿Qué significa ganar y tomar el poder? No sólo una o dos veces, sino desarrollar realmente una estrategia a largo plazo, sin abandonar necesariamente tus principios. La política práctica consiste en trasladar las ideas al terreno de la práctica y de nuevo al terreno de las ideas. Este ir y venir entre la práctica y la ideología es lo que hace de la ideología algo vivo, que respira.
No se trata sólo de elecciones. Algunas personas están organizando un movimiento obrero en Faisalabad bajo la bandera del Labour Qaumi Movement. La cuestión es: ¿qué significaría tener poder en las zonas industriales? ¿Qué significaría tener una fuerza de trabajo organizada que pueda defenderse, que pueda afirmarse en las zonas industriales y crear una especie de conciencia de clase no limitada a esta o aquella lucha, sino la conciencia de una clase? Hay que hacer eso y ocuparse al mismo tiempo de cuestiones como el agua potable, el gas, la electricidad y la educación. Todas estas son cuestiones de clase y tiene que haber algún tipo de relación simbiótica entre la fábrica y el lugar de trabajo. Eso genera conciencia de clase y permite que la clase se convierta en un tema político. Sólo entonces podremos luchar en las elecciones, tener movimientos de masas, defender a nuestros compañeros, a nuestros camaradas, a las fábricas, luchar contra la policía o tomar el poder, sea cual sea tu camino. Fundamentalmente, tenemos que empezar a construir el poder con la intención de ganar en diferentes lugares de la lucha de clases.
Si lo hacemos con eficacia, podremos enfrentarnos a las barreras, a las fuerzas contrarrevolucionarias, a las debilidades internas y a las fuerzas políticas reales. Esperemos que el futuro de la política de izquierdas en Pakistán se guíe por estas cuestiones, lo que significa que tenemos bastantes posibilidades de ganar y recuperar el espacio que perdimos.
Azeem: Estoy de acuerdo en que el objetivo de la política revolucionaria es siempre la sede del poder político. Dicho esto, la cuestión que siempre es relevante es dónde podemos hacernos con el poder. Por un lado, ganar unas elecciones nacionales es muy difícil. Pero incluso si ganamos algunos escaños y enviamos a uno o dos diputados al parlamento, una vez que llegan a la cima se ven comprometidos. Hay algunos ejemplos de ello. Como mucho, esperamos que al menos hablen de nuestras ideas, pero con quién y cómo hablarán es un problema.
Si nuestro objetivo es conquistar el poder político, la estrategia debe ser establecer un poder dual. Antes de que nuestra estrategia alcance un equilibrio, las elecciones carecen de sentido. Los candidatos izquierdistas a diputados suelen acabar con unos escasos 20-30 votos.
Los partidos revolucionarios utilizan el parlamento para alcanzar el poder cuando son capaces de hacerse con el cincuenta por ciento del mismo. Entonces podemos utilizar el foro parlamentario mientras también tenemos poder sobre el terreno: podemos luchar contra la policía, el ejército, etc., porque habríamos capturado el poder en múltiples espacios. Así que es una cuestión de tiempo. Los partidos revolucionarios sí se presentan a las elecciones. El partido bolchevique se presentó a elecciones. Recientemente, los maoístas de Nepal también lo hicieron.
En cuanto a las elecciones municipales, estoy de acuerdo en que tenemos que hacernos con el poder local. Por ejemplo, en Hujra Shah Muqeem, incluso cuando salen elegidos unos cuantos nazims o consejeros, muchos fondos se desvían hacia la clase trabajadora. Es una circunscripción pequeña, por lo que es más fácil hacerse con el poder. Como has trabajado en estos lugares, también puedes ser popular. Los órganos locales son un buen foro para construir el poder dual.
Para construir un doble poder y avanzar hacia las elecciones nacionales, necesitamos seguir construyendo nuestra organización comunitaria y laboral. Si entramos en elecciones nacionales prematuramente, puede distraer nuestra política revolucionaria.
9. Alianzas políticas contra el fascismo
Tayyaba: Ammar, sobre la cuestión de las alianzas, dijiste que a veces las alianzas tácticas tienen sentido contra el enemigo más grande en tu visión estratégica a largo plazo. Así que pones el ejemplo de apoyar la lucha de los militares contra el TLP porque el TLP representa una alternativa mucho más amenazadora para tu visión a largo plazo. A la hora de pensar en alianzas, ¿dónde está el límite?
Ammar: Nunca he dicho que debamos aliarnos con el ejército o el Estado. Lo que quise decir es que si el TLP y el Estado estuvieran luchando, mi postura no sería la misma que si el Estado y el Ejército de Liberación Baluchi estuvieran luchando, por ejemplo. Hace unos días vimos cómo encarcelaban a ese periodista de derechas, Imran Riaz Khan. No siento ninguna simpatía por él, pero hemos condenado su detención. Del mismo modo, condenamos la detención de Shireen Mazari.
Pero si el TLP organiza una larga marcha y se enfrenta a la policía, no voy a pedir al Estado que respete sus derechos, etcétera. Eso es una tontería liberal. Debemos entender la política con todas las complejidades que conlleva. Nunca es limpia: en ella tomas decisiones sucias y eso forma parte de ser una persona política, en comparación con ser un «alma bella» que adopta una postura políticamente correcta en todas partes.
No nos aliamos con el Estado porque eso significaría que el Estado tiene razón. El Estado no es inocente. El Estado no tiene razón. El Estado es responsable de los talibanes, del TLP, de Imran Khan, de Nawaz Sharif, porque les ha dado poder a lo largo de los años.
Pero cuando hay contradicciones particulares, por ejemplo hace poco Mohsin Dawar y Ali Wazir exigieron que el Estado eliminara a los talibanes de sus zonas. Ahora los talibanes han atacado y matado a cuatro de sus hijos, incluso a uno de mis alumnos, así que, por supuesto, todos ellos buscarían la protección de las fuerzas de seguridad.
Así que son cuestiones tácticas. A veces, cuando trabajas en una zona, puedes encontrar gente en la corporación municipal, o en la empresa de gestión de residuos de Lahore (LWMC), una o dos personas que simpatizan contigo y quieren ayudarte. Haces contactos en la policía para que, cuando estés en apuros, puedan ayudarte, mientras sigues siendo enemigo en el nivel superior. Eso es lo que ocurre siempre que te adentras en la organización de un área concreta. Empiezas a encontrarte con todo tipo de instituciones. No se trata de una alianza, sino de un compromiso que se produce siempre que te conviertes en un actor político. Es como relacionarse con las administraciones universitarias cuando uno se convierte en dirigente sindical en la universidad. A veces, ese compromiso puede dar buenos resultados; otras veces, puede llevar a situaciones realmente antagónicas, incluso a detenciones.
La alianza es algo completamente distinto de este tipo de compromisos. Los partidos políticos de izquierdas tienen que formar alianzas con otras organizaciones de izquierdas o de trabajadores. A veces hay organizaciones de trabajadores o sindicatos que quizá no sean tan progresistas, pero pueden estar haciendo un trabajo importante, así que puedes plantearte formar una alianza. Por ejemplo, en la zona en la que trabajamos hay un sindicato cuyos dirigentes son principalmente maulvis [un título religioso], pero que ahora mismo están intentando proteger cientos de puestos de trabajo. Cuando hicimos un mitin en Chungi, nos invitaron a hablar y hablamos de los derechos de los trabajadores. Es un sindicato de derechas, pero es importante comprometerse con ellos porque ahora mismo están al frente de una auténtica lucha de clases. Del mismo modo, Maulana Hidayat ur Rehman forma parte de la lucha por los pescadores de Gwadar. Aunque tengo muchas críticas contra él, le damos apoyo estratégico de vez en cuando porque él y las mujeres que están con él luchan en primera línea.
Se pueden hacer compromisos tácticos con cualquiera. Por ejemplo, si alguien del TLP quiere organizar un acto al mismo tiempo que nosotros, puedo comprometerme con él para intentar llegar a un acuerdo y celebrar nuestros actos en fechas distintas. Eso es un acuerdo táctico, un simple compromiso cotidiano que hay que tener para organizar en cualquier ámbito. Una alianza, por otro lado, se basa en tu programa, que tiene que ser un programa de izquierdas.
Arsalan: Ammar, cuando apoyamos la intervención del Estado contra una fuerza como el TLP, ¿cuál es la diferencia entre eso y apoyar sus operaciones contra los talibanes y Zarb-e-Azb, por ejemplo?
Ammar: No debería ser una carga para nosotros apoyar al Estado. ¿Por qué tenemos que apoyarlo? Yo no voy a apoyar ni a los fascistas ni al Estado. Tampoco voy a unirme a ese grupo de liberales que defienden los derechos humanos y dicen que la policía debe apartarse del camino. Tampoco voy a pedir que la policía los aniquile. Esta es la crisis del Estado, ellos tienen que ocuparse de ella.
No nos corresponde a nosotros tomar la iniciativa. Nuestra posición es oponernos al Estado. Incluso nos opusimos a ellos en la cuestión del TLP. Nunca dijimos «viva la policía de Punjab» cuando estos tipos luchaban. Decíamos «¿por qué repartisteis dinero entre ellos, los utilizasteis, los convertisteis en activos estratégicos, los trajisteis a Faizabad, organizasteis su dharna (sentada), construisteis su partido y arruinasteis a otros partidos?». Tenemos que plantearnos estas cuestiones estructurales más amplias.
Esta idea de que tenemos que tomar partido inmediatamente cuando se produce una crisis puede eludirse si seguimos planteando las preguntas más amplias y difíciles sobre por qué el Estado ha hecho todo esto. No deberíamos pedirle al Estado que negocie con el TLP, que los incorpore a la corriente dominante, como Imran Khan pedía a los talibanes que abrieran sus oficinas en el país, etcétera. Nosotros tampoco vamos a hacerlo.
El TLP son los monstruos del Estado, y tendrán que enfrentarse a ellos como sea. Continuaremos con nuestras críticas –y el Estado sabe que en esos momentos somos extremadamente críticos con ellos–, pero no gritaremos a su favor, ni tampoco saldremos en su defensa.
Aasim: Como hemos discutido antes, tenemos que distinguir entre las posiciones liberales y de izquierda que surgieron en torno a la Guerra contra el Terror. Esas distinciones se desarrollaron con el tiempo.
Se trata también de una cuestión generacional y de aprender de la evolución orgánica. Las cosas se desarrollan sobre el terreno y facilitan nuestra comprensión, lo que constituye una parte importante de la historia. Estoy de acuerdo con Ammar: la izquierda no tiene por qué tomar posiciones sobre estas cosas, pero sin duda debemos reconocer, dentro de nuestros grupos, que fenómenos de derechas como el TLP, los talibanes o incluso Imran Khan seguirán apuntalándose. Estos grupos gozan del apoyo de ciertos sectores de las masas. Tenemos que reconocerlo para entender dónde existe ese vacío y que, si no lo llenamos nosotros, lo harán estas fuerzas.
Tampoco es necesario adoptar una posición sobre todo. No es necesario satisfacer a todo el mundo todo el tiempo. Podemos tener diferencias tácticas, pero como izquierda, creo que en los asuntos grandes y significativos deberíamos tener algunas posiciones claras y coherentes que nos permitan ser vistos como tales. Entonces, aunque tengamos pequeñas diferencias a nivel individual y organizativo, no importarían tanto.
Pero entiendo lo que quieres decir: que no debería considerarse que apoyamos al Estado responsable de estos problemas. Y como comentamos la última vez, recuerdo hace quince o veinte años, cuando toda la comunidad liberal-izquierdista se posicionaba diciendo que Estados Unidos se estaba deshaciendo de esos mulás. Si te oponías mínimamente a esa postura, te tachaban inmediatamente de partidario de los talibanes. Todos estos problemas existen porque no somos uno de los actores [políticos]. En este momento sólo somos analistas, es decir, hay dos bandos con intereses en juego y nos vemos obligados a elegir un bando. Pero, en realidad, no queremos elegir un bando, sino presentar nuestra propia postura, que representa nuestro interés. Es difícil y complicado, pero a veces hay que adoptar una postura. En estos temas, deberíamos ser capaces de tener una posición definida sin sentirnos acuciados a decir algo sobre todo. Cuantas más posiciones adoptes, más se esperará de ti que respondas por cada posición que no adoptes.
Afortunadamente, con el tiempo, hay más claridad entre las posiciones liberales y las de izquierdas; por ejemplo, en la cuestión de la economía, cada vez está más claro. Y cuanto más nos proyectemos como una izquierda unida, con posiciones coherentes en los grandes temas, más fácil será avanzar.
Azeem: Siempre debemos tener cuidado cuando tratamos cuestiones que pueden aumentar el poder del Estado o del imperialismo. Cuando decimos que el imperialismo destruirá a los talibanes, o que el Estado se encargará del TLP, también es importante recordar que las leyes y políticas que se desarrollen para ello se utilizarán con toda seguridad contra nosotros.
Estoy de acuerdo con Aasim en que nosotros, la izquierda, no necesitamos opinar sobre todas las cuestiones. A veces también exageramos el poder de entidades como el TLP. No digo que sean cosas pequeñas, pero no son nada comparadas con el Estado o los partidos de la corriente dominante, o comparadas con Imran Khan. Esos son los mayores enemigos.
Tayyaba: Un último punto para Azeem: por un lado, has dicho que deberíamos ser más cautelosos a la hora de establecer alianzas o comprometernos con la política dominante. Por otro, parece decir que la izquierda también tiene que introducirse en la corriente dominante. ¿Cómo ve el equilibrio entre hacer política sobre el terreno y no volverse irrelevante por perder oportunidades de relacionarse con la corriente dominante?
Azeem: Diferenciemos entre las dos cosas. En primer lugar, me refería específicamente a la política electoral, no necesariamente a participar en la corriente dominante. Creo que en la corriente dominante, los debates políticos y los binarios a menudo se construyen: tienen una realidad, pero también se construyen Cuando Trump fue elegido, fue por los fracasos de Obama, y así es como Trump ganó popularidad. Del mismo modo, en la India, el Congreso, el Partido Comunista de la India (PCI) y el Partido Comunista de la India-Marxista (PCI-M) fueron incapaces de cumplir durante los últimos 70 años y, como resultado, Modi llegó al poder. Cuando la democracia liberal o social no cumple sus objetivos, la izquierda se ve obligada a apoyar a las fuerzas liberales dominantes, algo con lo que me siento incómodo.
Los liberales van a decir: «¡Viene el fascismo!» Pero eso no significa que debamos empezar a apoyar inmediatamente a los liberales y socialdemócratas. Llegarán al poder, no se entregarán al pueblo y acabaremos con un fascismo aún peor. No estoy diciendo que no debamos luchar contra el fascismo, pero hay que entender el coste de hacerlo, y hacerlo de forma que mantengas intactos a tus cuadros y a tus bases.
Tampoco estoy en contra del compromiso con la corriente dominante. Pero debemos tener nuestra propia agenda y perspectiva, conocer a nuestro público y tener claras las condiciones en las que nos comprometemos. Y, lo que es más importante, debemos mantener nuestras bases diferenciadas de los liberales. Nuestra atención debe centrarse en la construcción del poder dual y del movimiento obrero porque, en última instancia, incluso la democracia liberal se sostendrá a través de los movimientos de la clase trabajadora.
10. China
Tayyaba: Hablemos finalmente de China. ¿Cómo entienden ustedes la relación China-Pakistán? ¿Es China una fuerza imperialista en Pakistán? ¿Y cómo ven el avance de una política de izquierdas en relación con ello?
Azeem: El principal componente del imperialismo es el económico, luego tenemos los componentes político y militar y después el cultural. Hay tres puntos de vista sobre la naturaleza del capital chino. Una procede del marco de los sistemas mundiales y afirma que el capital chino forma parte del capital mundial en la medida en que este último invierte en China y comercia con ella.
Una segunda opinión procede de quienes han estudiado los efectos de las inversiones chinas en África y América Latina. Sostienen que, si bien el capital chino tiene intereses estratégicos en la captación de materias primas, no funciona bajo los imperativos del libre mercado. Estas características particulares hacen que no forme parte del capital occidental o global. La tercera opinión, con la que estoy de acuerdo, procede de Ho-Fung Hung. Es que el capital chino forma parte del capital global y a la vez tiene sus propias características e intereses estratégicos.
Está claro que China es a la vez expansionista y capitalista. Puede que China no tenga una larga historia de colonización de otros espacios, pero sin duda tiene ambiciones políticas y militares. Sin embargo, la escala de estas ambiciones es aún limitada para considerar a China hegemónica.
En cuanto a la hegemonía cultural, China utiliza las instituciones jurídicas internacionales de forma ecléctica. Utiliza estos organismos tanto para sus propios objetivos expansionistas como para eludirlos cuando suponen un obstáculo. Invierte a propósito en países con «mala gobernanza». Por tanto, no podemos calificar a China de imperialista.
Dicho esto, los partidos maoístas de India y Filipinas consideran a China un país «socialimperialista». Del mismo modo, algunos en la izquierda piensan que estamos en una situación de «Nueva Guerra Fría» y que tenemos que estar al lado de China. Es una posición equivocada. La guerra fría era un conflicto entre dos sistemas mundiales –capitalismo y socialismo–, lo que ya no es el caso. China es una potencia imperialista emergente.
En la izquierda pakistaní ha habido un debate permanente sobre cómo clasificar a China. Me pareció extraño que partidos tradicionalmente prosoviéticos en India como el PCI-M y sus aliados en Pakistán hayan empezado a apoyar abiertamente a China en esta «Nueva Guerra Fría». Cometimos estos errores en el pasado y estamos a punto de volver a cometerlos. En lugar de adoptar estas «posiciones internacionales» de la vieja era, la izquierda pakistaní debe centrarse en las ambiciones del capital chino en Pakistán y en cómo van a afectar a la clase obrera y a su lucha revolucionaria.
Ammar: China se ha integrado en el sistema capitalista global en los últimos 40 años de tal manera que no podemos entender el neoliberalismo global sin el papel central de China como fábrica de pobres. Dicho esto, creo que muchos análisis sobre China pasan por alto la lucha de clases que tiene lugar dentro del país.
Categorizar a China como esto o aquello oculta el hecho de que se trata de un sistema político profundamente dividido que cuenta con un mecanismo incorporado para los desacuerdos masivos y los debates teóricos. Actualmente, hay muchos debates dentro del partido hasta el punto de que revistas como Foreign Policy y The Economist están utilizando el espectro del retorno del marxismo. Por ejemplo, Xi Jinping arrestó a los jefes corporativos de Alibaba. También ha hecho del marxismo una asignatura obligatoria para todos los que se incorporan a las empresas estatales.
Como sostiene Isabella Weber, China nunca aceptó la doctrina del shock como lo hizo Rusia. Dentro de China, hubo un debate sobre el mantenimiento de ciertos límites a la entrada de capital, sobre permitir cualquier cosa que aumente las exportaciones, sobre mantener la mayoría de su industria dentro del sector público y sobre la regulación extrema de los bancos. Así que hay muchas anomalías dentro de China que dificultan su estudio.
Hay tantas contradicciones y problemas en China que hay que replantearse cualquier análisis que pretenda que las cosas están arregladas. Desde la década de 1990 se han llevado a cabo campañas masivas contra la corrupción y más de 1.500 huelgas al año, lo que pone en tela de juicio el análisis occidental de que allí las cosas están rígidamente fijadas.
Los gobiernos latinoamericanos están enamorados de China y de su papel como proveedor de inversiones. Aunque no cabe duda de que se trata de inversiones extractivas, saco esto a colación porque los gobiernos ven la aparición de un nuevo polo con el ascenso de China. Por ejemplo, cuando Grecia estaba en un punto muerto con la UE, Yanis Varoufakis miraba hacia China en caso de ruptura con la UE. Así que la cuestión de cómo los países pequeños imaginan nuevas alianzas globales es importante.
Uno se da cuenta de lo que es el imperialismo cuando observa la maquinaria bélica occidental y su retórica, que actualmente está cercando a China. La OTAN está enviando buques de guerra alemanes y sabemos lo que está ocurriendo con Taiwán en el Mar de China Meridional. Dicho esto, estoy completamente de acuerdo con Azeem en que, por un lado, existe un punto de vista dinámico y global y, por otro, una perspectiva pakistaní sobre China. Esta última debe dar prioridad a la investigación de las inversiones y las relaciones chinas, y a las controversias en torno a ellas. Esto significa que las cuestiones baloch y pastún pasan a ser centrales. Gilgit-Baltistán, como puerta de entrada a la CPEC, adquiere gran importancia. No hay duda de que, dado que las inversiones chinas vienen con el Estado y su naturaleza depredadora, perjudicarán a la economía pakistaní.
Al mismo tiempo, Kaiser Bengali, que formó parte inicialmente de las negociaciones del CPEC, afirma que la forma en que nuestras élites negociaron con los funcionarios chinos fue irrisoria. De hecho, no negociaron en absoluto. Actuaban como si fueran negociadores por parte de China dispuestos a regalar cosas incluso más baratas. Nuestro Estado es rentista por naturaleza y no tiene capacidad para defender lo público. Ni siquiera tiene una idea de lo público, del bien público y del interés nacional de ningún tipo. Así que siempre que haya algún tipo de inversión extranjera, ese dinero irá a parar a la búsqueda de rentas y a monopolios, de los que se benefician tanto las élites chinas como las pakistaníes.
Aunque hoy hubiera un gobierno de izquierdas, China seguiría desempeñando un papel muy importante en la región. La cuestión sería cómo renegociar las condiciones con China en algunos de los principales proyectos. Para ello, debemos desarrollar una perspectiva pakistaní que dé prioridad a la protección de las periferias, nuestro medio ambiente y nuestra mano de obra, que no está protegida en los proyectos del CPEC. De hecho, nuestro trabajo no está protegido en ninguna parte. Para garantizar estas protecciones, se necesita un gobierno de izquierdas con un programa para la soberanía del pueblo. A falta de ello, cualquiera que pueda sacar provecho de los recursos de Pakistán lo hará de forma depredadora, y China no es diferente.
Aasim: Estoy de acuerdo con gran parte de lo que han dicho Azeem y Ammar. La cuestión de China sigue sin resolverse. Como ha dicho Azeem, China está integrada en el capitalismo mundial de una manera que la Unión Soviética nunca lo estuvo. Esto se debe a que la estructura del capitalismo se ha vuelto verdaderamente global de una forma que no podía serlo cuando existían el segundo y el tercer mundo. También debido a la financiarización y la digitalización.
Sin embargo, China sigue siendo distinta, con sus propias características. Aunque no creo que debamos desestimar sus debates internos, tampoco podemos tomar al pie de la letra lo que dice el partido gobernante.
Las estadísticas muestran que, en general, la plusvalía sigue fluyendo en gran medida hacia los países imperialistas occidentales. Dicho esto, China explota la deuda y las inversiones en países como Pakistán y Sri Lanka. La deuda china ha contribuido enormemente a llevar a Sri Lanka a la bancarrota. Del mismo modo, hace siete años nos decían que los préstamos chinos iban a cambiar las reglas del juego sin darnos ninguna información sobre las condiciones, sólo para descubrir que estos préstamos no son más concesivos que los del FMI o el Banco Mundial. Debemos estar en primera línea hablando de todo esto cuando la gente está siendo humillada en esta crisis económica.
Mi sensación es que el que China se aparte o no del imperialismo occidental dependerá de la cuestión de la supervivencia planetaria. Me tomo en serio la afirmación del partido comunista chino de que quiere hacer de China una civilización ecológica. Sin embargo, China tiene que demostrarlo con hechos. En el CPEC, por ejemplo, la mayor parte de la financiación se destinó a la energía térmica, que es ecológicamente desastrosa. Del mismo modo, las centrales eléctricas de carbón, como la de Sahiwal, han creado devastaciones que van más allá de nuestra imaginación. El puerto de Gwadar ha arruinado la ecología marina. Así que quiero tomarme en serio esta afirmación de una civilización ecológica, pero no puedo hacerlo si China se limita a externalizar sus desastres ecológicos al resto del mundo, como hizo el imperio occidental. La cuestión del planeta se convertirá en la cuestión definitoria de nuestra era, no sólo en lo que respecta a China.
Incluso en los últimos cuatro meses, Pakistán ha experimentado variaciones climáticas increíbles. Un día la temperatura sube a 45 grados, al día siguiente hay inundaciones y nieve. Es la región del mundo más propensa al cambio climático. El liderazgo chino tendrá que demostrar su valía en estas cuestiones. Tenemos que seguir siendo críticos con China, pero sin caer en la trampa del «vapuleo a China». Aunque deberíamos seguir manteniendo estos debates entre nosotros, por ahora basta con decir lo siguiente: El papel de China no es el mismo que el del imperialismo occidental, pero China aún tiene que demostrar que liderará al mundo en una guerra decisiva contra el imperialismo occidental.
Por ahora, tenemos que preocuparnos por el papel que China está desempeñando en Pakistán. Hablar del papel destructivo del FMI e ignorar el de China no es antiimperialista, sino oportunista. Hacer grandes declaraciones sobre China no importa. Lo que importa son las posiciones concretas que adoptamos sobre las intervenciones chinas en Pakistán, que a su vez, aclaran automáticamente cuál es nuestra postura en asuntos de importancia fundamental.
Tayyaba: Gracias, Aasim. Ha sido una excelente declaración final. Ha sido una conversación muy enriquecedora y extremadamente valiosa. Muchas gracias por dedicarnos su tiempo.
Esta es la segunda parte de una entrevista en dos partes. Aquí la primera.
Aasim Sajjad Akhtar es profesor asociado de economía política en el Instituto Nacional de Estudios Pakistaníes de la Universidad Quaid-i-Azam de Pakistán. Es autor de The Struggle for Hegemony in Pakistan: Miedo, deseo y horizontes revolucionarios.
Ammar Ali Jan finalizó sus estudios de doctorado en Historia en la Universidad de Cambridge. Es miembro del Partido Haqooq-e-Khalq y autor de Rule By Fear: Eight Theses Authoritarianism in Pakistan. Ammar también es miembro del Consejo de la Internacional Progresista y de la Junta Directiva de Jamhoor.
Syed Azeem es profesor asociado en la Universidad de Ciencias de la Gestión de Lahore (LUMS). Sus investigaciones versan sobre el trabajo en Pakistán, y es miembro del Partido Mazdoor Kisaan de Pakistán.
Fuente: Jamhoor, 26-12-2022 (https://www.jamhoor.org/read/21st-century-imperialism-a-debate-within-the-pakistani-left-part-2)