Reseña de: Allí donde la voluntad quiera y como la voluntad desee
Joan Tafalla (editor), Antonio Gramsci, /Allí donde la voluntad quiera y como la voluntad desee. Escritos sobre jacobinismo, bolchevismo, Lenin y La Revolución rusa/, Barcelona, El Viejo Topo, 2018.
Acabamos un año 2017 preñado de conmemoraciones de la Revolución rusa y ahora aparece como eco de las mismas este excelente libro que hoy presentamos donde Joan Tafalla ha publicado 69 textos sobre la revolución de uno de los mayores revolucionarios del siglo XX: Antonio Gramsci, escritos entre 1917 y 1926, con una introducción suya.
No soy gramsciólogo. Tampoco soy capaz de la inteligencia y la erudición con la que Joan Tafalla, el editor de esta colección de textos de Gramsci, ha organizado esta excelente publicación. Su introducción ya vale todo el libro porque es una guía incomparable de lectura de los textos editados. Pero si me atrae, como ciudadano, la riqueza del pensamiento de Antonio Gramsci, absolutamente necesario para reflexionar sobre el cómo y qué de nuestra situación actual y cómo pueden transitarse los caminos de la utopía que nos libere de esta distopía que se llama capitalismo. Incluso a nivel académico debemos agradecer a Gramsci la renovación inmensa que en la historiografía han producido los ecos de su pensamiento, de la mano, por ejemplo, del marxismo británico y norteamericano.
De los textos de Gramsci editados se desprende la extraordinaria atención que presta Gramsci a la Revolución rusa de la que extrae una réplica al pensamiento cristalizado y mecanicista que predominaba en esa Segunda Internacional en crisis ante la claudicación de 1914, un pensamiento positivista y evolucionista rotulado como “marxismo” que también dominaba en una parte del socialismo italiano.
El pensamiento que revela Gramsci en estos textos es lo opuesto: frente a determinismo de las estructuras sociales, acción humana colectiva consciente; frente al reduccionismo economicista, la importancia de la cultura y la construcción de una nueva moral en el proceso revolucionario; frente a la evolución pasiva a través de fases prefijadas de las sociedades hacia un horizonte socialista, la voluntad como conciencia de objetivos y razonamiento de obstáculos, que son siempre producto de la actividad histórica humana, para alcanzar la emancipación; frente a la estatización de los medios de producción, la democracia real (democracia obrera) en todas las esferas de la vida porque “…. El objetivo del socialismo es la abolición de la división entre gobernados y gobernantes”, por lo que va a ver en los soviets primero y en los consejos obreros la objetivación de esa abolición.
Debemos tener en cuenta al examinar los textos que estos abarcan un período pleno de profundas transformaciones no sólo en la sociedad rusa sino en el propio proceso revolucionario. Este proceso que alcanza en sus primeros años las cumbres más altas logradas de democracia radical en la forma de los sóviets, así como en la “democracia material” representada por el control obrero de la producción industrial y en la apropiación de la tierra por los campesinos, comenzará a final del período que comprenden estos textos de Gramsci, después de la muerte de Lenin, con la aparición de los primeros gérmenes del centralismo burocrático -que luego caracterizará al período estalinista-, y que es para Gramsci la negación del centralismo democrático, entendido éste como la combinación de protagonismo y autonomía de las bases del partido comunista en la elaboración de los objetivos y métodos políticos + la lealtad y acción unitaria que se deriva de ese debate democrático. Un ejemplo de esta forma de pensar se podría hallar en este paso de Gramsci, que aunque posterior (corresponde a los Cuadernos) ilustra esa posición respecto de la organización y funcionamiento del intelectual colectivo:
“Una conciencia colectiva, esto es, un organismo viviente, no se forma sino después de que la multiplicidad se ha unificado a través del desacuerdo de los individuos” (Cuaderno 15).
El valor indudable de una publicación de este tipo viene determinado por dos aspectos. El primero, nos permite de forma ordenada examinar el pensamiento de Gramsci desde una perspectiva contextualizada en que vemos la evolución de su pensamiento respecto del acontecimiento fundamental que analiza: la Revolución rusa, desde su estallido hasta la conformación del Estado soviético y su articulación internacional. El segundo, y no por ello menos importante, es que nos permite recuperar las múltiples aristas de un pensador que continúa siendo fundamental para nuestro tiempo, respecto a una cuestión que continúa siendo vital: la posibilidad de la revolución y la construcción del socialismo en las sociedades actuales.
Las razones, es que Gramsci es, junto a Lenin, el gran intérprete de la historia del capitalismo que deriva de la Segunda Revolución industrial, el cual con diferentes alternativas tecnológicas y de organización de la explotación del trabajo asalariado continúa rigiendo nuestras vidas. Pero al mismo tiempo hace esto sin dejar de lado los mejor del pensamiento de Marx, dándole una continuidad al proyecto inconcluso del mismo. Porque justamente lo que hizo el marxismo de la Segunda Internacional fue congelar el pensamiento marxiano, dando por acabada y cerrada su obra teórica, un cierre que implicó la transformación de un pensamiento vivo y dinámico en la estructura inerte de un dogma del cual salía expulsada la propia especie humana como agente de su propia emancipación.
Como bien afirma el autor de esta compilación, Joan Tafalla: “… el marxismo de la subjetividad es el núcleo central de la concepción de Gramsci” (p. 108, n. 58). De ahí deriva su concepción de la unidad indisociable entre economía y política (113-115). En su introducción, imprescindible para extraer el máximo provecho a la lectura de los textos de Gramsci, Joan Tafalla resume magistralmente el núcleo fundamental del pensamiento gramsciano -que conservará hasta su trágico final en la cárcel fascista, al considerar que considera a Gramsci como “…. Un autor que desde el inicio hasta el final de su obra milita en un marxismo de la subjetividad, de la voluntad, no determinista, no economicista y no positivista” y que se resume en el concepto de “filosofía de la praxis” (15), y que afirma con el título del libro que aquí presentamos: “Como la voluntad lo desee”.
En la primera sección, que hace referencia a los escritos durante 1917, destaca por su trascendencia para caracterizar al pensamiento de Gramsci, el célebre que lleva por título “la revolución contra El Capital”. En este texto, haciendo referencia a la Revolución rusa, realiza una crítica acerada al pensamiento sociológicamente y económicamente determinista predominante en la Segunda Internacional, etapista y mecanicista, donde a pesar de lo paradójico del título reivindica el pensamiento más original de Marx, aquel que podría sintetizarse en la introducción al El Dieciocho de Brumario de Luis Bonaparte, en las páginas del Manifiesto Comunista, o en sus reflexiones sobre las posibilidades de la revolución en Rusia reflejadas en las cartas a Vera Zasulich:
“Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado”.
La introducción de Joan me ha permitido extraer de los textos de Gramsci varios temas que pienso centrales en su reflexión, que a su vez guardan estrecha relación entre sí:
Praxis Reivindicación de la autonomía y la libertad individual como condición de la nueva organización social revolucionaria (127-130) (¿evocación del Manifiesto?). Nueva apelación contra el mecanicismo y reivindicación de la acción humana colectiva como el motor de las transformaciones históricas (157). Acción humana colectiva consciente que es equivalente al espíritu hegeliano (130).
1.1. De ahí deriva la definición que hace de la voluntad como “conciencia de la finalidad” y por lo tanto “… noción exacta de la potencia que se tiene y de los medios para expresarla en la acción”, por lo tanto, la voluntad como antesala y brújula de la praxis (134-135).
1.2. La historia y, por ende, la acción humana, concebidas como un desarrollo libre, un escenario abierto, sin determinismos ni necesidades de obligado cumplimiento. Existe en estos textos de Gramsci una constante refutación del pensamiento vigente en la Segunda internacional, y para él la revolución rusa era además la refutación práxica de esos esquemas doctrinales que adquirían así el carácter de concepciones dogmáticas y preestablecidas. Afirma con ello que “… la libertad es la fuerza inmanente en la historia” (163 “Utopía”, 25/7/1918). Define la utopía como plan o diseño social preestablecido por encima o al margen de los intereses, deseos y acciones colectivas del proletariado que lucha por su libertad y contra la explotación: “Porque el socialismo no se instaura a fecha fija, sino que es un continuo devenir, un desarrollo infinito en régimen de libertad, organizada y controlada por la mayoría de los ciudadanos, o sea por el proletariado” (165).
Democracia Gramsci no deja de señalar repetidamente el carácter profundamente democrático de la revolución rusa, tanto al justificar la disolución de la Constituyente frente a una forma de auto organización y autogestión de las masas superior como eran los soviets, o cuando define la cultura política de los bolcheviques (146-147) como propulsora de una educación política del proletariado que le permite a éste controlar al poder estatal y coparticipar en su gobierno: “… trabajan para la realización de aquella república de sabios y de corresponsables que es el fin necesario de la revolución socialista”.
2.1. La idea concreta de la democracia proletaria queda definida por Gramsci en su artículo “La Internacional Comunista” (201). Dictadura del proletariado industrial y campesinado pobre = democracia proletaria (autogobierno de las masas a través de sus propios órganos electivos) = Estado proletario = poder de los Consejos.
2.2. Democracia fabril = comisiones internas, pieza clave del estado socialista que “… existe ya potencialmente en las instituciones de la vida social características de la clase obrera explotada” (recordar la concepción actual del origen de los sóviets en el mir campesino) (217).
2.3. La dictadura del proletariado: expansiva, su motor está en la base social, no es represiva (291-292).
2.4. Muy significativo el párrafo que comienza con: “Han roto con el pasado, pero ha continuado el pasado […] han continuado, desarrollado, enriquecido la tradición vital de la clase proletaria, obrera y campesina”, (209) en el desarrollo de las nuevas formas en las que se funda el nuevo Estado, el estado de los sóviets, donde destaca el carácter histórico-práxico de la democracia obrera. Han sido revolucionarios porque han ayudado a que las formas de organización surgidas en las clases explotadas -obreras y campesinas- se transformen en los fundamentos de poder del nuevo estado soviético (recordar aquí los orígenes de los sóviets en las experiencias de la comuna campesina). La experiencia obrera y campesina (su praxis) elevada a condiciones de construcción del nuevo Estado. Gramsci considera que las formas organizativas que objetivan la democracia están asentadas muchas veces en la tradición de lucha y resistencia de los oprimidos, y que esas formas de democracia directa que surgen en la Revolución rusa son el resultado de la experiencia de luchas y en la reflexión sobre esas experiencias, nada parte de una tabula rasa.
En ese sentido esas reflexiones son similares a las que elaborará años más tarde otro gran pensador marxista, también víctima del fascismo como Gramsci: Walter Benjamín, cuando señala que los objetivos y metas del movimiento emancipatorio no residen en un futuro diseñado sino en las reivindicaciones y promesas incumplidas sufridas por los perdedores de la historia: las clases subalternas, tal como afirma Benjamin en la tesis XII DE SUS TESIS SOBRE FILOSOFÍA DE LA HISTORIA, cuando crítica la ilusión futurista de la socialdemocracia alemana:
“La clase que lucha, que está sometida, es el sujeto mismo del conocimiento histórico. En Marx aparece como la última que ha sido esclavizada, como la clase vengadora que lleva hasta el final la obra de liberación en nombre de generaciones vencidas. Esta consciencia, que por breve tiempo cobra otra vez vigencia en el espartaquismo, le ha resultado desde siempre chabacana a la socialdemocracia. En el curso de tres decenios ha conseguido apagar casi el nombre de un Blanqui cuyo timbre de bronce había conmovido al siglo precedente. Se ha complacido en cambio en asignar a la clase obrera el papel de redentora de generaciones futuras. Con ello ha cortado los nervios de su fuerza mejor. La clase desaprendió en esta escuela tanto el odio como la voluntad de sacrificio. Puesto que ambos se alimentan de la imagen de los antecesores esclavizados y no del ideal de los descendientes liberado”.
Por último, Joan en la introducción introduce un paso de los CC donde Gramsci vuelve una vez más a considerar el carácter histórico de la división del género humano en dominantes y dominados y en la necesidad de crear las condiciones para que ella desaparezca (22 y 27). Las palabras de Mathiez al comparar jacobinos y bolcheviques nos hacen recordar a las de los zapatistas: “Jacobinos y bolcheviques son empujados por una corriente más fuerte que ellos mismos. Estos dictadores obedecen a sus tropas, para poderlas comandar” (36).
3. Estado Estado=sociedad (206) “Obliga a toda la sociedad a identificarse con el Estado” (¿politización total de la sociedad o socialización de la política?) (207). “No existe sociedad si no en un Estado” (209). Lo continúa en su artículo “El estado y el socialismo” en el que aclara que el internacionalismo del movimiento obrero apunta a la desaparición de los estados nacionales, como estructuras de la dominación capitalista, pero no del Estado como organización social humana (socialización de la política) (222-223). Lo concibe como el conjunto de instituciones que la misma sociedad ha ido creando y a través de las cuales la sociedad toma consciencia de sí misma, o sea que la plenitud de dicha consciencia se alcanza con la revolución proletaria donde el estado está conformado por las instituciones que representan y donde se ejerce la autonomía obrera.
3.1. Pero lo que además diferencia al estado socialista del estado capitalista es el papel que la participación ciudadana, la democracia plena tiene en el primero a diferencia de la heteronomía y alienación del poder político de la mayoría en el segundo (226). El Estado socialista concebido como el paso necesario para conseguir la completa emancipación del proletariado (227).
3.2. La concepción del Estado por Gramsci también reconoce una matriz hegeliana en la medida en que considera al Estado como la objetivación de la sociedad organizada, y no una mera superestructura de control político de un sistema económico. Lo considera como el conjunto de articulado de organizaciones que en el caso de un estado socialista sería conformado por las organizaciones creadas por el movimiento obrero y campesino con el centro en la democracia soviética o consejista como estructura omnicomprensiva y con su núcleo básico en la democracia fabril. Debe tenerse en cuenta que para Gramsci democracia es “… gobierno de las masas populares, expresándose a través del Parlamento elegido por sufragio universal”, que constata no existe en ninguna parte del mundo en ese momento
32. El Estado burgués o la forma de Estado habitual en el capitalismo también es la organización política de la sociedad, pero con una diferencia fundamental con la concepción gramsciana del Estado socialista, y es que ese Estado burgués tiene entre otras funciones la fundamental de mantener estrictamente separadas la actividad económica donde se reproduce y amplia el capital de las otras actividades sociales. La esfera económica queda reservada a una esfera privada donde se reproducen las relaciones de dominación que aparecen desdibujadas en los otros ámbitos de la actividad social.
3.3. Gramsci considera al Estado obrero -la dictadura del proletariado- como la mayor garantía de que en Rusia no se produciría una restauración capitalista, mientras considera al fascismo como la forma más avanzada y completa de la dictadura capitalista, porque la clase dominante -la burguesía capitalista- controla directamente al Estado. Al mismo tiempo considera que las democracias burguesas no son tales en cuanto existen órganos que limitan y anulan la capacidad de las asambleas que representaban la soberanía popular, cita los ejemplos de Gran Bretaña, Francia y Alemania (321-326).
Alianza obrero-campesina, Aunque contrario a las tesis de la Oposición Unificada y principalmente de Trotsky, Gramsci apuesta por la unidad del PCR y la conciliación apelando a la necesidad de mantener la alianza obrero-campesina, sostener la NEP y reconocer que esta no es un retroceso al capitalismo sino una vía en la que las clases trabajadoras del campo y la ciudad puede experimentar las formas de cooperación que ayuden a preparar las condiciones para el socialismo. Además, considera fundamental mantener un curso que permita conquistar y consolidar la hegemonía del proletariado en la sociedad soviética, lo que implica no sólo el control, político sino el cambio cultural. Respecto a esto hace una interesante comparación entre Rusia e Italia, donde considera que esta también posee una población mayoritariamente campesina con una aculturación influida por las instituciones eclesiásticas, que agrega una condición particular a la lucha por la hegemonía. Esta se consigue priorizando los intereses generales de las clases explotadas ante los intereses corporativos de los diferentes segmentos del proletariado (328-337).
4.1. Si bien desde un criterio habitual en los medios del movimiento obrero de la época se consideraba que el socialismo agrario debía imitar al industrial: industrialización del campo, Gramsci consideraba clave para el éxito de la revolución el respaldo de los bolcheviques a las reivindicaciones campesinas que no iban en ese momento en el sentido de la colectivización, sino de la abolición del latifundio y a favor del reparto en de la tierra, en condiciones de usufructo (317). Considera que la meta es la industrialización colectivista del agro, pero considera que debe ser un producto de la evolución de la sociedad soviética, de la propia experiencia campesina de su relación como productores individuales o pequeños capitalistas con una gran economía colectivizada en el marco de la NEP y no una imposición desde el gobierno soviético (318-319).
Lenin Trotsky: sin ser anti-trotskista critica en él su postura frente a la NEP, y la amenaza que su tesis significaban para el núcleo fundamental de la revolución: la solidez el bloque obrero-campesino. Esa postura de Trotsky, Gramsci la atribuye a la supervivencia de sus orígenes ideológicos mencheviques (295-296).
5.1. El leninismo como como continuador del marxismo (del pensamiento de Marx) en la fase imperialista del capitalismo (299-300). Importante para señalar la importancia de la historicidad en el pensamiento emancipador. Destaca la importancia del concepto de dictadura democrática de los obreros y los campesinos de Lenin, frente a la de dictadura obrera en el proceso de la revolución permanente como sostenía Trotsky (301-302), lo que es coherente con la idea de considerar a obreros, campesinos y pueblos coloniales como víctimas equivalentes de la explotación capitalista. En cambio, observo cierta contradicción de Gramsci cuando se refiere a como adquieren los obreros la concepción socialista, en una formulación similar a la de Lenin en ¿Qué hacer?, y en cambio contraria a otras concepciones comentadas más arriba (301).
Komintern La Internacional y su apoyo a las repúblicas soviéticas (Rusia y Hungría): a partir de los organismos obreros desarrollados durante la guerra (consejos de fábrica, comisiones de control) porque es donde genera su fuerza el capitalismo donde deben obrar los trabajadores para bloquear la maquinaria burguesa que pretende acabar con esas repúblicas (230 y 232).
6.1. Para Gramsci los apoyos a la Revolución rusa y a la Internacional son decisiones inseparables, ya que una y otra están vinculadas y se refuerzan recíprocamente (254-255), cuando comenta la actitud de los seguidores de Serrati que adherían a la Komintern, pero rechazaban las 21 condiciones: para Gramsci la Internacional comunista es la realización internacional de los principios y métodos de la revolución rusa (256). Para Gramsci la revolución rusa se consolidaría sólo si se produjera la revolución mundial, pero también la revolución mundial depende de la supervivencia de la revolución rusa (256).
6.2. En estos nueve años que median entre sus primeros escritos sobre la revolución y los últimos antes de ser encarcelado, Gramsci varía su opinión sobre la relación con entre la revolución rusa y el movimiento obrero internacional. Si al principio serán los procesos revolucionarios, al menos en los países europeos, los que asegurarán la supervivencia y consolidación de la revolución rusa, al final la relación se invierte y es la consolidación del Estado soviético la que facilitará y ayudará al desarrollo revolucionario en otros países (308).