Contra el olvido interesado
Salvador López Arnal
Reseña de: Luis Puigcercús, Imborrables. Las víctimas ignoradas de la transición (1976-1983). Sarrión: Muñoz Moya editores, 2023, 306 páginas
La historia de la transición, señala Luis Puigcercús [LP], la han escrito los vencedores, pero existe «una infrahistoria desconocida colmada de mentiras, conspiraciones, guerras sucias, corrupción y crímenes de Estado, en la que trabajadores, estudiantes y pueblo llano, pagaron un precio muy elevado». Un precio pagado con «muertos, heridos, torturados o presos que quedaron en «tierra de nadie», sin ningún tipo de reconocimiento». Imborrables arroja luz sobre esa infrahistoria desconocida plagada de mentiras y olvidos interesados. El objetivo del trabajo: «poner nombres y apellidos y rendir el debido homenaje a todas las víctimas abandonadas de aquella Transición». Salvo en acontecimientos de singular trascendencia política (Vitoria, Atocha, caso Almería, Montejurra, Lasa y Zabala), «muchas solo perviven en la memoria de sus parientes y amigos.»
Páginas, sentidas y documentadas, para luchar contra el olvido de las víctimas de la transición, 318 personas muertas entre los años 1976 y 1983 (en su mayor parte, jóvenes y trabajadores, no todos ellos militantes). Las fuentes usadas para esta recopilación «inédita y exhaustiva»: dossier del Grupo Libertario Pensamiento Crítico, Asociación Mesa de Memoria Histórica del distrito de Latina, fundaciones como Euskal Memoria, Archivo de la Transición de algunos partidos políticos (entre ellos el PCE), de organizaciones sindicales como CNT, CGT y CCOO, de Queimada Ediciones y de otras agrupaciones antirepresivas, a los que LP ha incorporado casos documentados por Gonzalo Wilhelmi, David Ballester (y su libro), Eder Mitxelena, Alfredo Grimaldos (y su libro), la Asociación de Amigos de la Costa y de otras fuentes, familiares y compañeros de las víctimas (que forman parte del colectivo por lxs Olvidadxs de la Transición, COT).
Una breve semblanza del autor: nacido en el bario de Chamberí en el seno de una familia trabajadora, Luis Puigcercús Vázquez, «Putxi», estudió artes gráficas en la Universidad Laboral de Tarragona. Un ejemplo de su amor por el «oficio» de la página 307: «Este libro ha sido compuesto con el tipo Palatino Linotype, creado en 1948 por Herman Zapf e inspirado en el escritor del siglo XVI Giambattista Palatino. Tipografía de corte renacentista, imita las formas creadas por la pluma al escribir, con lo que se consigue el aire de caligrafía de las tipografías llamadas humanistas. Este libro se terminó de imprimir en el mes de diciembre de 2023.»
A los 18 años, LP comenzó su militancia antifranquista en el PCE (m-l), organización que formó parte (vector dirigente más bien) del FRAP. Detenido en 1972 como responsable de una imprenta del partido en el interior que imprimía Vanguardia Obrera, el órgano de expresión del PCE(m-l), y otros materiales, fue juzgado y encarcelado cuatro años por asociación ilícita y propaganda ilegal. Tras la muerte de Franco, militó en el Movimiento ciudadano, en CCOO (fue delegado sindical durante cuatro años) y en asociaciones de solidaridad con Cuba (ha participado en tres Brigadas Internacionales de Trabajo Voluntario en la isla). En 2013, formó parte del núcleo fundador de La Comuna (ex presos del franquismo). Ha publicado hasta la fecha nueve libros. Entre ellos dos sobre su experiencia con el ictus y el cáncer. En la actualidad, así nos informa él mismo, «está preparando un trabajo de ficción sobre la ejecución de un conocido torturador».
Componen Imborrables la dedicatoria (a Algredo Grimaldos, Jon Idigoras, Marcos Ana, Gabriel García Márquez, Huey Percy Newton), la semblanza de LP a la que hemos hecho referencia, los agradecimientos, textos de presentación de las asociaciones que han ayudado a la edición del libro (Archivo de la Transición, Iñaki Egaña de la Fundación Euskal Memoria, Javier Almazán Luna de la COT,…), el prólogo del autor («Víctimas de la Transición, luchando contra el silencio y el olvido»), cuatro capítulos (1. Organizaciones al servicio de la represión. 2. Represión, CIA, Servicios de Inteligencia de la OTAN y MOSAD (de especial interés político), 3. Una transición marcada por la guerra sucia, 4. Muertos de la transición. Abecedario del horror), un listado de víctimas por la fecha de su muerte, otro listado de víctimas por apellidos, un glosario, bibliografía y fuentes.
Para LP, los idílicos relatos de la transición no se corresponden con la realidad real (coincido con su punto de vista). La transición no fue tan pacífica ni tan modélica como se afirma usualmente. Fue sangrienta, muy sangrienta. «Desde el primero de enero de 1976 hasta el 31 de diciembre de 1983 más de 300 personas perdieron la vida, otras 700 fueron heridas y casi 2.000 padecieron torturas, unas cifras que superan en número de muertos a las provocadas los últimos años de vida del dictador y que siguieron la estela de represión acrecentada a partir de 1969». La mayor parte de estas víctimas se produjeron «por las intervenciones de las Fuerzas de Orden Público contra manifestantes pacíficos o huelguistas, y también como resultado de criminales agresiones y atentados protagonizados por bandas fascistas y parapoliciales.»
Los crímenes expuestos en el libro fueron todos ellos ejecutados (también en su ámbito privado) por las llamadas fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado y miembros de fuerzas parapoliciales de extrema derecha. En todos los cálculos se usa como referencia la cifra de 318 asesinados que engloba todos los casos en los que no hay ninguna duda, aunque la relación, nos advierte LP, no se puede dar por cerrada: «Más allá de aclarar la docena de casos catalogados como dudosos, es más que probable que tras la exhaustiva y compleja búsqueda de datos, y la detallada y minuciosa recogida de testimonios llevados a cabo, se haya pasado algún nombre a la hora de elaborar estos listados.».
La perspectiva de LP: «alguien podría pensar que se trata de un estudio sesgado por no recoger las muertes de policías, políticos, guardias civiles, militares o personas vinculadas a la derecha, pero esas víctimas han sido tratadas con holgura por los medios de comunicación y las autoridades, y sus responsables juzgados o eliminados». El trabajo de LP se centra «en los olvidados, en los borrados de la conciencia colectiva en aras de un relato idílico de la restauración monárquica». La mayor parte de las personas que aparecen en «este trágico abecedario del terror» fueron víctimas mortales en manifestaciones, controles policiales y actuaciones de policías, guardias civiles, miembros de la BPS o grupos de ultraderecha y parapoliciales. Se adjuntan también «una decena de casos de personas que murieron mientras eran torturadas por las Fuerzas de Orden Público o como consecuencia de las lesiones sufridas en situaciones tremendamente espantosas».
LP da cuenta de las 318 personas asesinadas con una pequeña fotografía (en la mayoría de los casos) y con una breve información sobre su muerte y las fuentes usadas. Los clasifica en dos grupos: los asesinados por motivaciones políticas (1976: 24; 1977: 30; 1978: 32; 1979: 38; 1980: 41; 1981: 18; 1982: 8; 1983: 6) y los ejecutados por «gatillo fácil» (1976: 15; 1977: 20; 1978: 16; 1979: 18; 1980: 25; 1981: 18; 1982: 11; 1983:1) de las fuerzas de (in)seguridad.
Cuatro ejemplos:
1. Carlos Hernández Expósito, 29 años. Escayolista. Mientras paseaba con dos amigos por las inmediaciones de un cuartel de la Guardia Civil en el madrileño Puente de Segovia, fueron conminados a detenerse. Lejos de acatar la orden emprendieron la huida perseguidos por los disparos de dos guardias. Poco después apareció el cuerpo sin vida de Carlos en un descampado de la calle Ramiro Molina con un impacto de bala.
2. Ramón Egea Gómez, de 45 años. Empleado de mantenimiento. El 15 de enero de 1978 la CNT organizó una manifestación en Barcelona contra la firma de los Pactos de la Moncloa que aglutinó a 10.000 trabajadores. Al terminar tuvo lugar un ataque con cócteles Molotov por un grupo de ultraderechistas contra la sala de fiestas Scala. El resultado fue la muerte de cuatro trabajadores: Diego Montoro, Bernabé Bravo, Ramón Egea (el autor de esta reseña fue profesor de bachillerato de su hijo Antonio) y Juan Manuel López. Tres de los cuales eran afiliados a la CNT.
3. Ana Teresa Barrueta Álvarez, de 19 años y natural de Bilbao. Estudiaba scretariado y trabajaba cuidando niños, a los que enseñaba euskera, en Algorta. Después de salir de la ikastola de Sondica (Vizcaya), donde asistía a clases de euskera, fue secuestrada por miembros de los Grupos Armados Españoles (GAE). Su cuerpo desnudo estaba materialmente cosido a puñaladas, con el cráneo aplastado y con evidentes huellas de haber sido torturada y violada. Para rematar su agonía la habían estrangulado con el cinturón de su abrigo. Apareció en el barrio de Sagroniz, a 200 metros de su hogar.
4. María Asensio Morales, de 32 años y vecina de Huércal-Overa (Almería). Agricultora. Los hechos sucedieron durante una manifestación convocada pidiendo agua para los cultivos, mayoritariamente de cítricos. Un centenar de mujeres y niños formaron una barrera para impedir el paso de los camiones de la empresa Explotaciones Agrícolas Cuevas de Almanzora, que pretendían extraer el agua de los pozos de la zona. La GC cargó disparando botes de humo y pelotas de goma, después de la orden lanzada por uno de los mandos: «¡fuego!, ¡adelante!» María murió a consecuencia del impacto de una pelota de goma disparada a corta distancia por antidisturbios de la GC. Lae abrieron la cabeza «como si fuera una granada y se estaba desangrando» afirmó un testigo. El entonces capitán que dirigió el operativo, Antonio Torrado, llegaría en 2003 a general de brigada de la GC, siendo nombrado máximo responsable del cuerpo en las Islas Canarias.
Libro de consulta e investigación para activistas, estudiosos y ciudadanos en general, libro más que recomendable. Una duda de este lector: ¿por qué entre 1976 y 1983? ¿no hubiera sido razonable incluir también algunos otros asesinados durante estos años de transición (aunque hayan sido menos olvidados)?