Un punto de encuentro para las alternativas sociales

La propaganda imperialista y la ideología de la intelectualidad de la «izquierda» occidental

Gabriel Rockhill entrevistado por Zhao Dingqi

El destacado filósofo  Gabriel Rockhill es entrevistado por Zhao Dingqi de la Academia China de Ciencias Sociales*

Zhao Dingqi :  Está terminando un libro que habla acerca de la denominada «Guerra Fría Cultural» ¿Qué actividades llevó a cabo Estados Unidos y la CIA en este tipo de conflicto tan diferente a los habituales?

Gabriel Rockhill : La CIA emprendió, junto con otras agencias estatales y las fundaciones de importantes empresas capitalistas, una guerra fría cultural multifacética destinada a contener (y en última instancia hacer retroceder y destruir) el comunismo. Esta guerra de propaganda fue de alcance internacional y tuvo muchos aspectos diferentes, de los cuales mencionaré sólo algunos a continuación.

Sin embargo, es importante señalar que, a pesar de su amplio alcance y de los amplios recursos que le dedica la CÍA, ha perdido muchas batallas a lo largo de esta guerra. Para tomar solo un ejemplo reciente, que demuestra cómo este conflicto continúa hoy, Raúl Antonio Capote reveló en su libro de 2015 que trabajó para la CIA durante años en sus campañas de desestabilización de Cuba dirigidas  específicamente a intelectuales, escritores, artistas y estudiantes. Este profesor universitario cubano al que la CÍA pensaba que estaba engañando promoviera en realidad el estaba engañando a los engreídos espías estadounidenses:  trabajaba encubierto para la inteligencia cubana.1

Esta es sólo una señal entre muchas otras que la CIA, a pesar de sus diversas victorias, sigue librando una guerra que le resulta difícil de ganar, pues intenta imponer un orden mundial que es hostil para la abrumadora mayoría de la población del planeta. .

Una de las piezas centrales de la guerra fría cultural fue el Congreso por la Libertad Cultural (CCF), que en 1966 se reveló que era una fachada de la CIA.2 Hugh Wilford, que ha investigado ampliamente el tema, describió al CCF como nada menos que uno de los mayores patrocinadores del arte y la cultura en la historia del mundo.3

Establecido en 1950, promovió en la escena internacional el trabajo de académicos colaboracionistas como Raymond Aron y Hannah Arendt por encima y en contra de sus rivales marxistas, incluidos personajes como Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir.

El CCF tenía oficinas en treinta y cinco países, movilizó un ejército de alrededor de 280 empleados, publicó o apoyó unas cincuenta revistas prestigiosas y organizó numerosas exposiciones artísticas y culturales, así como conciertos y festivales internacionales.

Durante su vida, también planificó o patrocinó unas 135 conferencias y seminarios internacionales, trabajando con un mínimo de 38 instituciones, y publicó al menos 170 libros. Su servicio de prensa, el Forum Service, difundió gratuitamente y en todo el mundo los informes de intelectuales venales en doce idiomas, que llegaron a seiscientos periódicos y cinco millones de lectores.

Esta vasta red global era lo que su director, Michael Josselson, llamó –en una expresión que recuerda a la mafia– «nuestra gran familia». Desde su sede en París, el CCF tenía a su disposición una gran cantidad de recursos destinados a amplificar la voz de los intelectuales, artistas y escritores anticomunistas. Su presupuesto en 1966 fue de 2.070.500 dólares, lo que corresponde a 19,5 millones de dólares en 2023.

Sin embargo, la «gran familia» de Josselson era sólo una pequeña parte de lo que Frank Wisner, de la CIA, llamó un «poderoso Wurlitzer»: la máquina internacional de programación mediática y cultural controlada por la Compañía.

Para citar sólo unos pocos ejemplos de este gigantesco marco de guerra psicológica, Carl Bernstein reunió amplia evidencia para demostrar que al menos cuatrocientos periodistas estadounidenses trabajaron subrepticiamente para la CIA entre 1952 y 19774

Después de estas revelaciones, el New York Times emprendió una investigación y concluyó que la CIA «abarca a más de ochocientas organizaciones e individuos de noticias e información pública».5

Estas dos denuncias fueron publicadas en medios del  establishment por periodistas que trabajaban en las mismas redes que estaban analizando, por lo que estas estimaciones probablemente fueron bajas.

Arthur Hays Sulzberger, director del New York Times de 1935 a 1961, trabajó tan estrechamente con la Agencia que firmó un acuerdo de confidencialidad, el nivel más alto de colaboración.

La Columbia Broadcasting System (CBS) de William S. Paley fue sin duda el mayor activo de la CIA en el campo de la radiodifusión audiovisual. Trabajó tan íntimamente con la Compañía que instaló una línea telefónica directa a la sede de la CIA que no pasaba por su operador central.

Por otra parte la compañía Time Inc. de Henry Luce fue un colaborador tan poderoso en el ámbito comunicacional que puso a disposición de la CÍA a revistas como Life , Fortune y Sports Illustrated. Luce acordó contratar agentes de la CIA como periodistas, lo que se convirtió en una tapadera muy común.

Como sabemos por Robert Gates, director de la CÍA en 1991, este tipo de prácticas continuaron sin cesar después de las revelaciones mencionadas anteriormente: «La PAO (Oficina de Asuntos Públicos de la CIA] ahora tiene relaciones con periodistas de todos los principales servicios de noticias, periódicos, semanarios de noticias y cadenas de televisión del país… En muchos casos, hemos persuadido a los periodistas para que pospongan, cambien, retengan o incluso descarten historias».6

La CIA también obtuvo el control del American Newspaper Guild, y se convirtió en propietaria de servicios de prensa, revistas y periódicos que utilizaba como tapadera para sus agentes.7 Ha colocado agentes en servicios de prensa, como LATIN, Reuters, Associated Press y United Press International.

William Schaap, un experto en desinformación, testificó que la CIA «poseía o controlaba unas 2.500 medios en todo el mundo». Además, tenia en su nómina corresponsales, destacados periodistas e editores, en prácticamente todas las medios importantes8.

«Teníamos al menos un periódico en cada capital extranjera en un momento dado» al periodista John Crewdson una fuente de inteligencia . Además, explicó que:« en aquellos medios que no era  de propiedad ni eran subsidiados por la Compañía, la agencia se infiltraba con agentes pagados que podían publicar historias que fueran útiles para la CÍA».9

En la era digital, este proceso, por supuesto, ha continuado. Yasha Levine, Alan MacLeod y otros académicos han detallado la amplia participación de la «seguridad nacional» de Estados Unidos en el ámbito de las grandes tecnologías y las redes sociales. Han demostrado, entre otras cosas, que los principales operadores de inteligencia ocupan puestos clave en Facebook, X (Twitter), TikTok, Reddit y Google.10

La CIA también se ha infiltrado en la intelectualidad profesional. Cuando el Comité Church publicó su informe sobre la comunidad de inteligencia estadounidense (1975), la Agencia admitió que estaba en contacto con «muchos miles» de académicos en «cientos» de instituciones y que ninguna reforma le ha impedido continuar o expandir esta práctica como lo confirma el Memorándum Gates de 1991.11

Los Institutos Rusos de Harvard y Columbia, como el Instituto Hoover de Stanford y el Centro de Estudios Internacionales del MIT, se desarrollaron con el apoyo y la supervisión directos de la CIA.12

Un miembro de la Nueva Escuela de Investigación Social publicó recientemente una una serie de documentos que confirman que la CIA participó en la Operación Paperclip, que trajo a unos 1.600 científicos, ingenieros y técnicos nazis a los Estados Unidos.13

Esta operación llamada MKULTRA era uno de los programas de la Agencia que dedicaba entre otras actividades a realizar sádicos experimentos de tortura y lavado de cerebro en sujetos a los que se le administraban altas dosis de drogas psicoactivas y otras sustancias químicas en combinación con electroshocks, hipnosis, privación sensorial, abuso sexual y otras formas de tortura.

La CIA también ha estado profundamente involucrada en el mundo del arte. Por ejemplo, promovió el arte estadounidense, en particular el expresionismo abstracto en contra del realismo socialista.14 Financió exhibiciones de arte, representaciones musicales y teatrales internacionales en un intento por difundir lo que se promociona como el «arte libre».

Por poner un solo ejemplo revelador, uno de los principales oficiales de la CIA involucrados en la guerra fría cultural, Thomas W. Braden, fue secretario ejecutivo del Museo de Arte Moderno (MoMA) antes de unirse a la Agencia. Entre los presidentes del MoMA se encuentra Nelson Rockefeller, quien se convirtió en el supercoordinador de operaciones clandestinas de inteligencia y permitió que el Fondo Rockefeller fuera utilizado como conducto para el dinero de la CIA.

Entre los directores del MoMA encontramos a René d’Harnoncourt, que había trabajado para la agencia en América Latina.  John Whitney y Julius Fleischmann formaban parte del consejo de administración del MoMA. El primero había trabajado para la organización predecesora de la CIA, la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS), y permitió que su organización benéfica fuera utilizada como conducto para el dinero de la CIA.

William S. Paley, presidente de la Fundación Farfield de la CIA fue presidente de la CBS y una de las principales figuras de los programas de guerra psicológica estadounidenses también formaba parte de la junta directiva del MoMA.

Todo esto indica que las redes de la clase dominante capitalista trabaja estrechamente con el Estado de seguridad nacional de Estados Unidos para controlar estrictamente el aparato cultural.

Se han escrito muchos libros sobre la participación del Estado estadounidense en la industria del entretenimiento. Matthew Alford y Tom Secker han documentado que el Departamento de Defensa ha estado involucrado en apoyar –con derechos de censura total y absoluta– un mínimo de 814 películas, la CIA ha censurado un mínimo de 37 y el FBI el resto.15

Respecto de los programas de televisión , algunos de los cuales han durado mucho tiempo, el Departamento de Defensa suma 1.133, la CIA 22 y el FBI 10.

Más allá de estos casos cuantificables, está, por supuesto, la relación cualitativa entre el Estado de seguridad nacional y el «entretenimiento» . John Rizzo lo explicó en 2014: «La CIA ha tenido durante mucho tiempo una relación especial con la industria del entretenimiento, dedicando considerable atención a fomentar las relaciones con Hollywood, desde ejecutivos de estudios, productores, directores hasta actores de renombre».16

Habiendo servido como Consejero General Interino de la CIA durante los primeros nueve años de la guerra contra el terrorismo, J. Rizzo estuvo íntimamente involucrado en la supervisión de los programas globales de entrega, tortura y asesinatos con drones, Rizzo trabajó para que la industria cultural encubriera la carnicería imperial.

Estas actividades y muchas más revelan una de las principales características del imperio estadounidense: es un verdadero imperio del espectáculo. Uno de sus principales focos ha sido la guerra por el corazón y las mentes de la gente. Con este fin, ha establecido una infraestructura global para  dirigir una guerra psicológica internacional.

El control casi absoluto que ejerce sobre los principales medios de comunicación ha sido claramente visible en la reciente campaña para obtener apoyo para la guerra de poder de Estados Unidos contra Rusia en Ucrania.

Lo mismo se aplica a su virulenta propaganda anti-China 24 horas al día, 7 días a la semana. Sin embargo, gracias al trabajo de tantos activistas y al hecho que sus actuaciones van contra la realidad, el imperio del espectáculo es incapaz de controlar completamente la narrativa.17

ZD : Usted menciona en uno de sus artículos que los agentes de la CIA estaban interesados en las teorías críticas francesas de Michel Foucault, Jacques Lacan, Pierre Bourdieu y otros. ¿A qué se debe este interés? ¿Cómo calificaría la teoría crítica francesa?

GR : Un frente importante en la guerra cultural contra el comunismo ha sido la guerra intelectual, que es el tema de un libro que estoy terminando actualmente para Monthly Review Press. La CIA ha desempeñado un papel muy importante, pero también lo han hecho otras agencias gubernamentales y los intelectuales de la clase dominante capitalista. El objetivo general ha sido desacreditar el marxismo y socavar el apoyo a las luchas antiimperialistas, así como al socialismo realmente existente.

Europa occidental ha sido un campo de batalla particularmente importante. Estados Unidos había surgido de la Segunda Guerra Mundial como la potencia imperial dominante. Para intentar ejercer la hegemonía global, tenía la intención de sumar a las antiguas potencias imperialistas de Europa occidental como socios menores (así como a Japón en el Este).

Sin embargo, esto resultó ser particularmente difícil en países como Francia e Italia, que tenían partidos comunistas sólidos. Por lo tanto, el Estado de seguridad nacional de Estados Unidos lanzó un ataque multifacético para infiltrarse en partidos políticos, sindicatos, organizaciones de la sociedad civil y los principales medios de información.18

Incluso creó ejércitos secretos, integrados por fascistas, y planificó  golpes militares por si los comunistas alguna vez llegaban al poder a través de las urnas (estos ejércitos se activaron después de 1968 cometiendo ataques terroristas contra la población civil que fueron atribuidos a los comunistas).19

En el frente más explícitamente intelectual, la elite del poder estadounidense apoyó el establecimiento de nuevas instituciones educativas y redes internacionales de producción de conocimiento que eran decididamente anticomunistas con la esperanza de desacreditar al marxismo. Promovió y dio visibilidad a intelectuales que eran abiertamente hostiles al materialismo histórico y dialéctico, al mismo tiempo que llevó a cabo una campaña de difamación contra figuras como Sartre y Beauvoir.20

Es dentro de este contexto que la teoría francesa debe entenderse, al menos parcialmente, como un producto del imperialismo cultural estadounidense. Los pensadores afiliados a esta etiqueta (Foucault, Lacan, Gilles Deleuze, Jacques Derrida y muchos más) estaban asociados de diversas maneras con el movimiento estructuralista, que se definió en gran medida en oposición al filósofo más destacado de la generación anterior: Sartre.21

La orientación marxista de Sartre, desde mediados de la década de 1940 y el antihegelianismo y antimarxismo se convirtió en la orden del día. Foucault, por poner sólo un ejemplo, calificó a Sartre como «el último marxista» y afirmó que era un hombre del siglo XIX que estaba fuera de los tiempos (antimarxistas), representados por Foucault y otros teóricos de su época.22

Si bien algunos de estos pensadores ganaron notoriedad en Francia, fue su promoción en Estados Unidos lo que los catapultó al centro de atención internacional y los convirtió en lectura obligada para la intelectualidad global.

En un artículo reciente en Monthly Review, detallé algunas de las fuerzas políticas y económicas detrás del evento que se conoce  por haber «inaugurado» la era de la teoría francesa: la conferencia de 1966 en la Universidad Johns Hopkins en Baltimore, que reunió a muchos de estos pensadores por primera vez.23

La Fundación Ford, que había estado cofinanciando el «Congreso por la libertad Cultural» en conjunto con la CIA, financió la conferencia por una suma de 36.000 dólares (339.000 dólares hoy). Se trata de una cantidad de dinero verdaderamente extraordinaria para una conferencia universitaria, sin mencionar el hecho de que Time y Newsweek aseguraron la cobertura de prensa, algo prácticamente inaudito los entornos académicos.24

Las fundaciones capitalistas, la CIA y otras agencias gubernamentales estaban interesadas en promover trabajos que pudieran servir como sustituto del marxismo. Como no podían simplemente destruir este último, buscaron fomentar nuevas teorías que pudieran venderse como vanguardistas y críticas (aunque desprovistas de cualquier sustancia revolucionaria) para enterrar al marxismo como algo pasado de moda.

Como sabemos ahora por un trabajo de investigación de 1985 sobre el tema, la Agencia estaba encantada con las contribuciones del estructuralismo francés, así como de la Escuela de Annales y el grupo conocido como los Nuevos Filósofos. Citan en particular al estructuralismo de Foucault y Claude Lévi-Strauss, así como la metodología de la Escuela de Annales.

La investigación llega a la siguiente conclusión: «creemos que la demolición crítica de la influencia marxista en las ciencias sociales probablemente perdure en el tiempo como resultado de la profunda contribución a los eruditos modernos».25

En cuanto a mi propia evaluación de la teoría francesa, diría que es importante reconocerla por lo que es: un producto (al menos en parte) del imperialismo cultural estadounidense, que busca desplazar al marxismo mediante una práctica teórica anticomunista de la ideología burguesa.

Con eclecticismo cultural y una pirotecnia discursiva estos filósofos se dispusieron a  crear revoluciones imaginadas que no cambian nada en la realidad. La teoría francesa rehabilita y promueve el trabajo de anticomunistas como Friedrich Nietzsche y Martin Heidegger, intentando así discretamente redefinir el término radical como radicalmente reaccionario.

Cuando los teóricos franceses abordan el marxismo, lo transforman en un discurso, que puede (e incluso debe) mezclarse con discursos no marxistas y antidialécticos como la genealogía nietzscheana, la destrucción heideggeriana, el psicoanálisis freudiano, etc.

Es por esta razón que muchos de estos pensadores hacen un reclamo de propiedad sobre «su propio Marx», lo que a veces produce la ilusión de que son de alguna manera marxistas.

Sin embargo, su probada tendencia es extraer arbitrariamente de la obra de Marx elementos muy específicos que suponen resuenan con su propia marca filosófica. Este es el caso, por ejemplo, del fantasmal Marx literario de Derrida, del Marx nómada desterritorializador de Deleuze, del Marx antidialéctico de Jean-François Lyotard y otros ejemplos similares.

El discurso de Marx funciona, para ellos, como material dentro del canon burgués al que pueden recurrir eclécticamente para desarrollar su propia marca y darle un aura de capacidad y radicalidad.

Walter Rodney resumió la verdadera naturaleza de esta práctica teórica cuando explicó que «el pensamiento burgués, por su naturaleza caprichosa y por la forma en que estimula a los excéntricos, puede tomar cualquier camino, porque, después de todo: ¡como no vas a ningún lado, puedes elegir cualquier camino!»26

ZD : La Escuela de Frankfurt también tiene una amplia influencia en la China contemporánea. ¿Cómo calificarías las teorías de la Escuela de Frankfurt? ¿Qué tipo de conexión tiene con la CIA?

GR : El Instituto de Investigación Social, conocido coloquialmente como la «Escuela de Frankfurt», surgió originalmente como un centro de investigación marxista en la Universidad de Frankfurt financiado por un capitalista millonario. Cuando Max Horkheimer asumió la dirección del Instituto en 1930, supervisó un decisivo giro  hacia preocupaciones especulativas y culturales cada vez más alejadas del materialismo histórico y la lucha de clases.

En este sentido, la Escuela de Frankfurt bajo Horkheimer jugó un papel fundamental en el establecimiento de lo que se conoce como marxismo occidental, y más específicamente marxismo cultural. Figuras como Horkheimer y Theodor Adorno, no sólo rechazaron el socialismo realmente existente, sino que lo identificaron directamente con el fascismo al creer ciegamente –de manera muy similar a la teoría francesa– en la categoría ideológica del totalitarismo.27

Adoptando una versión altamente intelectualizada de lo que más tarde se conocería como TINA («No hay alternativa»), se centraron en el ámbito del arte y la cultura burgueses como quizás el único sitio potencial de salvación. Esto se debe a que pensadores como Adorno y Horkheimer, con algunas excepciones, fueron en gran medida idealistas en su práctica teórica: si el cambio social estaba excluido en el mundo práctico, la liberación debía buscarse en el ámbito geistig (es decir, intelectual y espiritual) de la novela, del pensamiento y de la cultura burguesa innovadora.

Estos sumos sacerdotes del marxismo occidental no sólo abrazaron el mantra ideológico capitalista que «el fascismo y el comunismo son lo mismo», sino que también respaldaron públicamente al imperialismo.

Horkheimer, por ejemplo, apoyó la guerra de Estados Unidos en Vietnam, proclamando en mayo de 1967 que «En Estados Unidos, cuando es necesario debe llevar a cabo una guerra… no tanto como una cuestión de defensa de la patria, sino esencialmente como una cuestión de la defensa de los derechos del hombre».28

Aunque Adorno a menudo prefirió una política de complicidad silenciosa a declaraciones tan belicosas, se alineó con Horkheimer al apoyar la invasión imperialista de Egipto en 1956 por parte de Israel, Gran Bretaña y Francia, que buscaban derrocar a Gamal Abdel Nasser y apoderarse del Canal de Suez.29 Adorno calificó a Nasser de «cacique fascista… que conspira con Moscú en compañía con estados árabes ladrones».30

Los líderes de la Escuela de Frankfurt se beneficiaron del apoyo de la clase capitalista estadounidense y del Estado de seguridad nacional. Horkheimer participó en al menos una de las principales conferencias del CCF y Adorno publicó artículos en revistas respaldadas por la CIA.

Adorno también mantuvo correspondencia y colaboró con la figura principal del Kulturkampf anticomunista alemán. Los testaferros de Frankfurt también recibieron una importante financiación de la Fundación Rockefeller y del gobierno de Estados Unidos (Rockefeller contribuyó con 103.695 dólares en 1950, el equivalente a 1,3 millones de dólares en 2023).

Al igual que los teóricos franceses, estaban haciendo el tipo de trabajo intelectual que los líderes del imperio estadounidense querían apoyar y que apoyaron.

También vale la pena señalar de paso que cinco de los ocho miembros del círculo íntimo de Horkheimer en la Escuela de Frankfurt trabajaron como analistas y propagandistas para el gobierno estadounidense y el Estado de seguridad nacional. Herbert Marcuse, Franz Neumann y Otto Kirchheimer trabajaron en la Oficina de Información de Guerra (OWI) antes de pasar a la Rama de Investigación y Análisis de la OSS.

Leo Löwenthal también trabajó para la OWI y Friedrich Pollock fue contratado por la División Antimonopolio del Departamento de Justicia. Se trataba de una situación bastante compleja debido al hecho que ciertos sectores del Estado estadounidense estaban interesados en alistar a analistas marxistas en la lucha contra el fascismo y el comunismo.

Al mismo tiempo, algunos de ellos adoptaron posiciones políticas que eran compatibles con los intereses imperiales estadounidenses. Por tanto, este capítulo de la historia de la Escuela de Frankfurt merece un análisis mucho más detenido.31

Finalmente, la evolución de la Escuela de Frankfurt hacia su segunda (Jürgen Habermas) y tercera generación (Axel Honneth, Nancy Fraser, Seyla Benhabib, etc.) no alteró en lo más mínimo su orientación anticomunista.

Por el contrario, Habermas afirmó explícitamente que el socialismo de Estado estaba en bancarrota y abogó por crear espacio dentro del sistema capitalista y sus instituciones supuestamente democráticas para un «procedimiento de formación discursiva de la voluntad» inclusivo.32

Los neohabermasianos de la tercera generación han continuado con esta orientación. Honneth, como he argumentado en un artículo detallado que también aborda a los otros pensadores en discusión, ha erigido la misma ideología burguesa en el marco normativo de la teoría crítica.33

Fraser se presenta como el más izquierdista de los teóricos críticos al posicionarse como socialdemócrata. Sin embargo, a menudo se muestra bastante vaga a la hora de aclarar lo que esto significa en términos concretos, admitiendo abiertamente que le resulta «difícil definir un programa positivo».34 Sin embargo, el programa negativo es claro: «Sabemos que [el socialismo democrático] no significa nada parecido a la economía autoritaria dirigida y el modelo de partido único del comunismo».35

ZD : ¿Cómo entiende el papel y la función de las políticas de identidad y el multiculturalismo, que actualmente prevalecen en la izquierda occidental?

GR : La política de identidad, al igual que el multiculturalismo asociado a ella, es una manifestación contemporánea del culturalismo y el esencialismo que han caracterizado durante mucho tiempo a la ideología burguesa. Este último busca naturalizar las relaciones sociales y económicas que son consecuencia de la historia material del capitalismo.

En lugar de reconocer, por ejemplo, que las formas de identidad racial, nacional, étnica, de género, sexual y otras formas de identidad son construcciones históricas que han variado a lo largo del tiempo y son el resultado de fuerzas materiales específicas, éstas se naturalizan y se tratan como una base incuestionable para las políticas electorales.

Tal esencialismo sirve para oscurecer las fuerzas materiales que operan detrás de estas identidades, así como las luchas de clases que se han librado en torno a ellas. Esto ha sido particularmente útil para la clase dominante y sus dirigentes, que han reaccionado armado ideológicamente ante las demandas de la descolonización y de las luchas antirracistas y antipatriarcales.

¿Qué mejor manera de responder que con una política identitaria esencialista que propone soluciones falsas a problemas muy reales porque nunca aborda las bases materiales de la colonización, el racismo y la opresión de género?

Las versiones autoproclamadas antiesencialistas de la política de identidad en el trabajo de teóricos como Judith Butler no rompen fundamentalmente con esta ideología.36 Al pretender deconstruir algunas de estas categorías revelándolas como construcciones discursivas de grupos de individuos que pueden cuestionar, jugar y reinterpretar, los teóricos que trabajan dentro de los parámetros idealistas de la deconstrucción nunca proporcionan un análisis materialista y dialéctico de la historia y de las relaciones sociales capitalistas que han producido estas categorías en la lucha de clases colectiva.

Tampoco se involucran en la historia profunda de la lucha colectiva del socialismo realmente existente para transformar estas relaciones. En cambio, tienden a recurrir a la deconstrucción y a una versión prácticamente deshistorizada de la genealogía foucaultiana para pensar discursivamente sobre el género y las relaciones sexuales y, en el mejor de los casos, se orientan hacia un pluralismo liberal en el que la lucha de clases es reemplazada por la defensa de los grupos de interés.

Por el contrario, la tradición marxista –como ha demostrado Domenico Losurdo en su obra magistral La lucha de clases– tiene una historia profunda y rica en la comprensión de la lucha de clases en plural. Esto significa que incluye batallas sobre la relación entre géneros, naciones, razas y clases económicas (y, podríamos agregar, sexualidades).

Dado que estas categorías han adoptado formas jerárquicas muy específicas bajo el capitalismo, los mejores elementos de la herencia marxista han tratado de comprender su procedencia histórica y transformarlas radicalmente. Esto se puede ver en la lucha de larga data contra la esclavitud doméstica impuesta a las mujeres, así como en la batalla para superar la subordinación imperialista de las naciones y sus pueblos racializados.

Esta historia se ha desarrollado a trompicones, por supuesto, y aún queda mucho trabajo por hacer, en parte porque ciertas corrientes del marxismo –como la de la Segunda Internacional– han sido contaminadas por elementos de la ideología burguesa.

Sin embargo, como han demostrado con notable erudición académicos como Losurdo y otros, los comunistas han estado a la vanguardia de estas luchas de clases para superar la dominación patriarcal, la subordinación imperialista y el racismo yendo a las raíces mismas de estos problemas: las relaciones sociales capitalistas.

La política de identidad, tal como se ha desarrollado en los principales países imperialistas y particularmente en Estados Unidos, ha tratado de enterrar esta historia para presentarse como una forma radicalmente nueva de conciencia, como si los comunistas ni siquiera hubieran pensado en la cuestión de la mujer o la cuestión nacional/racial.

Los teóricos de la política de identidad tienden así a afirmar con arrogancia e ignorancia que son los primeros en abordar estas cuestiones, superando así un determinismo económico imaginado por parte de los llamados «marxistas reduccionistas».37

Además, en lugar de reconocer estas cuestiones como lugares de lucha de clases, tienden a utilizar la política de identidad como cuña contra la política de clases. Si hacen algún gesto hacia la integración de la clase trabajadora en sus análisis, generalmente lo reducen a una cuestión de identidad personal, más que a una relación estructural de propiedad.

Por lo tanto, las soluciones que proponen tienden a ser epifenoménicas, lo que significa que se centran en cuestiones de representación y simbolismo, en lugar de, por ejemplo, superar las relaciones laborales de esclavitud doméstica y superexplotación racializada a través de una transformación socialista del orden socioeconómico.

Por lo tanto, son incapaces de conducir a un cambio significativo y sostenible porque no van a la raíz del problema. Como ha argumentado Adolph Reed Jr. con su característico ingenio mordaz, los identitarios están perfectamente felices de mantener las relaciones de clase existentes –incluidas las relaciones imperialistas entre naciones, añadiría– con la condición de que exista la proporción necesaria de representación de los grupos oprimidos dentro del sistema en la clase dirigente y en el estrato directivo profesional.

Además de ayudar a desplazar la política y el análisis de clase dentro de la izquierda occidental, la política de identidad ha hecho una contribución importante a dividir a la propia izquierda en debates aislados sobre cuestiones de identidad específicas.

En lugar de unidad de clase contra un enemigo común, divide (y conquista) a los trabajadores y oprimidos al alentarlos a identificarse ante todo como miembros específicos de géneros, sexualidades, razas, naciones, etnias, grupos religiosos, etc.

En este sentido, la ideología de la política de identidad es en realidad, en un nivel mucho más profundo, una política de clase. Es la política de una burguesía encaminada a dividir a los  trabajadores y oprimidos del mundo para gobernarlos más fácilmente.

No debería sorprender, entonces, que la política identitaria sea la política de la clase gerencial profesional en el núcleo imperial. Domina sus instituciones y medios de información, y es uno de los principales mecanismos para el avance profesional dentro de lo que Reed llama perspicazmente «la industria de la diversidad».

Alienta a todos los involucrados a identificarse con su grupo específico y promover sus propios intereses individuales. Además, debemos señalar que el despertar también tiene el efecto de llevar a algunas personas a los brazos de la derecha.

Si la cultura política dominante fomenta una mentalidad de clan combinada con un individualismo competitivo, entonces no es sorprendente que los hombres y personas blancos también –como respuesta parcial a su percepción de privación de derechos por parte de la industria de la diversidad– hayan impulsado sus agendas particulares como «víctimas» del sistema.

Las políticas identitarias carentes de un análisis de clase son, por tanto, absolutamente susceptibles a permutaciones derechistas e incluso fascistas.

Finalmente, sería negligente no mencionar que la política de identidad, que tiene sus raíces ideológicas recientes en la Nueva Izquierda y el socialchovinismo que VI Lenin había diagnosticado anteriormente en la izquierda europea, es una de las principales herramientas ideológicas del imperialismo.

La estrategia de divide y vencerás se ha utilizado para dividir a países específicos fomentando conflictos religiosos, étnicos, nacionales, raciales o de género.38 Las políticas identitarias también han servido como justificación directa para la intervención e intromisión imperialista, así como para campañas de desestabilización, si se trata de las supuestas causas de la liberación de las mujeres en Afganistán, el apoyo a raperos negros «discriminados» en Cuba, el respaldo a candidatos indígenas supuestamente «ecosocialistas»  en América Latina.

La campaña para «proteger» a minorías étnicas en China u otras operaciones de propaganda del imperio estadounidense en este campo de la guerra cultural presenta a EEUU como un benévolo benefactor de identidades oprimidas.

Entonces, podemos ver claramente la completa desconexión entre la política puramente simbólica de la identidad y la realidad material de las luchas de clases, en que la primera puede proporcionar –y de hecho lo hace– una delgada cobertura al imperialismo. También a este nivel la política de identidad es, en última instancia, una política de clase: una política de la clase dominante imperialista.

ZD : Slavoj Žižek es un académico que ha tenido una amplia influencia en los círculos académicos de izquierda actuales y, por supuesto, ha provocado muchas controversias. ¿Por qué usted  lo ve como un «bufón de la corte capitalista»?39

GR : Žižek es un producto de la industria de la teoría imperial. Como ha señalado Michael Parenti, la realidad es radical, lo que significa que los trabajadores en el mundo capitalista se enfrentan a luchas materiales muy reales por el empleo, la vivienda, la atención sanitaria, la educación, un medio ambiente sostenible, etc.

Todo esto tiende a radicalizar a la gente, y muchos gravitan hacia el marxismo porque en realidad explica el mundo en el que viven, las luchas que enfrentan y propone soluciones claras y viables. Es por esta razón que el aparato cultural capitalista tiene que lidiar con un interés muy real en el marxismo por parte de las masas trabajadoras y oprimidas.

Una táctica que ha desarrollado, particularmente para el público joven y los miembros del estrato de la clase gerencial profesional, es promover una versión altamente mercantilizada del marxismo que pervierte su sustancia fundamental.

De este modo intenta transformar el marxismo en una marca de moda que se venda como cualquier otra mercancía, en lugar de un marco teórico y práctico colectivo para la emancipación de una sociedad impulsada por las mercancías.

Žižek es perfecto para este proyecto en muchos sentidos. Fue un informante anticomunista de EEUU que creció en la República Federativa Socialista de Yugoslavia. Regularmente afirma que su experiencia subjetiva como intelectual pequeñoburgués que buscó desarrollar su carrera en Occidente le otorga de alguna manera un derecho especial a testificar sobre la verdadera naturaleza del socialismo.

Las anécdotas personales sobre su experiencia reemplazan así el análisis objetivo. Como era de esperar, para un oportunista que buscaba riqueza y gloria, Žižek sentía que su patria socialista era inferior a los países capitalistas occidentales que le proporcionaron tal reconocimiento y que es calificado como «uno de los principales pensadores globales» por la revista Foreign Policy (un brazo del Departamento de Estado de EE.UU.).

Žižek se jacta abiertamente del papel que desempeñó en el desmantelamiento del socialismo en Yugoslavia. Fue el principal columnista de una destacada publicación disidente, Mladina, a la que el Partido Comunista Yugoslavo acusó de estar respaldada por la CIA. También cofundó el Partido Liberal Democrático y se postuló como su candidato presidencial en la primera república separatista de Eslovenia, prometiendo que «ayudaría a la descomposición del aparato ideológico socialista».40

Aunque perdió por un estrecho margen, apoyó abiertamente al Estado esloveno y a su partido gobernante después de la restauración del capitalismo y, por tanto, durante todo el brutal proceso de terapia de choque capitalista que condujo a una caída catastrófica del nivel de vida de la mayoría de la población. (pero no para él).

El partido proprivatización que cofundó también estaba claramente orientado hacia la integración en el campo imperialista, ya que era el principal defensor de la adhesión a la Unión Europea y la OTAN.

Veo a este liberal de Europa del Este como el bufón de la corte del capitalismo porque convierte el marxismo en un hazmerreír, y es precisamente por eso que ha sido tan ampliamente promovido por las fuerzas dominantes dentro de la sociedad capitalista.

Más que una ciencia colectiva de emancipación arraigada en luchas materiales reales, el marxismo tal como él lo entiende Zizek, es, sobre todo, un discurso provocador de artimañas intelectuales que se reduce a la postura política pequeñoburguesa de un enfant terrible oportunista.

Sus travesuras y su «cosplay» comunista deleitan a la burguesía y captan la atención de los incultos. Tiene, como un bufón, el don de hacer enfadar o hacer reír a la gente, lo que se traduce fácilmente en los «like» de la era digital.

También es particularmente bueno pregonando los productos de Hollywood y del aparato cultural burgués. Obviamente, el Gran Capital ama a este embaucador, que se ha llenado los bolsillos en el proceso. Como cualquier buen bufón, conoce los límites del decoro cortesano y, en última instancia, los respeta denigrando el socialismo, promoviendo la acomodación capitalista y, a menudo, incluso apoyando directamente al imperialismo.

Si de hecho es el «intelectual más peligroso del mundo», como a veces lo describe la prensa burguesa, es porque pone en peligro el proyecto marxista de luchar contra el imperialismo y construir un mundo socialista.

Confirmando la relación que construye el sistema entre elevación objetiva y deriva subjetiva hacia la derecha, Žižek se ha vuelto cada vez más reaccionario en su apoyo al imperialismo. Consideremos su juicio perentorio sobre los esfuerzos actuales para desafiar el neocolonialismo en África: «está claro que los levantamientos ‘anticoloniales’ en África Central son incluso peores que el neocolonialismo francés».41

En otra intervención pública reciente, proporcionó una ilustración notablemente clara del tipo de revolución que apoya. Al analizar las revueltas del verano de 2023 en Francia tras el asesinato policial de Nahel Merzouk, se basó en la idea marxista (como suele hacer) que los levantamientos fracasarán si no hay una estrategia organizativa que pueda llevarlos a la victoria.

Luego brindó un ejemplo de una revolución exitosa: «Las protestas y levantamientos públicos pueden desempeñar un papel positivo si se sustentan en una visión emancipadora, como el levantamiento de Maidan en Ucrania en 2013-2014».42

Como ha sido ampliamente documentado, el levantamiento de Maidan fue un golpe de estado fascista fomentado y apoyado por el Estado de seguridad nacional de Estados Unidos.43 Esto significa que considera un golpe fascista respaldado por el imperialismo, al que Samir Amin se refirió como un «golpe euro/nazi», como un ejemplo «positivo» de una «visión emancipadora» que condujo a una revolución exitosa.44

Esta posición, así como su incondicional apoyo a la guerra por poderes entre Estados Unidos y la OTAN en Ucrania, aclara lo que significa ser el «intelectual más peligroso» del mundo: es un filofascista disfrazado de comunista.

ZD : Occidente ha considerado durante mucho tiempo a Estados Unidos como un modelo de democracia liberal. Pero, tu crees que Estados Unidos nunca fue una democracia.45 ¿Puedes explicar tu punto de vista?

GR : Objetivamente hablando, Estados Unidos nunca fue una democracia. Fue fundada como una república y los llamados padres fundadores eran abiertamente hostiles a la democracia.

Esto es obvio a partir de The Federalist Papers, las notas tomadas en la Convención Constitucional de 1787 en Filadelfia y los documentos fundacionales de los Estados Unidos, así como la práctica material de gobierno que se estableció originalmente en la colonia de colonos.

Como todo el mundo sabe, a la población indígena de los Estados Unidos, a la que se hace referencia como los «indios salvajes despiadados» en la Declaración de Independencia, no se le otorgó poder democrático en la república recién creada, ni tampoco a los esclavos africanos ni a las mujeres.46

Lo mismo se aplicó a los trabajadores blancos promedio. Como han documentado en detalle académicos como Terry Bouton: «la mayoría de los hombres blancos comunes y corrientes… no creían que la Revolución [estadounidense] terminara con gobiernos que hicieron de sus ideales e intereses el objetivo principal. Por el contrario, estaban convencidos de que la elite revolucionaria había rehecho el gobierno para su propio beneficio y para socavar la independencia de la gente corriente».47

Después de todo, la Convención Constitucional no estableció elecciones populares directas para el presidente, la Corte Suprema o los senadores. La única excepción fue la Cámara de Representantes. Sin embargo, las calificaciones las establecían las legislaturas estatales, que casi siempre exigían la posesión de propiedades como base para el derecho al voto.

No sorprende, entonces, que los críticos progresistas de la época señalaran esto. Patrick Henry afirmó rotundamente: Estados Unidos no es una democracia».48 George Mason describió la nueva constitución como «el intento más atrevido de establecer una aristocracia despótica entre hombres libres que el mundo haya presenciado jamás».49

Aunque el término república se usaba ampliamente para describir a los Estados Unidos en ese momento, esto comenzó a cambiar a fines de la década de 1820, cuando Andrew Jackson, también conocido como «asesino de indios» por sus políticas genocidas, dirigió una campaña presidencial populista.

Se presentó como un demócrata que pondría fin al gobierno de los patricios de Massachusetts y Virginia. A pesar que no se hicieron cambios estructurales en el modo de gobierno, políticos como Jackson y otros miembros de la élite comenzaron a utilizar el término democracia para describir la república, insinuando el gobierno servía a los intereses del pueblo.50 Esta tradición, por supuesto, ha continuado: la democracia es un eufemismo para referirse al gobierno oligárquico burgués.

Al mismo tiempo, ha habido dos siglos y medio de lucha de clases en Estados Unidos, y las fuerzas democráticas a menudo han obtenido concesiones muy significativas de la clase dominante.

El ámbito de las elecciones populares se ha ampliado para incluir a los senadores y al presidente, aunque el colegio electoral aún no ha sido abolido y los magistrados de la Corte Suprema todavía son nombrados de por vida. La conquista se ha extendido a mujeres, afroamericanos y nativos americanos.

Se trata de logros importantes que, por supuesto, deberían defenderse, ampliarse y hacerse más sustanciales mediante reformas democráticas de todo el proceso electoral y de las campañas electorales. Sin embargo, por importantes que sean estos avances democráticos, no han alterado el sistema general de dominio plutocrático.

En un estudio muy importante basado en un análisis estadístico multivariable, Martin Gilens y Benjamin I. Page demostraron que «las élites económicas y los grupos organizados que representan intereses empresariales tienen una influencia sustancial en la política del gobierno estadounidense, mientras que los ciudadanos promedio tienen poca o ninguna influencia».51

Esta forma plutocrática de gobierno no sólo es operativa a nivel nacional, por supuesto, sino también a nivel internacional. Estados Unidos ha intentado imponer su forma antidemocrática de gobierno empresarial siempre que ha podido. Entre el final de la Segunda Guerra Mundial y 2014, según la investigación de William Blum, Washington intentó derrocar a más de cincuenta gobiernos extranjeros, la mayoría de los cuales habían sido elegidos democráticamente.52 Estados Unidos es un imperio plutocrático, no una democracia en ningún sentido sustantivo del término.

Por supuesto, reconozco que expresiones como democracia burguesa, democracia formal y democracia liberal se utilizan a menudo, por diversas razones, para indexar esta forma de plutocracia. También es cierto, y vale la pena enfatizarlo, que la existencia de ciertos derechos democráticos formales bajo un gobierno plutocrático es una gran victoria para los trabajadores, cuya importancia no debe minimizarse de ningún modo.

Lo que necesitamos en última instancia es una evaluación dialéctica que dé cuenta de la complejidad de los modos de gobierno, que incluyen en Estados Unidos el control oligárquico del Estado e importantes derechos conquistados mediante la lucha de clases.

ZD : ¿Cómo valora la «libertad de expresión» defendida por la burguesía? ¿Existe realmente la «libertad de expresión» en el mundo burgués de hoy?

GR : La ideología burguesa busca aislar la cuestión de la libertad de expresión de la del poder y la propiedad, transformándola así en un principio abstracto que gobierna las acciones de individuos aislados. Este enfoque intenta excluir cualquier análisis materialista de los medios de comunicación y la cuestión importantísima de quién los posee y controla. Esta ideología desplaza así todo el campo de análisis de la totalidad social a la relación abstracta entre principios teóricos y actos aislados de discurso individual.

Una de las ventajas de este enfoque es que a alguien se le puede otorgar el derecho abstracto a la libertad de expresión precisamente porque carece del poder de ser escuchado. Ésta es la condición de la mayoría de las personas que viven en el mundo capitalista. En principio, pueden expresar sus opiniones individuales del modo que deseen. Sin embargo, en realidad, estas opiniones resultarán irrelevantes si no corresponden a los puntos de vista que los propietarios de los medios de comunicación quisieran difundir.

Simplemente no se les dará una plataforma. Dado que la clase dominante tiene un poder tan impresionante sobre los medios de comunicación ha convencido a muchas personas que la censura no existe, estas opiniones pueden incluso suprimirse abiertamente o prohibirse en la sombra sin que el público se dé cuenta.

Si los puntos de vista fuera de la corriente principal capitalista pueden ganar una amplia audiencia y comenzar a construir un poder real, entonces sabremos lo que la clase propietaria y el Estado burgués son capaces de hacer.

Tienen una larga historia de desechar todos y cada uno de los llamamientos a la libertad de expresión en nombre de la destrucción de sus enemigos de clase y de cualquier infraestructura que apoye la libre circulación de sus ideas.

Podríamos citar como ejemplos las Leyes de Extranjería y Sedición, las Redadas Palmer, la Ley Smith, la Ley McCarran, la era McCarthy o la «nueva» Guerra Fría. Desde el comienzo de la operación militar especial rusa en Ucrania, el mundo ha recibido una lección objetiva sobre el control casi total que ejerce la burguesía sobre los medios de comunicación dentro de Estados Unidos.

Además de la censura en YouTube y en las redes sociales, de Russia Today y Sputnik, todos los principales medios de comunicación han marchado al mismo ritmo con la propaganda anti-Rusia y anti-China, así como con el apoyo incondicional al poder de Estados Unidos. (aunque más recientemente algunos conservadores han llegado a ver esto como una oportunidad para presentarse como pacifistas).

El derecho a la libertad de expresión defendido por la burguesía equivale a la libertad de la clase dominante de poseer los medios de comunicación para poder decidir libremente qué puntos de vista son dignos de amplificación y difusión, y cuáles pueden ser marginados o censurados en silencio.

ZD : Usted mencionó en uno de sus artículos que «los modos fascistas de gobierno son una parte muy real y presente del llamado orden mundial liberal».53 ¿ Por qué crees eso?

GR : En mi investigación para un libro, titulado provisionalmente Fascismo y la solución socialista, he estado desarrollando un marco explicativo que pone en duda el paradigma dominante de un Estado, un gobierno. Según la opinión generalizada, cada Estado (si no se encuentra en una guerra civil abierta) sólo tiene un modo de gobierno en un momento determinado. El problema de este modelo no dialéctico se puede ver fácilmente en las llamadas democracias burguesas liberales de Occidente, como Estados Unidos.

Como he documentado en un artículo sobre el tema, el gobierno de Estados Unidos rehabilitó a decenas de miles de nazis y fascistas después de la Segunda Guerra Mundial.54 A muchos se les dio un paso seguro a los Estados Unidos a través de operaciones como Paperclip y se los integró en sus instituciones científicas, de inteligencia y militares (incluidas la OTAN y la NASA).

Muchos otros fueron incorporados a ejércitos secretos en toda Europa, así como a redes de inteligencia europeas e incluso al gobierno (como el mariscal Badoglio en Italia).55 Otros más fueron canalizados hacia América Latina o a otras partes del mundo. En el caso de los fascistas japoneses, la CIA los devolvió al poder. Se apoderaron del Partido Liberal y lo convirtieron en un club de derecha para los antiguos líderes del Japón imperial.

Esta red global de anticomunistas empoderados por el imperio estadounidense ha participado en guerras sucias, golpes de estado, desestabilización, sabotaje y campañas de terror. Si es cierto que el fascismo fue derrotado en la Segunda Guerra Mundial, principalmente gracias al sacrificio de unos veintisiete millones de soviéticos y veinte millones de chinos, no es en absoluto cierto que haya sido eliminado, incluso dentro de las llamadas democracias liberales.

Uno podría verse tentado a decir, como a veces afirman los expertos liberales progresistas, que Estados Unidos despliega formas fascistas de gobierno en el extranjero pero mantiene una democracia en el frente interno. Sin embargo, eso no es exactamente cierto.

El análisis histórico-materialista, como he sostenido en algunos de mis trabajos, siempre necesita tener en cuenta tres dimensiones heurísticamente distintas: historia, geografía y estratificación social.

A este respecto, es importante examinar a toda la población, no simplemente a aquellos que ocupan el mismo segmento de clase que los expertos liberales. Consideremos, por ejemplo, la población indígena. Sometidos a una política genocida de eliminación y luego secuestrados en reservas controladas y supervisadas por el Estado estadounidense, muchos –particularmente los más pobres– siguen siendo el blanco del terror policial racista y luchan por derechos humanos y democráticos básicos.56

Lo mismo se aplica a segmentos de la población afroamericana pobre y de clase trabajadora, así como a los inmigrantes. Así es como debemos entender la mordaz crítica de George Jackson que llamó a Estados Unidos como «el Cuarto Reich».57

Ciertos sectores de la población, concretamente los pobres y la clase trabajadora racializados que luchan por sobrevivir, a menudo están gobernados principalmente a través de la represión estatal y paraestatal, no a través de un sistema de representación y derechos democráticos. ¿Por qué entonces asumiríamos que viven en una democracia? Además, no olvidemos que los propios nazis vieron en Estados Unidos la forma más avanzada del arte de gobernar un apartheid racial y la utilizaron explícitamente como modelo.58

El paradigma de múltiples modos de gobierno es dialéctico en la medida en que presta atención a la dinámica de clases que opera dentro de la sociedad capitalista y al hecho de que los diversos elementos de la población no están gobernados de la misma manera.

Los miembros del estrato de la clase directiva profesional en Estados Unidos, por ejemplo, disfrutan de ciertos derechos democráticos en el sentido formal, y se puede apelar a ellos con éxito en diversas formas de lucha de clases legal. Aquellos que están bajo la bota del capitalismo como población superexplotada a menudo son gobernados de una manera muy diferente, particularmente si comienzan a organizarse para quitarse la bota del cuello, como fue el caso del Dragón (como se conocía a Jackson).

Están sujetos al terror policial y a la violencia de los vigilantes, y sus supuestos derechos a menudo se ven obstaculizados indiscriminadamente, como los veintinueve panteras negras y los sesenta y nueve activistas indios americanos asesinados por el FBI y la policía entre 1968 y 1976 (según los cálculos de Ward Churchill).

Teóricos como Jackson, que pasó su vida adulta en prisión y luego fue asesinado en circunstancias sospechosas, no han tenido problemas para llamar fascismo al régimen estadounidense. Para comprender cómo funciona realmente la gobernanza bajo el capitalismo, es importante adoptar un enfoque dialéctico detallado que preste atención a sus diferentes modos.

La llamada democracia liberal funciona como el policía bueno del capitalismo, prometiendo derechos y representación a los sujetos obedientes. Se despliega en gran medida para gobernar a los estratos de clase media y media alta, así como a quienes aspiran a ellos. El policía malo del fascismo se desata contra los segmentos pobres, racializados y descontentos de la población, tanto en el país como en el extranjero.

Obviamente es preferible ser gobernado por el policía bueno, y la defensa y expansión de incluso formas limitadas de democracia son objetivos tácticos dignos (particularmente si se comparan con el horror de una toma fascista completa del aparato estatal).

Sin embargo, es estratégicamente importante reconocer que –al igual que en el caso de un interrogatorio policial– el policía bueno y el policía malo trabajan juntos para el mismo Estado y con un objetivo idéntico: mantener, e incluso intensificar, las relaciones sociales capitalistas utilizando la zanahoria de la democracia burguesa o el garrote del fascismo.

ZD : Mucha gente cree que la aparición del «fenómeno Trump» significa que aumenta el peligro del fascismo. ¿Que piensas acerca de este punto de vista? ¿Que opinas al hecho que los partidarios de Donald Trump irrumpieron en el Capitolio?

GR : Trump ha envalentonado a las fuerzas fascistas y ha alentado sus actividades. Es un supremacista blanco ultranacionalista y un capitalista e imperialista rabioso.59 El fenómeno Trump es, sin embargo, un síntoma de una crisis mayor dentro del orden imperialista. Debido al persistente desarrollo de un mundo multipolar, el ascenso de China, los fracasos del neoliberalismo financiarizado y el poder menguante de los principales estados imperialistas, el fascismo está aumentando en todo el mundo capitalista.

En el contexto estadounidense, la campaña presidencial de Joe Biden para las elecciones de 2020 se organizó en torno a la idea de que era capaz de salvar al país del fascismo porque respetaría la transferencia pacífica del poder y el Estado de derecho. Es ciertamente cierto que una democracia burguesa es, con mucho, preferible a una dictadura fascista abierta, y la lucha por la primera frente a la segunda es de suma importancia.

Por corrupta, disfuncional y mendaz que tienda a ser la democracia burguesa, permite a ciertos segmentos de la población un importante margen de maniobra para organizarse, educarse políticamente y construir poder. Sin embargo, es un grave error suponer que el Partido Demócrata en Estados Unidos es un baluarte contra el fascismo.

Al asumir el cargo, Biden no tomó inmediatamente medidas para encarcelar a Trump por conspiración sediciosa, y los fascistas generalmente han sido tratados con guantes de seda (sorprendentemente muchas de las sentencias han sido inusualmente ligeras).

Recién ahora, años después del evento (y en el período propagandístico previo a las elecciones presidenciales de 2024), algunos de los conspiradores enfrentan penas de prisión y Trump está siendo procesado. Además, la administración de Biden no ha tomado medidas serias para hacer retroceder el estado policial estadounidense, la violencia policial racista y el sistema de encarcelamiento masivo (que él ayudó a construir), ni ha tomado medidas para desmantelar las organizaciones y milicias fascistas.

Aunque Joe Biden no ha apoyado abiertamente a los movimientos fascistas locales como Trump, su equipo ha seguido la agenda imperialista estadounidense y apoyado agresivamente el desarrollo del fascismo en países como Ucrania.60

En cuanto al asalto al Capitolio, este acontecimiento no fue simplemente un levantamiento espontáneo contra la elección de Biden. Como he documentado en un artículo detallado sobre el tema, fue respaldado por un segmento de la clase dominante capitalista, y los niveles más altos del gobierno permitieron que sucediera.61

La heredera del supermercado Publix, Julie Jenkins Fancelli, aportó alrededor de 300.000 dólares para la manifestación Stop the Steal. El círculo familiar de Trump también participó directamente en la financiación de la protesta, para la que recaudó millones de dólares: «La operación política de Trump pagó más de 4,3 millones de dólares a los organizadores».62

Entonces, lejos de ser una acción de la base social, se trataba de una operación de «astroturfing» [término referido a campañas de relaciones públicas en el ámbito de la propaganda electoral y los anuncios comerciales que pretenden dar una impresión de espontaneidad, como nacida de una fuerte relación con el entorno social]. Además, hay señales muy claras que el alto mando de los servicios de inteligencia, el ejército y la policía permitieron, como mínimo, el asalto al Capitolio.

Cualquiera que esté familiarizado con las draconianas medidas de seguridad implementadas para las protestas progresistas en el Capitolio se da cuenta inmediatamente y el hecho de que solo una quinta parte de la policía del Capitolio estaba de servicio ese día y no estaba bien equipada para la tan esperada protesta.

Sin embargo, ahora sabemos que el alto mando del Ejército fue directamente responsable de retrasar el despliegue de la Guardia Nacional, y los agentes del Departamento de Seguridad Nacional que estaban cerca del Capitolio no fueron movilizados. Todo esto, y mucho más, apunta a la complicidad de los más altos niveles del gobierno estadounidense en el saqueo del Capitolio.

Para cualquiera que haya estudiado seriamente la extensa historia de las operaciones psicológicas llevadas a cabo por el Estado de seguridad nacional de Estados Unidos, hay elementos del 6 de enero que se superponen con esta historia.

Para ser claros, esto no significa que fuera una conspiración en el sentido estúpido que promocionan los medios burgueses, como que las personas que asaltaron el Capitolio eran actores pagados. Estas operaciones se llevan a cabo según la «necesidad de saber», lo que significa que sólo hay unas pocas personas que sean cómplices directos.

Debajo de ellos, hay muchos que actúan por su cuenta. Esto crea un alto nivel de imprevisibilidad y, por lo tanto, fomenta la deseada apariencia de acción espontánea desde abajo, que proporciona cobertura a quienes toman las decisiones en la cima.

Es necesario saber mucho más sobre los operadores de élite involucrados en financiar, fomentar y permitir el asalto al Capitolio. Hasta que haya más información disponible, como probablemente sucederá con el tiempo, al menos sabemos que ha sido un evento extremadamente útil para la administración Biden.

Le permitió a Sleepy Joe llegar al poder con el sorprendente halo de «salvador de nuestra democracia», que ha proporcionado una cobertura para sus movimientos hacia la derecha y la guerra.

Trump fue rehabilitado casi de inmediato, en lugar de encarcelarlo. Los títeres mediáticos de su administración –personas como Tucker Carlson y Alex Jones– ayudaron a construir una narrativa confusa, según la cual él y sus seguidores fueron víctimas de una terrible conspiración gubernamental.

Presentándose como un renegado amante de la libertad opuesto al Gran Gobierno, se ha preparado para otra candidatura presidencial como un supuesto «outsider». No está claro hasta dónde llegarán los actuales procesamientos en su contra, pero el momento es muy sospechoso, ya que tres años después de los hechos, se están acelerando las querellas contra Trump. Al final tendremos una carrera entre dos candidatos imperialistas.

ZD : ¿Como debería la izquierda resistir la hegemonía ideológica de la burguesía? ¿Qué tipo de teoría revolucionaria deberíamos construir?

GR : En el mundo capitalista, la hegemonía ideológica de la burguesía se mantiene por el impresionante control que ejerce sobre el aparato cultural, es decir, todo el sistema de producción, distribución y consumo cultural.

«Cinco corporaciones gigantescas», escribe Alan MacLeod, «controlan más del 90 por ciento de lo que Estados Unidos lee, ve o escucha».63 Estas megacorporaciones trabajan en estrecha colaboración con el gobierno de Estados Unidos. Su objetivo fue claramente expresado por el director de la CIA, William Casey, en 1981: «Sabremos que nuestro programa de desinformación está completo cuando todo lo que el público estadounidense cree sea falso».64

Éstas son las condiciones objetivas de la lucha ideológica en un país como Estados Unidos. Por lo tanto, es ingenuo pensar que simplemente tenemos que desarrollar un análisis correcto y compartir nuestros puntos de vista, convenciendo a la gente a través de una argumentación racional.

Para tener una tracción real, tenemos que trabajar colectivamente. En un libro en el que estoy trabajando actualmente con Jennifer Ponce de León, que examina la cultura como lugar de lucha de clases, hemos distinguido heurísticamente entre tres tácticas diferentes. En primer lugar, la táctica del caballo de Troya consiste en utilizar el aparato cultural burgués contra sí mismo, aprovechando su extraordinaria infraestructura para  difundir mensajes contrahegemónicos (Boots Riley es un gran ejemplo de alguien que lo ha logrado con éxito).

Una segunda táctica es desarrollar un aparato alternativo para la producción, circulación y recepción de ideas. Hay muchos esfuerzos importantes en marcha en este frente, desde medios y publicaciones alternativos hasta plataformas educativas, espacios culturales, redes de activistas y centros comunitarios. Ponce de Léon y yo estamos involucrados en el Taller de Teoría Crítica/Atelier de Théorie Critique, que se dedica a este tipo de trabajo.65

Finalmente, están los aparatos socialistas que se han desarrollado en países que han apalancado el poder de la burguesía. Las noticias, la información y la cultura que producen proporcionan una alternativa real al aparato cultural capitalista. Por citar sólo dos ejemplos importantes en el hemisferio occidental, Prensa Latina en Cuba y Telesur en Venezuela están haciendo un trabajo importante.

En cuanto al tipo de teoría revolucionaria que necesitamos, no podría estar más de acuerdo con Cheng Enfu. Ha argumentado de manera convincente, siguiendo el trabajo de muchos otros, que el marxismo es creativo y necesita adaptarse regularmente a situaciones cambiantes.66

Lejos de ser una doctrina escrita en piedra, es lo que Losurdo ha llamado un proceso de aprendizaje que cambia con los tiempos. En el momento actual, hay mucho trabajo por hacer en este frente.

Para resaltar una de las cuestiones más apremiantes: necesitamos desarrollar más una teoría revolucionaria capaz de comprender y detener el fascismo, la guerra mundial y el colapso ecológico.67 Dado que vivo en el núcleo imperial, agregaré que también es esencial desarrollar la teoría y la práctica revolucionarias en esta región específica, que hasta ahora ha sido inmune a las tomas del poder estatal por parte de la clase trabajadora.

En general, la teoría revolucionaria más importante es la que ayuda en la complicada y difícil tarea de construir el socialismo. Ha habido muchas sorpresas y se ha aprendido mucho desde 1917. La situación global hoy es muy diferente de lo que era en el apogeo de la Tercera Internacional o durante la llamada Guerra Fría.

Los países socialistas están trabajando junto con los países capitalistas decididos al desarrollo nacional para construir nuevos marcos internacionales que hagan frente al orden mundial imperial (BRICS+, la Iniciativa de la Franja y la Ruta, la Organización de Cooperación de Shanghai, la ASEAN, etc.).

Los recientes levantamientos en África occidental y central han desafiado el régimen neocolonial de Francia en la región y el imperialismo occidental.

Comprender y promover estas y otras luchas por la liberación anticolonial y el mundo multipolar emergente es una tarea teórica y práctica vital. Al mismo tiempo, es de suma importancia poder dilucidar cómo la contestación al orden mundial imperialista y el desarrollo de la multipolaridad pueden ser peldaños para la expansión del proyecto socialista. Éste es uno de los problemas más apremiantes de nuestros días.

Notas

  1. Véase Raúl Antonio Capote, Enemigo (Madrid: Ediciones Akal, 2015).
  2. La información contenida en este párrafo y en los siguientes se ha recopilado de múltiples fuentes, incluidas investigaciones de archivos, numerosas solicitudes de la Ley de Libertad de Información y trabajos como Philip Agee y Louis Wolf, eds., Dirty Work: The CIA in Western Europe , 1.ª ed. (Dorset: Dorset Press, 1978); Frédéric Charpier, La CIA en France: 60 ans d’ingérence dans les affaires françaises (París: Editions du Seuil, 2008); Ray S. Cline, Secretos, espías y eruditos (Washington, DC: Acrópolis, 1976); Peter Coleman, La conspiración liberal: el congreso por la libertad cultural y la lucha por la mente de la Europa de posguerra (Nueva York: The Free Press, 1989); Allan Francovich, Sobre negocios de empresa (documental), 1980; Pierre Grémion, Intelligence de l’anticommunisme: Le Congrès pour la liberté de la culture à Paris, 1950-1975 (París: Librairie Arthème Fayard, 1995); Victor Marchetti y John D. Marks, La CIA y el culto a la inteligencia (Nueva York: Dell Publishing Co., 1974); Frances Stonor Saunders, La Guerra Fría Cultural (Nueva York: The New Press, 2000); Giles Scott-Smith, La política de la cultura apolítica: el Congreso por la libertad cultural, la CIA y la hegemonía estadounidense de posguerra (Nueva York: Routledge, 2002); John Stockwell, La guardia pretoriana: el papel de Estados Unidos en el nuevo orden mundial (Boston: South End Press, 1991); Hugh Wilford, The Mighty Wurlitzer: Cómo la CIA jugó contra Estados Unidos (Cambridge, Massachusetts: Harvard University Press, 2008).
  3. Véase Wilford, El poderoso Wurlitzer.
  4. Véase Carl Bernstein, « The CIA and the Media », Rolling Stone , 20 de octubre de 1977.
  5. John M. Crewdson, «Red mundial de propaganda construida por la CIA», New York Times , 26 de diciembre de 1977.
  6. Grupo de Trabajo sobre una mayor apertura de la CIA, memorando para el Director de Inteligencia Central, Informe del Grupo de Trabajo sobre una mayor apertura de la CIA , 20 de diciembre de 1991, cia.gov.
  7. Véase Crewdson, «Red Mundial de Propaganda».
  8. Citado en William F. Pepper, The Plot to Kill King (Nueva York: Skyhorse, 2018), 186.
  9. Crewdson, «Red mundial de propaganda».
  10. Véase Yasha Levine, Surveillance Valley (Nueva York: PublicAffairs, 2018) y los artículos de Alan Macleod en MintPress News : «Motor de búsqueda de seguridad nacional: las filas de Google están llenas de agentes de la CIA», 25 de julio de 2022; «Conozca a los ex agentes de la CIA que deciden la política de contenido de Facebook», 12 de julio de 2022; «La Oficina Federal de Tweets: Twitter está contratando una cantidad alarmante de agentes del FBI», 21 de junio de 2022; «El oleoducto de la OTAN a TikTok: ¿Por qué TikTok emplea tantos agentes de seguridad nacional?», 29 de abril de 2022.
  11. El Informe del Comité Church fue estrictamente controlado y supervisado por la propia CIA, por lo que es muy probable que las cifras fueran y sean mucho más altas.
  12. Véase Noam Chomsky et al., The Cold War and the University (Nueva York: The New Press, 1997); Sigmund Diamond, Campus comprometido: la colaboración de las universidades con la comunidad de inteligencia, 1945-1955 (Oxford: Oxford University Press, 1992); Walter Rodney, La revolución rusa: una visión desde el Tercer Mundo , ed. Robin DG Kelley y Jesse Benjamin (Londres: Verso, 2018); Christopher Simpson, Ciencia de la coerción: investigación en comunicación y guerra psicológica, 1945-1960 (Oxford: Oxford University Press, 1996).
  13. Véase The New School Archives, registros de John R. Everett (NS-01-01-02), Serie 3. Archivos temáticos, 1918–1979, volumen: 1945–1979, Agencia Central de Inteligencia (CIA), 1977–1978, ayudas para encontrar .archives.newschool.edu/repositories/3/archival_objects/34220. Una gran colección de documentos que detallan algunos de los detalles está disponible en Black Vault MKULTRA Collection , theblackvault.com.
  14. Véase Gabriel Rockhill, Historia radical y política del arte (Nueva York: Columbia University Press, 2014).
  15. Véase Matthew Alford y Tom Secker, National Security Cinema: The Shocking New Evidence of Government Control in Hollywood (CreateSpace Independent Publishing Platform, 2017).
  16. Citado en Alford y Secker, National Security Cinema , 49.
  17. Véase, por ejemplo, Michel Collon y Test Media International, Ucrania: La Guerre des images (Bruselas: Investig’Action, 2023).
  18. Véase Wilford, El poderoso Wurlitzer ; Agee y Wolf, Trabajo sucio ; Charpier, La CIA en Francia .
  19. Véase Daniele Ganser, NATO’s Secret Armies (Nueva York: Routledge, 2004) y Allan Francovich, Gladio (documental), British Broadcasting Corporation, 1992.
  20. Véase Saunders, The Cultural Cold War y Hans-Rüdiger Minow, Quand la CIA infiltrait la culture (documental), ARTE, 2006.
  21. El término postestructuralismo es en muchos sentidos una invención anglófona ya que, en el contexto francés (al menos originalmente) se consideraba que los llamados postestructuralistas continuaban e intensificaban (aunque de maneras ligeramente diferentes) el proyecto estructuralista.
  22. Michel Foucault, Dits et écrits 1954–1988 , vol. 1 (París: Éditions Gallimard, 1994), 542. Para más información sobre Foucault, véase Gabriel Rockhill, « Foucault: The Faux Radical », Los Angeles Review of Books , 12 de octubre de 2020, thephilosophicalsalon.com.
  23. Véase Gabriel Rockhill, « El mito del pensamiento de 1968 y la intelectualidad francesa », Monthly Review 75, no. 2 (junio de 2023): 19–49.
  24. Véase mi prólogo a Aymeric Monville, Neocapitalismo según Michel Clouscard (Madison: Iskra Books, 2023).
  25. Dirección de Inteligencia, Francia: Defección de los intelectuales izquierdistas , Agencia Central de Inteligencia, 1 de diciembre de 1985, 6, cia.gov.
  26. Walter Rodney, Marxismo decolonial: ensayos de la revolución panafricana (Londres: Verso, 2022), 46.
  27. Gran parte de la evidencia de mis comentarios se puede encontrar en los siguientes artículos: Gabriel Rockhill, « The CIA and the Frankfurt School’s Anti-Communism », Los Angeles Review of Books , 27 de junio de 2022, thephilosophicalsalon.com, y Gabriel Rockhill, «Teoría crítica y revolucionaria: para la reinvención de la crítica en la era del realineamiento ideológico», en Dominación y emancipación: rehaciendo la crítica , ed. Daniel Benson (Lanham: Rowman and Littlefield Publishers, 2021), 117–61.
  28. Citado en Wolfgang Kraushaar, ed., Frankfurter Schule und Studentenbewegung: Von der Flaschenpost zum Molotowcocktail 1946–1995 , vol. 1, Chronik (Hamburgo: Rogner and Bernhard GmbH and Co. Verlags KG, 1998), 252–53.
  29. Sobre la Guerra de Suez, véase Richard Becker, Palestina, Israel y el Imperio estadounidense (San Francisco: PSL Publications, 2009), 71–78.
  30. Citado en Stuart Jeffries, Grand Hotel Abyss: The Lives of the Frankfurt School (Londres: Verso, 2016), 297. Las declaraciones de Adorno y Horkheimer sobre Nasser son de la misma familia que la propaganda producida por los medios de comunicación y las agencias de inteligencia occidentales. Como han argumentado convincentemente Paul Lashmar y James Oliver, el Departamento de Investigación de la Información (una oficina secreta de propaganda anticomunista estrechamente vinculada al MI6 y la CIA) presionó a la BBC y a sus otros medios de comunicación para que presentaran a Nasser como «un incauto soviético», que era «el favorecía una línea de propaganda polivalente para los líderes anticoloniales» (Paul Lashmar y James Oliver, Britain’s Secret Propaganda War: 1948–1977 [Phoenix Mill, Reino Unido: Sutton Publishing Limited, 1998], 64).
  31. Véase Franz Neumann et al., Informes secretos sobre la Alemania nazi: la contribución de la Escuela de Frankfurt al esfuerzo de guerra , ed. Raffaele Laudani, trad. Jason Francis McGimsey (Princeton: Princeton University Press, 2013); Barry M. Katz, Inteligencia extranjera: investigación y análisis en la Oficina de Servicios Estratégicos, 1942-1945 (Cambridge, Massachusetts: Harvard University Press, 1989); Tim B. Müller, Krieger und Gelehrte: Herbert Marcuse und die Denksysteme im Kalten Krieg (Hamburgo: Hamburger Edition, 2010).
  32. Jürgen Habermas, El nuevo conservadurismo: la crítica cultural y el debate de los historiadores , ed. y trad. Shierry Weber Nicholsen (Cambridge, Massachusetts: MIT Press, 1990), 69.
  33. Véase Rockhill, «Teoría crítica y revolucionaria».
  34. Nancy Fraser, «La crisis de atención del capitalismo», Dissent 63, no. 4 (otoño de 2016): 35.
  35. Fraser, «La crisis de atención del capitalismo», 35.
  36. Véase Tita Barahona, « Judith Butler, la pope del ‘feminismo’ postmoderno, y su apoyo al capitalismo yanqui », Canarias-semanal , 7 de abril de 2022, canarias-semanal.org, y Ben Norton, « Postmodern Philosopher Judith Butler repetidamente Donado a ‘Top Cop’ Kamala Harris », 18 de diciembre de 2019, bennorton.com.
  37. Véanse, por ejemplo, mis críticas a Cinzia Arruzza, Tithi Bhattacharya y Nancy Fraser en Rockhill, «Critical and Revolutionary Theory».
  38. Stephen Gowans ofrece muchos ejemplos excelentes de esto en su libro La larga guerra de Washington contra Siria (Montreal: Baraka Books, 2017).
  39. Gabriel Rockhill, « El bufón de la corte del capitalismo: Slavoj Žižek », CounterPunch , 2 de enero de 2023.
  40. Vea el debate electoral televisado de 1990 archivado en YouTube: « Slavoj Žižek—Debate electoral de 1990 en Eslovenia », vídeo de YouTube, 9:40, publicado el 18 de mayo de 2021, youtube.com/watch?v=942h8enHCZs.
  41. Slavoj Žižek, « Por qué Occidente seguirá perdiendo en África: el neocolonialismo está dando a luz a un autoritarismo miserable », New Statesman , 4 de septiembre de 2023.
  42. Slavoj Žižek, « La izquierda debe abrazar la ley y el orden », New Statesman , 4 de julio de 2023.
  43. Véase, por ejemplo, Collon, Ucrania: La Guerre des images y Pepe Escobar, « Why the CIA Attempted a ‘Maidan Uprising’ in Brazil », The Cradle , 10 de enero de 2023, new.thecradle.co.
  44. Amin escribió: «La tríada organizó en Kiev lo que debería llamarse un ‘golpe euro-nazi’. La retórica de los medios de comunicación occidentales, que afirman que las políticas de la Tríada apuntan a promover la democracia, es simplemente una mentira » (Samir Amin, « Contemporary Imperialism », Monthly Review 67, no. 3 [julio-agosto de 2015]: 23–36 ).
  45. Véase Gabriel Rockhill, « Estados Unidos no es una democracia, nunca lo fue », CounterPunch , 13 de diciembre de 2017.
  46. John Grafton, ed., La Declaración de Independencia y otros grandes documentos de la historia estadounidense 1775–1865 (Mineola, Nueva York: Dover, 2000), 8. Véase también Roxanne Dunbar-Ortiz, An Indigenous Peoples’ History of the United States. (Boston: Beacon Press, 2015) y David Michael Smith, Endless Holocausts (Nueva York: Monthly Review Press, 2023).
  47. Terry Bouton, Domar la democracia: «El pueblo», los fundadores y el final turbulento de la revolución estadounidense (Oxford: Oxford University Press, 2007), 4.
  48. Ralph Louis Ketcham, ed., The Anti-Federalist Papers and the Constitutional Convention Debates (Nueva York: Signet, 2003), 199.
  49. Herbert J. Storing, ed., The Complete Anti-Federalist , vol. 2 (Chicago: University of Chicago Press, 2008), 13.
  50. Aunque tengo algunos problemas con el marco general, proporciono gran parte de la evidencia empírica de mis afirmaciones en el tercer capítulo de este libro: Gabriel Rockhill, Contre-histoire du temps présent: Interrogations intempestives sur la mondialisation, la technologie, la démocratie. (París: CNRS Éditions, 2017). También está disponible en inglés: Counter-History of the Present: Untimely Interrogations into Globalization, Technology, Democracy (Durham: Duke University Press, 2017).
  51. Martin Gilens y Benjamin I. Page, «Prueba de teorías de la política estadounidense: élites, grupos de interés y ciudadanos promedio», Perspectivas sobre la política 12, no. 3 (septiembre de 2014): 564.
  52. Véase William Blum, Killing Hope: US Military and CIA Interventions Since World War II (Londres: Zed Books, 2014), así como su « Overthrowing Other People’s Governments: The Master List » en williamblum.org.
  53. Gabriel Rockhill, « Liberalismo y fascismo: el policía bueno y el policía malo del capitalismo », Black Agenda Report , 21 de octubre de 2020, blackagendareport.com.
  54. Gabriel Rockhill, « Estados Unidos no derrotó al fascismo en la Segunda Guerra Mundial, lo internacionalizó discretamente », CounterPunch , 16 de octubre de 2020.
  55. «Al mariscal Badoglio, ex colaborador de Benito Mussolini, responsable de terribles crímenes de guerra en Etiopía, se le permitió convertirse en el primer jefe de gobierno de la Italia posfascista. En la parte liberada de Italia, el nuevo sistema se parecía sospechosamente al antiguo y, por lo tanto, muchos lo descartaron como fascismo senza Mussolini , o ‘fascismo sin Mussolini’» (Jacques R. Pauwels, The Myth of the Good War [Toronto: Lorimer, 2015], 119).
  56. Véase Dunbar-Ortiz, An Indigenous Peoples’ History of the United States y Smith, Endless Holocausts .
  57. George L. Jackson, Sangre en mis ojos (Baltimore: Black Classic Press, 1990), 9.
  58. Véase, por ejemplo, James Q. Whitman, Hitler’s American Model (Princeton: Princeton University Press, 2018).
  59. Véase John Bellamy Foster, Trump en la Casa Blanca: tragedia y farsa (Nueva York: Monthly Review Press, 2017).
  60. Véase Gabriel Rockhill, «Nazis in Ukraine: Seeing Through the Fog of the Information War», Liberation News , 31 de marzo de 2022, liberationnews.org.
  61. Véase Gabriel Rockhill, « Lecciones del 6 de enero: un trabajo interno », CounterPunch , 18 de febrero de 2022.
  62. Anna Massoglia, «Continúan surgiendo detalles del dinero detrás de las protestas del 6 de enero», OpenSecrets News, 25 de octubre de 2021, opensecrets.org.
  63. Alan MacLeod, ed., Propaganda en la era de la información: todavía fabricando consentimiento (Nueva York: Routledge, 2019).
  64. En cuanto a su origen, consulte esta discusión sobre esta afirmación tan citada: Tony Brasunas, « Is the CIA Trying to Deceive All Americans? », 9 de febrero de 2023, tonybrasunas.com.
  65. Ver criticytheoryworkshop.com.
  66. Véase Cheng Enfu, La dialéctica económica de China (Nueva York: International Publishers, 2021).
  67. Uno de los marxistas más importantes de Estados Unidos, John Bellamy Foster, ha estado realizando un trabajo extremadamente importante en estos tres frentes.

*Gabriel Rockhill es director ejecutivo del Critical Theory Workshop/Atelier de Théorie Critique y profesor de filosofía en la Universidad de Villanova en Pensilvania. Actualmente está terminando su quinto libro de un solo autor, The Intellectual World War: Marxism versus the Imperial Theory Industry (Monthly Review Press, de próxima aparición). Zhao Dingqi es investigador asistente en el Instituto de Marxismo de la Academia China de Ciencias Sociales y editor de Estudios del Socialismo Mundial .

Esta entrevista se publicó originalmente en chino en el undécimo volumen de Estudios del Socialismo Mundial en 2023. Ha sido ligeramente editada para MR.

Fuente: Observatorio de la crisis (https://observatoriocrisis.com/2023/12/28/la-propaganda-imperialista-y-la-ideologia-de-la-intelectualidad-de-la-izquierda-occidental/)

Imagen de portada: http://institutoculturaldeleon.org.mx/icl/story/6742/Entre-l-neas-Cultura-Mainstream

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