Entrevista a Salvador López Arnal sobre Manuel Sacristán Luzón (1925-1985)
Ariel Petruccelli
Ariel Petruccelli (AP): Pese a haber sido considerado (junto a Ortega) uno de los dos más grandes filósofos españoles del siglo XX, y a pesar de ser con toda probabilidad, el más eminente filósofo marxista que haya escrito en castellano, Manuel Sacristán es un autor muy poco conocido en Argentina y en América Latina, ¿qué nos podría decir sobre la naturaleza de su obra?
Poco conocido, ciertamente, pero en su momento, en los años setenta y ochenta del siglo pasado, la Antología de Antonio Gramsci que presentó, tradujo y anotó para Siglo XXI tuvo su influencia en círculos académicos y militantes si no estoy equivocado. No debe olvidarse tampoco su estancia en la UNAM, durante el curso 1982-1983. Allí impartió dos cursos de doctorado -”Karl Marx como sociólogo de la ciencia” e “Inducción y dialéctica”-, además de algunas conferencias, y concedió entrevistas que aún se recuerdan: la que se publicó en la revista Dialéctica, una de las más importantes. También dejó huella entre algunos intelectuales mexicanos. Pienso, por ejemplo, en Ignacio Perrotini, alumno suyo en aquellos cursos, o en la que sería su segunda esposa, la profesora María Ángeles Lizón.
Perdone por la digresión. Contesto ahora a su pregunta, aunque me temo que no voy a ser muy breve. Intento resumir. La naturaleza de la obra de Sacristán es, por un lado, muy poliédrica, por decirlo de algún modo, y por otro, está marcada por las difíciles circunstancias políticas en las que vivió y combatió. Sacristán no sólo fue un compañero de viaje. Fue un activo militante y durante cinco años miembro del comité ejecutivo de un partido clandestino duramente perseguido por el fascismo, el PSUC, el partido de los comunistas catalanes. Su noción de la filosofía y del filosofar es consistente con lo que acabo de señalar.
Licenciado en Derecho y Filosofía, doctor en esta última disciplina con una tesis sobre Las ideas gnoseológicas de Heidegger, el traductor de El Capital fue de joven un crítico literario, musical, teatral (autor también de una obra de teatro de un solo acto, publicada pero no representada: “El pasillo”), un comentarista político también, que publicó sus primeros trabajos filosóficos en una revista disidente barcelonesa llamada Laye. De estos últimos destaco dos: “Verdad: desvelación y ley”, sobre la noción de verdad en Ortega y Heidegger, y “Nota acerca de la constitución de una nueva filosofía”. Escribió muchos más y también reseñas (cinco sobre obras de Simone Weil, entonces una perfecta desconocida entre nosotros). Algunos de estos textos, no todos, están recogidos en los cuatro volúmenes que componen sus “Panfletos y Materiales”, editados a partir de 1983: Sobre Marx y marxismo, Papeles de filosofía, Intervenciones políticas y Lecturas, los dos últimos son póstumos.
En 1954, tenía entonces 29 años, consiguió una beca y fue a estudiar a Alemania, a la Universidad de Münster en Westfalia. Estudió en el Instituto de Lógica y Fundamentos de la Ciencia que entonces dirigía (aunque ya muy enfermo) el gran lógico-filósofo-teólogo Heinrich Scholz, uno de sus pocos maestros como él apuntó en una ocasión. Sus estudios de posgrado y las personas que conoció en el Instituto alemán fueron decisivos en su evolución filosófica y en su compromiso político. Destaco en este punto la influencia que tuvo sobre él Ettore Casari, un lógico y epistemólogo pisano entonces militante del Partido Comunista Italiano.
Tras su estancia en Alemania, donde renunció a una plaza de profesor en el Instituto para incorporarse a la lucha antifranquista, Sacristán pasó a militar, clandestinamente, antes he hablado de ello, en el Partit Socialista Unificat de Catalunya, el partido de los comunistas catalanes, estrechamente vinculado al PCE, al Partido Comunista de España, del que fue miembro del Comité Central.
Se convirtió entonces en una especialista en lógica formal -y en su filosofía- a la que no se pudo dedicar con toda la intensidad, tiempo y tranquilidad que él hubiera deseado en circunstancias más apacibles. Su fuerte compromiso político y, además, tenerse que ganar la vida son causa de ello. Su sueldo de profesor universitario, cuando pudo serlo que no fue siempre (fue trasladado de la Facultad de Filosofía a la de Económicas a finales de los cincuenta por presiones del nacional-católico arzobispado barcelonés, expulsado por el rector fascista y gran farmacólogo Francisco García-Valdecasas en 1965 hasta después de la muerte del dictador golpista Francisco Franco y antes, en 1962, no consiguió la cátedra de lógica de la Universidad de Valencia por razones políticas), su retribución, decía, siempre fue muy mermada. Por ello tuvo que convertirse en un traductor y colaborador de editoriales como Ariel, Grijalbo, Alianza, Revista de Occidente, Labor, etc. Aparte de informes, cartas e iniciativas editoriales en torno a la edición de la obra de Lukács, por ejemplo, o a las obras completas de Marx y Engels, las MEW, llegó a traducir más de 30.000 páginas del alemán, francés, italiano, inglés, griego clásico, latín y catalán, especialmente desde 1956 hasta 1977.
Como sé que me estoy alargando en demasía, resumo y finalizo. A partir de 1956, Sacristán publicó dos ensayos: su tesis doctoral, la he citado anteriormente, y, a medidos de los sesenta, una obra de lógica y epistemología que fue esencial en la consolidación de estos estudios en España: Introducción a la lógica y al análisis formal. Dejó también un libro inédito de lógica que su hija, Vera Sacristán, publicó años después de su fallecimiento, en 1996. Lógica elemental es su título; fue presentado por Jesús Mosterín. Cabe recordar igualmente un breve ensayo que recoge dos de sus incursiones en el ámbito de la crítica literaria, Lecturas, y un opúsculo Sobre el lugar de la filosofía en los estudios superiores, muy polémico en su momento -abrió una discusión sobre la filosofía y el filosofar con un filósofo español recientemente fallecido, Gustavo Bueno- y también en años posteriores. Un joven filósofo español, José Luis Moreno Pestaña, ha escrito páginas de enorme interés sobre este trabajo.
Hay que sumar a lo anterior, su papel, esencial en mi opinión, de introductor de grandes autores de la tradición marxista. Empezando por Marx y Engels, siguiendo por Labriola, Gramsci, Korsch, Marcuse y Lukács, y finalizando en Zeleny y Harich por ejemplo. Quedan muchos más en el tintero.
Una gran parte de los trabajos que he ido citando se han recogido en los cuatro volúmenes de “Panfletos y materiales”, he hablado antes de ellos, y en Pacifismo, ecologismo y política alternativa, una obra editada por Juan-Ramón Capella, uno de sus discípulos y autor de una biografía política sobre él publicada por Trotta en 2005, que recoge sus últimos textos. Entre ellos, una sentida presentación al undécimo cuaderno de Gramsci, en traducción de Miguel Candel, otro de sus discípulos, y la entrevista, magnífica en mi opinión, con Dialéctica a la que he hecho antes referencia.
Hay también un nudo central que no debe olvidarse: la irrupción en su obra, a partir de principios de los setenta, del ecologismo, cuando nadie o casi nadie en España, y en muchos otros países, hablaba de estas temáticas y de los movimientos sociales anexos. Este giro político-filosófico es esencial para comprender sus últimas aportaciones y sus nuevos intereses y enfoques, siempre renovadores (recuerdo, cito de memoria, uno de sus aforismos preferidos: “Todo pensamiento decente debe estar en crisis permanente”). Entre estas novedades es necesario citar la revisión del ideario comunista (que no implicó nunca una renuncia a él ni su desnaturalización) y su interés creciente por temáticas de sociología y política de la ciencia, asunto no muy estudiado de su obra hasta fechas recientes (el profesor José Sarrión presentó en 2014 una tesis doctoral sobre estos asuntos).
Por mi parte, yo mismo estoy preparando actualmente un ensayo sobre la tecnociencia contemporánea y la reflexión poliética en su obra. Recuerdo otro de sus aforismos centrales: “lo malo de la ciencia actual (hablando poliéticamente) es que es demasiado buena (desde un punto de vista epistemológico)”.
Pido disculpas por la extensión. No he cumplido uno de los lemas clásicos, muy del gusto de Sacristán: de nada en demasía.
El filosofar de Sacristán ha estado estrechamente vinculado a su rol político militante: ¿cómo cree que sus convicciones filosóficas influyeron en su práctica política y, recíprocamente, en qué sentido cree usted que las coyunturas políticas influyeron en el filosofar de Sacristán?
No siempre en mi opinión, como ya he comentado, el filosofar de Sacristán ha estado estrechamente vinculado a su militancia política. Aún más: después de 1956 y hasta el final (prematuro) de su tiempo, y a pesar de sus 23 o 24 años de militancia en el PSUC-PCE y en otros colectivos como el CANC, el comité antinuclear de Cataluña, interesado y concernido siempre por los asuntos públicos, hay muchas aristas de su obra que no están relacionadas con su práctica política. Pienso, por ejemplo, en su obra lógica y epistemológica. No olvidemos que, cuando le dejaron, el traductor de Gramsci, Marcuse y Adorno fue profesor de “Fundamentos de la Filosofía” y de “Metodología de las Ciencias sociales”, no de “Marxismo y política” por ejemplo. Otra cosa es que también en estos ámbitos teóricos su mirada político-filosófica fuera siempre penetrante y singular y no olvidara nunca las dimensiones sociales de esa cosa, en el decir de Alam Chalmers, llamada ciencia o tecnociencia contemporánea. He hablado antes de ello.
Más allá de lo que acabo de apuntar, tiene usted razón cuando señala esa doble influencia, esa doble implicación filosófico-política. Las convicciones filosóficas de Sacristán, siempre revisables por cierto y siempre enriquecidas, influyeron en su práctica política, en los fundamentos que, en general, intentó apuntar y mostrar en su práctica política y en la de su organización (cambiar el mundo, exige pensarlo y conocerlo y, por supuesto, tener voluntad de transformación socialista). También influyó en su búsqueda de temas y autores relevantes, evitando además errores de bulto en la tradición que en ocasiones, bastante frecuentes, se repetían (e incluso se repiten) como lemas litúrgicos indocumentados. Por ejemplo y destacadamente: considerar la dialéctica como una lógica proletaria, perfecta, alternativa y lista para un guisado y un descosido, frente a la burguesa, fijista, idiotizante y simplista lógica formal que no era capaz, ceguera burguesa se afirmaba, de captar la esencias y las contradicciones del mundo, de la historia y de la vida. Frente a la rica y contradictoria vida dialéctica, la lógica formal debía enmudecer. ¡Respetaba, absurdamente, el principio de contradicción!
El nudo didáctico, en el mejor de los sentidos del término, tuvo aquí un papel muy importante, destacado. Sacristán pensó y habló para la Academia y para la ciudadanía. Por ejemplo, tras su vuelta de Alemania, escribió, con la ayuda de su esposa-compañera Giulia Adinolfi, una gran hispanista italiana, y su discípula activista, Pilar Fibla, un papel netamente filosófico, un material diría él probablemente, con el título “Para leer el Manifiesto Comunista”. ¿Con qué objetivo? Con la finalidad de aproximar a los lectores a una lectura crítica, no servil ni repetitiva, con problemas y cuestiones abiertas, del clásico marx-engelsiano a los militantes y simpatizantes del PSUC-PCE. La tarea socrática de Sacristán, lo señaló hace muchos años con toda razón otro de sus grandes discípulos, Joaquim Sempere, es esencial para comprender muchas aristas de su obra y de su hacer.
Para decirlo rápido: su práctica política intentó tener siempre fundamentos filosóficos conscientes, sin olvidar lo básico: Sacristán fue un comunista democrático -que dictó una excelente y, en su momento, muy polémica conferencia sobre el estalinismo en 1978- hasta el final de sus días, y dijo, repitió y argumentó que el serlo no era asunto meramente intelectual, filosófico, teórico, sino tema de moral, de indignación, de rebeldía ante la injusticia y el dolor de este mundo grande y terrible, en el decir de Gramsci y en el de su discípulo y traductor.
La otra parte de la implicación es acaso más evidente. En dos sentidos: algunas de las temáticas filosóficas que analizó tenían motivaciones políticas en su base. Pienso, por ejemplo, en lo que se llamó eurocomunismo, una -lo digo generosamente- teoría política que entusiasmó a muchos partidos comunistas occidentales, el Partido Comunista italiano entre ellos, y a muchos de los dirigentes políticos e intelectuales marxistas aquellos años setenta. No a él, en absoluto (su texto más importante sobre el tema, “A propósito del ‘eurocomunismo” está recogido en Intervenciones políticas). Su giro ecocomunista, su interés científico-filosófico central en sus últimos años por estas temáticas, a veces en minoría de a uno (con el apoyo, entre otros, de su discípulo y amigo, Francisco Fernández Buey, probablemente una de las personas que más ha entendido su obra y su compromiso militante: recomiendo calurosamente su Sobre Manuel Sacristán, Barcelona, El Viejo Topo, 2005) y con notables silencios en su propia organización, es otro ejemplo destacado de cómo temáticas político-económicas influyeron en su reflexión filosófica, en sus “giros copernicanos”. Cuando se piensa desde abajo, cuando tu noción del filosofar y de la filosofía tiene una meta derivada político-social, en el sentido más noble del término, suelen pasar esas cosas.
En síntesis: sin olvidar desarrollos filosóficos no directamente relacionados, que abarcarían incluso temáticas estéticas (fue el traductor de la Estética lukácsiana y escribió sobre poética y estética), la doble implicación que usted ha señalado me parece más que pertinente. No hay duda, por otra parte, de que lo mismo puede decirse de otros muchos autores. Salvando todas las distancias y sin olvidar grandes diferencias entre ellos y respecto a Sacristán, bastaría pensar también en Althusser, Lukács o Harich por ejemplo. Y también en Platón o en Spinoza por citar dos grandes clásicos que también le interesaron. Tradujo, anotó y presentó de joven El Banquete, unas de sus traducciones más celebradas y reconocidas.
Por ciertos aspectos (rigor teórico, anti-dogmatismo, innovaciones temáticas) la obra de Sacristán parecería tener ciertos aspectos comunes con (y precursores del ) marxismo analítico anglosajón de autores como Cohen, Brenner o Roemer: ¿podría darnos una opinión al respecto?
Aquí me temo que me ha cogido. No tengo un conocimiento extenso y detallado, y mis escasas lecturas son de hace bastantes años, de lo que se ha llamado “marxismo analítico”. Hay, por tanto, mucho de conjetural en lo que voy a señalarle. No me tome ni usted ni los posibles lectores al pie de la letra.
Por razones de tiempo y edad, Sacristán no pudo leer a una gran parte de los autores que ha citado. Sé, eso sí, que en el momento en que falleció, finales de agosto de 1985, hace más de 30 años, estaba estudiando el Making sense of Marx de Elster. Creo, aventuro, que la defensa de Cohen de la teoría de la historia en Marx tuvo que interesarle (no digo que estuviera de acuerdo en todo). Y sé también, eso sí, que no citó nunca, salvo error por mi parte, a alguno de estos autores. Para cubrirme un poco: nunca o muy pocas veces.
Mi opinión, otra conjetura: sin distanciarse o negar las habilidades analíticas de este grupo de pensadores, con diferencias entre ellos por otra parte, tal vez Sacristán pudo pensar en algún momento que, en ocasiones, sus reflexiones analíticas eran innecesariamente sofisticadas; que la perspectiva histórica, la historia del movimiento y del marxismo y sus luchas, no estaba muy presente en algunas de estas aproximaciones (recuerdo de nuevo la fecha de su fallecimiento, las cosas cambiaron en algunos casos en esa tendencia), y que las temáticas e instrumentos, no digo siempre, acaso estaban afectados por modas académicas del momento que parecieron o soñaron con descubrir teorías y teoremas centrales sobre una supuesta racionalidad humana generalizable.
Eso no quita que Sacristán, a su forma, también practicara un marxismo muy afín al estilo y claridad de algunos autores analíticos, sin menospreciar, por supuesto, instrumentos formales de comprensión y exposición (de los que no abusó nunca, cuanto menos en esta segunda faceta, especialmente en sus textos de intervención). En un sentido no estricto de la expresión “marxismo analítico”, opino que tanto “Karl Marx como sociólogo de la ciencia” como “El trabajo científico de Marx y su noción de ciencia”, dos de sus mejores escritos, permiten ser etiquetados con la etiqueta que estamos usando. Si me apura, no creo que generalice con muchos riesgos, lo mismo podría afirmarse de la mayor parte de sus textos marxianos y no marxianos. Por ejemplo: el prólogo que escribió para la edición española del gran clásico de Harich, ¿Comunismo sin crecimiento? -está recogido en Intervenciones políticas, el volumen III de sus Panfletos y Materiales- sería otro ejemplo destacable, por no hablar de la entrevista que se publicó en una revista antifranquista, Cuadernos para el Diálogo, en 1969, sobre la invasión de Praga por las tropas del Pacto de Varsovia. Aparte de manifestar su total oposición a la destrucción de lo que fue una esperanza comunista, en sus respuestas, comentarios y enmiendas al entrevistador da muestras de un fino análisis de inspiración marxista. Por cierto, ya que hablamos de esta invasión acaso sea de interés de los lectores, creo que usted ya la conoce, una carta que escribió cinco días después de la invasión, el 25 de agosto de 1968. Es esta:
“Xavier [Foch]:
Tengo que bajar a Barcelona el jueves día 29. Pasaré por tu casa antes de que esté cerrado el portal.
Tal vez porque yo, a diferencia de lo que dices de ti, no esperaba los acontecimientos, la palabra “indignación” me dice poco. El asunto me parece lo más grave ocurrido en muchos años, tanto por su significación hacia el futuro cuanto por la que tiene respecto de cosas pasadas. Por lo que hace al futuro, me parece síntoma de incapacidad de aprender. Por lo que hace al pasado, me parece confirmación de las peores hipótesis acerca de esa gentuza, confirmación de las hipótesis que siempre me resistí a considerar. La cosa, en suma, me parece final de acto, si no ya final de tragedia. Hasta el jueves”.
En fin, volviendo al tema, no olvidemos, sé que usted no lo ha olvidado, tampoco los lectores, que el ecocomunista-marxista del que estamos hablando tuvo siempre, hasta el final de su vida, lo confesó en una carta de agosto de 1983 a otro discípulo y amigo suyo, Antoni Domènech, adicción a la lógica y que es autor de un libro titulado Introducción a la lógica… y al análisis formal.
(Por cierto y sea dicho entre paréntesis: en temáticas lógicas, las aportaciones de Luis Vega Reñón, Paula Olmos y Albert Domingo, amén de las clásicas de Jesús Mosterín, son muy pero que muy importantes. Una pequeña recomendación a los lectores: Donde no habita el olvido, Barcelona, Montesinos, 2005. Unos amigos y yo fuimos los editores).
Sabemos que ha sido guionista del film documental Integral Sacristán, dirigido por Xavier Juncosa: ¿cómo surgió el proyecto y de qué manera se lo llevó a cabo?
Más que guionista, coguionista. El papel de mis compañeros y amigos Xavier Juncosa, el director de los ocho documentales, y Joan Benach fue esencial en esto y en casi todo. Esta es una bella y, si se me permite, exitosa historia que alguien debería explicar algún día. Tal vez yo no sea la persona más indicada. Formo parte de ella y, en estas ocasiones, la emoción suele jugar malas pasadas. Ciega o, cuanto menos, distorsiona.
El proyecto surgió de una conversación entre nosotros tres (en el principio fue el Verbo en esta ocasión), en una cena creo recordar. Hacia 2002. Yo no conocía entonces a Xavier Juncosa. La seducción fue inmediata. Como atentos lectores de Gramsci, la “teoría” se convirtió muy pronto en acción. Empezamos a entrevistar a personas mayores que habían estado vinculadas a Sacristán. Algunas de ellas, verdaderos referentes nuestros. Por ejemplo, Gregorio López Raimundo, el que fuera secretario general del PSUC. Fueron muchas las conversaciones filmadas. Más de 100, unas 120 horas en total. Seguro que cometo errores en las cifras. Xavier Juncosa, siempre riguroso y con una gran memoria, me dará algún coscorrón.
El nudo económico fue resuelto con aportaciones, con generosas aportaciones, de muchos amigos y amigas, más de 100 creo recordar. No cito nombres para no olvidarme de ninguno. Sería imperdonable. Rectifico: uno tan sólo, el de Glòria Comte, una médico barcelonesa que apoyó la revolución sandinista desde el primer momento y que ya no está entre nosotros.
Fueron tres o cuatro años de trabajo. Sin quitar ningún valor al importante, al decisivo papel de Joan Benach, Xavier Juncosa fue el alma del proyecto. No sólo por su dirección cinematográfica sino por sus viajes, en solitario y con muy pocos medios, el dinero escaseaba, a México, a Italia, a Alemania, a Madrid. Por su disposición permanente.
Pensábamos en un documental y fueron ocho al final: “Sacristán joven”, “Lucha antifranquista”, “Sacristán filósofo”, “Sacristán en México”, “Giulia”,… Algunos de ellos, acaso todos, pueden verse en la red. Se pasaron hace bastantes años en una televisión pública española: BTV.
Tradujimos todas las intervenciones al inglés y, en algunos casos, al catalán y al castellano (del italiano y alemán, fundamentalmente). Una compañera, generosa donde las haya, fue esencial en este trabajo difícil y largo de traducción. Incorporamos también cinco conferencias de Sacristán, sin imágenes.
La editorial El Viejo Topo nos apoyó para su edición y contamos, finalmente, con la ayuda, mediante adquisición de algunos ejemplares, de la Diputación de Barcelona, del departamento de cultura del Ayuntamiento de Barcelona y del Memorial Democrático de la Generalitat de Catalunya. También, no quiero olvidarme, la FIM, la ACIM y algunas universidades públicas catalanas.
Los ocho documentales se acompañaron de un libro titulado Del pensar, del vivir, del hacer. Unos 40 textos breves, poco conocidos. Sin pecar de inmodestia, muy interesantes en mi opinión.
No quiero olvidarme tampoco de la generosa contribución de un malogrado actor y compañero, Jordi Dauder. Un poema de Jorge Riechmann y un prólogo suyo abren el libro. La voz, en catalán y en castellano, la hermosa y profunda voz con la que se inicia cada uno de los ocho documentales leyendo unos textos que preparamos los guionistas es de él, de Dauder. Gràcies estimat amic. No cobró ni un euro por su trabajo. Nada de nada. Generosidad militante. Había conocido a Sacristán.
He resumido, me temo que he resumido mal y quiero pedir disculpas por mis errores. No debería habitar ningún olvido (mi memoria no acuña bien sus monedas) en un proyecto colectivo tan hermoso como éste. ¡Habrá que repetirlo!
No le quiero engañar: en mi opinión “Integral Sacristán”, algunos de cuyos documentales como le decía pueden verse en la red, es un documento impresionante, más si tenemos en cuenta la historia de su elaboración, los medios usados, el esfuerzo de tantos compañeros y compañeras. Entre ellas, mi esposa-compañera, Mercedes Iglesias Serrano y María, una médico que estuvo viviendo muchos años y apoyando a la Nicaragua del primer sandinismo, que nos apoyó desde el primer momento. Un trabajo cooperativo de amigos y compañeros, sin apenas medios, funcionó muy bien, muy bien.
A lo largo de muchos años se ha encargado de editar muchos textos e incluso conferencias inéditas de Sacristán: ¿saldrá a la luz alguna nueva obra en los próximos años?
Espero que sí, deseo que sí. Le cito algunas de las que podrían editarse… Antes recuerdo a otras personas que también han editado, anotado y presentado escritos y trabajos de Sacristán: Juan-Ramón Capella, Albert Domingo Curto, Miguel Manzanera y Giaime Pala. El trabajo de estos dos últimos en los archivos del PSUC y del PCE ha sido impecable, enorme, imprescindible. En la difusión, en la vindicación de su pensamiento, el papel de su amigo, compañero de lucha y discípulo Francisco Fernández Buey ha sido esencial. En mi caso, sin él, sin su ayuda, sus consejos, su magisterio, su firme apoyo, sus indicaciones, sus presentaciones, incluso sus elogiosas reseñas, casi nada hubiera podido hacer. Mi reconocimiento no puede ser mayor. Sin él, sin Paco Fernández Buey, sin el autor de Leyendo a Gramsci (editado recientemente en inglés, en Brill), yo no hubiera hecho casi nada.
Las posibles ediciones de las que hablamos: sus cursos, ya transcritos, de Metodología de las Ciencias Sociales de los cursos 1981-82 y 1983-84 (este último por Joan Benach); su correspondencia político-filosófica; sus conferencias aún inéditas sobre diversos asuntos filosóficos; sus intervenciones, también inéditas, en el ámbito de la política, filosofía y sociología de la ciencia; materiales trabajados, no completamente redactados, de sus cursos de doctorado de los años setenta y ochenta; sus prólogos, notas de mientras tanto y presentaciones no recogidos en Panfletos y Materiales (por ejemplo, su presentación a la edición castellana del Anti-Dühring en OME); su documentación militante (notas, informes, pequeños ensayos); algunas de sus colaboraciones editoriales que siguen inéditas; un libro interrumpido de teoría del conocimiento del que yo mismo doy cuenta en Siete historias lógicas y un cuento breve, etc.
Hay bastantes cosas pendientes de publicación; como ilustración de lo que me pregunta creo que es suficiente. Otra cosa distinta es la publicación de ensayos sobre su obra. Los trabajos de jóvenes investigadores como José Sarrión y María Francisca Fernández, que han presentado no hace mucho sus tesis doctorales sobre determinadas temáticas de la obra de Sacristán, merecen ser conocidos por todos. Alguna editorial deberían apostar por estos autores. No se equivocará si lo hace en mi opinión.
¿Cuán conocida cree usted que es la obra de Sacristán en la actualidad, y cómo piensa que influye en el mundo contemporáneo?
No puedo responderle de manera muy general y con pleno conocimiento de causa. Desconozco, por ejemplo, el conocimiento de su obra en países latinoamericanos. Seguro que aquí usted está mejor informado que yo. Le devuelvo la pregunta si me permite; no es una descortesía. He hablado antes de México (Perrotini ha escrito un prólogo a una edición de El Capital donde le cita en extenso) y lo único que puedo añadir es que su nombre y su obra se cita en páginas chilenas, venezolanas, argentinas y cubanas que yo mismo visito en algunos ocasiones.
Aquí, en Europa, se le cita o ha citado en ocasiones, pocas veces. Se tradujeron hace tiempo algunos artículos suyos al italiano. Rosa Rossi, una de sus grandes amigas, una gran hispanista ya fallecida, tuvo un papel decisivo en este asunto.
Hace muy poco, Renzo Lorente, un profesor de la Universidad Saint Louis del Campus de Madrid, ha traducido, anotado y presentado, magníficamente en mi opinión, una selección muy amplia de los textos marxistas de Sacristán. El libro se ha publicado en Brill muy recientemente, en 2014, en una preciosa edición, con el título The Marxism of Manuel Sacristán. From Communism to the New Social Movements. Tal vez el subtítulo no sea el más adecuado. Pero no importa, es lo de menos. Esperemos que este trabajo más que meritorio de Renzo Lorente permita el conocimiento de la obra sacristaniana en el mundo anglosajón y en el mundo académico en general. Lo merece sin ningún género de dudas.
Aquí, en España, entre las nuevas generaciones su desconocimiento es generalizado (no, en cambio, en personas de mi edad, 63 años, o en personas mayores). No creo que exista algún profesor de filosofía de alguna facultad española, deseo equivocarme por supuesto, que haya dado en la última década ningún curso de introducción o de profundización en la obra de uno de los pensadores españoles más importantes, y con mayor diversidad y riqueza, de la segunda mitad del siglo XX. Tal vez uno o dos.
Otra pista para situarnos: vaya usted a cualquiera de las diez librerías más importantes de Madrid, Zaragoza, Barcelona, Sevilla, Bilbao o Valencia, todas ellas importantes ciudades españolas como recuerda. No creo que encuentre en ninguna de ellas ningún libro de Sacristán. Ni uno. Si me apura y siendo muy generoso, la Antología de Gramsci que reeditó Akal (y acaso porque en la red puede verse un video con una presentación de Pablo Iglesias, el secretario general de Podemos).
Es así, aunque no debería ser así, aunque nos duela. Sacristán, el pensamiento, la obra del traductor de Quine, Marcuse y Adorno, no es un antigualla. De ninguna manera. Otra cosa es que algunos de sus trabajos -algunos insisto y matizo- estén asociados a determinadas circunstancias político-históricas ya superadas. Pero incluso en ese caso se aprende: de su estilo, de su forma de argumentar, de sus críticas, de su forma inusual de mirar,… y de su magnífico castellano. Sacristán, en otras circunstancias político-históricas, hubiera sido además un excelente escritor. Lo fue de hecho. Basta leer su tesis doctoral sobre Heidegger.
Para concluir: ¿qué Sacristán cree usted que se leerá en el siglo XXI?
Que conste que me esperaba la pregunta. De hecho, hace muchos años, escribí un artículo que lleva este título. Como usted sabe, él mismo escribió un artículo con ese título hablando del compañero de Jenny, el padre de Tussy Marx: “¿Qué Marx se leerá en el siglo XXI?”. Si digo que es magnífico, me repito; digo entonces que es deslumbrante. Está en Pacifismo, ecologismo y política alternativa. Vale la pena no perdérselo. Es, en mi opinión, uno de sus textos breves mejor escritos. Sacristán, va a pensar que soy un entrevistado acrítico pero es lo que pienso, escribía, lo he señalado antes, uno de los mejores castellanos ensayísticos que yo he leído nunca. Por no hablar de su faceta de conferenciante. En el “Integral Sacristán” del que hemos hablado, hemos incluido cinco de sus conferencias. Prueben, escuchen y juzguen. No les decepcionará. Yo he transcrito horas y horas de clases, intervenciones y conferencias y me he quedado con la boca abierta y así sigo. Hablaba como si estuviera leyendo y jamás leía, nunca. Tenía un guión, como si se trata de un pequeño Tractatus, y fichas complementarias con textos por él comentados. De este modo organizaba sus clases y conferencias.
Me he escapado, no he respondido a su pregunta. Lo hago de forma resumida, ya me he extendido suficiente. Si leemos, si seguimos leyendo, si la especie no se autodestruye en la era del Antropoceno, o por guerras nucleares o convencionales, los escritos de Sacristán que pueden interesar más a los lectores de nuestro siglo, del siglo de la gran prueba, como acostumbra a decir otro discípulo, el poeta, matemático, profesor y traductor Jorge Riechmann, sería el siguiente: los dedicados a temas de ecologismo y política de la ciencia (algunos de ellos inéditos), sus aproximaciones, siempre libres y singulares, a grandes clásicos de la tradición: Marx, Engels, Lenin, Gramsci, Labriola, Bujarin, Harich, Zeleny (cabría hace aquí una selección); sus textos de crítica literaria (Raimon, Sánchez Ferlosio, Heine, Goethe); sus trabajos y apuntes de metodología de la ciencia; algunos de sus trabajos de filosofía, los dedicados a Quine, Scholz o Wittgenstein por ejemplo, y por acabar de algún modo sus intervenciones puntuales, textos breves, dedicados a Guevara o a Miguel Hernández por ejemplo. Sumo a todo ello, sus intervenciones políticas puntuales. Sus asuntos no siempre son los nuestros, pero su mirada crítica y su argumentación enseñan y deslumbran.
Si me apura y me pide tres textos o cuatro básicos, podrían ser estos: “El trabajo científico de Marx y su noción de ciencia”, sus aproximaciones al concepto de dialéctica (recogidos en el libro Sobre dialéctica, Barcelona, El Viejo Topo, 2009, yo soy el editor), un breve texto suyo sobre Guevara, uno de mis preferidos en ese género, su comunicación al congreso de Guanajuato de 1981 (está en Papeles de filosofía, el título es largo: “Sobre los problemas presuntamente percibidos en la relación entre la sociedad y la naturaleza y sus consecuencias en la filosofía de las ciencias sociales”) y sus reflexiones sobre el lenguaje, la traducción, el arte y la práctica humana que puede rastrearse en el conjunto de su obra. Si me sigue preguntando me atrevería decir: escuchar algunas de sus conferencias -están, como decía, en “Integral Sacristán”-, acaso sea la mejor forma de empezar a saborear la grandeza de su pensamiento siempre crítico, documentado, singular, riguroso y comprometido.
Como era la última pregunta, le agradezco mucho su interés y añado: tengo consciencia de haberme olvidado un montón de cosas muy importantes. Errores míos, no suyos… ni de Sacristán por supuesto.
Salvador López Arnal es profesor-tutor de Matemáticas en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) en Santa Coloma de Gramenet (Barcelona, España) y profesor de Economía e Informática de Ciclos Formativos en el Instituto de enseñanza media Puig Castellar. Colabora en las revistas El Viejo Topo y Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, en el diario electrónico Rebelión y es autor de diversos ensayos sobre la obra de Manuel Sacristán, del que también ha sido editor: La destrucción de una esperanza (Akal, 2010); Entre clásicos (La Oveja Roja, 2012), La observación de Goethe (La Linterna Sorda, 2015) y Siete historias lógicas y un cuento breve (Ediciones Bellaterra, 2017).