La nueva geopolítica europea: hacia un bloque histórico en los países del Sur de Europa
Ramón Franquesa i Artés, Joan Tafalla
1.- La larga duración del siglo breve.
Una mirada a la actual situación geopolítica de Europa, del Mediterráneo y de Oriente Medio ha llevado a Alberto Burgio a hablar de “la larga duración del siglo breve”1. Más allá de la discusión sobre si nos encontramos en una prolongación de la situación anterior a 1989 o no, nos interesa su llamada a pensar los actuales conflictos en términos en larga duración histórica, yendo más allá de las contingencias de la política cotidiana.
El actual conflicto de Ucrania más que una prolongación, del corto siglo XX, nos parece la confirmación de una larga continuidad en la intervención sobre el espacio europeo de diversas potencias: Francia y Alemania (desde 1870), Inglaterra (1914) y USA (desde 1917) frente a Rusia. Conviene recordar que los proyectos de Rusia tienen un marco geopolítico diferente: el euroasiático2.
En esta aportación tratamos de insertar los problemas creados por la expansión territorial de la Unión Europea y de la OTAN hacia el este y el sur del continente y la creación una moneda única en esa perspectiva de larga duración.
El nuevo orden europeo: una propuesta de largo recorrido.
La recuperación por parte de Alemania de la hegemonía en gran espacio europeo es un centro de anudamiento del conjunto de contradicciones presentes y operantes en ese marco de lucha de clases. Esta recuperación es el último episodio de una larga lucha interimperialista que se desarrolla en Europa desde por lo menos 1917, es decir desde la decisión por parte del presidente Wodrow Wilson de intervenir en la primera guerra mundial. La derrota del imperialismo alemán en 1918 y los Tratados de Versalles supusieron una derrota de sus aspiraciones de dominio sobre la Mitteleuropa y la construcción del eje Berlín, Estambul, Badgad. Al mismo tiempo, impusieron a Alemania y a su pueblo, unas condiciones terribles e injustas, cuyas consecuencias principales fueron el nazismo y la segunda guerra mundial.
La derrota de 1945 no significó el fin de las principales pretensiones geopolíticas del gran capital alemán. No olvidemos que la geopolítica, creada y difundida como “ciencia” desde finales del siglo XIX, recibió un nuevo impulso tras los tratados de Versalles que destruyeron el imperio austro-húngaro y que modificaron tantas fronteras europeas. Remarquemos que la creación y el desarrollo de la geopolítica es anterior a su asunción y su aplicación radical por parte del nazismo entre 1913 y 1945.
Karl Polanyi nos advirtió en su día de que: “Si existió alguna vez un movimiento político que respondiese a las necesidades de una situación objetiva, en vez de ser la consecuencia de causas fortuitas, ese fue el fascismo”3.
La “ciencia” geopolítica y su desarrollo estaban claramente al servicio de un determinado programa: la sujeción colonial de toda la Mitteleuropa y la salida del área germana al Mediterráneo. En el debate geopolítico desarrollado en las altas esfera del régimen poliárquico nazi se dilucidaban los destinos del entero continente en torno a tres conceptos claves: Lebensraum (espacio vital), la creación de un Neuordnung europeo (Nuevo Orden europeo) o la Großraumwirtschaft (economía del gran espacio). Paolo Fonzi ha definido los matices entre las diversas escuelas económicas y geopolíticas internas al nazismo del siguiente modo:
“El Großraum era presentado como equivalente al concepto de Lebensraum, pero mirándolo bien, la formulación oficial de este último, dada por Hitler en el Mein Kampf, implicaba la expansión de los confines estatales, mientras que la idea de gran espacio, aún no excluyendo la conquista de territorios como solución de los problemas económicos, preveía la integración de diversas economías formalmente independientes. La ambigüedad es evidente si se considera la tentativa de algunos economistas contemporáneos de definir Europa no con el concepto de Großraum, si no como Lebensraumgemeinschaft, “comunidad de espacios vitales”. Según este concepto cada estado debía considerarse el espacio vital de los propios habitantes, lo que naturalmente quedaba excluido en la versión hitleriana del Lebensraum, que implicaba la lucha entre pueblos por la supervivencia”4. Giorgio Gattei y Paolo Fonzi5 han mostrado recientemente que el gran capital alemán barajó una alternativa a la ocupación de todo el espacio europeo: la creación de un espacio único europeo cuyo principal instrumento sería la creación de una moneda única6.
El resultado del compulsivo intento de conquista militar territorial de toda Europa no pudo ser peor para el gran capital alemán, y para sus proyectos geopolíticos. La liberación de la Mitteleuropa y de los Balcanes por parte del ejército rojo y el inicio esperanzador de la construcción de las democracias populares abrieron una nueva fase de la lucha de clases internacional. La liberación de Yugoslavia fuera de los acuerdos de Yalta y Postdam y el intento de Grecia, vinieron a añadirse a este panorama.
El gran pacto social de 1945 fue fruto de esa correlación de fuerzas. Podemos resumir ese pacto social de dimensiones europeas como una gigantesca y transnacional revolución pasiva desarrollada en el conjunto del territorio de Europa occidental. Podríamos resumirlo con la siguiente expresión: estado del bienestar a cambio de la renuncia a la revolución democrático-popular. Todo un sistema de valores, una entera cultura fue construida en torno a las grandes conquistas sociales de 1945. Constituciones como la francesa de 1946 y la aún más avanzada italiana de 1948 en las que se recuperaba el discurso de los derechos del hombre y del ciudadano, fueron adoptadas de forma más o menos consensuada. La propia declaración de los derechos del hombre de 1948 formaba parte de ese proceso, cuyos aspectos progresivos fueron truncados por la guerra fría.
Tras el estallido de la guerra fría, no era aconsejable tratar a Alemania del mismo modo que con los Tratados de Versalles. Las tres porciones de territorio alemán ocupadas por franceses, ingleses y norteamericanos debían unirse para constituir, en un primer momento, una marca fronteriza frente al comunismo. El 23 de mayo de 1949 fue creada la RFA. La RDA fue creada sólo tras la declarada intención de las potencias occidentales de dividir Alemania7. En el discurso oficial, la RFA pasó a ser “Alemania” y la RDA pasó a designar a los landers ocupados por el ejército soviético. Para construir tal baluarte era precisa una financiación inicial extraordinaria. Alemania no debía ser tratada como una potencia vencida. Mientras la URSS impuso a la RDA un duro programa de indemnizaciones por los daños de la guerra, los USA trataron a su satélite de otro modo. El 24 de agosto de 1953, 21 países firmaron en Londres un tratado internacional mediante el cual se reducía la deuda alemana en un 50 %, pasando de 23.000 millones a 11.500 millones de dólares. La RFA fue salvada de ese modo de la bancarrota. El otro 50 % hubiera debido ser pagada tras una hipotética reunificación. Pero Kolh se negó en 1990 a pagarla y le fue perdonada. De nuevo Alemania fue salvada de la bancarrota8.
La reconstrucción de Europa, corrió a cargo del European Recovery Program (ERP) más conocido como Plan Marshall. Entre 1948 y 1951, los USA vertieron en la parte occidental de Europa 12.700 millones de dólares. Las condiciones políticas del plan eran claras: expulsar a los comunistas de los gobiernos occidentales, impulsar la construcción de la Unión europea (como factor de integración de Alemania occidental en el nuevo espacio europeo post-bélico), la creación de la OECE, luego de la CECA en 1951 y, en 1957 de la CEE. En el origen de la Unión Europea se encuentra un acuerdo entre las burguesías imperialistas francesa de un lado y alemana por otro, financiado en gran parte por los USA.
Entre 1945 y 1989, el derrotado imperialismo alemán, debió consensuar, disputar y negociar con otras potencias europeas su estatus en ese espacio. Se trata una larga marcha de más de sesenta años cuya parábola está aún lejos de haber terminado. Durante los primeros 35/40 años, la RFA debió negociar su espacio y su poder con, sobretodo, Francia. El imperialismo alemán estaba sujeto, contenido, embridado. Pero esta situación de contención del imperialismo alemán cambió radicalmente con la caída del muro de Berlín, con la unidad monetaria alemana y con la anexión de la RDA a la RFA llamada unificación. Luego, con la sucesiva ampliación de la UE hacia el Este y el establecimiento de la unidad monetaria. Vladimiro Giacché9 ha mostrado la vinculación estrecha de la experiencia de la anexión de la RDA, con el proceso de neocolonización de la Europa meridional y oriental que se oculta tras la construcción de la Unión Europea. Tras un largo y trabajoso proceso que ha durado más de sesenta años Alemania ha recuperado la centralidad geopolítica (y geoeconómica) perdida en 1945. Alemania es el nuevo centro imperialista hegemónico en un área geográfica ocupada por los 28 países miembros y por cinco países candidatos.
1.2. Otros agentes en el espacio europeo.
Por supuesto el actual proceso europeo ha sido influido por otros proyectos imperiales. Las actuales contradicciones entre los USA y Alemania en el conflicto de Ucrania muestran que existen más elementos influyendo en el proceso. La postguerra facilito la intervención de un nuevo sujeto los EEUU. La financiación USA a la reconstrucción de Alemania de hecho financió a su actual adversario en el espacio europeo.
También Francia ha influido en esta conformación con sus propios proyectos (gestados desde Napoleón) e intereses. No debe olvidarse que este país dispone de una force de frappe y armamento atómico mientras Alemania si bien ha reconstituido su ejército y ya opera en el mundo, no tiene la hegemonía militar ni en Europa ni la OTAN.
Junto con estas influencias hay que señalar un nuevo factor: el proyecto neoliberal de jibarización de todo tipo de poder político de base popular y la reducción del papel regulador del Estado. Se trata de una ideología dotada de un proyecto político, cuyo objetivo es la reducción del papel del Estado y la privatización de todos los aspectos de la vida pública, incluidos la preservación del orden.
Se trata de una utopía reaccionaria y en su formulación extrema irrealizable. En realidad sin regulación no existe sociedad capitalista, ni mercado, ni propiedad. Pero no podemos subvalorar en absoluto la fuerza de ese proyecto, que deriva de la conjunción de dos elementos:
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Supone una ideología reaccionaria que racionaliza la oposición básica del liberalismo a la democracia, justificando un sistema social adecuado para las clases dominantes, con un discurso que tiene poder de convicción sobre los dominados. Se trata de una baza de enorme valor para la superveniencia del sistema después de que en 1917 se abriese un ciclo de irrupción de los trabajadores en la política
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Supone aumentos concretos, graduales y substanciosos de recuperación del beneficio privado para la oligarquía.
El único problema es que su aplicación integral, lleva a la ruptura económica, social y política. Al bloqueo del sistema, tal como Polanyi describió para el ciclo liberalizador de principios del siglo XX. Con él, las oligarquías caen bajo el efecto de un peligroso narcótico: el opio de los fáciles beneficios. Este anula el sistema nervioso, que deja de advertir la progresiva destrucción del cuerpo social. Puede que cuando choquen con la realidad se hayan convertido en un cadáver sin capacidad de reacción.
A partir de la caída del muro de Berlin se desató una radicalización del proyecto neoliberal en su sentido más doctrinario. El proyecto de la UE paso a ser meramente un medio de desregulación, de liberalización radical de mercados de capitales, bienes y trabajo. Se creía que la desaparición de la intervención política llevaría automáticamente al mejor de los mundos. Se recuperaba una visión religiosa del mito de la mano invisible. Esta radicalización se desarrollo sin un proyecto de articulación concreta sostenible. Ya no interesaba pensar ni tan siquiera en cuales eran las fronteras de la UE. Se había abierto un proceso de huida hacia adelante, en que la incorporación de más y más países ayudaba a desregular las políticas sociales de los países fundadores, a hundir el mercado de trabajo y a abrir inmensas posibilidades a la especulación financiera.
El crecimiento cuantitativo de la UE (habitantes, PIB, recursos, territorio…) ocultó su progresivo empeoramiento cualitativo, que quedó temporalmente oculto por juegos de artificio. Siendo uno de estos juegos de artificio el euro. La población a pesar de que con su implantación soportara un fuerte aumento de precios y una congelación de salarios, inicialmente fue poco consciente de lo que estaba pasando.
Dentro de la UE primero empezó a caer el nivel de vida en los países fundadores (y en primer lugar en Alemania con la unificación). Ese primer impacto fue soportado en la creencia de que esa caída seria transitoria y serviría para ayudar al desarrollo de los nuevos miembros. Pero pronto se iría poniendo de relieve, que a esos nuevos socios también se les iba a reducir sus derechos sociales y su nivel real de vida. Esto último no se visualizó de manera clara hasta la crisis, porque el acceso al crédito permitió mantener transitoriamente un espejismo de consumismo con bajos salarios.
Hoy la realidad se esta desvelando y muchos pueblos vecinos empiezan a declinar la invitación a subirse al carro de la UE: desde Islandia a Ucrania, mientras que los que están dentro empiezan a buscar la puerta de salida. Y no solo en el sur. En Finlandia empieza a predominar al idea que se equivocaron cuando se incorporaron al euro y miran con envidia la posición de Dinamarca y Suecia que renunciaron a estar en el euro.
En resumen, hay que ver la implantación del euro como un proceso fruto de diversas propuestas que coincidieron por avatares de la historia, para permitir su rápido desarrollo, pero que no se sustentó en un proyecto cuidadosamente elaborado, sino en una notable improvisación y decisión cortoplacista. Eso si, alimentada por substanciosos beneficios para la oligarquía, absolutamente desproporcionados a la riqueza real que producían.
Parecía que habían recreado el milagro de los panes y los peces: los capitales aumentaban, no por unos niveles normales de extracción de plusvalía, sino por desposesión de rentas y derechos de otras clases y la creación de incrementos financieros, que en realidad no estaban respaldados por productos ni servicios reales.
2.- El problema del sistema monetario europeo
2.1. Como y para que se instituyó el euro
Ante la brutal recesión que se esta produciendo en la zona euro, hoy los voceros del sistema intentan justificar el desastre reconociendo algunos errores en el sistema monetario del euro. Pero el colapso socioeconómico de la Unión Monetaria no es una disfunción técnica, sino que es producto directo de su diseño y concepción.
Con la creación del Euro se pretendió aparentar la existencia de un gobierno europeo, mediante el recurso de un símbolo de la existencia de un Estado: una moneda.
Pero en realidad la moneda es solo la punta del iceberg de un Estado. Para que este pueda existir de forma económicamente solvente, debe desarrollarse una hacienda única, un sistema fiscal común y un gobierno para administrar el presupuesto. Por supuesto, para que además ese gobierno sea democrático debe depender de los votos de los ciudadanos a través de un Parlamento con soberanía propia. Para que las instituciones sean democráticas, no basta con la crecida literatura sobre derechos humanos y democracia que tanto florece en la UE, sino que deben tener consistencia constitucional y mecanismos de democracia real. La moneda es solo la piedra de toque del aparato económico de un estado, no su fundamento.
Ninguno de estos requisitos previos se recogía en los tratados que hoy articulan la UE y su sistema monetario, del Tratado de Maastricht de 1992 al Pacto de Estabilidad y Crecimiento de 1997. Por ello desde una perspectiva analítica, era objetivamente un sistema monetario destinado a implosionar10.
Con la espectacular instauración del euro se pretendió escamotear la existencia de un gobierno de los ciudadanos de Europa. Los poderes financieros quisieron evitar la formación de un gobierno europeo sometido a sus ciudadanos. No es que existiera un déficit democrático. Es que se construyo un Leviatan institucional, para limitar la competencia, operatividad y solvencia de los poderes políticos existentes hasta ese momento en el marco nacional de cada estado. Poderes que estaban efectivamente (aun con limitaciones) en manos de los ciudadanos. No fue una construcción con errores, fue un ataque en toda línea al poder ciudadano y sus derechos.
Un verdadero Estado europeo hubiera significado otra cosa. Debía haber desarrollado un sistema fiscal común que hubiera terminado con la subasta a la baja de impuestos a las empresas entre los territorios de la UE, debía crear un presupuesto fuerte que permitiese respuestas contundentes a los diversos niveles de desarrollo de Europa, con políticas activas de equilibrio territorial y social.
Pero los tratados pretendían todo lo contrario. Buscaban reducir el poder de los parlamentos nacionales en su capacidad de desarrollar política social. Por una parte forzaban a abrir los mercados de capitales y por otra impedían una fiscalidad única. Por una parte facilitaban la movilidad de empresas y trabajadores, pero por otra impedían una legislación laboral y social única. Por una parte establecían barreras a la cobertura del gasto social en los presupuestos nacionales, y por otra impedían y prohibían dar cobertura desde el Banco Central Europeo a las administraciones que tuvieran problemas.
Hoy la UE es menos avanzada socialmente, más desigual, pobre, decadente, miserable, violenta. Simétricamente es menos justa, democrática, conservadora, con crecientes conflictos internos y con aumento de la extrema derecha.
2.2. El euro ¿potencial instrumento de cambio o grillete?
Hoy ya nadie se atreve a negar que la Unión Europea no funciona y que es necesario cambiarla en profundidad. Pero no hay en absoluto consenso sobre la dirección que deben tomar los cambios.
Los neoliberales plantean como salida, más de lo mismo. Según ellos Europa no funciona porque aún esta demasiado regulada y existe demasiada política de protección social. Su solución es más austeridad, desregulación y profundizar los ataques a las pensiones, educación, sanidad, salarios, etc. Si bien esta aproximación es aun hegemónica en el aparato mediático, día a día es más cuestionada, porque todos los sacrificios no solo no han servido para nada en 7 años, sino que para todo aquel que tiene ojos para ver, se trata de medidas que están agravando y empeorando la situación hasta extremos insostenibles.
Consiguieron convencer a una parte muy mayoritaria de la ciudadanía, incluyendo un amplio espectro político, social y sindical de la izquierda, de que esa construcción representaba un avance. Y los posos de esa labor hoy están obstruyendo y distorsionando los posibles caminos de salida.
Una parte amplia de la sociedad quiso convencerse de que si había moneda única, acabaría habiendo un gobierno común, política social común y derechos comunes, incluidos los laborales. Concebir tal sueño era sucumbir a lo superficial, al marketing y a la moda. Lo que se promovía era todo lo contrario. Con el euro se secuestraba cualquier posibilidad real de avanzar en la dirección de una Europa Social, articulada como un gobierno federal dependiente de los pueblos de Europa y garante de sus derechos.
Hoy a una parte de esta sociedad le cuesta mucho despertar de ese espejismo. Y así busca imposibles caminos de reforma del sistema, porque aun son esclavos de un discurso ya fracasado. Ello explica porque frente al discurso neoliberal hay sectores que siguen proponiendo reformar el sistema monetario, considerando demasiado fuerte o radical proponer su abandono.
Pero en una UE que no dispone de un gobierno común efectivo, aún en el caso de que se relajara la política monetaria ¿como se distribuirá la financiación entre estados? Inevitablemente los intereses nacionales pasarían por delante de los comunitarios y bloquearían toda acción común. Por ello las invocaciones a crear un fondo financiero europeo o a un papel más activo del BCE, son proyectos en el vacío porque no tienen marco institucional donde desarrollarse, en el tiempo real en que la Deuda va a estallar.
El sistema europeo obstruye las políticas sociales comunes y nacionales, cuando son más necesarias que nunca. Aunque se produjeran cambios parciales en el sistema monetario europeo, este no podría administrarse de manera satisfactoria, porque no hay entramado supranacional adecuado en las instituciones y tampoco existe un sujeto histórico ciudadano que pudiera empujar este tipo de reforma. Al contrario, el colectivo que debería constituir ese sujeto, esta estallando en mil conflictos de rivalidad y desencuentro, buscando en los pueblos vecinos las causas de los terribles males que les aquejan.
2.3. Que política monetaria para la transformación social?
Hoy la mejor salida es romper lo antes posible con los grilletes que supone para nuestra economía y sociedad, el euro y el sistema monetario europeo. Pero ello no basta. De hecho hay una salida al euro favorable a los conservadores y otra a los de abajo.
Ante la previsible estallido del euro las fuerzas conservadoras y oligopólicas, mientras niegan su posibilidad, empiezan a considerar y trabar una salida conservadora del euro que permita la devaluación de las monedas nacionales, pero mantenga la austeridad y la deuda ilegitima o una parte considerable de esta. Ahora sabemos que el año pasado se estuvo considerando muy seriamente esa posibilidad entre los poderes de la oligarquía europea. Esta opción supondría alargar la agonía de la recesión, pero evitaría momentáneamente un colapso económico. Por supuesto no es una opción favorable a las grandes mayorías, ni que permita a medio plazo una recuperación de la sociedad. Alargaría la depresión, pero no nos emanciparía de la deuda y el sistema que nos atenaza.
Por otra parte hay otra salida del euro, la favorable a las grandes mayorías. Una salida que supone romper con la moneda y el sistema monetario, para ajustar el valor internacional de la moneda, pero también para recuperar su control. Una salida que cuestiona íntegramente la deuda ilegitima y que busca activar una política de recuperación socioeconómica beneficiosa para las mayorías.
Las consecuencias de una salida del euro desde abajo, desde el empoderamiento popular son complejas y duras, aun siendo la mejor opción posible. ¿Que quiere decir romper con el sistema monetario europeo desde una perspectiva de emancipación? Quiere decir recuperar la soberanía del pueblo sobre la moneda que emplea. Y ello supone acciones contundentes y confrontar sus consecuencias previsibles. De modo sintético esta propuesta supondría que:
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La Deuda externa debería ser analizada y evaluada sobre su legitimidad. Aquella que tuviese un origen ilegitimo (por sus intereses, por su origen, etc.) no seria reconocida o podría ser objeto de una quita o de una renegociación en su tipo de interés y plazos de retorno.
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La Deuda remanente se convertiría a la nueva moneda nacional, lo que permitiría su desvalorización ante ataques a la nueva moneda. Ello forzaría a las finanzas internacionales a moderar las presiones contra ella porque toda caída de producción interna y de valor de la moneda, repercutiría en una mayor desvalorización de la Deuda remanente y aceptada.
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La ciudadanía sufriría los efectos de la inflación de la moneda. Lo que forzaría a una activación de la lucha social y sindical por la revalorización de los salarios. Por otra parte las deudas (por ejemplo hipotecas) perderían valor real y los depósitos especulativos también. La inflación forzaría a invertir productivamente el dinero, creando empleo y productos.
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La soberanía monetaria del Estado le permitiría cubrir la totalidad de su presupuesto sin injerencias externas de agentes como el FMI o la Troika):
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Por una parte podría desarrollar su política social en salud, educación o pensiones. Al Estado ya no le faltaría masa monetaria para poder pagar a sus funcionarios o los pagos a sus suministradores internos.
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Por otra parte la posibilidad de disponer de liquidez le permitiría hacer políticas activas de activación de la economía como construcción de infraestructuras, investigación, regeneración medioambiental y agraria, etc.
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Esa emisión monetaria generaría menos inflación, si activase trabajadores y capital desocupados. Aunque habría más billetes, habría también más productos generados por las personas y fabricas antes paradas.
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La desvalorización del tipo de cambio, aumentaría las exportaciones y reduciría las importaciones. Si en lugar de una moneda sobrevalorada como el euro, se dispusiera de una moneda más acorde con la realidad económica del país resultaría que:
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Los productos importados aumentarían de precio y su consumo disminuiría forzando la búsqueda de alternativas. Ello afectaría en nuestro país en primer lugar al la importación de productos energéticos (la mitad de nuestras importaciones) y a la posibilidad de viajar al extranjero. Previsiblemente aumentaría el consumo y producción de carbón, y favorecería una reconversión hacia la energía eólica y solar. Se recuperaría el turismo interior. Se recuperarían sectores industriales y agrarios afectados por actuales precios bajos de las importaciones. Ello activaría la producción y el empleo.
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Las exportaciones serían más competitivas sin tener que bajar los salarios. Ello activaría también la producción y el empleo.
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El Estado recuperaría el control sobre el movimiento de capitales y la especulación. Al ser una moneda propia, no gestionada ni controlada por fuerzas privadas (como hoy el BCE), seria más fácil y eficiente la lucha contra la fuga de capitales y la especulación. En este sentido se reduciría el interés del capital especulativo por nuestra economía y el exceso de financiarización, enviando una clara señal a los inversores para que actuaran en el ámbito de la producción, en lugar de la especulación.
Por supuesto habría dificultades. El Estado debería extender su ámbito de acción al sector bancario y probablemente se vería técnicamente forzado a su nacionalización.o establecer severos controles sobre la banca.
Al día siguiente de cambiar la moneda, no seria fácil hacer aceptar esta por quienes comerciaran con nosotros. Es previsible que fuéramos bloqueados por los países acreedores en el acceso a nuevo crédito para adquirir materias primas. Ello forzaría a buscar dos lineas de soluciones:
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Recurrir al trueque (cambiar productos por productos) para facilitar el comercio internacional de productos que necesitamos importar para nuestra producción: por ejemplo cambiar tomates por electricidad con Francia.
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Recurrir a nuevas fuentes de crédito en un ámbito geopolitico hoy muy abierto. En este sentido podemos ver como las últimas acciones de no pago de la Deuda en países como Argentina, Islandia o Rusia,, a pesar de las amenazar apocalípticas del FMI y la UE, han encontrado rápidamente (pocas semanas) nuevas vías de crédito en países como Venezuela, China o Brasil. Hoy con el escenario geopolítico de Europa, no es difícil prever de donde podrían surgir esas alianzas financieras.
3.- Las posibilidades de construcción alternativa
La Unión Europea y el euro, lejos de ser, como afirma la mayor parte de la izquierda europea, una construcción incompleta es un mecanismo adecuado a las necesidades y objetivos de quienes la diseñaron y para la liquidación de lo que quedaba de soberanía de los distintos estados. Su objetivo no es crear una nueva soberanía del pueblo europeo. Por el contrario, se trata de una superestructura que permite gobernar toda el área europea sometiéndola a un auténtico estado de excepción.
La liquidación de la correlación de fuerzas de 1945 ha supuesto la liquidación del Estado del Bienestar, de los sistemas políticos liberal-representativos y de los restos de las Constituciones avanzadas. Como dijera el Dante ante la entrada del infierno: lasciate ogni speranza, voi ch’entrate. Los buenos viejos tiempos del keynesianismo y del Estado del Bienestar y de las constituciones de post-guerra, no volverán.
Es por eso que el problema que discutimos está lejos de ser un problema de simple técnica económico monetaria. La tarea que pasa a primer plano consiste en la recuperación de la soberanía nacional de cada estado miembro . También lo es para los pueblos contenidos en estos estados. Aquellos pueblos o naciones sin estado que consideren que ha llegado el momento de desengancharse de los meridionales de su propio estado, para crear como se dice en Catalunya un estado propio dentro de la UE se apresuran a constituirse en nuevas colonias, más débiles aún si cabe, del centro imperialista alemán. Dentro de la UE, los estados nacionales son, cada vez más, simples superestructuras jurídico represivas al servicio de los mecanismos de intercambio y desarrollo desigual. Simples estados cipayos del imperio alemán. Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón ha caracterizó en 1997, esta situación con una metáfora eficaz: El Síndrome de Vichy11
La recuperación de la soberanía nacional por parte de los pueblos sin estado de Europa, tengan o no actualmente estado propio, no pasa por independencias débiles y subyugadas a la potencia imperial. Los pueblos de la periferia deben saber federar y confederar sus luchas por la soberanía nacional. La recuperación de la soberanía pasa por la salida del euro, por la creación de instrumentos propios de soberanía económica y por la creación de formas de cooperación económica entre los países PIGE, y por la creación de formas monetarias supranacionales capaces de resistir el envite del imperialismo económico nord-europeo
3.1. La desconexión nacional
Quienes desde posiciones progresistas se oponen a la salida del euro, plantean que son necesarias reformas en el sistema monetario europeo. Pero ¿son estas posibles? Para un proceso de reforma fuerte como el que sin duda sería necesario un sujeto político de ámbito europeo. Pero este sujeto no existe. Al contrario, nos encontramos con una profunda falta de sincronía entre los ciudadanos de los países miembros de la UE.
Pero si existen sujetos emergentes en el marco de los estados, que están impulsando una creciente contestación al sistema político y monetario, como lo indican las huelgas generales en Grecia, el 15M y el 22M en España, las amplias movilizaciones en Italia, Portugal o Francia. Todos ellos son procesos que muestran como crecientes sectores de la ciudadanía han empezado a dejar de aceptar y compartir el espejismo europeo y buscan recuperar su soberanía. Lamentablemente no es aún ni un proceso totalmente compartido, ni homogéneo. Contradictoriamente, aún en amplios sectores de Europa se mantiene la idea de que los problemas se deben a que los ciudadanos del sur son perezosos o corruptos congenitamente. Este tipo de percepción alimentada desde el poder, se nutre de los posos racistas y nacionalistas latentes en la cultura europea. Es más, ni tan siquiera es solo una incomprensión del norte hacia el sur, por cuanto también desde el sur se extienden prejuicios que asimilan la oligarquía y el pueblo alemán como un conglomerado, sin percibir el profundo retroceso que están sufriendo los salarios y derechos laborales de los trabajadores alemanes y muy especialmente los jóvenes.
Y ello nos lleva a recuperar la propuesta de desconexión propuesta en 1988 por Samir Amin12. En su obra El desarrollo desigual afirma que la mundialización moderna, asociada al capitalismo, es polarizante por naturaleza, y produce una desigualdad creciente entre países. La vía de salida de esta dinámica se basa en la desconexión. Entendiendo esta no como una autarquía, sino cómo el abandono de los valores impuestos desde el exterior a la comunidad. La mayoría social perjudicada por el proceso de globalización, puede articularse así como sujeto por la historia. A partir de esa recuperación de soberanía será posible poner de pie un internacionalismo de los pueblos que luche contra el capitalismo con probabilidades de vencer. Amin entiende las desconexiones nacionales (o de estados para hablar con precisión), como una vía hacia la emancipación, en tiempos de regresión y destrucción de las articulaciones políticas de las comunidades efectivamente existentes en el plano socioeconómico y político.
Diversos autores13
y la mera observación de los datos estadísticos, muestran que el desarrollo de la actual UE y su sistema monetario, es un desarrollo desigual y polarizado. En esta situación la salida del euro, podría ser una etapa más en la conformación de un proceso social emancipador por la vía de la desconexión. Este es el programa de acción más viable para los sujetos políticos que se están poniendo en pie en el sur de Europa.
Ahora bien, teniendo en cuenta que la UE es un marco que sujeta a 500 millones de habitantes y 28 países, es pertinente plantearse dudas sobre su viabilidad. ¿Puede la rebelión de solo una parte de la UE, mantenerse contra una articulación económico-militar de la envergadura de la UE?
La dificultad de la tarea no debería disuadirnos de abordarla. Hemos visto como en el pasado países como Cuba y Nicaragua se enfrentaban a enormes potencias. Pero sin duda esa perspectiva no deja de ser paralizante, por lo que es conveniente buscar formas de resolverla, vías para evitar el desanimo y la renuncia al combate necesario.
3.2. Las alternativas continentales: ¿ALBA de Europa del Sur?
El mismo Samir Amin, advertía sobre el atenazamiento que el enorme poder de los monopolios mundiales que articulados en el marco de la Tríada (Japón, EEUU y UE), supone para los pueblos que quieran desconectarse. Frente a ello, proponía articular espacios y alianzas en las periferias que abran paso a un mundo más multipolar. En este sentido propugna la construcción de espacios regionales, en que la pertenencia a una misma posición en la Periferia, facilite la construcción de un bloque social, político y económico.
Luciano Vasapollo, Rita Martufi y Joaquin Arriola, en su libro en su libro Il risveglio dei maiali14, hacen una propuesta consistente en la salida simultánea de los países PIGS tanto de la Unión europea como del euro. La alternativa que proponen consiste en la salida simultánea de los países PIGS (Portugal, Italia, Grecia, España, a partir de aquí, PIGE) de la Unión Europea y del euro. Los países PIGE debieran crear simultáneamente una moneda común, nacionalizar la banca, reestructurar su deuda y hacer una quita de la misma. El modelo se inspira en la experiencia de los países latinoamericanos que, colaboran entre ellos en el seno del ALBA.
La simultaneidad del proceso de salida, se considera esencial para evitar una descapitalización del conjunto de los países que podría significar la parálisis de la entera economía de la zona. La generación de esta nueva área económica, independiente del dominio imperial alemán, podría asegurar una división internacional del trabajo justa, economías de escala y posibilidades de cooperación hasta ahora inexploradas. Se trata de una alternativa correcta que daría perspectivas reales de desarrollo social a nuestros pueblos. Sin embargo, las cosas no son tan fáciles.
La Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) inspira esta propuesta. Se trata de un proyecto de colaboración y complementación política, social y económica entre países de América Latina y el Caribe, promovida inicialmente por Cuba y Venezuela. El ALBA apuesta por la creación de mecanismos que aprovechen las ventajas cooperativas entre los Estados asociados para superar sus asimetrías mediante fondos compensatorios, destinados a la corrección de discapacidades intrínsecas de los países miembros, y la aplicación del Tratado de Comercio de los Pueblos. Un tratado comercial que otorga prioridad a la relación entre los propios países en pie de igualdad y en la búsqueda del bien común, basándose en el diálogo subregional, abriendo campos de alianzas estratégicas, fomentando el consenso y el acuerdo entre las naciones latinoamericanas. Hoy el ALBA abarca a 80 millones de personas y supone un proyecto comercial, económico, cultural y político en construcción. En su mayor parte comparten el castellano como lengua común de comunicación, a pesar de que convive con cientos de lenguas indígenas, algunas de ellas ampliamente extendidas y previamente desplazadas violentamente por la lengua común. Su conformación ha partido de procesos emancipatorios en el marco de Estados, que han ido convergiendo y articulando políticamente, confluyendo primero en políticas intergubernamentales y luego en una construcción regional institucional gradual.
Señalemos, también que los países del ALBA no han instituido una moneda común. El SUCRE es, y no es poco, una unidad monetaria de referencia.
¿Es el ALBA un modelo adecuado para el sur de Europa? Existen diferencias entre América Latina y el marco de un sur de Europa.
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El sur de Europa supone un bloque poblacional mayor ( España, Italia, Portugal y Grecia suman 128 millones de personas). Se trata, por tanto de un bloque con mayor peso en el mundo y con más libertad de maniobra.
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El sur de Europa presenta una mayor homogeneidad económica y menor diversidad productiva que los Estados latinoamericanos. Ello dificultaría una diversificación, pero no la impide.
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El sur de Europa presenta un mayor grado de desarrollo económico que Latinoamérica en el contexto mundial. En particular podría partir de un nivel de disponibilidad de capital, de desarrollo tecnológico y de preparación de sus trabajadores más elevado.
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No existe en una lengua común aunque son (a excepción del griego) cercanas. Por otra parte el ingles esta extendiéndose como lengua franca, entre los sectores sociales más cultos y los jóvenes.
Por tanto no es posible un traspaso mecánico de las experiencias. Sin embargo la perspectiva de un proceso de confluencia de los ciudadanos del sur de Europa, contribuiría al fortalecimiento de sus procesos nacionales de emancipación y daría fuerza y credibilidad a los procesos por liberarse del euro. Por el contrario una falta de perspectivas de confluencia, puede desanimar y dificultar las movilizaciones y la consolidación de tejido emancipatório.
En este sentido el proceso más eficaz se basaría en una iniciativa de los ciudadanos de en cada Estado por romper con el sistema monetario europeo, acompañado de la articulación de complicidades en lo simbólico, lo estratégico, la solidaridad concreta para avanzar en la construcción de un marco de desconexión compartido desde el sur. Ese marco puede abordar temas como el comercio, un tipo fijo de cambio entre las monedas estatales recuperadas, lo cultural y artístico, lo sindical, los derechos sociales, etc.
Frente a una UE expresada en la Troika, en sus políticas reaccionarias impuestas al margen de los pueblos, en sus regulaciones crueles y alejadas de la vida cotidiana de los ciudadanos, hay condiciones favorables para que este espacio de confluencia pueda desarrollarse más rápidamente que en el caso del ALBA. Por ello esa confluencia es una esperanza que debemos promover, pero sin esperar su cristalización para iniciar en el marco de los Estados vías propias de desconexión. Debemos avanzar, sin perder de vista esa perspectiva y por tanto reforzar el internacionalismo, el respeto por los pueblos vecinos y la búsqueda de complicidades desde lo económico a lo cultural.
3.3 ¿Es posible la creación de un bloque histórico de los países del Mezzogiorno europeo?
Una propuesta de desconexión de los países PIGE cuenta hoy por hoy con poca correlación de fuerzas a su favor. La posibilidad de llegar a concertar un programa de acción multinacional, a desplegar en cuatro estados diferentes es, a primera vista, complicado. De un lado, las fuerzas de la izquierda europea no están por esa labor.
Si, de por sí, es difícil hacer converger las luchas de los diversos pueblos de un mismo marco estatal de lucha de clases, aún más difícil va a resultar hacer converger al conjunto de los pueblos del mezzogiorno europeo, separados por fronteras políticas, por idiomas y culturas, que compiten económicamente por la venta de servicios (turismo) y de productos del sector primario a los países del centro, o en el interior de grupos industriales multinacionales del automóvil o de la construcción ferroviaria, por ejemplo, para lograr Inversiones en su planta industrial local y no en la otro país.
Más allá de la competencia interna entre la clase obrera, se producen otras competencias entre otros sectores de la producción y entre otras clases sociales como los campesinos, o la pequeña y mediana industria, todos ellos sectores potencialmente aliados de la clase obrera pero que en el actual contexto de supeditación al centro imperialista y de competencia entre los diversos destacamentos nacionales de estas clases, desarrollan y desarrollarán durante un tiempo reacciones económico-corporativas frente a la competencia de sus compañeros de clase de otros países periféricos. Todo en conjunto permite prever un incremento de las reacciones chovinistas y reaccionarias.
Todo ello muestra la necesidad de la coordinación estrecha de las organizaciones políticas, sindicales y sociales del ámbito del mezzogiorno europeo. Sin embargo, sabemos que esta tarea es difícil, que no es cuestión de verbalismo o de iluminación de minorías. No es cosa de discurso si no de praxis. Pero es condición necesaria aunque no suficiente de la construcción de ese nuevo bloque histórico de los países del Mezzogiorno europeo por la recuperación de la democracia, de la soberanía nacional y del desarrollo social y ecológicamente justos.
. En los sesenta años transcurridos desde los primeros pasos de la Unión Europea, en un complejísimo proceso social de larga duración se ha ido constituyendo una burguesía europea, que, al propio tiempo, trata de constituir a su entorno, un nuevo bloque histórico en el gran espacio europeo. En este bloque histórico, la burguesía hegemónica es, actualmente, la burguesía industrial y financiera alemana, en pactos complejos con la francesa, con aliados en las burguesías de los pequeños países más desarrollados (Bélgica, Holanda, Dinamarca).
Por su parte, las burguesías de los países periféricos y del sur están supeditadas a los proyectos de ese bloque histórico en construcción. Tratan de conseguir pactos de trato preferente, de asegurar su propio espacio vital en la división internacional del trabajo que les impone el centro. O mejor, tratar de asegurar su salvación en medio del naufragio general. Manuel Monereo ha hablado recientemente de un “Vichy global”15
. Urge investigar la trama y la urdimbre de este permanente tejer y destejer de alianzas y de subordinaciones entre diversas fracciones del capital europeo.
En este contexto, los viejos estados nacionales experimentan el declive de su capacidad para representar las soberanías de los pueblos, la inanidad creciente de su trabajo legislativo, incluso de su capacidad de gobernar y de decidir sobre sus presupuestos nacionales, sobre los ingresos y los gastos. Un estado de excepción a nivel europeo, una auténtica dictadura de clase, determina la legislación realmente operativa, las medidas de gobierno, la política económica y social del conjunto del territorio europeo. Los viejos estados nacionales se ven reducidos a su función de “portero de noche” ejercen, simplemente, como estados cipayos, que administran su territorio según las políticas decididas en la metrópolis. La verdadera soberanía, el poder legislativo y ejecutivo se encuentra, ya no en esos estados, si no en los grandes oligopolios alemanes y en su bloque de poder. El régimen de excepción que hace entrar en crisis regímenes, estados y gobiernos es un poder de clase despiadado: el viejo Déspota que buscaban los fisiócratas, se ha encarnado de una forma terrible.
La defensa de la soberanía de los viejos estados nacionales o la creación de otros nuevos estados supuestamente tan independientes como los viejos estados, constituyen los escenarios más creíbles en que se va a producir la lucha clases en los próximos años. En ese terreno nos movemos hoy y nos moveremos durante un tiempo. Ir un paso más allá y avanzar hacia un nuevo bloque histórico de los PIGE, significa iniciar un largo proceso de construcción que tiene por delante un largo y difícil recorrido. De entrada parece difícil dotarlo del carácter nacional-popular con que contaron los estados nacionales en el proceso de su creación. Las identidades culturales y lingüísticas, los corporativismos de clase o de fracción de clase y de territorio van a poner obstáculos formidables a este nuevo internacionalismo.
Los tiempos de la política tampoco facilitarán el desarrollo de esta propuesta política. Por un lado el ritmo lento de formación de un nuevo bloque histórico, va a chocar y andar a contrapelo de los ritmos rápidos y decisivos de la destructora guerra relámpago (blitz krieg) económica del imperialismo alemán por todo el territorio que controla y domina. De otra parte, la dinámica y los ritmos dispares de la lucha de clases en cada territorio de los viejos estados crearan nuevas dificultades y contradicciones.
Pero ese camino es el único razonable. A la pregunta sobre si se puede crear un bloque histórico de los países del Mezzogiorno europea, sólo podemos dar la respuesta que están dando los movimientos sociales ante las inauditas agresiones del capital: Si se puede.
1 BURGIO, Alberto, Il secolo breve sembra infinito, Il Manifesto 2 de mayo de 2014. http://ilmanifesto.it/il-secolo-breve-sembra-infinito/
2 Vid., RADVANI, Jean, Moscú, entre juegos de influencia y demostraciones de fuerza, y CHAUVIER, Jean-Marie, La versión rusa del “choque de civilizaciones”, in Le monde Diplomatique, mayo 2014.
3 POLANYI, Karl, La gran transformación, Crítica del liberalismo económico, Madrid, Ediciones La Piqueta, 1997, p. 371.
4 FONZI, Paolo, Nazionalsocialismo e Nuovo ordine europeo. La discussione sulla Großraumwirtschaft in Germania durante la seconda guerra mondiale. Studi Storici, Anno 45, No. 2 (Apr. – Jun., 2004), pp. 313-365.
5 GATEI, Giorgio, El euro de los nazis y el nuestro, Intervención en el Fòrum internacional de Roma Salir de la Unión Europea, celebrado en Roma el pasado 30 de noviembre, publicado en Contropiano, rivista della Rete dei Comunisti, año 23, nº 1, marzo de 2014. Vídeo en: http://www.youtube.com/watch?v=d8p3qpqsc-Q. Se dispone de traducción al español en: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=183764.
6 Paolo Fonzi, La moneta nel grande spazio, Il progetto nazional-socialista di integrazione monetaria europea, 1939-1945, Milano, Edizioni Unicopoli, 2011. Véase también, un debate entre Fonzi y Gattei sobre esta cuestión en http://www.youtube.com/watch?v=D-aYboeRcIk
7 Esa es la opinión de Josep Fontana, Por el bien del imperio, Historia del mundo desde 1945, Barcelona, Pasado & Presente, 2011, p. 84.
8 Nel 1953 e nel 1990 la Germania venne “graziata” con enormi cancellazioni di debiti dal resto d’Europa. http://scenarieconomici.it/nel-1953-e-nel-1990-la-germania-venne-graziata-con-enormi-cancellazioni-di-debiti-dal-resto-deuropa/
9 Vladimiro Giaché, Anschluss. L’annessione. L’unificacione della Germania e il futuro dell’Europa. Reggio Emilia, Imprimatur editore, 2013.
10 Es curioso que después de la crisis proliferen textos en que se pone al desnudo la imposibilidad del Sistema Monetario Europeo tal como fue concebido, por parte de personas vinculadas a los gobiernos que lo promovieron. Véase las demoledoras argumentaciones de Josep Borrell (La Crisis del euro (2012) Ed. Turpial). Bien esta reconocer las cosas aunque sea tarde, aunque quizá olviden disculparse frente quienes en su momento se opusieron con soledad y valentía a aquellos tratados, y fueron objeto de burla, silencio y acoso.
11 Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, El síndrome de Vichy, El País, 10 de junio de 1997, http://elpais.com/diario/1997/06/10/opinion/865893604_850215.html
12 AMIN, Samir, La deconexión, hacia un sistema mundial policéntrico, IEPALA, Madrid, 1988.
13 Costas Lapavitsas, Crisis en la Euro Zona, 2013 Capitan Swing. Véanse los capítulos 1 y 2 en este sentido.
14 Véase VASAPOLLO, Luciano, MARTUFI, Rita i ARRIOLA Joaquin, Il risveglio dei maili, Roma, JACA book, 2011 i 2012. Véase también de los mismos autores: Romper el europolo para construir el alba euro-mediterránea del movimiento internacional de los trabajadores. Salir del euro es una condición necesaria, pero no suficiente.
15 Manuel Monereo, Por una oposición para la Alternativa. La crisis de la Europa del euro y las elecciones de la izquierda. El Viejo Topo, septiembre, 2013. http://www.elviejotopo.com/web/revistas.php?numRevista=308