Murió otro de los nuestros: Luigi Pintor
Luigi Pintor murió en su casa de Roma el pasado 17 de mayo de 2003. Nacido en esa ciudad el 18 de septiembre de 1925, sufría de un mal incurable. Su infancia transcurrió en Cagliari (Cerdeña), volvió a Roma donde se acercó al movimiento antifascista clandestino. Hermano de Giaime (muerto en diciembre de 1943 por la explosión de una mina), participó en la guerra de liberación en las filas de los GAP (Grupos de Acción Partisana). Arrestado por la banda de Koch, fue condenado a muerte. La condena fue suspendida en el último instante. En 1943 se inscribió en el Partido Comunista Italiano. Trabajó en l’Unità desde 1946 a 1965 primero como redactor y después como co-director (director Alicata y codirectores Tortorella en Milán y Pintor en Roma).
Entra en el Comité Central del PCI en el X Congreso de 1962, y después deja l’Unità por diferencias con el director Alicata y es llamado a trabajar en la Oficina de Secretaria en la dirección de Botteghe Oscure.
Después del XI Congreso de 1966, en la “depuración” que golpeó a todos los que apoyaron el disenso de Ingrao, fue mandado al “exilio”, en el Comité regional de Cerdeña, allí fue elegido diputado en las elecciones de 1968 (legislatura que duró hasta 1972). En ese contexto, en noviembre de 1969 fue expulsado del PCI con el grupo “Il Manifesto”, junto a Rosana Rosanda, Lucio Magri, Luciana Castellina y Massimo Caprara. En junio de 1969 estaba entre los fundadores de Il Manifesto revista mensual que en abril de 1971, se transformará en diario. Fue director de Il Manifesto diversas veces. En 1987 Pintor volvió al parlamento como diputado de la izquierda independiente.
En 1991 publicó su primera novela “Servabo”, seguido en 1998 por “La signora Kirchgessner” y “Il nespolo” en 2001. Está a punto de salir “I luoghi del delito”. Todos en las ediciones Bollati Boringhieri.
Existen dos compilaciones de sus editoriales: “Parole al vento. Brevi cronache degli anni 80”, 1990, Kaos ediciones y “Politicamente scorretto. Cronache di un quinquennio 1996-2001”, ed. Bollati Boringhierei, 2001.
Por su valor histórico, acta notarial de un recorrido político y cultural de una de las expresiones más inteligentes y aún útiles del comunismo del siglo XX publicamos a continuación el primer editorial que Pintor escribió para Il Manifesto titulado “Un diario comunista” (28 de abril de 1971) y el último que escribió 24 días antes de morir bajo el título “Sin fronteras” (24 de abril de 2003). Entre ambos editoriales 32 dos años de distancia, entre ambos editoriales, la crónica de la extinción del movimiento comunista históricamente existente en el siglo XX. Entre ambos editoriales el convencimiento de que comunismo habrá aunque se extingan los partidos comunistas del siglo XX.
Demos la palabra a Luigi Pintor.
Un diario comunista
Luigi Pintor
(Editorial de Il Manifesto, 28 de abril de 1971)
Muchos nos han preguntado en estas semanas a veces con simpatía, otras con hastío: ¿pero por qué hacéis un diario? ¿Cómo pensáis conseguirlo? Y, ¿para qué servirá? Una respuesta a estas preguntas, ahora, sería inútil y pedante. Una respuesta seria sólo podrá venir de la vida misma de estas cuatro páginas, que desde hoy ya no son una idea sino una realidad expuesta al juicio de todos. Pero las intenciones que nos han movido, de todos modos, no son un misterio. Son las mismas intenciones que nos empujaron hace treinta años a romper con la tradición burguesa que nos había regalado el fascismo y la guerra. Son las mismas que nos animaron en la larga militancia en el partido y en la prensa comunista por la revolución italiana. Son las mismas que nos han hecho ver en la rebelión obrera y estudiantil de estos años una nueva ocasión histórica para el avance del comunismo.
Hay quien ama la sociedad en que vivimos porque está en el décimo puesto en la producción industrial mundial. Para nosotros, es una sociedad amasada con la explotación y la desigualdad, de la que son víctimas millones de obreros de fábrica, las poblaciones meridionales privadas de esperanza, las jóvenes generaciones sin provenir. Hay quien juzga democrático el estado que tenemos, solo porque no es fascista y no ha cancelado las libertades formales. Para nosotros, es un estado fundado sobre leyes y estructuras represivas donde la policía y las instituciones, escuela y cultura oficial, fuerzas políticas y mayorías en el poder, son modeladas para golpear o engañar a los explotados ya los excluidos. También hay quien vive a su comodidad en el mundo contemporáneo, juzgándolo como pasablemente pacífico. Para nosotros, sin embargo, es un mundo odiosamente señalado por el genocidio imperialista, que sólo un relanzamiento del proceso revolucionario mundial puede madurar.
Si, por consiguiente este periódico debiera servir a una protesta, a una batalla ideal contra el orden de cosas existente, éste ya no sería un trabajo desperdiciado. En el fondo la prensa obrera siempre ha tenido en primer lugar esta función: establecer una línea de demarcación, con espíritu que Gramsci llamaba partisano, entre quien está en contra del orden constituido y aquel que se adapta a él.
Pero esto no podría bastar. El cuadro político que tenemos delante actualmente exige mucho más que un rechazo. En nuestro país está abierto un partido de cuyo resultado depende la suerte del movimiento obrero por un entero periodo histórico. Si no fuese esta nuestra convicción, no nos habríamos comprometido en un trabajo y en una lucha que tienen por objetivo último la formación de una nueva fuerza política unitaria de la izquierda de clase. Y no haríamos, ahora, este diario.
Todos advertimos, cada día, nuevos peligros, entre los cuales la ofensiva del teppismo fascista es solo un síntoma. Patrones y gobierno Agnelli y Colombo, democristianos y presuntos socialistas, multiplican los esfuerzos para encerrar en una jaula el movimiento de las masas, mezclando represión y limosnas. El imperialismo americano regula nuestros destinos, según las leyes de la división del mundo en esferas de influencia. El cuado europeo que nos rodea se ha oscurecido como nunca en la posguerra, por la involución de las sociedades del este y por la acción contrarrevolucionaria de los grupos que ejercen el poder en esos países. Y sobre las grandes organizaciones del movimiento obrero pesa la antigua ilusión del reformismo, la maldita ilusión que hace cincuenta condujo a una trágica derrota. Pero también advertimos cada día de las grandes posibilidades existentes de rebelión. Se ha celebrado hace poco el aniversario de la gloriosa insurrección armada que no sólo tuvo una inspiración antifascista, sino una inspiración anticapitalista y revolucionaria que formó nuestra generación y que aún está viva en la conciencia de las grandes masas. Tenemos a las espaldas un decenio extraordinario de ofensiva obrera y de revuelta juvenil, que ha demostrado como las fortalezas de occidente pueden ser tomadas por asalto y sacudidas en sus fundamentos. Aún hoy doscientos mil obreros de más grande complejo productivo nacional vuelven a la lucha contra el verdadero enemigo, contra la organización capitalista del trabajo y del consumo. A escala mundial, la confrontación de clase no cede el paso ni a la ferocidad de la guerra imperialista ni a las insidias de la diplomacia de las grandes potencias, y también encuentra alimento en el crecimiento de la revolución china.
En esta situación, nosotros pensamos que la orientación de las grandes organizaciones políticas y sindicales de la clase obrera, y por otra parte los límites y divisiones de los grupos de la izquierda, no proporcionan la fuerza necesaria a una perspectiva socialista, y tampoco dejan esperar una salida victoriosa de la confrontación actual. Estamos convencidos que se necesita con urgencia una fuerza revolucionaria renovada, un nuevo despliegue, una nueva unidad de la izquierda de clase, de una nueva orientación estratégica de conjunto. Pensamos que sólo de ese modo será posible obtener frutos del patrimonio que las experiencias del pasado y del presente han acumulado. Por eso nos hemos constituido en grupo político, por eso queremos dar vida- con todas las fuerzas disponibles pero también con nuestras únicas fuerzas- a un movimiento político organizado como etapa de un proceso político más general. Este es nuestro programa, y no pensamos en que una hoja impresa pueda suplir a este trabajo de construcción política. Pero si este diario puede favorecer y acelerar esta tarea, ofrecer un instrumento de conocimiento, de intervención, de movilización, señalar una presencia y establecer un punto clave ya en esta fase crucial de la confrontación de clase, entonces su razón de ser y su verdad serán claras. Esto es todo. Y es algo que nos parece tan esencial que ningún límite, ningún obstáculo y ningún riesgo nos parecen prohibitivos. Por eso salimos con solo cuatro páginas, sin otra cosa que un noticiario política, sin embellecimientos o manipulaciones, en la persuasión que un esfuerzo de simplicidad y de claridad puede valer más que las estas cosas. Pero salimos sin otro dinero que el que ha llegado y vendrá de los camaradas y de los lectores, de los que depende enteramente la vida o la muerte de este empeño. Por eso nos contentamos con fuerzas limitadas e inexpertas, pero desinteresadas y comprometidas a fondo, descontando defectos y lagunas ciertas. A fin de cuentas, no confiamos más que en el trabajo colectivo: a una pasión militante, aquello que muchos llaman utopía, extremismo y nosotros llamamos confianza en las masas y conciencia tranquila, sostenidos de todos aquellos que reconocerán en estas páginas un empeño comunista y que querrán compartir ese empeño.
Sin fronteras
Luigi Pintor
(Editorial de Il Manifesto, 24 de abril de 2003)
La izquierda italiana que conocemos está muerta. No lo admitimos, porque se abre un vacío que la vida política cotidiana no admite. Podemos consolarnos con elecciones parciales o con una manifestación ruidosa. Pero la izquierda representativa, encina rota, margarita seca u olivo sin tronco, está fuera de la escena. No son una oposición y una alternativa tampoco son una alternancia, por usar esa jerga. Han llegado ese grado de subalternidad y sujeción no solo a las políticas de la derecha si no s u punto de vista y a su mentalidad en el marco internacional e interno.
No creo que lo hagan por oportunismo o que sea imputable a dirigentes singulares. En el 89 perdieron su colocación histórica y sus referencias y pasaron al otro lado. Con algunos matices. Quieren volver al gobierno sin ninguna probabilidad y piensan que esto depende de las relaciones con los grupos dominantes y con la opinión mayoritaria moderada y de derecha. Consideran su tercio del electorado más como un impedimento que como un recurso disponible.
Se han echado la guerra a las espaldas con un voto parlamentario consensual. No la guerra iraquí, si no la guerra americana preventiva y permanente. Hacen de la ONU un reparo formal y no ven el escenario que se ha abierto. Esto vale también para el escenario italiano, donde la confrontación es solo propagandística. No son mil voces y una sola alma como dice un manifiesto, el alma ya no está desde hace tiempo y ahora ya no hay la cara ni una fisonomía política creíble. Es una constatación, no una polémica.
Confiamos mucho en los movimientos donde se manifiestan una presencia y un espíritu de la izquierda. Peor no son una potencia adecuada tampoco a escala internacional. Nuestras ideas, nuestros comportamientos, nuestras palabras, están retrasadas respecto de la dinámica de las cosas, respecto a la actualidad y a las perspectivas.
No se quiere un viraje si no un cambio. Muy profundo. Hay una humanidad dividida en dos, por encima y por debajo de las instituciones, dividida en dos partes inconciliables en el modo de sentir y de ser pero no aún de acturar. Sin maniqueísmo es preciso señalar otra frontera y establecer una estraneidad respecto de la otra parte. Derecha e izquierda son fórmulas superficiales y disipadas que no señalan esta frontera.
La paz y la convivencia civil, nuestras banderas, no pueden ser solo una opción entre otras, sino un principio absoluto que implica una concepción del mundo y de la existencia cotidiana. No una bandera y una idealidad sino una práctica de vida. Si la parte de la humanidad hoy dominante volviese al estado de naturaleza con todas las prótesis modernas haría del asesinato y del sometimiento de sí y del otro la regla y la palanca de la historia. Debemos abolir cualquier contigüidad con esta tendencia inconciliable.
Una internacional, otra palabra antigua que debería ser también abolida pero que nosotros estimamos. No una organización formal sino una miríada de mujeres y hombres cuya nacionalidad, raza, fe, formación política, religiosa, no importan. Individuos, no átomos, que se encuentran y se reconocen casi instintivamente y entran en consonancia de forma natural. En nuestro microcosmos se llamaban camaradas con espontaneidad pero con un giro cerrado y celoso. Ahora hay un área sin fronteras. No debe vencer mañana si no obrar cada día y ocupar la escena. Su objetivo es reinventar la vida en una era en que despojan de la misma en formas nunca vistas.
©EspaiMarx 2003