Sobre las violaciones como arma de guerra
Salvador López Arnal
Que un diario –Público- que dice y pregona ser de centroizquierda publique un artículo –el central de “Opinión”- sobre la violencia de género de la secretaria de Estado usamericana [1], de la heredera sin discontinuidades conocidas de aquel criminal entre asesinos llamado Donald Rumsfeld, un texto de una política imperial que exclamó entre risas, y con clara prepotencia machista, aquello de “llegamos, vimos y murió” (o expresión afín), acompañado de una carcajada infame y violentamente masculina, que esa misma secretaria imperial de Estado, decía, publique un texto suyo en un diario donde escriben normalmente Isaac Rosa y Antonio Izquierdo no sólo es un oximoron sino una fuerte, vomitiva e insoportable contradicción.
Ahora bien, que en ese mismo artículo, la mismísima secretaria de Estado born in the U.S.A., una de las accionistas conocidas de Wal-Mart, la primera corporación mundial por ingresos y beneficios [2] -conocida ad nauseam por su política laboral antiobrera y misógina-, se atreva a escribir negro sobre blanco que “los malos tratos pueden tener lugar en el domicilio familiar, en los conflictos armados donde se utiliza la violación como arma de guerra…” [la cursiva es mía], ella, máxima responsable en política exterior de un Estado imperial que ha usado la violación sistemática de mujeres (y de hombres en ocasiones) como arma militar en una y mil ocasiones, apoyando a un tiempo a gobiernos amigos que la han usado de forma preferente (¡Pinochet asesino! ¡Videla asesino! ¡Franco asesino!), no puede ser sino fruto de una descomunal infamia que agrede, por igual, a hombres y a mujeres (especialmente a estas últimas desde luego), una infamia sin fin, interminable, como una historia contada, conducida y protagonizada por un criminal cínico y sin escrúpulos.
¿En qué escenario de locura y sinrazón políticas se nos quiere situar?
Nota:
[1] Hillary Clinton, “Contra la violencia de género”. Público, 16 de diciembre de 2011.
[2] En 2010: ingresos ventas: 408.214 millones de $USA; beneficios: 14.335 millones de $USA. Tomado de Rafael Díaz-Salazar, Desigualdades internacionales. ¡Justicia ya!, Icaria, Barcelona, 2011