Ciencia abierta y agroecología: Conversación con Miguel Ángel Núñez
Cira Pascual Marquina
Miguel Ángel Núñez ha dedicado gran parte de su vida al estudio de los métodos agrícolas tradicionales, incluidas las parcelas agrícolas a pequeña escala denominadas «konucos», asociadas a las prácticas agrícolas tradicionales. Los konucos están muy diversificados, emplean métodos sostenibles y pueden tener rendimientos relativamente altos. Núñez es autor de La ciencia del konuco y su visión integral (IMMECA). Trabaja en asociación con el Ministerio de Ciencia y Tecnología.
Usted sostiene que recuperar prácticas tradicionales como el konuco es clave para garantizar la supervivencia en la Era del Antropoceno. Para empezar nuestra conversación, ¿puede explicar la necesidad de pasar a la agroecología en el Antropoceno?
Vivimos en la Era del Antropoceno, una época de crisis civilizatoria estructural ligada a la modernidad. Esta crisis civilizatoria viene acompañada de un imperativo: debemos forjar un nuevo orden social.
La producción corporativa de alimentos es uno de los elementos definitorios de nuestro tiempo, y yo sostengo que el konuco es una alternativa viable. Por eso he publicado recientemente La ciencia del konuco y su visión integral, un estudio exhaustivo sobre las prácticas campesinas vivas, la ciencia abierta y, por supuesto, el konuco.
Aquí en Venezuela, nuestra situación –debida en cierta medida a las limitaciones del bloqueo estadounidense– pone en tela de juicio los métodos convencionales de producción de alimentos que están atados a los agronegocios corporativos. Al mismo tiempo, se han producido importantes avances científicos en la producción campesina, que han modificado paradigmas y estilos de vida.
Quiero destacar los sistemas de producción de alimentos no depredadores que no sólo refuerzan cuantitativa y cualitativamente la producción de alimentos, sino que también abordan la cuestión de la soberanía alimentaria local, nacional e incluso latinoamericana.
El método de producción primaria de alimentos más emblemático de Venezuela es el konuco. Con las 462 especies agroalimentarias que se emplean en los konucos, el método expresa la biodiversidad de la región. Y lo que es más importante, por su carácter social y territorial, produce abundantes alimentos mediante métodos no explotadores.
Contrario a las afirmaciones que presentan a Venezuela como dependiente de los alimentos, sostengo que la agricultura campesina nunca ha dejado de ser parte integral de nuestro tejido social y provee la mayor parte de los alimentos que consumimos. Es más, en medio de una crisis multifacética –que incluye una emergencia civilizatoria, un embargo económico, sanciones contra Venezuela, escasez de recursos y una reciente pandemia– los campesinos venezolanos, con el apoyo del gobierno bolivariano, no sólo han sostenido sino que han aumentado la producción primaria de alimentos, asegurando el sustento del pueblo.
En Venezuela, el konuco está vivo y funciona como piedra angular de la producción primaria de alimentos. Sin embargo, el reconocimiento oficial del konuco y de la agricultura campesina sigue siendo una tarea pendiente.
De hecho, un discurso predominante describe a Venezuela como un país productor de petróleo, rentista y con una economía «basada en los puertos». En su libro, pretende desmentir esta idea.
Durante décadas prevaleció la idea de que Venezuela, por ser un país petrolero, dependía totalmente de la importación de alimentos. Resulta que esto no es cierto. Algunos estudios recientes muestran que el 92% de los alimentos que consume Venezuela son de producción nacional. Por supuesto, esto no significa que no tengamos supermercados y tiendas especializadas que ofrecen alimentos importados y procesados, que por cierto no son ni saludables ni sostenibles.
Venezuela es un país tremendamente biodiverso, que comprende 17 eco-territorios, cada uno con varias eco-regiones. Cada paisaje alberga su tipo de konuco, desde el konuco de sabana al konuco costero, desde el andino al amazónico.
Ahora bien, cabe preguntarse: ¿por qué es tan importante el konuco? Es clave entender que el konuco se desarrolló de tal manera que preserva el ecosistema, al tiempo que proporciona rendimientos altos y diversificados. Por ejemplo, los konucos de Turimiquire –una cuenca hidrográfica que abarca los estados Sucre, Anzoátegui y Monagas– contribuyen significativamente a la producción de alimentos, al tiempo que salvaguardan un ecosistema estratégico.
La agricultura familiar gira en torno a la agrobiodiversidad. Sustanciales evidencias apuntan a la solidez de ese tipo de agricultura no solo en términos de sostenibilidad, sino también en su potencial de escalamiento. En 2019, antes de la pandemia, un estudio realizado por el Ministerio de Ciencia y Tecnología identificó 64 mercados campesinos al aire libre en Caracas. Para 2021, este número se más que cuadruplicó a 265 mercados en el mismo territorio. Así, el alcance de la producción campesina en Venezuela es amplio y en expansión.
¿Y el uso de insumos convencionales como fertilizantes, pesticidas, etc.?
El bloqueo nos impidió conseguir fertilizantes y otros insumos convencionales. Ahora, si los mercados están llenos de frutas y verduras, ¿de dónde vienen esos productos? ¿Vienen de Colombia? No, vienen de Venezuela. Colombia se ha enfrentado recientemente a problemas similares en relación con el acceso a los fertilizantes debido a la injerencia criminal que bloqueó la producción en Monómeros [una planta de fertilizantes convencionales de propiedad venezolana en Colombia].
Esto nos lleva a pensar que se está produciendo un cambio hacia la agricultura ecológica y agroecológica y que los resultados son buenos. De hecho, los datos apuntan a una transición hacia prácticas agroecológicas, lo que tiene implicaciones de gran alcance no sólo para Venezuela, sino para toda América Latina.
A medida que construimos un nuevo orden social, debemos prestar más atención a las tendencias que surgen en las economías campesinas. Históricamente, también se nos ha hecho creer erróneamente que la mayor parte de los alimentos que consumimos proceden de las empresas. Esto no es así en todo el mundo, y en Venezuela hay factores tanto culturales como externos que han allanado el camino para romper con el uso de insumos convencionales en la producción primaria de alimentos.
Cuando se refiere a la «producción primaria de alimentos», incluye tanto la producción campesina a pequeña escala como la de las agroindustrias. ¿Es correcto?
En efecto. Es crucial subrayar que hay aproximadamente 1.500 millones de campesinos en todo el mundo. Aportan alrededor del 75% de la producción primaria de alimentos. Por lo general, dependen menos de insumos tóxicos. Además, ha surgido una tendencia interesante debido a la guerra de Ucrania: numerosas plantas de urea de ese país han detenido su producción. Dado que Ucrania era uno de los principales exportadores de insumos convencionales, también hemos asistido a un descenso del uso de fertilizantes químicos, no sólo en Venezuela, sino en todo el mundo.
Estamos asistiendo al surgimiento de un nuevo paradigma científico-agrícola que incluye prácticas ecosostenibles como el konuco. El konuco tiene su origen en prácticas indígenas y es prácticamente el único modo de producción de alimentos que sostiene tanto la producción de alimentos como la biodiversidad.
Por supuesto, el konuco no es exclusivo de Venezuela: existen prácticas similares en todo el Caribe y América Latina, desde la «chinampa» en México hasta la «milpa» en Colombia.
Estas prácticas agroecológicas implican la protección consciente –esencialmente científica– de la agrobiodiversidad y el medio ambiente. Un konuco de 4.000 metros cuadrados puede incluir hasta 42 cultivos, mientras que los más pequeños suelen tener entre 18 y 20 cultivos. La diversificación, que es uno de los seis principios de la agroecología, se realiza en el konuco.
¿Puede explicar las características esenciales de un konuco?
Sí. El konuco es una expresión de autosuficiencia local y es clave para la soberanía alimentaria. Por eso la racionalidad tecnológica de Occidente y los intereses corporativos intentan mantener a raya estas prácticas y las califican de «ineficientes».
La Alianza Científico-Campesina, una iniciativa nacida de los movimientos de base de Mérida y vinculada al Ministerio de Ciencia y Tecnología, reconoce el valor científico de las prácticas ancestrales y campesinas, entre ellas el konuco. Al fin y al cabo, la producción campesina es lo que nos ha mantenido vivos en los peores momentos.
La Alianza incluye a PROINPA, una organización campesina que produce patatas de siembra para promover la soberanía alimentaria, junto con muchas otras iniciativas de todo el país que siguen el mismo camino.
¿Qué más puede decirnos sobre la Alianza Científico-Campesina?
Permítanme hacerlo hablando de una iniciativa en curso: la Alianza trabaja actualmente con más de 5.000 familias campesinas en transición hacia prácticas agroecológicas en todo el país, facilitando el cultivo sostenible de diversos productos como el cacao, el ajo y el café.
Pero, ¿cómo funciona realmente? En esta iniciativa se unen los conocimientos de los campesinos y la experiencia de los investigadores, y los resultados han sido extraordinarios. La Alianza promueve la convivencia y el intercambio entre productores e investigadores. También promueve activamente la ciencia campesina.
En Venezuela, la agroecología crece de la mano de la Alianza. Las estadísticas del Ministerio de Ciencia y Tecnología, el Ministerio de Comunas, el Ministerio de Agricultura, Pueblo a Pueblo y el Frente Francisco de Miranda muestran que aproximadamente 140.000 hectáreas están bajo producción agroecológica.
Entrando en detalles, ¿cómo se realiza la agroecología en el konuco?
La agroecología tiene seis principios y la investigación demuestra que los seis principios se cumplen en el konuco.
El primer principio es la agrobiodiversidad. Este principio reconoce la importancia de fomentar los microorganismos del suelo, la diversificación de cultivos, etc. El segundo principio es la complementariedad, que destaca la interconexión entre los distintos componentes de los ecosistemas agrícolas, desde las plantas hasta los animales y los microorganismos. El tercer principio subraya la importancia de los procesos biológicos para garantizar suelos productivos, incluidos el ciclo de los nutrientes y la gestión de la fertilidad del suelo.
El cuarto principio subraya la importancia de la reciprocidad entre la naturaleza humana y la no humana para garantizar la sostenibilidad a largo plazo. El quinto principio se centra en el reconocimiento de la diversidad cultural y los conocimientos y prácticas tradicionales. Por último, el sexto principio es la equidad, que hace hincapié en la gestión eficiente de los recursos y la toma de decisiones colectiva.
Por supuesto, todos los principios están interrelacionados y se materializan en el konuco.
Los estudios demuestran que en una parcela agroecológica agrodiversa como el konuco se pueden cosechar treinta y cinco kilocalorías por cada kilocaloría de energía invertida. Esto se compara muy favorablemente con la relación que encontramos en los procesos agroindustriales, que oscila entre tres a uno o diez a uno.
En Venezuela, los efectos del cambio climático se ven agravados por el bloqueo estadounidense, y ambos nos alejan de los agroquímicos. Sin embargo, hay dos factores más que impulsan la transición. El primero son las prácticas ancestrales de los konuco, que sobrevivieron a los embates de la agricultura convencional y la llamada «revolución verde». El segundo es la Alianza Científico-Campesina.
Si los insumos agrícolas convencionales, como fertilizantes e insecticidas, volvieran a estar más disponibles, ¿volvería la gente a utilizarlos?
Aunque algunos campesinos podrían volver a utilizar agroquímicos, creo que la mayoría se ceñirá a las prácticas agroecológicas. Sin embargo, para que éstas avancen más, necesitamos promover activamente alternativas. En este momento, el Ministerio de Ciencia y Tecnología está promoviendo el cultivo de 30 mil hectáreas de maíz en el estado Guárico con semillas tratadas con un compuesto biológico no tóxico para combatir la plaga del gusano cogollero. Esto reducirá la dependencia de los agroquímicos. El Consejo Federal de Gobierno también apoya iniciativas similares.
Según nuestra experiencia, la mayoría de los campesinos que se alejan de los agroquímicos por el motivo que sea, se comprometen con los métodos agroecológicos.
Sin embargo, hay dos factores importantes para garantizar una transición resistente. En primer lugar, los productores deben superar la mentalidad occidental, funcional a los intereses de las agroempresas. Segundo, los productores necesitan tener seguridad social. Los programas de seguridad social aportan estabilidad al campesino, haciéndole menos proclive a utilizar glifosato, urea y otros insumos químicos.
¿Cómo promueve la Alianza Científico-Campesina la ciencia abierta?
La Alianza Científico-Campesina es un proyecto de ciencia abierta basado en los principios de la agroecología, incluyendo la integración y la solidaridad, pero también principios como la transdisciplinariedad. Organizamos nuestro trabajo basándonos en la idea de «saber-conciencia», que reconoce tanto la investigación académica como el conocimiento campesino.
Sin embargo, debo añadir que para nosotros la ciencia abierta va más allá de la producción de alimentos: el Ministerio de Ciencia y Tecnología promueve equipos interdisciplinarios para afrontar los retos derivados del bloqueo estadounidense, entre ellos la recuperación y mantenimiento de equipos médicos como incubadoras, máquinas de rayos X y microscopios.
Fuente: Venezuelanalysis, 26 de abril de 2024 (https://venezuelanalysis.com/interviews/open-science-and-agroecology-a-conversation-with-miguel-angel-nunez/)