Un punto de encuentro para las alternativas sociales

Especulación o vida comunitaria

Antonio Ruiz

Reseña de la película El mal no existe. Dirección y guion: Ryusuke Hamaguchi. Japón. 2023. 106 minutos. Estrenada en salas 1/5/24.

Argumento: en un bosque de las laderas del Monte Fuji, una empresa quiere instalar un campamento de lujo para turistas con medios. Convocan a los habitantes autóctonos de la comunidad, que viven en el entorno, para informarles en asamblea del proyecto que se ha de iniciar en próximas fechas. La comunidad alega los perjuicios que dicho campamento puede causar a su salud, medios de vida y naturaleza.

Hace un año, comentamos la penúltima película de este original director japonés –Drive My Car-. Según él ahora nos explica en una entrevista de promoción, el argumento de la película sobre la que hoy opinamos lo motivó el asistir a una asamblea en una pequeña comunidad, mientras filmaba escenas de la naturaleza para un trabajo de acompañamiento musical. El tema de la reunión vecinal era similar al que narra en su guion.

En la historia que nos presenta Hamaguchi los personajes hablan poco pero dicen mucho. Y habla la mirada de un ser (un humano o un ciervo), la luz y el color, el silencio o la oscuridad de una escena, la naturaleza no invadida. Todas son y forman  parte del lenguaje. Puede parecer que el tema se limita al conflicto social que se produce entre la comunidad que vive en consonancia y respeto con su medio natural, y la especuladora sin límites que representa al capitalismo actual (su versión mas desarrollada y antinatura). Pero la película no consiste solo en eso, va más allá. Trata sobre nosotros, los seres humanos, que somos los que hacemos posible este mundo que habitamos, y a nuestra vez, somos los únicos que si así lo deseamos podemos cambiarlo o al menos intentarlo; algo que se intuye en algún personaje del guion. El relato incluso va más lejos. Los últimos diez minutos de la película no son el final de algo: son, por el contrario, el prólogo del devenir, un final abierto que el espectador debe cerrar, o continuar, según su entendimiento.

La narrativa tiene un ritmo suave, característica de su autor, y, aparentemente, hay secuencias que parecen no tener significado; pero, hay que entender que en cine, cada escena debe tener un sentido aunque sea para una minoría, si no, la escena sobra. En su inicio pausado, no se comienza hablar hasta pasados más de diez minutos; es este un método mediante el que el director introduce al espectador en el ambiente del relato, ya durante el resto de duración de la película, ayudándose así, una vez introducido en el film a no perder lo que ocurre y se dice por más condensado que esté. No es esta una película fácil, al no ser de un estilo ordinario o de entretenimiento. Requiere que se haga el esfuerzo de querer conectar y seguir el relato con cierta atención sin perder nunca la visión de conjunto. Al final, cada cual sacará su conclusión que no tiene, ni debe, ser unánime. Guste o no, este film desprende verdadero arte cinematográfico.

He visionado el cincuenta por ciento de los largometrajes de este autor y he podido percibir en su obra un hilo de continuidad dentro de una tradición, que es cultural más que meramente cinematográfica, que constituye la esencia de su personalidad, y se proyecta en su arte fílmico. Sin ser copia de los directores japoneses de los años cuarenta, se nota, sin embargo, cierta actualización de las temáticas de estos, amoldada a nuestra época. En esta última película, sorprende, en positivo, el tratamiento que da a dos elementos incompatibles: capitalismo especulativo anti humano-naturaleza y medio natural equilibrado para el sustento y disfrute del ser racional. Cuestión que Ozu o Kurosawa ya tenían en cuenta.

R. Hamaguchi ha realizado una obra que sorprende por lo que cuenta y por su sensibilidad original al exponerlo. Su forma de tratar la temática/y su técnica fílmica son novedosas, adaptadas al momento y ambas están por encima de la media actual. El cuidado y delicadeza con las que nos presenta a los personajes logra que accedamos a la interioridad de los mismos y estos posean un sentido profundo humano interiorizado y se nos aparecen como seres consecuentes, o contradictorios, victimas de su hacer. Esta sensibilidad no abunda en el cine de hoy. Insisto que no es una cinta fácil, pero vale la pena verla y valorar. El título, posiblemente con intención, es incompleto a mi entender, «El mal no existe»… sino que surge o se crea.

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