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Carlos Saura: cine de una generación

Antonio Ruiz

El cine es cultura de vida

Para los que nacimos entorno a los años cincuenta del pasado siglo, de niños, el cine era un elemento de entretenimiento y diversión importante, como lo era en general para las clases bajas en esa larga penumbra del franquismo. Pasábamos la semana esperando la sesión continua del cine del pueblo, o del barrio, para observar esas imágenes proyectadas sobre una pared o lienzo blanco que nos transportaban a otros espacios alejados de nuestra vida cotidiana, hacíamos propias y en ocasiones pasábamos a protagonizar mediante nuestra incipiente imaginación: en el pueblo, cuando veíamos una película del medievo, nos pasábamos la semana peleándonos con espadas y lanzas de madera o caña.

Pasan los años y ya no te conformas con ver cualquier historia en la pantalla. Algunas películas no te divierten, e, incluso llegan aburrirte. Las ves ajenas a la vida real que tu sientes. Ya no aceptas cualquier película y vas seleccionando. Buscas otros títulos en los cines de los barrios próximos, descubres revistas que tratan de cine y estrenos. Vas descubriendo que el cine es algo más que entretenimiento, que ver cine, solo por ver cine, es una atracción que ya no te divierte, por muy famoso o famosa que, a veces, sea quien la interprete. Sin embargo, en otras ocasiones la película sí te atrae. ¿Porqué?

Te ha surgido algo nuevo: discernir. No sabes con claridad lo que buscas pero sí sientes la necesidad de indagar el porqué. Te dicen que en Italia, que Francia, …se está haciendo cine diferente,… e incluso en España. ¿Pero donde se puede ver? Y comienzas ampliando la búsqueda: cine-club, salas de estreno,…

Era sobre final de 1966 (o principios de 1967) cuando me llega la noticia de que se había estrenado una película española «diferente» de un director joven. Esa película era La caza (1965) de Carlos Saura. Fue la primera obra que vi de este director y una de las primeras veces que entraba en una sala de estreno en el ya desaparecido cine Cataluña.

El ver esta película me marcó. Hubieran podido ser otras realizadas anteriormente por otros autores, como Surcos (J. A. Nieves Conde, 1951) o Plácido (Berlanga, 1961) que también me impresionaron, pero fue este tercer largometraje de Carlos Saura el que produjo en mi una especie de revelación y me abrió los ojos a un nuevo mundo de interrogantes: ¿como, y para qué, debe emplearse la técnica cinematográfica? Por fin encontraba, en una película española, el ensamblaje artístico entre ficción y realidad, una ficción que me mostraba una realidad profundamente sentida y en parte vivida. Esa oscura sombra de la guerra civil que nadie te ha aclarado, esa derrota que sientes en tu interior como consecuencia de las miradas silenciosas y las medias verdades oídas, como si uno la hubiese vivido, ese realismo del manijero y su familia, del agreste medio, éste sí, vivido. Y ese final en el que se desencadena la violencia entre iguales, la que produce la huida, ante el horror, del joven, hasta entonces inmerso en una su vida complaciente, cuyo futuro puede ser tanto una reiteración del pasado, como lo contrario (hace 56 años que la vi y no la he vuelto a ver).

Carlos Saura ha sido un creador polifacético de largo recorrido y abundante producción artística con más de cincuenta largometrajes y posiblemente el más conocido de los directores españoles fuera de su país en los 62 años de actividad. En la mayoría de sus trabajos de ficción deja de manifiesto la que ha sido una de sus mayores inquietudes internas: la guerra civil española que vivió como niño (nació en 1932). En su hacer cinematográfico ha empleado diferentes estilos en consonancia con la época o su inquietud, pero siempre, a mi entender, con oficio creativo y honestidad. Ha marcado toda una época del cine español y ha dejado en mi generación una huella significativa/indeleble, y a su vez, nos ha aportado valores inmateriales que nos hace mejores si sabemos utilizarlos.

No todo su cine me gusta, pero sí gran parte y le he seguido durante todos estos años. Podemos decir que, al morir, nos ha dejado un intuitivo, honesto e inteligente cineasta, pero nos queda su obra que simboliza todo un hacer de toda una vida, que es el más hermoso regalo que un ser humano puede dejar.

Antonio Ruiz

12/02/22

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