Las trampas del crecimiento basado en las exportaciones
Prabhat Patnaik
Los economistas del desarrollo llevan debatiendo sobre la conveniencia de seguir una estrategia de crecimiento impulsado por las exportaciones al menos medio siglo, desde que el llamado «milagro» de Asia Oriental empezó a contrastarse con la experiencia de crecimiento comparativamente lento de países como India que seguían, en el lenguaje del Banco Mundial, una estrategia de desarrollo «orientada hacia dentro». Sin embargo, todo este debate ha pasado por alto un elemento que desempeña un papel crucial en la vida real.
Entre los diversos gastos que constituyen la demanda agregada en una economía, algunos son autónomos, mientras que otros son inducidos por el crecimiento de la propia demanda agregada. En general, se considera que las exportaciones y el gasto público son las dos principales partidas autónomas: se supone que el consumo, para cualquier distribución de la renta, depende del propio nivel de renta. No cabe duda de que también existe un elemento autónomo en el consumo que es independiente de la renta, pero el crecimiento espontáneo de este elemento sólo se acentúa en determinadas situaciones, por ejemplo, cuando los bienes que hasta entonces no estaban a disposición de los consumidores pasan a estarlo de repente.
El crecimiento de la demanda y, por tanto, de la producción en una economía depende del crecimiento del elemento autónomo de la demanda. En una economía neoliberal en la que la apertura a los flujos financieros transfronterizos impone límites al déficit fiscal en relación con el PIB y también restricciones prácticas a la capacidad del gobierno para gravar a los ricos y estimular la demanda sin aumentar el déficit fiscal, las exportaciones se convierten en el principal estímulo para el crecimiento. En resumen, una economía neoliberal se caracteriza por depender principalmente del crecimiento impulsado por las exportaciones.
Pero la estrategia de crecimiento impulsado por las exportaciones no se limita únicamente a un entorno neoliberal. El gobierno puede fomentar deliberadamente las exportaciones, en lugar de aumentar su propio gasto para ampliar el mercado nacional, en cuyo caso podemos tener un crecimiento impulsado por las exportaciones en lugar de por el gasto público, pero con el gobierno siendo todavía fundamental para el crecimiento; de hecho, muchos sostienen que éste fue el caso de los países del Este Asiático.
Debemos distinguir dos casos entre los países que siguen una estrategia de crecimiento basada en las exportaciones: uno en el que los países obtienen sistemáticamente grandes superávits por cuenta corriente y acumulan así sus reservas de divisas, siendo China un ejemplo paradigmático. En el caso de una economía de este tipo, cualquier evolución adversa de la situación económica mundial sólo influye en la magnitud del superávit por cuenta corriente, que afecta sólo marginalmente a la magnitud de las reservas de divisas acumuladas. Por lo tanto, el país puede sobrellevar una evolución adversa de este tipo sin experimentar ninguna crisis.
Sin embargo, muchos otros países pertenecen a la segunda categoría, en la que registran déficits por cuenta corriente más o menos perennes, equilibran sus pagos mediante entradas financieras privadas, e incluso cuando acumulan reservas de divisas éstas se financian mediante préstamos, incluso de financieros privados. India pertenece a esta categoría, al igual que los países del sur de Asia en general y, de hecho, la mayoría de los países del sur global.
En el caso de este segundo grupo de países, si se produce un aumento del déficit por cuenta corriente debido a alguna razón exógena, ya sea una reducción de los ingresos turísticos inducida por una pandemia (como en el caso de Sri Lanka), o un aumento de los precios de importación inducido por la guerra de Ucrania, o una caída de los ingresos de exportación inducida por una recesión mundial (las dos últimas cosas han ocurrido en el caso de Bangladesh), su impacto en la economía se exagera debido al comportamiento de los agentes privados en general, y de los financieros privados en particular. Esto se debe a que, cuando se produce un aumento del déficit por cuenta corriente, y por lo tanto una mayor necesidad de entrada de financiación privada, este mismo aumento provoca una mayor salida de financiación.
Los financieros privados esperan que se deprecie la moneda del país que ha visto aumentar su déficit por cuenta corriente y, por lo tanto, preocupados exclusivamente por su propio interés, sacan fondos del país, intensificando así el problema de divisas para el mismo. De hecho, si las cosas se dejaran exclusivamente «en manos del mercado», no está claro que el país llegara nunca a un equilibrio en el mercado de divisas; pero es entonces cuando el país acude al FMI, y un préstamo suyo crea expectativas entre los financieros privados de que se detendrá la depreciación del tipo de cambio, de modo que el mercado de divisas pueda llegar a una especie de equilibrio. Pero el FMI exige un precio muy alto por conceder un préstamo, en forma de reducción del gasto social, reducción del sistema de distribución pública, entrega de los activos de la nación a extranjeros (a veces denominada «desnacionalización» de los activos), etcétera.
Es esta exageración de un déficit inicial de divisas a un déficit enorme debido al comportamiento de las finanzas privadas, que se produce en un periodo extremadamente breve y empuja al país al férreo abrazo del FMI, lo que explica por qué los países pasan repentinamente de ser «milagrosos» a mendicantes. El problema del crecimiento basado en las exportaciones es precisamente éste: su éxito aparente puede evaporarse en un santiamén; y esto ocurre cuando la búsqueda de un crecimiento basado en las exportaciones hace que el país dependa de los caprichos y antojos de las finanzas globalizadas, como ocurre invariablemente para cubrir un déficit corriente.
Hemos visto cómo esto ocurría en nuestros países vecinos, incluso en países como Sri Lanka y Bangladesh, que habían alcanzado logros de desarrollo humano relativamente impresionantes. Con el estancamiento de la economía mundial y las exportaciones de varios países del Tercer Mundo afectadas por dicho estancamiento, es probable que la lista de países mendicantes aumente en los próximos días; e India, a pesar de su tamaño económico y del gran volumen de sus reservas de divisas (aunque éstas no se hayan acumulado a partir de superávits por cuenta corriente, sino de entradas financieras), no es en absoluto inmune a ello. La única salvación en el caso de India es su autosuficiencia alimentaria (aunque a niveles muy bajos de consumo) y unas relaciones exteriores que le permitirían importar petróleo de países «sancionados» por el imperialismo. Sin embargo, incluso la autosuficiencia alimentaria habría desaparecido si se hubieran aplicado las tres leyes agrícolas del gobierno de Modi; pero los kisans [campesinos] salvaron el día para el país.
Incluso sin ningún cambio en el frente comercial, también puede producirse una salida espontánea de financiación, provocada por cualquiera de una serie de factores, incluido un cambio en el partido gobernante de un país, o un cambio en la composición del gabinete dentro del mismo partido gobernante. Una salida de este tipo, al provocar una depreciación del tipo de cambio, fomentaría una nueva salida; y así sucesivamente. Por lo tanto, cualquier perturbación inicial en el mercado de divisas se exagera debido a la exposición del país a la vorágine de los flujos financieros mundiales, y dicha exposición es esencial en una economía que persigue una estrategia de crecimiento basada en las exportaciones, porque de lo contrario el país se encontraría en la imposibilidad de financiar un déficit por cuenta corriente en la balanza de pagos. Por supuesto, puede restringir las importaciones para equilibrar su balanza por cuenta corriente, pero entonces tal restricción es incompatible con una estrategia de crecimiento impulsado por las exportaciones, ya que perjudicaría la competitividad internacional del país.
Se supone que el político de extrema derecha Javier Milei, recientemente elegido presidente de Argentina, ha llegado al poder debido a la elevada tasa de inflación (150%) que azotaba al país; y se ha responsabilizado de esta elevada inflación al anterior gobierno peronista. La prensa de derechas se lo ha pasado en grande arremetiendo contra lo que llama la política de izquierdas de los peronistas. Pero esto es una completa parodia de los hechos. No son las políticas izquierdistas de los peronistas, sino los ricos argentinos que sacan dinero del país los responsables de la elevada tasa de inflación. Esta salida financiera ha provocado una depreciación del tipo de cambio que ha estimulado nuevas salidas financieras; y esta depreciación continua, al aumentar los precios de los insumos importados que luego se han «repercutido» en forma de precios más altos de los bienes finales, ha provocado la tasa de inflación observada.
Se trata de un círculo vicioso. Una salida financiera inicial hace que el gobierno, en el caso de Argentina el gobierno no peronista, tome un préstamo del FMI que obliga al país a seguir encadenado a un régimen neoliberal; y cuando llega el momento de devolver el préstamo del FMI, la anticipación de un empeoramiento del problema de la balanza de pagos, provoca una nueva salida de financiación y una nueva depreciación del tipo de cambio que se sigue acentuando. En otras palabras, el régimen asociado al crecimiento basado en las exportaciones puede ser, y se ha demostrado que lo es, desestabilizador en extremo.
La idea del crecimiento basado en las exportaciones había quedado desacreditada por la crisis de entreguerras del capitalismo mundial, cuando la sustitución de las importaciones a gran escala se había producido prácticamente en todo el Tercer Mundo, antes de que reapareciera a través del neoliberalismo; ahora que el capitalismo mundial se enfrenta a una nueva crisis, se vuelve a plantear la posibilidad de abandonarlo.
Fuente: Peoples democracy 10-12-2023 (https://peoplesdemocracy.in/2023/1210_pd/pitfalls-export-led-growth)