Europa S.A.
Joaquín Arriola
Del comportamiento de los actores europeos en la guerra de Irak podemos sacar una conclusión económica: la fase de la “globalización” (o sea de la integración de los mercados internacionales bajo la hegemonía de Estados Unidos) la hemos dejado ya atrás. Acabó probablemente en 2000, con las iniciativas del gobierno norteamericano en defensa de su industria del acero, y con el fracaso del Diálogo Transatlántico, que todavía algunos lobbies empresariales se empeñan en resucitar (y que tendrá en la cumbre EEUU-UE del próximo 25 y 26 de junio en Dromoland Castle, Irlanda, una prueba de fuego).
La realidad con la que nos enfrentamos ahora es por el contrario la de una “competencia global”, un conflicto en torno al dominio del mundo entre diversos países y áreas monetarias, que refleja el apego al territorio de origen de gran parte del capital productivo, y el papel de los grandes estados en la defensa corporativa de sus propias multinacionales. En este contexto se inscribe la introducción del euro, que representa un serio desafío al predominio monetario del dólar a escala mundial (un predominio gracias al cual EE.UU. ha podido permitirse, entre 1982 y 2002, un déficit de la balanza de pagos en relación al resto del mundos de 3.204.214 millones de dólares).
En este contexto se inscribe así mismo el reciente ingreso en la Unión Europea de nuevos países procedentes de la Europa central y oriental. Solamente razones políticas y estratégicas pueden explicar la relativa rapidez con la cual se ha llevado a cabo la integración de los países ex – socialistas cuando no se encontraban en situación de responder a todos los requisitos previstos para la adhesión a la UE. La ventaja estratégica de los nuevos adheridos es evidente: el capital europeo podrá asegurarse nuevos mercados emergentes, mano de obra especializada a bajo costo además de acceder más fácilmente a un área de gran importancia estratégica en la cual se concentran enormes recursos petrolíferos y de gas que los geopolíticos denominan Eurasia. En la división del trabajo interna a la Unión Europea, a los nuevos países miembros se les asigna la función de periferia interna, en la cual se consumirán productos de alta y media tecnología fabricados en los países de Europa central y del norte, y se producirán productos maduros (que, de paso, competirán con muchas de las producciones de países como Italia o España).
Todo esto, tan ajeno por lo visto y lo escuchado, a las preocupacioines de los candidatos a diputados europeos y a sus respectivos partidos políticos, es la realidad de Europa. La Europa del euro, la Europa del Tratado Consitucional (en la cuerda floja a la vista de los resultados de las recientes elecciones), a despecho de las afirmaciones ideológicas y (quizás) de las intenciones de sus valedores, no es una “Europa social”: en ella predominan la precarización de las relaciones laborales, los ataques al salario, las privatizaciones; al tiempo que están ausentes las políticas sociales coordinadas.
No es por casualidad, sino por las hipotecas políticas que establece el consenso neoliberal, que la propuesta de dejar constancia en el tratado constituyente del compromiso de desarrollo de la Europa social al mismo nivel que la Europa de los equilibrios presupuestarios, promovida por un grupo de socialistas franceses, con Jacques Delors y Michel Rocard a la cabeza, no ha encontrado ningún eco entre los jefes de gobierno y a lo que parece, tampoco entre los socialistas hispanos. Así, el presidente Rodríguez Zapatero se ha mostrado como un verdadero europeísta, pero ha perdido la oportunidad de revelarse también como un europeísta de izquierda. En la reunión de jefes de estado que aprobó el Tratado constitucional el gobierno español no ha dicho esta boca es mía para promover nada parecido a un desarrollo del concepto de la Europa social, ni tampoco para defender el rechazo constitucional a la guerra como medio para dirimir diferencias entre países.
¿Se trata acaso de objetivos maximalistas o utópicos? Los objetivos que proponen los signatarios de la petición para el establecimiento de un verdadero tratado constituyente de la Europa social son ciertamente mínimos: unos objetivos cuantitativos vinculados a la calidad de vida y del empleo; la aplicación de la mayoría cualificada a las decisiones relativas a la harmonización fiscal; reconocer junto al principio de competencia, el principio del interés general y la utilidad de los servicios públicos; el principio de igualdad de acceso a los servicios de interés general; el encargo al Parlamento Europeo de elaborar una Carta para el Desarrollo Sostenible; el reconocimiento europeo del derecho de los pueblos la autosuficiencia alimentaria y la declaración de que la política comercial de la Unión se fundamenta en los principios de reducción de las desigualdades internacionales, la solidaridad y el desarrollo sostenible.
Que estas cuestiones tan elementales para una correcta estructuración de la sociedad no estén recogidas en el tratado constituyente, ejemplifica bien a que intereses sirve el proceso de unificación monetaria y de mercados. La renuncia de los dirigentes de la Unión Europea a construir una Europa democrática y social está en la base de la desafección ciudadana con el proceso institucional comunitario.
La redacción del Tratado Constitucional refleja la prevención y el miedo a que los ciudadanos puedan reclamar una construcción europea alternativa, que queda certificada como equivalente a “pedir lo imposible”. Imposible se considera, por ejemplo, una política orientada al pleno empleo, o la armonización de las políticas sociales. Imposible es, a juicio de los redactores del proyecto de tratado, situar la defensa legal del bienestar de los ciudadanos por encima de las leyes mercantiles de la competencia, y en todo caso se admite aquella siempre que sea “compatible” con esta. Imposible, en fin, la renuncia a la guerra como instrumento de política exterior.
Frente a la lógica inapelable del capital, que domina este texto constitutivo del devenir inmediato de la Europa unida, habría que señalar con claridad, en primer lugar, la viabilidad de una alternativa a esta orientación de la construcción europea no se enfrenta a dificultades de tipo técnico o económico, sino políticas y sociales. No existe ningún nexo inevitable entre el euro y la política económica actualmente predominante en Europa: la moneda única podría existir en otras condiciones políticas y sociales, junto a políticas económicas expansivas y no neoliberales. Hoy no existe hoy ningún espacio para el retorno a la “soberanía perdida” o sea, que no hay ninguna posibilidad de éxito para quienes pretendan encerrarse en un horizonte político y reivindicativo nacional. Por el contrario, la moneda única abre nuevos espacios de intervención política y exige una adecuación de las propuestas programáticas a la nueva articulación de los ámbitos institucionales y de poder.
En otros términos la movilización social requiere un trabajo político en el ámbito local, pero la agenda económica y política debe ser pensada en la dimensión global de la Unión. A este respecto es decisivo que los trabajadores sepan asumir formas organizativas adecuadas al nuevo contexto, formas mucho más “flexibles” y articuladas internacionalmente que las actuales. Solo así será posible realizar una recomposición del movimiento obrero, lo cual significa hoy reagrupar a escala continental los sujetos del trabajo, del no trabajo, del trabajo negado. Condición esta imprescindible para poder modificar la relación de fuerzas entre capital y trabajo y dar finalmente vida a una “Europa del trabajo y de los pueblos” que hoy parece aun un poco más lejana.
* El autor acaba de publicar, junto a Luciano Vasapollo, “La Recomposición de Europa. La ampliación de la Unión Europea en el contexto de la competencia global y las finanzas internacionales”, Barcelona, El Viejo Topo ISBN: 84-95776-94-4
Petición por un Verdadero Tratado de la Europa Social
Nosotros, ciudadanos de Europa, convencidos de la necesidad y urgencia de construir una Europa fuerte, que afirme alto y claro la dignidad del hombre en una época en la que parece con frecuencia olvidada, demandamos a nuestros gobernantes que completen los textos constitucionales en proceso de negociación con un verdadero Tratado de la Europa social sobre el modelo del texto adjunto:
Proyecto de Tratado de la Europa social
Este texto debe insertarse en la Parte III (Las políticas y el funcionamiento de la Unión)- Constituye el Título III.
Nosotros, Pueblos unidos de Europa, no podemos aceptar por más tiempo que la precariedad, la pobreza y la exclusión rebajen nuestra cohesión social y los fundamentos mismos de nuestras democracias. La historia de nuestro continente ha mostrado que la injusticia social puede provocar estragos considerables y puede incluso dar lugar a épocas de horror. Se dice que “las mismas causas producen los mismos efectos”… Nosotros rechazamos que nuestros hijos sean condenados a vivir en una sociedad de la precariedad. Nosotros no queremos que nuestros hijos conozcan el horror, sea en nuestro territorio o en otro lugar del planeta.
Artículo I – En nombre de la dignidad humana, en nombre de los valores que animaban a aquellos que durante el siglo pasado decidieron construir la paz, juntos decidimos hacer todo lo posible para construir una sociedad de bienestar, una sociedad de felicidad personal y de cohesión social. Nos damos diez años para lograr estos cinco objetivos:
1° un empleo para todos: una tasa de paro inferior a 5%;
2° una sociedad solidaria: una tasa de pobreza inferior a 5%;
3° un techo para cada uno : una tasa de alojamientos inadecuados à 3%;
4° la igualdad de oportunidades : una tasa de analfabetismo a la edad de 10 años inferior a 3%;
5° solidadridad con los puebos del Sur: una ayuda pública al desarrollo superior al 1% del PIB.
A los Estados que no satisfagan estos criterios sociales en 2015 se les aplicarán sanciones comparables a las destinadas a los países que no respetan los criterios de Maastricht .
Artículo II – Para facilitar el logro de este objetivo de cohesión social, la política aplicada por el Banco central europeo persigue un doble objetivo: luchar contra la inflación y sostener el crecimiento. Estos dos objetivos tienen la misma importancia. A fin de asegurar la mejor coordinación posible entre la política monetaria y las otras dimensiones de un policy mix favorable a la cohesión social, una ley marco definirá las modalidades de diálogo de el BCE y de la Comisión.
Artículo III – La regla de mayoría cualificada se aplica a las decisiones que tengan por objeto la armonización de las fiscalidades
Artículo IV – La construcción de la Unión no se puede hacer solo por medio del mercado. El interés general no puede ser la suma de los intereses privados que expresa el mercado. El largo plazo, el desarrollo sostenible, el respeto a los derechos fundamentales como la cohesión de los territorios no pueden ser asegurados de forma duradera por las reglas de la competencia. Por ello la Unión reconoce, en igualdad con el principio de competencia, el principio del interés general y la utilidad de los servicios públicos. La Unión vigila el respeto del principio de igualdad en el acceso a los servicios de interés general para todos los ciudadanos y residentes. Se dedica, junto con los Estados miembros, cada uno en el marco de sus competencias, a promover los servicios de interés general en tanto que garantes de los derechos fundamentales, elementos del modelo social europeo y vínculos de pertenencia a la sociedad del conjunto de ciudadanos, ciudadanas y residentes. Cada Estado miembro está llamado a garantizar el acceso a servicios de interés general de calidad para todos los ciudadanos y residentes. Cada Estado miembro está llamado a asegurar su funcionamiento y financiamiento. Una ley marco europea precisará estos principios a nivel de la Unión. La Unión vigila para que se respete el principio de subsidiaridad y de libre administración de las colectividades locales.
Artículo V – El Parlamento europeo queda encargado de elaborar una Carta del desarrollo sostenible que será integrada en el Tratado constitucional del mismo modo que la Carta de los derechos fundamentales. Esta carta del desarrollo sostenible deberá ser adoptada antes de 2009.
Artículo VI – Europa reconoce el derecho de los pueblos a la autosuficiencia alimentaria. Desde la adopción de esta Constitución, la Unión debe hacer coherentes con este principio sus posiciones en las negociaciones internacionales. Parar las exportaciones subvencionadas, regulación de los volúmenes y de los precios de las grandes producciones… en coherencia con este principio, la Unión debe reformar su propia política agrícola durante el año siguiente a la adopción de este Tratado constitucional.
Artículo VII – La política comercial de la Unión se fundamenta en los principios de reducción de las desigualdades, de solidaridad y de desarrollo sostenible. Cada año, el Parlamento europeo debatirá sobre el balance de la política comercial de la Unión y de sus objetivos.
http://www.europesociale.com/petition.php
LA FORMACION DEL PRECARIADO, UNA IMPOSICION DE LOS QUE TIENEN EL PODER
(EL CAPITAL FINANCERO DE BANCOS Y MULTINACIONALES) OTROS PONEN EL TEATRO HACIENDOLES LEYES Y PACTO SOCIAL (POLITICOS Y SINDICATOS INSTITUCIONALES)
Durante los últimos 150 años ha habido una batalla sin cuartel, a nivel planetario, entre dos sistemas: Capitalismo y Comunismo. No son dos sistemas “filosóficos” o dos “formas de ver la vida”. Son dos sistemas que responden a los intereses, bien materiales, de distintas personas con conciencia clara de sus intereses y organizadas en la defensa de esos intereses. Es decir: la lucha de dos clases; antagónicas, porque no pueden conciliarse los intereses de cada una de ellas. Su caracterización:
Propiedad privada de la tierra y de todas sus riquezas.
Propiedad privada de todos los medios de producción.
CAPITALISMO
Apropiación por los más fuertes de toda la riqueza (natural o producto del trabajo humano).
Economía competitiva o de “libre mercado”
El trabajador y la trabajadora son una mercancía más.
La tierra y todas sus riquezas son propiedad de la sociedad.
SOCIALISMO
Los medios de producción son propiedad de toda la sociedad
Economía planificada, al servicio de todos y cada uno de los elementos de la sociedad.
Antes de la Revolución Soviética de 1917 no había nada: ni salario mínimamente digno, ni jornada laboral regulada, ni seguro de enfermedad, ni pensión de jubilación… sólo masas hambrientas por un lado y, por el otro, unos pocos potentados que lo poseían todo.
Es curiosa la coincidencia: a partir del triunfo de la Revolución Soviética es cuando en los países capitalistas “se ve la necesidad” de aplicar mecanismos correctores a la barbarie: porque los trabajadores tenían un ejemplo a seguir y reclamaban su derecho a una vida digna, con luchas impresionantes y afrontando no menos impresionantes represiones.
Es entonces cuando se va regulando la jornada de 8 horas (por seis días a la semana), las “subvenciones para los sin trabajo”, el seguro de vejez… Es en los años 70-80 cuando esta gama de derechos y servicios sociales (el Estado del Bienestar) llega a su punto más alto. Durante un tiempo los trabajadores de los países desarrollados han disfrutado de coberturas sociales más o menos amplias, jubilación, seguro de enfermedad, vacaciones, jornada regulada… etc. Los intocables tuvieron que ceder porque casi un tercio de la Humanidad se regía por otro sistema social en el que ellos, los todopoderosos, no tenían cabida. Y claro, era un pésimo ejemplo para los trabajadores del resto de los países. Pero ese ejemplo cayó (por el acoso del mundo capitalista y por graves errores y degradaciones propios); ya no hay referencia ni esperanza alguna, y los intocables vuelven a la carga con todos sus efectivos.
Lo moderno es volver a los orígenes. Eso sí, con algunos retoques:
Nadie cuestiona que deba existir una prestación de jubilación… pero lo más pequeña posible para que, quien pueda, se pague una privada e individual, a través de un fondo que controlan los grandes banqueos.
Lo mismo para la Sanidad, los Transportes, las Comunicaciones, la Educación (por cierto, EE.UU. es el único país del mudo que no considera la educación como un derecho fundamental).
Hay que privatizarlo todo, porque hay que hacer negocio de todo. Nos venden que las privatizaciones crean riqueza. Es mentira: crean unas cuantas fortunas, a cargo del empobrecimiento y peores servicios para la sociedad. El ejemplo de los ferrocarriles británicos es bien patente: el paradigma de la puntualidad y el buen servicio se ha convertido, gracias a la privatización, en un servicio desastroso… y peligroso: durante decenios nunca se habían dado tantos accidentes ferroviarios en Gran Bretaña.
Y, por supuesto, también el trabajo debe volver a sus orígenes: Hay que acabar con la jornada de 40 horas semanales, el salario y las condiciones laborales dignas (somos los primeros de Europa en accidentes laborales).
Éste es el fenómeno que estamos viviendo. Destrucción de la cobertura social básica, privatización de las empresas que eran de toda la sociedad y destrucción de miles, de millones de empleos dignos para volverlos a la situación original. Lo que llamamos precariedad laboral no es más que la vuelta a los orígenes: la potestad de unos cuantos para poder contratar al precio más bajo y echar sin traba ni indemnización alguna,. ¿Indemnización por despido? Sí, para los banqueros Corcóstegui (17.000 millones) y Amusátegui (7.000 millones).
NO HAY NINGÚN FENÓMENO ECONÓMICO NUEVO QUE LLEVE A NUESTRAS SOCIEDADES A LA PRECARIEDAD LABORAL Y AL DESAMPARO DE SERVICIOS. NADA NUEVO… SALVO QUE NO HAY QUIEN LES PARE. De hecho, el PIB sigue creciendo año a año; sólo que los empresarios se van quedando cada vez con un porcentaje mayor. Ellos vuelven a lo tradicional: a dejarnos desnudos de cualquier protección para que tengamos que trabajar lo más barato posible, para que no podamos planificar nuestras vidas, para no poder decidir sobre los servicios necesarios. ¿Qué podemos exigir ya a una Telefónica privada, o a un hospital o colegio privados?
Son burdos, muy burdos: nos dicen que hay crisis, que hay que despedir empleados fijos, que hay que contratar en precario… mientras ellos, los gestores de las grandes empresas y bancos ganan sueldos de escándalo, los más altos que han cobrado en 50 años.
El mismo ejercicio económico que les sirve para justificar el despido de miles de trabajadores, es justificativo de que los grandes gestores cobren tres, cuatro, diez veces más que en el ejercicio anterior.
Así las cosas, ¿qué dicen, cómo actúan los nuestros, nuestros representantes políticos de izquierda y nuestros sindicatos?
A mediados de los años ochenta se hizo público un documento, elaborado por los socialdemócratas alemanes, que rápidamente llegó a categoría de catecismo socialdemócrata universal, en el que daban testimonio de la realidad social en que se encontraban los países desarrollados y exponían la diferencia fundamental entre la acción que desarrollaba la derecha y la que debería llevar a cabo la izquierda.
La situación la caracterizaban por el Modelo de los Tres Tercios:
Es evidente que, más que la sociedad de los tres tercios, habría que denominarla de los tres estratos, porque las tres partes son de dimensiones muy diferentes entre sí, pero, de momento, dejemos esto de lado.
El tercio superior lo componen aquellas personas que poseen un bienestar económico que raya en lo insultante: son los que tienen más dinero del que jamás podrán gastar. Son los triunfadores, el modelo a seguir por toda la sociedad.
El tercio inferior está compuesto por los que no tienen nada, o casi nada: si tienen empleo, es circunstancial, mal pagado, generalmente, no generador de derechos posteriores (desempleo, jubilación… etc.). Si no tienen empleo, lo normal es que ya no cobren ninguna prestación; a lo sumo, una mínima cantidad asistencial. Son los parias del sistema, los que han sido excluidos de él y que, generalmente, además, acaban desarrollando un sentimiento de autoexclusión. Es un tercio que no preocupa mucho porque no votan, no se manifiestan… a lo sumo ponen un toque de mal gusto en las calles.
El tercio central lo componen todos aquellos que viven, básicamente, de un salario: sea éste alto o bajo. Son la parte dinámica de la sociedad: los que tienen unos ingresos más altos, intentan por todos los medios acceder a ese tercio superior que tienen tan a la vista. Y los que tienen unos ingresos modestos, suficientes nada más que para ir tirando, harán lo posible por escalar dentro de su zona y, sobre todo, por no caer en la zona de exclusión; una zona a la que pueden caer fácilmente, a consecuencia de un ERE, una quiebra empresarial o una enfermedad profesional (no reconocida, claro, como lo son la inmensa mayoría).
Esta era básicamente la caracterización que hacían de nuestras sociedades avanzadas. Y entraban a la actuación:
Sabido es, decían, que la derecha se ha caracterizado, desde siempre, por dejar que las zonas se ampliasen o decreciesen, en “total libertad”, sin intervención del Estado, dejando que entre los individuos se desarrollase una lucha por la supervivencia en la que triunfarán, cómo no, los más fuertes, y perderán los más débiles, los que no han sabido jugar sus bazas, los que no han sabido aprovechar su oportunidad… porque, eso sí: lo justo es que todo el mundo tenga una oportunidad.
Con lo cual, la derecha lucha por que desaparezca cualquier tipo de subvención, protección al desempleo, servicios sociales (Sanidad, Educación, Jubilación, Contratación estable… etc).
La izquierda debe diferenciarse de la derecha por no permitir este darwinismo social tan salvaje. La izquierda debe mantener o introducir mecanismos que suavicen las relaciones sociales: por cultura, y porque es la forma más segura de evitar tensiones sociales que, en determinadas circunstancias, podrían ser explosivas. La izquierda, pues, lucharía por mantener un estructura básica de cobertura para toda la sociedad (Sanidad, Educación… etc) y, además, por que parte de los presupuestos del Estado se dedique a ayudas asistenciales que sirvan para paliar la situación inhumana del estrato marginal. Por arriba todo seguiría igual, pero por abajo la sensación de permeabilidad entre las capas contiguas sería un factor de integración social… etc, etc.
Como vemos, nada de cuestionar el sistema, nada de crítica, ni siquiera el desahogo de un calificativo trasnochado como “explotación del hombre por el hombre” ni, por supuesto, nada de buscar una alternativa social más justa. Simplemente la aplicación de mecanismos que hagan más llevadero el sistema, evitando, en lo posible (si no es posible, ¡qué le vamos a hacer!) el espectáculo de millones de personas muriendo de hambre, o rebuscando en los basureros.
Bien. No seamos radicales, repasemos la política realizada y sepamos valorar los cambios introducidos: ya habrá tiempo para decir que nos resultan insuficientes y que queremos más.
Desde entonces a acá han pasado veinte años. Ha habido gobierno socialista en España, social-comunista en Francia, indefinible-olivarero de izquierdas en Italia, actualmente hay gobierno socialdemócrata en Alemania y laborista en Gran Bretaña. ¿Resultados?
España: Privatización de todas las empresas públicas rentables. Reforma laboral que implica que el 93% de los contratos de trabajo sean temporales, hasta alcanzar una temporalidad del 35% sobre el total de trabajadores. Disminución de la pensión de jubilación, por la vía de aumentar los años de cálculo… Para acabar ahogados en la corrupción (Filesa, entrega de Galerías Preciados al golpista venezolano Cisneros, entrega de Rumasa a los amiguetes…). El resultado, ya lo vimos: Aznar.
Italia: Idem de idem. Resultado: Berlusconi.
Francia: A pesar de ser el único gobierno que promulgó alguna ley progresista (35 horas, jubilación a los 60), su política de privatizaciones llevó… a tener que volcarse la izquierda, votando a Chirac, ¡para que no saliera Le Pen!
Gran Bretaña: Veremos los resultados. Aquí Blair se encontró con la ventaja de que ya quedaba poco por desmantelar (ya lo habían hecho Teacher y ), pero, con todo, su defensa de la “flexibilidad laboral” y la iniciativa empresarial (documento conjunto con Aznar), más el alineamiento con Bush, Aznar y Berlusconi en la invasión de Iraq, puede desembocar en la vuelta de los conservadores.
Alemania: Era nuestra esperanza: un gobierno socialdemócrata defendiendo, a capa y espada, el bien asentado Estado del Bienestar alemán, pero… ¡resulta que son ellos los que están desmantelándolo! ¡Están haciendo lo que no se atrevieron a hacer las derechas durante veinte años de gobierno ininterrumpido!
En fin: no sólo han puesto en práctica su moderada política de adecentamiento de la salvajada capitalista, sino que no tienen empacho en ejercer de “tontos” que le hacen el trabajo sucio a la derecha.
Pero, ¿son de verdad tan tontos, tan ineptos? ¿Se dejan engañar?, ¿o es que son débiles y no se atreven a confesarlo?
Podríamos estar años y años repitiéndonos las mismas preguntas sin llegar a ninguna conclusión válida. Somos nosotros los que nos engañamos una y otra vez, porque no nos atrevemos a aceptar una realidad tan evidente.
Vamos a ver si somos capaces de explicarnos. Para ello, vamos a cambiar el modelo rectangular de los tres tercios por uno esférico. Por llevar la contraria.
Capa de los intocables, de los que dominan la economía de un país, cuando no del mundo y, por supuesto, controlan y deciden la vida de los habitantes de las esferas interiores. El grosor de la capa está muy exagerado, porque son poquísimos; ¿300, 500, a nivel doméstico? Pero, eso sí: son poderosísimos, sobre todo en lo que se refiere al poder de corrupción que tienen sobre personas, partidos, sindicatos, corporaciones, ONGs… etc. El método es sencillísimo pero eficaz: les prestan dinero y después les amenaza con cobrárselo. ¿No es perverso?
También está muy exagerado el grosor de esta corona esférica, porque sus habitantes no son tantos en comparación con los de las dos esferas interiores. La componen tres castas, los dirigentes de tres sectores: el político, el de los intelectuales paniaguados por los de la esfera superior, que tienen acceso a todos los medios de comunicación, y el sindical.
Esta esfera y la siguiente son las más masivas: las componen la inmensa mayoría de la sociedad, aquellas personas que se ganan la vida con su trabajo, sea del tipo que sea, aunque mayoritariamente asalariado. Su aspiraciones son muy uniformes y “lógicas”: poder vivir con un mínimo de comodidades y de seguridad para poder planificar su vida, sacar adelante a los hijos, tratar una enfermedad sin arruinarse…
Los habitantes de esta esfera han sido o aspiran a ser trabajadores con un salario digno y en condiciones aceptables, pero, unos han sido expulsados del mercado laboral en un momento de su vida y se encuentran, de pronto, con que con cuarenta años ya son viejos para trabajar. Hay algo, además, que los hace poco atractivos para el “empleador”: tienen memoria, recuerdan lo que era trabajar en condiciones dignas. Y uno de los objetivos de los intocables es que se pierda esa memoria histórica, que los nuevos trabajadores partan de cero, a todos los niveles. Otros, por el contrario son jóvenes, sin experiencia alguna, y el “empleador” trata de hacerles creer que lo moderno es esto: contrato precario, mal pagado, sin regulación alguna de la jornada laboral, sin respeto a las mínimas disposiciones de seguridad en el trabajo. No pueden hacerse ningún proyecto de vida porque no saben si mañana trabajarán o no.
Y, por supuesto, habitan esta esfera los que no tienen más ingresos que alguna ayuda asistencial, si es que han tenido la suerte de conseguirla. Los emigrantes sin papeles son moradores fijos de esta zona.
Las dos esferas interiores están separadas por una membrana absolutamente permeable: el tránsito entre una y otra es sencillísimo; depende de un contrato fijo o de una mala situación en la empresa en la que trabajas para subir o bajar.
La esfera superior es absolutamente impermeable. Ocurre, como a lo largo de un periodo geológico se forma una estalactita, que un poderoso se arruina o que un modesto se labra un imperio comercial, explotando, sin escrúpulos, a los demás. Pero es una casta cerradísima y que tiende a ser cada vez más reducida, por el bonito método de devorarse unos a otros.
Los de la esfera superior quisieran que bajo ellos sólo hubiera una gran esfera como la cuarta: gente sin ningún derecho, obligada a vender su fuerza de trabajo por el menor coste posible y el que no lo hiciere, podía morirse de hambre, tranquilamente. Pero ése ha sido el problema con el que se han encontrado muchas veces: que la gente no siempre ha estado dispuesta a morirse de hambre tranquilamente: en ocasiones se ha rebelado y ha puesto en peligro a los intocables.
Con gran dolor de su alma y de su bolsillo han debido renunciar a parte de sus ganancias para costearse dos medidas de seguridad:
1- Crear un colchón a su alrededor, formado por gente bien pagada, que represente el triunfo del modelo y la posibilidad de acceso a ese estatus.
2- Configurar un cuerpo jurídico, político, administrativo que haga la ilusión a los de las esferas inferiores de que todas las medidas sociales, incluso las más duras, emanan de una voluntad social (es toda la sociedad la que ha determinado como mejor, o menos malo, que los contratos basura sustituyan a los fijos y dignos). Ya no son los intocables los que hacen las leyes: ahora las hacen los elegidos por la voluntad popular.
Esta estrategia, ingeniosa pero burda, fue puesta en evidencia por los clásicos del marxismo: el Estado está al servicio de la capa de los intocables. Tomemos el Estado, pongámoslo al servicio de los que trabajan por un salario, despojemos de su poder a los parásitos insaciables que se han apoderado de toda la riqueza del mundo y el Estado dejará de ser necesario.
En base a esa idea la socialdemocracia, partido de los trabajadores organizados, se pone a la labor de tomar el Estado (por métodos pacíficos y democráticos). Lo han logrado en numerosas ocasiones y en diversos países… pero cuando están en disposición de darle un giro fundamental… los vemos, como ahora, apoyando los intereses de los intocables. ¿Volvemos a las preguntas?: ¿Qué les pasa? ¿Son tontos?, ¿son débiles?
No: con matices más o menos importantes, más o menos acusados, defienden también los intereses de los intocables.
Esa es la verdadera misión de las castas política y sindical: convencernos a los de las esferas interiores de que no se puede ir más lejos de lo que ellos propugnan. Ellos son el verdadero colchón entre los intocables y la inmensa mayoría de la población. Han dejado de ser representantes de nuestros intereses (si es que alguna vez lo fueron): unos con conciencia plena de lo que hacen; otros, “obligados” por la amenaza de embargo que pesa sobre su organización.
En vez de preguntarnos sin son tontos o débiles, hagámonos otras preguntas. Sobre su “independencia” con respecto a los intocables:
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- Desde el año 82 al 2004 ¿a cuánto asciende la deuda condonada al PSOE por cajas de ahorro y otras entidades financieras? ¿Cuál es su deuda actual? ¿Cómo y cuándo la pagará?
- ¿Cuál es la deuda de IU? ¿Cómo y cuándo la pagará?
- ¿Hasta cuándo permanecerán congelados los pagos que debe hacer UGT para saldar el fraude de la PSV?
- ¿Cuántos cientos de miles de millones de pesetas manejan CC.OO. y UGT de los fondos para la formación continua?
- ¿Qué pintaba Luis Solana en la Trilateral?
- ¿Y su hermano, Javier Solana, como jefe de la OTAN?
- ¿A cuento de qué a Antonio Gutiérrez, ex Secretario General de CC.OO. se le da un puesto bien retribuido en la Fundación Caja Madrid?
- ¿Cómo es posible que el jefe de los sindicatos venezolanos apoye un golpe de estado para poner de Presidente de Venezuela al jefe de la patronal?
- ¿Cómo es posible que la CES le muestre su solidaridad?
- ¿Cómo es posible que Fidalgo, actual Secretario General de CC.OO., por no molestar a Telefónica, es capaz de escribir una de las páginas más infames del sindicalismo, llegando a despreciar a los trabajadores de SINTEL (90% de afiliación a CC.OO.), que, ellos sí, han escrito una de las páginas más hermosas del movimiento obrero, luchando ejemplarmente contra la precarización del Sector de las Telecomunicaciones? ¿Tendrá algo que ver el dinero que el Fondo de Pensiones de los trabajadores de Telefónica reporta a CC.OO. y UGT?
Sobre el carácter de casta:
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- ¿Por qué partidos de izquierda, tan comprensivos con la necesidad de no disparar los salarios para tener controlada la inflación, aprueban sistemática y unánimemente subidas salariales desorbitadas para diputados, alcaldes, concejales, magistrados…?
- ¿Por qué, tan preocupados también por la supervivencia del régimen de pensiones, no hacen reparo alguno hacia su régimen especial de paro y pensiones?
- ¿Por qué se repiten, a lo largo de la Historia, apellidos de familias que siempre han estado en la vida política de un país (por ejemplo: Aznar o Calvo Sotelo, por la derecha; Solana-Madariaga, Maragall, por la izquierda).
- ¿Cuántos años lleva el Colegio del Pilar de Madrid fabricando líderes de izquierda y de derecha?
Son muy burdos, pero es curioso que las castas política y sindical callen o les justifiquen. Para eso les pagan.
Hay que pasar de esta casta caduca y podrida. La lucha por la defensa de la cobertura social, por el empleo fijo y contra la precariedad debemos hacerla sin contar con ellos.
No son dudas. Son evidencias a miles las que nos están gritando que esta gente no representa ni defiende los intereses de la inmensa mayoría de los trabajadores. El problema es que preferimos seguir engañándonos, porque romper con lo cómodo (aunque inoperante) es duro: significa tener la voluntad y dedicar el esfuerzo necesario para hacer nuestras propias organizaciones.
El nos destruye a nosotros y destruye a la Naturaleza.
Es imprescindible que todos los que nos sentimos de izquierda y queremos ser consecuentes con ello, reflexionemos sobre el papel de freno que están jugando nuestras propias direcciones, prescindamos de ellas y nos organicemos para construir, de verdad, sociedad en la que creemos.