A los parados
Miguel Riera Montesinos
Desempleados españoles, abandonad toda esperanza: el gobierno no va a mover un dedo por vosotros.
No tiene la menor intención de impulsar medidas efectivas para crear empleo. Ni el gobierno, ni los presidentes de las comunidades autónomas con competencias para ello. Combatid o resignaos: nadie va a preocuparse por vosotros, sois como mucho un arma arrojadiza entre politicastros. Sois un engorro, un lastre, sobráis. Y encima, hay que pagaros durante un tiempo el desempleo, estropeando las cuentas triunfalistas del ministro de Hacienda.
Así que combatid o resignaos: sólo tenéis esas dos opciones.
Hasta ahora os domina la resignación. Con seis millones de parados cualquiera esperaría alborotos mayúsculos en las calles. Y algo ha habido, lo está habiendo y lo habrá. Pero no es suficiente.
A despecho de las declaraciones eufóricas de algunos miembros del gobierno –con notables meteduras de pata, como las protagonizadas por Montoro y la vicepresidenta– la recuperación, si se consolida, simplemente va a evitar que continúe el descenso a los infiernos de las cuentas del Estado. Pero prácticamente en nada va a afectar a los ciudadanos, y mucho menos a los parados. Todo lo contrario: los de arriba nos tienen bien sujetos, y van a continuar exprimiéndonos hasta dejarnos más planos y secos que el papel de barba. Hay que pagar la deuda, enorme, monstruosa, creciente, y eso solo puede conseguirse, y a muy largo plazo, profundizando la devaluación interna, es decir, rebajando salarios, pensiones y servicios públicos. Como hasta ahora, y todavía más. Durante años. De crear empleo, nada de nada.
Condenados socialmente los sindicatos mayoritarios por la manipulación mediática de las derechas, por sus propios y graves errores y por algunos repugnantes mangoneos, a los parados ya no os quedan instituciones que os defiendan, salvo verbalmente en el parlamento, lo cual, como se ha visto, es más bien poca cosa. Así que si no os lo tomáis en serio, si no empezáis a plantar cara de verdad, estáis aviados: muchos no volveréis a tener un empleo jamás. Es verdad que sermonearos sobre esto puede parecer un poco cínico. Sois la parte más débil del tinglado, y bastante hacéis con intentar sobrevivir. Y que encima haya quien os reproche una pasividad excesiva, cuando muchos de vosotros os pasáis el día buscando trabajo, puede resultar cabreante. Pero, ¿qué otra cosa podemos decir? ¿Qué podemos hacer? ¿Cómo ayudar a que salgáis de vuestro atolladero?
A mí, la verdad, dada la situación actual y las correlaciones de fuerzas, no se me ocurre gran cosa. Pero hay algo que sí sé: la resignación consolida la derrota.
Hubo un momento en que nos manifestamos indignados; luego caímos en distintas trampas, nos desinflamos en muchos lugares y casi nos extinguimos en Cataluña, desbordados por el debate identitario.
Quizás haya que empezar por ahí, por hacer aflorar de nuevo nuestra indignación. Por señalar claramente los objetivos que nos propongamos alcanzar, y entre ellos el más importante, que se implementen ya, urgentemente, políticas públicas de empleo.
Todo lo demás son estériles brindis al sol.
Por supuesto, sabemos que no van a escucharnos. Una gran bolsa de parados constituye un medio eficaz de control social y mantiene a la baja los salarios. Y el gobierno tiene otros objetivos. Le resbala la suerte de los millones de parados y sus familias. Está sordo ante las protestas y reclamaciones. Es una sordera profunda, consciente, prolongada. Para vencerla no bastan unos cuantos bocinazos.
Combatid o resignaos, entonces. Tomad vuestra vida en vuestras manos, y decidid. Os va mucho en ello.
Publicado en El Viejo Topo